VIII

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Pruna y Lorand siguieron su caminata hasta la última parte del área de las casas en la comunidad Császár, la cual, aunque no estaba tan poblada como ella imaginaba que estaría

—Fue luego de una epidemia, que perdimos a muchos habitantes —aclaró Lorand como si pudiera leer su mente.

Pero le convino aquella respuesta y entendió una de las tantas cosas que rodaban en su cabeza.

Entraron a la casa y lo primero que Pruna vio, fue a un bebé en brazos de una criada.

¿Habían llegado a la casa correcta? Todo indicaba que sí y el caminar fluido y confiado de Lorand lo confirmaba.
No quiso sacar conjeturas sin estar segura de lo que estaba pasando, además... aquel hombre no le pertenecía en absoluto, él solo estaba siendo amable con ella, eso era todo,

Sí... por supuesto.

No pidió explicaciones, se limitó a seguirlo.

—Señorita Boldog, este es mi hijo Árpád.

Oh, su hijo... pero le había insinuado matrimonio, ¿Estaba casado? ¡¿Qué clase de caballero era?!

—Es muy hermoso, ¿Puedo cogerlo?

—Sería un placer, pero ya nos vamos, subiré a buscar a mi hija, a presentárosla y luego nos iremos a casa de mi madre...

—¡Pero si esta es vuestra casa!

—¿Cómo habéis sabido que es mi casa?

—Esto... en la puerta dice Lorand Császár.

—Oh cierto. Pero descuidad, que estaremos bien.

—¿Cuántas habitaciones son?

—Seis habitaciones.

—¡Entonces quedaos!

—No sé si sea buena idea mi lady, no considerando el hecho de que sois una dama soltera y yo también. Por vuestro honor, lo mejor que puedo hacer es irme.

—Entonces me iré yo. Me niego a quitaros vuestro hogar, no hay necesidad de que mováis a estos pequeños a esta hora de la noche. Si bien es cierto que la casa de vuestra madre está cerca, mi consciencia no me dejaría dormir. Lo siento, pero no me parece correcto ni necesario que salgáis de una casa llena de habitaciones.

Él la miró rendido, ¿Cómo podría negarse? Sabía que estaba mal, por alguna razón, que un hombre y una mujer que se atraían tanto el uno al otro durmieran en la misma casa, solos técnicamente. Pero la verdad era, que si iba a esa hora a casa de su madre, la despertaría y sería un problema mayor. O, tal vez solo estaba buscando excusas para quedarse.

—Pero la gente...

—Hannah ya tiene la reputación manchada y Pruna es una desconocida, no es nadie, así que no os preocupéis por mi honor... aunque os agradezco que lo hagáis —respondió ella concisa.

Decidió que se quedaría. Además, no había actuado con el suficiente respeto hacia ella... y no era excusa pero era probable que la mayoría de aldeanos pensaran incluso que estaban casados o algo por el estilo. En su comunidad la gente tenía mucha imaginación.

¿Para qué hacerla insistir más? No era él tan cruel.

—De acuerdo mi lady. Entonces subamos y permitidme mostraros vuestra habitación.

—¿No ibais a buscar a vuestra hija?

—Oh, eso también, pero ya que no nos iremos y seguro aun duerme...

—Entiendo.

—Acompañadme. Harmat, por favor entregadle mi hijo a la señorita.

—Sí mi lord.

Obediente la criada le entregó el bebé a la pálida y escuálida mujer que acompañaba a su elegante amo.

—Oh, pesa un poco, ¿Qué edad tiene?

Harmat se contuvo, pero quiso decirle que con esos brazos tan delgados no iba a ser capaz de cargar a sus hijos cuando los tuviera —Tiene un año ya, mi lady, casi dos.

—Que agradable.

Caminaron ambos hasta el segundo piso de la edificación, que era todo lo que tenía, con tres de las habitaciones encima, y las otras debajo. Mientras subían Lorand le contaba que cuando construían la casa su padre le decía que iba a tener 4 hijos, así que le construyó 4 habitaciones para niños, una principal y una de huéspedes. En la parte de arriba también estaba una amplia biblioteca y ya en la parte de abajo estaba el salón principal, un corredor, la cocina, el recibidor y el comedor. Mas el despacho de Lorand.
A Pruna le maravilló en sobremanera, pero su emoción se esfumó en cuanto él le dijo que ella dormiría en la habitación principal y él con sus hijos en una de las otras habitaciones.

—Me niego, señor Császár ¡Es vuestra casa! ¿Cómo podría yo tomar la habitación principal? No, no, dejadme una de las demás habitaciones, así dormís con vuestros hijos mucho más cómodo...

Pero él se negó rotundamente, no estaba dispuesto a ceder y luego de discutir en vano para llegar a la misma decisión del principio, se limitó a conducirla dentro de la habitación.

