1.01


capítulo uno: Tazas de té

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Irina tenía la vista fija en algo. Las otras personas podían decir que estaba buscando a sus amigos o viendo alrededor pero la verdad es que no estaba viendo nada, tenía la vista perdida mientras su cabeza estaba llena de pensamientos.

Eso es algo que casi siempre le molestaba, su mente tenía el constante ruido de sus pensamientos, nunca paraban.

—¿Quieres que te ayude a subir el baúl? No debe faltar mucho —dijo una voz a su lado. Era Tonks que miraba su reloj de pulsera.

—No, no hace falta pero iré subiendo, quiero encontrar un compartimiento vacío.

Tonks asintió. Las ojeras estaban oscuras y marcadas bajo sus ojos, ella al igual que todos los aurores habían tenido un arduo trabajo todo el verano en la búsqueda y captura de Sirius Black.

Esa era otra de las razones por la que su prima estaba ahí. Cuando se dió a conocer la fuga de Sirius de Azkaban —primera plana de El Profeta y no fue para nada discreto—, el ministerio consideró que Irina sería un blanco fácil y seguro por lo que asignaron a Tonks que la mantuviera vigilada.

Irina se despidió con un abrazo de Andrómeda, ésta le dió un beso en la mejilla.

—Cuidate mucho por favor. Si ves a Remus saludalo de mi parte.

—Por supuesto —le aseguró Irina con una media sonrisa intentando calmarla. 

Su padrino le había enviado una carta diciéndole que había obtenido el puesto de profesor en Hogwarts pero no le había dicho cuál. Casi no se veían en persona ya que los múltiples trabajos del hombre no lo permitían además de su condición.

—Seguramente nos veamos en algunas de tus salidas a Hogsmeade, nos han dicho que hagamos rondas allí también —murmuró la chica en el oído de Irina ya que estaban abrazadas.

—Nos vemos ahí entonces.

Se subió al expreso y no tenía ni idea de dónde estaban sus amigos, no los había visto en la plataforma. Optó por meterse a uno de los compartimentos del medio, cómo había hecho desde primer año.

Habían pasado unos pocos minutos cuando una cabellera de color negro se asomó.

—¡Ah! ¡Aquí estás! —dijo Alex arrastrando su baúl. Detrás de él venían Sarah y Steve. —¡No te encontrábamos por ningún lado! ¿Sabes lo que fue arrastrar esto por casi todo el tren e ir viendo por cada ventana si estabas? —dijo mientras subía su baúl al portaequipaje.

—Hola Alex, a mi también me alegra mucho verte —dijo con ironía Irina.

—A mí también me alegra mucho verte —respondió del mismo modo.

—¡Hola! —la saludó Sarah con un abrazo una vez ya acomodadas sus cosas. No se habían visto en casi todas las vacaciones.

Con Steve se habían visto anteayer pero se asaludaron con la misma emoción que si no se hubieran visto durante meses. Finalmente, Alex cedió y la despeinó en forma de saludo.

Sus amigos comenzaron a hablar sobre lo que habían hecho en el verano. Sarah como siempre, había ido a Francia a visitar a su familia; Alex se había ido a Irlanda y Steve se había ido unas semanas de viaje por todo el país. E Irina… bueno, no había hecho mucho confinada en su hogar.

Cerca de la tarde sus amigos sacaron el tema.

—Irina —comenzó Alex—, ¿Cómo estás con… eso?

Irina tardó unos segundos en darse cuenta que estaba hablando de eso.

—Ehh… ¿Bien? Supongo —no sabía qué decirles, estaba aterrada con la idea de que su padre la esté buscando para terminar el trabajo que no pudo hace doce años pero por otra parte, se sentía mucho más segura ahora que estaba en Hogwarts.

—¿Segura? —preguntó Sarah no creyendo en la palabra de su amiga.

—Bueno, en realidad todo lo que siguió del verano desde que lanzaron la noticia que había escapado, fue un asco. No podía salir a la esquina sin que Tonks me siguiera detrás con la varita escondida en la manga de su abrigo o en el bolsillo de sus pantalones. ¡Y lo entiendo! —Irina suspiró— pero gracias a eso tampoco salí mucho.

