Capítulo Cuarenta y Tres


Dylan, Levy y Alison están jugando a los pies de mi cama, así que cuando me giro para poder ocultar mi cara y llorar tan pronto como despierto, espero que no lo noten. Pero entonces Alison llama mi nombre y en menos de dos segundos su barbilla descansa en mi cama.

—¿Cómo te sientes? —me interroga con una vocecita dulce y mimada que consigue hacerme sonreír.

—Estoy bien —miento.

—¿Irás con nosotros? —pregunta cuando Dylan llega a su lado.

—¿A dónde? —frunzo el ceño.

—¡Dylan me llevará a ver elefantes! —exclama—. ¡Son muuuuy grandes y hacen así...! —resopla y yo no puedo evitar reírme por la enorme emoción que se nota en su actitud y en su rostro—. ¡¿Podemos irnos ya?! —salta.

—Solo si prometes calmarte —responde él—. ¿Cuánto chocolate te dieron? —

—¡Yey! ¡Iremos al zoológico! ¡Vamos! ¡Adiós, Madison! —grita antes de salir corriendo de la habitación.

Niños... —exhala Dylan.

—Gracias por hacer eso —le digo.

—No es nada, ver el mundo a través de los ojos de alguien que jamás lo había conocido es bastante entretenido —comenta—.  ¿Cómo te sientes?

—Enferma de esa pregunta —contesto.

—¡Dylan! —Alison regresa antes de que él pueda decir algo.

—Será mejor que te vayas —sugiero.

—Volveré pronto —me asegura y yo me fuerzo a asentir ganándome una caricia en la mejilla—. Oh... y Madison... —se detiene en seco cuando está por salir de la habitación—. Te amo —declara cuando lo miro y me sonrojo de inmediato.

—Es muy pronto —reconozco.

Nah —me guiña el ojo y luego simplemente se va.

Tan pronto como estoy sola de nuevo, las lágrimas encuentran su camino fuera de mis ojos y en cuestión de segundos ya estoy llorando un río.

Lloro por un buen rato en los brazos de la soledad que me atormenta, envuelta en mi dolor y arrepentimiento; ahogándome en la terrible tortura en la que mi vida se ha convertido hasta que alguien me toca la mano y el gesto me sobresalta.

—No... no te vi entrar —sollozo intentando limpiar las lágrimas que continúan escapando de mis ojos.

Levy se sube a la cama.

—He estado aquí todo el tiempo, pero no quería...hmm... parecía que quisieras estar sola —titubea—. ¿Estás bien?

—No, no estoy bien —mi voz se rompe al admitirlo y eso es todo lo que el necesita para jalarme en un abrazo que me lastima, pero del que no quiero soltarme—.  Quiero que esto se termine —lloro contra su pecho.

—Lo sé, yo también —reconoce.

—No fue mi intención que nada de esto pasara... no tenía idea de lo que hacía —sollozo—, y le dije... le dije a mi madre cosas... cosas horribles. ¿Cómo pude hacer eso? ¿Qué sucede conmigo? Ya no quiero hacer esto, quiero que se termine.

—Ella no te culpa Madison, nadie lo hace. Estás enferma, eso es todo, eso fue lo que... lo que te hizo hacer eso. No eras tú, pero te pondrás bien y volverás a ser la misma de antes —me suelta.

—¿Me estoy volviendo loca? —me limpio la cara y él se encoje de hombros.

—Se supone que el suero ataca a todos los órganos. Es lógico que afecte tu cerebro.

¿Tiene razón? ¿Es eso lo que está pasando? ¿La sustancia está acabando con mi cerebro? ¿Me está transformando?

—¿Por qué no me lo dijiste? —pregunta cuando lo único que consigo hacer es quedarme en silencio.

—No quería preocuparte más —contesto.

—Madison, puedes contarme lo que sea. Lo sabes. Siempre lo hemos hecho.

—Lo sé, pero hubieras tratado de solucionar todo y la verdad es que solo lo hubieras empeorado.

—Ya hubiera asesinado a ese hombre —resopla acomodando su cabello por la desesperación y entonces sé que es momento de confesarle la verdad.

—¿Puedo confiar en ti? —mi pregunta lo toma por sorpresa.

—S-sí, lo sabes —tartamudea—. ¿Qué sucede?

—Prométeme que no le dirás nada a nadie antes de tiempo —advierto.

—¿Antes de tiempo? ¿De qué estás hablando? ¿Qué se supone que quiere decir eso? —pregunta.

—Hay algo que no le he dicho a nadie aún —confieso y cuando lo hago, me mira como si le hubieran dado un golpe en el estómago—. Un secreto...

—Por la forma en que susurras no parece ser nada bueno —trago saliva.

—Me ofreció un trato —exhalo.

—¿Un trato? ¿Quién? ¿Sobre qué? —me interroga.

—Wen —confieso—. Él sabía que todo esto iba a pasarme, me lo advirtió y después me ofreció una alternativa.

—¿Una alternativa? —asiento—. Puedes por favor dejar de hablar entre líneas, yo...

—Me ofreció irme con él.

Sus ojos se abren de par en par ante mi respuesta.

—Por favor dime que no estás considerando esto —ríe—. ¡¿Hablas en serio?! ¡¿Te das cuenta de lo que podría pasar si lo haces?!

—¿Te das cuenta de lo que va a pasar si no lo hago? —señalo y tan pronto como escucha mi respuesta, salta de la cama perdiendo la cordura comenzando a deambular por la habitación.

—No... no es... debe de haber otra... —balbucea—. Sabes que no hay manera en que vaya a dejarte hacer eso, ¿cierto?

—No te estoy pidiendo permiso —replico y él suspira mirándome como si de pronto yo hubiera comenzado a hablar otro idioma completamente diferente.

—No puedo creer que estés diciendo esto. ¿Estás de acuerdo con él?

—Sólo trata de desviar la atención de mi madre de los laboratorios, pero ella no se distraerá si tú le dices que estoy bien una vez que me vaya.

—¡¿Una vez que...?! ¿Eso quiere decir que ya tomaste una decisión?

—Estoy segura de que todo estará bien, solo estaré en otra parte.

—Estás... ¿segura? —reprocha—. ¿Siquiera te estás escuchando? Hablamos del hombre que intentó asesinarte y no una, ¡dos veces! Si te vas, ten por segura que no será a un lugar mejor. No puedo dejar que te vayas y dejarlo hacerte... Dios sabe que tantas cosas —su voz tiembla.

—Voy a estar bien —repito.

—Has dicho eso ya tantas veces... —señala—. Ninguna de ellas ha terminado bien.

—Levy, no tengo opción —respondo y su cuerpo entero se tensa—. Me estoy muriendo. Todo me duele, es terrible y todo solo se volverá peor con el tiempo...

—Esta no es la manera...

—¡No quiero morirme! —chillo—. ¡¿Es tan difícil de entender?!

—No uses eso como excusa. ¡Estás huyendo de nuevo! —reprocha—. Si te vas, destruirás a Dylan y a tu madre... y a todos aquellos que nos preocupamos por ti. Wen no tiene intención de ayudarte, entiéndelo.

—Verme morir tampoco les va a hacer sentir mejor —admito—. Además, tu estarás ahí para ellos, ¿no? —sacude la cabeza.

—¡¿Y quién demonios va a estar para mí?! —exclama al tiempo que mi visión comienza a nublarse.

—Levy... —lo tomo de la mano fuertemente esperando que eso le advierta de lo que yo no puedo, pero lo único que hace es continuar alegando.

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