VI

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Pruna supo el momento exacto en el que llegó a la comunidad. S bien no pudo mirar el gran letrero que decía: Üdvözöljük a Császár falujában, en todos los negocios que su vista alcanzaba se podía apreciar la palabra "Császár" así que no le fue difícil averiguar donde se encontraban.

El carruaje se detuvo justo frente a una mueblería.

—Aquí podéis preguntar por Lord Császár. Yo me despido —aquel comentario pareció más un gruñido, pero Pruna aceptó la despedida de buena gana y con una débil mueca entró en la tienda.

La mueblería Császár era la mayor de la ciudad así como la más concurrida, Jency Császár era considerado como el mejor carpintero de Hungría y estaba allí diseñando muebles sencillos con los cuales mantenerse.
Su hermana Kriska, se encargaba de las finanzas y Lorand... pues Lorand era el dueño del local.

De inmediato un olor a madera azotó su olfato, le pareció agradable.

—Buenas tardes mi lady, ¿Qué buscáis exactamente?

Una joven con el pelo negrísimo como la barba de Lorand, y los ojos igual de azules, se le acercó con una expresión de amabilidad, Pruna dedujo de inmediato que era la hermana, la misma por la cual había peleado en la cantina, y la consideró hermosa, y delicada.

—Busco al señor Császár...

—Oh, salió hace un rato, pero volverá dentro de unas horas. Si queréis podéis volver más tarde...

—De ninguna manera, lo esperaré aquí; observaré un poco vuestra mercancía mientras tanto.

—Adelante, si tenéis alguna pregunta, siempre estoy allí detrás del mostrador.

—De acuerdo, muchas gracias.

Pruna se quedó vagando por la tienda, viendo colores, texturas, y mercancía que jamás compraría. No tendría una casa que amueblar, por lo que no necesitaría aquellas cosas, mas, aun así ahí estaba como un cliente más, como si tuviera todo el tiempo del mundo, como si no le importara tardar horas para ser llamada.

—Oh mirad, ahí viene Lorand. Permitidme decirle que estáis aquí...

—No es necesario Kriska, ya la he visto. Buenas tardes mi lady, ¿Qué os trae por aquí?, ¿Os gustaría ver un poco lo que tenemos que ofreceros?

—Me encantaría —sonrió nerviosa sin poder evitarlo... el fantasma de aquel accidente pululaba entre ellos haciendo incómodo el encuentro.

Esto fue suficiente para hacer que Kriska se apartara un poco, lo que le dio una oportunidad a Pruna de expresarse.

—Os ruego que no me llaméis Hannah Rainer, ya más, sino Pruna Boldog...—susurró

—De acuerdo —dijo en el mismo tono mirando a todos lados cerciorándose de que nadie lo escuchara—.Tenéis un cabello bastante hermoso, mi lady, os veis mejor que con vuestro envoltorio.

—Gracias mi lord, y me temo que es lo que usaré de ahora en adelante, porque si me coloco de nuevo ese condenado tocado, el conde va atraparme de inmediato.

—Entonces escapasteis.

—Sí, me preocupé bastante por vos mi lord, pero, cuando Lorena me dijo que...

—¿Lorena?

—Es una gitana que me ayuda con los brebajes para mi dolor.

—¿Estáis enferma?

—Me empujaron los marineros y me golpee en el costado derecho, cuando desembarqué, pero no os preocupéis estoy mejor y ese no es el tema... —mintió, no era necesario que Lorand se enterara de que la habían golpeado para "disciplinarla"—. En fin, que si me ven con eso y pregonando mi nombre me condenarán sabrá Dios con cual excusa.

—Me halaga que os hayáis preocupado por mí, pero como veis estoy en perfectas condiciones... ¿Qué planeáis hacer?

—No puedo regresarme a Inglaterra, sería condenada por no aceptar los designios de la corona, no puedo volver a la casa del conde, ni que perdiera el juicio volvería a mi hogar, pero tal vez cuando encuentre a Rupert podré buscar alguna manera de conseguir dinero y mantenernos.