—¿Pasaste todo el verano encerrada en tu casa? —se sorprendió Alex.

Irina asintió.

—Sí, las únicas veces que salía era para ir a casa de Steve o comprar los materiales que pidieron éste año.

—¿En serio?

—Si, fue un verano bastante aburrido.

—Lo bueno es que estás bien, además ahora al menos vas a poder ir a Hogsmeade y en Hogwarts vas a estar más tranquila —decía Steve.

El tren poco a poco comenzó a aminorar si velocidad y los cuatro se miraron confundidos. A medida que el ruido de los pistones se amortiguaba el viento y la lluvia se oían con más fuerza contra los cristales.

—¿Llegamos? —preguntó Steve.

—No, es muy pronto, deben quedar unos minutos más —murmuraba Sarah mirando por la ventana del tren.

—Diez minutos —afirmó Irina viendo su reloj de pulcera. El tren se paró con una sacudida y, distintos golpes testimoniaron que algunas valijas se habían caído de los portaequipajes.

—Capaz se descompuso el tren —decía Alex y a continuación, sin previo aviso, se apagaron todas las luces y quedaron en la oscuridad total—. Se los dije.

—Creo que está subiendo gente —avisó Sarah quien seguía mirando hacia el exterior.

—¿Se puede hacer eso? —la voz de Steve sonaba cerca de la puerta.

—No tengo idea… —Irina tenía planeado preguntar en otro compartimiento qué ocurría hasta que chocó su pierna con algo— ¡Bah! —sacó su varita y susurró—: ¡Lumus!

La cara de Alex quedó iluminada mostrando incredulidad.

—¡Tienes razón! Que idiotas —dijo el muchacho sacando su varita e imitando la acción de su amiga— ¿Por qué estábamos en la oscuridad?

—Chi… chicos —comenzó a hablar Steve con el pánico teñido en su voz— ¿Qué es eso?

Señaló la ventana de la puerta y una figura negra encapuchada estaba ahí. La temperatura descendió en un segundo y el vaho salía de su nariz y boca. Una mano viscosa y huesuda se apoyó en el cristal empañado por el frío.

El frío iba más allá de lo corporal. Irina sentía cómo se metía entre sus huesos, en lo más profundo de su cuerpo.

La figura comenzó a alejarse y el frío que se había instalado en lo más profundo de su ser comenzó a desaparecer poco a poco.

—Un dementor —susurró Sarah—. Están buscando a Sirius Black.

[...]

—¡Harry Potter se desmayó!

—¿Potter?

—¡Potter se desmayó por el dementor!

La noticia de que Harry Potter había sufrido un desmayo comenzó a esparcirse rápidamente por todo el colegio mientras entraban al Gran Comedor.

—Pobre Potter —decía Sarah mientras tomaban asiento en la mesa de Hufflepuff—. A penas vamos diez minutos de que pisamos los terrenos del colegio y ya es noticia.

Irina asintió.

—Superó su récord del año pasado —dijo sacándole una pequeña risa a su amiga.

Cómo era habitual, la selección comenzó e Irina aplaudía con entusiasmo cada vez que un alumno era seleccionado en su casa.

Una vez acabada la selección Dumbledore se levantó de su asiento y se colocó frente a la mesa de profesores.

—¡Bienvenidos! —dijo Dumbledore, con la luz de la vela reflejándose en su barba—. ¡Bienvenidos a un nuevo curso en Hogwarts! Tengo algunas cosas que decirles a todos, y como una es muy seria, la explicaré antes de que nuestro excelente banquete los deje aturdidos. —Dumbledore se aclaró la garganta y continuó—: Como todos saben después del registro que ha tenido lugar en el expreso de Hogwarts, tenemos actualmente en nuestro colegio a algunos dementores de Azkaban, que están aquí por asuntos relacionados con el Ministerio de Magia. —Se hizo una pausa—. Están apostados en las entradas a los terrenos del colegio —continuó Dumbledore—, y tengo que dejar muy claro que mientras estén aquí nadie saldrá del colegio sin permiso. A los dementores no se les puede engañar con trucos o disfraces, ni siquiera con capas invisibles. No está en la naturaleza de un dementor comprender ruegos o excusas. Por lo tanto, les advierto a todos y cada uno de ustedes que no deben darles ningún motivo para que les hagan daño. Confío en los prefectos y en los últimos ganadores de los Premios Anuales para que se aseguren de que ningún alumno intenta burlarse de los dementores.