—No es decoroso que una dama y un caballero estén juntos en la misma alcoba de noche, señor Császár —comentó acomodándose en la enorme cama que estaba a su disposición.

—En efecto, es lo que os he dicho yo hace un rato. Pero tenemos muchas cosas que discutir, mi lady. Lo primero es, que lo que os diré ahora no os lo dije en su momento, por si alguien nos escuchaba, pero es necesario que aclaremos un par de cosas —Pruna tuvo miedo, de que mencionara la escena frente al castillo—. ¿Puedo llamaros Hannah, al menos mientras estemos solos?

—Pues no sé si sea lo ideal, si os acostumbráis me llamareis Hannah en público.

—Entiendo, tenéis razón. Entonces, Pruna, quiero que sepáis que nadie os está obligando a nada, no tenéis por qué asumir ese papel, estáis pasando por una situación que os preocupa y lo que menos creo que queréis es tener que fingir perfección y que todo está bien. En otras palabras, os pido que seáis vos misma.

—¿Y quién dice que no lo soy? —obstinada se irguió a la defensiva.

—Pues seré sencillo... hay dos versiones de vos misma, como habéis sido criada y todos esperan que seáis y cómo sois en realidad mi lady. Dispensadme si me tomo el atrevimiento de hablaros de esta manera —puntuó observador y a Pruna le sorprendió un poco dicho gesto, más, no lo consideró desagradable — Llamémosle, Pruna y Hannah. Sois Pruna cuando jugáis con Árpád como estáis haciendo justo ahora —su instinto la obligó a mirar el estomaguito del pequeño que sostenía en brazos, donde ella le acariciaba distraídamente —Y sois Hannah cuando sacáis a esa cortesana que tanto os habéis empeñado en ocultar.

—¿Es tan evidente? —exhaló hundiendo los hombros relajando la postura.

—Sois Pruna cuando andáis en camisón, libre sencilla. Sois Hannah cuando usáis ese condenado corsé aun sabiendo que tenéis un cardenal justo en el costado.

Se había dado cuenta, tal vez cuando la ayudó a vestirse aquel día.

—Ya está sanando, además no puedo andar sin corsé por ahí.

—Pues, ¿Habéis visto alguien con corsé por aquí?

—No ando revisando las faldas de otras mujeres.

—Cierto... pero ¿Estáis cómoda?

—La belleza no consta de la comodidad.

—¿Y quién dijo que la belleza consta de un apretado artilugio que es retirado en cuanto un hombre lleva a una mujer a la cama?

—Mi lord, no creo que este sea un tema de conversación adecuado para una dama y un caballero respetables.

—Perdonad mi ejemplo tan desconsiderado, pero me temo que tenemos que h ablarlo, hay que hablar las cosas y enfrentarlas, no os escondáis, sed vos misma y sentaos cómoda. No uséis corsé si no queréis, nadie puede obligaros a usarlo —expresó sincero—. Ninguna mujer debería ser obligada hacer lo que no quiere, ningún ser humano debería.

¿Ser humano?, ¿Mujeres?

Pruna se preguntó qué clase de hombre tan extraño era aquel. Estaba segura de que un hombre normal no diría semejantes cosas.

¿Acaso era un afeminado? No, sería imposible. Era demasiado viril como para que le gustasen los hombres.

¿Entonces por qué actuaba así y decía esas cosas que hacían que ella...?

Que ella quisiera lanzarse a sus brazos como una cualquiera.

Un hombre de aquella época no se expresaba de esa manera y le agradó bastante tener el privilegio de ser testigo de esos destellos de su personalidad.

Pensó que quería conocerlo más.

Sin embargo, tuvo que menear la cabeza para aclarar sus pensamientos, confundiendo al gigante que la miraba esperando una respuesta a su atrevido comentario, no sabiendo él, que muy en el fondo estaba de acuerdo con su manera de pensar.

—Bueno, admito que es bastante agradable andar sin corsé.

—Me imagino que sí. Espero que no me malinterpretéis y que entendáis que lo que os digo es con las mejor de las intenciones. Lo otro que quería deciros es...

La puerta se abrió y Boriska cruzó la habitación como si nada con un hermoso camisón blanco rosáceo, mirando con curiosidad el lecho de su padre. Sus cabellos eran igual de oscuros que los de Lorand, así como la cabellera del pequeño Árpád también.

—¿Quién es? —cuestionó curiosa la chiquilla, su padre arqueó los labios hacia arriba.

—Venid aquí Boriska.

—¿Boriska...?

—Sí, ese es su nombre. Igual al de su madre, ¿Por qué?

—Oh, no es nada, solo recordé una cortesana, eso es todo...

—Sí, Boriska era muchas cosas, entre ellas cortesana.

—Por casualidad, se llama ¿B-Boriska Arany?

—Se llamaba, sí.

—Su marido era amigo de mi padre, la enviaron para que me ayudara con la práctica del magyar... solo decía insultos, y nunca quería enseñarme. Lo último que supe de ella fue cuando me gritó que no serviría jamás como esposa de su conde, y que ella se casaría con él.

