▬▬ ་ Prólogo ݁ ٬٬


( BORN TO DIE )

00. prólogo 
written by eunice

Aire, lluvia, polvo, y smog.

El ruido miraba a Camille como su próxima presa, la ciudad de México era el gran monstruo metropolitano del país, y ahora había una sobreviviente más a este lugar, el extraño olor a incertidumbre se colaba en los pensamientos de aquella extranjera de tez pálida. Tejiendo uno a uno todas las probabilidades de iniciar una nueva vida en la ciudad.

Aquella adolescente se podía considerar una provinciana, estaba acostumbrada a la vida, algo tranquila, de Chiapas. Omitiendo el reciente caso de rebeliones realizadas por campesinos, se podría decir que vivía una vida plena en aquel pueblo cercano a Tuxtla. Su madre nunca fue fan de aquella vida provinciana, pero era lo único que le quedaba después de la muerte de su marido.

Camille a la corta edad de cuatro años sufrió la pérdida más grande que para un niño puede existir, a pesar de su corta memoria, los recuerdos con su padre nunca fueron nublados, al contrario, recordaba cada segundo como el olor a un pan recién salido del horno.

Y así fue como atesoró cada recuerdo en aquella casa rodeada de montañas y vivos colores, en la que su padre soñó en volver algún día, pero solo pudo regresar en cenizas.

Juan Ramírez era el hijo de un matrimonio originario de Chiapas, quien en busca de una mejor economía decidió emigrar a Estados Unidos, donde nació él tomando la nacionalidad americana para poder ayudar a sus padres y que estos volvieran a su país natal sin temor a ser deportados, pues él sería el nuevo sustento para ellos, ahí fue donde también conoció a su esposa, Desirée Dupont.

Desirée sufrió a los diecinueve años ver como su padre se iba a servir al ejército una vez más en contra de Vietnam. La familia sabía que no podría estar segura en un país tan frágil como Francia después de los ataques que las colonias francesas ocasionaron, se mudaron a América para poder sentirse seguros que la guerra contra dicho país fuera un éxito y sentirse seguros. Y así fue como en inicio de los años setenta, ambos congeniaron, ambos vivían en el mismo barrio en la ciudad de Dallas así que no fue difícil coincidir, en pocos meses de haberse conocido decidieron casarse, en un año después de casados, nació su primera y única hija, Camille.

Al momento que ella nació, la vida para Juan se iluminó y olvidó un momento que en la vida existían problemas, era como tener un pedazo de sol que iluminara su vida, pero para la desgracia de el hombre, nunca pudo cumplir los sueños de un padre y lo que anhela ser para sus hijos, ver a su hija en una quinceañera, verla graduarse de una universidad, y entregarla en el altar.

Apenas en el primer año de vida de su hija, le detectaron un aneurisma cerebral, que en cualquier momento podría ocasionar un derrame cerebral y terminar con la vida del hombre. Eso no fue impedimento para disfrutar sus momentos con su hija, era feliz, ante todo, hasta que el temido día llegó, después de un fuerte dolor de migraña, el hombre que juró amor eterno a su hija, se desvaneció y su último suspiro fue dado recordando aquella promesa.

Para Desirée fue como el golpe recibido por un león, rasguñando cada fragmento del cuerpo dejando heridas que a lo largo no sanarán, pero al final serán devorados. Con el poco dinero que tenía se fue a México donde sus suegros las esperaban pues ero lo único que quedaba de su hijo. La perspectiva que Camille iba formando en Estados Unidos, fue borrada por completo por un dónde veía la injusticia que se vivía cada día en México, aborrecía por completo como su madre, quien era una mujer amorosa, se volvió en una mujer atada a la amargura y sin ganas de querer soltarla, solía expresarse de las personas con comentarios tan clasistas y crueles.

Lo único que la consolaba era el refugio que encontraba en sus abuelos paternos, pero como si una maldición fuera que, cada que encontraba algo que amar se le fuera arrebatado, vivió una vez más la visita de la muerte, su abuela Constanza murió de tuberculosis y su abuelo de un paro cardíaco.

