°.✩ ── ❛003. nightmares and hopes ❜

003. PESADILLAS Y ESPERANZAS


❛ ❛ 𝘌𝘯 𝘦𝘭 𝘰𝘴𝘤𝘶𝘳𝘰 𝘭𝘢𝘣𝘦𝘳𝘪𝘯𝘵𝘰 𝘥𝘦 𝘴𝘶 𝘱𝘦𝘴𝘢𝘥𝘪𝘭𝘭𝘢, 𝘴𝘶 𝘩𝘪𝘫𝘢 𝘦𝘮𝘦𝘳𝘨í𝘢 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘶𝘯 𝘦𝘤𝘰 𝘥𝘦𝘴𝘨𝘢𝘳𝘳𝘢𝘥𝘰𝘳 𝘥𝘦 𝘴𝘶 𝘢𝘶𝘴𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢, 𝘴𝘶𝘴 𝘰𝘫𝘰𝘴 𝘭𝘭𝘦𝘯𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘴𝘶𝘧𝘳𝘪𝘮𝘪𝘦𝘯𝘵𝘰 𝘺 𝘳𝘦𝘱𝘳𝘰𝘤𝘩𝘦, 𝘮𝘪𝘦𝘯𝘵𝘳𝘢𝘴 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘳𝘦𝘢𝘭, 𝘶𝘯 𝘯𝘶𝘦𝘷𝘰 𝘺 𝘱𝘳𝘰𝘮𝘦𝘵𝘦𝘥𝘰𝘳 𝘭𝘢𝘵𝘪𝘥𝘰 𝘤𝘰𝘮𝘦𝘯𝘻𝘢𝘣𝘢 𝘢 𝘥𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘵𝘢𝘳 𝘦𝘯 𝘴𝘶 𝘤𝘰𝘳𝘢𝘻ó𝘯, 𝘮𝘢𝘳𝘤𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘦𝘭 𝘪𝘯𝘪𝘤𝘪𝘰 𝘥𝘦 𝘶𝘯 𝘤𝘢𝘮𝘪𝘯𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘱𝘰𝘥𝘳í𝘢 𝘤𝘢𝘮𝘣𝘪𝘢𝘳𝘭𝘰 𝘵𝘰𝘥𝘰.  ❜ ❜

DAEMON SE REMOVIÓ INQUIETO EN SU CAMA, una sensación de desasosiego lo invadía. Abrió los ojos de repente, encontrándose en un abismo de oscuridad, como si el mismo vacío lo abrazara. No era un hombre que temiera a la penumbra; era fuerte y valiente, un guerrero forjado en las llamas del conflicto. Sin embargo, una inquietud latente comenzó a crecer en su pecho.

Se giró, buscando respuestas entre las sombras, y allí la vio: Rhaella, su hija, en una versión infantil que parecía brillar con la luz de los recuerdos perdidos. La niña danzaba a su alrededor, riendo con una alegría que contrastaba con la oscuridad que los envolvía. Pero Daemon no podía evitar sentirse extraño; ¿qué hacía ella allí?

───── ¡Detente, te lastimarás! ───── su voz resonó en la nada, cargada de una mezcla de preocupación y temor.

La velocidad de Rhaella aumentaba, como si estuviera atrapada en un torbellino de felicidad que él no podía seguir. Tropezó al intentar alcanzarla, cada giro la alejaba más.

───── ¡Niña, detente! ───── exclamó con fuerza, pero el eco de sus palabras se perdió en el abismo. Cuando buscó a la infante nuevamente, ya no estaba; se había desvanecido como un susurro en el viento.

La soledad lo envolvió y Daemon se sintió perdido en un mar de sombras. Fue entonces cuando escuchó su voz: una melodía cargada de veneno y reproche.

───── Ahora te preocupas por mí, ¿eh? ───── la arrogancia destilaba cada palabra mientras la figura de Rhaella emergía lentamente desde las profundidades. Brillaba como una estrella distante, pero su luz era fría y cortante.

Se acercaba con pasos firmes, cada uno resonando como un tambor de guerra en el corazón de Daemon. Sus ojos ardían con una furia contenida que parecía capaz de consumirlo todo.

───── He luchado toda mi vida ───── declaró con vehemencia ───── te he escrito cartas y nada... ni una puta respuesta tuya. ¡Me sentí tan tonta! ───── sus palabras eran dagas lanzadas al aire oscuro entre ellos ───── Era solo una estúpida niña ilusa con el deseo de tener un padre... ¡una figura que me proteja!, mientras mi tan amado padre andaba de puta en puta sin preocuparse si seguía con vida o si me había quemado por culpa de mi dragón...

