━ 009 : the dragon and the girl
𝘰𝘰𝘰 ┊ ﹟ 𝗕𝗢𝗥𝗡 𝗧𝗢 𝗗𝗜𝗘 ࿐ྂ
↯ CAPÍTULO NUEVE
▬ ❛ el dragón y la niña ❜ ▬
[+130 votos y +90 comentarios
para el capítulo 010]
❛ Lady Dhaenessa y Daemon
Targaryen fueron juntos un
completo tormento para los
verdes durante la Danza de
los Dragones. El príncipe
canalla le enseño muchas
cosas a su querida hijastra
desde el día uno hasta la
última vez que se vieron,
Dhaenessa siendo el
prototipo de hija que
Daemon siempre deseo,
porque de algún modo,
podía verse reflejado en
los orbes amatistas de
el diamante del reino ❜
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Dhaenessa no terminaba de entender la forma tan horrible con la que aquel al que llamaban "el extraño" trabaja, ni que deuda le debía a él para que en un corto periodo de tiempo se llevase a su par de figuras paternas, a los dos de formas espantosas. No sabía si ese dolor de la pérdida se iría algún día, y al menos por ahora, sentía que jamás se esfumaría.
Todo había sido muy rápido.
Apenas habían pasado algunas cuantas semanas después de la muerte de Lady Laena y todo el asunto del robo de Vhagar.
Ella volvía de un paseo con Rhaena y Baela cuando los gritos de su abuela se escucharon por todo el castillo. Al principio se alarmó, creyó que ella se encontraba en peligro por lo que no dudó en correr hasta el gran salón, en donde por segunda vez en las últimas semanas, sintió que su corazón volvía a romperse.
Era una escena perturbadora, una que jamás se borraría de su mente. Apenas y la notaron ahí, Corlys no lo pensó ni dos veces antes de tomarla en brazos y alejarla de ahí en contra de todas las peticiones que Dhaenessa le hacía, implorándole que la dejara ir hacia su padre, con los gritos repletos de dolor que la reina que no fue soltaba, aclamando a los cuatro vientos la muerte de su último hijo, Laenor Velaryon.
Corlys impidió que Dhaenessa se acercara a lo que alguna vez había sido su hijo (que ahora se hallaba calcinado de la cintura para arriba) hasta que el resto de la familia hizo acto de presencia, ahogando gritos repletos de sorpresa ante la escena. Jacaerys fue el primero en avanzar hacia ella, buscando sacarla del sitio, pero no tuvo éxito: no fue hasta que Daemon Targaryen tomó el lugar de Corlys, sujetándola en brazos, que la convenció en alejarla de ahí hacia sus aposentos para que pudiese descansar, aunque Nessa no pudo pegar el ojo en toda la noche. No podía, en realidad, porque cada vez que lo hacía, veía a Laenor Velaryon deforme.
¿Por qué la dejaba a su suerte, cuando ella lo necesitaba más que a nadie en el mundo?
Ahora, que Nessa vestía de negro y su pelo yacía completamente suelto, con el viento manejándolo, observaba de forma fija el ataúd que pendía de dos sogas, con los ojos enrojecidos y una de sus manos entrelazada con la de la Serpiente Marina, quien no la soltó en ningún momento desde que el cuerpo fue hallado en la chimenea.
No tenía cabeza para escuchar todas las palabras que Vaemond tenía para decir, así que simplemente se limitó a mirar el resto del acto, donde al final, lo que restaba de su padre se arrojaba al mar, al lado de su hermana.
La gente noble que se había reunido de nuevo para el funeral le dieron su pésame, uno que Dhaenessa siquiera se molestó en escuchar: nuevamente vio a los hermanos de su madre, pero no tenía energía para mirar mal a los dos varones, no cuando sentía que al fin habían derrumbado a su cabeza.
—Me mentiste —exclamó Nessa, una vez encontró una forma de alejarse de las miradas de lastima que solamente la perturbaban más. Finalmente había corrido hasta el mar, donde dejó salir nuevamente sus lágrimas, pateando el agua salada con enojo—. ¡Dijiste que no me ibas a abandonar! ¡Que ibas a estar conmigo, cuidándome de todos y todo...!
