°.✩ ── ❛000. childhood ❜
000. ❛ INFANCIA ❜
❛❛ 𝘦𝘯 𝘤𝘢𝘥𝘢 𝘳𝘪𝘴𝘢 𝘤𝘰𝘮𝘱𝘢𝘳𝘵𝘪𝘥𝘢 𝘺 𝘦𝘯 𝘤𝘢𝘥𝘢 𝘢𝘣𝘳𝘢𝘻𝘰 𝘤á𝘭𝘪𝘥𝘰, 𝘦𝘭 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘴𝘦 𝘴𝘦𝘯𝘵í𝘢 𝘱𝘦𝘳𝘧𝘦𝘤𝘵𝘰, 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘴𝘪 𝘦𝘭 𝘵𝘪𝘦𝘮𝘱𝘰 𝘴𝘦 𝘥𝘦𝘵𝘶𝘷𝘪𝘦𝘳𝘢, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘭𝘢 𝘷𝘪𝘥𝘢 𝘵𝘦𝘯í𝘢 𝘰𝘵𝘳𝘰𝘴 𝘱𝘭𝘢𝘯𝘦𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘥𝘦𝘴𝘨𝘢𝘳𝘳𝘢𝘳í𝘢𝘯 𝘦𝘴𝘦 𝘪𝘯𝘴𝘵𝘢𝘯𝘵𝘦 𝘥𝘦 𝘧𝘦𝘭𝘪𝘤𝘪𝘥𝘢𝘥 ❜❜
BAJO EL BELLO SOL DEL MEDIODÍA, Rhaella Royce, una pequeña de casi tres años, corría alegremente por el jardín ancestral de la casa Royce. Sus risas llenaban el aire, como melodías que danzaban entre las flores y los árboles. Desde la distancia, su madre, Rhea, observaba con fascinación. Su niña, a pesar de su corta edad, poseía una energía desbordante y una curiosidad insaciable que la hacían destacar entre los demás niños.
Rhaella no solo era una niña activa; era increíblemente inteligente. Había desarrollado un vínculo especial con su dragón, Bloodfyre, que había nacido solo dos semanas después que ella. Era un pequeño dragón escamoso de color rojo brillante con escamas del mismo color combinada con negro opaco, el dragón ya mostraba destellos de su futura grandeza. Era hijo de Syrax y Caraxes, y aunque aún era pequeño, todos sabían que crecería para ser un dragón formidable.
───── ¡Mami, ven! ───── llamó la pequeña Rhaella con su voz melodiosa, interrumpiendo los pensamientos de su madre.
Rhea sonrió con entusiasmo al escuchar la llamada de su hija. Sacudiendo suavemente su vestido de lino blanco, se levantó y caminó hacia ella. La pequeña Rhaella no perdió tiempo y tomó la mano de su madre con fuerza, guiándola hacia un rincón del jardín donde las flores estaban en plena floración, puesto a que la primavera se acercaba.
───── ¿Cuáles son esas? ───── preguntó Rhaella con ojos brillantes y llenos de curiosidad.
Rhea se agachó hasta quedar a la altura de su pequeña. La luz del sol iluminaba su cabello castaño mientras le explicaba cada flor del jardín. Sabía que cada pétalo tenía una historia que contar.
───── Estas son margaritas ───── dijo Rhea con una sonrisa cálida ─────. ¿No crees que son muy hermosas, cariño?
La niña asintió rápidamente, sus ojos iluminándose con alegría.
───── ¡Lindas! ───── exclamó Rhaella con una enorme sonrisa que iluminaba su rostro.
Con un gesto delicado, Rhea cortó una margarita y la colocó detrás de la oreja de su pequeña. Rhaella se sintió especial, como si llevara un tesoro en su cabello.
Sin embargo, en un instante inesperado, la niña corrió en otra dirección, sobresaltando a su madre.
───── ¡Ellie! ───── llamó por el apodo cariñoso que le había puesto a su madre mientras corría tras ella.
Ambas se detuvieron en seco al mismo tiempo. La pequeña Rhaella se miró a través de los cristales de una ventana cercana y comenzó a acomodar su cabellera ondulada frente al reflejo.
───── ¿Me veo bonita, mami? ───── preguntó con suavidad en su voz infantil.