El silencio que siguió fue ensordecedor. Daemon sintió cómo el peso del reproche se asentaba sobre sus hombros como una roca inmensa. Se giró nuevamente, palpitando entre la confusión y el remordimiento. Ella estaba ahí otra vez, a centímetros de él; sus respiraciones se entrelazaban en una danza cargada de emociones reprimidas.

La furia ardía en los ojos de Rhaella como un fuego inextinguible; él podía sentirlo todo: su dolor, su rabia, su decepción. Era como estar atrapado en una pesadilla donde los fantasmas del pasado cobraban vida para enfrentarlo con toda su crudeza. Y mientras ella lo miraba con ese fuego implacable, Daemon supo que no había lugar donde esconderse; estaba atrapado entre las sombras y las verdades que no podía ignorar.

La escena se desarrollaba en un ambiente denso y opresivo, donde la bruma del odio y la traición envolvía a Daemon Targaryen como un sudario. Cada palabra de Rhaella resonaba en su mente como ecos de una tormenta inminente, una tempestad que había estado gestándose en el corazón de su hija durante años. El aire estaba cargado de electricidad, y la oscuridad parecía cobrar vida a su alrededor, danzando con cada movimiento de ella.

Rhaella, con su espada desenvainada, se erguía ante él como una figura espectral, su mirada ardiente cargada de desprecio. Cada palabra que pronunciaba era un puñal que atravesaba el pecho de Daemon, una declaración de guerra que no podía ignorar.

───── Te quiero muerto, Daemon Targaryen...───── decía con una voz que vibraba con la furia contenida del océano agitado, y él sentía cómo el frío sudor comenzaba a recorrer su espalda.

La imagen de su Rhea Royce, la mujer que había sido una sombra en su vida, ahora se erguía entre ellos como un fantasma vengador. Rhaella empujaba su dedo contra el pecho del príncipe, cada toque era un recordatorio punzante de las heridas abiertas que nunca habían sanado.

───── Tu ausencia fue el fuego que avivó mi determinación, padre. Ahora no solo regreso como tu hija, si no como una tormenta que no se detendrá hasta matarte y hacer justicia por mi madre ───── proclamó con una serenidad escalofriante que contrastaba con la rabia en sus ojos. Era como si el tiempo se hubiera detenido; Daemon podía sentir cómo el mundo giraba a su alrededor mientras ella lo desnudaba emocionalmente.

A medida que las palabras salían de sus labios con fluidez mortal, él comprendió que estaba atrapado en una pesadilla de la que no podía despertar. La imagen de su hija desangrándose lentamente le perforaba el alma; era un espectáculo grotesco y hermoso a la vez. La sonrisa arrogante en el rostro de Rhaella era un reflejo del odio profundo y cultivado en la oscuridad de sus corazones.

Cuando la espada del príncipe encontró su objetivo primero en el abdomen de Rhaella, el tiempo pareció ralentizarse aún más. La avalancha de sangre brotó como un río rojo, pero ella permanecía inmóvil, como si estuviera por encima del dolor físico.

───── Tu también morirás Daemon ───── susurró con esa calma inquietante que solo los seres perdidos pueden exhibir. Era una sentencia, un pronóstico inevitable.

Daemon sostuvo a su hija en sus brazos por primera vez, sintiendo el peso del mundo caer sobre él mientras su realidad se desmoronaba. La pesadilla alcanzó su clímax; el odio y el desdén llenaban la atmósfera entre ellos y cada latido del corazón de Rhaella sonaba como un tambor fúnebre en sus oídos. Él estaba atrapado en ese instante eterno, un prisionero del destino que había forjado con sus propias manos.

Así fue como esa tormenta finalizó; no con un grito desgarrador ni con lágrimas de arrepentimiento, sino con un silencio sepulcral que envolvía todo a su alrededor. La pesadilla se desvanecía lentamente, pero las cicatrices dejadas por esa noche permanecían grabadas en lo más profundo de su ser, recordándole siempre el precio del odio y la traición.

Daemon se levantó de un salto en su cama, el sudor perlándole la frente. Solo había sido un sueño, se repitió como un mantra para calmar su agitación interna. Sin embargo, al caminar por sus aposentos, una inquietud le oprimía el pecho, como si algo invisible lo acechara. Se detuvo frente a la hoguera, observando las llamas danzarinas que parecían reflejar sus propios tumultos emocionales.

