capítulo seis.

Yuan bei.

Las siguientes dos semanas volaron como un avioncito de papel, y cuando la figura aterrizó Felix se dio cuenta de que había pasado poco más de un mes desde que le habían raptado.

Normalmente, si alguien le hubiese dicho que su destino estaba enlazado con el mismísimo hijo de las tinieblas él hubiese reprendido aquello y se hubiese arrodillado para orar.

Así, si alguien más también le hubiera dicho que él aceptaría esa unión, inmediatamente se hubiese hecho un auto-exorcismo, a él y a la persona que le dijera esa tontería, claro.

Pero en esos momentos no se podía auto-exorcisar o echarse a orar, porque a decir verdad ya no tenía aquella fe flameante.

Las cosas habían cambiado en sobre manera, él había cambiado.

Su pensar, es decir, y sus sentimientos.

Porque en algún momento dejó de temer y llorar por las noches, para acostarse con una pequeña sonrisa, esperando el mañana con ansias.

Justo como lo había hecho la noche anterior.

Estaba nervioso, sentía estragos en su pansita, las tan famosas mariposas revoloteaban dentro de él y sus mejillas se encendían. Tenía el corazón latiéndole a mil por hora.

Ahora estaba sentado en, lo que llamaba ahora, su cama. Estaba siendo arreglado por una monja con la que había compartido un par de charlas en la última semana. Siyeon le aplicaba a golpecitos suaves un poquito de rubor en sus mejillas, para hacerlas más rosaditas.

Anteriormente había aplicado también un poco de sombras en sus párpados, y le había peinado el cabello haciendo resaltar su cabello en pequeños rulos que le daban unos airesitos más pequeño, y tierno.

Sus manos jugaban entre sí mientras reposaban en su regazo. Unos finos pantalones blancos se cerraban en sus caderas, en la parte superior solo tenía una camisa blanca delgada.

Siyeon terminó de colocar el rubor y pasó a ponerle un poco de bálsamo labial, hizo ver sus labios más rellenitos, rosados y con un brillo que hacía delirar.

— Ya estás listo, Lix — avisó la mayor. Tomó la mano del castaño y lo levantó para que se pudiera observar en el espejo de la habitación.

Felix clavó su vista en su figura. Lo admitía, se veía muy bonito, Siyeon se había lucido con su trabajo y él esperaba que se viera lo suficientemente bien para Bang Chan.

Era un Sábado, cerca de las 3:00p.m. El cielo estaba en un bonito tono de azul, las nubes blancas decoraban el vacío del cielo. Había cierto brillo en las cosas, parecía que toda la ciudad estaba alegre ese día.

Felix iba a contraer matrimonio dentro de unos minutos, con Bang Chan.

Y no podía esperar a estar junto a él, para poder estar juntos finalmente, en todos los sentidos.

La emoción crecía cuando pensaba que pronto sería su esposo. Pronto todo volvería a cambiar y en vez de tener miedo por las consecuencias él las esperaba gustoso.

Siyeon le colocó el saco del traje. Tomó un pequeño ramillete de flores pequeñas y las colocó en su bolsillo, en el costado izquierdo del pecho. Le dio una gran sonrisa para apreciar al castañito.

— ¡Te ves precioso, eres muy hermoso! — exclamó ella.

— ¿De verdad me veo bien? — susurró, temeroso.

— Claro que sí, no te preocupes. Chan sabe apreciar el arte.

Felix sintió sus mejillas enrojecer, intentó cubrirse el rostro con las manos pero antes de hacerlo la fémina chilló con que arruinaría el maquillaje. Así que solo se vió una vez más en el espejo y sonrió, estaba listo.

Sabía de la boca del pelinegro que, obviamente, no tendrían una boda por la iglesia. Tampoco harían una fiesta, tan solo serían ellos, las monjas y algún tipo de sacerdote que les casaría.

Tampoco sería una boda como todas las demás. Por su contrario, serían casados bajo el permiso y autoridad del Señor Oscuro.

Ese mismo día todo el poder de Bang Chan despertaría en él.

Tendrían la ceremonia en el patio de la casona, más bien sería algún tipo de ritual en el que jurarían amor eterno y harían un pacto de sangre.