Dumbledore hizo otra pausa. Recorrió la sala con una mirada muy seria y nadie movió un dedo ni dijo nada.

—Por hablar de algo más alegre —continuó—, este año estoy encantado de dar la bienvenida a nuestro colegio a dos nuevos profesores.

—¿No me habías dicho que tu padrino iba a ser un profesor nuevo? —susurró rápidamente Sarah e Irina asintió. No se había fijado en Remus y desde su posición no veía a todos los profesores sentados en la mesa.

—En primer lugar, el profesor Lupin, que amablemente ha accedido a enseñar Defensa
Contra las Artes Oscuras.

—¡Es él! —le susurró Irina y Dumbledore se apartó un poco dejando a la vista a Remus.

Irina aplaudió con entusiasmo y Remus recorrió la vista por la mesa de Hufflepuff hasta encontrar los ojos de su ahijada a quién le sonrió y movió la mano en forma de saludo.

Remus estaba un poco desaliñado y andrajoso en medio de los profesores que iban vestidos con sus mejores túnicas.

—¿Por qué Snape mira con odio a tu padrino? —indagó Sarah.

—¿Eh? —Irina se fijó en la expresión del profesor Snape y era verdad. Lo miraba de una manera un tanto particular. Entre disgusto y odio.

Algunas veces el profesor de pociones le dirigía esa mirada a Irina cuando hacía algo bien en su asignatura.

—Snape siempre quiso ese puesto, ¿No recuerdas cómo trataba a Lockhart el año pasado? —le recordó Irina.

—En cuanto al otro último nombramiento —prosiguió Dumbledore—, siento decirles que el profesor Kettleburn, nuestro profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas, se retiró al final del pasado curso para poder aprovechar en la intimidad los miembros que le quedan. Sin embargo, estoy encantado de anunciar que su lugar lo ocupará nada menos que Rubeus Hagrid, que ha accedido a compaginar estas clases con sus obligaciones de guardabosques.

Irina se unió a los aplausos, especialmente calurosos en la mesa de Gryffindor. Al ver al guardabosques su rostro estaba rojo como un tomate.

Nunca había tenido la oportunidad de tener una gran charla con Hagrid pero recuerda el año pasado cuando sin querer entró al principio del Bosque Prohibido y Hagrid la ayudó a salir —también la salvó de recibir un castigo.

Antes de que Dumbledore comenzará a hablar otra vez, Irina vió como Hagrid se secaba las lágrimas con el mantel.

—Bien, creo que ya he dicho todo lo importante —dijo Dumbledore—. ¡Que comience el banquete!

Las fuentes doradas y las copas que tenían delante se llenaron de pronto de comida y bebida. Irina, que no había comido nada en todo el viaje y tenía un hambre atroz, se sirvió de todo lo que estaba a su alcance, y empezó a comer. Fue un banquete delicioso. El Gran Comedor se llenó de conversaciones, de risas y del tintineo de los cuchillos y tenedores.

[...]

La primera clase de Irina sería Adivinación, ninguno de sus amigos se había anotado a la clase por lo que seguramente estaría sola.

El aula de Adivinación quedaba en la torre norte por lo que tuvo que pedir indicaciones a compañeros de casa más grandes. Dos años no le habían dado el tiempo suficiente para investigar el castillo por completo.

