°.✩ ── ❛004. the voice of the consort ❜
004. ❛LA VOZ DEL CONSORTE❜
❛❛ 𝘌𝘯 𝘭𝘢𝘴 𝘴𝘰𝘮𝘣𝘳𝘢𝘴 𝘥𝘦 𝘭𝘢𝘴 𝘤𝘢𝘣𝘢𝘭𝘭𝘦𝘳𝘪𝘻𝘢𝘴, 𝘶𝘯 𝘦𝘯𝘤𝘶𝘦𝘯𝘵𝘳𝘰 𝘪𝘯𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘢𝘥𝘰 𝘴𝘦 𝘵𝘰𝘳𝘯ó 𝘤𝘢ó𝘵𝘪𝘤𝘰; 𝘶𝘯𝘢 𝘩𝘦𝘳𝘪𝘥𝘢 𝘤𝘰𝘮𝘱𝘢𝘳𝘵𝘪𝘥𝘢, 𝘭𝘢 𝘵𝘦𝘯𝘴𝘪ó𝘯 𝘱𝘢𝘭𝘱𝘢𝘣𝘭𝘦 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘢𝘪𝘳𝘦, 𝘺 𝘭𝘢 𝘧𝘶𝘳𝘪𝘢 𝘥𝘦 𝘶𝘯 𝘱𝘢𝘥𝘳𝘦, 𝘮𝘪𝘦𝘯𝘵𝘳𝘢𝘴 𝘭𝘢 𝘭𝘭𝘶𝘷𝘪𝘢 𝘺 𝘭𝘢 𝘯𝘰𝘤𝘩𝘦, 𝘭𝘢𝘴 𝘷𝘪𝘦𝘫𝘢𝘴 𝘳𝘦𝘯𝘤𝘪𝘭𝘭𝘢𝘴 𝘦𝘯𝘵𝘳𝘦 𝘦𝘭𝘭𝘰𝘴 𝘳𝘦𝘴𝘶𝘳𝘨í𝘢𝘯 𝘤𝘰𝘯 𝘮á𝘴 𝘧𝘶𝘦𝘳𝘻𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘶𝘯𝘤𝘢. ❜❜
LA TORMENTA AÚN SEGUÍA ACECHANDO HARRENHAL. Un fenómeno extraordinario, y para Rhaella, una fuente inagotable de inquietud. Desde su llegada a Harrenhal, hacía ya tres lunas casi, el cielo se había desatado en un torrente incesante, como si las nubes hubiesen decidido que ella quedarse varada allí. La joven no podía evitar sentir que el clima era un reflejo de su propio estado emocional: tenso, ansioso y atrapado.
Bajo el manto de la tormenta, Rhaella avanzaba con paso firme a pesar del frío que calaba hasta los huesos. La armadura que vestía, aunque imponente y digna de una guerrera, le pesaba más que nunca en ese momento.
La noche había caído profundamente, y la lluvia se había intensificado en su caída; cada gota parecía un recordatorio del peligro que acechaba más allá de las murallas de Harrenhal. Su mente divagaba mientras pensaba en Bloodfyre, su dragón, quien había ido a explorar los alrededores. La soledad no era algo que le agradara al dragón; él prefería la compañía y el calor, pero allí, en el corazón de Harrenhal, los Strong carecían de cualquier refugio adecuado para una criatura tan majestuosa.
Rhaella sentía una punzada de culpabilidad al dejarlo solo bajo la lluvia, sabiendo cuánto él la aborrecía. La imagen de Bloodfyre acurrucado bajo la tormenta era demasiado dolorosa para soportar. Sin embargo, sabía que era el único lugar donde él podría encontrar un poco de descanso en ese momento tormentoso.
Al amanecer, cuando los primeros rayos del sol comenzaran a filtrarse un poco entre las nubes pesadas del día siguiente, planeaba preguntar a Simon sobre la posibilidad de encontrar una cueva cercana; quizás allí podría ofrecerle a su dragón un refugio más seguro.
Con un movimiento cuidadoso para no ensuciarse aún más —aunque ya estaba empapada hasta los huesos— Rhaella dirigió su mirada hacia las caballerizas de Harrenhal. A pesar de lo sombrío del lugar y la falta de caballos, pensó que tal vez ese sería el mejor sitio para acomodar a Bloodfyre por esa noche y las que se quedarán si la lluvia no paraba.
Con determinación, tiró de la puerta con fuerza; el chirrido del viejo umbral resonó en medio del estruendo del trueno, como si incluso las paredes mismas se resistieran a permitirle entrar.
El interior era oscuro y húmedo, pero Rhaella se sintió reconfortada por la idea de que su dragón podría hallar un poco de alivio en aquel refugio improvisado. Mientras cruzaba el umbral con paso decidido, una sensación extraña la invadió; era como si Harrenhal estuviera vivo, observándola con ojos invisibles que juzgaban cada uno de sus movimientos.
