La despedida

Las olas iban y venían , chocaban con la roca y arrojaban feroces bramidos en el rompeolas de la playa, era una noche oscura, muy oscura como el corazón de aquel que se embriagaba escuchando a esas horas la melodía del mar. Le gustaba esa soledad, después de todo que otro camino seguir el mar siempre le recordó a ella, era parte de su recuerdo, el viento le golpeaba la cara y la brisa le refrescaba la memoria, aún llevaba la nostalgia y el dolor reflejado en el rostro las cicatrices yacían ocultas pero nunca olvidadas. Apuro la última copa y dejo caer una lágrima , una entre un millar que se confundían en el agua salada que parecía un espejismo cargado de nostalgia.
Y canto la única canción que se sabía esa que ella le cantaba todas las noches antes de dormir, miro por un largo rato el frasco que tenía al otro lado de la botella vacía, lo abrió lentamente y lo abrazo intentando en vano aferrarse a lo que de ella quedaba, entonces como si el viento quisiera hacer más corta la pena esparcio las cenizas hasta que ya no hubo nada a que sostenerse, se volvió a sentir de nuevo vacío y ya no se sostuvo en pie. Se fue libre cual ave marina y el océano lo recibió impasible, cálido, sin retorno.
Y en el fondo del mar una dulce y familiar voz lo llamaba, como acariciandole los oidos , era su madre a quien el amaba en esta vida y ahora que no estaba en la otra la siguió y así para siempre la seguiría.

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