Sollozo, dejándose caer sobre la arena húmeda, sin importarle mucho el gran vestido que llevaba puesto. Lo odiaba, odiaba el hecho de que ahora no tenía a los dos hombres que más amaba en todo el mundo, quienes la dejaron en menos de una luna, odiaba que no los podría ver de nuevo, odiaba que no se pudo despedir de ninguno ni decirles cuanto los amaba.
Oculto su rostro entre sus piernas, soltando sonidos de dolor absoluto. No tenía a quien culpar ahora, pues ninguno de sus familiares quisieron compartir con ella como fue que su padre cayó en aquella chimenea: y a pesar de sus esfuerzos por descubrir algo, no logró mucho. Solamente se percató de la repentina ausencia de Ser Qarl, a quien rara vez veía sin su padre y viceversa; Nessa intuyo que debía haberse ido lejos para lidiar la pérdida por si solo.
Las olas del mar no tardaron en llegar hasta ella, salpicándola y sacándola de sus confusos pensamientos.
—¿Por qué me preparaste para todo, excepto para tu partida? —murmuró ella, alzando ligeramente su vista; al parecer el cielo comprendía su dolor, pues éste tenía colores tristes que no hacían nada más que deprimir más a la princesa—. ¿Qué voy a hacer sin ti cuando te necesite, papá?
Perder a Ser Harwin Strong había sido un golpe duro, pero perder a Laenor... al igual que con el primero, no tenía palabras para describir el sufrimiento por el que estaba pasando, pero dolía, y dudaba que aquellas dos grietas que sus partidas dejaban en su corazón fuesen a sanar.
Soltó nuevamente un pequeño grito de enojo antes de volver a llorar con más intensidad. No sabía si podía ser normal sentir tantas emociones en un solo día, pero sin duda no era algo que se sintiese sano.
—Te...
Las palabras de la Princesa fueron interrumpidas por el rugido de un dragón, uno que ella conocía como la palma de su mano, pues no en vano había estado en su lomo innumerables veces. Se puso recta tan pronto sintió como el suelo debajo de ella temblaba ante un impacto repentino: miró a su lado y casi sintió un pequeño escalofrío al ver como Bruma la miraba de forma fija, soltando gruñidos y ruidos que alarmarían a cualquiera que estuviese ahí... aunque no fue el caso de Nessa, quien solo le retuvo la mirada unos momentos antes de volver a sentir su labio inferior temblar antes de volver a llorar.
La bestia de escamas grisáceas no dejó de rugir, manteniendo sus orbes amarillos en la pequeña figura de la princesa, que era rodeada por una aura triste y desolada.
—Ziry iksos daor longer kesīr (él ya no está aquí) —espetó, quebrada, sin despegar sus amatistas y hinchados ojos de las olas que rompían ante sus pies—. Ao sagon dāez, Seasmoke, jikagon qrīdrughagon (eres libre, Bruma. Veté)
El dragón rugió de tal forma que la cabeza de la Princesa dio vueltas de forma ensordecedora; Nessa intuyó que la falta de alimento ya la estaba afectando. Una vez estuvo de nuevo con la cabeza firme no dudó en echar un vistazo sobre su hombro, sintiendo como su garganta se secaba cuando al voltear se vio cara a cara con el hocico del imponente Bruma, quien soltaba todavía gruñidos bajitos en dirección suya.
Dhaenessa quiso gritar. Pararse de un salto y salir corriendo, pues aunque lo conociera desde que su padre la subió junto con él para sobrevolar los cielos, debía admitir que sus orbes amarillas le imponían bastante, pero algo se lo impidió: su cerebro no respondía sus órdenes, tampoco sus piernas, que se quedaban quietas contra la arena. Su respiración se aceleró apenas y vio los filosos dientes que Bruma poseía; casi sintió que su corazón se detenía poco a poco después de ver como la lumbre brillaba dentro del esófago de la gran bestia.
