XX

●ღ●

Con el pasar de los días las cosas se tornaron, normales dentro de lo que cabe. Aunque fue difícil los primeros días, Lorand ya no estaba tan taciturno, prestaba más atención y socializaba más con los demás miembros de la comunidad.

Nandor había sobrevivido, pero no se lo hicieron saber de inmediato, porque sabían cómo el gigante de ojos azules iba a reaccionar, Jency se tomó la molestia de ayudar al sheriff con las gestiones de entregarlo a los Habsburgo tan pronto como pudo estabilizarse y ponerse de pie.

Solo supieron con el tiempo, que fue ejecutado y fue mejor saberlo así, al fin tendrían paz, en especial Kriska, quien se había acercado más a su sobrina y en su rebeldía hacia el difunto desgraciado que casi violó a su pequeña Boriska, se vestía de colores brillantes y fuertes, todos los días, jamás se molestó en guardar luto, aunque una parte de ella lo compadecía, no se permitiría sentir empatía por aquel desgraciado.

Ojalá esa especie de paz hubiese perdurado para siempre...

Una mañana Lorena corrió hasta la casa de Lorand, quien por fortuna estaba con Jency en el pueblo y se dirigió a la habitación de su hija

—Pruna... ¡Pruna! —gritó

—¿Qué pasa? —la susodicha salió de la cocina mirando en dirección a Lorena quien ya estaba lista para subir las escaleras hasta la alcoba del matrimonio.

—La guardia del rey te anda buscando, tenemos que irnos, Lara se ha ofrecido a cubrirte y es quien me ha contado todo esto, así que vámonos ya...

—Pero los niños...

—Kriska los cuidará ya vendré más tarde a decirle todo.

—De acuerdo, pero...

—¡Te contaré todo en el camino solo vámonos!

Y así se marcharon ambas.
Con ayuda de Hans lograron entrar por la puerta trasera del castillo Báthory y de inmediato la escondieron en el pasadizo al cual se accedía por medio de la habitación de la condesa.

—Quédate aquí, vendré a buscarte cuando menos te lo esperes así que no te preocupes y que no se te ocurra afligirte, este es el mejor lugar para que te quedes.

—Lore... Mamá, por favor dile a Lorand donde estoy para que no enloquezca.

—No te preocupes mi niña, haremos lo posible porque se entere, sin que quiera venir a buscarte como loco.

—Gracias por todo.

La mujer asintió y llena de vigor cerró la puerta marchándose de allí, o al menos lo intentó, porque de inmediato Lara y Kuna le cerraron el paso, justo cuando iba a salir por la puerta de los criados.

—Una mejor audiencia si tenemos a la madre aquí —sonrió cínico Kuna

—¿Qué sucede?

—Justo lo que piensas, todo ha sido una treta —explicó Lara apoyándose del brazo de su marido.

—¿Qué quieres decir?

Antes de que pudiera ser respondida, la aturdieron de un derechazo y la subieron a la misma diligencia donde iba Lorand inconsciente, camino al castillo, a una audiencia imprescindible con el rey.

Era la oportunidad perfecta para interceptarlo, ya que partiría a Viena al día siguiente, por lo que no perdieron tiempo y decidieron arreglar lo turbio del asunto de una vez por todas.

Solo que al llegar, no esperaban encontrarse a Imara sentada teniendo una acalorada conversación con el monarca.

—¿Qué hacéis vosotros aquí? —cuestionó la señora.

—Es bueno saber que ya estamos todos, así que más vale que nos demos prisa —malhumorado Kuna respondió.

Cuando Lorand despertó, se halló atado a una silla y a su madre pálida en un rincón.

—¿Acaso estás loco Kuna? ¡Suéltame ya!

—No, o irás a buscar a tu mujercita y no es bueno para ninguno.

—¿Qué tiene que ver mi esposa con todo esto?

—Tu esposa es el mayor problema aquí, Lorand... y si me hubieses dicho que era tu esposa hubiese hecho lo posible por aniquilarla desde el principio.

