°.✩ ── ❛002. bad blood ❜


002. MALA SANGRE



❛❛ 𝘌𝘯 𝘦𝘭 𝘪𝘯𝘴𝘵𝘢𝘯𝘵𝘦 𝘦𝘯 𝘲𝘶𝘦 𝘴𝘶𝘴 𝘮𝘪𝘳𝘢𝘥𝘢𝘴 𝘴𝘦 𝘤𝘳𝘶𝘻𝘢𝘳𝘰𝘯, 𝘦𝘭 𝘢𝘪𝘳𝘦 𝘴𝘦 𝘷𝘰𝘭𝘷𝘪ó 𝘥𝘦𝘯𝘴𝘰, 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘴𝘪 𝘤𝘢𝘥𝘢 𝘱𝘢𝘭𝘢𝘣𝘳𝘢 𝘯𝘰 𝘥𝘪𝘤𝘩𝘢 𝘦𝘯𝘵𝘳𝘦 𝘦𝘭𝘭𝘰𝘴 𝘱𝘦𝘴𝘢𝘳𝘢 𝘮á𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘢 𝘩𝘪𝘴𝘵𝘰𝘳𝘪𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘶𝘯𝘤𝘢 𝘤𝘰𝘮𝘱𝘢𝘳𝘵𝘪𝘦𝘳𝘰𝘯; 𝘦𝘭 𝘰𝘥𝘪𝘰, 𝘴𝘪𝘭𝘦𝘯𝘤𝘪𝘰𝘴𝘰 𝘺 𝘷𝘰𝘳𝘢𝘻, 𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘢𝘣𝘢 𝘴𝘶 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘦𝘮𝘦𝘳𝘨𝘦𝘳. ❜❜

LA LLUVIA JAMÁS CESÓ, Y RHAELLA seguía aún angustiada por ello. No quería quedarse una noche más en Harrenhal, pero se veía obligada a hacerlo si los días continuaban turbulentos y lluviosos.

Lord Simon ingresó nuevamente a sus aposentos mientras ella bajo su permiso. Con una cortesía que contrastaba con la tristeza del lugar, dejó sobre la silla un nuevo vestido. Era la ropa de su difunta esposa, ya que Rhaella no había traído consigo más que lo puesto; no se imaginaba que tendría que hospedarse allí. Aunque el vestido le quedaba ciertamente grande, lo llevó con resignación. No quería cargar con la armadura de su madre durante todo el día.

Con el amanecer, que apenas lograba filtrarse a través de las nubes grises, todo traía consigo nuevas noticias. Sentada en la mesa durante el desayuno, las tuvo finalmente.

───── Otra muerte más cayó para la familia real ───── Rhaella levantó su mirada derrepente ante las palabras de aquel hombre ───── El pequeño hijo del rey Aegon falleció durante la noche, muchas bocas dicen que fue por orden Rhaenyra. ───── comentó ante la mirada confundida de la joven chica Royce.

Rhaella, aún en shock, dejó que las palabras de Simon flotaran en el aire como un eco perturbador. La lluvia repiqueteaba contra los muros de Harrenhal, como si el castillo mismo lamentara la tragedia que se había desatado en King's Landing.

───── ¿Cómo puedes estar tan seguro de eso, mi lord? ───── preguntó Rhaella, su voz temblorosa revelando la mezcla de incredulidad y horror que la invadía. Se llevó una mano a la frente, intentando procesar la información.

Simon se acomodó en su silla, su rostro arrugado reflejaba una mezcla de tristeza y resignación. Su mirada se volvió distante, como si contemplara los fantasmas del pasado.

───── Las lenguas son muy rápidas, mi lady ───── respondió con un susurro grave
─────. En tiempos convulsos como estos, las sombras susurran secretos que a menudo resultan ser verdad.

Rhaella sintió un escalofrío recorrer su espalda. Pensó en el pequeño príncipe Jahaerys, un niño inocente atrapado en medio de intrigas políticas que nunca había solicitado. Pero Lucerys también lo era cuando la familia verde atacó primero. No conocía a los difuntos príncipes pero sentía la pérdida como si los conociera de toda la vida.