—Señorita R... Boldog, ¿Vuestro prometido no movió ni un dedo para siquiera escucharos acerca de vuestro hermano? Pues tened por seguro, que yo moveré cielo y tierra hasta que lo encuentre, os lo prometo.

—Mil gracias, señor.

—No hay de qué, pero mi lady, no permitiré que andéis por ahí siendo una dama respetable.

—Pero no tengo otra opción...

—No podéis caer tan bajo, sois de la nobleza, no. Os habilitaré una casa en la comunidad y un trabajo hasta que encontremos a vuestro hermano, una vez lo encontremos entonces, vosotros os sentareis a hablar y juntos decidiréis qué haréis... me sentiría responsable si os viera entregada a esos... caminos.

¿Hablaba en serio?, ¿Un trabajo honesto para ella? Hannah apenas se lo creía, ¿En qué clase de mundo había ido a parar? Aunque siendo honesta, prefería aquello antes que la prostitución —Os lo agradezco en el alma señor Császár, sois muy amable.

—¿Tenéis alguna experiencia con archivos, cuentas?

—Sí, ayudaba con las cuentas en casa de mi padre...

—Pues aquí mismo en la mueblería, podríais trabajar si os parece bien...

—Me parece excelente mi lord, muchísimas gracias.

—¿Segura de que estáis bien?

—Sí, no os preocupéis, lo peor ya pasó.

—Bien. Le pediré a Kriska que seleccione las tareas que hacen falta, mientras tanto sentaos cómoda, vendré en unos minutos.

—De acuerdo.

Dicho esto se esfumó por una puertecilla que quedaba al costado de la señorita que la había atendido al entrar, Kriska, era su nombre.

—Disculpad mi lady, ¿Sois inglesa?

—¿Es tan notorio?

—Tenéis un acento impecable, pero vuestras maneras parecen demasiado finas —ella sonrió con modestia y Kriska se sonrojó levemente, era obvio que aquella mujer era toda una princesita—. Uno de mis sueños siempre ha sido visitar Inglaterra, ¿Cómo es allá?

—¿Qué edad tenéis?

—Tengo 17 años, mi lady...

—Oh, entiendo, tenéis cierto brillo que no todas poseemos, pero entonces está justificado si tenéis esa edad. Sois muy hermosa.

—Gracias, señorita.

—Eres joven aun, tal vez en el futuro tengas la oportunidad de hacer un viaje algún otro país.

—Tal vez, ¿Sí?... sería emocionante. ¿Cómo os llamáis?

—Llamadme Pruna.

—Oh, entonces... mirad, nos queda mucho trabajo por hacer, pero si queréis, os voy enseñando lo que vais hacer aquí mientras me vais contando de Inglaterra... ¿Os parece?

—Me parece excelente... creo que nos llevaremos bien, y me alivia porque mi experiencia en este lugar hasta ahora no ha sido la mejor.

—¿Oh sí? ¿Qué ha pasado?

—La verdad es que...

Estuvo a punto de contarle como Nandor la había confundido con una ramera, pero el fuerte aporreo en la puerta hizo que la conversación se rompiera y Hannah sumamente agradecida se escabulló hasta la puertecilla donde había visto desaparecer a Lorand. Luego del susto, pensó que no era lo más sensato contarle aquello a la esposa del fattyú que la había interceptado. Kriska fue abrir la puerta, mientras que Hannah decidió mirar desde allí quienes eran.

Entonces, al ver que eran guardias entró por completo en el cuarto, que resultó ser una pequeña oficina, donde el dichoso caballero la recibió con una ceja enarcada

—Señorita Boldog, ¿Qué...?

—Shhh —siseó temerosa de que confirmaran su presencia en la mueblería.

—¿Pasa algo malo...?

—Shhh —repitió con expresión aterrada, esto solo logró que Lorand se confundiera aún más, de repente Kriska abrió la puerta sobresaltado a la castaña.

—Ya se han ido, ¿Por qué estáis aquí Pruna?

