Borrador del Capítulo I.

Pov Luhan:

Observo cómo la brillante y blanca superestructura del barco se eleva más alta que el castillo de proa, y las chimeneas de color apuntan hacia el cielo como los pilares de un gran templo. Los tripulantes se mueven por cubierta, empequeñecidos por la impresionante magnitud del vapor.

Seúl, Corea, 10 de Abril de 1912. Hace un día bonito pero frío y húmedo. Una multitud de cientos de personas oscurecen el muelle junto al grande barco, como hormigas al lado de un sándwich.

A lo lejos observo como un hermoso coche Renault  de color burdeos, es colgado de una grúa de carga. Lo están introduciendo en la escotillo de carga número 2.

A lo lejos en el muelle, los vehículos tirados a caballo, automóviles y camiones se mueven lentamente entre la densa multitud. El ambiente a mi alrededor es de entusiasmo y asombro general. La gente se despide entre lágrimas, o deseándose buen viaje entre parientes y amigos desde las cubiertas, arriba.

Llegamos cerca del muelle mientras nuestro coche avanza entre la multitud apartando a la gente. Alrededor, gente se baja de bonitos coches para subir a bordo del barco, mezclándose con marinos, fogoneros, porteros, y oficiales que gritan, de la White Starline.  

Estoy en silencio, ni hay nada que decir. Mi chofer baja rápido y al instante veo que abre mi puerta para que pueda bajar del coche. Voy bien vestido con un traje de seda gris y zapatos caros, a juzgar por mis 21 años, vestido de esta manera parezco mucho mayor de lo realmente soy. No hace falta saber que las personas alrededor me están mirando, no es por alardear pero soy consciente de mi belleza. Mi madre me lo hace recordar siempre que puede y la gente, también. Mi cuerpo es de porte majestuoso, y poseo unos ojos penetrantes, igual que mi madre.

Miro el barco, con fría indiferencia. No entiendo el porqué de tanto alboroto. No se ve más grande que el Mauretania.

Un asistente abre la puerta del otro lado del coche a Kim Jongin, de 30 años de edad, heredero de la vieja fortuna de los Kim. Jongin o “Kai” como se hace llamar, es guapo, arrogante y exageradamente rico.  Veo que se acerca a mí con un porte de arrogancia en su mirada, su mirada que hace sentir inferior a cualquiera que se la dirija. Pero a mi no.                                 

-Puedes sentirte indiferente ante algunas cosas, Luhan, pero no con el Titanic. Es cien pies más grande que el Mauretania, y mucho más lujoso. Tiene pista de squash, un café de estilo parisino… incluso baños turcos.

Lo ignoro y sigo mirando a las personas alrededor, no es que tuviera verdaderas ganas de venir, la verdad, me da exactamente igual en qué tipo de barco viajásemos. Yo no era como mi madre, que es capaz de vender su alma por unos dólares más, y no importa que ya estese rebosando de dinero, ella siempre va a querer más. A penas enterarse sobre la noticia del nuevo barco lujoso como nunca uno antes de la historia, me hizo empacar, bueno, mejor dicho, mando a nuestras empleadas a empacar mis cosas sin siquiera preguntarme.

Salgo de mis pensamientos al escuchar que se abre otra puerta del auto. Kai da la vuelta y le ofrece su mano a mi madre Sandara, que desciende del coche. Mi madre es una emperatriz de la alta sociedad que ya está en la cuarentena, miembro de las más prominentes familias de Corea. Es viuda, y rige las normas en nuestro hogar con voluntad de hierro.

Veo que mi madre toma su mano y baja del coche como una reina mientras observa a su alrededor con una mueca de superioridad.

-Su hijo es demasiado difícil de impresionar, Sandara.- Dice Kai observándome fijamente bajando su mirada de mi cabeza a pies, lo miro y viro los ojos.- Cuidado con eso.- Sostiene a mi madre un paso antes que pise un charco. Le agradezco con la mirada, mi madre hubiera armado revuelo si sus zapatos caros se estropearan.

-Así que éste es el barco que dicen que es insumergible.-Comenta mi madre, sin borrar su mueca de altanería. Kai sonríe orgulloso.

-Es insumergible. Ni siquiera Dios podría hundir éste barco.-Kai habla con el orgullo de un anfitrión, como si tuviera experiencia personal. Lo miro como si fuera estúpido, puede que no sea creyente, pero fue un comentario innecesario. Lo que tenía de guapo, lo tenía de imbécil.

Hay un séquito de americanos ricos de aspecto impecable, un ejemplo de la quintaesencia de la sociedad eduardiana, con sus mayordomos. El mayordomo personal  de Kai, Wu Yifan, es un hombre alto, impasible, con aspecto de severo empresario de pompas fúnebres. Detrás de él van dos doncellas, las asistentes personales de mi madre y yo.

Nos sumergimos en un silencio, para mi incomodo, pero para ellos de adoración para algo material como un barco, que se dice ser imposible de hundir.

Un empleado del barco, se dirige hacia nosotros. Se le nota lo agobiado por la carga del equipaje de última hora.

-Señor, debe facturar su equipaje en la terminal principal, llévelo allí—dice el hombre mirándome con deseo, pero dirigiéndose a Kai.

Kai impasible, le da un billete de 10.000 wons. Los ojos del portero se dilatan. Diez mil es mucho dinero en ésta época.

-Me fío de usted, buen hombre. – Responde cortante, indicando a Yifan. - Éste es mi hombre de confianza.                            

-Sí, señor. Un placer, señor.- Responde el pobre empleado haciendo reverencias y sonriendo.