Rhaella había sentido todo eso, se dijo, y la idea le resultaba casi absurda. ¿Cómo podría ella, tan distante y fría, preocuparse por él? Era como una sombra de su madre: fuerte y astuta, pero carente de la calidez que uno esperaría de una progenitora. No obstante, había algo en ella que lo diferenciaba del resto de sus hijos. Ella era única.

Única en el sentido de guerrera; en sus venas fluía la sangre del dragón. En su pesadilla, esa verdad había emergido con claridad: Rhaella no era simplemente su hija; era una dragona que podía convertirse en su más formidable adversaria. Esa revelación lo asustaba y fascinaba a partes iguales. No sería fácil tenerla como enemiga; poseía una ferocidad que podía desatar cualquier tormenta.

La frustración lo consumía mientras golpeaba la pared con los puños cerrados, dejando escapar un grito mudo de furia y arrepentimiento. Había sido un necio al dejarla sola tras la muerte de su madre; se había dejado llevar por los sentimientos del momento, creyendo erróneamente que era astuto por optar por el abandono.

Era un idiota, y no podía escapar de esa verdad ineludible. Sin embargo, el orgullo y el ego se alzaban como muros a su alrededor, impidiéndole reconocer lo que realmente sentía. La extrañeza de su situación lo envolvía; cada emoción parecía un laberinto en el que se perdía sin rumbo.

En esa penumbra de confusión y deseo de redención, se dio cuenta de que debía hacer todo lo posible para traerla de vuelta a su lado. Pero sabía que no sería una tarea sencilla. La batalla entre su orgullo y su amor paternal por Rhaella apenas comenzaba y no sabía si sería capaz de lograrlo.


EN LA MESA REDONDA DEL SALÓN donde las comidas del día eran servidas, Rhaella Royce se hallaba rodeada por una imponente montaña de libros de diversos tamaños. Había recibido esos volúmenes antiguos como un obsequio casi desmedido de Sir Simon, y aunque no sabía cómo los llevaría a sus aposentos, la emoción de sumergirse en sus páginas la impulsaba a encontrar la manera.

En ese instante, se encontraba absorta en un libro de poesía romántica. Las palabras danzaban ante sus ojos, cada verso evocando una sensación profunda de anhelo. Deseaba fervientemente experimentar aquel tipo de amor que los poetas describían con tanta intensidad, un amor que parecía estar destinado a otros, lejos de su propia realidad. Su única experiencia romántica había sido forzada y dolorosa; recordaba vívidamente el intento de compromiso con Lord Baratheon, aquel hombre anciano y repulsivo que había pretendido tomarla como esposa cuando apenas contaba con trece años. La indignación aún ardía en su pecho al recordar cómo se había burlado de ella, comparándola con un hombre y haciendo que su vida se tornara en una pesadilla.

El estruendo del libro al cerrarse resonó en el aire como un golpe seco, y al levantar la vista, se encontró con unos ojos azules que la observaban con inquietud. Un joven de cabello ondulado y pelirrojo permanecía frente a ella, temblando ligeramente mientras aferraba su espada con nerviosismo.

───── ¿Hola? ───── preguntó Rhaella, intentando romper la tensión que llenaba el espacio.

El chico pareció dudar antes de responder, pero finalmente se recompuso y habló.

───── Oscar Tully, mi-mi lady. Nieto de lord Grover Tully, señor de Aguasdulces. ───── extendió su mano con cortesía y manteniendo su vergüenza, las mejillas del niño Tully estaban encendidas de un carmesí muy bonito. Pero el chico ardía en vergüenza por haber tartamudeado frente a una joven.

Rhaella le sonrió con amabilidad al aceptar su mano. La formalidad del gesto la sorprendió; nunca antes alguien había mostrado tal cortesía hacia ella. El roce del beso en su mano fue extraño pero agradable, como un destello fugaz en medio de sus pensamientos sombríos.

Sin embargo, lo que parecía ser un instante delicado fue abruptamente interrumpido por el estruendo de las puertas del salón al abrirse con fuerza. Daemon Targaryen había llegado, como una tormenta oscura que amenazaba con desatar el caos. Su presencia imponía respeto y temor a partes iguales; el aire se volvió pesado y cargado de tensión al instante. Rhaella sintió que el ambiente cambiaba drásticamente, inmersa en una mezcla de curiosidad y aprensión ante lo que podría suceder a continuación.