—Lykirī, Seasmoke (tranquilo, Bruma) —Nessa intentó sonar lo suficientemente fuerte, pero no sabía si lo consiguió: el dragón le mostraba los dientes todavía de forma amenazadora—. Lykirī... (tranquilo).
Alargo tímidamente su mano hacia el dragón, quien bufó y se alejó, sacándole a Dhaenessa un ligero salto por el susto. El humo hirviendo de Bruma golpeó el rostro de Nessa, la cual entrecerró los ojos por el ardor que atravesó a estos.
—Bruma... soy yo —murmuró ella, relamiéndose los labios, tensa: miró hacia donde se llevaba a cabo todavía el velorio de su padre, pero nadie le estaba prestando mucha atención en esos momentos, no había rastros de sus abuelos, madre, hermanos o primos: nuevamente el dragón rugió, haciendo que la atención de la castaña volviese a él—. Ay, dioses.
Jadeo tras ver como una vez más el hocico de Bruma volvía a acercarse hasta el suyo, quedando a la altura de ella. Nessa cerró los ojos por instinto, creyendo que si no veía, no sentiría el momento en que Bruma la hiciese reunirse con sus dos padres en el paraíso.
Uno, dos, tres se hundía pasaron y la castaña seguía respirando, sin un solo rasguño. Inquieta abrió los ojos, muy confundida: al hacerlo sintió que su corazón se calentaba al ver como el imponente dragón se recostó justo a su lado, con la cabeza prácticamente sobre sus piernas, mientras cerraba los ojos y soltaba sonidos lastimeros que Dhaenessa pronto reconoció: eran lamentos.
La Princesa sorbió su nariz con una ligera sonrisa ladina, mientras que sentía sus ojos aguarse una vez más.
Sin pensarlo colocó una mano sobre la cabeza escamosa del dragón, quien no hizo ningún solo movimiento: Danny tomó aquello como un incentivo para seguir, ya con el permiso de Bruma.
—Īlon jāhor sagon sȳz (todo estará bien) —murmuró la de ojos amatistas, sin saber si aquello era para Bruma o para ella—. Īlon jāhor overcome ziry, yn īlon jāhor dōrī forget (lo vamos a superar pero jamás olvidar). Nyke kivio, kepa (lo prometo, papá).
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El regreso a Rocadragón resultó más difícil de lo que Nessa creyó. Al inicio, pensó que lo mejor era partir hacia su nuevo hogar para así huir de aquellos recuerdos que la sofocaban mientras más tiempo se hallaba enfrascada en ese castillo repleto del olor a mar y de recuerdos que aún dolían. Después, en cuanto se despidió de sus abuelos y se trepó en el barco que los guiaría hasta su destino, sintió que dejaba algo muy importante atrás; no logró evitar creer que se trataba de su padre y consigo el resto de recuerdos que tuvo a su lado.
El camino no fue tan largo, aunque a la Princesa así le pareció. Le gustaba el agua, pero prefería el volar: así no pensaba mucho y se distraía con las nubes o cualquier otra cosa. No supo porque su madre no quiso sobrevolar el barco con Syrax, pero al ver que el dragón grisáceo la seguía intuyó que era lo que ocurría.
Bruma iba a quedarse con ellos, quizá en la Guarida de los Dragones debajo del castillo que pertenecía a su madre, creciendo como un dragón solitario y salvaje, como Ala de Plata y Vermithor lo hacían. Quizá serviría para algún futuro.
—Creí que ibas a vomitar —musitó en voz baja la castaña, mirando de forma fija el azulado mar, golpeando contra la madera del barco. Miró de reojo a Jacaerys, quien era el que estaba a su lado—. Estabas verde hace menos de lo que calculo fue una hora o dos.
—Ya lo hice —Jace sonrió, recargando sus antebrazos en la barda de madera—. Fue asqueroso.
—No necesito detalles —bramo Nessa, arrugando su nariz con disgusto—. ¿Y Luke donde está?
—Mamá lo acostó junto a Joffrey —el de ojos castaños suspiró—. Ha estado muy triste.
—Como todos —Nessa se encogió de hombros, con una mueca en los labios—. El ambiente ha sido muy lúgubre en los últimos días.
