PRÓLOGO
RHEA ROYCE SE ENCONTRABA EN LA dura hora del parto, sola. Cada contracción era un recordatorio brutal de su situación, y el nerviosismo la invadía. Era raro todo aquello; el eco del silencio en la habitación parecía amplificar su angustia. Las doncellas que ayudaban en el parto se movían de un lado a otro, inquietas, mirando la puerta con ansiedad mientras esperaban al gran maestre.
───── ¡Pueden apurarlo! ───── exclamó Rhea, su voz resonando con desesperación desde la cama. El sudor perlaba su frente y sus manos se aferraban a las sábanas como si de ellas dependiera su vida.
Las doncellas intercambiaron miradas nerviosas. Una de ellas, con un delantal arrugado y una expresión de preocupación, reunió el valor para hablar.
───── El maestre tendrá una duradera tardanza, Lady Rhea ───── dijo con suavidad, intentando calmarla, pero solo logró aumentar la inquietud en el pecho de la mujer adolorida.
Rhea apretó los dientes mientras una nueva ola de dolor la atravesaba. Con un movimiento brusco, empujó el florero que estaba sobre la mesa de noche, haciéndolo volar por los aires hasta estrellarse contra el suelo. La porcelana se hizo añicos, y un grito de temor escapó de los labios de una de las doncellas que había estado más cerca.
───── ¡Señora! ───── exclamó otra, con los ojos abiertos como platos ───── Debe mantener la calma. No es bueno estar estresada durante el parto; puede...
Rhea interrumpió a la dama con un grito desgarrador.
───── ¡Puedes callarte un segundo! ───── su voz era un torrente de frustración y dolor, asustando a todas las presentes.
El sudor continuaba resbalando por su frente mientras ella soltaba una súplica adolorida. Ya no podía más con el sufrimiento; sentía como si el bebé en su vientre estuviera decidido a hacerle pagar cada instante de este proceso.
───── ¡Pueden ayudarme! ───── gritó Rhea una vez más, su voz llena de desesperación y anhelo. La súplica hizo dudar a sus damas, que intercambiaron miradas llenas de incertidumbre.
───── Lady Rhea ───── comenzó una de ellas con voz temblorosa ───── será mejor esperar al maestre. Él sabe lo que tenemos que hacerle...
───── ¡Que se joda el maestre! ───── interrumpió Rhea, sus ojos centelleando con furia y determinación ───── . Necesito su ayuda... por favor, acaben con este dolor o cuando llegue el maestre terminaré con cada una de ustedes.
Las palabras amenazantes dejaron a las doncellas paralizadas por un momento; podían ver la angustia en su rostro y comprendieron que debían actuar rápidamente. Sin más dilación, se apresuraron a situarse frente a las piernas de Rhea, tratando de acomodarlas con cuidado.
───── Está bien... está bien... ───── murmuró una doncella mientras intentaba mantener la calma ───── . Vamos a ayudarte... solo respira hondo.
A pesar de su falta de experiencia, las damas intentaron seguir las órdenes implícitas en los ojos llenos de dolor de Rhea. Una tomó su mano temblorosa y le dio consuelo mientras otra trataba de ayudarla a encontrar una posición más cómoda.
───── Céntrate en mí ───── le dijo la doncella que sostenía su mano ─────. Vas a estar bien; lo haremos juntas.
Rhea respiró hondo entre contracciones, sintiendo el impulso del bebé empujarla hacia adelante. La desesperación se transformó en determinación y gritó nuevamente:
───── ¡No puedo más! ¡Ayúdenme!
Las doncellas se miraron entre sí y asintieron casi al unísono; sabían que no podían esperar más al maestre. Con renovado fervor y valentía ante el desafío que tenían por delante, comenzaron a coordinarse para ayudarla en ese momento crítico, dispuestas a enfrentar cualquier temor personal para ver nacer a ese niño tan esperado.
La habitación estaba llena de un aire tenso, impregnado del aroma de hierbas medicinales y el suave murmullo de las mujeres que la rodeaban, sus rostros llenos de preocupación y esperanza.
Las contracciones eran intensas y dolorosas, pero cuando llegaba el momento de pujar, un miedo profundo la paralizaba. ¿Podría soportarlo?pensaba mientras las lágrimas escurrían por sus mejillas. Las historias que había oído sobre partos difíciles resonaban en su mente, llenándola de inquietud.