—¡¿Qué estás diciendo?!

—Señor Császár —murmuró irritado el monarca—, más vale que os calléis y escuchéis —y por respeto a su rey, Lorand lo hizo, aunque quería gritar, aunque quería correr como un desquiciado y arrancarle la cabeza a Kuna.

—Di algo, Imara —sugirió el monarca con una ceja levantada

—¿Serías tan cruel? ¿No sería más fácil decirlo todo de una vez y ya está? Estoy segura de que estás ansioso por relatarnos semejante maravillosa historia —escupió con expresión cansada.

—¿Te atreves hablarme así?

—José, solo haz lo que tienes que hacer —murmuró cansada.

—De acuerdo, pero tendréis que sentaros u os caeréis. Primero, Lorand, el niño que engendrasteis es el legítimo heredero al trono, por lo que tiene que morir, la casa Estuardo ya cumplió su rol. No podemos apoyar a una reina que no puede concebir un hijo sin que se le muera, mucho menos podemos alentar esta farsa de matrimonio que ella orquestó para seguir la "descendencia" no nos conviene con el estado actual del país. Ahora mismo estamos provocando que vuestra mujer pierda el bebé.

—¿Qué estáis diciendo? ¡Estamos hablando de mi hijo y de mi esposa, me importa un comino que seáis mi rey!

—¿Os atrevéis a faltarme el respeto?

—No reveléis mi identidad y no habrá problema alguno.

—El problema no es vuestra identidad, el problema es que Hannah es una Estuardo ¿O no Lorena?

—Eso no es cierto, Pruna es hija mía y de Gerald.

—Bueno, pues parece que vuestro marido hizo tratos a vuestras espaldas, porque Hannah está registrada como Hannah Estuardo y tanto ella como el niño deben morir, antes de que sea demasiado tarde.

—¿Qué es lo que quieren? —objetó cansada Lorena.

—El acuerdo entre el próximo rey y Hungría solo estará en paz si me cercioro de que al menos la criatura esté muerta.

—¿Y tú fuiste capaz de ayudar en algo así, a tu propia hermana?, ¿Qué clase de hermanos tiene Pruna?

—Ese no es vuestro problema señor.

—¡Claro que es mi problema, es mi esposa! Y madre de mi hijo, jamás permitiré que cumpláis vuestro comedido.

—¿No existe una manera de salvar la vida del bebé y de Pruna? —cuestionó Lorena

—Solo una: Lorand jamás, jamás, jamás puede reclamar como suya ninguna propiedad Báthory.

—¡No! —gritó Imara.

—¡Nunca estuve interesando en estas tierras! ¿Es tan difícil de entender que lo único que quiero es concentrarme en mi comunidad y formar a mi familia allí? No me interesa nada que tenga que ver con los Báthory —gruñó Lorand escéptico de la escena que ocurría ante sus ojos.

—Bien, entonces tendréis que firmar unos papeles...

—¡Haces esto porque Kuna es tu hermano! —gritó Imara sin remordimiento, llena de ira y odio hacia aquel ser a quien tenía que rendirle cuentas como si realmente fuese importante. El rey se acercó y palmeó con fuerza el rostro de la mujer y Lorand aulló encolerizado, empujando su cuerpo hacia adelante, logrando únicamente caer de bruces contra el suelo aun atado a la silla y se golpeó la cabeza—. Tu padre no pudo legarle nada, esto es lo único que pudo darle, así que quieres que mi hijo, que es el legítimo Báthory renuncie a sus pertenencias, porque peligra el único estatus que puedes darle a tu hermano —venenosa declaró mirándolo a los ojos, una total falta de respeto y ¡Oh! Cuan encolerizado estaba José.

—¿Qué quiere decir, su majestad?

—Lo que oíste, eres su hermano y está haciendo todo esto porque no puede ni siquiera darte un puesto en la corte.

—Pero no entiendo.