En el silencio de la caballeriza, un lugar olvidado por los Strong. Rhaella avanzaba con pasos lentos y silenciosos, consu mirada fija en el techo desgastado y húmedo que se alzaba por encima de ella. Las vigas de madera, carcomidas por la humedad, caían hacia abajo en un estado de abandono que contrastaba dramáticamente con la grandiosidad del castillo que se mantenía a unos pocos metros.
¿Qué se podía esperar de una caballeriza desierta? Se regañó a sí misma por albergar tales ilusiones, pero no pudo evitar sentir una punzada de decepción. La lluvia comenzaba a caer con fuerza, sus gotas frías se deslizaban por su rostro y se mezclaban con los suspiros cansados que escapaban de sus labios.
Deteniéndose en seco, sus ojos se posaron en un gran agujero en el techo; un pequeño río de agua comenzaba a formarse en el suelo de tierra, como si la naturaleza reclamara lo que era suyo. Con un ligero movimiento, Rhaella se acercó aún más al centro de la caballeriza, sus pasos resonando sobre el suelo empapado mientras su mente divagaba entre recuerdos y pensamientos oscuros. Pero su reflexión fue interrumpida abruptamente cuando tropezó con algo imprevisto en el suelo.
El impacto fue inminente; su cuerpo cayó contra el suelo fangoso con un ruido sordo. La armadura metálica resonó como un eco en las paredes vacías, un recordatorio potente de su presencia en aquel lugar olvidado.
Un murmullo de maldiciones brotó de sus labios mientras intentaba recobrar la compostura, pero antes de poder levantarse del suelo, sintió algo extraño bajo sus manos. En un instante de confusión, creyó haber topado con un objeto inanimado, solo para descubrir que eran pies humanos que se movían inquietos.
Sobresaltada, Rhaella levantó la vista y encontró a una figura que había emergido de las sombras con una rapidez sorprendente. Su figura era difusa entre las penumbras del establo, pero había algo en su porte que le indicaba que no era una amenaza común. Sin perder tiempo, sacó su espada con destreza, apuntando hacia el desconocido con determinación.
───── ¿Quién eres? ───── exigió con voz firme y autoritaria ─────. ¿Y por qué resides en las caballerizas de este lugar?
La tensión en el aire era palpable; cada palabra cargada de desafío. Rhaella mantenía su postura defensiva, consciente del peligro que podía representar aquel encuentro inesperado. Su corazón latía con fuerza mientras evaluaba al extraño: no había miedo en su mirada, solo una firme resolución a protegerse ante cualquier eventualidad.
───── ¿Quién eres tú? ───── dijo una voz juvenil, un tanto sorprendido y adormecido. Refregando sus ojos, volvió a verla con una mezcla de confusión y curiosidad.
───── Yo he preguntado primero ───── declaró ella, con una voz desafinante que resonó en el aire nocturno, como una melodía distante que apenas lograba afinarse.
Rhaella oyó cómo la persona soltó una risa nasal, un sonido inesperado que le hizo fruncir el ceño. Con un gesto delicado, el intentó bajar la espada de Rhaella hacia abajo, pero el esfuerzo fue en vano; la alta presión que ella ejercía parecía desafiar cualquier intento de control. Un destello de acero cortante encontró su camino hacia la piel del extraño, dejando una línea roja que se convirtió en un eco de dolor.
Entrequejidos y con la mirada fija en su palma cortada, el joven decidió que presentarse podría ser su mejor salvaguarda contra un destino más sombrío.
───── Oscar Tully ───── dijo, aún absorto en la visión de su mano herida. En ese instante, al recordar el nombre Rhaella, lo miró angustiada y corrió hacia él.
───── Lo lamento, no quería hacerte daño ───── exclamó, llena de angustia, sus ojos fijos en la herida del joven. ───── Creí que se trataba de una persona de malos planes, lo lamento Oscar.
───── No es nada ───── intentó decir él, aunque su expresión traicionaba cada palabra.
───── Estás chorreando sangre, Oscar. Aparte, tu cara me demuestra que no estás muy complacido con el dolor causado ───── respondió Rhaella, levantando su mirada para encontrarse con los ojos del joven. La vergüenza se apoderó de él, tiñendo sus mejillas de un rojo intenso pero gracias a la oscuridad del lugar poco se notaban.
───── Estoy bien, en serio ───── trató de sonreír él, pero una horrorosa mueca salió en su lugar, como si su cuerpo se resistiera a aceptar el alivio.
Rhaella lo miró incrédula; él no podía estar hablando en serio. Giró la cabeza hacia atrás y luego volvió a mirar al chico junto a ella.
───── Acompáñame a mis aposentos, Oscar. Allí podré aliviar el dolor que sientes si me lo permites ───── decidió ella al observar la mano del joven. Oscar agradeció la oscuridad de la noche; sus mejillas ardían y no quería imaginarse cómo se verían bajo la tenue luz de algún lugar más iluminado.
