Especial: Más allá del mundo

Ellos ríen, se rozan, se miran y se abrazan.

Son risas cálidas, roces inocentes, miradas llenas de coqueteo y abrazos perfectos acoplados a sus sentimientos.

Hay vibraciones que giran a su alrededor en diferentes tonalidades, como aurora boreal sobre capas de hielo. Las de Felix ya habían sido rotas.

Se siente feliz, emocionado y tímido y anhelante y quiere tirar más cerca a Hyunjin de sí. Hasta que ya no quede espacio que cerrar y sus almas se acaricien.

Es extraño, piensa. Porque jamás se imaginó estar en una situación donde él esté siendo mimado y siendo mantenido más cerca de otro hombre. Pero no es otro hombre, simplemente es Hyunjin.

Y Hyunjin le quiere, le atiende y es suyo.

Y Hyunjin le toma por la cintura y él se sonroja porque la cercanía de su prometido le arroja una tormenta de sentimientos.

Y Felix está dispuesto a dejarse llevar por ella.

—¿En qué tanto piensas?

Felix es atrapado en su torbellino de pensamientos y se siente como un niño al que están por castigar.

Pero él no es un niño, porque los niños no se
comprometen con los hijos de satanes o están dispuestos a hacerlo. Tampoco es como si hubieran más de un Satán.

—Solamente… Pensaba.

—¿Y en qué?— Hyunjin sonríe divertido y apoya su mentón sobre el hombro de Felix. La posición resulta cómoda y hogareña que a Felix se le enciende el pecho por más y se imagina a él y a Hyunjin casados sobre una linda casa… En el jardín, viendo el atardecer y quizás, malcriando a sus hijos.

Hijos. La idea ya no resulta espeluznante, mucho menos equivocada. Lo sabe porque ha aprendido mucho y a él le gusta Hyunjin, y estar con Hyunjin se siente bien. Y está bien.

—Sobre nosotros y el futuro.

—¿Un futuro donde estemos juntos?

A Felix se le desliza una sonrisa por el rostro, siente el pecho lleno y pleno y se siente tan bien. Su cuerpo es sostenido por los brazos de su prometido y él se deja llevar.

—No podría imaginar uno en el que no lo estemos.

Felix no suele pensar mucho en lo que dice, porque no le importa demasiado.

Antes, creyó que todo estaba mal con él, con él y con todo lo que había comenzado a sentir por Hyunjin, que era incorrecto.

Pero sabe que no lo está, porque amar se siente bien y está bien, y nadie debería de ser privado de amar o ser amado. Y él quiere ser amado.

Solamente por Hyunjin.

Hay rayos de sol precipitándose sobre el horizonte, el brillante follaje de los árboles meciéndose con tranquilidad entre el aire y los aromas mezclándose sobre la tierra.

Kkami, su perro, yace sentado sobre sus patas traseras. El can parece verlos y adorarlos y amarlos por la juguetona mirada de sus ojos, por las orejas puntiagudas levantadas y la cola agitándose felizmente de un lado al otro.

Hyunjin respira un beso sobre la mejilla de pan de Felix, fugaz y divertido y Kkami ladra una y otra vez porque al parecer también quiere besos y que le rasquen detrás de las orejas.

—No—, dice Hyunjin— lamento informarte esto, mi querido compañero Kkami, pero Felix es solo mío.

Y Kkami gruñe, baja las orejas, coloca una mirada triste y comienza a gimotear.

Hyunjin enarca una ceja, porque hasta hace poco Kkami siempre había sido su amigo–y lo era– pero desde que Felux había llegado a sus vidas, Hyunjin había conocido lo que era la traición. Y por un perro.

—Te has vuelto muy manipulable, ¿No esperas que caigamos en tu trampa y-…

Pero Felix ya estaba acariciándolo, rascándole las orejas y sobando su lomo y Kkami se dejaba hacer entre los brazos del menor. Con la lengua afuera y la cola disparatada hacia todos lados.

—No seas cruel, Hyunjin. ¿Acaso no es la cosita más linda que has visto en tu vida?

Y Felix sostenía la cabeza de Kkami junto a la suya, abrazándolo y con una gran sonrisa cuadrada que, en su defensa, hubiese podido derribar hasta las más grandes murallas de la antigua China.

Y claro que era lo más lindo que había visto. Era hermoso, y cálido, suave, reconfortante, amigable y etéreo… Kkami también era lindo, a su manera(aunque a menudo robara la atención de Felix).

