Único


La esfera de nieve estaba en esa vitrina desde mediados de Noviembre y yo la miraba con ojos de cachorro desde el primer día. Bolas de nieve había muchas, pero esa tenía una hermosa aurora boreal y escarcha en el interior del cristal que formaba la esfera cual si en el interior hiciera frío. Era muy hermosa, pero también muy costosa. Sin embargo, rara vez me compró ese tipo de objetos y por ser Navidad pensé en gastar mi quincena en ello, pero cuando fui a la tienda la habían vendido. Aquello me puso triste y enojada al mismo tiempo. Con ese ánimo extraño me fui al parque donde había un mercadito con puestos de venta de objetos navideños. Se hacia todos los años o eso me dijeron yo no llevaba mucho tiempo viviendo allí como para saber  ese tipo de cosas.

Mientras paseaba por ahí y veía. las decoraciones en venta recorde que de niña dibuje un Santa Claus con bermudas y camisa hawaiana. Mi profesor se río y enseñó mi dibujo a mis compañeros también. Todos se rieron de mi obra, pero es que este es el hemisferio sur y aquí la temperatura promedio en Diciembre es de 27°C ¿Quién rayos llevaría abrigo de piel con esa temperatura? Además Santa Claus es obeso. Seguro es hipertenso y tiene diabetes. Yo no peso tanto y la tengo. Mientras iba perdida en mis disparatadas reflexiones observé a un tipo tan inaudito como un Santa Claus con abrigo a principios del verano. Aquel sujeto llevaba un traje azúl, muy elegante, pero con unas botas blancas. Cuando lo ví no pude evitar recordar a mi abuela diciendo: "las botas blancas no son de señoritas". Aquello me hizo reír y a causa de eso perdí de vista al sujeto. Me olvidé de él, por un rato, y compré un granizado de fresa para refrescarme. Eran casi las seis de la tarde, mas el sol todavía resplandecía y el aire estaba caliente. 

Después de un rato de dar vueltas viendo todo, pero comprando nada, me senté en una banca y comencé a abanicarme con un panfleto que me dió una promotora. Me quede viendo mis piernas y pensé que no debí ponerme ese pantalón bermudas negro. Miré mi hombro desnudo y al apartar un poco la tela de mi camiseta ví la diferencia de tonalidad con cierto desazón.

— Definitivamente no debí vestirme de negro— me dije en voz baja y mire al frente donde había un puesto que vendía productos de anime.

Cuando iba en secundaria solía comprar "chapitas". La mayoría de mi anime favorito Hunterx. Las ponía en mi mochila y más de una vez me robaron alguna. Ya no estoy en edad de comprar esas cosas, pero por curiosidad siempre doy un vistazo. Todavía con mi vaso de refresco en la mano, fui a ver y descubrí varias figuras de series célebres. Desde luego Dragón Ball era una de ellas. Había varios de Gokú, Vegeta y algunos villanos como Freezer. Al dorado lo pusieron en una pequeña tarima simulando un Premio Oscar. Pero entre todas esas pequeñas esculturas de arcilla fría, fue la de Daishinkan la que me llamó la atención. Sucede que no es un personaje popular entre los compradores de esa mercancía y es difícil de encontrar algo de él. Con permiso del vendedor tome la figura para verla de cerca y poder apreciar los detalles. Era bastante buena, pero tenía un defecto.

— Sus ojos no son así— comenté en voz baja y la devolví a su lugar.

— Están muy bien hechos— me dijo el vendedor.

— Los ojos de este personaje son de color violeta y este los tiene azules.

—Te hago un descuento. Te lo dejo en veinte— ofertó el vendedor.

— ¿Y cuál es el precio original?— pregunte con recelo.

— Veinticinco— me contestó el sujeto.

Era un buen precio, sin embargo, no me pareció valiera la pena. Mirando al costado ví un peluche de Zen Oh Sama y por el mismo precio. Diciendo que era para mí sobrina lo compré. Se veía muy tierno. El chico lo puso en una bolsa de papel y me lo dió. No era lo que yo quería, pero estaba bien.

