3
DOS DE LAS MADRIGAL estaban junto a Victoria paseando por un campo que la última había encontrado recientemente.
—¿Saben? A veces siento que las entiendo...
—¿A qué te refieres? ¿por qué Dolores?— preguntó Mirabel— ¿Estás enamorada del chico con el que sale tu prima? ¿te gusta Camilo?
—¿¡Eh!?— exclamó la muchacha sintiendo cómo sus mejillas se calentaban— En primer lugar, no. En segundo lugar, ¿qué tiene que ver Camilo en todo esto?
—Mirabel, no seas chismosa— musitó la de súper audición tratando de mantener la compostura—. Bien, dime por qué.
—Bueno, tú sabes. Supongo que ponen mucha carga sobre todos ustedes, pero de alguna forma lo siento más pesado en ti, Dolores. Debe ser muy difícil escuchar todo y aún así mantenerte serena.
—Eh... Sí— dijo para luego quedarse en silencio un momento—. Pero no hablemos de eso, uh, creo que Camilo viene para acá. Cuéntame, ¿hace mucho son amigos?
—Un poco antes que comenzara a conocer a Lucía. Pero espera, ¿cómo—? Ah, súper-audición. Él es un buen amigo, siempre me hace olvidar la noción del tiempo y es genial. Aunque a veces es tonto. Cambia mucho de un momento a otro o a veces está hablando y ¡Puf! Se le separan los ojos. Empiezo a sospechar que eso sucede cuando miente o cosas así.
—¿Por qué lo crees?
—Hablábamos del pan que Lucía había hecho. Él quería parecer amable, pero mi hermana confundió los tiempos y se quemaron. Pregunté si le gustaron y Camilo exclamó que sí, pero luego sus ojos se distorsionaron.
Las tres rieron para que luego Dolores tomara del brazo a Mirabel.
—¡Iremos a la tienda por algunos ingredientes para mi madre!— gritó la chica de gafas para luego disculparse con su prima. Ese grito debió doler.
Victoria se quedó ahí mientras dibujaba concentrada un picaflor que se había varado en unas plantas. Cuando estaba añadiendo un poco de color, Camilo la asustó por detrás haciendo que el animal volara y que García arruinara su dibujo.
—Ups, lo siento, Vicky. No pensé que fuera serio.
—Ya, déjalo. ¿A qué vienes?
—Auch, Victoria García eres hiriente y directa— murmuró él como si le hubiera dolido algo en el corazón—. Vengo a pasar el rato. Sabía que Mira y Dolores estarían acá contigo, pero no las veo. ¿Finalmente se han vuelto invisibles?
—¿Te parece que en vez de hablar cosas tontas disfrutemos del silencio?
—Lo intentaré.
Pasaron cinco minutos y el chico ya se había aburrido, por lo que le suplicó que lo dibujara.
—Píntame como una de tus chicas francesas o algo así.
—No sabes nada de películas— rió ella para luego concentrarse en el papel. Después de un momento volvió a hablar pero sin tanta seguridad—. ¿Has pensado en dejar el Encanto?
—¿¡Qué!? ¿¡De qué hablas, idiota!?
—¡No me hables así! ¡Era una pregunta hipotética!
—¿Y a dónde iría señorita hipotética? ¿A Argentina a bailar flamenco?
—Camilo, es hipotético pero serio. Iría a recorrer otras partes de Colombia. Dicen que Cartagena es divino...
—No te creas Betty la fea, que vas y llegas cambiadísima que no hay ningún francés esperando por ti allá. Sólo Camilo, pero no acepta a otra Victoria— afirmó él haciendo que la chica suspirara con decepción—. No... No pongas esa cara de perro bajo la lluvia. Lamento si soy muy duro... No quiero que te vayas, ¿si?
—Eres un niño... Dices tonterías para ocultar tus sentimientos.
—¡No, no!— se sonrojó él. Como defensa diría algo como: "Me gusta tu hermana". Pero no quería precipitarse aún.
—Sentimientos... Vamos, Cam. Admite que extrañarías a esta chiquilla.
