1.02
—capítulo dos: El Boggart
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Remus dejó su taza sobre el escritorio sorprendido.
—¿Te dijo eso?
—¡Sí! ¿Puedes creerlo? —dijo incrédula mientras se recostaba sobre el respaldo de su silla.
—Si te tranquiliza la Adivinación es una rama bastante inexacta de la magia, nadie vendrá a matarte —recalcó mirándola a los ojos.
Irina asintió dejando también su taza.
—Lo sé, Sarah me lo dijo, además cree que lo dice para que tomen su asignatura en serio es como si también se lo dijera no sé, ¡A Potter! Justo a mí que mi padre se escapó de Azkaban y es un asesino.
—Bueno, ¡Ahí lo tienes! No debes preocuparte.
—Si lo sé…
Remus se quedó unos segundos en silencio y luego comenzó a reírse.
—¿Te imaginas si supiera de tu familia materna y los dones que podrías tener?
Irina abrió lo ojos y sonrió con gracia.
—¡Por Merlín no! Me trataría como la parca, ¡Yo sería el Grim!
Remus bebió un sorbo de su taza sin borrar la sonrisa. Ambos no se veían a menudo, Irina por estar en Hogwarts casi todo el año y él por los múltiples trabajos y la condición que tenía, aún así, Lupin intentaba pasar la mayor cantidad de tiempo posible con su ahijada y no lo desaprovecharía ahora que están en el mismo lugar.
—¡Lo había olvidado! —dijo de repente Irina con los ojos abiertos—, Andrómeda y Tonks te envían saludos.
—Oh, está bien, ya les mandaré una carta agradeciéndoles.
Al día siguiente luego de una clase bastante tranquila de pociones —y por tranquila Irina se refiere a que Snape no le había quitado puntos o marcado el mínimo error en su poción para encoger—, Defensa Contra las Artes Oscuras tenía a Irina muy emocionada.
—¿No te ha dicho que nos dará en la primera clase? —le susurró Sarah. Irina les había prácticamente prohibido a sus amigos y Remus decir que él era su padrino, no por vergüenza claro que no, no quería que el resto de alumnos justificaran su esfuerzo y notas a que es la ahijada del profesor.
Irina negó con la cabeza. También estaba bastante intrigada.
Al entrar al aula Remus no estaba allí por lo que se sentaron y sacaron sus pergaminos, plumas y libros. Cuando Lupin entró, sonrió vagamente y puso su desvencijado maletín en la mesa. Estaba tan desaliñado como siempre, pero parecía un poco mejor que ayer.
—Buenas tardes —dijo—. ¿Podrían, por favor; meter los libros en la mochila? La lección de hoy será práctica. Sólo necesitarán las varitas mágicas.
Todos se miraron curiosos y sorprendidos. Jamás habían tenido una clase de Defensa Contra las Artes Oscuras práctica, al parecer ya eran lo suficientemente mayores para usar su varita.
—Bien —dijo el profesor Lupin cuando todo el mundo estuvo listo—. Si tienen la amabilidad de seguirme…
Desconcertados pero con interés, los alumnos se pusieron en pie y salieron del aula con el profesor Lupin. Este los condujo a lo largo del desierto corredor. En las aulas vacías podían escuchar como Peeves el poltergeist lanzaba cosas contra las paredes rompiéndose seguido de múltiples carcajadas.
Cuando estaban llegando casi al final del corredor, Peeves salió del aula traspasando una de las paredes.
—¡Oooooohh! Pero si es Locatis lunático Lupin, locatis lunático Lupin, locatis lunático Lupin —comenzó a recitar el fantasma pero Remus no respondió o hizo algo al respecto ya que justo doblaron la esquina del pasillo.
—¿Por qué le habrá dicho así? —preguntó Hannah Abbott al lado de Irina—. Peeves nunca le faltó el respeto a ningún otro profesor.
—Seguramente porque es nuevo —concluyó Ernie Macmillan, otro compañero de Hufflepuff.
Los condujo por otro corredor y se detuvo en la puerta de la sala de profesores.
—Entren, por favor —dijo el profesor Lupin abriendo la puerta y cediendo el paso. —Ahora —dijo el profesor Lupin llamando la atención del fondo de la clase,donde no había más que un viejo armario en el que los profesores guardaban las togas y túnicas de repuesto. Cuando el profesor Lupin se acercó, el armario tembló de repente, golpeando la pared.
»No hay por qué preocuparse —dijo con tranquilidad el profesor Lupin cuando algunos de los alumnos se echaron hacia atrás, alarmados—. Hay un boggart ahí dentro.