Había dejado de llorar horas después de estar en la playa con Bruma, pues alguno de los guardias bajó a decirle que su madre la buscaba para cenar. Cuando este la dejo sola de nuevo, no hizo nada más que despedirse de su padre, jurándole amarlo y recordarlo el resto de su vida. Después, subió al castillo, dejando atrás el mar, el cual extrañamente se había llevado todo su dolor.
—Lucerys entiende muy bien todo lo que conlleva la muerte —continuó la Princesa, mirando brevemente a Jace—. Me lo dijo el otro día: no quiere ser el Señor de las Mareas si eso significa que muchos ya no estén en este plano.
—¿Y qué le dijiste?
—Lo inevitable que es la muerte —los ojos amatistas de Nessa miraron como el sol comenzaba a ocultarse—. Sigue sin ser claro para mi la forma en que trabaja el extraño cuando de recoger gente se trata.
—No tiene mucha lógica tampoco, princesa —Jacaerys la miró, y ella pocos segundos después también lo miró a él—. Madre me ha explicado que solo sucede. Cuando tu tiempo llega, suele ser, como tú dijiste, algo inevitable.
—Debe haber algo más atrás —siguió la de cabellos rizados—. ¿Qué pasa si las muertes son producto del mismo humano?
—¿De que hablas, Danny?
—Cuando hay guerras, los humanos son los que guían a las personas hasta el extraño, no es él quien las recoge por su voluntad —Nessa suspiró—. Solos son ideas, Jace, no me tomes mucha importancia.
—Quizá tienes razón —la detuvo él—. ¿Qué pasaría si el extraño sólo es un invento y en realidad solo se refiere a algún ser humano?
—Creo que ya estoy echando a perder tus creencias —bromeó la castaña—. Yo solo... estoy divagando. En estos últimos días es lo único que suelo hacer.
Dhaenessa había encontrado dentro de sus pensamientos un rescate para su realidad. Pensar escenarios e ideas fuera de sus posibilidades resultaban refrescantes, así dejaba de lado a sus dos padres por al menos unas horas.
Jacaerys le sonrió, tomando la mano de su hermana con cuidado. Habían estado separados los últimos días, no por decisión propia, sino porque ella había decidido estar las 24 horas del día junto a la Princesa Rhaenys, pues no tenía el corazón para dejarla sola en sus aposentos mientras que su abuelo permanecía en sus asuntos referentes a Marcaderiva; Dhaenessa supo que esa fue la forma que Lord Corlys encontró para sobrellevar su duelo. No la cuestionó, pero creyó que permanecer lejos de la última persona que te quedaba como tal no era una buena forma de superar el dolor que genera una pérdida.
—Todo cambió muy rápido —musitó Nessa, en tono lastimero, observando el cielo con curiosidad, pues escuchó un rugido externo a Syrax o Bruma—. ¿Honestamente? Se siento como un sueño.
—Perdimos a Harwin y a papá —los ojos amatistas de la Princesa cayeron sobre Jacaerys, quien acariciaba sus nudillos con cuidado—. En menos de dos lunas los perdimos a los dos, pero, ¿sabes algo, Danny?
Dhaenessa lo miró con curiosidad—. ¿Qué, Jace?
—No dejare que perdamos a alguien más —negó, chasqueando la lengua—. Mucho menos pienso el perderte. Si tienes razón con respecto a todos esos temas de él extraño, no permitiré que alguien te dañe. Nadie va a ponerte ni un dedo encima... ni a ti, ni a nadie más de nuestra familia.
Dhaenessa sintió sus mejillas arder y por un momento se permitió dejar de lado su paranoia con respecto a todos los sonidos que escuchaba sobre ellos. Sin dudarlo mucho se lanzó a abrazar a su hermano, quien no dudó en darle unas cuantas caricias en su cabello al apenas sentirla entre sus brazos.
Estar ahí, con Jacaerys, se sentía muy correcto. Era la primera vez en días en donde se sentía cálida, y no hallaba la razón del porqué precisamente era su hermano quien le generaba dichos sentimientos.
—Te quiero, Danny —murmuró contra su cabeza el castaño.