Hyunjin se agachó hasta la altura de sus dos grandes amores y acarició la mata de cabellos que Felix portaba.

—No lo creo, ¿Deberíamos de dejarlo aquí y adoptar a otro perro más lindo?—

Kkami ladeó la cabeza y gruñó entendiendo a lo que su dueño se refería. Felix azotó un golpe de su codo contra el pecho de su prometido y rio divertido.

—Eso sí que ha sido cruel, ¿Cómo podríamos hacerle eso a kkami?

Hyunjin exhaló con orgullo, tan lleno de adoración contra su amor porque a pesar del mal comienzo que él y Felix habían tenido, Felix incluía y amaba a Kkami tanto como él lo hacia. Era felicidad al ver que Felix le aceptaba, a él y a Kkami y a todo lo que vendría en un futuro. Dejó un beso contra su cabeza y después rascó por detrás de las orejas a Kkami.

—No podría, cariño. Nunca los dejaría.

Felix se sintió satisfecho después de escucharle, así que soltó una sonrisa y continuaron el paseo que daban sobre el parque.

Había simple y agradable comodidad. Sus hombros se rozaron y se vieron envueltos en una estela de sentimientos fluidos, mágicos e increíbles. Vibraban en tonos rosados y naranjas, sincronizados y armonizando. Si alguien dijera que el anticristo estaba vivo y andaba entre millones de personas, cualquiera hubiese gritado atemorizado y hubiera intentado tirarle agua bendita, porque los anticristos eran quienes querían acabar con toda la creación de Dios, claramente.

Pero Hyunjin no estaba acabando con la creación de Dios, porque esa había sido destruida hace miles de años. Los hombres que Dios había puesto sobre la tierra para hacer el bien, ahora yacían acabando con todo lo hermoso que aún quedaba Qsobre el mundo. Pero no con Felix. Felix era su adoración, y a su opinión, no debería de ser mirado por seres tan despiadados como el resto de los humanos. Entonces, Hyunjin no estaba matando hombres, comiéndose a bebés o provocando tormentas de dolor, habían mejores cosas que eso.

Como ver a su dorado Felix emocionado y contento por comerse un suave y dulce algodón de azúcar.

Si los humanos y Dios pensaban que los ángeles eran los seres mas etéreos que existían, pues se regodearía de corregirlos, porque solamente Felix lo era.

Rió. Amaría tanto a Felix hasta que Dios escuchara los latidos de su corazón.

Hasta que él se enterara de cuánto lo deseaba y de cuán hermoso se sentía amar a otro hombre. De cuán correcto y bien se sentía.

Y así lo hizo.

Días después, Hyunjin y Felix se casaron y aquel día vibró en fuertes tonos rojos y amor se desbordó desde las puertas del infierno, el cielo crujió y Hyunjin le hizo el amor al hombre de su vida.

Los días posteriores se convirtieron en caricias intimas y besos traviesos, lento y vainilla, olor a hogar y a llamas cálidas.

Se besaron, se disfrutaron y vivieron. Muy pocas personas sabían lo que era vivir, ellos si lo hacían.

A Felix le ganó la curiosidad en una de las tantas y maravillosas cálidas mañanas que disfrutaban tras su luna de miel. Él había estado arropado, abrazado por detrás y siendo mimado, porque a él le encantaba ser mimado. El desayuno yacía sobre una mesa al lado de su gran y suave cama, pero ninguno quería abandonar los brazos del otro, así que esperaron hasta desperezarse.

Entonces, Felix dijo

—¿Qué pasará cuando el tiempo llegue?

Hyunjin había entendido lo que él había querido decir y dejó un beso sobre uno de los hombros desnudos de su marido.

Resultaba extraña la forma en la que hablaban y mencionaban vagamente el Apocalipsis como si fuera un nada, como si ellos no fueran los culpables de que ello sucediera y la misma humanidad hubiese sido quien los llevo a tal destino cruel.

—Simplemente… Todo lo malo sobre el mundo desaparecerá.

Felix mugió y giró el rostro preocupado hacia su amante. —¿Entonces tu también lo harás? ¿Te irás?

Había una sombra sobre sus ojos, el reflejo de lagrimas asomándose por entre sus cabellos castaños. Hyunjin le acarició la mejilla con el pulgar y le besó lentamente, Felix se sostuvo de él y tiro más cerca de su cuerpo.