Casi todos pensaban que un boggart era algo preocupante. Una alumna de Ravenclaw miró asustada al profesor Lupin y Susan Bones miraba con aprensión el pomo de la puerta que se movía
—A los boggarts les gustan los lugares oscuros y cerrados —prosiguió el profesor Lupin—: los roperos, los huecos debajo de las camas, el armario de debajo del fregadero... En una ocasión vi a uno que se había metido en un reloj de pared. Se vino aquí ayer por la tarde, y le pregunté al director si se le podía dejar donde estaba, para utilizarlo hoy en una clase de prácticas. La primera pregunta que debemos contestar es: ¿qué es un boggart?
Sarah levantó la mano.
—Es un ser que cambia de forma a lo que más miedo tenemos.
—Exacto. El boggart que está ahí dentro,
sumido en la oscuridad, aún no ha adoptado una forma. Todavía no sabe qué es lo que más miedo le da a la persona del otro lado. Nadie sabe qué forma tiene un boggart cuando está solo, pero cuando lo dejemos salir; se convertirá de inmediato en lo que más temamos. Esto significa que ya antes de empezar tenemos una enorme ventaja sobre el boggart. ¿Alguien sabe por qué?
Durante una fracción de segundo la vista de Remus se posó en Irina por lo que la chica no dudó el alzar la mano.
—Porque somos muchos, se va a confundir y no va a poder decidir en qué transformarse.
Remus asintió.
—Siempre es mejor estar acompañado cuando uno se enfrenta a un boggart, porque se despista. ¿En qué se debería convertir; en un cadáver decapitado o en una babosa carnívora? En cierta ocasión vi que un boggart cometía el error de querer asustar a dos personas a la vez y el muy imbécil se convirtió en media babosa. No daba nada de miedo. El hechizo para vencer a un boggart es sencillo, pero requiere fuerza mental. Lo que sirve para vencer a un boggart es la risa. Lo que tienen que hacer es obligarle a que adopte una forma que ustedes encuentren cómica. Practicaremos el hechizo primero sin la varita. Repitan conmigo: ¡Riddíkulo!
—¡Riddíkulo! —dijeron todos a la vez.
—Perfecto. Para empezar, ¿Alguien quiere ofrecerse como primer voluntario?
Se notaba que muchos querían pasar pero el temor a enfrentarse al boggart era más grande. Remus pasaba la vista por todos los alumnos e Irina al ver que nadie levantaba la mano, lo hizo ella.
—Yo —dijo y captó la mirada de sus compañeros. Remus le sonrió agradecido y le hizo señas para que pasara al frente ya que estaba casi al final.
¿Qué era a lo que más le temía? Probablemente los fantasmas, desde pequeña las cosas se movían de lugar en su habitación, escuchaba susurros e incluso pequeñas risas cuando se asustaba de más o chillaba del miedo.
Siempre lo había adjudicado a sus dones no despiertos, en teoría los nigromantes podían ver y hablar con ciertos fantasmas.
—Bien, Irina —prosiguió el profesor Lupin—. Empecemos por el principio: ¿qué es lo que más te asusta en el mundo?
—Mhh… los fantasmas —respondió no muy segura pero no dejó notar esa indecisión en su voz.
Había un gran silencio expectante en el salón. Irina hubiera agradecido que alguien hablara en el fondo.
—Los fantasmas —repitió el profesor pensativo—, necesito que pienses en algo cómico que quieras convertirlo.
Irina pensó y se le vino a la cabeza una mosca, un guante de hule…
—¿Listo? —preguntó el profesor.
—Sí, listo —respondió Irina que justo en ese momento se le había ocurrido algo.
—¿Eres capaz de verlo mentalmente?
—Sí —dijo Irina, con un poco de inseguridad.
—Cuando el boggart salga de repente de este armario y te vea, Irina, adoptará la forma del fantasma —dijo Lupin—. Entonces alzarás la varita, así, y dirás en voz alta: ¡Riddíkulo!, concentrándote en la forma que quieres que se convierta.
Irina asintió con decisión apretando más fuerte de lo que debería la varita.
—Si a Irina le sale bien —añadió el profesor Lupin—, es probable que el boggart vuelva su atención hacia cada uno de nosotros, por turno. Quiero que ahora todos dediquen un momento a pensar en lo que más miedo os da y en cómo podrían convertirlo en algo cómico…
Hubo un pequeño murmullo en el salón y tras unos segundos Remus volvió a hablar.
—¿Todos preparados?
Hubo una ola de asentamiento e Irina los maldijo mentalmente, necesitaba un poco mas de tiempo.
—Nos vamos a echar todos hacia atrás, Irina—dijo el profesor Lupin—, para dejarte el campo despejado. ¿De acuerdo? Después de ti llamaré al siguiente, para que pase hacia delante... Ahora todos hacia atrás, así Irina podrá tener sitio para enfrentarse a él.
Todos se retiraron, arrimándose a las paredes, y dejaron a Irina sola, frente al armario. Estaba un poco asustada pero no se permitió dudar.
—A la de tres, Irina —dijo el profesor Lupin, que apuntaba con la varita al pomo de la puerta del armario—. A la una... a las dos... a las tres... ¡ya!