Por suerte, le dieron indicaciones bastante fáciles y logró llegar diez minutos antes. Había entrado al aula más extraña que había visto nunca. No se parecía en nada a un aula; era algo a medio camino entre un ático y un viejo salón de té. Al menos veinte mesas circulares, redondas y pequeñas, se apretujaban dentro del aula, todas rodeadas de sillones tapizados con tela de colores y de cojines pequeños y redondos. Todo estaba iluminado con una luz tenue y roja. Había cortinas en todas las ventanas y las numerosas lámparas estaban tapadas con pañoletas rojas. Hacía un calor agobiante, y el fuego que ardía en la chimenea, bajo una repisa abarrotada de cosas, calentaba una tetera grande de cobre y emanaba una especie de perfume denso. Las estanterías de las paredes circulares estaban llenas de plumas polvorientas, cabos de vela, muchas barajas viejas, infinitas bolas de cristal y una gran cantidad de tazas de té.

Irina se sentó en una de las mesas y sacó su horario para terminar de verlo.

—Hola Irina —dijo una voz. La chica levantó la vista y se encontró con Hermione Granger, Ron Weasley y Harry Potter— ¿Podemos sentarnos contigo? Todas las mesas son de a cuatro.

—Claro, no hay problema —se apresuró a decir Irina mientras quitaba su mochila de uno de los cojines.

Ella y Hermione tenían una rara relación. No sabía si eran amigas pero no eran sólo conocidas. Se habían conocido el año anterior en la biblioteca y habían formado una especie de amistad.

Ron y Harry le dieron una pequeña sonrisa en forma de saludo. Hermione se sentó a su izquierda y Potter a su derecha.

—¿Dónde está la profesora? —preguntó Ron sentado al lado de Harry.

De repente salió de las sombras una voz suave:

—Bienvenidos —dijo—. Es un placer verlos por fin en el mundo físico. Siéntense, niños míos, siéntense —dijo, y los últimos alumnos que habían llegado se apresuraron a sentarse en los almohadones. —Bienvenidos a la clase de Adivinación —dijo la profesora que se había sentado en un sillón de orejas, delante del fuego—. Soy la profesora Trelawney. Seguramente es la primera vez que me ven. Noto que descender muy a menudo al bullicio del colegio principal nubla mi ojo interior.

Nadie dijo nada ante esta extraordinaria declaración. Con movimientos delicados, la profesora Trelawney se puso bien el chal y continuó hablando:

—Así que han decidido estudiar Adivinación, la más difícil de todas las artes mágicas. Debo advertirles desde el principio de que si no poseen la Vista, no podré enseñarles prácticamente nada. Los libros tampoco os ayudarán mucho en este terreno... Hay numerosos magos y brujas que, aún teniendo una gran habilidad en lo que se refiere a transformaciones, olores y desapariciones súbitas, son incapaces de penetrar en los velados misterios del futuro —continuó la profesora Trelawney, recorriendo las caras nerviosas con sus ojos enormes y brillantes—. Es un don reservado a unos pocos. Dime, muchacho —dijo de repente a Neville Longbottom, que casi se cayó del cojín—, ¿se encuentra bien tu abuela?

—Creo que sí —dijo Neville tembloroso.

—Yo en tu lugar no estaría tan seguro, querido —dijo la profesora Trelawney. El fuego de la chimenea se reflejaba en sus largos pendientes de color esmeralda. Neville tragó saliva. La profesora Trelawney prosiguió plácidamente—. Durante este curso estudiaremos los métodos básicos de adivinación. Dedicaremos el primer trimestre a la lectura de las hojas de té. El segundo nos ocuparemos en quiromancia. A propósito, querida mía —le soltó de pronto a otra alumna de Gryffindor—, ten cuidado con cierto pelirrojo.

La chica miró con un sobresalto a Ron, que estaba inmediatamente detrás de ella, y alejó de él su sillón.