Una de las doncellas, una mujer robusta y experimentada en estos menesteres, se acercó a ella. ───── Debe respirar, mi lady ───── le dijo con voz firme pero suave. ───── Recuerda que este es el camino hacia tu niño. Eres fuerte como el roble querida ───── Rhea intentó aferrarse a esas palabras, pero el dolor se intensificaba y su cuerpo parecía no responder a su voluntad.
Las mujeres a su alrededor murmullaban palabras de aliento y ofrecían infusiones de hierbas para calmar su ansiedad. Sin embargo, cada vez que intentaba pujar, una ola de pánico la invadía. Sus aposentos parecían cerrarse a su alrededor; el sonido del viento afuera era un recordatorio del mundo que seguía girando mientras ella luchaba en su propio combate.
De repente, una fuerte contracción la sorprendió. Sintió que sus fuerzas flaqueaban y un grito desgarrador escapó de sus labios. Pero en ese momento crítico, algo dentro de ella cambió. Se dio cuenta de que estaba rodeada por mujeres que habían pasado por lo mismo; cada una había enfrentado sus propios miedos y dolores.
Con renovada determinación, Rhea cerró los ojos y respiró profundamente. Se concentró en el latido de su corazón y en la vida que crecía dentro de ella. En la siguiente contracción, empujó con todas sus fuerzas, sintiendo cómo su cuerpo respondía finalmente a su llamado. La conexión con su bebé se intensificaba; sabía que estaba cerca.
Con un último esfuerzo desgarrador y un grito lleno de vida, Rhea empujó con toda su alma. El eco del llanto del recién nacido llenó sus aposentos como un canto celestial; las lágrimas brotaron nuevamente en su rostro, pero esta vez eran lágrimas de alegría.
Al abrir los ojos, vio a una de las damas sosteniendo a su pequeño hijo envuelto en un lienzo desgastado. El mundo exterior había desaparecido, y en ese instante mágico, Rhea supo que todo el sufrimiento había valido la pena. Había dado a luz no solo a un niño, sino también a una nueva parte de sí misma: una madre fuerte y resiliente.
───── ¿Se sabe que es? ───── le pregunto con entusiasmo a la dama que cargaba de su niño.
La mujer con una enorme sonrisa en su rostro abrió un poco el lienzo que cubría gran parte del cuerpo de la bebé. La luz de las velas danzaba suavemente en la habitación, iluminando los rasgos de la pequeña, y el aire se llenó de una mezcla de alegría y preocupación.
───── Es una niña, mi lady ───── dijo orgullosa la mujer, entregando finalmente a la bebé en brazos de Rhea.
Rhea soltó una risa nasal cuando pudo cargar a su hija por primera vez. Miró a la niña con asombro y ternura, sintiendo que su corazón se llenaba de amor. Era un ser tan pequeño y perfecto, y en ese momento, todo lo demás desapareció. Sin embargo, un nudo se formó en su estómago al recordarle que llevaba en sus venas la sangre del dragón, el legado de su esposo ausente.
───── ¿No quería que fuera niña, mi lady? ───── preguntó la dama al notar cómo la sonrisa de Rhea se desvanecía de inmediato.
Rhea movió su cabeza de lado, como si intentara sacudir sus pensamientos oscuros. De repente, abrió grandes sus ojos llenos de determinación.
───── Me fascina que sea una niña ───── declaró con voz firme, aunque su rostro reflejaba una lucha interna ───── Lo que me decae es que sea una dragona; que tenga esa estúpida sangre mezclada con la mía.
Las palabras salieron con un tono cargado de amargura. Las mujeres agacharon sus cabezas; no eran quienes para opinar sobre los desavenencias entre su señora y el príncipe Daemon Targaryen. Sabían que ambos se desterraban en un matrimonio infeliz y que anhelaban la libertad, pero el rey Viserys había atado sus destinos con cadenas invisibles.
Una anciana de cabello canoso y manos arrugadas se atrevió a hablar suavemente.
───── Mi lady, el linaje no define a un ser. Lo que importa es el amor que le brindes a la pequeñas, los valores y las enseñanzas que les des.
Rhea miró a la anciana con un agradecimiento silencioso, pero la sombra del descontento seguía acechando en su mente.