───── No es cortés que un joven ingrese a los aposentos de una dama como usted ───── dijo Oscar con un tono cortés, aunque le costaba mantenerlo frente a tal situación.
Rhaella negó con la cabeza mientras mordía su labio; era gracioso cómo él intentaba sonar tan formal en medio del caos y el dolor que sentía.
───── No cuando la joven es quien lo invita. Además, ¿no que fuéramos a faltarnos el respeto? ───── lo último lo dijo con un tono más bajo que provocó una risilla nerviosa en Oscar Tully.
La tensión entre ellos se transformaba lentamente en algo más palpable y humano; incluso las heridas parecían menos dolorosas con cada palabra compartida.
Entre nervios caminaron a los aposentos en donde Rhaella se hospedaba desde su llegada a Harrenhal. Oscar iba lo suficientemente nervioso, jugando con sus manos mientras pensaba en cómo sería volver a ver a Rhaella. Se había prometido a sí mismo ser menos vergonzoso la próxima vez que la viera, pero ahora, ¿por qué actuaba así?
El joven levantó su vista de sus manos y observó la espalda de Rhaella. Caminaba con una elegancia que parecía desafiar el frío y la fuerte brisa de Harrenhal. Su cabello danzaba al ritmo del viento, pero esto no parecía incomodarla. De pronto, ella se dio vuelta, y Oscar, avergonzado, miró hacia atrás como si algo le interesara en el camino.
───── ¿Tú siempre eres así? ───── preguntó ella de golpe cuando él se incorporó a su lado.
───── ¿Perdona? ───── preguntó él, un tanto desentendido mientras rascaba su nuca nervioso.
Rhaella sonrió ante su gesto.
───── Tímido ───── soltó de repente, haciendo que él agachara la cabeza. ───── No has emitido una palabra desde que comenzamos a caminar.
Oscar tardó unos minutos en contestar, pero finalmente lo hizo.
───── Con algunas personas únicamente, con aquellas que me ponen nervioso ───── confesó de repente y se maldijo por dentro por haberlo dicho.
───── ¿Te pongo nervioso? ───── se acercó ella con una sonrisa traviesa.
───── ¡No!, me confundí de palabra ───── intentó excusarse, pero ya estaba dicho. ───── No es que me pongas nervioso ───── mintió ───── Simplemente es que no te conozco; esas son las personas que me ponen nervioso ───── habló con rapidez, lo que hizo que Rhaella asintiera con comprensión.
───── Entiendo.
Unos pasos más hicieron sin hablar, pero lanzándose miradas furtivas. Cuando uno notaba la mirada del otro, intentaban evitarse por unos largos minutos.
───── ¿Y tú siempre fuiste así? ───── preguntó él de repente sin mirarla. Rhaella lo observó con las cejas alzadas.
───── Perdona ───── lo imitó con un tono juguetón, que hizo que el riera.
───── Fuerte, astuta y valiente ───── dijo atreviéndose a mirarla. Una sonrisa se formó en su rostro y rápidamente logró contagiarla a ella.
Rhaella se sintió... ¿avergonzada? Nadie le había dicho eso antes; ella misma se proclamaba así, jamás otras personas lo habían hecho.
Con nerviosismo levantó su mirada y se encontró con Oscar observándola con una gran y hermosa sonrisa. Debía confesarlo.
───── Nadie me había dicho eso ───── afirmó ella sorprendiendo a Oscar. ───── Me proclamo yo misma con esas palabras; ¿de verdad crees que soy eso?
───── Bueno, apenas te conozco, pero me lo hiciste saber cuando enfrentaste al rey. Además esta noche cuando me apuntaste... me di cuenta de tu gran valentía ───── sonrió él, pintando las mejillas de Rhaella de un carmesí suave.
El aire se tornó denso en la noche, como si el mundo mismo contuviera la respiración ante la inminente tormenta. Rhaella, con sus mejillas aún adornadas por un carmesí que desmentía su aparente confianza, sonrió a Oscar.
───── Que lindas palabras, Oscar ───── sonrió ella, observándolo con un brillo en los ojos que desafiaba incluso a la oscuridad que se cernía sobre Harrenhal.
───── Solo digo la verdad ───── respondió él, su voz firme pero temblorosa. ───── Eres maravillosa y eso que recién te conozco, Rhaella. Me imagino que si te conozco aún más me sorprenderás por completo.
Un rayo de nerviosismo recorrió el cuerpo de Rhaella, su risa era un intento frustrado de ahogar esa sensación incómoda que tanto detestaba. Odiaba sentirse así; le hacía parecer vulnerable, casi tonta.
───── Pues conóceme ───── soltó ella, deteniéndose frente a él, su mirada fija en sus ojos como si buscara respuestas ocultas.
