PRÓLOGO┃Por los Potter
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˵⠀✧ 𝟶𝟶 ⠀: Por los Potter
"¡Por los Potter: los trillizos que sobrevivieron!"
Parecía que la profesora McGonagall había llegado al punto que ha estado ansiosa por discutir, la verdadera razón por la que había esperado todo el día en una dura y fría pared pues, ni como gato ni como mujer, había mirado nunca a Dumbledore con tal intensidad como lo hacía ahora. Era obvio que, fuera lo que fuera «aquello que todos decían», ella no lo iba a creer hasta que Dumbledore confirmara que era verdad. Dumbledore, sin embargo, estaba eligiendo otro caramelo de limón y no le respondió.
—Lo que están diciendo —continuó—, es que la pasada noche Voldemort apareció en Godric's Hollow. Fue a buscar a los Potter. El rumor es que Lily y James Potter están... están... que están… muertos.
Dumbledore asintió con la cabeza. La profesora McGonagall se quedó boquiabierta.
—Lily y James... no puedo creerlo... no quiero creerlo... Oh, Albus.
Dumbledore extendió la mano y le dio una palmada en el hombro.
—Lo sé... lo sé... —dijo con tristeza.
La voz de la profesora McGonagall temblaba cuando continuó:
—Eso no es todo. Dicen que quiso matar a los hijos de los Potter, Harry, Dandara, Filipa. Pero no pudo. No pudo matar a los niños. Nadie sabe por qué, ni cómo, pero dicen que como no pudo matar a los trillizos Potter, por alguna razón, el poder de Voldemort desapareció… y por eso se ha ido.
Dumbledore asintió con la cabeza, serio.
—¿Es... es verdad? —tartamudeó la profesora—. Después de todo lo que hizo... de toda la gente que mató... ¿no podía matar a unos niños? Es asombroso... de todo lo que podrían detenerlo... Pero, ¿cómo sobrevivieron, en nombre del cielo?
—Sólo podemos imaginarlo —dijo Dumbledore—. Tal vez nunca lo sepamos.
La profesora McGonagall sacó un pañuelo con puntilla y se lo pasó suavemente por los ojos, por detrás de los cristales de sus gafas. Dumbledore resopló mientras sacaba un reloj de oro de su bolsillo y lo examinaba. Era un reloj muy raro. Tenía doce manecillas y ningún número; en lugar de ellos, pequeños planetas giraban. Pero para Dumbledore debía de tener sentido, porque lo volvió a guardar en su bolsillo y dijo:
—Hagrid se atrasa. Por cierto, imagino que fue él quien le dijo que yo estaría aquí.
—Sí. Y supongo que usted no me va a decir por qué está aquí y no en otro lugar.
—He venido a entregar a los trillizos a su tía y su tío. Son la única familia que le queda ahora.
—¿Quieres decir…? ¡No puede referirse a la gente que vive aquí! —exclamó la profesora McGonagall, poniéndose de pie de un salto y señalando el número 4—. Dumbledore, no puede. He estado observando a la familia todo el día. No podrías encontrar dos personas más distintas de nosotros. Y tienen un hijo, lo vi dando patadas a su madre en la calle, gritando porque quería caramelos. ¡Los Potter vienen a vivir aquí!
—Es el mejor lugar para ellos —dijo Dumbledore con firmeza—. Sus tíos podrán explicárselo todo cuando sean mayores, les escribí una carta.
—¿Una carta? —repitió la profesora McGonagall con voz débil, sentándose nuevamente—. Francamente, Dumbledore, ¿de verdad cree que puede explicarlo todo esto en una carta? ¡Esa gente nunca los entenderá! ¡Serán famosos… leyendas, no me sorprendería que el día de hoy fuera conocido en el futuro como el día de los Potter! Escribirán libros sobre los trillizos. ¡Todos los niños de nuestro mundo conocerán sus nombres!
—Exactamente —dijo Dumbledore, con mirada muy seria por encima de sus gafas de media luna—. Sería suficiente para marear a cualquier niño. ¡Famosos antes de que pudieran siquiera hablar y andar! ¡Famosos por algo que ni siquiera recuerdan! ¿No ve de que estarán mucho mejor que crezcan lejos de todo, hasta que tengan la capacidad de comprender?
La profesora abrió la boca, cambió de idea, tragó y luego dijo:
—Sí… sí, tiene razón, por supuesto. Pero ¿cómo van a llegar hasta aquí, Dumbledore? —de pronto observó la capa, como si se le ocurriera que podía tener escondido allí a los trillizos.
—Hagrid los traerá.
—¿Crees que es sensato… confiarle a Hagrid una tarea tan importante como eso?
—A Hagrid, le confiaría mi vida —respondió Dumbledore.
—No estoy diciendo que su corazón no esté en el lugar correcto —dijo a regañadientes la profesora—. Pero no se puede fingir que no es descuidado. Que tiene tendencia a... ¿Qué fue eso?
Un ruido sordo rompió el silencio de la calle. Se fue haciendo más fuerte mientras ellos miraban a un lado y a otro de la calle, buscando una señal de la luz de un coche. El ruido se convirtió en trueno cuando los dos miraron hacia el cielo, y entonces una enorme moto cayó del aire y aterrizó en la calle, frente a ellos.
Si la moto era inmensa, no era nada comparada con el hombre que la conducía a su lado. Era dos veces más alto que un hombre normal y al menos cinco veces más ancho. Se podía decir que era demasiado grande para existir y tan desaliñado… cabello negro, largo y revuelto y la barba enmarañada que le cubría la mayor parte de su rostro, sus manos eran del tamaño de un cubo de basura y sus pies, calzados con botas de cuero, parecían crías de delfín. En sus inmensos brazos musculosos sostenía un fardo de mantas.