───── Pero es mi niña ───── repitió Rhea, llevándose a la pequeña cerca de su pecho ───── Su sangre no importa...ella será mía, no de la estúpida casa del dragón... aquí estaré para cuidarte mi pequeña, Rhaella Royce... ───── los ojos de las damas presentes brillaron, era tierna aquella escena. Habían presenciado el parto de un ser importante para el futuro de la casa, la princesa Rhaella Royce un ser destructor.
Sonrió mientras observaba a su hija por primera vez con calma. La pequeña Rhaella Royce era un ángel caído del cielo: tan blanca como la nieve que caía en el norte, con cabellos castaños oscuros que parecían brillar bajo la luz tenue. Sus labios eran rosados intensos y sus mejillas estaban acaloradas, como si llevaran consigo el calor del hogar.
Con delicadeza, Rhea depositó un beso sobre la cabeza casi calva de su bebé, sintiendo una oleada de emoción recorrerla.
───── Eres tan perfecta... mi dulce ───── susurró con ternura. Un brillo de esperanza iluminó sus ojos mientras acariciaba suavemente la carita de su hija ───── Prometo protegerte y darte todo lo que necesites, mi vida será tuya.
Las damas sonrieron ante el gesto de lady Rhea; algo en ella había cambiado. Se veía distinta con la niña en sus brazos; había una nueva luz en su mirada, una nueva razón para luchar contra las sombras que amenazaban con consumirla.
───── Mi lady tú eres fuerte como las montañas del norte. La sangre puede ser un peso, pero también puede ser una bendición si tú decides hacerlo así.
Rhea asintió lentamente, sintiendo cómo esas palabras empezaban a calar en ella. La sonrisa regresó tímidamente a su rostro mientras contemplaba a Rhaella.
───── Tienes razón...───── dijo al fin ───── No dejaré que el legado de aquel príncipe canalla me defina ni te defina a ti.
Las mujeres compartieron miradas cómplices; sabían que habían sido testigos no solo del nacimiento de una niña hermosa, sino también del renacer de una madre decidida a desafiar las expectativas impuestas por otros y construir su propio destino junto a su hija.
Y así, rodeadas por el calor del amor materno y las esperanzas renovadas, Rhea y Rhaella se sumergieron en un mundo lleno de posibilidades donde el pasado ya no dictaría su futuro.
AL CAER LA NOCHE EN RUNESTONE,
el silencio envolvía la fortaleza como un manto de calma. Las estrellas titilaban en el cielo oscuro, y el viento susurraba entre los árboles, como si el mundo estuviera en paz. Lady Rhea, con su cabello castaño desparramado sobre la almohada, dormía plácidamente en su amplia cama matrimonial. La luz de la luna se filtraba suavemente a través de la ventana, iluminando su rostro sereno y los rasgos delicados de su pequeña hija, que dormía en la cuna al lado.
La cuna de madera clara estaba decorada con suaves mantas que Rhea había elegido con tanto esmero. Había mandado a moverla más cerca de su propio lecho para poder vigilar a la niña mientras dormía. La vida de Rhea había cambiado drásticamente; ahora, cada latido del pequeño corazón que dormía a su lado le recordaba que había un propósito más grande que ella misma. Su amor por esa pequeña criatura era tan profundo que sentía que su propia existencia cobraba sentido.
Sin embargo, esa paz se vio interrumpida por la figura oscura que entró silenciosamente en los aposentos. Era Daemon Targaryen, su esposo, un príncipe canalla cuya presencia siempre traía consigo una tormenta de emociones. Su mirada fría y despectiva se posó en Rhea antes de dirigirse lentamente hacia la cuna.
Daemon observó a su hija con una mezcla de curiosidad y desprecio. En un instante, sus ojos se encontraron con el pequeño bulto en la cuna; había algo en ese diminuto ser que provocó en él una chispa de sorpresa. Sin embargo, rápidamente reprimió cualquier emoción que pudiera asomarse a su rostro. La expresión habitual de desdén volvió a tomar posesión de él, mientras contemplaba lo que consideraba una carga más en su vida.