Oscar sintió cómo su corazón latía desbocado. Tenía que mantenerse firme; debía ser como una roca en medio de esa tempestad emocional. Y aunque la ansiedad burbujeaba dentro de él, logró sostener su mirada.
───── Si tú me lo permites, gustoso lo haré ───── dijo él con una convicción que apenas sentía, observándola a los ojos. Mil emociones luchaban dentro de su pecho, cada una queriendo salir a flote mientras él mantenía una fachada de serenidad.
La cercanía entre ellos se volvió casi palpable; podían sentir el calor de las respiraciones entrelazadas y los latidos acelerados que marcaban el compás de ese momento. Rhaella bajó la vista hacia los labios de Oscar. Eran suaves, pensó ella con un destello de audacia que le hizo olvidar sus inseguridades por un instante.
Oscar se sorprendió al notar cómo sus propios ojos se abrían ante esa posibilidad. ¿Acaso Rhaella lo besaría? La idea lo llenó de temor; jamás había besado a nadie y ese hecho lo apremiaba con una urgencia inquietante.
¿Y si fracasaba? El miedo a ser visto como un inexperto lo mantenía asustado. Aunque ardía por dentro al desear sentir aquellos labios sobre los suyos, también deseaba evitar cualquier humillación que pudiera empañar ese instante.
Pero entonces, como si el destino hubiera decidido interrumpir ese delicado momento con un estruendo ensordecedor, un rayo cayó sobre Harrenhal, trayendo con el la peor de las presencias.
Daemon Targaryen, había aparecido frente a ellos tan veloz como aquel rayo caído del cielo, había hecho su aparición en la penumbra de la noche, y en un abrir y cerrar de ojos, su espada afilada brillaba amenazadoramente contra la garganta de Oscar Tully.
La tensión en el aire era palpable, casi eléctrica, mientras el rey consorte consideraba con frialdad la posibilidad de acabar con la vida de aquel niño que, en su audaz imprudencia, se había atrevido a ofender a su hija.
Rhaella observaba a su padre con una mezcla de furia y frustración. Siempre tenía que estar allí, interrumpiendo su vida con su presencia dominante. ¿Acaso no podía dejarla en paz por una noche?
Oscar, temeroso y paralizado por el terror, dirigía furtivas miradas hacia Daemon, cuya espada parecía estar lista para caer en cualquier momento.
───── ¿Por qué siempre que apareces traes maldad? ───── cuestionó Rhaella, sus ojos fijos en su progenitor con una inquietud creciente.
───── Niño pez, ¿no deberías estar durmiendo?───── ignoró por completo a su hija, centrándose únicamente en el joven Tully. Su voz era un susurro helado ───── Volverás a tu hogar cuando amanezca, deberías dejar de molestar a mi hija y volver a la caballeriza ───── sentenció con desdén, Oscar abrió los ojos como platos ante la confesión de Daemon.
¿Entonces Rhaella era hija del rey consorte? Su mirada buscó la de Rhaella pero ella se veía entretenida discutiendo con Daemon, su padre.
───── Tu no eres mi padre ───── sentenció ella con desde y de brazos cruzados, mirando al príncipe canalla un tanto asqueada.
Daemon simplemente rodó los ojos, esa niña le sacaría cañas verdes. Por el lado de Oscar, el no podía emitir sonido alguno; estaba completamente nervioso, moviendo sus ojos de lado a lado como un pájaro atrapado en una jaula.
───── Te he hablado, niño pez ───── insistió Daemon, dejando que sus palabras cayeran como piedras pesadas.
───── Ya deja de llamarlo así ───── protestó Rhaella con creciente molestia ───── ¡Baja la espada! ───── ordenó cuando sintió que su padre apretaba aún más el acero contra la piel del niño.
───── Este niño quería faltarte al respeto, ¿cómo quieres que reaccione? Es un maleducado y deshonrado ───── escupió Daemon con furia y enojo hacia Oscar, quien se encogía más ante cada palabra.
───── Yo-yo no- no hice eso su majestad, ni estaba en mis planes, ni-ni lo estaría nunca ───── tartamudeó Oscar al dirigirse al rey consorte, su voz temblorosa apenas saliendo de sus labios.
───── No te creo ───── replicó Daemon, aumentando la presión de su espada contra el cuello del niño mientras la ira ardía en sus ojos. La atmósfera se tornaba cada vez más tensa.
Rhaella, sintiendo el sudor frío que recorría su frente, dio un paso adelante, decidida a interceder al ver que su padre no tenía los planes de sacar la espada del cuello de Oscar. La desesperación se reflejaba en su mirada, una mezcla de furia por su padre y protección hacia Oscar.
───── ¡Daemon! ───── exclamó, su voz resonando con una firmeza que sorprendió incluso a ella misma ───── No puedes hacer esto. No es un criminal, es solo un joven inocente, él no quería faltarme el respeto. ¿Cómo lo crees capaz de hacer eso? Es un buen chico ───── le sonrió a Oscar con ternura, pero este simplemente imitó su gesto y pintó sus mejillas de carmesí.