Rhea soltó una carcajada llena de amor y se acercó rápidamente a abrazar a su hija. Se quedaron mirando juntas el reflejo en el cristal; el brillo en los ojos de Rhaella era inigualable.
───── Preciosa, mi niña. Siempre lo haces ───── le dijo Rhea con dulzura ───── Siempre luces encantadora.
───── Pero ahora más porque tengo una flor ───── respondió la pequeña con una sonrisa dulce que hacía latir más rápido el corazón de Rhea.
Rhea besó suavemente la mejilla de Rhaella y sintió cómo ese amor desbordante podía empalagarla a veces. Pero no podía evitarlo; amaba a esa niña con todo su corazón. Era lo más preciado en su vida y cada momento juntas era un regalo que atesoraría por siempre. En ese instante perfecto bajo el sol radiante del mediodía, ambas compartieron un vínculo especial que trascendía las palabras: el amor incondicional entre madre e hija.
Rhea de pronto estiró su mano para que su pequeña hija la tomara. La pequeña Rhaella no lo dudó y rápidamente tomó la mano de su madre, sintiendo la calidez que siempre la reconfortaba.
Rhea se levantó y comenzó a adentrarse en la fortaleza de la casa real. Rhaella miró curiosa a su madre, preguntándose qué aventura les esperaba.
───── ¿Hacia dónde vamos, mamá? ───── preguntó la niña, llena de curiosidad mientras caminaba junto a su madre, sus ojos brillando con expectación.
───── ¿Qué te parece prepararnos para ir a ver el atardecer? Es una buena idea, ¿no crees? ───── respondió Rhea, entusiasmada ante la perspectiva de compartir ese momento especial con su hija.
Rhaella comenzó a saltar de felicidad. Había algo mágico en el atardecer que siempre la llenaba de alegría. Si había algo que le encantaba además de pasar tiempo junto a su madre, era presenciar ese espectáculo natural. Recordó cómo anoche había disfrutado del amanecer con ella; esos momentos eran tesoros que guardaba en su corazón.
───── ¡Sí, sí! ───── exclamó Rhaella, dando pequeños brincos ─────. ¡Me encanta ver el atardecer!
Rhea sonrió al escucharla. Sabía lo mucho que significaban esos instantes para ambas.
───── Entonces vamos a prepararnos ───── dijo Rhea mientras guiaba a Rhaella hacia sus aposentos. ───── Primero un buen baño para relajarnos y después nos vestiremos bien para la ocasión.
Y así ambas caminaron hacia los aposentos de la mujer mayor, luego del baño presenciarían el mágico atardecer del día de hoy. Luego de eso cenarían juntas como siempre solían hacerlo.
RHEA Y RHAELLA CONTINUABAN SU paseo por el gran bosque, rodeadas de altos árboles que parecían susurrar secretos antiguos. El sol se filtraba a través de las hojas, creando un juego de luces y sombras en el suelo. Rhaella, con los ojos llenos de asombro, apuntaba a las aves que volaban en círculos, riendo cada vez que una de ellas se posaba cerca.
───── ¡Mira, mamá! ───── exclamó Rhaella, señalando un pequeño grupo de pájaros de colores brillantes que picoteaban en el suelo ───── ¿No son hermosos?
Rhea sonrió, sintiendo el calor del amor maternal en su pecho. No podía evitar mirar a su hija con ternura mientras mantenía el rumbo del caballo.
───── Sí, cariño, son preciosos. Pero recuerda, no debemos acercarnos demasiado ───── le advirtió con dulzura ───── Siempre hay que respetar a los animales y al ambiente.
De repente, un destello blanco apareció entre los árboles. Un caballo de pelaje resplandeciente se materializó ante ellas, montado por un ser encapuchado que parecía salido de un cuento oscuro. Rhea sintió un escalofrío recorrer su espalda; la madre protectora en ella se activó al instante.
───── ¡Detente! ───── gritó Rhea mientras frenaba con fuerza, su corazón latiendo desbocado ───── ¿Quién eres?
El encapuchado levantó la cabeza lentamente, revelando la distintiva melena plateada de Daemon Targaryen. Su mirada era penetrante y fría como el acero.