───── Mi lord, ¿realmente piensa que la reina Rhaenyra podría ser capaz de un acto tan cruel? ───── interrumpió Rhaella, su voz resonando con una firmeza que contrastaba con el temblor de sus manos. ───── Después de la muerte de su propio hijo, ¿cree que estaría en su sano juicio asesinar a un niño inocente, tal y como su pequeño hijo Lucerys lo era? ───── relamió sus labios, dejando entrever el desasosiego que la embargaba. ───── La reina debe estar sumida en un profundo luto, un sufrimiento que todos podemos entender. ¿De verdad sospecha de ella? ───── miró al anciano con una mezcla de desafío y una seriedad inquebrantable, dejando a Simon sin palabras.

───── No creo eso, querida... lo que yo quiero decir...───── respondió él, intentando mantener un tono conciliador.

───── Lo está sugiriendo, mi lord ───── replicó Rhaella con una intensidad palpable, su mirada fija y decidida. ───── Hay alguien más metido en medio, alguien que realmente posee un corazón impío.

Sus palabras la hacían recordar a su padre; alguien como él podría haber sido el responsable de tan atroz asesinato.

Simon dejó escapar un suspiro pesado, como si el aire se le hubiera escapado del pecho. Se llevó nuevamente la taza de té a los labios, buscando consuelo en el calor del líquido. Rhaella lo imitó en silencio, pero su inquietud era evidente. No sabía por qué había defendido a Rhaenyra con tanto fervor; ni siquiera conocía a la reina.

Sin embargo, la certeza en su interior era abrumadora: no podía aceptar que Rhaenyra fuera capaz de cometer tal atrocidad contra un niño inocente. Su voz resonaba con convicción mientras se aferraba a esa creencia.

───── Mi lord, aunque el mundo esté lleno de sombras, no podemos permitir que la desconfianza nuble nuestro juicio ───── habló ella de golpe nuevamente, su voz suave pero firme, como el murmullo de un arroyo sereno. Sus ojos, profundos y reflexivos, se posaron en Simon con una calma que contrarrestaba la tormenta de emociones en su interior.

───── Entiendo su perspectiva ───── continuó, dejando que su mirada se deslizara por los alrededores de la habitación, buscando un momento de claridad en el caos. ───── Pero hay actos que trascienden incluso la crueldad más profunda; son impensables. La muerte de un niño es una mancha imborrable en el alma de quien lo comete.

El anciano la observó con atención, como si cada palabra suya fuera una perla preciosa que debía ser cuidadosamente considerada. Rhaella se sintió fortalecida por esa mirada, como si su serenidad pudiera calmar las aguas turbias que rodeaban sus corazones.

───── A veces, mi lord ───── dijo entonces, elevando un poco la barbilla ───── es necesario creer en la bondad innata de las personas. La reina Rhaenyra ha sufrido demasiado; no creo que sea capaz de infligir más dolor a quienes ya están heridos.

Simon asintió lentamente, reconociendo la profundidad de su argumento. La serenidad de Rhaella era casi palpable, como un bálsamo sobre las heridas abiertas del mundo. Su presencia emanaba una fuerza tranquila que invitaba a la reflexión.

───── Su fe en la humanidad es admirable, mi lady. Aunque tal fe esté perdida ───── respondió él con una leve sonrisa, sintiendo cómo la tensión en el ambiente comenzaba a disiparse. ───── Es un lujo que pocos se permiten en estos días.

Rhaella devolvió la sonrisa con una leve inclinación de cabeza, sintiéndose agradecida por el respeto mutuo que compartían. En un mundo donde las sombras acechaban a cada paso, encontrar a alguien que valorara la luz era un regalo invaluable.

