Bola de pelos - tercera parte y final
Constanza estaba en medio de un sueño placentero cuando una sensación de congoja en su pecho comenzó a invadirla. Dudaba que lograr su cometido ansiado por tantos años, dormir con Luciano y sacarse todos esos años acumulados de frustración le provocaran tal estado, pero la sensación creció y creció hasta que no pudo ignorarla un minuto más y abrió los ojos.
La gata estaba frente a ella, sentada en su pecho, causando su malestar. Giró su cabeza para quejarse, pero observó que Luciano estaba profundamente dormido y no quería despertarlo. Podía ver como la luz del sol comenzaba a colarse entre las persianas, lo cual significaba que habían estado haciendo en amor hasta altas horas de la madrugada cuando se desmayaron en la cama.
Giró de nuevo su cabeza ya que temía que la gata la arañara en su descuido, pero la gata no le sacó la vista de encima, como midiendo a su contrincante.
Constanza se forzó para no pestañear y así siguieron un buen rato hasta que las lágrimas nublaron su visión. Cuando el agua salada se escurrió finalmente por su mejilla el peso de su pecho también se desvaneció. Entonces la joven se incorporó de la cama de un salto por miedo a un nuevo ataque de la gata endiablada.
De pronto, comenzó a oír un ruido lastimero a los pies de la cama. Era la gata quien se estaba atragantando con lo que Coti pensó, debía ser una bola de pelos. Ojalá que se ahogue, meditó ella, y deje de respirar como su dueña. Los ruidos de la gata y sus jadeos parecían hipnóticos, era como ver a un acordeón peludo soltar sus últimas notas moribundas. Constanza no podía evitar mirar como el animal sufría con cada arcada, creyendo que su final estaba cerca. Ella se volteó para abrazar triunfante a Luciano, pero con un golpe seco oyó a la gata expulsar algo muy grande en el suelo.
Su curiosidad fue más grande que su rechazo hacia la gata y Coti se acercó para ver lo que había purgado. Encontró a los pies de la cama una bola de pelos de gato que parecía monstruosa, más aún si se tenía en cuenta el tamaño del animal. Fascinada por el espectáculo Coti observó como la gata, sin reparo alguno, empezó a lamer la misma bola de pelos como si quiera volver a tragarla. Constanza se acercó aún más para ver el espectáculo grotesco en primera fila cuando notó que en la maraña de pelos había algo metálico que brillaba.
Tomando con disimulo su almohada de la cama, Coti ahuyentó a la gata, quien respondió a su agresión con un sonido bajo y amenazador. El animal salió corriendo hacia la mesa de luz, al lado de Luciano. Con una mezcla de asco y curiosidad Coti desenmarañó uno a uno los pelos apelmazados.
Luego de un buen rato y varias arcadas de por medio, la joven finalmente llegó al meollo del asunto al descubrir atónita lo que había dentro de la bola de pelos. El dedo marchito de la difunta esposa Luciano, a medio digerir y todavía con el anillo de casamiento puesto. Constanza volteó para pedir auxilio, pero su grito se ahogó de forma instantánea.
El animal tricolor la miró por última vez, ahora a espaldas de Luciano. La gata juzgó silenciosamente a Constanza, su cola un metrónomo marcando los últimos compases del debilitado corazón de la joven, quien tirada en el suelo y con sus manos arañando su cuello, trató de expulsar en vano la bola de pelos con la cual se estaba asfixiando.
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