—Pues es irónico porque estuvo bastante cerca... —susurró riendo por lo bajo el pelinegro

—¿Cómo decís?

—No, nada... Bori, ven.

—¿Quién es ella? —repitió mirando de reojo a la mujer que yacía sentada cerca de su padre.

—Es una huésped

—Oh, entiendo —somnolienta frotó sus ojos y bostezó.

—¿Fue una buena siesta?

—Quiero dormir de nuevo.

—Iré a dormir contigo y Árpád en unos minutos ¡Harmat!

—Sí mi lord.

—Lleva a Boriska y a Árpád a dormir, yo iré en un rato.

—De acuerdo mi lord.

—Pero acabo de llegar —se quejó la niña, claramente solicitando la atención

—Ya te dije revoltosa, que dormiré contigo y Árpád en un rato, pero no es hora de que estés despierta, así que acompaña a la señora Harmat y espero encontrarte dormida cuando vaya —bromeó fingiendo severidad, y la niña sabiéndolo de inmediato, le dedicó una sonrisa dulce a su padre, la cual significaba que se tomaría la molestia de ignorar su advertencia con mucha vehemencia.

—Se parece a su madre —intervino Pruna al verla irse

—Se parece a mí —rio el hombre, le hacía mucha gracia lo parecida que era la niña a él, sabía desde luego que en su adolescencia le daría muchos dolores de cabeza.

Pero debía regresar al futuro y aprovechar el tiempo que tenía para hablar con la mujer que tenía en frente.

—Mi lady... quisiera discutiros un par de cosas más antes de irme a dormir, no quiero dejar esta conversación para mañana.

—Entonces decidme.

—Dudo que el conde Báthory deje de intentar conseguir vuestra... compañía, por decirlo de una buena manera, pero estoy seguro de que no será en buenos términos.

—Para seros sincera, no es secreto que me preocupa más mi hermano.

—También tengo la solución para eso. Recibí una carta de un buen amigo, que estaba en el mismo barco que vosotros, le envié correspondencia en cuanto me la envió, ¿Queréis leerla?

—Por supuesto.

"Querido Lorand, ha pasado algo increíble, ha sido más interesante que mi reunión fallida con los franceses, fracaso del cual te contaré después. Se han creído que una pobre dama era mal augurio porque un fattyú se intoxicó con crema de menta ¿Puedes creerlo? En fin, han expulsado a la mujer y la han dejado en Alemania, no tengo idea de qué ha pasado con ella y espero que encuentre un lugar agradable donde pasar el tiempo, en lo que llega a manos del condenado de su prometido, que es nada menos que Kuna y para el colmo, le han arrebatado a su hermano para reclutarlo. Irónicamente nos atacó un barco justo después, pero como eran franceses he logrado que nos lleven a mí y a él junto a ellos, su nombre es Rupert, una vez lleguemos a tierra firme necesito que me ayudes a buscar a esa mujer, Rupert dice que su nombre es Hannah Rainer y que es propensa a ser ingenua. Ya debo dejarte, esta ha sido mi carta más corta la verdad y aun así no he dejado de sentirme como una señora cotilla que te pone al tanto de los líos amorosos de sus criadas y el cocinero.

Stadler"

—¿De cuándo es la carta?

—Dice delante que llegaría a Hungría en dos meses... la fecha es de... hace tres meses, ¿Cómo es que no ha llegado todavía?

—Pero... ¿Y si la ha leído alguien más, entonces van a relacionaros conmigo y...?

—Tranquila, señorita Boldog, ya estáis vinculada a mí, desde que pisasteis el burdel del castillo, así que por supuesto que os buscarán aquí, si consiguen una orden real claro, porque de lo contrario de ninguna manera pueden los hombres del conde pisar estas tierra, así que, confiad en mí, cómo lo habéis hecho hasta ahora. Además la correspondencia de Stadler, mi amigo, llega directamente a mis manos sin ser leída por terceros, podéis estar segura, lo hacemos siempre por motivos confidenciales.

Pruna tuvo curiosidad sobre el secretismo de la correspondencia, mas, el asunto de su hermano era más importante y ya se habían desviado lo suficiente del tema.

—Sí, confío en vos, así que por favor señor Császár os ruego que me ayudéis a buscarlo, no me interesa nada más.

—Lo sé, tranquila, estoy seguro de que está en buenas manos, Stadler lo cuidará como a un hijo, no os preocupéis.

—Os lo agradezco Lorand, de verdad.

—Os dije que movería cielo y tierra... ahora es necesario comentaros mi plan, porque para ejecutarlo necesito vuestra aprobación y que estéis de acuerdo.

Aquello era a lo sumo novedoso para ella... que pidieran su aprobación.

—¿Cuál es vuestro plan?

—Pues, sencillo...

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