Una vez concluida el desayuno, Rhaella permanecía en su habitación de Harrenhal, Rhaella sentada en el borde de la cama, y con el viejo pergamino desplegado ante ella. Con la pluma en mano, comenzó a trazar las letras con cuidado, como si cada palabra fuera un hechizo que asegurara el bienestar de su familia. En la carta, les aseguraba que se encontraba en buen estado, que había sido acogida con amabilidad por los Strong y que partiría con los primeros rayos del sol al día siguiente o de este. Sin embargo, también les advertía que si las tormentas persistían, se quedaría hasta que el cielo se calmara; no deseaba embarcarse en un viaje peligroso a lomos de Bloodfyre bajo la lluvia, temiendo por su vida y la de su dragón.

Con la carta finalmente escrita y sellada, Rhaella se levantó con determinación y se dirigió hacia el salón principal. Cada paso resonaba en el eco de sus pensamientos; buscaba a Ser Simon para preguntar si podía utilizar su cuervo, pero no sin saber que también que esa salida significaría enfrentarse a un reencuentro que nunca había imaginado.


LA CENA TRANSCURRÍA CON UN AIRE de formalidad en el amplio salón de Harrenhal, donde Lord Simon ocupaba el centro de la mesa. A su derecha, sus hijos conversaban en voz baja, mientras que a la izquierda se encontraba Rhaella Royce, quien, con una elegancia innata, elevaba su copa con gracia, a pesar de que el ciervo no era de su agrado. La idea de consumir ese animal le resultaba poco apetecible, pero sabía que rechazar la comida sería un gesto de desdén en aquel hogar que la acogía de la tormenta; así que, con resignación, se obligó a comer para no sucumbir al hambre.

La lluvia seguía azotando Harrenhal sin tregua, como si el cielo mismo se compadeciera de su melancolía. Desde que había llegado, Rhaella había enviado varios cuervos a Runestone, pero ninguno había traído respuesta. Su mente divagaba entre la posibilidad de que los mensajeros se hubieran perdido en las tormentas o que su primo simplemente hubiera decidido ignorar sus misivas; la segunda opción le resultaba más dolorosa.

De repente, las puertas del salón se abrieron de par en par con una ferocidad inusitada. La familia Strong, a excepción de Lord Simon, abandonó el lugar en un aluvión de pánico. Rhaella se levantó lentamente, sacando su espada con determinación y apuntando al intruso que se atrevió a interrumpir la cena familiar.

───── Baja la espada, tonta niña ───── murmuró aquel hombre armado con un tono agudo y cargado de irritación.

───── Lo haré cuando usted también lo haga ───── replicó ella con valentía, manteniendo su espada en alto y fijando su mirada en él.

───── Reclamo Harrenhal ───── pronunció el hombre, desvió su mirada hacia Lord Simon.

───── Ya me doy cuenta ───── respondió Ser Simon con sequedad. Luego se acercó a Rhaella y le dijo con suavidad ───── Querida, baja tu espada.

Con cautela, Rhaella hizo lo que le pedían, aunque mantuvo su mirada fija en aquel extraño. Él sostenía su mirada con tal intensidad que sentía como si atravesara su ser. Sin embargo, no permitiría que su fortaleza flaquease. Lentamente tomó asiento nuevamente, sin apartar los ojos del misterioso hombre que había irrumpido en su cena; lo observaba con atención mientras el ambiente se tornaba denso y electrizante ante la presencia del desconocido.

De repente, mientras el viejo Simon Strong se acercaba al caballero misterioso, se arrodilló con una deferencia que evocaba la cortesía debida a un rey. Rhaella frunció el ceño, desviando la mirada hacia su derecha, donde los hijos de Simon habían regresado, imitando el gesto de cortesía de su padre.

¿Quién era aquel individuo? No se arrodillaría ni haría una reverencia por capricho; por ello, permaneció sentada, bebiendo de su copa con una indiferencia estudiada, aunque el caballero también la observaba. Al advertir su mirada, sintió un desafío latente en sus ojos, como si internamente se cuestionara por qué ella no rendía homenaje ante su presencia.

De pronto, el hombre bajó la vista cuando Sir Simon comenzó a hablarle con un respeto reverente.