Pruna tuvo que disfrazarse con la sonrisa de cortesana que tanto detestaba Rupert... su pobre Rupert, ¿Dónde estaría?

—Creí que eran clientes y de inmediato vine entonces a ver al señor Császár...

—Oh, entiendo —dijo no muy convencida la pelinegra.

—¿Qué ha pasado?

—Oh, Lorand, han venido los guardias del rey, andan buscando una tal Lady Hannah Rainer que se ha escapado del castillo del conde Báthory, según Kuna es su prometida con quien aún no ha consumado matrimonio pero que según él, fornica con los aldeanos de esta comunidad.

—Oh, que terrible, ¿Han dicho cómo es? —intervino Lorand antes de que Pruna se delatara.

—Solo dijeron el nombre, no dijeron como era.

—Eso pone en duda que realmente exista dicha mujer, o que sea en verdad una adultera... no lo sé, pero igual no nos concierne a ninguno, ¿Dijeron algo más? —Kriska negó, agitando los negros bucles que enmarcaban su rostro, mientras Lorand daba una miradita rápida a su reloj de bolsillo—. Perfecto... me temo que se hace tarde y quedamos con mi hermano Jency para entregar unas canastas, así que tendréis que acompañarnos señorita.

—No es problema alguno.

—Busca las canastas, Kriska.

—¡Oh sí!, corro a buscarlas.

Lorand se acercó a Pruna una vez desapareció Kriska.

—Más tarde hablaremos de esto, mientras tanto no mencionéis a Hannah y evitad las conversaciones donde ella sea mencionada, puede ser sospechoso, y Kriska es más suspicaz de lo que parece... os he evitado el peso de tener que contárselo a una desconocida... apenas confiáis en mí, así que no merece la pena arriesgarnos.

Arriesgarnos
De alguna retorcida manera, se sentía bien el apoyo que Lorand le daba.

—Entiendo, gracias señor Császár, pero ¿Estáis seguro de que pueda salir ahora? ¿Y si siguen allá fuera me reconoce?

—No, no os preocupéis, es imposible que sepan quien sois ya que ni siquiera vieron el color de vuestro cabello, es probable que os busquen por el color de vuestras cejas, si son inteligentes, sino, os buscarán por el color que creen que tenéis, y puede que sea una rubia cabellera. Pero igual no tenéis por qué temer, no voy a permitir que os lleven, dadlo por sentado.

Aquello debería haber sido suficiente para Pruna, pero no fue así, no pudo evitar albergar en su pecho la inequívoca sensación de que se acercaba una calamidad.

No tardaron en tomar cada uno dos canastas y dirigirse al sendero que los guiaría a través de la pequeña ciudadela, encontrándose con el famoso Jency Császár quien sonriendo de oreja a oreja le quitó una canasta a cada una de las damas.

Pruna no sabía si era correcto que una dama de su altura se sintiera tan cómoda en compañía de aquellas personas.

Los hermanos Császár eran tan parecidos y distintos a la vez

Los tres con el mismo maravilloso color de ojos y cabello... pero los gestos, diferentes en su totalidad.

Mientras Lorand era gallardo, alto y de buen porte, Jency era algo desgarbado, un poco más bajo, y siempre con expresión risueña siendo todo un charlatán, y por supuesto Kriska, centrada y práctica se asemejaba a una Felina con pasos ágiles y hechizantes, "cualquier hombre puede enamorarse de esta mujer", pensó Pruna, "así como cualquier mujer de aquellos dos caballeros".

—Mi lady, este es mi hermano Jency... Jency, esta es la señorita Boldog —introdujo Lorand, en cuanto el recién llegado caballero tomaba las canastas.

—Un placer mi lady, he escuchado mucho de vos.

—Espero que hayan sido cosas buenas, señor Jency.

—Descuidad, han sido maravillas.

Pruna se sintió plena y dichosa de encontrarse en medio de aquella compañía, con Lorand todo fue sonrisas, con Kriska tímidos comentarios sobre su belleza, y con Jency una amena charla, de lo más entretenida.

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