Nessa iba a responderle, diciéndole que ella también lo quería, pero una vez más logró escuchar el sonido de rugidos sobre ellos y esta vez decidió no ignorarlos. Alzó como pudo su cabeza en dirección al cielo, frunciendo el ceño al ver dos manchas ahí arriba, sobrevolando el barco.
Al inicio creyó que solo se trataba de Bruma y Syrax, pero después de ver como uno se escondía detrás de una gran nube, dejando al descubierto su cola larga y escarlata, supo que no se podía tratar de nadie salvo Caraxes, pues dudaba que Meleys fuera quien los siguiera.
Y si Caraxes estaba ahí, eso significaba que también el Príncipe Canalla y sus tres hijos iban tras ellos. La siguiente figura que apareció ante sus ojos fue Fantasma Gris, quien era seguido por una bestia mucho más pequeña que los dos dragones adultos, supuso que era el dragón de Baela, Bailarina Lunar.
Miró sobre el hombro de su hermano a Rhaenyra, la cual también mantenía sus ojos sobre el cielo cada vez más oscuro, con una mano sobre su pecho y una sonrisa que Dhaenessa percibió como esperanzada.
—También te quiero, Jace.
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Como la Princesa lo supuso, tres días después de que ellos llegaron una vez mas a Rocadragón, "extrañamente" su tío abuelo y sus hijos hicieron acto de presencia. Ella, como Luke, Jace y sus dos tías estaban confundidos: se llegó a preguntar el porqué nada de esto le sorprendía a Arhlyon, quien mantenía una postura erguida y la sonrisa que le recordaba a Daemon, aunque solo lo hubiese visto en la última luna: tenía que darle la razón a su abuela cuando decía que el chico era una fotocopia de su padre.
Casi podía ver el mismo fuego en sus iris púrpuras, y aunque no le causaba terror (como a muchos les ocurría) si le causaba mayor curiosidad.
—Nessa, ¿sabias de esto? —el Príncipe Jacaerys miró por unos segundos a su hermana mientras su madre saludaba a cada uno de los recién llegados.
Quizás él era el menos satisfecho con la llegada del Príncipe Canalla y por ende de su hijo bastardo, pues creyó que se desharía de él apenas y abandonaron Marcaderiva. El enojo creció en Jacaerys al darse cuenta que no era así.
La castaña negó, frunciendo el ceño apenas Daemon la observo—. No. No tenía idea.
Quizás estaba mintiéndole, pues ella había visto a Caraxes, Bailarina Lunar
y a Fantasma Gris sobrevolándolos en el camino a Rocadragón, y por alguna extraña razón ella lograba intuir que Daemon también lo sabía.
—¿Qué está pasando, Ness? —Nessa se acercó aún más a Lucerys, el cual, como siempre, buscaba refugiarse en los brazos de la niña. Ella le acarició su cabellera oscura y rizada, en un intento de brindarle algo de calma.
—Nada, mi dulce niño —murmuró ella, observando con desconfianza como Daemon besaba los nudillos de su madre con una sonrisa—. Espero.
Aunque verdaderamente no entendía nada de lo que pasaba, todo cobro un mayor sentido cuando al atardecer, a casi una hora de que el sol dejase su puesto para cedérselo a la luna, todos los niños fueron obligados a ponerse sus mejores trajes y vestidos. Nessa, quien portaba un hermoso vestido negro con pequeños arreglos rojos, estaba parada entre Jacaerys y Luke, mientras que ella mantenía entre sus brazos al pequeño Joffrey, quien al igual que ellos, vestía con telas rojas y negras, honrando los colores que representaban a la Casa Targaryen.
Minutos después de que ellos hicieron su aparición Baela, Rhaena y Arhlyon también lo hicieron, y detrás de ellos Daemon, el cual portaba la típica vestimenta que sus ancestros usaban durante sus bodas.
La garganta de Dhaenessa se secó al comprender lo que estaban a punto de presenciar. Su madre, quien también portaba la misma vestimenta que su tío, le dedicó una mirada significativa apenas y se subió con Daemon en la roca donde se llevaría a cabo la gran ceremonia Valirya.