───── Yo, Sir Simon Strong, guardián de Harrenhal, juro lealtad a Rhaenyra de la casa Targaryen, primera con el nombre; juro esto por los dioses antiguos y nuevos ───── proclamó lord Simon con una gravitas digna de su linaje.

Rhaella comprendió de inmediato quién era aquel caballero: un vasallo de la reina Rhaenyra. Si se tratara de la reina misma, sin duda alguna habría hecho una reverencia; sin embargo, no se arrodillaría ante hombres. Se mantuvo firme en su asiento, atónita ante el espectáculo que se desarrollaba frente a sus ojos.

Rhaella sentía cómo el aire se volvía denso a su alrededor, cargado de una tensión palpable que solo podía describirse como un duelo silencioso. Cada palabra que cruzaba entre ella y Daemon Targaryen no era simplemente un intercambio verbal, sino una batalla de voluntades, donde cada mirada era una espada y cada comentario, un golpe certero.

Cuando él la miraba, podía ver en sus ojos esa arrogancia que había heredado de su madre. Era un desprecio que emanaba de su ser, como si su mera existencia le resultara repugnante. Rhaella, sin embargo, no se dejaba amedrentar. La rabia ardía en su pecho, alimentada por los ecos de las historias que su madre le había contado: sobre los desprecios y las burlas que había tenido que soportar a causa de él. Era un hombre que había arrastrado el nombre de su familia por el barro y aún así se erguía con la prepotencia de un rey.

───── Consorte debe ser ───── replicó ella con una sonrisa desafiante, sintiendo cómo las palabras salían de sus labios como flechas afiladas. Cada sílaba era una declaración de guerra. La forma en la que lo miró, con esos ojos celestes fuertes llenos de fuego, hizo que Daemon frunciera el ceño. La incomodidad crecía a su alrededor como una niebla espesa.

───── Veo que esa sucia perra de bronce te heredó su mala educación, su arrogancia y ego por los cielos, niña ───── La risa burlona de Daemon resonó en la mesa, pero ella no se dejó influenciar. Era como si cada risa fuera una piedra arrojada contra su orgullo. En lugar de acobardarse, se plantó firme. Su madre siempre le había enseñado a defender su honor, y eso haría sin importar cuán alto se alzara la arrogancia del príncipe.

───── Mi madre debe ser recordada con respeto ───── afirmó Rhaella con firmeza, sintiendo la adrenalina correr por sus venas mientras veía cómo el rostro de Daemon se tornaba en desdén. Había algo casi placentero en ver cómo sus palabras lo incomodaban, como si cada verdad expuesta fuera un golpe directo a su ego inflado.

La rivalidad entre ellos era un fuego inextinguible; cada encuentro era una oportunidad para desplumar al dragón que tanto había dañado a su familia. Y ahí estaba ella, lista para atacar con la astucia heredada de Rhea Royce.

───── Usted fue el inmaduro en la relación, príncipe ───── continuó Rhaella, dejando caer esas palabras como si fueran piedras preciosas llenas de veneno. Era un desafío a su autoridad y una llamada a recordar quién realmente era: el hombre que había traicionado a su madre y había dejado cicatrices imborrables en su vida. ───── Que yo sepa usted era quien se mantenía distante, salía cada que la gana se le daba sin importarle su hija, iba con las putas todas las noches, un príncipe sumamente inmaduro es usted, príncipe canalla. ───── finalizó llevándose consigo la copa a su boca y llevándose también la mirada del príncipe canalla sobre ella

───── ¡Rey! ───── rugió Daemon, pero Rhaella no retrocedió ante el grito. Su mirada ardiente era un espejo del rencor acumulado durante años.

───── Consorte ───── replicó ella con una sonrisa mordaz, disfrutando del momento en que las palabras se convertían en dagas afiladas. La risa contenida de los hijos de Sir Simon resonó en el aire como un eco burlón; todos eran testigos del enfrentamiento entre padre e hija.