—Se lo dices tú, o se lo digo yo.

—Más te vale que te calles mujer...

—¿Qué quiere decir? —exigió mirando ceñudo al monarca, ya no con tanto respeto como al principio.

—Lo que has oído... eres un bastardo.

—¿Y hasta ahora habéis esperado para decírmelo?

—Lo que pasa es que...

—Es capaz de manipular la historia así que siéntate Kuna, porque esto no te va a gustar —amarga expresó Imara—. Cuando Leopoldo se enteró de que había dejado embarazada a Mariska, vuestra madre...

—Fue un desliz luego de la muerte de su segunda esposa.

—Fue siete años después, no lo justifiques, José —despiadada lo miró, contaría toda la verdad aunque fuera lo último que hiciera—. La encerró en un castillo y la hizo dar a luz llenándola de falsas esperanzas, no quería casarse con ella, ya estaba planeando casarse con su tercera esposa, ¿Una criada como su mujer? Un rey no podría permitirse semejante vergüenza. Sin embargo, ella murió al darte a luz y Leopoldo no tuvo que matarla —escupió con desprecio—, se limitó apoyarse en uno de sus más fieles amigos, Leónidas Báthory quien accedió a criar al niño y a quien mantuvo en secreto hasta que me harté. Entonces llegó Katrina, hija de un archiduque austríaco, quien estaba a punto de morir y se ofreció hacerse pasar por madre del niño, mientras mi Lorand tenía dos añitos a la llegada del bebé. Tuve que soportar las andanzas no solo de un rey que se disfrazaba ridículamente para visitarnos de tanto en tanto, sino también de una mujer enfermiza, amargada y lujuriosa, quien terminó logrando que mi marido se metiera en su cama. Cambió los papeles de matrimonio, borró mi nombre de los registros y puso el de ella, como si su esposa durante todos esos años hubiese sido ella. Entonces, me fui, soporté demasiado bien durante ocho años y me dolió dejar a mi hijo, no pensé que Lorand correría detrás de mí y tampoco pensé que Leónidas lo rechazaría y desheredaría en cierta manera... si hubiese sabido eso te juro José, que nunca me hubiese ido.

—No me culpes de tus errores —mordaz devolvió con mirada asesina.

—En fin... Kuna, pudiste salir a la luz, cuando regresó mi hijo y mientras a ti te daban el puesto de un conde él tuvo una posición más humilde.

Nadie estaba tomando en consideración los sentimientos de Kuna, parecía como si a nadie le importara, Imara solo quería que su hijo tuviese la posición que le correspondía, Lorena escuchaba con una mueca, el rey ni siquiera lo miraba, Lorand estaba medio desmayado y su esposa... Lara había desaparecido unos minutos antes. Cuan solo y culpable se sintió de tener un padre tan egoísta, haberle arrebatado una buena infancia aquel de quien siempre tuvo celos por ser la luz de los ojos de Leónidas. Porque aunque su padre fue duro con su verdadero hijo, lo amó con locura hasta el día de su muerte.

—Más tarde murió Leónidas y tú asumiste el mando a una tierna edad. Pero lo hiciste bien...

—¿Ya terminaste arpía? Es mi turno de hablar entonces. Es cierto todo, exactamente como lo dijo, pero no he cometido yo ni ningún pecado más que el de ocultaros la verdad, ni vos ni yo tenemos la culpa de lo que hicieron nuestros padres —el rey intentó acercarse pero Kuna se apartó.

—Necesito... necesito procesar esto —graznó y salió de la oficina directo a las letrinas donde sin poder evitarlo expulsó todo lo que llevaba en su estómago.