───── Aléjate de ella, niño ───── fue lo primero que demandó Daemon Targaryen al entrar en el salón, su porte imponente y arrogante llenando el espacio con una autoridad palpable. Su mirada gélida se posó en el joven Tully, quien, avergonzado, desvió la vista hacia sus manos, que jugueteaban nerviosamente entre sí.

Oscar no podía apartar la mirada de la joven que lo había cautivado. Rhaella, con una audaz firmeza en su semblante, desafiaba a su padre con una intensidad que era casi palpable. ¿Cómo podía tener tanto valor frente al rey? Fue la pregunta que invadió al joven Tully.

───── ¿Por qué entras como si este lugar te perteneciera? ───── protestó la chica, cruzando los brazos y manteniendo su mirada firme en Daemon.

───── ¿Por qué siempre buscas conflicto? ───── replicó él, inclinándose para estar a su altura. Rhaella resopló con desdén antes de regresar al lugar donde momentos antes se había encontrado, sumergiéndose en el montón de libros.

Oscar observó su partida, sintiendo cómo una extraña inquietud se apoderaba de él. ¿Quién era ella? ¿Por qué su presencia lo había afectado de tal manera? La joven era encantadora, y aunque apenas la conocía, su belleza parecía reflejar una profundidad interna que lo intrigaba aún más.

Daemon rodó los ojos con desdén. ¿Qué hacía ese niño mirando a su hija con tanta intensidad? Con un gesto rápido, cubrió sus propios ojos con la mano para llamar la atención del joven.

───── ¿Por qué la miras tanto? No tienes derecho a fijar tu mirada en mi hija si yo no te lo he permitido ───── murmuró en un tono apenas audible para que solo Oscar pudiera escucharle. La advertencia en sus palabras era clara y amenazante.

Oscar tragó saliva, sintiendo cómo el nerviosismo comenzaba a invadirlo.

───── Lo lamento, mi-mi príncipe. No-no era mi intención faltarle el respeto ───── se disculpó entre tartamudeos, sintiendo cómo el sudor empezaba a asomarse en su frente. ¿Por qué debía sentirse tan nervioso siempre?

Daemon, con su mirada afilada como una espada, parecía más un dragón en territorio ajeno que el rey consorte que era. Oscar era como un pez fuera del agua, moviéndose con nerviosismo en la imponente presencia del príncipe. Era evidente que su corazón latía más rápido que el tiempo que tardaba Rhaella en pasar las páginas de su libro.

───── El es Oscar Tully, nieto de Grover Tully, es el heredero de Riverrun y futuro señor supremo de Riverlands ───── anunció Simon Strong, del otro lado de la mesa junto a la chica Royce.

───── ¿Cómo está tu abuelo? ───── inquirió Daemon, con esa mezcla de desdén y curiosidad que solo él podía reunir.

Oscar, atrapado entre la mirada inquisitiva del príncipe y la sonrisa cálida de Rhaella, se encontraba en una especie de trance. La joven parecía ser la única razón por la que se atrevía a permanecer en esa mesa. Cada gesto que Oscar veía de ella parecía tan delicado que lo cautivaba.

Cada mirada furtiva hacia ella le daba más color a sus mejillas, convirtiéndolo en un tomate maduro justo a la vista de todos. Daemon, por su parte, no podía permitir que una simple admiración juvenil interrumpiera su momento. Golpeó la mesa con un estruendo que resonó como un trueno:

───── ¡Te hice una pregunta, niño! ───── rugió desesperado y molesto.

───── El se encuentra, por desgracia, incapacitado... ───── tartamudeó, mientras sus ojos se deslizaban hacia Rhaella cada vez que ella giraba una página. ───── Es-está en un tipo de letargo imposibilitado de hacer algo que no sea tomar algo. ───── respondió el joven al príncipe consorte.

Oscar se estremeció y se encogió en su silla, como si intentara hacerse invisible. Rhaella, divertida ante el espectáculo, no pudo evitar soltar una risa suave que hizo que Oscar se sonrojara aún más. Era como si estuviera atrapado entre dos mundos: el del príncipe canalla y el encanto Rhaella.

Y así continuaron: Daemon lanzando dardos verbales y Oscar intentando responder mientras su mirada se perdía en el brillo de los ojos de Rhaella.