A medida que el duelo verbal continuaba, Rhaella comprendió que cada palabra que le lanzaba a Daemon era más que un simple insulto: eran balas disparadas en defensa de su madre y de sí misma. Y aunque él pudiera llevar el título de rey, ella estaba decidida a hacerle recordar que no todo lo que brilla es oro; detrás del brillo del dragón había un hombre lleno de sombras y vergüenza.

Simon Strong, con su porte imponente y su mirada astuta, rompió el silencio, dirigiendo su pregunta al caballero que lo acompañaba. Su voz resonó como un eco en los vastos salones desmoronados, un recordatorio de que el pasado glorioso de la fortaleza aún susurraba entre las ruinas.

───── ¿Y qué lo trae a nuestra parte de Riverlands? ───── inquirió, despojando al príncipe Daemon de su atención y desviando su mirada del fulgor desafiante de Rhaella.

El príncipe, con su habitual arrogancia, observó al hombre mientras su mente se deslizaba hacia la joven que capturaba su interés.

───── Harrenhal es el castillo más grande de los siete reinos ───── murmuró Daemon, una leve sonrisa se dibujó en sus labios ───── pero tal vez eso se ha escapado de su atención.

La atmósfera se tornó eléctrica. Daemon sentía que Rhaella era como un felino acorralado, lista para atacar en cualquier momento; su ingenio era afilado y sus palabras más letales que una daga. La inquietud del príncipe crecía con cada instante que pasaba bajo la mirada incisiva de la joven.

───── No voy a matarlo, no ahora más aún teniendo público ───── replicó Rhaella con un tono mordaz, como si cada sílaba estuviera impregnada de veneno para el príncipe canalla. Sus ojos chisporroteaban con una mezcla de desafío y humor negro ───── Tal vez lo haga cuando la hora de dormir caiga, lo ahogaré con una almohada. Ahí debe mantenerse atento, príncipe ───── acentuó la última palabra con un tono sarcástico que dejó a todos en la sala en un estado de asombro.

Daemon optó por ignorar el comentario mordaz; sabía que no valía la pena entrar en un juego verbal con ella. Sin embargo, el viejo Simon Strong no perdió tiempo y continuó.

───── Este castillo ciertamente está en un estado de deterioro ───── observó, su mirada recorriendo los muros agrietados y las sombras que parecían cobrar vida entre las ruinas.

───── Es por eso que debemos llevarlo a ciertos estados de reparación ───── interrumpió Daemon con una determinación que resonaba en sus palabras.

───── Aun si tuviéramos las monedas, mi príncipe ───── contestó Simon, dejando caer un peso sobre cada palabra como si fueran piedras preciosas. ───── Los Royce nos iban a ayudar en su remodelación, pero querían cosas de alto interés a cambio; no contamos con tierras ni monedas para someterlo en una remodelación.

La frustración se apoderó del príncipe canalla, quien se removió incómodo en su asiento antes de fijar nuevamente su atención sobre Rhaella.

───── Es por eso que la niña está aquí, ¿verdad? ───── preguntó, sus ojos oscuros brillando con curiosidad e incredulidad.

───── Así es, su majestad ───── respondió Simon con una inclinación sutil de cabeza ───── La joven Rhaella Royce ha volado desde Runestone para tratos de negocios; sin embargo, no hemos llegado a un acuerdo.

Daemon arqueó una ceja al escuchar esto.

───── ¿Por qué no vino su primo? ¿Está tan ocupado creyéndose el dios del valle que no pudo venir y arriesgó a su joven prima?

La joven Rhaella lo miró fijamente, desafiándolo con cada fibra de su ser.

───── ¿Por qué se preocupa por mí, príncipe? ───── inquirió ella alzando una ceja y cruzándose de brazos. Su voz era suave pero llena de una firmeza inquebrantable.

Daemon sintió un destello de irritación ante la audacia de la joven.

───── No te sientas afortunada; no te estoy defendiendo. Simplemente me parece idiota tu primo ───── replicó él sin vacilar.

Rhaella sonrió sardónicamente antes de responder.