—Sí— terminó sonriendo el rizado.
Los dos se acostaron en el césped.
—No sabía que tuvieras los ojos claros— dijo Victoria ahora mirando las nubes—. Mira, ¡esa tiene forma de cerezas!
—Yo no sabía que tuvieras un lunar bajo el ojo.
—Oh, sí... Es pequeño, entonces no se ve de lejos, parece una manchita y ya. También tengo uno en el párpado— explicó ella mientras trataba de dibujar rápidamente las nubes.
—¿Puedo ver?
—Bien— murmuró ella cerrando los ojos y deteniendo sus acciones. Estaba nerviosa pues sentía la mirada de Camilo. Al sentirla, era imposible pensar en si misma como alguien especial hacia él. ¿Estaría en el mismo rango de importancia que su hermana? ¿Las chicas con las que salía estaban más arriba que las grandes amigas?
—Tienes razón... Debes estar cerca para verlo.
—Y tú tienes suerte, nadie además de mi familia lo conoce. Siéntete especial.
—Gracias, García. Me siento muy especial.
Ese día, Victoria terminó con una sonrisa en los labios, que se contagió al día siguiente hasta que fue el término de su turno de trabajo.
Camilo había llegado a la tienda y ella pensaba que vino a buscarla para pasar el rato nuevamente. Pero él en realidad no la esperaba a ella.
—¡Cam! Llegas justo a tiempo, acaba de terminar mi turno, si corremos podemos ir a mi casa a almorzar y...
—En realidad... Hoy venía a acompañar a Luci, ¿sabes?
—¿Luci? Ah, claro... Está bien— sonrió ella—. De todas formas mamá me pidió ayuda con Aura María, ¿nos vemos luego? Bien.
Antes que el cambia formas pudiera decir algo más, Victoria se había escapado. Corría hacia su casa sintiéndose como una tonta. ¡Obviamente quería ver a Lucía! Después de todo ella era en quien estaba interesado y bueno... Vicky era la hermana.
Cuando dobló la esquina, chocó con alguien. Se disculpó e iba a volver a su camino cuando sintió que la persona le tomó del brazo. Con aquel tirón volteó tan rápidamente que todos sus cabellos castaños le golpearon la cara.
—¡Lo siento! No era mi intención... Sólo quería preguntar si conocías la residencia Guzmán.
Observó bien al emisor. Era de su altura, aunque parecía uno o dos años mayor por sus facciones. Su cabello era corto pero tenía ondas y era igual a sus ojos y piel canela.
—¿Con residencia Guzmán te refieres a Mariano y su madre? Si es así, te puedo enseñar dónde es.
El chico asintió y compartió una tímida sonrisa. Apretó las manos en las correas de su mochila de viaje y siguió a la castaña. En el camino no se dijo una palabra, aunque cabe recalcar que el muchacho lo intentó.
—Entonces... Me llamo Esteban.
—Un gusto. Soy Victoria... Si necesitas algo, puedes ir a la tienda Villarreal, mi familia es la dueña y tiene de todo. Aquí es, Esteban.
—Gracias...
—Debo irme, nos vemos luego— terminó Vicky, dándole una sonrisa amable para luego correr a su casa.
Al entrar trató de ir directamente a su habitación, pero su madre se interpuso.
—¿Qué haces aquí tan temprano, cariño? Te dije que sí tenías permiso para pasear, no necesitaba ayuda con Aurita, Santiago le había echado el ojo.
—Sí, mami. Me dolía la cabeza entonces pensé en volver a casa de inmediato.
—Oh, Vickita. ¿Quieres una arepa con queso de Julieta? Sabes que cura todo mal...
—No, mami. Iré a la cama un momento, estaré bien.
—Bien, hijita. Dime si quieres algo— dijo dándole un beso en la frente para luego dejarla ir.
Cuando Victoria llegó a su habitación suspiró. Buscó entre sus muebles su cuaderno de impresiones y no estaba. ¡No estaba! ¿Se quedó en la tienda? ¿se habrá caído en algún lugar? ¿lo habrán leído?
Dios, ahora estaba jodida.
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