capítulo siete.

Born For Evil.

El amanecer en una buena compañía puede ser una de las cosas más hermosas en el mundo; donde los rayos del sol acarician suavemente la faz de la tierra, tímido presentándose en el horizonte, iluminando los corazones más oscuros, y tal vez inclusive hasta los más perversos.

En realidad, incluso compartir la cosa más sencilla del mundo podría ser maravillosa, siempre y cuando fuera hecha junto a la persona correcta.

Es por eso que cuando Chan despertó mientras el arrebol se presentaba, un cálido sentimiento le inundó el pecho cuando en sus brazos pudo notar el cuerpo aún dormido de su amado.

La piel blanquecina descubierta, apenas siento tapada de la cintura hacia abajo por una fina sabana. La respiración tranquila y los revoltosos cabellos castaños, junto a esos labios bonitos entre abiertos.

Era hermoso.

El amanecer igual, pero su belleza se veía opacada por Bang Felix.

Era lo que siempre había querido, deseado y anhelado, y justo ahora, mientras dejaba besitos sobre los hombros descubiertos logró caer en cuenta, una vez más, que finalmente él estaba allí.

Estaban juntos, finalmente después de tanta espera, y era lo único que importaba.

Chan estaba completo, todo en él estaba justo como tenía que estar.

Su cuerpo se sentía lleno por el poder que incrementaba en él, más fuerte y poderoso. Preparado totalmente para el plan mayor, por el que había nacido.

Pero mientras la hora aún no llegaba disfrutaría pasar todo el tiempo posible junto a su adorado esposo.

Esposo.

Cuanto amaba ahora la manera en la que aquella palabra le hacía llenar el pecho de orgullo.

Cierto, Felix ahora su esposo y se preguntaba si aquello no era un sueño, o tal vez había muerto y por alguna extraña razón había ascendido al cielo.

Porque para Chan, Felix era un ángel.

Que extrañamente se había fijado en un demonio tonto como lo era él.

La cabellera castaña se removió hasta dar la vuelta y quedar frente a él, los ojitos color miel se abrieron lentamente dejando ver un brillo hermoso en ellos.

— Buenos días — habló Chan, dejó un besito en la nariz del moreno quien se encogió en su lugar con un sonrojo.

— Bu-bueno días, Channie.

Decir que Felix estaba totalmente tranquilo sería mentir, pues él se encontraba hecho un desastre.

Se sentía bien despertar en los brazos fuertes y robustos del pelinegro, mientras su cuerpo descubierto era examinado y él se sentía pequeñito bajo la mirada hambrienta.

Y es que no podía evitar sonrojarse al descubrir su propia desnudez y la contraria, bajando la mirada tímida, aunque cuando hizo aquello se topó con unos pectorales bien trabajados, lo que hizo que su sonrojo aumentara en gran medida.

— ¿Estás bien? Estás muy rojo — Bang posó su mano en la frente blanca, intentando hallar algún aumento en la temperatura, pero todo estaba correctamente.

— No, n-no es nada... solo...— sin poder decir más se dejó inclinar hacia el cuerpo del mayor, acurrucándose y escondiendo el rostro en el pecho.

Chan rió por la inocencia de su amado, le acarició el cabello para que lograra entrar en más confianza.

— No estés tímido ahora, ¿Recuerdas? — se inclinó hacia el cuerpo más pequeño, susurrando contra su oreja — Ayer ví todo de tí — susurró tan bajo, mandando una ola de corrientes eléctricas al contrario.

Bang recibió un golpe en su pecho, e hizo una queja falsa. Tomó la mano y dejó un par de besos hasta que Felix alzó el rostro y finalmente pudo juntar sus labios tiernamente en un beso que les hizo suspirar.

Ambas bocas congeniaban tan bien, se tomaban y recibían exquisitamente, demostrando que tal y como había sido dicho antes; ambos eran el uno para el otro.

Pronto, las mañanas en amaneceres naranjas con rayos azules fueron las encargadas de despertar a los recién casados. Los desayunos en el patio de la gran mansión que ahora era suya, las tardes paseando en el parque y las noches de pasión y amor. Se habían convertido en su nueva rutina, de la que no se cansaban, no importaba hacer las mismas cosas por varios días, pasar horas enteras en la biblioteca o simplemente en el patio los días de lluvia, mientras veían las gotas caer.

Todo era perfecto, se convertía en algo hermoso cuando estaban juntos, entonces la mínima acción se volvía maravillosa.