───── Usted también es un idiota; ¿asesinar a un menor de edad no es lo suficientemente patético? Más aún después de que su esposa también haya sufrido aquello, pobre princesa Helaena.

La atmósfera se volvió tensa mientras ambos intercambiaban miradas ardientes. Daemon sabía que tratar con Rhaella sería complicado; ella era como fuego y él como hielo. Limpiándose los dientes con la lengua antes de continuar, decidió jugar sus cartas.

───── ¿Insinúas que yo asesiné a un menor de edad mientras dormía? Eso es inútil ───── rió irónicamente; cada risa era una provocación, una invitación al duelo verbal. ───── Deberías cuidar mejor tu lengua cuando tienes al rey ante ti.

Sin embargo, Rhaella no retrocedió ante el desafío del príncipe.

───── Cuidaré mi lengua ante la reina Rhaenyra, no ante un hombre inmaduro sin título alguno ───── replicó ella con firmeza y sin titubear.

El enfado inundó a Daemon; golpeó la mesa con el puño como si quisiera hacer temblar los cimientos del castillo.

───── ¡Soy tu rey! ───── exclamó lleno de furia mientras las paredes parecían resonar con sus palabras.

La risa despreocupada y desafiante de Rhaella llenó el aire frío del salón.

───── El consorte querrá decir ───── le guiñó el ojo divertida antes de levantarse elegantemente de su silla, dejando a Daemon atrapado entre la furia y la admiración por esa joven audaz que desafiaba todas las convenciones establecidas por quienes se creían superiores.
───── Le deseo unas buenas noches, mi lord ───── pronunció la joven Rhaella con una gracia que desbordaba elegancia, dirigiendo su mirada hacia Simon, mientras el eco de su voz resonaba en la atmósfera cargada de tensión. Su mirada, afilada como una espada, se deslizó hacia los hijos del lord, y finalmente se posó en Daemon, a quien le dedicó una sonrisa que destilaba arrogancia y desafío.

El aire se volvió denso con el cruce de miradas entre padre e hija; un silencio se apoderó del lugar, como si ambos contendientes estuvieran a punto de desenvainar sus armas en un duelo verbal. Sir Simon, sintiendo la creciente incomodidad que amenazaba con estallar en una futura guerra, intervino con una sonrisa diplomática.

───── ¡Buenas noches, querida Rhaella! ───── exclamó Simon desde su lugar, su tono intentando suavizar la tensión palpable que flotaba en la habitación.

Con un porte digno y decidido, la joven se retiró lentamente, sus pasos resonando en el suelo de piedra mientras marchaba hacia sus aposentos. La noche había sido turbulenta y llena de emociones contenidas. En su interior, un torbellino de sentimientos la consumía: la indignación por haber tenido que enfrentarse a aquel hombre en la mesa de Sir Simon, pero también una chispa de satisfacción por haberlo hecho.

Rhaella se sentía decidida a no dejar pasar la oportunidad. Había anhelado confrontar a Daemon desde hacía tiempo; tenerlo bajo el mismo techo era un regalo de los dioses que no podía desperdiciar. Su mente bullía con planes; lo volvería loco con sus palabras afiladas y lo avergonzaría ante todos. No descansaría hasta que él se arrepintiera de sus acciones y palabras hirientes y sobre todo de los que en el pasado ocurrió.

La defensa del honor de su madre era su estandarte. Si ese hombre continuaba atacando sin piedad, ella no se detendría; lo haría aún peor. Su determinación ardía como el fuego en su pecho, y estaba dispuesta a luchar hasta ver al príncipe canalla derrumbado y callado. La batalla apenas comenzaba, y Rhaella sabía que las palabras podían ser tan letales como cualquier espada.


AUTHORS NOTE

NEW CAP! 🙌⚔️

Prepárense porque esto es una guerra potente.
Pero luego llega OSCARR!! 😭

Como siempre, Digamos NO a los lectores fantasmas. 👻❌

¡ESPERO CONTAR CON SU VOTO Y
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