—Durante el último trimestre —continuó la profesora Trelawney—, pasaremos a la bola de cristal si la interpretación de las llamas nos deja tiempo. Por desgracia, un desagradable brote de gripe interrumpirá las clases en febrero. Yo misma perderé la voz. Y en torno a Semana Santa, uno de ustedes nos abandonará para siempre. —Un silencio muy tenso siguió a este comentario, pero la profesora Trelawney no pareció notarlo—. Querida —añadió dirigiéndose a Lavender Brown, que era quien estaba más cerca de ella y que se hundió contra el respaldo del sillón—, ¿me podrías pasar la tetera grande de plata?

Lavender dio un suspiro de alivio, se levantó, agarró una enorme tetera de la estantería y la puso sobre la mesa, ante la profesora Trelawney.

—Gracias, querida. A propósito, eso que temes sucederá el viernes 16 de octubre. —Lavender tembló—. Ahora quiero que se pongan por parejas. Tomen una taza de la estantería, vengan a mí y la llenaré. Luego siéntense y beben hasta que sólo queden los posos. Remuevan entonces los posos agitando la taza tres veces con la mano izquierda y pongan luego la taza boca abajo en el plato. Esperen a que haya caído la última gota de té y pasen la taza a su compañero, para que la lea. Interpretarán los dibujos dejados por los posos utilizando las páginas 5 y 6 de Disipar las nieblas del futuro. Yo pasaré a ayudarles y a dar instrucciones. ¡Ah!, querido... —asió a Neville por el brazo cuando el muchacho iba a levantarse— cuando rompas la primera taza, ¿serástan amable de agarrar una de las azules? Las de color rosa me gustan mucho.

Como es natural, en cuanto Neville hubo alcanzado la balda de las tazas, se oyó el tintineo de la porcelana rota. La profesora Trelawney se dirigió a él rápidamente con una escoba y un recogedor; y le dijo:

—Una de las azules, querido, si eres tan amable. Gracias…

Cómo era de esperarse Irina y Hermione formaron equipo. Le resultaba un poco feo tener que beber un té sin una pizca de azúcar. Lo bebía casi sin respirar.

Removieron los posos como les había indicado la profesora Trelawney, y después secaron las tazas y las intercambiaron.

—¿Ves algo? —le preguntó Irina a Hermione con el ejemplar del libro abierto sobre sus piernas. Su amiga se veía algo confundida.

—Más que una masa marrón y empapada, no.

—¡Ensanchenla mente, queridos, y que sus ojos vean más allá de lo terrenal! —exclamó la profesora Trelawney sumida en la penumbra.

Irina hizo una mueca y suspiró mientras veía la taza de Hermione.

—Lo que veo es una… especie de cruz torcida —dijo Irina girando la taza y mirando el libro— Eso significa que vas a pasar penalidades y sufrimientos… pero también veo una especie de manzana o corazón lo que significa amor verdadero… básicamente sufrirás un poco pero vas a tener un amor verdadero o, sufrirás para encontrarlo.

Hermione la miraba asombrada y extrañada.

—¿Estás segura? —Irina asintió y Hermione soltó un bufido—. Maldición. Bien, ahora es mi turno.

Irina soltó una pequeña risa y Hermione se veía muy concentrada mirando su taza.

—Se ve como… ¿una estrella? Significa un nuevo comienzo y también hay otra cosa… —la frente de Hermione se había arrugado un poco por el esfuerzo en descifrar qué forma había en la taza— parece un perro y oveja, no lo sé…

Hermione la miró e Irina se encogió de hombros. La profesora Trelawney al ver cuánto le costaba a Hermione descifrar lo que veía se acercó a ellas y le pidió la taza.

La profesora Trelawney miraba fijamente la taza de té, girándola en sentido contrario a las agujas del reloj.

—La estrella, nuevos comienzos querida.

—Lo sabemos, ya lo descifre —recriminó Hermione en un susurro bastante alto. Harry y Ron, a su lado, parecían bastante sorprendidos por la respuesta.

—El sol… felicidad —continuó la profesora sin darle mucha importancia a lo que dijo Hermione—; la calavera… peligro en tu camino…

Toda la clase escuchaba con atención, sin moverse. Irina se sentía un poco cohibida a qué todo el mundo esté escuchando la lectura de la profesora. Trelawney dio una última vuelta a la taza, se quedó boquiabierta y se tapó la boca para soltar un grito ahogado.