No le dio tantas vueltas al asunto, después de todo ya no tenía miedo, se sentía seguro allí y en los brazos del mayor. Él quería hacerlo.

Bajó junto a la monja, con los nervios a flor de piel, pronto se encontraron en la salida que daba al patio.

Desde donde se encontraba tenía una vista de todo, se habían esforzado por decorar el patio, había un recorrido de pétalos que guiaban a un quiosco en el medio, rodeado de lianas y florecillas rojas. La luz del sol golpeaba levemente todo, dandole un brillo natural.

Mientras Siyeon sostenía su mano, comenzaron a avanzar.

Cuando Felix alzó su cabecita pudo ver a Chan parado bajo el quiosco. Estaba también vestido de blanco, con un traje que se apegaba al trabajado cuerpo, el cabello negro recogido en una coletita tras su cabeza, y una magnífica sonrisa en el rostro.

Sus mejillas ardieron, las rodillas le flaquearon y mordió su labio inferior. Dio una pequeña sonrisa cargada de grandes emociones a su futuro esposo.

Caminaron lento bajo la atenta mirada de las monjas y de Chan. Finalmente llegaron hasta él, la monja Siyeon le entregó como una buena madre.

— Te ves muy hermoso — susurró Chan en su oído, se estremeció y bajó la mirada, tímido.

Ambos se giraron hacia el sacerdote, sus ropajes eran rojos y en vez de portar una biblia en sus manos tenía una copa llena de algún líquido que parecía ser agua.

— Nuestro gran señor Satán nos ha traído la dicha de presenciar a su hijo, quien reinará pronto. Es por eso, que agradecido por tal honor llevaré a cabo esta ceremonia, donde nuestro príncipe unirá su corazón y alma a este joven quien gobernará a su lado — comenzó el sacerdote. Tendió la copa a ambos muchachos, y seguido les ofreció un pequeño cuchillo de empuñadura azulada y ruinas en la hoja plateada.

— Hoy, jurarán ante nuestro Señor amarse por todos los días, respetarse y valorarse. Tomarán la vida, alma y cuerpo de su compañero para cuidarlo por siempre, reinarán sobre este mundo cómo estuvo escrito desde antes .

Bang Chan tomó el cuchillo y se hizo un pequeño corte en la muñeca pero lo suficientemente profundo para dejar salir gotas de sangre, tras la señal del sacerdote.

Dejó caer la sangre en la copa y pasó el arma al castaño, quien repitió todo lo anterior baja la atenta mirada del pelinegro, tan solo soltó un pequeño siseo de dolor pero soportable.

El sacerdote hizo que le trajeran un par de anillos de oro y los tendió a la pareja, Bang Chan fue el primero en sujetar la argolla y deslizarla suavemente sobre el dedo de Felix. El castaño tomó la sortija restante, con los nervios corrió también el anillo por el dedo anular del mayor, quien le dio una sonrisa llena de amor.

Seguidamente, el pelinegro tomó la copa y tendió frente a él, viendo fijamente aquellos ojitos que tanto le encantaban.

— Juro ante mi padre amar a Lee Felix, y reinar junto a él cuando sea el momento. Lo tomo como mi pareja de vida, de esta y la siguiente — Bang Chan tendió la copa frente a Felix, para que bebiera y así sus palabras fueran selladas.

El castaño solo sintió el agua con sabor metálico, sin embargo no le importó y bebió hasta que Chan separó la copa de sus labios.

— Juro ante el Señor Oscuro amar a Bang Chan, y acompañarlo durante nuestro reinado cuando sea el momento. Yo lo tomo como mi pareja de vida.., de esta y la siguiente — Felix repitió la acción: tomó la copa e hizo a Chan beber de ella.

Cuando finalizó, devolvió la copa al sacerdote quien solo les asintió y habló para decir:

— Con la autorización de nuestro Señor, les declaro esposos; amantes, y dueños de su gran amor. Que la dicha esté con ustedes.

Chan se acercó a Felix, le sujetó por la cintura, acercándolo y pegándolo a su pecho. Su mano acarició la mejilla canela y vio con profundo amor los ojos del castaño, transmitiéndole paz y tranquilidad.

— Lee Felix, finalmente eres mi pareja, eres mío.

