TREINTA

Cabeceo, cansada. Estoy a punto de rendirme ante el sueño, si no fuera por la puerta de la habitación que se abre de repente. Me enderezo, alerta, pero me relajo en cuanto reconozco a la enfermera. 

La madre de Katniss me encuentra sobre la silla junto a la camilla. Encuentro su mirada compasiva cuando dejo de tallarme los ojos. 

—El sedante va a durar unas horas más, querida —me informa—. Deberías ir a descansar. Él estará bien. 

Observo a Finnick. Sus ojos están cerrados y su cara tiene un aspecto tan pacífico que cualquiera que lo viera creería que está simplemente dormido y no bajo los efectos del sedante que le inyectaron luego de que estallara, igual que Katniss. Preocuparme por él fue lo que me impidió colapsar también. 

Aunque no he podido dejar de pensar en lo que ocurrió, no he podido dejar de pensar en Rhys y en lo que Snow puede estar haciéndole justo ahora con el objetivo de debilitarme. Me he acabado ya las uñas de ambas manos. Incluso me he herido el labio, pero no me importa. Es lo único que ha logrado controlarme. 

Tampoco me he despegado de Finnick desde el momento en que lo trajeron al hospital. En primer lugar, porque estar a su lado, incluso si no me habla, me da la paz que no obtendría estando sola o rodeada de personas que me observan esperando el momento en que me vuelva loca. Y, en segundo, porque sé que él haría lo mismo si fuera al revés. 

Pero ya han pasado varias horas de eso, y no puedo ignorar el hecho de que sigo siendo humana, ni la necesidad de descanso que me exige mi cuerpo. 

Acabo dándole la razón a la enfermera. Tampoco puedo hacer otra cosa, más que esperar. 

Suspiro y me levanto, saliendo de la habitación junto a ella, no sin antes quedarme un rato más en el umbral de la puerta, dándole un último vistazo a Finnick. La enfermera me deja ahí, yéndose a ocupar de su trabajo.

—¿Crees que estarán bien? —me pregunta Gale. No me he dado cuenta del momento en que llegó. Sabía que igual había estado por aquí, visitando a Katniss. 

Me encojo de hombros, sintiendo la tensión en ellos.

—Eso espero. 

—¿Tú estás bien? 

Lo volteo a ver, esforzándome en ocultar una expresión tediosa. A esto me refería con personas que esperan el momento en que me vuelva loca. 

—Lo estaré. 

Gale asiente, no muy convencido. 

Nos acompañamos en silencio hasta la salida del hospital. No es incómodo, pero es extraño, porque ¿desde cuándo somos amigos?

Una vez que llegamos a la salida, me vuelvo hacia él, para despedirme e irme a mi compartimiento, a ver si puedo dormir un poco. Él parece advertir mis intenciones, e incluso tratar de imitarlas. Sin embargo, es justo en ese momento cuando la figura de Niels aparece en el interior del hospital, trotando por el pasillo para llegar hasta nosotros. 

—Qué bueno verlos —nos dice, a la par que recupera el aliento—, los estaba buscando. 

Intercambio una mirada con el del 12.  

—¿Para qué? —le pregunto a Niels. 

—Coin acaba de aprobar una misión de rescate —responde, directo. Dejo caer los hombros de la impresión—. Plutarch tiene gente dentro, cree que podemos sacar a los vencedores con vida. Boggs la dirigirá. 

Mi estómago da un vuelco. 

Niels nos hace una seña con la cabeza para que lo sigamos. Mis piernas se mueven antes de que mi cerebro pueda procesarlo. ¿Van a rescatar a Rhys?

—Tan pronto como escuché que pediría voluntarios quise venir a buscarlos —sigue hablando mientras nos guía. Me mira de reojo—. Supuse que querrían estar ahí. 

Supuso bien. 

—Voy a ir —determino, con el corazón acelerado. 

No tengo dudas. Es lo que he estado buscando desde que desperté aquí. Finalmente esta es la oportunidad, y no voy a quedarme sentada mientras tanto. 

