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El viento frío cortaba la noche mientras Yeonjun corría por los callejones sombríos de la ciudad. El sonido de sus propios pasos resonaba en sus oídos, mezclado con el eco de su respiración agitada. Había sido acusado injustamente de un crimen que no había cometido, y ahora sus perseguidores, la policía y los agentes del verdadero culpable, lo acechaban como sombras en la oscuridad.
Sus pensamientos se vieron invadidos por recuerdos de su vida anterior, antes de que todo se desmoronara. Recordaba los días de juventud, cuando las risas y los sueños parecían eternos. Pero ahora, todo eso había quedado atrás, eclipsado por la urgencia de sobrevivir.
¿Qué había hecho mal?.
Con cada esquina que doblaba, la sensación de desesperación crecía en su pecho. Se preguntaba cuánto tiempo más podría continuar así, huyendo sin rumbo fijo, sin un lugar seguro al que llamar hogar. La soledad se había convertido en su constante compañera, susurros de dudas y miedos que lo atormentaban en la noche.
YeonJun tan sólo tenía 17 años para ese entonces.
Pero en medio de la oscuridad, aún latía la chispa de la esperanza. Yeonjun se aferraba a la creencia de que algún día encontraría la redención, de que la verdad finalmente saldría a la luz y su nombre estaría limpio. Sin embargo, por ahora, su única prioridad era mantenerse un paso adelante de aquellos que lo buscaban, aquellos que no se detendrían hasta capturarlo.
La ciudad se extendía ante él, un laberinto de luces y sombras donde cada callejón ofrecía un nuevo escondite, una nueva oportunidad de eludir a sus perseguidores. Cada noche se convertía en una batalla por la supervivencia, una lucha contra el olvido y la injusticia que amenazaban con consumirlo.
Y así, en medio de la oscuridad de la noche, Yeonjun continuaba su huída, sin saber cuándo ni cómo terminaría, pero decidido a seguir adelante, a pesar de todo lo que enfrentara en su camino.
Pero la vida en la clandestinidad no era fácil. Yeonjun pasaba sus días escondiéndose, siempre alerta, nunca seguro. La soledad se había convertido en su única compañía, y la desconfianza, en su única amiga. No había lugar para la confianza en un mundo donde todos parecían estar en su contra.
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Aquí es donde YeonJun se preguntaba, ¿Qué hubiera sido de él de no haber huido aquélla noche? Aquél momento en el qué sintió que su corazón se le salía del pecho, aquél momento que se quedará por el resto de sus días en sus recuerdos.
¿YeonJun sería el mismo de no haber logrado huir aquélla noche?.
Sus cercanos conocían la extraña decisión de YeonJun, pero no lograban comprender.
Yeonjun caminaba por las oscuras calles de la ciudad, su mente llena de turbación y confusión. A su lado, Choi Soobin y Kang Taehyun, sus amigos más cercanos, intercambiaban miradas nerviosas mientras discutían en voz baja sobre lo que estaban a punto de hacer.
── ¿Estás seguro de que esto es una buena idea, Yeonjun?. ─preguntó Soobin, su voz temblorosa con incertidumbre.
Yeonjun apretó los puños con determinación. ── No tenemos otra opción, Soobin. ─respondió con firmeza─. Lo hemos hablado antes, y sabemos lo que tenemos que hacer.
Taehyun suspiró, sus ojos oscuros reflejando la preocupación que todos sentían en ese instante.
── Es arriesgado, Yeonjun. ¿Estamos seguros de que podemos salirnos con la nuestra?.
Yeonjun asintió, su mandíbula tensa con determinación.
── Tenemos que intentarlo. No podemos dejar que nos atrapen. No esta vez.
Los tres continuaron avanzando en silencio, cada uno perdido en sus propios pensamientos mientras se acercaban al lugar de su próximo acto. Habían planeado meticulosamente cada detalle, asegurándose de que no quedara nada al azar.
Pero a pesar de sus esfuerzos por mantener la compostura, todos sentían el peso de lo que estaban a punto de hacer.