Una vez más, Camille se sintió desprotegida, y ni hablar de la insensibilidad que tuvo su madre en el momento, vendiendo los bienes de la familia de su esposo para huir de aquel pueblo.


( . . . )

D.F. México, 1992

—¿Nerviosa?

Camille jugaba con la correa de su mochila algo tensa por adaptarse a aquella escuela, no era lo que acostumbraba, en el pueblo solo había un salón a lo mucho con quince alumnos, y aquí sentía que convivía con el estado completo.

—Estábamos bien en la casa de los abuelos, no entiendo por qué la vendiste. —murmuro con desagrado sin mirarla. — Mamá, yo no quería estar acá.

Desirée se acomodo las gafas para suspirar mientras reposaba sus manos en el volante, era la duodécima explicación en el día que le daba, y eso que apenas eran las ocho de la mañana.

—Entiende, ahí no progresaras, solo hay pobreza y problemas. Aquí te abrirán las puertas a una vida académica que todos desean, mon chérie.

La mujer le miro tratando de formar una sonrisa en la que reflejara su paciencia, pero era imposible, y Camille lo notó. No insistió en el tema, así que solo asintió para abrir la puerta del coche y bajarse para caminar a la entrada, apenas cerró la puerta, su madre arrancó alejándose, acto que hizo que ella frunciera los labios en situación de vergüenza, sabía como era su madre con ella, y con esto no cambiaría, ni porque cediera a todos sus caprichos, como el que su hija estudiara medicina.

Se adentró a la escuela algo extrañada, a la defensiva, pues la mayoría se conocía, pero ella era una extraña ahí, o como dijera su abuelo, un negrito en el arroz. Observaba todo con miedo y analizando como poder articular siquiera una palabra para presentarse.

De un momento a otro un fuerte movimiento de un cuerpo extraño la hizo caer, pero antes de siquiera sus rodillas se cayeran sobre el asfalto, un brazo sujetó su cintura impidiendo que cayera.

—¿Te hiciste daño?

La voz masculina de un joven era quién cuestiono mientras la ayudaba a ponerse de pie, Camille tartamudeo para poder responder, pero solo asintió con la cabeza.

—Perdona, caminé y choqué al pensar que eras una especie de ángel. —excuso con un notorio tono de coqueteo. — Alex, un gusto.

Ella suspiro al ver que ofrecía su mano, ella no acostumbra a ser grosera por lo que la aceptó, pero el joven en un rápido movimiento deposito un beso sobre el dorso de su mano.

—Camille. —respondió con incomodidad alejando su mano, no iba a negar que era atractivo, pero no era el tipo con el que se lidiaría.

—Lindo nombre, es variante de Camila... ¿cierto? —cuestionó y ella aceptó— Y bien, para dónde te diriges, nunca te había visto, una cara tan linda es difícil de olvidar.

Ella suspiro y asintió.

—Mi madre y yo nos mudamos apenas, es mi primer año en la preparatoria.

—Que casualidad, el mío también.

Con un tono de emoción sonrío hacia la chica, ella apenas iba a preguntar en donde se encontraba el salón, pero un chico más alto que él llegó dejando suaves golpes en su hombro lanzándole una sonrisa cómplice.

—Bueno Cami, eh, nos vemos en el salón. —se despidió guiñándole el ojo avanzando junto con su acompañante comenzando a soltar risas de burla algo discretas.

Sin mucho esfuerzo logro llegar a su salón, era el primero de la planta baja y había un letrero sobre el marco de la puerta, el cual fue arrancado minutos después por sus compañeros, y comenzaban a lanzarlo entre ellos.

El chico que encontró en la entrada y quien no dudo que hizo a propósito que ella casi se cayera, estaba sentado sobre un tumulto de bancas en medio del salón, acompañado del mismo chico, y de algunos otros con cara de ser poco listos.

Tomo asiento a lado de una chica de cabello azabache quien estaba concentrada escribiendo acompañada de su walkman, tenía cara de pocos amigos así que decidió no dirigirle la palabra, además que estaba tan centrada en su escritura que no decidió interrumpirla.