—Cuando el fin llegue nosotros no estaremos aquí, estaremos lejos, donde nadie nos pueda alcanzar y nos podamos amar con libertad. Donde te pueda amar con libertad.

Felix soltó una sonrisa cuadrada que alcanzó sus ojos y al corazón de Hyunjin.

Incluso aun después, la culpa llegó sobre Felix.

—Nadie quedará vivo, ¿No es cierto? Pensar en ello me hace sentir tan... Mal.

Pensar en todos los que desaparecerían y ya no existirían mas que en sus recuerdos era un golpe duro y difícil de afrontar. Hyunjin lo sabía porque incluso él a veces se sentía mal. Después de todo, había personas a quienes estimaba, como Sana… Ella había sido casi como la madre que no pudo estar presente con él, y la quería.

Y Sana lo quería más. Pero era algo inevitable y que tenía que cumplirse para que un nuevo mundo renaciera. La tierra necesitaba un descanso, y era tan simple como eso.

—No estarán con nosotros—dice Hyunjin apretando un beso contra su frente—,pero les tendremos en nuestros recuerdos y los recuerdos son valiosos, porque ahí jamás podrán morir.

—¿Y si los olvido?

—Estará bien, mi amor. Solo tendrás que ser feliz, porque ellos ya lo fueron y ahora te toca a ti serlo por ellos.

Felix soltó una risita nasal, paseó las manos sobre el rostro de Hyunjin y besó su nariz. Adoración alumbrando su mirada y cariño, cariño arropado entre sus cuerpos.

—¿Sabes? A veces suenas como un profesor de filosofía, uno muy viejo y arrugado, por cierto.

—Fácilmente podría serlo—, dice Hyunjin— porque delante de mí tengo a la inspiración de Eratóstenes y Tales de Mileto.

—Ellos no eran filósofos, eran astrónomos.

—Lo sé, y no cambia el hecho de que te adoro.

Felix se escondió tras su intenso sonrojo. Alcanzó sus orejas, su cuello y las mejillas canelas. El calor arropó su cuerpo y una mano se paseó libremente sobre la curvatura de sus dos hoyuelos sobre la espalda baja.

Algún Ángel debió de haberlos visto entregarse uno al otro como siempre hacían, porque el cielo tronó y una lluvia se desató sobre la casa Hwang. No importó mucho ni demasiado, porque Felix solo pudo deshacerse en suspiros cuando él, cuando su marido y el anticristo por el que todos temían, sostenía su alma y arrullaba su cuerpo. Balanceándose y deslizándose fuera y dentro, más lento y más rápido, más suave y suave y él solo logró atinar a un desesperado y desastroso “Te amo”.

Porque lo hacía, intensamente.

Había sucedido años más tarde.

Felix lo había sabido.

Hyunjin lo había sabido.

Y la humanidad había desaparecido.

Fue tres días después de que Felix hubiera dado luz a su tercer hijo y lo había arropado entre sus brazos y se había colmado tanto de él hasta que él pequeñísimo Hwang se llenó de la esencia de su padre. Porque Felix era hogar, Hyunjin era hogar, sus dos hermanos mellizos eran hogar. Y estaba en casa. Los brazos tibios, largos y suaves y reconfortantes que le sostenían eran casa.

Sunoo había dicho –casi gritado–, emocionado que su pequeño hermano olía a dulce de leche y miel. A tornados y rayos de sol. Su hermana le había golpeado porque según ella el pequeño Hwangcito no podía oler a todo eso. Y Sunoo había ido llorando con su padre Hyunjin porque los golpes eran malos, y su hermana lo había hecho.

Hanni solo había podido cuestionarse el porqué tendrían que dejar su enorme y bonita casa. Ella guardaba allí todos sus juguetes, había un gran patio y no había nada más que le gustara mas que acurrucarse y quedarse dormida sobre sus padres. Su habitación era linda y grande y papá Lix siempre preparaba galletas y chocolate caliente.

Tampoco quería dejar de visitar a Sana, y el parque frente a su casa era su mejor amigo. Temía que si le dejaba ahí solito se rompería y se perdería y despuésella no podría encontrarlo devuelta. Como la muñeca que alguna vez lanzó por la ventana de su habitación esperando que ella volara, no lo hizo y en cambio un perro se la llevó.