Solo hay algo, se siente como temor, porque no sé qué es lo que podría pasar. Porque también creí estar completamente sola en el momento en que abrí los ojos, pero ahora sé que no lo estoy. Ivy. Finnick. Si algo llegara a pasarme durante esa misión, los perdería por completo. 

Pienso en Finnick en esa camilla. El pecho se me contrae al imaginar su reacción cuando despierte y no me vea ahí, cuando le digan que me he ido a una misión donde hay mucho en riesgo.  

Pero no puedo. No puedo quedarme aquí ahora que sé que puedo ayudar, que puedo traer a Rhys de vuelta. Y no solo a él, a Annie también. 

Sí, sé que Finnick lo entendería. 

«Todo saldrá bien», me repito cuando Niels se detiene. Hemos llegado. 

«Los traeré de vuelta, y estaremos bien»

La sala está llena de murmullos. Los soldados de uniforme gris se alinean en filas, mientras que algunos civiles y agentes tácticos se distribuyen por el perímetro, atentos. Encuentro a Haymitch entre ellos. 

Boggs está al frente, con los brazos cruzados y el semblante tan serio que parece esculpido en piedra. Una gran pantalla detrás de él muestra un mapa del Capitolio, marcando las áreas clave con puntos rojos.

Niels nos guía hasta una esquina menos abarrotada, pero no por eso menos estratégica. Mi mirada se mueve inquieta por la habitación, buscando a algún otro conocido, pero pronto vuelve a enfocarse en Boggs cuando empieza a hablar. Su voz resuena firme, sin titubeos.

—La misión ha sido aprobada oficialmente. Las señales de defensa del Capitolio están destruidas. Se ha abierto una ventana; aunque desconocemos el tiempo que nos dará exactamente, así que tendremos que ser rápidos, antes de que se reactiven las defensas. Nuestra prioridad será localizar y extraer a los vencedores capturados por el Capitolio —dice, valiéndose un puntero para localizar un lugar—. Sabemos que están siendo retenidos aquí —señala el Centro de Entrenamiento, lo reconozco al instante de las ocasiones en que he estado en él—, en las celdas subterráneas de este edificio.

»Para llegar a ellas, nos encontraremos con un aliado en el interior, quien se encargará de liberar el gas somnífero para neutralizar a los guardias, permitiéndonos entrar y llegar hasta los vencedores. 

«Callie», pienso. Tiene que ser ella. ¿No dijo Plutarch que su puesto era crucial por su cercanía con los vencedores?

—Necesito voluntarios para el equipo de extracción —finaliza Boggs, cruzando los brazos por detrás. 

Con el corazón retumbando en mi interior, levanto la mano. 

Gale, Niels, Haymitch y yo somos los primeros en ofrecernos. Boggs nos repasa con la mirada a cada uno. Cuando llega mi turno, puedo ver la duda en su rostro, luchando contra algo más que lo hace debatirse sobre su respuesta. Las manos me sudan, temerosa por ser denegada.

No obstante, al cabo de unos tortuosos segundos, asiente con la cabeza. Exhalo lentamente, dejando escapar la tensión que había acumulado. 

Elige a otros tres soldados. La mano de Haymitch continúa agitándose, pero Boggs finge no verla, y declara que el escuadrón está completo.

Nos pide a los seis pasar al frente, y a los demás que se retiren. Nos recuerda la importancia de la misión, y que el tiempo que nos tomemos será crucial si queremos tener éxito. Una vez que considera que nos ha quedado claro, nos deja irnos, no sin antes decirnos una última cosa:

—Saldremos en la madrugada —informa—. Descansen lo que puedan. Nos veremos aquí a media noche. Estén preparados.

Todos damos media vuelta, listos para irnos.

—Por cierto, Farven —Vuelve a hablarme Boggs.

Me detengo enseguida, y le hago una seña a Niels para que se adelante, lo cual hace, junto a Gale.

El cadete me mira con atención.

