XXII

●ღ●

La plática que habían tenido en el castillo del rey no había servido de nada y luego de que había partido a Viena, unas semanas más tarde se habían enterado que tenía viruela y que pronto fallecería.

La noticia fue un poco devastadora, ya que aunque la mayoría de los hadjuk lo odiaban por ser un estorbo a la independencia, muchos lo apreciaban por los métodos tan distintos a los de su padre con los cuales decidió gobernar.

Sería una gran pérdida y Kuna sentía una enorme desolación. No sabía cómo sentirse respecto a su hermano.

Jamás podría asimilarlo... o tal vez sí, después, mucho después.

No se trataba de su rey, se trataba del hombre que lo había engañado durante 28 años, siendo su súbdito leal durante mucho tiempo y seguiría por supuesto sirviendo a la corona húngara como lo había hecho hasta ese momento. Sin embargo, jamás conseguiría entender su decisión y siendo sinceros, tampoco quería hacerlo, solo quería seguir existiendo como si nada de lo que hubiese pasado en los últimos meses hubiese sucedido. Incluyendo la llegada de la condenada castaña de la cual se enamoró en cuanto la vio... y cuando supo que era de Lorand, en su momento quiso probarla solo para ver la reacción de su hermano, solo para ver si lucharía por una vez en su vida, o seguiría tratándolo con un respeto que no se merecía...

Lorand era agotador y Kuna tenía muy poca paciencia.

Es por eso que desistió en cuanto a Pruna. Nunca fue suya, siempre fue de su hermano, podría conformarse con Lara... pero siempre sentiría atracción hacia ella, ¿Para qué negárselo?

Fue el odio y la repulsión en los ojos de Pruna lo que le hizo detenerse cuando intentó forzarla, no fue ni siquiera el hecho de que no era virgen. Pero claro, esto jamás lo sabrían ninguno de los dos, ni Lorand ni ella. Así teniendo que fingir bajo esa misma premisa, cuando Lorand irrumpió en la habitación caminando tieso y sosteniendo su costado.

Empezó a quejarse como una anciana y se sentó cerca del retraído Kuna —Me siento como si me hubiese atropellado un toro —murmuró.

—Deja de quejarte, me haces sentir enfermo —titubeó el menor de los hermanos mirando hacia la ventana, los sentimientos de culpa, dolor, rencor, odio, amor... era demasiado, no podía soportar ver al de los ojos azules allí, el cual sonreía como si nada hubiera pasado, como si no hubiese intentado violar a su mujer, como si no hubiesen pasado la última década odiándose... y eso era lo que más odiaba de Lorand y a la vez anhelaba, lo débil y bueno que era con él aun cuando no lo merecía. 5 años después tenía la misma expresión que cuando lo encontró con Lady Arany. Lorand era todo lo que él nunca sería y a sus ojos su hermano siempre sería perfecto... y el amor de su padre.

—Deja de comportarte como anciano malhumorado —contraatacó el pelinegro con una media sonrisa incómoda, no era natural para ellos tener una conversación banal como aquella, ni las pequeñas bromas eran habituales, por lo que ambos estaban demasiado incómodos.

—Yo... te cederé la parte que te corresponde, Lory... Lorand —se corrigió.

—Hacía mucho que no me llamabas así —sonrió un poco más sincero el gigante con barba—. lo extrañaba —admitió... ojalá no lo hubiese hecho.

—Señor Császár —repuso serio el conde, con porte de cortesano y Lorand temió lo peor—. Terminemos esto aquí. Queda claro que ni vos ni yo podemos tener siquiera una conversación banal sin querer matarnos. Yo os he causado demasiado daño y seríais muy tonto si osarais perdonarme... así que, vivamos cómodamente y si nos encontramos por casualidad, nos saludaremos y quizás compartiremos unas palabras, ni más ni menos. Por favor, idos.

—Pero...

—Largo.

—Esta es la última oportunidad que tendremos para arreglar esto Kuna, ¿Estás seguro de que me querrás dejar ir? Si salgo por esa puerta no habrá marcha atrás.

—No me importa —mintió y su labio tembló, Lorand lo notó, pero no dijo nada... derrotado hundió los hombros y dio media vuelta

—No, no es cierto... me estás probando y sigues haciéndome daño.

—Por eso es que debemos parar.

—No, tú debes parar, debes dejar de sentirte menos y vivir comparándote conmigo, debes olvidar lo que Leónidas infundió en tu mente, porque tú eres tú y yo soy yo, ¿Eso de que el hijo favorito era yo y no tú? ¿Fue a ti a quien dejaron en las calles? Me ofende que oses pensar que tu padre no te amaba... es ese sentimiento de inferioridad lo que ha dañado esta relación... si tan solo pudieras verte como yo te miro Kuna, dejarías de intentar ser como yo y empezarías a ser tú mismo.

—¿Qué has dicho?

—Lo que oíste. Te pido que pares, que dejes de actuar como si no merecieras una segunda oportunidad, porque todos las merecemos, sé que te molesta como soy contigo a veces, pero no es tú decisión, soy yo quien decide si te perdona o no, no te concierne a ti.

—Pero yo...

—¿Sabes lo que me dijo Pruna cuando le pregunté si te odiaba?

—No...