───── Oh, Rhea ───── dijo Daemon con una sonrisa burlona ───── Siempre tan dramática. Solo quería ver cómo te va como madre.
Rhea apretó los labios y se preparó para desenfundar su espada, pero antes de que pudiera hacerlo, notó cómo su hija se movía inquieta delante de ella.
───── ¡Mamá! ───── gritó Rhaella mientras perdía el equilibrio y caía del caballo.
El grito desgarrador de Rhea resonó en el aire mientras se giraba rápidamente hacia su hija. El caballo asustado comenzó a dar saltos y casi pisa a la pequeña.
───── ¡Rhaella! ───── rugió Rhea con desesperación, extendiendo una mano hacia ella.
Daemon saltó del caballo y se acercó a la niña caída. Con un gesto sorprendentemente gentil, la ayudó a levantarse antes de que Rhea pudiera llegar hasta ellas.
───── Gracias ───── dijo Rhaella con una mezcla de miedo y admiración mientras sonreía tímidamente al hombre que había aparecido como un espectro en su paseo.
Sin embargo, Daemon no mostró ninguna emoción en su rostro. En cambio, dirigió su mirada afilada hacia Rhea.
───── Debes decirle a tu madre que deje de ser tan idiota y se mantenga más atenta a ti ───── le dijo alzando una ceja despectiva mientras ayudaba a la niña a volver a subir al caballo de su madre.
Rhea lo miró con indignación.
───── Creí que nos robarías o algo peor ───── respondió ella con voz temblorosa pero desafiante ───── Y soy mejor madre de lo que crees...
Daemon soltó una risa seca y burlona.
───── Sí, claro... como no ───── replicó él con sarcasmo mientras subía ágilmente a su propio caballo blanco.
La tensión crecía entre ellos mientras Rhaella observaba sin comprender del todo la discusión entre ambos adultos.
───── Tu hija es... tan poco agraciada como tú. Que pena, una completa desgracia que no haya heredado mis rasgos ───── dijo Daemon con desprecio, sus palabras llenas de veneno.
La ira brotó en Rhea como un volcán en erupción, pero mantendría la calma no quería estallar frente a su hija.
───── Gracias al cielo es igual a mí y no horrorosa y mala persona como tú ───── respondió ella ferozmente, sin poder evitar que su voz temblara ligeramente por la rabia acumulada.
Daemon inclinó su cabeza hacia Rhaella y murmuró.
───── Tu madre es una loca, niña ───── su tono era bajo pero cargado de malicia ───── Cuando cumplas la mayoría de edad te darás cuenta que no te miento. Para entonces... acaba con ella lo antes posible ───── sus ojos brillaban con una oscuridad inquietante mientras relamía sus labios. ───── Te haces un favor a ti y me haces un favor a mí; te lo agradeceré si lo haces... apunta directo a su garganta.
Rhaella miraba horrorizada al hombre frente a ella; aunque las palabras le resultaban confusas e incomprensibles, el tono amenazante le llenaba el corazón de miedo.
Su mente infantil no podía procesar lo que estaba ocurriendo ni entender por qué ese extraño parecía conocerla tan bien. La angustia invadió su pecho mientras miraba entre Daemon y su madre, preguntándose si esa era realmente la aventura mágica que había imaginado al salir ese día al bosque.
───── Mira tan solo su cabello, Rhea, está súper mal cuidado. ───── criticó Daemon a la pequeña, quien de inmediato tocó su cabello ───── ¿Le enseñaste a hablar en Valyrio? no puede tener un dragón sin saber hablar. Seguramente que no se lo enseñaste, eres tan mala madre que poco te debe importar tu hija.
La sangre de Rhea se calentó completamente tras ese comentario, ¿como se atrevía? Como se atrevía a cuestionar su crianza si nunca había estado presente el para Rhaella. Eso la molesto.
───── ¡Daemon! No puedo creer que tengas la audacia de cuestionar cómo crío a nuestra hija. ───── guió a su caballo unos pasos más atrás, con su voz temblando de ira ───── ¿Acaso te has visto en el espejo? Nunca has estado presente para ella.
Daemon frunció el ceño, mirando hacia Rhea con desdén ───── ¿Y tú qué sabes de lo que he hecho o dejado de hacer? ───── se paso una mano por el cabello, impaciente ───── Siempre has estado demasiado ocupada en tus propios asuntos. No eres quien para criticarme.