—Sobre los entrenamientos: Coin lo aprobó. Dijo que no era estrictamente necesario, porque sabe que has estado entrenado con los cuchillos, pero... —Guarda silencio de repente. Su ceño se frunce y baja la vista al piso, como si acabara de entender algo que, sin duda, yo no. Y tampoco tengo tiempo de preguntarle, pues cuando se me ocurre, él vuelve a centrarse—. Empezarás una vez que esto termine.

Me dice que puedo retirarme ahora, y eso hago, pero me quedo con la duda de lo que no terminó de decir. ¿Qué era lo que había dicho Coin?

Eran exactamente las siete de la noche cuando entré finalmente a mi nuevo compartimiento, luego de ser convencida por Niels de cenar algo. Ivy estaba ahí. Me sentí feliz de verla, y ella también de vernos a nosotros. Ninguno de los dos comentó nada sobre la misión. Las razones estaban claras. Por un segundo, creí que Niels se lo diría, pero no fue así. Supuse que tenía los mismos motivos que yo con Finnick, y no fui capaz de cuestionarlo.

En cuanto cierro la puerta, me dirijo a la cama, descubriendo que las fotos que tenía en mi antigua mesita habían sido rescatadas y devueltas a mí. Una sonrisa se extiende por mis labios. Creí haberlas perdido para siempre.

Paso mis dedos por ambas, apenas rozándolas. Cuando me acuesto, toda mi atención se dirige a la que Ivy me obsequió. A Rhys. Y, de una manera que no comprendo, la imagen de Lea también se me viene a la mente. La pregunta sobre qué habrá pasado con ella me invade. Asumí, desde el momento en que Haymitch me dijo que no sabían nada de ninguno, que ella estaría muerta. Pero cuando Ivy me dijo que a su familia se la habían llevado los agentes de la paz, entendí que su destino debió haber sido peor. ¿Estará también encerrada junto a Rhys? ¿La habrían torturando? ¿Qué le habrían hecho a su familia?

Pero, la pregunta más importante, ¿es posible que esta noche pueda rescatarla también?

Mi estómago se llena de un extraño revoltijo de emociones. Por un lado, no puedo evitar sentir cierta emoción por verlos finalmente, por tenerlos a mi lado luego de todo este tiempo que se ha sentido como la más horrible eternidad. Pero, por otro, me siento aterrada. ¿En qué condiciones los encontraré? ¿Qué daño les habrán hecho? ¿Cómo voy a poder soportar verlos de ser así?

Mis ojos se nublan, y es cuando decido apartar eso de mi mente. Sacudo la cabeza y la pego contra la almohada, con la mirada hacia el techo. Tomo una gran cantidad de aire que dejo salir paulatinamente, cerrando los ojos.

«Todo va a estar bien»

Tiene que estarlo.

Sigo centrada en mi respiración para alejar mis temores y, sin darme cuenta, acabo relajándome tanto que me quedo dormida.

Despierto a las pocas horas. Mis ojos se abren apenas una rendija para reconocer la oscuridad de la habitación. Pienso en qué hora es, y es eso lo que me alarma y me hace enderezarme de golpe, drenando cualquier gota de cansancio de mi ser. Busco desesperadamente el reloj, y el alma me vuelve al cuerpo cuando leo que son apenas las once de la noche. Suspiro, aliviada.

Sentada sobre el colchón, con los pies colgando, pienso en recostarme nuevamente. Sin embargo, solo falta una hora para la media noche. Boggs dijo que saldríamos en la madrugada. No tiene caso dormir otra vez. Además, ¿qué pasa si para entonces sí me quedo dormida? No, prefiero estar atenta. De todas formas, ya no me siento cansada. Mi abrupto despertar me quitó cualquier deseo de sueño.

Pero, ¿qué puedo hacer mientras tanto?

Frunzo los labios, pensativa, hasta que doy con algo que me gustaría hacer antes de partir.

Me pongo los zapatos y salgo de mi compartimiento en silencio. El Distrito 13 se encuentra dormido, a excepción de algunas personas que cumplen sus labores nocturas. Las mismas de las que tuve que cuidarme aquella vez para escaparme del hospital y llegar hasta el prado que me había mostrado Ivy, donde me encontré con Finnick y terminó siendo una especie de punto de reunión para ambos. El Refugio. Sonrío al pensar en él.