Daemon la miró con una mezcla de sorpresa y desdén.
───── ¿Y qué crees que debería hacer? ───── replicó, su voz cortante como el acero ───── ¿Dejar que este niño se salga con la suya? ───── observó con enojo a Oscar y pasó su mirada a Rhaella, quien lo miraba aún más enojada ───── Debería acabar con él ahora mismo, cortar su cabeza sería una buena opción. Luego sus genitales, así aprende que no debe faltarle el respeto a una joven ───── Oscar miró paniqueado al rey, igual que a Rhaella. ¿No hablaba enserio o si?
Oscar, sintiendo el peso del mundo sobre sus hombros, se atrevió a alzar la vista hacia Rhaella. Sus ojos suplicantes buscaban ayuda en ella.
───── No quise ofenderla, su majestad ───── murmuró, cada palabra le costaba más que la anterior ───── Solo... solo estaba hablando... con ella.
───── ¡Silencio! ───── rugió Daemon, apretando aún más la empuñadura de su espada, como si pudiera extraer la verdad del niño a través del miedo.
Rhaella sintió que la rabia brotaba en su interior, una llama intensa que amenazaba con consumirla. No podía permitir que su padre destruyera lo poco que quedaba de la inocencia en el mundo.
───── ¡Baja tu espada, Daemon! ───── gritó por segunda vez, sus palabras resonando en las paredes del oscuro salón. La autoridad en su voz hacía eco de un poder oculto que ni ella misma había reconocido hasta ese momento.
Daemon vaciló por un instante, sorprendido por la fuerza de su hija.
───── ¿Qué has dicho? ───── preguntó, su tono ahora más inquisitivo que amenazante.
───── Has cruzado una línea ─────continuó Rhaella, sin apartar la mirada de él ───── Esto no es justicia; es venganza. Oscar no merece tu furia.
Finalmente, el rey consorte soltó un suspiro profundo y pesadamente resignado.
───── Quizás tienes razón... ───── dijo lentamente mientras bajaba la espada, aunque su mirada seguía implacable hacia Oscar.
El alivio inundó a Rhaella cuando vio cómo el acero se alejaba del cuello del joven. Sin embargo, aún había incertidumbre en el aire; Daemon no había olvidado la ofensa.
───── Pero recuerda esto, niño pez ───── advirtió Daemon a Oscar con voz grave y amenazante ───── la deshonra tiene consecuencias... y yo no soy un hombre que olvide fácilmente. Ahora vuelve a las caballerizas, espero no tener que verte mañana...
Con esas palabras resonando en sus oídos como un eco ominoso, Oscar asintió rápidamente, el miedo aún presente en sus ojos.
Rhaella se acercó a Oscar y le puso una mano reconfortante sobre el hombro.
───── ¿Por qué Oscar debe dormir en las caballerizas? El merece un lugar acogedor ───── miró a su padre ───── El dormirá en mis aposentos esta noche, hasta que parta rumbo aguasdulces ───── Daemon se giró con brusquedad y miró a su hija enojado. ¿Hablaba enserio? Oscar ante la mención de dormir en los aposentos de Rhaella se sonrojó bastante, gesto que no pasó desapercibido para Daemon.
───── Oscar no dormirá en tus aposentos, no ahora que lo tengo en la mira ───── Oscar mordió su labio nervioso, mientras observaba la escena con sus manos entrelazadas tras su espalda.
───── ¡El no puede dormir bajo la lluvia y las goteras de la caballeriza! Es un lugar oscuro y frío, ¿quieres que muera congelado? ───── defendió Rhaella.
Daemon se posó con ambas manos en su espalda y observando a los jóvenes con serenidad, una sonrisa se dibujó en su rostro cuando su hija mencionó al muerte del pez.
───── Es una excelente idea, su muerte bajo la lluvia y más un congelado, me agradas hija. ───── asentía entusiasmado.
───── ¡Que no soy tu hija! ───── Daemon ignoro a la castaña y se acercó a Oscar tomándolo fuertemente de su hombro.
Oscar asustado no emitió ni un solo sonido, y con la fuerza brusca de Daemon terminó de pie a su lado aún con la fuerte mano del rey sobre el.
───── Dejaré a este niño insolente en algún aposento desoldado de este lugar ───── miró a su hija ───── ¿Feliz ahora? ───── se inclinó hacia ella con su cara sin emoción alguna.
───── Si ───── respondió irritada y de brazos cruzados, para luego acercarse a Oscar ───── Procura que la hoguera este encendida ───── ordenó a su padre quien la miró incrédulo. ¿Ahora la niña le daba órdenes? Por favor.