Y los días pasaron, hasta convertirse en semanas que fueron a meses y finalmente cinco años habían pasado.

La primavera había traído consigo en su primer año de casados la gran dicha de agrandar la familia.

Y aunque hubieron dificultades, por no saber llevar bien la situación, todo logró calmarse. A pesar de los nervios que el matrimonio enfrentó todo pasó a segundo plano cuando la felicidad fue mayor.

Así pues, Felix, de alguna manera que él desconocía, quedó en estado, preñado, en cinta, ¡Embarazado!

¡Por Satán!

Y todo fue rarísimo, al menos hasta que pudieron sobre llevar la situación y se acostumbraron.

Los cuidados fueron los mismos que una mujer embarazada necesitaba, el primer mes fue fácil. Aunque Chan necesitaba levantarse por las mañanas porque al castaño se le antojaba comer algún alimento combinado a otro.

Aunque a decir verdad todo fue muy tranquilo, Felix, a comparación de las mujeres embarazadas, no se martirió con su físico. Él amó ver como su vientre se hinchaba, sus caderas se volvían más gruesas y ganaba peso. Después de todo, por las noches tenía a un Bang besándole el vientre y susurrando palabras que endulzan su oído.

Así pues, en el mes de Junio entre un Chan totalmente carcomido por los nervios y temeroso, un par de llantos irrumpió en el hogar.

Y cuando un Felix que recién paria finalmente se calmó, y Bang alcanzó su mano, dejando besos en sus mejillas pudo ver al fruto de su amor.

Más bien dicho, a los frutos de su amor.

Porque entonces dos pequeños bultitos cubiertos en mantitas habían sido entregados hacia el matrimonio aún joven. La tarde había traído consigo un par de hermosos mellizos, una pequeña que recibió el nombre de SonHyun y un pequeño de nombre JungHyung.

Sí, para ambos nombres de habían combinado los nombres de sus familias. En la pequeña niña yacían los nombres de sus abuelas, y el pequeño recibía una combinación del nombre de sus padres.

— Son muy hermosos — había dicho Felix cubierto de lágrimas, mientras arrullaba a la bebé y la observaba atentamente.

— Claro que lo son, ¿Has visto a sus padres? — bromeó Chan. Sonriendo en grande y encargándose de su pequeño.

Berry, el perro Samoyedo que se había mudado junto a ellos, ladró inquieto. Deseando ver a los nuevos miembros de la familia, su cola se agitaba de un lado a otro.

— ¿Quieres ver, pequeño? — Berry volvió a ladrar, como si con eso hubiera dado una respuesta afirmativa. Chan se inclinó y tendió un poco hacia al frente al pequeño JungHyung.

El perro ladeó la cabeza, con la lengua de afuera y las patas arriba de los muslos de Chan.

— ¿Ves, Berry? — comenzó a hablar Chan, mientras sentía otro par de lágrimas descender por sus mejillas. — Finalmente lo conocí, y lo amo demasiado, ¿Sabes? También me cocina galletas, y ya tienes otro papá. Y-..y ahora tendremos a dos cositas correteando por la casa, ¿No es emocionante?

Sí, incluso el perro podía sentir el desbordante amor de la pareja.

Berry ladró, recostando el hocico en las gruesas piernas de su dueño.

Chan atrajó hacia su pecho al bebé, viendo a su amado hacer caritas para que la bebé riera un poco.

Y ese día terminó con una familia feliz, mientras celebraban la llegada de los mellizos que alegraron en sobremanera al matrimonio, y agrandó su amor.

Agradecidos de estar juntos.

Así pues, ahora la lluvia caía junto con la noche. Había relámpagos y truenos que hacían que muchas personas corrieran por las calles buscando refugio ante la llovizna.

Mientras fuera de la gran mansión del parque, a la que muchos tenían envidia por tal residencia, dos pequeñines saltaban entre los charcos. Cubiertos con sus capotes para lluvia, riendo y jugando entre ellos dos.

SonHyun reía y saltaba fuertemente sobre los charcos, buscando mojar más de lo que ya estaba a su hermano. Y este se quejaba y la empujaba levemente, para iniciar una carrerita por todo el patio.

— ¡JungHyung atrápame! — gritaba la niña, corriendo lo más rápido que sus piecitos se lo permitían.

El nombrado era más lento que su hermana, por lo que tuvo que parar unos segundos para conseguir aire, y después volver a echarse a correr tras ella.