Un haz de chispas salió de la varita del profesor Lupin y dio en el pomo de
la puerta. El armario se abrió de golpe y desapareció tras una profunda oscuridad de la cuál se comenzó a escuchar susurros de alguien, segundos después unos ojos amarillos y una sonrisa brillaron que pertenecían a un cuerpo igualmente negro. La figura estiró una larga y afilada mano para tocarla, la sonrisa siniestra jamás desapareció y los ojos seguían igual de brillantes.
—¡Riddíkulo! —dijo Irina con fuerza, la oscuridad desapareció y el fantasma se convirtió en un pequeño chihuahua que temblaba y ladraba.
Una carcajada se escuchó en todo el lugar y los alumnos ahora estaban entusiasmados por pasar.
[...]
—No sabía que los fantasmas te aterraban —decía Sarah mientras caminaban hacia su sala común.
—Ah, sí me aterran desde pequeña. Pienso que en mi casa hay uno o varios, siempre me han molestado —dijo encogiéndose de hombros. Pensaba que Sarah lo sabia.
El boggart de su amiga habia sido una nube de avispas grandes y con ojos rojos. Sarah era alérgica a las abejas pero si la picaba una avispa, sería prácticamente su fin.
Días después Irina junto con el desayuno —que por cierto no pudo terminar— se enteró por medio de El Profeta que Sirius había sido visto por un muggle no muy lejos de Hogwarts. Y gracias a eso durante todo el día había notado que muchas personas la miraban y susurraban entre ellas.
Esa misma tarde, luego de Transformaciones, se encontraba caminando por el corredor del segundo piso cuando Harry Potter alzó su brazo y le hizo señas con la mano.
Irina, confundida, miró atrás suya y al ver que los alumnos iban y venían miró a Potter y se señaló a sí misma con el dedo índice. El asentimiento con la cabeza del chico la hizo finalmente acercarse a él.
—¡Hola, Harry! ¿Qué ocurre?
—Hola Irina —saludó Harry y por alguna razón se encontraba nervioso y hasta un poco ansioso—, mhh… no sé cómo decir ésto, pero es una duda que tengo desde ayer y no conozco a otra persona que no seas tú que pueda resolverla.
Irina frunció levemente el ceño y Harry se aclaró la garganta nervioso.
—En Pociones, por la noticia de que han visto a tu padre…
—Ah, sí, lo sé —espetó Irina sonando un poco más borde de lo que hubiera querido ¿Acaso Harry temía ser atacado también?
Harry asintió con los labios apretados y tras un suspiro volvió a hablar.
—Bien, Malfoy dijo algo sobre que si él fuera yo cobraría venganza por mano propia, usó la palabra cazarlo.
Si algún alumno supiera legeremancia podría escuchar a Irina gritar internamente mientras maldecía a Draco maldito estúpido idiota Malfoy. ¿Acaso Harry no sabía nada de nada sobre lo ocurrido con Sirius y sus padres?
—¿Tú… sabes a lo que se podría referir?
Irina intentó poner su mayor cara de confusión y desentendimiento.
—Ehh, no —Irina cambió el peso de su cuerpo de una pierna a la otra mientras sujetaba la correa de su mochila—. Mira Malfoy es mi primo y es un imbécil con todos, incluso conmigo, tal vez lo dijo por la enemistad que tienen ustedes y quiso molestarte con mi padre por lo que nos llevamos bien —se encogió de hombros e intentaba mirar a Harry a los ojos para que se tragara la mentira—. Pero realmente no sé por qué lo dijo.
Harry asintió derrotado. Irina luchaba contra sí misma para no abrir la boca y contarle pero no le correspondía a ella contárselo, no eran nada más que compañeros y conocidos.
—Si eso es todo, nos vemos Harry, que tengas una linda tarde… —se despidió Irina y antes de que pudiera darse la vuelta Harry habló.
—¿Vas a tu sala común? —preguntó en cambio el chico.
—Si, ¿Por qué?
—¿Quieres que te acompañe?
Eso la sorprendió, por supuesto que quería pero…
—¿Estás seguro? Está frente a las cocinas, en el subsuelo.
—Claro, no hay problema, además sé dónde queda la sala común de Hufflepuff.
El corazón de Irina latía frenéticamente en su pecho, ¿Tal vez era taquicardia?
—Bien… en ese caso, claro, acompáñame.
Harry acomodó mejor su mochila en el hombro y ambos comenzaron a caminar hacia el vestíbulo.
¿Había mencionado ya Irina el pequeño flechazo que sentía por el buscador de Gryffindor?
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La universidad no me ha dejado ni un segundo libre para poder publicar el capítulo pero por fin encontré un pequeño momento para hacerlo (son literalmente, las seis de la madrugada mientras escribo ésto ajdjskhsksjd)
(Sin editar)
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