Mi refresco se había acabado y tire el vaso en un bote de basura, cuando del otro lado de aquel recipiente, como salido de la nada, apareció un sujeto que se me hizo un tanto familiar, aunque al principio solo lo reconocí como el tipo de botas blancas.

— Disculpe— me dijo de una forma muy tranquila y luego levantó un poco la mano derecha para señalar mi bolsa— Sucede que yo pensaba en adquirir ese muñeco y me preguntó si usted no querría cambiarlo por algún otro objeto.

—No— le conteste rápidamente— Es mío.

—Por favor, es muy importante— insistió devolviendo su mano a su espalda. Cuando hizo eso fue que note lo mucho que se parecía a...

— ¿Daishinkan?— murmuré y di un paso atrás.

El sol se ponía. Su cabello se pintó con los colores del ocaso, pero era blanco y estaba peinado hacia atrás. Su piel tenía un tono mate. Supuse que para pasar inadvertido. Sus ojos, sin embargo, conservaban su tono original. Sacudí la cabeza para deshacerme de esas ideas disparatadas, mas entonces él dijo:

— Debí suponer que alguien me reconocería tarde o temprano— habló con una sonrisa un poco...como la de un buen perdedor— Hasta ahora solo me habían dicho que me parecía a...bueno a mi mismo.

En realidad yo no lo descubrí, solo pasó que dije su nombre por la supuesta similitud. Mientras estaba ahi mirándole con cara de idiota, asimilando que ese ser estaba ahí realmente, no estoy segura de porqué di dos pasos atrás.

— Por favor no se vaya. Estoy seguro de que podemos llegar a un acuerdo— me dijo y pasó por el costado del basurero para acercarse a mi que volví a dar otro paso atrás.

No es que tuviera miedo, era la impresión. La infinidad de preguntas que me planteo su existencia, la coincidencia, todo me aturdió. Por un momento me sentí un poco mareada y busqué apoyo en un farol que se encendía, pues estaba  anocheciendo.

—Claro— murmure— Supongo que podemos llegar a un acuerdo— dije al fin.

—¿Le parece negociar en un sitio más tranquilo?— me preguntó— Por allá hay una...—dijo mirando a su izquierda, pero después se quedó como pensando— No recuerdo el nombre de ese sitio donde sirven bebidas y bocadillos.

—Fuente de sodas— exclamé.

—¿Ese es el nombre del lugar? Muy pintoresco— comentó y me invitó a seguirlo. Lo seguí.

Fui tras él y los únicos momentos en que aparte mi vista de su espalda fue cuando el volteaba a verme y me sonreía diciendo que llevaba varios días en este planeta y otros pequeños datos de su visita.

— Zen Oh Sama constantemente me está pidiendo que invente nuevos juegos o le cuente historias— continuo— Cumplir con esas demandas se hace más difícil cada día. Supongo que puede creer que teniendo doce universos debe ser fácil encontrar nuevos entretenimientos para el Rey De Todo, pero no es así.

— Me imagino que no— le contesté por decir algo. Yo no salía de mi estupefacción.

— Supuse que le gustaría tener una réplica suya en ese material. Felpa creo...

— Sí, felpa— exclamé y me miró de nuevo— Bueno, pero ¿Por qué no le crea uno usted mismo? Para usted debe ser sencillo ¿No?

— ¿Pero qué sentido tiene ir a otro mundo y regresar con algo que puedes hacer tú mismo?— me preguntó y se giró a mi para señalarme una mesa desocupada en la terraza de la fuente de soda.

—Si seria como ir a Estados Unidos y comer en Macdonald— dije medio pensando.

Me senté a la mesa y por un breve instante se me olvidó quien era él. Eso hasta que ordenó algo de comer y me pregunte quien pagaría la cuenta.

—Solo un café— dije al mesero conteniendo una risa de parte de Daishinkan.

— No se preocupe por la cuenta—me dijo y superada la vergüenza que me provocó su declaración, ordene una rebanada de pastel de limón.

Después de que nos llevaron la comida, Daishinkan me preguntó que quería a cambio del muñeco.

— Puede pedirme lo que quiera, mientras este en mi poder se lo concedere— me dijo al poner dos cubos de azúcar en su taza de té. 