Dentro, su papi Felix les veía cuidando de ellos. Su estado le pedía estar dentro de casa, así que mientras tenía una taza de té en sus manos y sus pies se cubrían por unas calcetas tan solo podía vigilarlos.

El calor de su abrigo era suficiente para mantenerlo lejos del frío, además la chimenea estaba encendida y en la estufa se preparaba un chocolate para los más pequeños.

Felix agradecía que sus pequeños se enfermaran difícilmente, pues si fuera diferente estaría batallando por calmar los lloriqueos y quejidos de dolor.

La olla en la estufa sonó, el sonido burbujeante del chocolate caliente le hizo saber que ya estaba listo. Con un poco de esfuerzo se puso de pies, cubriendo su cuerpo con el abrigo y caminando lentamente hacia la cocina de la mansión.

Tan solo apagó la estufa y tapó la olla para que el chocolate no se pusiera frío. Unas manos le rodearon la cintura, llevándolo hacia atrás e indicando que se recostara en el pecho fuerte tras él.

Su cuello fue besado y sus hombros también, mientras la grandes manos acariciaban sus manos y parte de su abdomen estirado, parando allí unos momentos para sentir las pataditas que el bebé dejaba.

— Chan, ¿Qué haces?

— ¿No es obvio? Dándote tu hora diaria de cariñitos.

Felix rió. Dejándose envolver por las manos que le acariciaron el pelo, casi dejandolo dormido.

Hasta que el sonido de la puerta corrediza abriéndose y un par de pisadas rompió el momento de la pareja.

JungHyung entró llorando, tendiendo sus manitos para ser cargado por su papá.

— ¿Qué pasó, hmm? — Chan tomó en brazos al pequeño, tras haberle quitado el capote y acariciando los cabellos castaños.

— ¡Son me tiró! — acusó, y la nombrada abrió la boca indignada.

— ¡Pero estábamos jugando!

Felix se encargó de quitarle el capote a la niña, peinando con los dedos sus cabellos negros mojados. Viéndole con reproche.

— Son, no debes empujar a tu hermano, ¿Sí? Recuerda que él no es tan fuerte como tú.

SonHyun asintió, estirando los labios en un puchero.

La niña era parecida a Chan; tenía cabellos negros y ojos grandes, además de que era más brusca. Y por su contrario JungHyung era la viva imagen de su papi Lix, compartían el mismo color de cabellos y sus ojos igual eran color miel. El niño era más calmado, y prefería pasar el día enrollado en cama, acariciando el gran vientre de su papi.

— Ahora discúlpate, vamos — animó el mayor. Son se encaminó hasta su papá y le pidió que bajara a su hermano, para que ella pudiera disculparse.

— Jung — dijo chiquito ella, era orgullosa y no le gustaba demasiado tener que disculparse. — ¿Me perdonas? ¿Síiii? Porfiii, sino papi me regañará.

— Está bien, pero solo si después pintas conmigo.

— ¡¡Ay!! — se quejó, haciendo berrinche. — ¿En serio tengo que hacerlo? ¡Yo no sé pintar!

Un par de risitas resonaron en la cocina, y la pequeña se sonrojó, avergonzada. Felix servía ya en las tazas el chocolate que antes había preparado, mientras Chan tan solo veía con ternura a su familia.

— Pero aún así quiero que pintes conmigo — susurró JungHyung, sollozando y dejando lagrimitas escapar.

— ¡Ya, ya! No llores, pintaré contigo, pero solo porque papá me está viendo mal.

Al menor no le importó y se abalanzó contra su hermana, apachurrándola en un gran abrazo y gritando un par de veces muchos ¡Gracias, gracias!

Las tazas de chocolate fueron degustadas después, mientras la noche caía y el frío se hacía más fuerte. Cuando los menores terminaron, asoñados se fueron a la cama tras darse un baño caliente, y fueron arropados por sus padres.

Tal vez, era una familia extraña.

Comenzando por el hecho de que Chan era el mismísimo hijo de Satán, y que Felix en realidad venía de una familia cristiana. Además, Felix había quedado embarazado y había dado a luz, siendo un hombre.

Y era eso mismo lo que les hacía una familia tan única, y especial.

Sabían que las miradas de la gente dirigidas hacia ellos algún día pasarían a ser actos para acabar con ellos. Hijos del Demonio, eran llamados después de todo.

Aún así, mientras disfrutarían el tiempo posible.

Antes de que Chan asumiera y cumpliera su papel y la razón de su nacimiento.

El anticristo estaba cerca.

¿Les gusto el capítulo? 🌾.

¡gracias por leer!

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