Era una danza cómica entre lo serio y lo tierno, donde cada palabra del príncipe parecía un golpe y cada sonrisa de Rhaella un bálsamo para el joven Tully.

───── Deja de coquetear, niño. ───── las palabras de Daemon resonó como un fuerte trueno.

El rubor en las mejillas de Oscar alcanzó niveles peligrosos. Rhaella sonrió ante esas palabras severas pero juguetonas de su padre, pero su risa se desvaneció cuando cayó que aquellas palabras habían salido de la boca de su padre, y ella odiaba a su padre.

───── Así que tu abuelo está vivo ───── pronunció el rey consorte, su tono tan entusiasta como un gato en un día de lluvia.

Oscar, firme asintió con determinación.

───── Sí, gracias a los dioses ───── respondió, como si hubiera invocado a todos los santos del reino.

Rhaella, con su sonrisa radiante, parecía más agradecida que preocupada. El joven Tully, en su mente inocente, imaginaba que su abuelo se recuperaría pronto, le parecía tierno.

Sin embargo, Rhaella estaba tan absorta en sus pensamientos sobre Oscar que no se dio cuenta de que Simon le hablaba sobre el libro en sus manos.

───── Tienes el libro al revés, Rhaella ───── le señaló Simon con una mezcla de diversión y reproche.

Ella se recompuso al instante, como si la hubieran atrapado robando galletas. Con las mejillas sonrojadas, fingió leer el libro de nuevo, esta vez con más seriedad.

Oscar sonrió tímidamente ante la escena, pero su mirada se desvió hacia Daemon, quien lo observaba con una mirada tan afilada que podía cortar el aire.

───── ¿Quería decir al-algo más, su ma-majestad? ─────preguntó Oscar, sintiendo que su voz temblaba más que una hoja en otoño.

───── Sí, tengo poco tiempo, niño. Y necesito un ejército... tal vez puedas poner una almohada sobre su rostro y adelantar tu herencia ───── dijo Daemon con una frialdad que helaría incluso al dragón más feroz.

Rhaella se acercó a Daemon como si fuera un torbellino de furia, caminaba con elegancia e ira contenida haciendo sonar sus zapatos con taco pequeño.

───── ¿Cómo puedes decir eso? ¡Insinuar algo así es inhumano! ───── El hombre era amigo de la muerte y parecía buscarla a cada paso. Siempre deseaba la muerte del otro.

Oscar, aturdido por la cercanía repentina de Rhaella y sintiendo que sus mejillas ardían más que un fuego de dragón, intentó refugiarse en la mirada de Daemon.

───── Yo-yo amo a mi abuelo como a mi padre. Mi propio lord padre murió súbitamente no siendo muy viejo ───── finalmente se atrevió a mirar a Rhaella. Ella lo observaba con dulzura y preocupación; sus corazones latían al ritmo del mismo tambor.

Daemon se levantó de golpe como si hubiera visto un fantasma y se interpuso entre Rhaella y Oscar. ¿Por qué la miraba tanto ese niño pez? pensó para sí mismo mientras cubría a su hija con su espalda.

───── Mi abuelo me crió como un padre... ───── continuó Oscar con voz temblorosa.

───── Todo muy conmovedor... ───── comentó Daemon sarcásticamente mientras cruzaba los brazos. Era evidente que apreciaba el drama tanto como un actor en una obra trágica.
───── ¿Estás aquí para hablar por tu abuelo de la casa Tully en Riverlands? ───── observó Daemon, ya visiblemente cansado.

───── ¿Mientras aún vive? ───── preguntó Oscar, con incredulidad reflejada en sus ojos rizados.───── Nosotros no nos comportamos así ───── declaró finalmente el joven, logrando que Rhaella esbozara una sonrisa de apoyo.

Daemon, estresado, pasó las manos por su cabeza, exasperado ante la obstinación del niño.

───── Entonces no eres útil para mí, niño ───── concluyó, marchándose de la sala con una determinación fría.

Tras él, Sir Simon Strong se retiró también, pero no sin antes ofrecer un apretón reconfortante en el hombro de Oscar, un gesto que transmitía solidaridad.

Rhaella tomó asiento con elegancia en el lugar que había ocupado su padre, buscando la mirada del joven Tully. Sin embargo, él parecía perdido en sus pensamientos, jugueteando nerviosamente con sus manos. Entonces ella elevó un poco la voz para romper el silencio.

