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VICTORIA ESTABA SUMAMENTE agradecida por sus padres. Ellos le habían autorizado para viajar con Esteban y Fito a Cartagena para conocer la ciudad donde creció Gustavo García y su hermana. Después de demostrarles que era de confianza y que ella era sumamente responsable para poder ir sola junto a su amigo y hermano, ellos habían accedido.

Ahora estaban frente a las montañas del Encanto, preparados para salir. A su alrededor se hallaban sus seres queridos, tanto su familia como los Madrigal. Ella volteó a ver a Camilo de reojo y pensó en la "carta" que le había dado.

Hacía unos días él ya sabía que Vicky se iría un tiempo a Cartagena, por lo que la chica le preparó un papel. Dentro de esta carta, estaba el dibujo de Cam junto con un pequeño papel que decía más o menos: "Me gustas. ¿Piensas en mi de la misma forma que yo pienso en ti?".

No había nada de lo que se pudiera arrepentir, ya estaba hecho y valía la pena. Los últimos días espero que el chico fuera a la tienda con la respuesta a su carta, pero nunca llegó. En cambio ahora cuando estaban por irse, Lucía lo abrazó con gran tristeza, se refugió en él. Y Victoria creía que esa era su respuesta.

Parecía ser muy exagerada e infantil al tomarse eso a pecho, pero estaba bien. Así eran las cosas, y estaba segura que si Bruno hubiera visto su futuro, abría terminado así. En ese momento, dejó nuevamente de ver a su hermana como una contraria en la vida, y comenzó a verla como lo que era, una amiga.


Ese fue el último día que se vieron. Aunque ya había sido hace mucho tiempo, eso ahora era historia y Victoria recordaba con nostalgia y amabilidad al pensar todas las grandes cosas que había vivido en el Encanto. En este tiempo había aprendido mucho de la historia de Colombia y había comprendido finalmente la historia de su pequeño pueblo. Realmente se sentía agradecida del Milagro y cómo los había protegido, a pesar que algunos se sacrificaron para que su descendencia no viviera lo mismo.







Había pasado un año, nunca hubieran pensado que pasó tanto tiempo y tan rápido, ante eso, creían que ya era tiempo de dejar a la tía de los García y volver a su hogar. A pesar de todo, Fito García no quería volver. Así como Bruno había visto, el chico se había vuelto un músico y estaba tocando en bares y siendo cada vez más conocido, por lo que le pareció que sería retroceder, pero aún así, accedió para visitar a su familia.

Esteban y Victoria se habían dado cuenta que tenían muchas cosas en común, que se sentían bien al estar juntos y se atraían, pero muy en el fondo, aunque ninguno quisiera admitirlo, no se sentían completos...

Hoy, después de un año, volverían a casa, se sentían sumamente nerviosos. ¿Habrá cambiado algo el lugar? ¿Más personas se habrán integrado al Encanto? ¿Sus amados estarán emocionados por tenerlos de vuelta?

Todo era una sorpresa. Mientras los tres pasaban las montañas que protegían el Encanto, Vicky sólo podía pensar en cuán feliz estaría su madre por verla nuevamente.

Llegaron y se miraron. Fito detuvo su canto y suspiró un momento. Tenían muchas cosas importantes que decirles a sus padres.

—¿Están listos?— preguntó ella mientras pasaban por el camino hacia la tienda de los García. Si no se equivocaban, ya a esa hora debía estar abierto.

—Estoy asustado— reconoció Esteban.

—No tienes por qué estarlo, conoces a mi papá.

—Es porque conoce a papá que está asustado, hermanita— sonrió Fito. Definitivamente eso no daba seguridad.

Entraron a la tienda y se detuvieron al ver cómo los ojos de su padre se cristalizaban. Él corrió y abrazó a sus hijos para luego mirar a Esteban.

—¡Te dije uno o tres meses, no un año, niño! Pero los trajiste de vuelta... Gracias. Dios santo, si no supiera que mi hermana los cuidaba, me habría vuelto loco.

—¡Papi, no sabes cuánto te extrañé!— exclamó Victoria— ¿Cómo están mis hermanos y mami?

—Iremos a verlos ahora. No sabes cuán felices estará su madre de verlos.

Ya quiero ver a mi Aurita— medio cantó Fito—. A que no sabes pá, soy un músico exitoso en Bogotá.

—¿Tu qué?

—¡Apúrate, papi!— exclamó Victoria desde fuera.