La mujer alzó la voz algo que sorprendió a su hija asustándola por completo y guiándola a taparse los oídos ───── ¡Porque tú nunca estuviste ahí! Cada vez que nuestra hija necesitó un padre, tú desapareciste. Ella cada día me pregunta sobre su padre y siempre es la misma respuesta, "tu padre es un hombre estúpido, un canalla" esa es la respuesta que siempre le doy ───── los ojos de la mujer estaban llenos de ira. ───── ¿Cuántas veces has estado en su vida, realmente?
Daemon se cruzó de brazos ───── Ah, claro, porque tú eres la madre ejemplar, siempre ahí para guiarla. ───── rio con amargura el Targaryen ───── ¿O solo te importa cuando es conveniente para ti?
Pero Rhea lo miraba fijamente, con la cara roja de la rabia que sentía antes los comentarios de su marido, si así lo podía llamar.
───── No estoy aquí para hacer un concurso de quién es mejor padre o madre. Estoy aquí porque nuestra hija me ha pedido dar un paseo, si no te molesta puedes marcharte. ───── dio un paso más para alejarse, pero Daemon volvió a hablar a sus espaldas, invitándola a girarse nuevamente.
Daemon por su parte suspiró hondo y miró lleno de frustración hacia otro lado. ───── Siempre tirando la piedra y escondiendo la mano, Rhea. ───── su voz era esta vez más baja, y parecía más reflexiva ───── Cuando pariste a esta niña decías que podías sola, y ahora me ruegas para que esté presente en su infancia.
Rhea con resentimiento, levantó la mano como si intentara señalarlo ───── En ningún momento admití necesitarte Daemon, la edad te ha vuelto un poco sordo supongo. Además ¿como dejas a una niña sola mientras persigues tus propias ambiciones? ───── su voz ciertamente temblaba cuando lo último salió de su boca. ───── Ella necesita estabilidad, no un padre que aparece y desaparece como un fantasma.
───── Y tú crees que puedes ofrecerle eso con tu forma de vida errante y tus decisiones impulsivas. La estabilidad no es solo un concepto; se construye día a día, y tú tampoco eres un modelo a seguir. ───── dijo mirándola fijamente sin apartar ni un segundo la mirada de su esposa.
───── ¿Y qué sabes tú de ser madre? Has estado tan ocupado con tus propios deseos llenos de lujuria que no logras ver lo que realmente necesita Rhaella. ───── decía aumentado cada vez más su voz y gesticulado con sus manos.
───── Puede que tenga mis defectos, pero al menos yo tengo aspiraciones para ella. ───── paso la mano por su cara, exhalando lentamente. ───── No quiero que crezca en una burbuja llena de limitaciones y rodeada de tu estúpida familia.
───── ¿Aspiraciones? ¿Acaso eso es lo único que importa? ───── lo miró desesperada, dando un paso atrás como si doliera lo que decía. ───── Una madre también debe proteger a su hija de las influencias tóxicas, y tú eres una de ellas. Por qué no mejor te marchas con tus putas y nos dejas en paz.
Daemon con su furia controlada pero el rostro tenso hablo una vez más ───── Entonces, ¿qué sugieres? ¿Que me aleje por completo? Eso sería un error monumental. Ella necesita conocerme, aunque solo sea para entender quién es realmente.
Rhea suavizando un poco el tono y bajando la mirada hacia el suelo ───── Pero también necesita saber lo que significa tener amor incondicional y estabilidad emocional. ───── levantó sus ojos hacia él nuevamente ───── No puedes simplemente entrar y salir a tu antojo como si nada, tal vez hoy digas eso pero ya mañana tus planes han cambiado una vez más.
Con sus labios apretados, Daemon se rascaba su nuca con duda ───── Tal vez hay algo de verdad en lo que dices... Pero no puedo ser el villano en esta historia sin antes tener la oportunidad de demostrarlo.
Lady Rhea ya no quería lidiar con al presencia de Daemon, era un dolor de cabeza para ella. Era mentiroso, sabía que las palabras que soltaba eran totalmente artificiales. Hoy tal vez era empatico pero ya mañana volvía a ser un fantasma.