Entonces, Felix había confiado en su esposo y cuando las paredes de su casa timbraban por la gentuza afuera y las ventanas se caían, cayeron en un pequeño sueño. Fue extraño, aturdidor y asombroso a la misma vez. Cuando despertaron había calor abrazándolos, oscuridad sembrada en sus ojos e infinita tierra basta y oscura.

El infierno había sido diferente a lo que había imaginado. Levemente, pero era diferente. Habían mares salpicados de fuego, ríos que descendían desde cascadas gigantescas en rojo y un cielo sin sol. Habían piedras y montes de dura roca, cuevas y paredes alzadas sin orden. Parecían fortalezas caídas y construidas altamente. Habían luces amarillas, como bloques de lámparas colgadas de las paredes y eterno silencio.

No habían gritos, mucho menos desesperación ni dolor. Nada de ello existía ahí.

Solamente… paz, pasto negro y flores blancas. Como si la vida aún pudiera habitar allí. También, en algún rincón había lo que parecía ser una reserva llenas de árboles con troncos gruesos y negros, hojas cafés y frutos colgando de sus ramas.

Hyunjin había dicho:

—Está bien, esto es hogar. Estamos en casa y no hay de qué temer. Las frutas son para comer y el agua no quema y nosotros estamos para querer.

Hanni se había burlado de su papá porque ella no entendía nada, su papá debía de ser muy tonto porque para vivir necesitaban agua y comida, un cielo azul y un sol y una luna. Allí no había nada de eso.

Entonces Hyunjin preguntó:

—¿Quisieras ver una luna?

Sunoo tomó la palabra chiquito; —Yo quiero una de queso— y se había escondido tras las piernas de su papi Lix.

—Las lunas de queso no existen, papi ¿El agua de verdad no quema? Porque quiero tirar a mi hermano justo ahora.

El bebé se rió, Sunoo lloró mientras su hermana reía y se burlaba de él, Hyunjin negó y Felix no pudo hacer más que poner el rostro en blanco; preguntándose si estar ahí abajo hacía más rara a su familia, de lo que ya era. Claro.

Hyunjin cargó a Sunoo y le apapachó. Besó sus mejillas y fue el padre más maravilloso en ese momento. Hyunjin no había tenido una madre, mucho menos un padre, al menos físicamente. Y se había sumergido de Felix cuando le conoció, porque era a quien necesitaba para sentirse lleno y pleno y feliz.

Felix lo había hecho sentirse así. Él había llegado para quedarse a su lado, para abrazarlo durante la noche y acercarlo contra su pecho después de hacer el amor. Para hornearle galletas e hijos y vida eterna. Poco le importaba, Felix era su salvación. Y no le importaba si era el hijo de Satán, él quería llorar cada vez que veía a Felix dándole besitos a sus cachorritos. Quería llorar cada vez que Felix se había mirado al espejo durante su último embarazo y acariciado su enorme barriga.

Era difícil de describir, porque estaban rodeados de fuego puro, de llamas y lumbre, y solamente se sentía cálido cuando abrazaba a Felix y besaba su boca. Simplemente era… hogar, y casa, y más calidez. Entonces él también quería transmitir esos mismos sentimientos hacia sus hijos.

Le revolvió el cabello a su pequeña y le tomó de la mano.

—Tal vez no podamos tener una luna de queso por ahora, pero me aseguraré de crear una para ti, chiquitín— y besó el rostro de Sunoo — Así que ahora disfrutemos de esto.

La tierra bajo ellos tembló y vibró y las lámparas se difuminaron en una pequeña luz apenas perceptible. Hyunjin apoyó su mentón en el hombro de Felix y besó detrás de su oreja. Él se estremeció y le brindó una sonrisa cuadrada.

Entonces, miles de puntos de luz plateada surcaron desde la tierra hasta el cielo sin sol, girando y construyéndose gigantescamente en una bola redonda y bien formada que iluminó cada rincón y cada lugar del, no tan temeroso, infierno. Los colores rojos y naranjas y blancos se mezclaron y las llamas sobre los mares y los ríos ascendieron brillantemente.

Oyeron susurros y ruidos y pequeños pasos y deslizamientos en el aire y pequeños diablillos asaltaron el lugar. Tenían diferentes tamaños y diferentes colores, algunos con cuernos sobre sus cabezas (porque algunos tenían dos cabezas) y sobre sus alas y brincaron, corrieron y treparon hasta la copa de los árboles y todo se sintió como casa.