Nessa lo interpretó enseguida. No es lo que piensas, fue lo primero que se le vino a la cabeza apenas y su madre aceptó la daga negra y filosa que el Gran Maestre Gerardys le extendió y con la cual cortó el labio de Daemon. La Princesa quería creer en los planes de su madre, siempre lo había hecho, pero que la boda fuera el secreto más grande de todo Westeros no le sonaba bien.
—Īlon issi hen perzys, se īlon jāhor jikagon naejot perzys. (De fuego somos, y al fuego iremos) —habló Gerardys, mientras Rhaenyra bebía de la copa que antes había usado Daemon—. Rhaenyra Targaryen y Daemon Targaryen, valzȳrys se ābrazȳrys. Gō se uēpa gods, se gō se arlie ones. Gō se faith hen sīkuda se se valyrio faith. (Marido y mujer. Ante los dioses antiguos, y ante los nuevos. Ante la fe de los siete y la fe Valyria).
Un brazo la rodeo por los hombros mientras ella cubría como podía del viento a Joffrey, el cual jugaba muy entretenido con uno de los mechones largos y rizados de Dhaenessa. Jace la acercó a él y consigo a Lucerys: a su lado, Arhlyon hacia lo mismo con sus dos hermanas.
La Princesa afirmaba que todo lo que ocurría era precipitado, y rezaba para que su madre no estuviera tomando la decisión incorrecta al unir su vida a la del hombre que fue descartado como Rey por su mismo hermano.
—Prince hen Dragonstone, se prince consort. (Princesa de Rocadragón, y Príncipe consorte) —el maestre les brindó un asentimiento a ambos, y Nessa se cuestionó el porqué jamás había visto la sonrisa que se le había formado a su madre con Harwin o Laenor—. Umbagon united body se soul isse se laehurlion hen adversity se jelmāzma, ēva aōha mōrī tubis hen glaeson. (Manténganse unidos en cuerpo y alma ante la adversidad y tempestad, hasta su último día de vida).
Por primera vez veía a su madre feliz al lado de alguien que no fuesen ellos, y aquello, aunque no estaba del todo de acuerdo con la reciente unión, le podía más que el resto.
Pues después de todo, no existía mayor debilidad para la Princesa Dhaenessa que la mujer quien la había traído al mundo.
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—Admito que eres la niña con mayor inteligencia que he conocido en todos mis años de vida.
Dhaenessa no se giró a ver a su nuevo padrastro al oírlo llegar a la playa. Ya habían pasado alrededor de dos o tres semanas de la ceremonia, y desde ese día, todos (es decir, su familia y la de Daemon) habían estado viviendo bajo el mismo castillo.
Sus hermanos habían caído muy fácil bajo la habladuría de Daemon, era de esperarse después de que perdiesen a sus dos figuras paternas en un corto periodo de tiempo, quizás con sólo un par de semanas de diferencia: Nessa no los culpaba, después de todo su tío había demostrado en todo momento ser un hombre más que merecedor de su madre, pero aún mantenía algunas dudas y por ende prefería tener ciertas distancias con él.
Jace le había dicho que abrirse con él no era tan difícil (Nessa lo miró muy extrañada, pues al inicio era él quien no quería a Daemon cerca, ni a su hijo tampoco). Dhaenessa le respondió un sencillo "no estoy interesada en nada relacionado a un nuevo padre, pero te lo agradezco igual" y sin más salió de la biblioteca en dirección a la playa, pues era su nuevo sitio para poderse entrenar ella sola.
Daemon se había ofrecido, alegando que era buena pero podía ser mejor, pero ella simplemente le dio solo la espalda y se alejó: el hombre solo se preguntó si de casualidad la niña no sería hija suya, pues tenía un carácter digno de él.
Sus tías, quienes se hallaban carentes de una figura materna después de la fatídica muerte de Laena Velaryon, encontraron fin a su dolor entre los brazos cálidos de la heredera al trono, fortaleciendo el vínculo entre la gran (y no tan aceptada por el Rey Viserys) familia que comenzaban a ser.