Finalmente, llegaron a su destino: una pequeña tienda en una esquina desierta de la ciudad.
Los tres varones miraron a su alrededor, asegurándose de que no hubiera testigos, antes de entrar en el edificio con determinación en sus pasos, mientras se colocaban unas máscaras en el rostro, para lograr ocultar su identidad.
El sonido de la campanilla sobre la puerta resonó en el aire mientras entraban en la tienda, sus corazones latiendo con fuerza en sus pechos. El dependiente los miró con sorpresa cuando entraron, pero antes de que pudiera decir una palabra, Yeonjun sacó un arma y apuntó directamente a él.
── ¡Todos al suelo, ahora mismo! ─gritó Yeonjun, su voz llena de autoridad mientras Soobin y Taehyun se apresuraban a bloquear la puerta.
El dependiente, temblando de miedo, obedeció de inmediato, sus manos temblando mientras se deslizaba al suelo detrás del mostrador. Yeonjun avanzó, su mente zumbando con una mezcla de adrenalina y culpa mientras buscaba en los cajones en busca de dinero en efectivo.
── Soobin, Taehyun, revisen la parte trasera. ─ordenó Yeonjun, su voz tensa con urgencia mientras continuaba con su búsqueda.
Soobin y Taehyun asintieron, sus rostros pálidos con la gravedad de la situación. Se movieron rápidamente hacia la parte trasera de la tienda, sus pasos rápidos y silenciosos mientras buscaban cualquier cosa de valor que pudieran llevarse.
La tensión en la habitación era palpable mientras Yeonjun continuaba buscando, su corazón golpeando en su pecho con cada segundo que pasaba. Sabía que lo que estaban haciendo era arriesgado, pero también sabía que no tenían otra opción. No podían permitirse ser atrapados, no después de todo lo que habían sacrificado para llegar hasta aquí.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Soobin y Taehyun regresaron con las manos llenas de dinero y productos de valor. Intercambiaron miradas de alivio con Yeonjun mientras salían apresuradamente de la tienda, con la sensación de haber logrado su objetivo, pero también con el peso de la culpa pesando sobre ellos.
Mientras caminaban por las calles oscuras de la ciudad, en busca de su casa, la realidad de lo que habían hecho comenzó a hundirse en ellos. Habían cometido un crimen, y ahora tendrían que vivir con las consecuencias de sus acciones. Pero en medio de la oscuridad y el remordimiento, también había una chispa de esperanza, una sensación de que tal vez, solo tal vez, podrían encontrar redención en un lugar inesperado.
Una vez sus pulsos se encontraban estables, decidieron guardar todo en aquella habitación de hotel en la que él trío vivía.
── Carajo, sentí que no lo lograríamos. ─Soobin se lanzó a uno de los sillones, cubriendo sus ojos.
── Jamás habíamos hecho algo así, ─Taehyun habló─. solamente robos leves, pero jamás una tienda, ¿Qué estábamos pensando? Fácilmente podrían habernos atrapado.
── Ya dejen de llorar. Lo hecho, hecho está. ─dijo YeonJun, mientras prendía su cigarrillo─. Al final nadie fue atrapado y todo salió bien, no hay de que preocuparse.
── Jamás haré de nuevo esta mierda, sentí que me moría de los nervios. ¿Tú no, Soobin?.
── Déjame procesar todo. Siento que mi alma dejó mi cuerpo... ─el más alto de los tres caminó hasta lo que podrían llamar su cocina, en busca de un vaso de agua.
── ¡¿Qué mierda les pasa a ustedes?! ─Gritó Choi, con indignación en su rostro─. Parecen nenitas, además, ¿Acaso tienen alguna otra manera de sobrevivir en esta cuidad de mierda? Les recuerdo que no tenemos nada ni a nadie.
El de cabellos naranjas tomó su chaqueta de cuero y salió molesto por la puerta de la habitación, sin saber a donde ir.
Solamente necesitaba un poco de aire fresco, porque él también sentía culpa de sus actos.
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