El ruido y estrés que vivía en ese momento lo comparaba cada mañana que iba al gallinero a recoger los huevos y estas se alborotaban, pero ella sin duda prefería a las gallinas antes que a esos adolescentes.

Para su suerte llegó la maestra que hizo que poco a poco se apaciguara el ruido, como de costumbre, hizo su presentación, identificándose como su profesora de biología, quien era una mujer algo mayor, pero prometía lo mejor de sí.

—Bueno, una vez dejado claro las formas de evaluar, tenemos tiempo para presentarnos. —anunció viendo su reloj de mano tomando asiento— Empecemos... —achicó los ojos buscando a algún prospecto, la mayoría solo se encogió en su asiento— Contigo, nena. Tu nombre y de dónde vienes.

Camille miró a sus alrededores para asegurarse si era a ella quien señaló, la maestra asintió una vez más. Ella suspiro parándose de su asiento con duda acomodando el mechón de su cabello que le molestaba en el rostro.

—Soy Camille Ramírez Dupont, tengo, hum, 15 años, vengo de una telesecundaria de Tuxtla Gutiérrez, en Chiapas. —dijo una vez más calmada con una sonrisa.

—¿Y por qué eres güera? —escuchó un comentario a lo lejos, que provocó una ola de risas en su salón.

—Sh sh, silencio. —la docente se levantó de su asiento e hizo resonar su metro de madera sobre la mesa. — Les pido que sean respetuosos entre ustedes, no hay motivo de burla —regañó una vez el grupo se calló volviendo a tomar asiento. — Prosigue Camilita.

Camille se mordió el labio inferior y negó, iba quizás a corregir a la profesora que su nombre se pronunciaba Camille, pero, después de escuchar y al no entender el comentario de su compañero, y que a la vez no quería saberlo, se reservó.

—Es todo, supongo que habrá tiempo para conocernos. —declaró para tomar asiento de nuevo en su pupitre.

Ahora sabía que la ciudad de México no era lo peor, lo peor era sobrevivir a la prepa.

( . . . )

D.F. México, 1993

Un nuevo año escolar iniciaba, y muestra de eso era el uniforme planchado que reposaba en el espaldar de la silla del tocador de Camille que Susana, su empleada, había dejado la noche anterior.

Ella con pereza se levantó, había disfrutado tanto las vacaciones que no quería volver más a ese lugar, después de su primer día, solo fue objeto de burlas, era mejor conocida como "Camila la asustada" porque siempre solía asustarse con cada ruido mínimo y por ni siquiera poder entablar una oración sin trabarse para empezar una amistad, pero ella sintió que ese verano fue distinto, el irse a un campamento a Francia pagado por parte de sus abuelos maternos le hizo abrirse más y ser segura de si misma, pero eso no quitaba aborrecer la idea de volver a clases.

Tomo su bata de baño para ir y bañarse y tratar de quitarse el sueño, consecuencia de desvelarse por estar leyendo Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez hasta casi las tres de la mañana.

Después de bañarse y ponerse el uniforme bajó para desayunar, su madre estaba sentada viendo el periódico mientras, que, entre sus dedos posaba un cigarrillo casi a la mitad, Susana dejaba el desayuno en ambos lugares para retirarse.

—Buenos días. —saludo tomando asiento y dando un sorbo a su licuado de plátano.

Su madre solo se limitó en suspirar como respuesta, dobló el periódico a la mitad para enfocarlo en una parte y mostrarle a su hija.

—Mira, es la lista de los estudiantes que aprobaron para un lugar de medicina para la UNAM.

Y otra vez la burra al trigo.

—Interesante. —contestó indiferente dando una mordida a su pan de concha.

—Esto es serio, Camille, estás a un año de presentar ese examen, debes de estar estudiando. Es por eso que me alegro que no tengas amigos, menos distracciones.

Camille suspiro, y terminó apenas su licuado para levantarse e ir a lavarse los dientes, sabía que no había poder humano par que su madre cambiara de opinión conforme a la vocación de su hija. Salió del baño y tomó su mochila que estaba sobre el sofá y salió de su casa para esperar a Francisco, la pareja de su madre, quién se comprometió a llevar y traer a la hija de su pareja, debido a que el hombre también tenía una hija que iniciaba la preparatoria en dicha escuela.

