Y yo me paré sobre la arena del mar,

y vi una bestia emerger del mar,

que tenía siete cabezas y diez cuernos;

y sobre sus cuernos diez diademas;

y sobre las cabezas de ella nombre de blasfemia.{...}

Y adoraron al dragón

que había dado potestad a la bestia,

y adoraron a la bestia, diciendo:

¿Quién es semejante a la bestia,

y quién podrá lidiar con ella?

(Apocalipsis según San Juan 13, 1-4)

En cuestión del tiempo en esta tierra, la vida te lleva por el camino de pequeñas decisiones, unas que simplemente te mueves a un lado, al otro si quieres, y aunque sería fantasioso llegar nuestro final con solo esto: los puntos de inflexión, donde un sí o no tienen consecuencias.

Basta una sola.

—Es mi responsabilidad, debo hacerlo. ¿Eso está mal?

Una sola palabra puede desencadenar a un monstruo.

—¿Desobedecerías ordenes por la broma de un niño?

He liberado a la bestia en la tierra.

—¿Y si es real? ¿No debería hacerlo?

¿Quién es semejante a la bestia?

—¿Perderías todo por la posibilidad de salvar a un mocoso?

¿Y quien podrá lidiar con ella?

—Si. Lo haría.