El ruido de la porcelana romperse otra vez se escuchó; Neville había roto su taza.

—¿Qué? ¿Qué pasó? —preguntó Irina preocupada.

La profesora Trelawney se dejó caer en un sillón vacío, con la mano en el corazón y los ojos cerrados.

—Mi querida chica... mi pobre niña... no... es mejor no decir... no... no me preguntes…

—¿Qué es, profesora? —dijo inmediatamente otro chico de Gryffindor, Irina cree que es Dean Thomas. Todos se habían puesto de pie y rodearon la mesa, acercándose mucho al sillón de la profesora Trelawney para poder ver la taza de Irina.

—Querida mía —abrió completamente sus grandes ojos—, tienes el Grim.

—¿El qué? —preguntó Irina.

Estaba claro que había otros que tampoco comprendían; Dean Thomas la miró encogiéndose de hombros, pero casi todos se llevaron la mano a la boca, horrorizados.

¿Qué demonios era el Grim y por qué era tan malo?

—¡El Grim, querida, el Grim! —exclamó la profesora Trelawney, que parecía extrañada de que Irina no entendiera—. ¡El perro gigante y espectral que ronda por los cementerios! Mi querida chica, se trata de un augurio, el peor de los augurios... el augurio de la muerte.

Irina sintió un enorme peso en su estómago y su rostro mostró clara preocupación. Recordó el perro negro gigante que había visto en el jardín de su casa cuando estaba anocheciendo. No había significado nada, el perro segundos después se había ido por su propia cuenta, Irina concluyó que el perro de uno de sus vecinos se había escapado.

Pero ahora cobraba otro significado, más si su padre estaba suelto.

Todos la miraban con asombro y otros hasta con algo de pena. Una presencia a su lado desapareció, era Harry que se había colocado detrás del sillón de la profesora.

—¿Está segura que se parece al Grim? —preguntó—. Yo lo veo más parecido a un burro.

La profesora Trelawney le dedicó una mala mirada. —Debería trabajar más en su ojo interno señor Potter.

Irina estaba callada, mirando a la profesora que aún tenía su taza en mano. No quería moverse, incluso comenzó a intentar desacreditar el té y pensar en si dicen la verdad. De repente, se le habían quitado las ganas de seguir en clases de Adivinación.

La profesora Trelawney soltó un suspiro.

—Creo que hemos concluido por hoy —dijo con su voz más leve—. Sí... por favor; recojan sus cosas…

Silenciosamente, los alumnos entregaron las tazas de té a la profesora Trelawney, recogieron los libros y cerraron las mochilas. Ron evitaba mirarla a los ojos, él no le había dicho a Harry que una especie de perro también apareció en su taza.

—¿Qué clase tienes ahora? —le preguntó Hermione para sacarla de sus pensamientos. Estaba muy callada, algo raro en Irina.

—Umm… Encantamientos, ¿Ustedes?

—Transformaciones —contestó Harry.

Como Encantamientos estaba un piso arriba de Transformaciones los cuatro caminaron juntos. Los tres, al darse cuenta de los bajos ánimos de Irina intentaron distraerla.

—No te preocupes por lo que supuestamente vio en la taza —comenzó Hermione—, debe ser mentira.

—Hermione tiene razón —dijo Ron por primera vez—. Debe estar exagerando o lo inventó, mis hermanos me han dicho que casi nunca acierta con sus predicciones.

Irina asintió y les sonrió. Finalmente llegaron a las escaleras dónde se separaron. Muchos de sus compañeros de Hufflepuff que habían tomado la clase de Adivinación venían detrás de ella.

—¡Hola! —le saludó Sarah muy sonriente— ¿Cómo te fue en Adivinación?

—Bien —mintió Irina al tomar asiento al lado de su amiga. Sus compañeros le enviaban miradas furtivas y susurraban con otros contándoles lo ocurrido en clase de Adivinación.