Rhea lo miraba fijamente con cierta determinación en sus ojos ───── Entonces empieza por estar presente. Deja atrás esa imagen del hombre poderoso y empieza a ser el padre que ella necesita. Solo así podrás opinar sobre su crianza. ───── avanzó con su caballo para salir de una vez por todas del bosque ───── Se maduró una vez en la vida... ───── dijo para marcharse a galope de su caballo con su niña, quien la miraba sorprendida.
Al caer la noche Rhaella se acomodó en la cama, sintiendo el peso de la noche sobre sus hombros. La habitación estaba iluminada por la tenue luz de una lámpara, proyectando sombras danzantes en las paredes. La pequeña Rhaella, envuelta en su manta favorita, parecía estar sumida en un mar de pensamientos.
───── Mami ───── comenzó a decir la niña, su voz era un susurro lleno de curiosidad ───── ¿por qué no te gusta ese hombre?
Rhea inhaló profundamente, preparándose para una respuesta que no quería dar. Miró a su hija, esos ojos grandes y expectantes que reflejaban tanto inocencia como sabiduría.
───── Es complicado, cariño ───── respondió con suavidad, eligiendo cuidadosamente cada palabra. ───── A veces las personas que parecen fuertes y valientes tienen mucho que ocultar. Es como un dragón que lanza fuego pero no sabe cómo controlar su propia llama.
Ella frunció el ceño, intentando comprender la metáfora.
───── Entonces, ¿él es un dragón malo? ───── preguntó con una mezcla de asombro y preocupación.
Rhea sonrió levemente ante la analogía de su hija, pero la tristeza en sus ojos no podía ocultarse.
───── En cierto modo, sí. Pero recuerda, amor ───── continuó, acariciando el cabello ondulado de la pequeña niña ───── No todos los dragones son malos. Algunos son protectores y cuidan a quienes aman. Tu mami es como esos dragones buenos; siempre estaré aquí para ti.
La pequeña asintió lentamente, procesando las palabras de su madre.
───── Pero a veces me gustaría tener un padre que viniera a jugar conmigo... como el tío con mi primo. ───── dejó caer la frase al aire con un suspiro resignado.
Rhea sintió un nudo en el estómago al escuchar esa declaración. Era una realidad que nunca podría cambiar del todo; la ausencia de un padre pesaba sobre ambas como una sombra persistente.
───── Lo sé, Ellie ───── respondió con ternura ───── Es natural desearlo. Pero quiero que sepas que eres increíble tal como eres y no necesitas a nadie más para ser feliz. Tienes todo mi amor y eso es lo más importante.
Rhaella sonrió tímidamente y se acercó más a su madre, buscando consuelo en su abrazo.
───── Gracias, mami. ───── murmuró mientras cerraba los ojos.
Rhea sintió una oleada de calor recorrer su corazón ante esas palabras. Besó la frente de su hija nuevamente y se quedó unos momentos en silencio, disfrutando del suave sonido de su respiración.
───── Buenas noches, mi pequeña ───── dijo al final, rompiendo el silencio con una voz suave como la brisa nocturna.
───── Buenas noches... mami... ───── respondió Rhaella antes de dejarse llevar por los brazos de Morfeo.
Mientras Rhea se acomodaba en la cama junto a su hija, reflexionó sobre lo que había dicho. Aunque el futuro era incierto y estaba teñido por las sombras del pasado, había algo reconfortante en saber que siempre tendrían una a la otra para enfrentar cualquier tempestad.
La noche avanzaba lentamente y el mundo exterior parecía desvanecerse mientras ambas soñaban.
LA LUZ DEL SOL SE FILTRABA A TRAVÉS de las cortinas de la habitación, creando un suave resplandor dorado que iluminaba el rostro de Rhaella. A pesar de su enfermedad, la pequeña mantenía una chispa en sus ojos, una mezcla de curiosidad y alegría que desafiaba la debilidad de su cuerpo.
Mientras su madre se preparaba para salir, el aire estaba impregnado con el aroma a hierbas medicinales que los maestres habían dejado tras su visita. Rhaella observaba cada movimiento de su madre con atención, admirando la forma en que su cabello brillaba como hilos marrones bajo la luz.