Kai nunca se cansa del efecto que el dinero produce en la gente necesitada.

-Lleve estos baúles que hay aquí, más estos 12 del Daimler. Los queremos todos arriba en las habitaciones. –Interrumpe Yifan, aunque yo lo llamo por su nombre Kris; su nombre canadiense.

Al hombre se le borra la sonrisa al instante cuando mira sorprendido la enorme cantidad de maletas cargadas en un segundo coche, incluyendo baúles de madera y una caja fuerte. Llama silbando a algunos encargados de equipajes para que vayan a ejecutar la orden.

Kai se va, dejando a los encargados con el trabajo. Echa un vistazo a su reloj de bolsillo. Mientras yo solamente lo miro sin articular palabras.

-Será mejor que nos demos prisa. Es por aquí, señoras.- Dice cortando el silencio mientras nos indica el camino para llegar a la pasarela de primera clase. Freno en seco, dándome vuelta, para esperar a mi criada, Sunny y veo que va detrás de nosotros cargada de bolsas con las últimas compras de Sandara… cosas demasiado delicadas para los manipuladores de equipajes. Le sonrío con ternura, soy el único que la trata bien, sin malas intenciones de por medio, me sonríe nerviosa, sé que está enamorada de mí, y que la trate mucho mejor, no hace más que aumentar su amor por mí. La ayudo con unas bolsas y camino junto a ella.

Jongin lidera el grupo, zigzagueando entre los vehículos, carros empujados, pasajeros (la mayoría de segunda y tercera clase) y gente despidiéndose. La mayoría de los pasajeros de primera clase han evitado el gentío y olor de la multitud que hay en el muelle mediante un puente elevado de embarque, veinte metros más arriba.

Pasan delante de una fila de pasajeros de tercera clase, con sus humildes ropas de pana y lana, haciendo cola detrás de una barrera móvil, como si fueran ganado. Un oficial medico examina sus cabezas de uno en uno, comprobando que no tengan piojos en el pelo. Hago una mueca de disgusto, no porque fueran inferiores que yo económicamente, sino por el maltrato que se les da.

Pasan cerca de un joven bien vestido, que está girando la manivela de su aparato filmador cinematográfico de madera. Byun Baekhyun (su padre fue el fundador de la Biograph Film Studio) está filmando a su joven esposa. Kim Taeyeon está quieta y sonriendo.

-Mira el barco, cariño, cómo es. ¿No estás impresionada? ¡Puedes creer lo grande que es! Es como una montaña. Es genial. - Taeyeon, sin inmutarse, hace una mala pantomima al estilo del cine mudo, poniendo cara de asombro, levantando las manos.

Kai es empujado sin querer por dos niños de tercera clase que pasan cerca de él. Es golpeado por segunda vez por el padre de los niños.

-¡¡¡Cuidado!!- Exclama mirándolo con asco y sacudiéndose la chaqueta, como si el hombre y sus niños que lo tocaron, hubieran tenido lepra.

-¡Disculpe señor!- El hombre continúa adelante sin inmutarse de la actitud de Jongin. Va detrás de sus hijos, gritándoles.

-Cerdos de tercera clase. Parece que no se dieron su baño anual.- Refunfuña con la voz cargada de desprecio y yo lo miro con mala cara, y también con asco, pero asco hacia él, no hacia esas personas.

-Sinceramente, Jongin, si no reservases siempre en el último momento, podríamos haber ido por nuestra terminal, en vez de tener que correr a lo largo del muelle como una familia de escuálidos inmigrantes.- Le dice mirándolo con una mirada acusatoria. Yo los miro frunciendo el ceño, mientras sostengo por los hombros a Sunny dándole caricias, sé que ella se siente terrible porque su familia eran inmigrantes. La observo y sonrío, esta sonrojada, estoy seguro que ni si quiera escucho lo que dijo mi madre, está concentrada en mis manos, y eso es mucho mejor.

-Todo eso forma parte de mi encanto, Sandara. De todas formas, fueron los rituales de belleza de mi querido prometido los que nos hicieron llegar tarde.- Me observa otra vez, de pies a cabeza, deseándome con la mirada. Yo lo miro enarcando una ceja. El insistió que me cambiara y me ponga ropa extravagante. Si, por mala suerte, es mi prometido. A mi madre no le quedaba otra, y no le importo el hecho de que fuéramos hombres, con tal de mantener su fortuna y aumentarla. No importa cuántas veces me haya negado y quejado, cuando a Sandara Park se le mete una idea a su cabeza, no para hasta conseguir lo que quiere. Y lo hizo.

Noto como Sunny se tensa, y la comprendo, estar enamorada de un hombre que tiene otro hombre como prometido, no es la situación ideal. Pero yo no puedo hacer nada, no tengo ningún sentimiento además de apreciación y cariño hacia ella, además, aunque haga algo para evitar estar con Kai, no gano nada, porque igual seria manipulado el resto de mi vida. La agarro de la nuca y la masajeo con delicadeza, noto como se tranquiliza a mi contacto y la sonrío con ternura. Para cambiar mi expresión al segundo, para enfrentarme a mí futuro esposo.

-Dijiste que me cambiara.- Le digo en tono cortante y noto como baja la vista a mi mano en la nuca de Sunny, y la suelto al instante. No quiero que la deje en la calle, y menos ser el culpable de ello.

-No podía permitir que vistieras de negro el día de la partida, cariño. Trae mala suerte.- Me dice satisfecho de su control en mí, pero lo que no sabe, es que lo hago por ella, no por él.

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