Dejaría a Oscar en la habitación más fría de todo el castillo, sin hoguera y sin sábanas. Así aprendía el castigo. El rey ante que su hija no emitiera ni una palabra camino hacia donde había salido, tras él caminaba Oscar pero fue interrumpido por la mano de Rhaella.
───── Está bien ahora ───── le susurró con calidez, intentando darle algo de valor. ───── Descansa Oscar, no creo verte mañana pero haré lo posible para despedirme de ti cuando el amanecer llegue... ───── le sonrió cálidamente tomando de las manos del joven.
───── Eres una gran compañía Rhaella ───── sonrió el ───── La mejor que he conocido sin dudas, me encantaría conocerte mejor pero, debo regresar a aguasdulces. ───── dijo un tanto desilusionado y atrayendo sus ojos nuevamente hacia ella ───── Fue un placer conocerte ───── finalmente se inclinó y depositó un beso en su mano delicadamente con una sonrisa la miró.
Iba a volver hablar pero Daemon apareció bruscamente tirando de él del hombro, arrastrándolo por todo el castillo. Rhaella miraba furiosa la escena pero se despedía con su mano de Oscar. Esa tal vez sea la última vez que lo vería.
UN NUEVO DÍA HABÍA LLEGADO, Y LA tormenta aún de pie se mantenía. Rhaella estaba lo suficientemente frustrada por ello, ¿jamás regresaría acaso a su hogar?. Estaba exhausta de compartir techo con Daemon Targaryen; era un pesado y de solo verlo le daba dolor de cabeza.
Con varias cartas escritas, colgó dos y una a cada lado de las patas del cuervo. Sabía que lo estaba sobrecargando, pero quería enviarle noticias a su familia. Sin embargo, sabía que nunca contestaban; no recibía respuesta alguna. Eso la hacía sentir mal, pero trataba de ocultar aquellos sentimientos, ella era fuerte... muy fuerte ni podía permitirse estar triste. Era su lema desde que su madre había fallecido y aún lo mantenía.
Rhaella salió de sus aposentos cubriéndose un poco con los brazos, pues el clima estaba lo suficientemente frío y no tenía nada para protegerse de aquella brisa helada. Jamás se imaginó que se alojaría en Harrenhal; nunca lo pudo imaginar. Su viaje era de ida y vuelta, pero la tempestad se lo impidió por completo.
Caminando con elegancia, se dirigió rumbo al comedor, pero su paso cesó al recordar a Oscar. Una sonrisa se dibujó en sus labios, una sonrisa genuina.
—Seguramente ya ha partido rumbo a sus tierras — pensó, esperaba tener prontas noticias de aquel chico; ciertamente había logrado llenarla de interés.
Oscar era un buen chico, incapaz de hacer daño alguno. Podría parecer un niño tímido, pero ella sabía que no era así; los tímidos siempre eran los peores y lo mantenía en mente. Estaba segura de que Oscar debía ser tan valiente, un gran guerrero capaz de cerrar bocas. Le encantaría conocer esa faceta suya.
—¿Por qué aquel chico había despertado completamente mis intereses? —se preguntó en sus adentros mientras continuaba su camino. Sería un gran sueño volver a encontrarse con él.
La imagen del joven surgiendo entre las sombras del castillo le trajo una chispa de alegría en medio del gris tormentoso que la rodeaba. Con cada paso hacia el comedor, el eco de su risa resonaba en su mente como una melodía olvidada que finalmente encontraba su lugar en el presente.
Simón Strong estaba presente en la mesa, sus hijos igual y él, Daemon Targaryen, el ser más insoportable del planeta.
Rhaella rodó los ojos, resignada, antes de saludar cordialmente al que el techo de su hogar le estaba permitiendo, aunque este estuviera deteriorado. A los hijos de aquel hombre no solía saludarlos; eran invisibles para ella, lo mismo que su padre, Daemon.
───── ¡Qué gusto verte, Rhaella! Siempre es bueno tenerte en la mesa con nosotros ───── dijo lleno de felicidad el viejo Simón Strong en su lugar.
───── Agradezco que me hospede bajo su techo, mi lord. Aunque esté en las últimas, se lo agradezco ───── replicó, Daemon con una sonrisa divertida en sus labios; aquel comentario de su hija le había causado gracia, era divertida ella.
───── Agradezco sus palabras ───── tocó su pecho agradecido Simón para luego beber de su sopa.
Rhaella imitó su acción y, tras sacar la cuchara de su boca y beber de su copa, conectó su mirada con la de Daemon. ¿Por qué la miraba tanto aquel hombre?
Frunció el ceño confundida y con cierto desdén, lo mismo hizo con sus labios como si la propia presencia del rey le pareciera repugnante; lo hacía en verdad.
───── Fue una lástima que el joven Oscar Tully se haya marchado... mencionó lo complacido que estuvo con hospedarse aquí ───── dijo Simón atrayendo con ello la mirada curiosa de Rhaella y la odiosa de Daemon también.