Igual que aquella vez, me manejo con la mayor cautela para ingresar al hospital. Una vez adentro, busco el cuarto de Finnick, y cuando doy con él, me quedo unos segundos en la entrada. Como si no estuviera segura de si es buena idea.

Tomo aire, armándome de valor.

Acabo entrando igual que como llegué: en silencio, y me siento a sus pies en la orilla de la cama. Él sigue completamente sedado. Su respiración tranquila contrasta con la mía. No sé cuánto tiempo paso admirándolo, pero es suficiente para volver a pensar en lo que estoy a punto de hacer; en la misión a la que estoy a punto de ir. Vuelvo a sentir una gota de culpa. Me imagino en su lugar, despertando y recibiendo la noticia de que se ha ido al Capitolio para traer a Rhys, Annie, Johanna, y posiblemente a Lea y su familia, de regreso. Lo único que podría pensar, es que podría perderlos a ambos en esa misión.

Sé que eso enloquecerá a Finnick.

Pero sé, también, que ya no hay marcha atrás. Y si la hubiera, no me retractaría.

Estoy decidida. Tengo que hacer esto.

Con sumo cuidado, le aparto unos mechones color bronce que le caen sobre los ojos. Dudo un momento, insegura, pero acabo inclinándome hasta dejar un suave beso sobre su frente.

—Todo va a estar bien —le susurro, deseando tontamente que pudiera escucharme—. Volveré, y los traeré a salvo.

Luego de eso, vuelvo a mi compartimiento. Pero no pasan ni quince minutos cuando tocan mi puerta, y sé lo que significa: es hora.

Niels es el que está ahí cuando salgo. Su mirada cargada con un «¿Estás lista?», que yo respondo con un simple asentimiento de cabeza, cerrando la puerta detrás mío y siguiéndolo hasta donde nos reuniremos con el resto.

En cuanto llegamos nos metemos en los uniformes, que es el mismo que llevé al Distrito 8, a excepción de que el color es completamente negro. También añadimos unas máscaras, que serán necesarias cuando nos enfrentemos al gas somnífero.

Nos metemos al elevador que nos llevará al hangar, y en menos de lo que pienso, ya me encuentro abrochando mi cinturón al interior del aerodeslizador. Escucho a Boggs, repitiéndonos el plan una última vez antes de que las puertas del vehículo se cierren y el despegue comience.

La nave tiembla levemente al encenderse los motores. El escuadrón se mantiene en silencio, algunos ajustando sus armas y otros, como yo, intentando mantener la calma.

Mis dedos recorren la empuñadura de uno de los cuchillos que Beetee diseñó para mí, y aunque la familiaridad del arma me reconforta, la ansiedad sigue presente. Gale está a mi lado, con su arma cuidadosamente apoyada contra su pierna. Lo observo por el rabillo del ojo. Parece tan concentrado como siempre, pero algo en la rigidez de sus hombros me dice que no es tan inmune al nerviosismo como aparenta.

—Quince minutos para aterrizar —anuncia Boggs desde su lugar.

La tensión en el aire aumenta inmediatamente. Este es el momento en el que todo se vuelve real.

Boggs nos reúne en un círculo antes de que toquemos tierra. Sus palabras son precisas y frías, pero efectivas. Nos recuerda nuestras posiciones, la prioridad de la misión, y lo más importante: no tomar riesgos innecesarios. Pero no puedo evitar pensar que, para mí, toda esta misión es un riesgo.

Cuando finalmente descendemos, el paisaje oscuro del Capitolio nos rodea. Como nos explicó también Boggs, la explosión en la presa del Distrito 5 dañó significativamente su sistema de electricidad. Los edificios se funden en el cielo nocturno, sin una sola luz encendida, exactamente como nos dijeron que estaría. Boggs hace una seña y comenzamos a movernos para salir de la nave.

