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Una semana había pasado desde que el jóven padre de ojos avellanas fue acusado de canibal, para después ser corregido y acusado de carnívoro. Le resultaba bastante gracioso ya que desde que tenía memoria era vegetariano.

Se había quedado pensando un poco en eso, no estaba seguro desde qué edad se negó a comer carne. Podría aclarar su duda preguntándoselo a Linda, pero no, no le dirigía la palabra desde hacía una semana.

Fue al cumpleaños de Ray con Miles, aunque tuviera que ir con cien Miles asistiría. Claro que tuvo que volver a su hogar tres horas después de llegar pero eso no quitaba que haya pasado un momento agradable con sus amigos.

Pensó que sería más estresante ir con su hijo, pero el pequeño se adaptó a la situación y comenzó a jugar con los cachorritos que Ray adoptó hacía menos de dos meses, por supuesto que él tambien jugó con los perritos.

Tampoco volvió a hablar con Gerard, sólo un par de mensajes con las típicas preguntas de "¿cómo estas?", "¿y qué haces?". Había sido bueno mientras duró.

En ese momento debía concentrarse en algo más importante, tenía a Miles en el asiento trasero con un uniforme verde y todos los niños en la puerta del colegio tenían uno rojo. ¿Por qué esto le tenía pasar a él?.

Se bajó del auto rápidamente, fue hasta el asiento de su hijo y desabrochó su cinturón, lo sostuvo de la mano hasta estar cerca de las puertas del colegio. Estaba por preguntar...bueno, no sabía qué iba a preguntar porque claramente él se había confundido, o el empleado del lugar donde lo compró. Estaba avergonzado, algunas personas lo miraban, pero eso no era culpa suya.

—Papi, ¿por qué el mío no es rojo?—Eso era lo único que le faltaba. Esperaba no tener que explicarle a su hijo que se había equivocado como un estúpido, pero ni de eso pudo rescatarse.

Frank se agachó hasta su altura y respondió.—Es que me confundí, pero ya lo vamos a arreglar, ¿sí?—No esperó la respuesta del pequeño y se enderezó de nuevo. Cuando estuvo a punto de buscar a alguna maestra, una voz le llenó los oídos.

—Buen día papá, veo que se confundió de uniforme...—Hubiera sido genial que esa fuera una de las tantas profesoras que se encontraban dando vueltas en el lugar pero cuando se dió vuelta se encontró algo totalmente diferente.

—Uh, ¿Frank?—Gerard estaba parado ahí, con una de sus manos en un bolsillo de su delantal, el cual le quedaba malditamente tierno. Era de jean, con algunos prendedores de animales y una escarapela, tenía un pequeño cartel con su nombre en el lado derecho.

—¿Gerard? ¿Que estas haciendo acá?—El castaño se notaba algo confundido, había aparecido el chico con el que estuvo hablando por mensaje de la nada, en el colegio de su hijo y además le había dicho papá.

—Trabajo acá, soy profesor—Frank murmuró un "aah" y se quedó mirando con expresión de tonto la cara del contrario.—¿Vos sos Miles?—El pelirrojo señaló al niño y le sonrió.

—Sí—Contestó Miles con una sonrisa.

—¿Y cuántos años tenes?.

El niño no respondió, sólo levantó cuatro de sus dedos. Gerard hizo una expresión de sorpresa exagerada.

—¿De verdad?, entonces yo soy tu profe—Hasta Frank se emocionó ante esa declaración.—¿Querés conocer los juguetes que hay?—Al menor le brillaron los ojos, rápidamente se soltó de la mano de su padre y tomó la de Gerard. El mismo hizo una seña al tatuado para que lo esperara. Ingresó al patio delantero y habló con una de las maestras, ella cargó a Miles y se lo llevó hacia dentro del colegio.

Frank estaba un poco sorprendido con la situación, pero agradecía que una persona tan dulce fuera la que cuidara a su niño. Vió a Gerard acercarse con una sonrisa.

—¿Sos daltónico o algo?—Preguntó el pelirrojo con gracia, refiriéndose a la equivocación del uniforme.

—No sé qué pasó, yo le pedí el de acá y me dió ese. Quedé como un estúpido—Gerard escuchó lo último y le susurró "shh", había niños cerca, no era correcto que dijera insultos.—Disculpa.

—Está bien, a veces hasta a mí también se me escapan—Lo tranquilizó.—En dirección tenemos unos de más, le van a poner unos de esos ahora y ya después vos te encargas de comprar el indicado.

—Sí, gracias—Gerard sonrió.—Nos vemos después, tengo que ir a trabajar.

Frank agitó su mano, pero el pelirrojo se acercó a él y le dió un beso en la mejilla para saludarlo.