—¡Hagrid! —dijo Dumbledore, luciendo aliviado—. Por fin. ¿Y dónde conseguiste la moto?
—Me lo han prestado, profesor Dumbledore —respondió el gigante, bajando con cuidado de la moto mientras hablaba—. El joven Sirius me la dejó. Yo los traje, señor.
—¿No tuviste ningún problema?
—No, señor. La casa estaba casi destruida, pero logré sacarlos sanos y salvos antes de que los muggles invadieran el lugar. Ellos se durmieron cuando sobrevolábamos Bristol, excepto Filipa.
Dumbledore y la profesora McGonagall se inclinaron sobre el montón de mantas. Dentro había un niño pequeño, profundamente dormido. Bajo una mata de pelo negro azabache, sobre su frente, pudieron ver una cicatriz curiosa, tenía forma de rayo. La niña más joven estaba sosteniendo la tela de la ropa de su hermano y dormía profundamente, parecía estar teniendo un sueño muy tranquilo.
La Potter mayor se quedó mirando a los dos magos que tenía delante, completamente paralizada.
—¿Fue allí...? —susurró la profesora McGonagall.
—Sí —confirmó Dumbledore—. Tendrá esa cicatriz para siempre.
—¿Pero fue sólo él quien se hizo esa cicatriz? —preguntó la mujer.
Hagrid lo negó.
—Filipa la tiene en el hombro y Dandara en el brazo izquierdo, son cicatrices iguales a las de Harry.
—¿No puede encontrar la manera, Dumbledore?
—Aunque pudiera, no lo haría. Las cicatrices pueden ser útiles. Yo tengo una en la rodilla izquierda que es un diagrama perfecto del metro de Londres. Bueno, dámelos, Hagrid, es mejor que terminemos con esto.
Dumbledore tomó a Harry en brazos y se dirigió hacia la casa de los Dursley, Dandara refunfuñó un poco mientras se llevaban a su hermano. McGonagall agarró a la chica despierta y Hagrid aún sostenía a la última Potter dormida, ella se acurrucaba aún más cerca en el regazo del semigigante.
—¿Puedo... puedo despedirme de ellos, señor? —preguntó Hagrid.
Inclinó su enorme cabeza desgreñada sobre Harry y le dio lo que debió ser un beso muy áspero y peludo, repitió lo mismo con la pequeña en su regazo y con Filipa. Entonces, súbitamente, Hagrid dejó escapar un aullido, como si fuera un perro herido.
—¡Shhh! —siseó la profesora McGonagall—. ¡Vas a despertar a los muggles!
—Lo… siento —lloriqueó Hagrid, sacando un enorme pañuelo sucio y ocultando su rostro en él—. Pero no puedo soportarlo… Lily y James muertos… y que los pobres trillizos tengan que vivir con muggles...
—Sí, sí, es muy triste, pero contrólate, Hagrid, o van a descubrirnos —susurró la profesora McGonagall, acariciando torpemente el brazo de Hagrid, mientras Dumbledore pasaba sobre la verja del jardín e iba hacia la puerta de enfrente.
Colocó suavemente a Harry en el marco de la puerta, Minerva también colocó a Filipa y Hagrid a Dandara, Dumbledore sacó una carta de su capa, la escondió entre las mantas del niño y luego volvió con la compañía de los dos, no sin antes lanzar un hechizo de luz sobre la despierta Potter que la hizo dormirse. Durante un largo minuto los tres se quedaron mirando los pequeños bultos. Los hombros de Hagrid temblaron, los ojos de la profesora McGonagall parpadearon furiosamente y la luz titilante que los ojos de Dumbledore irradiaban parecía haberse apagado.
—Bueno —dijo finalmente Dumbledore—, ya está. No tenemos nada más que hacer aquí. Ahora podemos unirnos a los demás para celebrar.
—Ajá —dijo Hagrid con voz muy apagada—. Voy a devolverle la moto a Sirius. Buenas noches, profesora McGonagall, profesor Dumbledore.
Secándose los ojos con la manga de su chaqueta, Hagrid se subió a la moto y puso el motor en marcha. Con un estrépito se elevó en el aire y desapareció en la noche.
—Nos vemos pronto, espero, profesora McGonagall —dijo Dumbledore, saludándola con una inclinación de cabeza. La profesora McGonagall se sonó la nariz en respuesta.
Dumbledore se volvió y caminó calle abajo. Se detuvo en la esquina y sacó el Apagador de plata. Hizo un clic y doce esferas de luz regresaron a las lámparas, de manera que Privet Drive se iluminó con un resplandor anaranjado, y pudo ver a un gato atigrado merodeando por el otro extremo de la calle. Apenas se podía ver el bulto de mantas en la puerta de la casa número 4.
—Buena suerte, Potters —murmuró. Giró sobre sus talones y, con un movimiento de su capa, desapareció.
Una brisa agitó los cuidados setos de Privet Drive, silenciosas y quietas bajo el cielo de color tinta. Aquél era el último lugar en el mundo en el que alguien esperaría que ocurrieran cosas asombrosas. Harry Potter se dio vuelta entre las mantas, sin despertarse. Su manita agarró la de su hermanita a su lado, pero ambos siguieron durmiendo, sin saber que eran especiales, sin saber que eran famosos, sin saber que en unas pocas horas se despertarían con el grito de la señora Dursley, cuando abriera la puerta principal para sacar las botellas de leche, ni de que pasarían las próximas semanas siendo pinchados y pellizcados por su primo Dudley... no podían saber que, en aquel mismo momento, había gente reunida en secreto por todo el país, levantando sus copas y diciendo, con voces quedas:
—¡Por los Potter: los trillizos que sobrevivieron!
Espero que esta historia les guste mucho
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