—Máscaras —nos recuerda, y todo el equipo nos las colocamos al unísono.

Volamos justo sobre el Centro de Entrenamiento, exactamente en la ventana abierta que es nuestra entrada más accesible. Y también más imprecisa, me recuerdo, aumentando mi urgencia. Mi respiración choca acelerada contra el interior de la máscara.

Una vez que Boggs nos da la orden de bajar, nos sujetamos a los arneses, y descendemos deprisa hasta atravesar la ventana e infiltrarnos en el edificio. Las linternas integradas en las armas son la única fuente de iluminación en nuestro camino. Esperamos a encontrar cualquier amenaza, sobre todo cuando llegamos al suelo. Pero nada ni nadie aparece. Callie —o quienquiera que sea el contacto interno— ha hecho su trabajo.

—Manténganse atentos —murmura Boggs—. Esto solo es el principio.

Él se abre paso, sabiendo a dónde ir, y nosotros lo seguimos. A medida que nos adentramos en el pasillo, los cuerpos inconscientes de los guardias van apareciendo. Los miro con atención y una mano aferrada a la empuñadura de un cuchillo, como si de un momento a otro fueran a despertar y atacarnos.

Nos detenemos, y vuelvo mi atención al frente en cuanto escucho pasos en el eco del pasillo. Sin embargo, Boggs permanece imperturbable. Estiro el cuello, desesperada por descubrir quién es nuestra nueva compañía.

Mi estómago da un vuelco cuando la veo. También lleva una máscara de gas, pero podría reconocer ese cabello perla en cualquier lado.

Es Callie.

Siento el deseo más profundo de correr y abrazarla, pero no es el momento de reencuentros emotivos. Aunque me descubro a mí misma rogando porque ella me reconozca también, pese a que la máscara lo dificulte ampliamente.

—Síganme —nos dice, con la voz agitada pero firme—. Los vencedores están por aquí.

Nuestros pasos apenas se perciben mientras la seguimos a través del pasillo. Su paso es ágil y decidido. Recuerdo casi con diversión cómo solía pavonearse durante y al término de los desfiles. Supo mantener oculta su doble vida, eso debo reconocérselo.

—Las celdas están del otro lado de esa puerta, en el nivel subterráneo —murmura, deteniéndose frente a una escalera que nos deja ver perfectamente la puerta en el último piso.

—¿Cuántos guardias quedan? —le pregunta Niels.

Callie observa su dispositivo.

—Dos en la entrada y otros tres cerca de las celdas —le responde, y comienza a rebuscar entre los bolsillos de su pantalón, hasta sacar una especie de granada—. Un poco más de gas será suficiente.

Descendemos la escalera con cautela. Nosotros nos quedamos pegados en un extremo de la puerta, mientras que Callie se escabulle hasta llegar al otro. Empuja ligeramente la puerta, abriéndola lo suficiente para lanzar la granada de gas al otro lado.

Esperamos en silencio, contando los segundos, hasta que Callie revisa su dispositivo de nuevo.

—Listo —nos avisa, volviendo a empujar la puerta pero esta vez con todo el costado de su cuerpo, para entrar. La imitamos.

La atmósfera es densa, el aire cargado con el ligero aroma químico del gas. Cuando llegamos a las celdas, mi mirada recorre las puertas cerradas. Trato de pensar inútilmente detrás de cuál se podría encontrar Rhys. Callie nos indica las que debemos abrir, y nos dividimos para abrir cada una.

Me dirijo con Niels a la que Boggs nos manda. Al abrirla, vemos de inmediato el cuerpo de una chica tendido sobre una camilla. Nos acercamos. Se remueve sobre su lugar. Cuando se gira hacia nosotros, no tengo que poner mucho esfuerzo para reconocerla, su cabello pelirrojo la delata por encima de todo.

Annie.

No está inconsciente, pero tampoco parece que vaya a quedarse despierta por más tiempo.

—¿Quién eres? —pregunta como puede, con los ojos entrecerrados gracias al efecto del gas.