Los únicos reacios aún a la idea eran sorpresivamente Arhlyon y ella. Aún así, Nessa tuvo la impresión que su ahora medio hermano soportaba la situación por petición (o quizás hasta obligación) de su padre, quien de vez en cuando lo hacía entrenar contra Jacaerys y Lucerys, con la excusa de que los tres deben llevar su potencial al maximo.
Dhaenessa comenzaba a creer que la guerra en los Peldaños de Piedra le había dejado como consecuencia a su tío abuelo la paranoia, pero solo era una hipótesis.
El rugido de advertencia que Tormenta Negra había soltado provocó que la Princesa volviese de sus pensamientos, colocando una de sus manos sobre las escamas de la dragona, la cual en su ausencia había crecido considerablemente.
—Ten cuidado de no alarmar a Tormenta Negra, Daemon —se adelantó a decir Dhaenessa, de manera sutil, sonriéndole a su dragona—. Ella resulta bastante protectora conmigo.
—Dejaría de ser hija de Syrax si no lo fuera —Daemon permaneció quieto en su lugar, mirando con una sonrisa a la castaña, quien murmuraba palabras tranquilizadoras a la bestia negra, la cual no dejaba de verle—. Es grande. Puedo apostar que casi tiene la gran altura de Sueñafuego.
—Los guardianes no le encuentran la explicación todavía —respondió ella, desviando los ojos de su dragona, sin dejar de acariciarle su hocico. Nessa sabía que si ella se mantenía muy a la defensiva, Tormenta Negra también lo estaría: se limitó a suspirar y a dar un par de pasos lejos de su bebé, oyendo cómo está se deslizaba detrás de ella—. Creen que en unas cuantas lunas podré dar mi primer recorrido en los cielos con ella.
—No te vez tan entusiasmada con eso —respondió el platinado, poniendo sus manos detrás de su espalda.
—O quizá sólo es que no quiero estar hablando contigo.
Daemon rió ante la audacia que su sobrina tenía, realmente se estaba planteando él ir a preguntarle a su ahora esposa si existía la remota posibilidad de que Dhaenessa no tuviese sangre Strong, pero le bastó observar las hondas castañas que volaban sobre la espalda de la niña para aceptar que ella no era hija suya, y que solo tenía la lengua suelta de un verdadero Targaryen.
—Eres más parecida a tu madre, Dhaenessa —comentó él, con su postura impecable aún.
Nessa comenzó a cuestionarse porque el hombre parecía querer entablar una conversación real y completa con ella cuando era claro que no cedería muy fácil como sus hermanos.
—Con halagos no lograrás mucho conmigo si es lo que buscas, tío —cruzó los brazos, alzando una ceja hacia él—. No soy mis hermanos.
—Eres más astuta e inteligente que los dos, y con mi ayuda, podrías ser algo magnífico cuando crezcas —Nessa no terminaba de comprender, pero lo que se prometió a sí misma una noche en Desembarco, en donde escuchó a la santa Reina consorte soltando miles de palabras hirientes (lo que resultaba irónico para Dhaenessa, quien sabía el tipo de aires que se daba Alicent de no romper ni una vasija por su fe a los siete) hacia ella, sus hermanos, y su madre, resonó en su cabeza. Debía ser perfecta—. Lo hablé con tu madre, y está dispuesta a que yo sea el que siga tus entrenamientos.
Nessa no dijo nada. Permaneció en silencio, mirando de reojo el castillo detrás del hombre. Tenía una nueva opción, donde se volvería la cazadora para jamás volver a ser el borrego indefenso, la cazadora de todos los que se atreviesen a dañar a su familia.
—Tu y yo sabemos lo que ocurrió ese día en Marcaderiva, con el tuerto —Nessa volvió a mirar a Daemon, más interesada. Él era igual de observador que ella, igual de calculador, y aquello llamó aún más la atención de la niña—. Los bandos se marcaron. Después de que Arhlyon envenenara el ojo del hijo de mi hermano todo terminó por romperse, las máscaras cayeron y solo es cuestión de tiempo para que todos nos veamos hincados ante el borracho de mi sobrino.
