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—Claro que sí Frankie, no te preocupes—Hayley estaba guardando las cosas en su bolso, su cabello se veían más brillante que nunca y las cortas raíces que tenía el día anterior ya no estaban.—Miles ya es como un hermano, además va a ser muy divertido.

La sonrisa del castaño se expandió enormemente, el peso que tenía en su espalda desde hace días desapareció. Estaba muy agradecidó de haber encontrado a una persona tan genial como niñera, no podría encontrar una mejor.

—Muchas gracias, de verdad. Sabes que las cosas con mi madre no estan muy bien y no tengo otra persona...—Explicó Frank.—Y voy a pagarte esas horas, no te preocupes.

—Eso no es necesario, voy a ir porque lo quiero un montón y quiero divertirme con él—Miles estaba jugando en el sillon mientras miraba caricaturas. Frank y Hayley hablaban en la puerta principal.—Frank, tal vez no te agrade lo que vaya a decir pero...—Definitivamente al castaño no le gustaba la frase que amenazaba con no continuar.—Me preguntaba si te gustaria salir conmigo un día de estos...

El tatuado estaba confundido, lo que menos espera en ese momento era tener una cita con Hayley, no es que pensara que la ella no fuera agradable pero simplemente no le parecía correcto.

La chica había prácticado muchas veces decir eso frente al espejo, sin embargo, estar frente a los ojos de su enamorado era completamente diferente y ninguna de las ingeniosas frases que creó su mente días anteriores salieron de sus labios. Hacía meses que tenía sentimientos por él y aunque hubiese deseado ocultarlos no pudo hacerlo, lo conocía bastante, no tenía pareja y a su parecer no habia nada que impidiera relacionarse con el castaño.

—¿A qué te referis Hay?—Frank miraba atentamente a la jóven frente a él, cualquier persona que la conociera podría describir su belleza y carisma. Ella moría de nervios, se notaba demasiado en todas sus acciones.

—A que podríamos salir a cenar o algo por el estilo—El rostro del tatuado estaba serio y dudoso. A la teñida se le ocurrió una idea para intentar dispersar un poco la incomodidad.—También puede ir Miles—Ambos intentaron sonreír pero a ninguno le salió. Los dos sabían qué tenía en mente la otra persona pero se negaban a decirlo.

—Hayley...—La nombrada emitió un "hum" en respuesta, desviando su mirada hacia cualquier lado. Frank en serio no quería rechazarla, no se lo merecía pero no había otra opción.—Vos sos muy jóven, y sos hermosa, estoy seguro que vas a encontrar alguien mucho mejor para salir...Disculpame, de verdad—Se atropelló con sus propias palabras, sus manos sudaban y se sentía agotado por el largo día que había tenido.

—Está bien Frank, no te preocupes...Y tengo dieciocho, no son demasiados años—Dejó las últimas palabras en el aire y luego murmuró un "nos vemos luego" mientras se marchaba.

El tatuado se preguntaba si las cosas seguirían siendo iguales después de esa conversación. Lo mejor que podía hacer si la rechazó era tratarla de la misma manera que lo hacía. Pensando en eso se adentro de nuevo a su hogar, dispuesto a pasar toda lo que restaba de tarde con su hijo

* * *

—No Miles, no podemos traerlo—Decía Frank a su hijo mientras le colocaba una bufanda.

—¿Por qué no, papi?—El niño "sostenía" su mochila con una mano(sólo apretaba una de sus manijas mientras la arrastraba por el suelo).

—Porque en casa no se puede tener perros—Aunque el corazón del adulto se encogiera cada vez que le nombraran cachorros abandonados, en el departamento donde vivían no era posible tener mascotas. Ese era el día de la bendita convivencia, estaban en la pequeña sala esperando a Hayley y conversando sobre lo que pasó en el colegio de Miles el día anterior; por la mañana dejaron una caja en la entrada del mismo, en su interior contenía varios cachorros recién nacidos. Las maestras que los encontraron les dieron agua y comida pero no podían darle hogar, entonces los estaban dando en adopción en las puertas del colegio, Miles hizo un gran escándalo de llanto y gritos para quedarse con, uno obteniendo un rotundo "no" de parte de su padre.

—Pero eran muy bonitos—Ya estaba empezando a fruncir sus cejas, una clara señal de que lloraría.

—Miles, tenes a Lois, ¿ya no la queres?.

—Sí la quiero—El pequeño asintió efusivamente.—Pero está en la casa de la abuela.

—¿Querés que cuando vuelva la saquemos a dar un paseo?—Frank intentaba hacerlo olvidar de los cachorros a toda costa, aunque seguramente hoy los vería de nuevo.

—Bueno—Apenas dijo eso el timbre sonó.

—Debe ser Hayley, vamos hijo—Cargó a su pequeño y buscó sus llaves en la mesa, salió de el departamento y luego del edificio, la niñera estaba ahí con unos pantalones para hacer ejercicio y una tierna remera con un unicornio dibujado en medio.

—¡Hola Miles! ¿estas listo?—La sonrisa de la muchacha era enorme, el tatuado no entendía cómo podía tener tanta energía por la mañana.

—¡Sí!—El menor estiró sus brazos hacia la teñida totalmente feliz.

—Hola Frank, ¿cómo estas?—Lo saludó normalmente, dedicándole una sonrisa.

Los tres subieron al auto, Hayley en el asiento de copiloto y Miles en el asiento trasero. Llegaron a el colegio y se despidieron con muchos besos de parte de Frank a su hijo, y cuando al fin lo soltó, Hayley se dirigió al interior de la institución.

Miles no paraba de señalar los carteles pegados en las paredes. Ingresaron a una de las aulas, ahí había muchas sillas ubicadas en círculo, la mujer eligió una que se encontrara bastante adelante para poder vigilar a el menor mientras él jugaba con otros niños.

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