—Vengo a sacarte de aquí —Es lo único que se me ocurre responderle—. Pronto estarás con Finnick.

Como si eso fuera todo lo que necesitaba escuchar, se deja vencer por completo y cierra los ojos. Corto las correas que la mantienen atada a su lugar y Niels se la echa sobre el hombro, encaminándonos de regreso a la salida.

Al igual que Niels, otros miembros del equipo también llevan cuerpos inconscientes en brazos. Cuando ya no falta nadie, regresamos hasta la puerta que lleva a las escaleras, siguiendo la voz de Boggs que nos recuerda ahora más que nunca la urgencia de nuestra huida. Mientras troto en la misma dirección, me esfuerzo por ubicar el cabello rubio característico de un Scaymore. Pero no puedo verlo. Nada más que un borrón entre el movimiento de correr por los escalones de manera ascendente.

Me convenzo a mí misma que es Rhys a quien lleva Gale sobre los hombros, porque de otra forma retrasaría desastrosamente nuestro escape.

Cuando llegamos a nuestro punto de inicio, los arneses siguen ahí. Los mismos soldados que los llevaban, se sujetan a ellos y empiezan a subir, abrazando los cuerpos de los vencedores contra los suyos hasta que desaparecen en la oscuridad del cielo sobre nosotros.

Le ayudo a Niels a subir con Annie. Cuando suben, solo quedamos Callie, Boggs y yo abajo. El cadete me apura a prenderme también de un arnés, pero es justo cuando, incluso bajo la máscara, distingo un borrón negro a lo lejos, al interior de los pasillos del edificio. Luego, un susurro en el aire, como si alguien estuviera deslizándose entre el suelo y las paredes.

—¿Oyeron eso? —susurro.

Me quedo estática, ignorando las preguntas de Boggs, concentrada en oír algo más. Mis dos acompañantes también guardan silencio al ver mi seriedad, y escanean el escenario en busca de una amenaza.

De pronto, algo brilla en el aire. Sale desde las sombras y resplandece apenas bajo el brillo de nuestras linternas. Suficiente para que pueda reconocer el cuchillo, pero no para que logre interceptar su viaje —cuando muevo mi mano a mi cinturón para extraer mi propia arma— hasta el cuerpo de Callie. El filo se clava justo debajo del esternón, y Callie cae de rodillas.

Aturdida, no sé ni siquiera lo que debo hacer. Boggs se arrodilla junto a Callie, pero mis ojos se quedan pegados al punto de donde salió el cuchillo. De ahí, entonces, veo el borrón negro tomar una forma cada vez más definida. Mi primera acción es deshacerme de la máscara para identificar mejor al atacante. A los pocos segundos, mis ojos definen una figura que avanza lo suficiente fuera de las sombras para que la encuentre: no puedo definir su género, solo que está completamente vestida de negro hasta el rostro, cubierto con una máscara que deja apenas una franja para sus ojos. Lo más desconcertante —aunque también conveniente— es que parece haberse congelado en su sitio.

Aprovecho la oportunidad, extrayendo una de mis armas de mi cinturón. Sé exactamente cuál es, y el efecto que tendrá. Con la sangre hirviendo, mi brazo hace el lanzamiento justo cuando el atacante sale de su trance y trata de echarse a correr.

El filo de mi cuchillo viaja hasta clavarse en su muslo. No se detiene por el impacto, pero en cuestión de segundos, su pierna parece volverse de piedra. Es el veneno. Pronto se extiende por el resto de su cuerpo, tirándolo al suelo. Es cuando me acerco, con otro cuchillo en mano y la rabia ardiendo en mi pecho.

El cuerpo se retuerce todo lo que puede ante la cercanía de mis pasos, aún teniendo esperanzas de que puede huir. Me agacho a su altura y me deshago de su máscara, porque quiero conocer el rostro de quien atacó a Callie.

Pero es como si el cuchillo me hubiera atravesado a mí en cuanto descubro su rostro. En cuanto la reconozco.

Una puñalada directa en la espalda.

—¿Lea?







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