●ღ●

Y una vez más Pruna había perdido la noción del tiempo, que novedad... ¿No? Una carcajada brotó de sus labios mientras caminaba sin rumbo tratando de recordar el camino por el cual había cruzado hacía unos minutos antes, que no era suficiente con que no supiese donde estaba, muy inteligentemente (espero noten el sarcasmo) empezó a dar vueltas a su alrededor en un lugar con una oscuridad tan densa y sofocante que hasta le costaba respirar y por supuesto terminó perdiéndose. No era de extrañar.
Entonces, mientras intentaba regresar sobre sus pies escuchó algo que la hizo girar su cuello perturbadoramente hacia la izquierda, encontrándose de plano con la exótica figura de su hermano en camisón y una enorme antorcha.

—¿Rupert? —inquirió, pensó que la inanición la estaba llevando alucinar, pero no era la primera vez que estaba encerrada por lo que trató de no asustarse...

¡Oh! Para qué mentir, Pruna estaba aterrada, mas, lo ocultó muy bien ante su hermano.

—Sé que ahora me odias por lo que tu marido te ha dicho de mí, pero yo también tengo mis reservas, porque no me dijiste que estabas casada con ese bastardo.

—¿De qué hablas Rupert?

—¿No te ha dicho Lorand?

—¿Qué no me ha dicho? ¿Qué rayos quieres decir?

—Olvídalo, no hay tiempo tenemos que sacarte de aquí...

—¿Pero qué pasa con Lorena y Hans?

—¡No hay tiempo de explicar, solo ven Pruna! —chilló alterado y entonces Pruna se activó y decidió seguirlo, sin fijarse en el interior del lugar donde duró tres días, aunque para ella parecieron años.

—Tengo sed y hambre...

—¿No te dieron de comer? Juro que mataré a la estirada de Lara

—Es tu hermana, bribón, no la llames estirada.

—Te daremos de comer cuando paremos...

—¿Paremos?

—Sí, vamos, ¿No confías en mí?

—No es que no confíe, es solo que necesito saber.

—No tenemos tiempo de charlar, mucho menos de reconciliarnos, sabes que la guardia real te anda buscando. Ya se enteraron de que Kuna ha estado jugando contigo y de que has sido adultera, así que mueve esas nalgas blancas y vámonos de aquí.

Lara los esperaba al final del gran terreno que rodeaba el castillo y como era de noche aprovecharon el punto ciego donde Lorand y ella habían tenido su casi beso, encomendándose en un largo viaje hasta Alemania.

En el camino Rupert le contó todo y pudo reponer fuerzas con los alimentos que Lara almacenó para ella, no podía creer que Lorand hubiese hecho algo así, al menos no de la manera en que Rupert le estaba contando todo, esto la hizo sospechar un poco por primera vez en su vida de su hermano.

Una vez llegaron al puerto, de inmediato Lara tomó las mejillas de su hermana y besó su frente con suavidad.

—Ya lo sabes todo hermana, si haces lo que te digo seréis capaz de vivir tú y tu criatura, que me lo ha dicho Kuna, aunque lo odies y sientas aversión hacia él, la única manera en la que podemos resolver esto es de esta manera y la clave me la ha dado él, me lo explicó todo justo cuando te enviamos a buscar... ¡Ah!, y por cierto, la guardia real no te anda buscando, por lo que puedes irte en paz.

—¿Entonces por qué nos engañasteis?

—Porque todos deben pensar que te buscan para no preocuparse por tu huida.

—Así que estoy huyendo ahora —sopesó más tranquila de lo que sus hermanos esperaban... aunque con Pruna nunca se sabía, cuando más enojada debía estar, más tranquila lucía.

—Sí... es la única manera Pruna.

—Lo que me dijiste que escribiera... ¿Enserio se lo entregarás?

—Es lo mejor, es la única manera —insistió con vehemencia, de cierta manera Pruna sintió que la alejaban adrede de su marido. Pero si era en verdad aquella la única manera, se encargaría de limpiar su nombre para volver a estar con él. —Si se casa en mi ausencia, te juro que las pagarás caro Lara —añadió con seriedad y subió al barco.

—Es la paz que antecede la tormenta —declaró solemne la rubia, viendo como su hermana y el bastardo hijo de su padre huían... era lo mejor, era la única manera.

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