No es que pusiera en duda su palabra, sucedía que estaba algo aturdida ante la inverosímil oportunidad. Todo el mundo,
o la mayoría cree que sabe lo que pediría si se le concede un deseo. Sin embargo, llegado el momento no creo que muchos desperdicien la oportunidad de tener lo que sea por algo vulgar como el dinero, ser joven y hermoso o cualquier otra cosa semejante. Si delante de tí esta la posibilidad de cumplir un deseo sin restricciones...todo cambia. Quizá alguna fan le hubiera pedido ir a ese mundo del que él venía, pero a mi se me hizo una insensatez absoluta. En un mundo tan peligroso solo se puede ser la víctima. Es ridículo asumir que ellos tendrán interés en nosotros, en especial viniendo de un mundo tan simple y no teniendo poder. Hay que aceptar que nuestra utilidad allí no sería diferente a la de cualquier otro humano de ese lugar. 

Pensé bastante en que solicitar a Daishinkan y al final tome una decisión que me pareció la mejor, la menos problemática y menos riesgosa.

—¿Puede darme la aurora boreal en una bola de cristal?— le pregunte mirando la taza de café ante mí.

—¿Qué es la aurora boreal?

— Es un fenómeno atmosférico. Sucede cuando las partículas cargadas de sol impactan contra la atmósfera. Son visibles en la polos...Muy lejos de aquí— le explique.

—¿Y quiere que capture esas luces en una esfera de cristal?—me preguntó.

— Así es.

—Trato hecho— dijo y desapareció de mi vista.

Ahí quede yo viendo una silla vacía, preguntándome si debía o no pedir la cuenta. Unos minutos después Daishinkan regresó, pero apareció a mi costado. Di gracias de que no hubiera nadie más ahí. El local estaba por cerrar.

— Espero le guste— me dijo y me dió una esfera de cristal con una autora boreal  verdosa en su interior.

No era una imágen estática la que había al interior de aquella esfera. Las luces en su interior se agitaban e incluso había nieve en el fondo.

—Fue la única que encontré— me aclaró como esperando algo.

¿Habia metido una auténtica aurora boreal ahí? No tenía dudas de que así fue. Me quedé viendo aquel objeto. Se sentía tibio entre mis manos.

—Parece que la he hecho feliz ¿Tiene algo de especial la aurora boreal?

— La primera vez que ví una fue en compañía de una persona muy importante para mí— le confesé— Ocurrio hace mucho tiempo.

— Comprendo— me dijo y miró la bolsa con el muñeco que le di apenas note que la miraba.

— Es curioso como en estas fechas los objetos adquieren una relevancia emocional que no tienen en los cumpleaños, por ejemplo— me dijo después de darme las gracias por el muñeco— Los he estado observando y acontecen eventos muy peculiares estos días. Ojalá la humanidad se comportará como en Navidad todo el tiempo ¿No lo cree?

—Seria estupendo— le dije y me levanté para marcharme— Pero por otra parte no dejaríamos de gastar...No todos los obsequios se dan por cariño. Algunos son simple compromiso, otros pueden ser una obligación tediosa. Y claro muchos piensan que si no reciben un obsequio nadie los quiere. Hay que tener cuidado con que es lo que se da,  quien, como y cuando. Es como un rito invadido de banalidades.

— Eso es un poco triste— me dijo y parpadeo lento una vez— Por cierto ¿Por qué no compró la figura con mi aspecto? Parecía gustarle.

—Ah, si...Usted me gustaba...La figura de usted. Es decir el muñeco...¿Ya se va?

No sé si mi balbuceo incoherente le hizo gracia o fue mi cara roja a más no poder, pero lo ví reír. Dejó unos billetes en la mesa y con la bolsa de papel colgando a su espalda se alejó hacia unos árboles y se marchó. Yo me fui a casa después de eso. Fue al sacar la esfera de cristal de mi bolso,
que noté que sobre la nieve había algo más. Allí apareció una figura de Daishinkan con los ojos violeta. Si me lo preguntan, aún no sé como debo interpretar ese obsequió.

Fin.

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