───── Prometo que volveré con algo especial ───── le aseguró la madre, sintiendo un nudo en el estómago al ver a su hija tan vulnerable. La cama estaba adornada con suaves mantas que parecían abrazar a Rhaella mientras ella se acomodaba entre ellas, tratando de encontrar calor y seguridad.
La pequeña soltó la mano de su madre con suavidad, pero sus ojos seguían fijos en ella, como si cada segundo contara. La petición de Rhaella resonó en el aire como un canto esperanzador: una flor. Era un deseo sencillo, pero cargado de significado.
Para Rhaella, una flor no solo era una planta; representaba la vida que brotaba más allá de las paredes del castillo, un recordatorio de que la primavera siempre regresaría, incluso después del frío invierno.
───── ¿Y si traes dos? ───── preguntó Rhaella con un brillo travieso en sus ojos. ───── Una para ti y otra para mí.
La madre sonrió ante la ocurrencia de su hija y asintió con entusiasmo. La idea le alegró el corazón y le dio fuerzas para salir al frío exterior en busca del maestre. Mientras se dirigía hacia la puerta, se giró una última vez para mirar a su pequeña.
───── Lo prometido es deuda, Ellie. Dos flores serán, y mejor aún... serán las más lindas del valle ───── respondió observando a su niña con ternura.
Antes de marcharse, se inclinó para besar a su niña, un gesto que parecía contener todo el cariño del mundo, depositando aquel beso suave en la frente de Rhaella como un pequeño ritual de protección.
Rhaella finalmente se quedó sola en la habitación, rodeada por el silencio reconfortante que solía conocer tan bien. Aunque el resfriado había hecho mella en su energía, su mente viajaba a lugares llenos de colores vibrantes y aromas dulces. En su corazón sabía que pronto volvería a estar jugando en los jardines, persiguiendo mariposas y riendo con otras niñas.
Mientras tanto, fuera del castillo, los árboles comenzaban a vestir sus hojas con tonos verdosos; la primavera estaba llegando y cada día traía consigo nuevas promesas.
Con el corazón apesadumbrado pero decidido, Lady Rhea emprendió su viaje. Montada sobre su corcel, llevaba consigo no solo una flecha junto a su arco y una espada, sino también la pesada carga de la preocupación constante por la salud de su hija.
Cada paso que daba resonaba con el eco de sus pensamientos: ¿estaría bien Rhaella? Esa pregunta se repetía en su mente como un mantra mientras atravesaba paisajes conocidos y desconocidos, siempre con la esperanza de encontrar a un maestre que pudiera ayudar.
Sin embargo, el destino tenía otros planes. Lo que había sido un momento cargado de amor y despedida se tornaría en un giro inesperado y trágico. La imagen de Rhea despidiéndose de su hija se grababa en su memoria como un último adiós que pesaba en el aire.
Mientras avanzaba, una sombra oscura se cernía sobre su camino: Daemon Targaryen, cuya llegada era tan inoportuna como devastadora. Su presencia traía consigo una sensación de maldad y desgracia que impregnaba el ambiente.
Daemon no era solo un hombre; era un símbolo del caos y la ambición desmedida. Su andar seguro y arrogante hacía temblar las hojas de los árboles a su paso, como si incluso la naturaleza misma temiera lo que podría desatarse a continuación.
La vida tranquila y ordenada de los Royce se vería irremediablemente alterada por la llegada del Targaryen, cuyas intenciones eran tan oscuras como la tormenta que comenzaba a formarse en el horizonte.
Rhea murió aquel día, aquel día donde Daemon se cruzó en su camino, esperanzada de ver sana a su hija, no pudo verla correr nunca más. Porque para ella el destino tenía otros planes, los cuales eran morir a manos de su esposo, el príncipe canalla.
AUTHORS NOTE
¡AQUI EL PRIMERO! 🔥
hice más que nada este "capítulo" más que nada para que se den una idea de la unión de madre e hija entre Rhea y Rhaella, y lo cuán devastador sería su muerte para la vida de la Rhaella y su futuro odio rotundo que se siente hacia el príncipe Daemon.
Digamos NO a los lectores fantasmas‼️
ESPERO CONTAR CON SUS VOTOS Y COMENTARIOS!
De antemano agradezco su lectura 💕
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