───── Es un buen chico... ───── sonrió cálidamente la castaña, haciendo que su padre levantara las cejas. ¿No hablaba en serio o sí? Ese niño pez era un completo idiota.
───── A ese niño aún le guardo rencor. ───── soltó el rey consorte desde su lugar, mostrando el desdén que cargaba en contra de Oscar Tully ───── Luego de que acabe con Aegon, y todos los putos verdes juntos, iré por él. Si me llega a molestar una vez más, el primero será el
───── mencionó Daemon molesto desde su lado de la mesa, mirando su espada con el deseo de usarla.
Rhaella rodó los ojos con pesadez; detestaba a Daemon. Simón Strong miró con cierto interés al hombre de cabello blanco. ¿Por qué le haría eso al heredero de Aguasdulces? Se preguntaba si había ocurrido algo de lo que no estaba enterado.
───── ¿Por qué haría eso, mi príncipe? El joven Oscar es un joven lo suficientemente dulce que puede llegar a empalagar, él no es capaz de traer crueldad. ───── preguntó Simón con curiosidad genuina.
La atmósfera se tornó tensa mientras las miradas se cruzaban en un silencioso incómodo y lleno de emociones contenidas.
───── Rey ───── corrigió Daemon, mirando con pesadez a Simón Strong, como si el peso de su título lo ahogara.
───── Consorte ───── respondió, en lugar del hombre, su hija, con una firmeza que dejaba claro a Daemon cuál era su lugar en el reino, el accesorio del la reina. ───── Que nunca se te olvide eso ───── sonrió, aunque la molestia se asomaba tras su dulzura.
Simón Strong observan fascinado a la joven, ¿como era capaz de enfrentar al rey? Le aprecia maravillosa.
───── Respecto a su pregunta, mi lord ───── dirigió su mirada serena hacia Simón Strong, quien asintió con interés ───── Daemon planea maldad hacia Oscar, porque él está lleno de ella... es inevitable, su corazón es tan negro, bueno, si es que tiene uno. Parece no tenerlo. ───── Miró de reojo a su padre, quien apretaba la empuñadura de su espada con creciente furia. ───── ¿Matar a un niño inocente? Y luego planificar la muerte de otro... Más aún, lo dice como si no supiera que tiene dos hijos pequeños, como el príncipe Aegon.
La seriedad en su voz era inquebrantable, una madurez extraña para alguien de su edad; sus palabras resonaban con la sabiduría de quien ha visto más de lo que debería.
───── Pero al consorte siempre se le olvidan sus hijos, es normal para él ───── lo miro desafiante, observó también como se tensaba ante sus palabras ───── Maldad, maldad y más maldad es lo que él trae con su paso; por eso es repugnante para todo Westeros. Todos lo odian por ello... ───── Se alzó con una dignidad impresionante, mirando a Daemon con una sonrisa en los labios que contrastaba con la gravedad de sus palabras, mientras aún degustaba el contenido de su copa.
La atmósfera se tornó densa; cada palabra de Rhaella era un espejo que reflejaba la oscuridad del mundo que la rodeaba. Su madurez iluminaba la sala como un faro en la tormenta, desnudando las intenciones ocultas y revelando las verdades incómodas que muchos preferían ignorar.
───── ¿Y qué sabes tú de la maldad, niña? ───── replicó Daemon, su voz resonando en el salón como un trueno distante. Su mirada, imbuida de desdén, buscaba desestabilizarla. ───── La juventud a menudo se embriaga de ilusiones, y tú pareces ser víctima de ellas.
Rhaella mantuvo su porte erguido, sin dejar que la provocación lo desestabilizara. Con una calma digna de la realeza, respondió.
───── ¿Ilusiones? ───── cuestionó con un tono que desbordaba confianza. ───── La única ilusión aquí es la tuya, consorte. Crees que tus artimañas pueden ocultar la verdad que emana de tu ser. Tu ambición es un veneno que corrompe todo lo que toca, y tus palabras son un eco vacío en los pasillos de este reino.
Daemon frunció el ceño, sintiendo cómo la presión aumentaba a su alrededor. ───── Tu no sabes nada, eres una niña imprudente, Rhaella. Te falta la comprensión del sacrificio que conlleva la verdadera nobleza. ¿Acaso crees que tu juicio puede igualarse al mío?
───── Nobleza ───── repitió ella, su voz resonando con un tono casi burlón. ───── La nobleza no se mide por títulos ni por el poder que uno ostenta, sino por la integridad que uno demuestra. Y tú has demostrado ser un maestro en el arte del engaño y la manipulación. ¿Qué nobleza hay en planear el sufrimiento de inocentes? Tu corazón está tan marchito como las hojas en otoño.
Daemon se acercó un paso, intentando intimidarla con su presencia imponente. Simón Strong se paniqueo por ello, ¿que le haría el rey a Rhaella?