Y aunque no estuvieran en una iglesia, aunque no hubiera una multitud de invitados o sin importar que la música no sonara, y a pesar de que aquella unión era una total abominación para las personas del exterior les importó poco y por primera vez, acariciaron sus labios en una suave caricia que les mandó miles de corrientes eléctricas.

Con un profundo beso, tan suave como el terciopelo y grande como el universo mismo sellaron su unión.

Chan levantó el rostro, sintió su frente ser llenada de alguna mezcla que el sacerdote había elaborado. Sus rodillas pegaban en el pasto, mientras la noche se cernía sobre ellos.

Su mente estaba únicamente pensando en contactar con su padre, aunque inconscientemente sentía la mirada de, ahora su esposo, Felix.

Era el ritual que otorgaría a Chan el poder total y absoluto. El traje blanco que se había puesto para su boda ahora estaba un poco manchado de tierra en las partes de la rodilla. El sacerdote dictaba algunas palabras en un idioma que solo él y el pelinegro podían entender.

Su mente divagó y entonces todo se puso oscuro, entró en un estado catatonico. Escuchó una voz que le llamaba e inmediatamente supo que era su padre.

Imágenes pasaron por su mente, como rayos que competían entre sí. Cada uno mostraba alguna verdad sobre la humanidad, la avaricia, los celos, el desamor, la obsenidad y soberbia. Hombres y mujeres malos, con los corazones podridos que cada día empeoraban el día. Guerras y abandonos, personas matándose entre sí y siendo engañada.

La humanidad estaba tan acabada.

Los ojos de Chan se abrieron, y entendió por segunda vez toda la perversidad del mundo. Supo entonces que el final sería inevitable, y él sería quien les llevaría a este.

Abrió totalmente los ojos, con una sonrisa ladina en el rostro, un iris rojo rodeaba sus pupilas. Se sentía diferente, había algo que le recorría todo el cuerpo, una corriente que le impulsaba a odiar a la raza humana. El sacerdote asintió y sonrió al ver la transformación completa en él.

Unos delgados deditos tomaron su mano, se sintió sobre sí al instante, recobrando la compostura. Se giró y vio el semblante de Felix, le veía profundamente, buscando que estuviera bien. No pudo evitar sonreír aún más, ahora estaba completo, sentía su propio poder recorrer por su cuerpo, y frente a él estaba lo único que podía complementarlo; su adorado esposo.

Mi amor — le dijo tan bajo, solo para que ellos lograran escuchar. Acarició la mejillitas de pan, y Felix se dejó acariciar, inclinando la cabeza hacia la palma.

Ambos se miraron, simplemente no había palabras para expresar la conexión que ahora los unía. Había sido escrito, ambos tenían que estar juntos; se deseaban de todas las formas el uno al otro, no había sentimiento que pudiera reemplazar lo que sentían. Era.., era hermoso ante los ojos de ambos.

Mi rey — susurró Felix.

De pronto tan solo eran ellos dos. Sin importarle nada más, salieron tomados de las manos de aquella mansión. Caminaron bajo el cielo estrellado de la ciudad, por las calles que se habían detenido para presenciar a la pareja. El viento alborotaba sus cabellos, pero sus corazones parecían latir más rápido cuando miraban al contrario, tan sumergidos en ellos.

No tardaron mucho para cuando llegaron a aquella otra mansión más grande que se encontraba en el parque. La reja fue abierta por una llave que Bang poseía, entraron y observaron lo que a partir de ahora sería su hogar.

Era grande, tenía varias habitaciones que después se encargarían de explotar, había un patio delantero y uno trasero, con mesas y sillitas afuera. Una fuente y un hermoso jardín listo para recibir el amor de la pareja.
Era de tres pisos, con una hermosa fachada y grandes ventanales, dentro también había una chimenea que sería la encargada de guardar el calor en el hogar.

Bang Chan guió al castaño hasta la habitación más grande, la puerta era de una madera chocolatada, y cuando abrieron la puerta dentro se pudo apreciar una inmensa cama, en la que habían sabanas blancas y grandes almohadas, sobre ella estaba una colcha en color dorado y varias mantas al pie de esta.

La habitación era iluminada por una decena de velas puestas perfectamente para crear un ambiente romántico, y la luz de la luna de colaba por el gran ventanal que poseía la habitación.