Ella no se despidió de su madre, casi no lo hacía ya, parece que su madre aun la despreciaba después de tantos años de lo ocurrido.

El hombre llegó y paro su coche a un lado de la calle, Camille saludó y se subió al asiento trasero. A pesar de las insistentes preguntas de Francisco en el camino, no logró entablar una conversación con su próxima hijastra, incómodo del ambiente, optó por prender la radio la cual reproducía "Buenos días señor sol" de Juan Gabriel. El camino a la escuela no fue largo, y en eso la hija de Francisco agradeció, no le gustaba la idea de convivir con la hija de la novia de su padre.

—Adiós, Marisol, que... te vaya bien.

Apenas el coche se estacionó la menor bajo corriendo del automóvil, sin ganas de despedirse de su padre, aún estaba molesta por tomar la decisión de llevar a Camille. Ella, al contrario de Marisol, se despidió y agradeció la atención y el gesto, eso hizo que Francisco se alegrara un poco, puesto que desde que se divorció y que él haya ganado la custodia, para su hija fue muy difícil separarse de su madre y no se ha portado del todo bien con él.

Camille entró de nuevo a aquella escuela que aborrecía, y que ahora, a comparación de hace un año, no se sentía del todo extraña, la escuela ya la conocían, por ser tan asustadiza como un cachorro y torpe como un oso pando.

De lejos observaba cada esquina examinando a sus compañeros, no veía caras nuevas, más que los de primer año. Esta vez, decidió llegar temprano a su salón para ganarse asientos en la parte de atrás y evitar nuevamente accidentes.

Cuando entro a su salón miro de nuevo al grupo de los populares del salón hablar como si fuera un programa de chismes, Erick y Benny estaban al lado de Diego, el cuál estaba sentado, y sobre sus piernas estaba Mariana, su novia, y también su mejor amigo, Alex quien imitaba su acción con su novia respectivamente.

Después de aquel intento de ligar del año pasado, se enteró que solo fue un reto por parte de su amigo Diego, el cuál se le hizo gracioso que su amigo fuera e ilusionara a la primera chica que vieran.

Después de presenciarlos, se sentó en la banca que encontró en la esquina contraria a donde estaba el grupito, espero mucho hasta que llegara su profesor, era horrible tener algebra un lunes a primera hora.

Apenas estaban sacando sus cuadernos cuando el director interrumpió la clase acompañado de un compañero nuevo para ellos.

—Buen día, mi querida comunidad estudiantil —anunció como presentador de televisa. — Como saben, el compromiso de la preparatoria, héroes de la revolución, es brindar la mejor educación de la ciudad, y por ello, se unió en el programa de ofrecer una beca a estudiantes de escasos recursos.

La mano el director reposaba sobre el hombro del chico, un joven alto, de tez morena y cabello negro.

—Es un... honor, tener con nosotros a este joven, eh, originario de Oaxaca, demostrando que no importa de donde venga, siempre sale uno adelante, sí. —su tono de voz era sutil, como si cuidara cada palabra que fuera a decir para no regarla. — Bienvenido muchacho, puedes, tomar asiento.

El nuevo agradeció ofreciendo su mano el cual el director estrecho con incomodidad disfrazada de entusiasmo.

—Al menos este si parece indígena. —se burló Benny, el cual solo su grupito y Camille al estar cerca pudo oír.

Y sin sorpresa, el grupito se rio disimuladamente.

Maldita sociedad mexicana.

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No saben lo que esta pasando ahorita, son casi las dos de la mañana y estaba sin poder dormir por poder concluir el prólogo, perdón si es muy largo pero mi inspiración esta a todo lo que da.

No sé ustedes, pero el director siempre me dio vibes de ser clasista. Recuerden que lo que escribo no es porque apoye dichos pensamientos y tampoco debe ser normalizado.

Espero les haya gustado la introducción y perdón si se fue una falta de ortografía, luego Word me las cambia y me las marca correctas, y sin más, gracias por llegar hasta acá.

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