—Nos vemos, bonito—El más bajo agradeció que después de saludarlo se haya ido hacia adentro, de lo contrario lo hubiera visto sonrojarse hasta las orejas por su apodo.

Tal vez era un poco exagerado haberse ido casi saltando de felicidad al trabajo, o recordarlo y sonreír. Muchas personas le habían llamado bonito antes, como su madre, alguna tía que no recuerda y Jamia; posiblemente la chica con la que salió en secundaria también.

Después de meditarlo un rato, eso no había sido nada raro ni especial. Él siempre trataba con niños y niñas, es normal decir esa clase de apodos. Intentó pensar en muchas opciones que llegaran a el resultado de "eso fue normal" pero todas llevaban a un "emociónate como un adolescente hormonal", ni siquiera estaba tan seguro de haber salido de esa étapa, veinticuatro años no eran demasiado, podría aprovecharse de eso para justificar su emoción.

—¿Ya rellenaste los papeles?—Pete, uno de sus compañeros en la oficina se acercó para pedirle la montaña de papeles que amablemente se encargaba de dejar cada mañana. Ni siquiera habían pasado dos horas desde que llegó y ¿todo eso ya tenía que estar listo?.—No me mires así, me los mandó a pedir tu gemelo—Frank puso sus ojos en blanco, odiaba esa horrible comparación. El supervisor era un viejo calvo y malhumorado, la única coincidencia con él es que no tuviera la suerte de medir un metro ochenta.

—No sé por qué te causa tanta gracia, vos y yo medimos lo mismo—Tenía la confianza para decir eso, además de ser compañeros eran buenos amigos.

—Sí, pero yo no tengo cara de querer morir igual que el viejo—contestó mientras engrapaba las finas montañas de papeles que Frank le alcanzaba. —Aunque hoy tenés buena cara, ¿qué pasó? ¿Te compraste una peli porno nueva?

Frank abrió los ojos enormemente mirando hacia los lados, asegurandose de que nadie haya escuchado eso.

—Cállate estúpido. Miles empezó jardín y estoy feliz por eso—Ignoró la parte donde salía un lindo pelirrojo llamándolo bonito. Lo mejor de su día fue ver a su hijo entrar alegre a la escuela, lo compadecía un poco, cuando llegara a la secundaria desearía estar en esa época de su vida.

—Oh, ¿de verdad? Felicitaciones—Un poco de culpa le llegó a Pete al haber dicho algo tan fuera de lugar cuando la razón era tan tierna, pero con la misma rapidez que llegó se fue eran amigos y sólo había sido una broma.

—Gracias. En cualquier momento voy a ser viejo.

—¿En cualquier momento? Ya lo sos—Frank le dió un golpe en el brazo.

—Estos no los terminé, decile que en media hora estan—dijo refiriéndose a las hojas sobre el escritorio.

Media hora después estuvieron terminados, y dos horas después de eso, Frank estaba en la puerta de la escuela de Miles, rodeado por madres y padres ansiosos de ver a sus hijos después de su primer día de escuela. Por supuesto que él era uno de ellos, se notaba por sus nerviosos dedos retorciendose.

A las doce y media del medio día, una jóven chica salió de la puerta de entrada con un grupo de niños, entre ellos no vió a su pequeño asi que no se acercó. La maestra se aseguraba de que cada niño se fuera acompañado de algún familiar, ignoró esa imagen cuando la puerta se abrió de nuevo y de ella salió Gerard, en sus brazos había una pequeña llorando a mares, detrás de él venía otro grupo de alumnos, donde sí vió a Miles.

Una de las mujeres a su alrededor se acercó al pelirrojo y la niña en sus brazos se desesperó por llegar a ella, él le dió una explicación y luego rió junto con la mujer.

Al parecer solucionó la situación y prosiguió a dejar los nenes con sus familias. Al fin pudo acercarse lo suficiente y abrazar a su bebé.

—Chau Miles, ¿nos vemos mañana?—el nombrado asintió efusivo y se despidió con una mano, para después chocarle los cinco a su profesor.

—Miles se portó muy bien Frank, felicitaciones—Frank de pronto se sintió emocionado, pero de la manera sentimental.—Y tomá, espero que te vaya bien con eso—Le tendió una bolsa que contenía el traje verde, él lo recibió. Ni siquiera había recordado eso.

—Gracias Gerard, espero verte mañana—Tuvo que despedirse también, tenía cuarenta minutos de tiempo para "almorzar" y después volver al trabajo.

Subió a su hijo al auto, lo dejó en su departamento, donde Hayley había hecho de comer para el niño y volvió al trabajo, aún le quedaban cuatro horas de sufrimiento.

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