La pequeña Hanni saltó en alegría y no dejaba de apuntar a cada diablillo que pasaba hacia su lado. Ella los saludaba, les sonreía y pronto comenzó a perseguirlos porque eran lindos y divertidos.

—¿Quieres ir?— Sunoo dudó y se escondió brevemente. Él no era tan sociable como su hermana, solamente le gustaban su papá Hyun y papi Lix, y a veces su hermana(no siempre, porque ella era mala) y temía ir con las figuritas divertidas, lindas, graciosas y que daban vueltas sobre las ramas y reían y jugaban con su hermana…

—No te harán daño, son amigos— animó Hyunjin.

Él miró a su papi Lix y después a papá Hyun, y al bebé y después hacia los diablillos y una vez más a papi Lix, a papá Hyun, al pequeño bebé que estaba babeando, a los diablillos y a su papi Lix y a papá Hyun y al bebé y después a los diablillos…

Entonces saltó de los brazos que le sostenían y corrió hacia su hermana quien jugaba a alguna clase de escondidillas con los diablillos. Y se unió y fue tan divertido que su pancita pronto dolió de reír tanto.

Cuando quedaron solos, Hyunjin tomó al bebé y jugó con sus dedos mientras el pequeño balbuceaba y regaba baba por donde se le daba gana.

—¿Estás bien con esto? No es el cielo, ni el paraíso y tampoco hay un sol sobre nuestras cabezas y en cambio solo puedo ofrecerte fuego y roca y una luna falsa.

Felix miró a su alrededor y suspiró. Se acercó hacia su bebé y acarició la pequeña cabecita.

—Hyun… No creo que fuego y roca y una luna falsa sean sinónimo de mala vida o pésima vida. El mundo solamente pudo ofrecerme mentiras, límites y aturdió mi cabeza y tu llegaste a darme paz y amor. Creí que estaba viviendo pero justamente
no estaba viviendo. Y ahora lo hago, solamente a tu lado.

Sus miradas conectaron. Un contraste de ojos cálidos y miel contra unos negros y márgenes bien construidos, y aún así, ambos lograban expresar cuánto se amaban y cuánto se adoraban. Fue todo kaboom y luego ba-boom y un poco de Wah-waah
de parte del bebé y más mhaw de parte de ambos. Hyunjin presionó varios besos contra la boca de su amante, sobre su rostro y sobre sus manos, sobre los hombros y sobre su alma. Narices rozándose y cuerpos manteniéndose más cerca de lo que podían hacer.

—Estoy bien, Hyun— afirmó una vez más, solamente para hacerle llegar a su marido que realmente lo estaba.

Y su adorado Hyun respondió: —, ¿Ves? Justo ahora has sido tú quien ha sonado como un profesor de filosofía, uno arrugado y viejo, por cierto.

—Este profesor arrugado y viejo de filosofía golpeará tu hombría para que no vuelvas a sembrar a ningún otro bebé sobre mí.

—Paso de ello. Mi deseo es colocar otro par de gemelos en ti, tal vez algunos trillizos y entonces consideraría la idea.

Felix rió y golpeó su hombro. Él ya era un hombre, grande y padre y cerca de los treinta años. El tiempo había pasado rápido y a pesar de ello, él aún se ponía tímido cada vez que Hyunjin le hacía el amor. Simplemente no podía evitarlo, porque Hyunjin era todo músculos y caricias y palabras que le hacían sonrojar.

Pero si lo pensaba.., la idea de tres niños idénticos corriendo por allí no era tan mala.

Volvió a golpear el hombro de su marido y recibió un beso sobre la boca.

—Te amo, Hyun.

—Te amo— le dijo entonces Hyunjin.

Él en cambio dijo:— Bésame, bésame más.

—Siempre me encuentro haciéndolo.

—No… Bésame. Bésame tanto hasta que tu padre Satán vea que las llamas del infierno no queman como nuestro amor lo hace, bésame porque aquí no existe ningún Dios que nos detenga.

Hyunjin lo besó. Su cariño vibró en rojo, naranja y rosado y verde.

Y su amor consumió las llamas del infierno.

Bueno, ahora sí.

Oficialmente está adaptación está terminada.

Muchas gracias a todas las personas que estuvieron desde las primeras actualizaciones y a las nuevas que están comenzando a leer está adaptación.

Nos leemos pronto. 🫶🏼

—mar.

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