Rhea sintió un escalofrío recorrerle la espalda al ver a Daemon allí, en el mismo cuarto. Su corazón latía más rápido al saber que estaba presente. La tensión se palpaba en el aire; una mezcla de rabia y tristeza burbujeaba dentro de ella. Al ver a su esposo inclinado sobre la cuna, comprendió que no podía permitirle perturbar la paz que había encontrado con su hija.
Mientras Daemon se erguía lentamente, Rhea se sintió impulsada a proteger lo que más amaba. Su instinto maternal era más fuerte que cualquier temor o rencor hacia él. Sabía que no podía dejarlo influir en sus vidas ni permitirle llevar más oscuridad a sus corazones.
───── ¿Qué quieres aquí? En plena noche vienes a perturbar el sueño de mi hija ───── Rhea lo miró con una mezcla de frustración y desdén, armándose de valor ante la presencia de Daemon, quien entraba en su hogar como si no le importara nada más que su propia satisfacción.
Daemon, con una expresión cansada y desinteresada, se acercó más a la cuna. ───── La pesadilla despertó ───── murmuró, sus ojos fijos en la pequeña que reposaba allí. Su mirada se tornó fría y despectiva al observarla. ───── No tiene mis rasgos... ───── añadió, como si eso fuera un insulto. Rhea sintió cómo la indignación empezaba a hervir dentro de ella. ───── ¿Cuál es su nombre? ───── preguntó Daemon, alzando una ceja con un interés que parecía más un juego que una verdadera curiosidad.
───── Rhaella Royce ───── respondió Rhea, con la voz firme. ───── Tú mismo lo dijiste: no tiene tus rasgos. Entonces no tiene por qué llevar el odioso apellido Targaryen. Créeme, te hago un favor tanto a ti como a ella ───── dijo, mirando con ternura a su pequeña, ignorando deliberadamente el interés de su esposo.
Daemon soltó una risa amarga. ───── Por primera vez te puedo agradecer en algo; no quiero cargar con esta niña ───── dijo, esbozando una sonrisa que solo logró encender aún más la ira de Rhea. Sin embargo, decidió mantener la calma por su pequeña; hoy no gritaría como solía hacerlo.
───── Puedes dejar el huevo aquí ───── dijo Rhea, fijándose en las manos de Daemon, que sostenían uno de aquellos característicos huevos de dragón.
───── No tienes rasgos valyrios. No carga mis rasgos ni porta mi apellido... ¿por qué debería tener un dragón? ───── preguntó Daemon con incredulidad, su tono lleno de desprecio.
Rhea frunció el ceño y se acercó un poco más a la cuna, protegiendo instintivamente a su hija. ───── Para su protección. Deja el huevo y márchate como siempre de una vez por todas. Haznos el favor nuevamente; no necesito que te hagas cargo de ella. Yo puedo sola, pero deja ese huevo aquí.
Daemon sonrió de nuevo, pero era una sonrisa odiosa, casi burlona. Era evidente que disfrutaba del poder que tenía sobre ella en ese momento.
Lo pensó por un instante; era una buena oferta no tener que hacerse cargo de la "desastrosa" hija de Rhea. Finalmente dejó el huevo junto al fuego de la hoguera, sintiendo un alivio pasajero al deshacerse del peso que representaba para él.
Y sin mirar atrás ni ofrecer una palabra más, salió del cuarto con pasos firmes y despreocupados. A él le importaba poco el nacimiento de su pequeña niña; estaba demasiado absorto en sus propios pensamientos como para considerar lo que dejaba atrás. La puerta se cerró tras él con un suave golpe, dejando a Rhea sola nuevamente en la penumbra tranquila del cuarto, donde solo quedaban ella y la inocente Rhaella Royce durmiendo plácidamente en su cuna.
La noche continuó avanzando mientras ella se acercaba a la cuna y acariciaba suavemente el rostro de su pequeña, prometiendo en silencio protegerla siempre y nunca permitir que las sombras del pasado empañaran su futuro brillante.
AUTHORS NOTE
ES CORTO LO SE PERO CIERTAMENTE ME AGRADO. 😭
YA HAN VISTO LA BELLA PORTADA QUE ME HIZO mgpotter
Es hermosa!!! 🥹🥹
Espero contar con su voto esta vez, deseo poder leer algún comentario, me hace feliz leer sus comentarios.
❤️🙌
Digamos NO a los lectores fantasmas, por favor espero contar con su voto en este prólogo. ‼️
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