───── Te crees sabia al hablar así, pero eres solo una niña jugando a ser adulta. El mundo es cruel y necesita líderes fuertes; líderes dispuestos a ensuciarse las manos si es necesario. ¿Acaso no entiendes que en este juego hay sacrificios inevitables?
Rhaella respiró hondo, dejando que sus palabras fluyeran como un río caudaloso. ───── Sacrificios inevitables... ¡Qué falacia! Hablas como si tus decisiones fueran un destino inexorable, como si tus actos no pudieran ser cuestionados. Pero yo te digo: el verdadero liderazgo reside en proteger a los débiles, no en explotarlos para satisfacer tu ego desmedido.
La atmósfera se tornó tensa; los murmullos de los presentes se apagaron ante la confrontación directa entre ambos. Daemon se sintió acorralado por el filo cortante de sus palabras, pero no estaba dispuesto a ceder fácilmente.
───── No me subestimes por mi edad ───── continuó ella con una serenidad imponente ───── La sabiduría no siempre viene acompañada del tiempo; a veces se encuentra en aquellos que tienen el valor de enfrentarse a las sombras con verdad y valentía. Tú eres una sombra temerosa de tu propia oscuridad.
Daemon soltó una risa sardónica, intentando recuperar su compostura. ───── ¿Y qué sabes tú de sombras? Has vivido bajo el ala protectora de otros; jamás has tenido que tomar decisiones difíciles o enfrentar las consecuencias de tus actos.
───── Si protegerme significa cerrar los ojos ante tus fechorías, entonces prefiero enfrentar mis propios demonios ───── respondió Rhaella con firmeza ───── He visto lo suficiente para comprender que el poder sin ética es solo tiranía disfrazada. Tú mismo lo demuestras cada día al dejarte llevar por tu ambición desmedida.
Su voz resonaba con tal claridad y convicción que incluso algunos nobles presentes comenzaron a murmurar entre ellos, asombrados por la audacia de la joven frente a uno de los hombres más temidos del reino.
Daemon intentó desviar la conversación hacia otro rumbo ───── Hablas con tanta autoridad... Pero dime, ¿qué harías tú si estuvieras en mi lugar? ¿Permitirías que aquellos a quienes consideras inferiores te pisoteen?
Rhaella sonrió sutilmente, dejando entrever una chispa de desafío en sus ojos. ───── No se trata de permitir o no permitir; se trata de elevar a aquellos que son pisoteados para formar un reino más justo y equitativo. Tú eliges hundirte en las sombras mientras otros luchan por ver la luz.
El consorte sintió cómo sus defensas comenzaban a desmoronarse ante la fuerza inquebrantable de su adversaria. En aquel instante comprendió que había sido derrotado no solo en el intercambio verbal sino también en su propia concepción del poder y la nobleza.
Rhaella siguió adelante. ───── Tus maniobras han creado enemigos donde debiste generar aliados; tu egoísmo ha fracturado relaciones que podrían haber fortalecido nuestro hogar. Y cuando te miren desde el trono vacío que sueñas conquistar, solo verán al hombre incapaz de construir puentes entre corazones.
La joven continuó sin titubear. ───── Si algún día logras alcanzar ese trono, recuerda esta conversación; recuerda cómo te enfrentaste a mí hoy y cómo elegiste ignorar las verdades evidentes sobre ti mismo y sobre lo que realmente significa ser un líder.
Con cada palabra suya, Daemon sintió cómo su orgullo se evaporaba lentamente; Rhaella había emergido victoriosa en aquella batalla verbal dejando tras de sí una estela de verdades ineludibles que resonarían en los rincones más oscuros de su alma. Al final del intercambio, ella sonrió con una mezcla de satisfacción y desafío mientras él retrocedía un paso más hacia las sombras que tanto había cultivado.
La sala quedó sumida en un silencio reverente; todos habían sido testigos del duelo verbal donde Rhaella había expuesto las verdades ocultas tras las mentiras construidas por Daemon durante años. Él sabía ahora que aquella joven poseía algo más poderoso que cualquier título: poseía verdad y valor inquebrantable para desafiar incluso al hombre más temido del reino. Ella era difícil y dura, la quería de su lado la anhelaba. Era un se fuerte capaz de dar guerra, la necesitaba con los negros lo más pronto posible.
¿Pero que tan difícil sería tener su confianza? En verdad no lo sabía...
AUTHORS NOTE
NEW CAP!!!! 🥳
¿OPINIONES?
Extraño demasiado ver HOTD los domingos 😭
Quiero ya la tercera temporada, la necesito demasiado. Quiero conocer nuevos personajes y seguir con los mismos. EXTRAÑOOO A TOMMM 😭😭😭😭
¡SIN MÁS!
¡LEO SUS COMENTARIOS, Y ESPERO SUS VOTOS! 💘
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