Capítulo 7.
Nayeon sonrió brevemente cuando se sentó en la banqueta al lado de Mina.
Había estado jugando un rato con Ray, el perrito de Mina. Le había estado persiguiendo por un buen par de minutos por todo el patio, hasta que sus piernas no dieron para más.
— ¿Estás cansada? — inquirió la pelinegra, le tendió un vaso con agua de limón y la contraria la bebió gustosamente.
— Ray es muy energético, algún día hará que mis piernas se salgan y se busquen a alguien más — ambas rieron unos momentos.
Un pequeño silencio se sentó entre ellas, aunque esta vez era más cómodo. Nayeon volteó a ver a la mayor, esta tenía una cicatriz en la mejilla y una en la palma de la mano.
Habían pasado cerca de dos semanas desde el incidente.
Ciertamente, se asustó, al principio Mina había sentenciado la muerte de dos personas, pero todo por protegerla. Entonces cambió un poco su forma de pensar, ahora le agradecía. Y su corazón se sentía calentito al pensar en cómo le había salvado ese día, y en como sus brazos le habían sujetado para que no cayera.
— Mina — la nombrada volteó hacia la castaña inmediatamente, le vio morder su labio inferior en señal de nerviosismo y a ella se le hizo sumamente tierno. — ¿En verdad, uh, en verdad tendremos que casarnos?
— Sí— asintió—, así está escrito.
— ¿Y lo quieres hacer porque está escrito o por...? — la pregunta quedó en el aire, un leve rubor se apoderó de sus mejillas y bajó la mirada.
Mina pareció leer su pensamiento, así que se apresuró a contestar.
— Me quiero casar contigo porque siento que te quiero — confesó.
Nayeon sintió sus mejillas arder. A decir verdad ya no se preocupaba demasiado, solo se dejaba llevar. Como los ríos de aguas vivas.
— Uhh, sí, mmjum — balbuceó. — ¿Y... De verdad todo esto tiene que pasar?
— Es necesario para que el mundo pague por sus pecados, nosotras somos quienes le pondremos final a todo. Si lo quieres ver de otra manera, yo tengo que estar a tu lado, y tú al mío.
Estar una al lado de la otra. Mina a su lado... Y de nadie más. Porque Mina la quería, no porque simplemente así había estado destinado desde los principios. Si no porque Mina la quería a ella.
Mina quería a Nayeon.
Y mirando atrás, sobre su infancia y su adolescencia, sobre sus padres y amigos y sobre todo lo que Mina había hecho por ella... Por todas las elecciones y decisiones que Mina la había dejado tomar y la forma tan suave y dulce con la que le había tratado.
Nayeon se decidió.
— Está bien — Nayeon asintió tras soltar un suspiro.
— ¿Qué está bien?
La mirada de Nayeon se clavó en la de Mina, ambas se conectaron como si se conociesen desde hace años. Un escalofrío que les recorrió de pies a cabeza, que les hacía sentir bien. Tan bien.
— Mina, casémonos.
Nayeon estuvo segura.
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