—No es algo que pienso permitir —se encontró diciendo ella, endurecida. El color de sus ojos, para Daemon, tomó un violeta oscuro y peligroso: jamás se pensó estar ante una niña que pudiese transmitir peligro, pero ahora estaba ante una, y lo encontraba divertido—. ¿Por qué crees que permití tu unión y la de mi madre? —siguió la Princesa—. Pude haber hecho que te desechara de aquí si yo me lo proponía, pero sin embargo, aún estar aquí, con tus hijos durmiendo de forma exquisita y sus dragones descansando.
Daemon quiso soltar un auténtico aullido de la impresión, pero solo se dedicó a seguirla mirando, con una sonrisa martirizante para la morena.
—De eso habló, Dhaenessa —el platinado dio otro paso hacia ella, provocándole un nuevo bramido a Tormenta Negra, la cual también había dado un paso hacia él. La Princesa solo estiró una mano hacia su dragona, quien solo bufó antes de volver a echarse, sin quitar sus ojos dorados del hombre—. Permíteme enseñarte lo que sé, antes de que la situación explote y nosotros consigo.
—Eso no pasará —repitió la Princesa—. El poder no se regala, se toma, y la que lo tomara será mi madre.
—Eso está confirmado por el Rey, pero tú lo viste, niña —Daemon le señaló el océano: Nessa asumió que hablaba de Desembarco—. No va a aguantar mucho, pero si lo suficiente para que podamos crecer por separado. Crear un ejército que los verdes no puedan romper por ningún lado. Tener fuerzas mayores a las suyas.
—¿Y yo qué tengo que ver?
—Tienes fuego en tus venas, quieran o no aceptarlo el resto por ahí —Daemon bufo—. Y, para serte honesto, te veo más potencial a ti para destruir ejércitos enteros que a todos y cada uno de los guardias que he llegado a conocer.
Dhaenessa lo pensó, sabiendo que su única forma de quizá algún día poder defender el título de su madre sería en mitad de una disputa donde todo su honor sería repudiado por los malditos hombres.
—Entréname —aceptó ella, momentos después, antes de señalarlo—. Pero haz algo en contra de mi madre y te juro que lo único que quedará de ti serán cenizas, padrastro.
Ese día, Daemon no solo consiguió un clon femenino de él, sino que una hija a la cual aconsejar y defender a capa y espada, reclamándola como si tratase con un dragón más. Ella tenía lo que Rhaena y Baela carecían de un modo u otro: Dhaenessa era elegante, pero peligrosa a la vez, y de eso se percató apenas y la observo en el funeral de Laena Velaryon. Tenía el fuego de la heredera al trono, y no temía, aunque ella aún no lo supiese, derramar más de una gota de sangre por su familia.
Dhaenessa y Daemon forjaron en una sola conversación un vínculo grande y fuerte. Un vínculo que, en silencio, fue envidiado por las gemelas Velaryon, quienes aunque lo intentaron, desgraciadamente jamás fueron realmente tan importantes para el Príncipe Canalla como lo llegaron a ser Arhlyon Targaryen y Dhaenessa Velaryon.
——— AUTHOR'S NOTES.
holuu
ya volví, y con el capítulo donde se confirma que Daemon y Nessa van a ser uno mismo 💪🏻
ahora si solo falta un capítulo y ya damos el salto temporal (en la serie son 6 años, pero aquí serán como 9 o 10) así q mucho ojo.
estoy a dos semanas de entrar a clases, así q me tengo q poner las pilas para adelantar lo más posible esta historia, así q van a verme (espero) más activa por aquí ☝🏻
¿qué piensan de daemon y nessa?
otra pregunta (sorry pero me intriga saberlo): ¿quién creen que sea la madre de Arhlyon?
recuerden, voten, comenten y compartan la historia para que así crezca esta pequeña gran familia💕
subo edits de esta y otras historias a mi cuenta de TikTok por si quieren ir a darse spoilers antes de tiempo JAJA, la cuenta es idfpotter
eso es todo travesuritas, soooooo
-✨Travesura Realizada✨-
Majo P.
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