—¿Segura? Pareces descompuesta.

En susurros le contó lo ocurrido y la boca de Sarah se transformó en una perfecta «O». Miraba a Irina con una especie de lástima y comprensión, ella les había dicho lo mal que lo estaba pasando y que se sentía totalmente ahogada por todo lo de su padre.

—¿Le crees? —fue lo primero que dijo.

Irina se encogió de hombros.

—Ella es vidente, supongo que tal vez tenga razón. ¡No creo que vaya a morir! —se apresuró a decir al ver la expresión de Sarah—, pero si voy a empezar a tener cuidado.

—Creo que está diciendo un montón de tonterías para meterles miedo y que tomen su asignatura con seriedad —dijo cuando el profesor Flitwick comenzaba la clase.

El primer almuerzo en Hogwarts de Irina no fue tan agradable como esperaba, seguía un poco angustiada por lo ocurrido en Adivinación.

—¡Ánimo! Sabes que aquí no te ocurrirá nada —había dicho Sarah mientras pinchaba una zanahoria asada—, Sirius no se atrevería a pisar el colegio con Dumbledore y los dementores custodiando.

Irina tenía ganas de replicar que ya había sorteado los dementores una vez, lo podía volver a hacer. Pero no dijo nada, apreciaba lo que hacía su amiga.

La noticia de que Draco Malfoy había sido atacado por un hipogrifo durante Cuidado de Criaturas Mágicas llegó primero a Irina gracias a Steve y Alex.

—¡Fue lo mejor que ví! —decía el gryffindor— . Hagrid nos explicó que son criaturas muy orgullosas y que no debemos ofenderlas ¡Va él y es lo primero que hace!

—No creo que se lo merezca —dijo Alex un poco serio—. Es su culpa, no se discute, pero pudo salir muy lastimado.

—¿Y qué? —espetó Sarah— es su karma por ser un presumido y pretender que puede hacer lo que quiere cuando quiera.

—Exacto, lo mejor de todo es que comenzó a decir que el lugar estaba deplorable y asqueroso. Le dije que no esperaba que nos dieran un lugar de lujo y que la asignatura se llama «Cuidado de Criaturas Mágicas», debemos estar en el hábitat de esas criaturas —Steve soltó un suspiro—, dijo que cerrara mi sucia boca y que no le hablara de ése tono ¡Como si fuera superior a mí!

Malfoy era conocido, además de su apellido y alta posición, por ser alguien bastante desagradable con cualquiera que no fuera sangre pura y Slytherin. La manera favorita de dirigirse a Steve era «sangre sucia». Irina agradece que Steve no le tome el suficiente peso al insulto y que siga defendiendo contra Malfoy.

Malfoy y Alex no tenían la mejor de las relaciones pero tampoco la peor, se ignoraban mutuamente. A Alex le desagradaba la actitud de Draco ante todos y a Malfoy le ocurría lo mismo con Alex por ser un «traidor a la sangre» y relacionase con hijos de muggles, pero jamás lo insultaba o algo parecido, era de Slytherin y su padre ocupaba un alto rango en el Wizengamot.

Un rato, antes de la cena, a Irina le llegó una nota mediante una de las lechuzas del colegio. Por la distinguida caligrafía reconoció de quién era.

Hola Irina, supongo que has terminado tus clases del día. Ven a mi despacho a beber una taza de té y me cuentas de tu día.

Remus.

Por más que cambiaran los profesores los despachos seguían siendo los mismos por lo que Irina guardó la nota en el bolsillo de su túnica y subió rápidamente al tercer piso.

Llegó a una puerta de madera clara con decoraciones talladas y una pequeña placa dorada que decía: «Profesor Lupin». Tres toques y unos segundos después Remus le abrió la puerta con una sonrisa tranquila y dulce.

El hombre abrió sus brazos e Irina se abalanzó contra él.  

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¡Primer capítulo! Espero que les haya gustado, seguí el mismo tema y esencia del capitulo original pero con muchas variaciones.

(Sin editar)

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