—Dijo que en el momento sí, pero que aprendería a perdonarte, porque eres mi hermano. Tú le hiciste mucho daño a esa mujer y es la mujer que amo, pero es tan fuerte e increíble que ha tomado la decisión de sanar, de levantarse, de perdonar. No por ti, ni siquiera por mí, sino por ella. Pues eso he decidido yo, cuando estamos bien nos dañamos menos que cuando estamos mal... por favor, paremos aquí y seamos hermanos de verdad.

—Sabes que no somos hermanos de verdad y me temo que quizás es un poco tarde.

—Nunca se es tarde para hacer las cosas bien.

Y luego de allí, no llegaron a un acuerdo... tampoco empezaron a llevarse bien de inmediato, pero decidieron trabajar en ello y lo primero que Lorand hizo al volver a su casa, fue enseñarle a sus hijos la importancia de la familia y que tenían un nuevo tío.

Luego entonces fue a buscar a su mujercilla, teniendo la esperanza de que estuviera esperándolo, pero en su lugar encontró una nota de Kriska que decía lo siguiente.

"No puedo soportar la desdicha del mal que ha
causado Nandor, he de irme porque la angustia
terminará matándome, te ruego me dejes ir, aunque
te diré donde estaré para que no enloquezcas
me iré donde las hermanas de Savaria, y tomaré
los hábitos. Cuida de los niños, incluyendo mi pequeño Bandi que ya se lo he dejado a mamá, pero igual has de él un
hombre, sé el padre que nunca tendrá. Te amo Lory".

Y por Dios que si la encontraba unas nalgadas sería lo más bonito que podría suministrarle, ¿Acaso estaba loca? —Ni lo pienses —dijo una voz tras él, Imara escuchando la llegada de su hijo y sabiendo que lo primero que encontraría sería la muy elaborada carta de Kriska, cruzó los brazos en frente de la puerta retándolo en silencio a que se atreviera a cruzarla—. Si vas tú, le dirás todo lo que salga por esa boca sin filtrarlo y le harás daño, deja que vaya Akos y la convenza... ellos tienen historia, si ella accede a casarse con él, él la traerá de vuelta.

—¿Cómo sabías que iba a ir? Además, madre, llevan años en este vaivén y no se deciden... —resopló irritado el pelinegro.

—Porque eres mi hijo y te conozco... y en cuanto a Kriska y Akos, hay que dejarlos, ambos son adultos, y Kriska sabe que lo mejor para ella es estar con alguien que en verdad la ame y la valore, no es ni asunto tuyo, ni asunto mío. ¿Se metió ella alguna vez en tu relación con Pruna?

—No —concedió—, pero.

—Nada de peros, déjalos ser y ven ayudarme a pelar unas patatas.

—¿Aun estás enojada?

—¿Enojada por qué? ¿Porque seas un cabezota y hayas tomado una decisión estúpida? No, es tu vida, tú decides lo que hacer con ella —murmuró y Lorand no pudo evitar sonreír.

—Sabes que te amo, ¿Te lo había dicho antes?

—No me viene mal escucharlo más a menudo, bribón

—¿Dónde está Pruna?

●ღ●

En cuanto Akos se enteró de que Kriska había decidido tomar las hábitos, subió a un caballo y galopando con ferocidad llegó al recinto de las hermanas de Savaria, pero cabalgó con tanto ímpetu que al bajarse del caballo el dolor en su cuerpo era a tal magnitud que apenas pudo sostenerse de pie y por supuesto, las hermanas acudieron en su ayuda y con extrema amabilidad lo acostaron en una de las habitaciones.

—Hermanas... ¿Ha ingresado una mujer llamada Kriska Császár?

—No que yo sepa señor Dali, así que por favor recostaos y permitidme daros la ayuda que pueda porque...

—Es alta, tiene la piel cremosa, blanca y limpia, con el cabello muy negro y los ojos azules profundos...

—¡Oh sí! Vino una joven con características parecidas. Pero la madre maestra la expulsó por mala conducta.

—¿Cómo dijo?

Le explicó que la huraña de Kriska había hecho lo posible porque la expulsaran del lugar, incluso irreverente hizo cosas imperdonables, como untarse en el pelo el aceite de cocinar, bañarse con el agua bendita de la capilla, tomar los sacos de harina como almohada, azotar a sus compañeras con el látigo, cantar canciones románticas a la hora de rezar... fue todo un personaje y Akos se extrañó de que aquella mujer que describían fuera Kriska, lejos de eso, a quien se imaginaba haciendo dichas cosas era al tormento rojo de la comunidad, esa escocesa era capaz de jugar con la investidura papal mientras bailaba de manera sensual para su marido y el irreverente y blando de Jency seguro lo consentiría. Pero... ¿Kriska?

Le indicaron un camino en el bosque donde le dieron alojamiento mientras "su mente sanaba" y que sorpresa que al acercarse a la puerta, escuchó unos murmullos del otro lado, una era la voz de Kriska, la otra no la reconoció al instante.

—Tengo que irme ya... —y así, abrieron la puerta siendo encontradas infraganti por el bueno de Akos Dali.

—Escuché algo muy interesante en la abadía... algo así como que un terremoto hizo desastres con el agua bendita, con el látigo y con la harina. Me pregunto si fue Kriska, si fue Linka o si fue Kriska influenciada por Linka.

—Nada de lo que piensas en realidad. Kriska, cuéntale tú, yo debo irme...

—Nada de eso, señorita, vosotras dos me vais a explicar qué estabais tramando, pero ya.

—Sé considerado, soy una mujer embarazada... ¡Ay ya! ¡No me mires así! ¡Ya me siento, ya me siento!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top