La mochila de viaje le pesaba por lo que Esteban le ayudó a cargarla. Habrían llegado a la casa, si en el camino no se hubieran topado con Dolores y Mariano dando un paseo. Los chicos en cuanto se vieron se dieron un gran abrazo, mientras que las jovencitas se hablaban rápidamente diciendo que tenían que ponerse al día.

—Vicky, había oído que volviste, pero pensé que era un rumor. Mañana deberías pasar a saludar a la familia, estarán muy felices de verte...

—Es muy amable de tu parte, Loles— sonrió ella—. Bien, los dejamos... Iremos a ver a mi familia y nos veremos mañana.

Se despidieron y por fin pudieron llegar a la casa. Al llegar lo primero que pudo sentir fue el olor a su hogar, seguido de un fuerte abrazo por parte de Lucía.

—¡Eres una ingrata! ¡¿Sabes cuánto tiempo esperé que volvieran?! ¡Sólo serían tres meses, Victoria Andrea!— le dijo mientras apretujaba sus mejillas como si fuera un bebé—. ¿Sabes lo triste que estuve al ver que era tu cumpleaños y no estabas aquí?

—Ahora estoy aquí, Lú...— le respondió con un sentimiento de culpa. Nunca pensaron quedarse un año entero entre Bogotá, Cartagena y Tunja. Pero así se dio el destino (y una muy generosa tía Lorna)—. Además, en recompensa te traje unos regalos y a un músico.

—¡Abran paso, viene la estrella!

Cuando llegó Fito abrazó fuertemente a Santiago. Esos hermanos nunca habían pasado más que horas separados, por lo que fue un martirio este viaje para ambos.
—Veo que se le subieron los humos a la cabeza.

—¡Já! Seré bueno hermanito, dejaré que me hagas los coros. ¿Lo imaginas? ¡Santy y Fito estrellas nacionales con conciertos en todas las ciudades de Colombia!

—Me encantaría, pero por ahora confórmate con cantarle a Aurita.

Avanzaron hasta el comedor donde la madre de los García le servía almuerzo a su hijita, pero al verlos ahí se paralizó.

—¡Vickita! ¡Fitito! Mis niños— corrió ella a abrazarlos.

—¡Mamita!

—¡La extrañamos mucho!

—Gracias por cuidar a mis hijos, Esteban. Oh, debo comunicarme con Lorna por ayudar a mis bebés— sonrió la madre.

—Me alegra poder pasar el tiempo con ellos— dijo mirando mayormente a Victoria—. Si me disculpan, me gustaría hablar con los señores García...

—Vamos, aprovechemos de llevar a Aura María a pasear— sonrió Fito.

Los hijos salieron de la casa y ahí comenzó el cuestionario. ¿Qué hicieron? ¿Por qué tardaron tanto? ¿A qué ciudades fueron? ¿Qué sucedió allá? Pero la más importante era: "¿Por qué Esteban quiere conversar con nuestros padres a solas?"

—Ya les dije que no lo sé, chicos. Ahora yo les tengo una pregunta...— respondió Vicky para luego alzar a su hermanita en el aire— ¿Aurita ya habla?

—Llama todos los días a Victoria de tanto que escuchó a Lucía.

Los cuatro hermanos miraron a Luci quien se palideció para luego cambiar el rumbo del camino.
—¿Hablabas sola?

—¡No! Era más bien: "Oh, Vicky, adivina lo que pasó hoy"— decía Santiago para luego cambiar la voz—. "No sé, Luci, dime" "Bueno, ya que me insistes tanto te lo diré, Camilo y yo salimos y blah blah blah". Después de eso me pareció muy cursi como para escuchar.

Lucía observó tímidamente la reacción de Victoria, aunque esta sólo se había puesto a reír. Entre esto, Aura María apuntó que venían caminando Antonio y Camilo hacia esa dirección.

—¡Camilo, mira quién volvió!— le gritó alegremente Lu.

Ambos voltearon a verlos y Toñito al ver quién era la que volvió, corrió lo más rápido que pudo.

—¡Vicky!

—¡Toñito!

—¡Fito!— agregó el hermano mayor más atrás— Sí, en este pueblo no aprecian a los artistas...

—Deja de decir bobadas, Fitito—calló Santiago esperando el reencuentro de los amigos.

Más lento había llegado Camilo, aunque Victoria seguía entretenida con Antonio. El chico saludó cálidamente a Lucía y a los hermanos, aunque cuando llegó a la última García, sólo la quedó mirando.

—Hola, Camilo— sonrió ella—. Es muy agradable verte.

—Lo mismo digo.

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