───── No le hagas caso; nadie lo hace aquí, déjame decirte que es un gran idiota por eso no se gana el respeto de algunas personas. ───── dijo Rhaella, tocando su hombro con la misma calidez que había mostrado Simon Strong y con intenciones de sacarle una sonrisa pero el chico parecía que acababa de ver a un fantasma.

En ese instante, Oscar levantó la vista y se encontró con los ojos de Rhaella. Aquellos ojos tenían una profundidad cautivadora que lo atrapaban como si un hechizo de amor lo envolviera. Se sintió inmóvil ante su mirada, incapaz de apartar la vista. En ese breve encuentro, el bullicio del mundo exterior se desvaneció; solo existían ellos dos y la conexión silenciosa que brotaba entre sus almas.

Rhaella sonrió suavemente, como si entendiera el poder que tenía su mirada sobre él. Oscar sintió que su corazón latía más rápido; en medio de la incertidumbre y el desafío que enfrentaba.

La imagen de Rhaella frente a él lo ponía más nervioso que con Daemon, con su cabello ondeando como suaves olas del mar, lo envolvía en una brisa cálida que contrastaba con la tensión del ambiente. Sus ojos, profundos y brillantes, reflejaban una luz que parecía atraerlo irresistiblemente. Era como si el tiempo se detuviera cada vez que sus miradas se cruzaban, creando un instante suspendido en el que solo existían ellos dos.

───── Oye, ¿te encuentras bien? ───── preguntó Rhaella, su voz un susurro delicado que resonaba en su mente como una melodía suave.

Oscar sintió cómo sus mejillas se encendían. No había oído lo que ella le había dicho.

───── Perdona ───── se levantó nervioso de su lugar ───── No quería incomodarte.

Rhaella sonrió con dulzura, y eso hizo que su corazón latiera más rápido.

───── No me incomodas ───── respondió ella, tocando su hombro con ternura.

El gesto encendió una chispa de esperanza en su corazón, Oscar sentía que su corazón magia cada vez más rápido. Puesto a que nunca había establecido una conversación con una joven, ellas jamas se dirigían a él, desconocía la razón.

Cuando finalmente se decidió a acercarse y tomar su mano, sintió un torrente de calidez recorrer su cuerpo. El roce de sus labios sobre su piel fue como un encantamiento.

───── Fue un placer conocerla, mi lady... ───── dijo Oscar, mirando profundamente sus ojos, esperando conocer su nombre.

───── Rhaella, Rhaella Royce ───── respondió ella, sonriendo con dulzura observando los ojos del caballero. Este formó una tierna sonrisa tímida que causó una más grande en Rhaella.

───── Encantado ───── dijo él, con vergüenza pero tratando de mantenerse sereno.

───── Lo mismo digo, Oscar ───── contestó Rhaella, y en ese instante, Oscar supo que había algo especial entre ellos. Oscar supo que había encontrado a la dueña de su corazón.

Algo raro pues apenas la conocía, pero él sabía que algo especial resultaría de aquel encuentro. Lo sabía, y lo deseaba, lo manifestaba.

El regreso por la puerta fue un acto casi automático; su mente aún estaba atrapada en el hechizo que ella había tejido a su alrededor.

───── Espero volver a verte pronto ───── se atrevió a decir Oscar antes de cruzar el umbral con nerviosismo en su voz, que sacó una sonrisa sincera en Rhaella.

La sonrisa de Rhaella iluminó la habitación.

───── Yo también lo espero. Cuídate, Oscar.
───── el corazón del chico estaba por salirse de su cuerpo en aquel momento.

Mientras cruzaba el umbral y se alejaba, no pudo evitar mirar atrás una vez más. Su corazón latía desbocado al imaginar cómo sería compartir más momentos con ella.

¿Volvería a ver esos encantadores ojos otra vez? pensó para sí mismo, esperaba que sí y no ponerse nervioso la próxima vez que lo haga.

Y así, mientras se alejaba, sentía que ya no era solo un niño tímido; había comenzado a despertar algo nuevo dentro de él: la promesa de un sentimiento profundo y verdadero. Aunque tendría que transitar un largo camino para conocer a Rhaella Royce.


AUTHOR NOTE

¡OTRO CAPÍTULO MÁS! ✊

Espero que les esté gustando como va girando la trama de esta historia, en verdad.

¿Opiniones del encuentro con Oscar?

LEO SUS COMETARIOS.

ESPERO SUS VOTOS TAMBIÉN. 💘

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