— Bienvenido a casa — Dijo Chan mientras se colocaba detrás de Felix, y rodeaba sus caderas con ambos brazos, dejando descansar el mentón sobre el hombro del menor— ¿Te gusta?

Felix no podía estar más feliz. Muchos sentimientos lo embargaban, y tener al pelinegro acariciándole el cuerpo y dejando leves besitos sobre su hombro tan solo podía llenarlo más, y ponerlo plenamente feliz.

— Me encanta — dijo emocionado.

— A mí me encantas tú.

Los besos de Chan comenzaron a subir por el cuello del castaño, quien cerró los ojos y ladeó la cabeza dejando más acceso al pelinegro, para que besara a su gusto.

La piel del menor estaba caliente, y Chan juraba que tenía un sabor propio, pues estaba seguro que pronto se haría adicto a saborearla.

— Mmg-h... Channie — la mano del pelinegro ascendió por su pecho, su lengua acariciaba el músculo de la oreja del menor, sus dedos hábiles se hicieron cargo de desabrochar los botones del saco de Felix, deslizándolo por sus brazos para poder dejarlo fuera.

Felix se volteó finalmente, con las mejillas sonrosadas y el cabello levemente alborotado. Chan era más alto que él, y tuvo que ponerse levemente de puntitas para pasar sus brazos sobre los hombros y atrapar los labios de Chan en un pequeño besito, tímido e inocente.

Su cintura fue acariciada por el mayor, dejando leves apretones y acariciando la espalda baja, hasta llegar al inicio de su trasero. Y aunque Felix pensó que lo tocaría en esa zona, preparándose para aquello, aunque por el contrario obtuvo besitos en sus mejillas y nariz, besos que pronto fueron descendiendo por el cuello.

Las manos de Bang se encargaron de quitar la camisa del menor, dejando a la vista los brazos y el torso blanquito, la piel parecía tan suave, suave y bonita, totalmente hermosa ante los ojos de Chan. Dejó un beso en los hombros acanelados y los acarició suavemente.

Las manos inexpertas de Felix viajaron al gran pecho del pelinegro, temeroso y con los nervios, haciéndolo temblar. Con cuidado él también se deshizo de las ropas superiores de Bang, tragando saliva y sonrojándose al ver el trabajado pecho, que subía y bajaba lentamente por las respiraciones.

Si alguien preguntase qué era el arte, Chan inmediatamente respondería que era Felix por las mañanas; con los cabellos desordenados y los ojos hinchaditos, que el arte era Felix bajo una calurosa tarde mientras hacía un puchero. Era Felix cubierto de copos de nieve, con un gorrito en su cabezita y el rostro rojito por el frío.

El arte era Felix, totalmente desnudo frente a él. Con múltiples lunares en su cuerpo, su brillante piel tostada, sus mejillas sonrosadas y un brillo en sus ojitos, un deje de timidez en su rostro. Sus perfectas curvas, los hombros rectos y las piernas esbeltas y largas. Para él, eso era el arte y nunca cambiaría su respuesta. Porque nada podría compararse a la inmensa belleza que Felix portaba, y nadie podría competir con Chan, porque solo él podría apreciarle y admirarle, como la verdadera obra de arte que era.

Pronto, ambos estuvieron totalmente expuestos, con los pechos descubiertos y pegados, las prendas olvidadas en el suelo y aún de pie.

Chan juntó sus frentes, y rozó su nariz con la contraria, en un beso esquimal, cariñoso y sutil. Sus labios se encontraron delicadamente, su lengua delineó los labios rosaditos para pedir permiso y entrar en su cavidad bucal. Era cálida y se sentía tan bien, la punta de sus lenguas jugueteando entre ellas, buscando el mando que Bang ganó.

Cuando se separaron un hilo delgado de saliva aún les conectaba, se sonrieron tan hermosamente que se sientieron correspondidos.

En un fugaz movimiento Chan tomó las piernas de Felix, haciendo que saltara y las enrollara en su cadera. Cargando al moreno, sintiendo el roce de sus pieles y la calidez de estas le llevó a la gran cama que esperaba por ellos. Le recostó con cuidado, tratándolo como una pieza de cristal y atrapó nuevamente los labios en un beso más intenso, tomando el control y guiando la lengua aún inexperta de su tierno esposo.
Acarició con parsimonía las largas y suaves piernas, tocando los muslos rellenitos y ascendiendo sobre el pecho, y descendiendo una vez más.

Felix jadeó, sentía demasiadas sensaciones nuevas que le pondrían al borde de la locura. Su cuerpo reaccionaba con perfección a las estimulaciones de Bang, tan solo podía acariciar el cabello de la nuca y dejarse perder en el placer que sentía. Soltó un pequeño gemido cuando sintió una longitud adentrarse en su interior, la sensación fue extraña y le tomó por sorpresa, el dedo que Chan había deslizado por su entrada permaneció quieto, a espera de que el menor se acostumbrara. Un suave vaivén comenzó cuando el castaño volvió a gemir, esta vez moviendo un poco sus caderas.

Con el paso de los minutos, Felix era todo una cajita de gemiditos que se escapaban de él, el falange de Chan entraba y salía de él, extendiéndolo a su gusto. Los dedos de sus pies se apretaban y sus manos sujetaban el cabello negro del mayor. Pronto, sintió como los tres dedos que habían explorado su interior salían con un ligero chapoteo, abrió sus ojos y vio la mirada deseosa de Chan, aún así había un deje de cariño en ella.

Chan se acomodó mejor sobre él, inclinándose hacia él y alzando las sus piernas. Él habló.

— Eres lo que siempre soñé, Felix. Siempre te deseé, esperé desde mi niñez para conocerte y poder ganar tu corazón, y eres muchísimo más hermoso de lo que te imaginé... Gracias por aceptarme como tú pareja, realmente eres lo más bello que podría haber en este mundo, te amo.

Se acercó a besarle para distraerle, se fundieron tan bien en el beso y Felix gimió contra la boca de Chan cuando sintió como algo más grande que tres simples dedos se adentraron a su interior, estirándolo más, se sintió lleno.

Pasaron algunos momentos, en los que Chan le besó las mejillas, la nariz y la frente para distraerle del dolor en su zona baja. Acarició la delgada cintura, amando la forma en la que sus grandes manos encajaban tan bien en ella, saboreando la piel expuesta del cuello y clavículas.

Chan disfrutaba la estrechez de su esposo, le apretaba perfectamente que en serio pudo jurar que ambos habían sido hechos el uno para el otro. Una primera estocada les sacó un largo gemido a ambos, estremeciéndose por las sensaciones que experimentaban, y sobre todo el placer.

Un vaivén que comenzó lento, con un ritmo marcado y suave, juntando sus bocas ansiosas por unirse con el contrario. Pronto, los movimientos fueron más rápidos, más marcados y duros, un chapoteo que se escuchaba por la habitación y una capa de sudor deslizándose por sus cuerpos.

Ah-hg, Bang- Chan — decir que Felix no era extremadamente sensible sería mentir. Sentía su cuerpo recibir demasiado bien al de Chan, ambos se fundían entre besos y caricias. Su punto dulce era golpeado muchas veces, sacándole fuertes gemidos que Bang amaba. Encajaban tan perfectamente que las sensaciones se multiplicaban.

Era el momento más especial de sus vidas, finalmente terminaban de unirse de todas las formas posibles. No podían estar más felices, sintiendo que todo aquello era irreal porque no podían creer que tenían a una persona tan hermosa y maravillosa con ellos.

También ah-hg, tam-también te amo, Chan — y con aquellas únicas palabras el menor terminó sobre los abdomenes de ambos, liberando su esencia y sintiéndose al borde del placer. Cuando sus paredes se contrajeron por la liberación apretaron tan deliciosamente a Chan, y este dejó libre su semilla en su interior, buscando los labios contrarios para atraparlos en un beso más calmado.

Cuando sus respiraciones se detuvieron, se vieron a los ojos y sonrieron, tan completos y con un brillo en los ojos. Su amor ahora era irrompible y enorme, no había comparación.

Así pues, cuando la noche aún estaba presente y la luna miraba a ambos amantes, quedaron dormidos, abrazándose y declarándose amor verdadero.

Espero que hayan disfrutado mucho del capítulo ♡.

¡gracias por leer!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top