8/Intermedio: Espero que seas...

I

          Cada pisada de sus tacones le resonaban en su vacío hogar. Iba para donde sea que le distrajera, ansiosa, preocupada, Inko Midoriya estaba hecha un torbellino de nervios. Se detuvo frente a un espejo en la entrada de su casa, vio que su maquillaje estuviese correcto por décima vez en una hora, vio el reloj de su muñeca, luego verificó su teléfono.

          Todo en su morada le traía recuerdos, la ropa, la sala de estar, la decoración, los juguetes, hasta la comida le asentaba la nostalgia. Cada rincón la sumergía más en su pesar. Se detuvo en la sala de estudio que ahora no le pertenecía a nadie, aunque las cosas del anterior dueño seguían ahí. Entró con un espectro silencioso, se movió observando cada objeto, evocando los recuerdos más allá de la infancia de Izuku.

          Se detuvo frente al escritorio, abrió un cajón cerrado bajo llave, allí estaban innumerables documentos y fotografías, tomó una, la observó melancólica.

          La espera se volvió insoportable, debía ser paciente, tarde o temprano recibiría la llamada, se lo repetía innumerables veces para tranquilizarse, hubo un segundo en el que no pudo más y sucumbió a su desesperación. Marcó un número y el ruido de la llamada le ponía aún peor.

          —Por favor... por favor... contesta Toshinori. —La mujer mordía un mechón de su cabello, que alguien respondiera a su llamada se le hacía muy lejano.

          —¿Hola, Inko? ¿Sucede algo? —Percibió la voz de un hombre del otro lado.

          —¡Toshinori, que bien que contestas! —La mujer dio un pequeño brinco de alegría, con solo escuchar su voz.

          —Hoy... Hoy debía acompañarte a tártaros, ¿cierto? —Cuestionó vacilante el héroe.

          —Si... no me digas que lo has olvidado, por favor, no lo digas. —La mujer se deprimió, ante tal pregunta.

          Casi tres meses había pasado desde que su hijo había sido encerrado en prisión, desde el primer momento de darse cuenta de este hecho, la madre y única familia biológica con la cual Izuku tenía comunicación, se dispuso a buscar una forma de ver a su hijo, además de que, si era posible, ayudarle.

          No obstante, nadie le dio la respuesta que necesitaba, ¿Estaba bien? ¿Le habrán hecho daño? ¿Está con otros reos? ¿Podrá salir pronto? ¿Los héroes están de su lado?

          Por esas, y mil preguntas más que surgieron de las preocupaciones de una madre, decidió que la mejor opción, para que por lo menos poder ver a Izuku una vez más, era pedirle que le llevase el símbolo de la paz, a la misma persona que le prometió cuidar a su hijo. Luego de un silencio incómodo, que pareció eterno, Toshinori habló.

          —Lo siento, Inko, pero no podré hacerlo, mi auto se averió, no sé cuánto tardarán en repararlo, así que aprovecharé el día para entrenar con Melissa.

          La mujer sudó frío, si el símbolo de la paz no le auxiliaba, ahora, ¿Quién podrá ayudarle?

          —Yo... entiendo, podemos intentarlo mañana —su voz era de total tristeza, haciendo que el héroe sintiera remordimiento por no cumplir su palabra.

          —Puedo pedirle a Snipe que te lleve, solo déjame contactarlo, tal vez tarde unas horas, pero haré lo que esté a mi alcance.

          —Gracias. —La mujer sonrió levemente—. Esperaré tu respuesta, All Might.

          Terminó la llamada, ella solo pudo recostarse contra la pared y dejarse caer al suelo, colocando su rostro sobre sus brazos; las lágrimas se abrieron pasos de forma natural, el solo pensar en lo que le estaría sucediendo a su hijo, le generaba un inmenso miedo.

          —Izuku, ¿Cómo estarás ahora? Podrían haberle atacado, no darle comida, arrojado a un lugar inhumano. Y si hay personas enfermas, puede que lo hayan... —La mujer tomo aire con rapidez, arrepintiéndose de sus propias palabras—. ¡No! ¡Él debe estar en una habitación alejada de los reos, recibiendo un trato diferente por ser un héroe!

          A pesar de que su ánimo subiese de un momento a otros, calló en picada al darse cuenta de la realidad, pero solo bastaría de unos segundos, para que toda preocupación fuera hecha a un lado: el teléfono empezó hacer ruido en su mano.

          —¿Toshinori? ¿Me está llamando de nuevo? —Se preguntó, pero al ver que era un número desconocido, una inocente esperanza surgió—. ¡¿Hola?! ¡¿Quién habla?!

          —Buenas tardes, ¿Es Inko Midoriya? —Del otro lado, se escuchó una voz diferente a la de cualquiera de sus conocidos—. La presente es con la intensión de informarle que su solicitud para ver al reo, Izuku Midoriya, ha sido aceptada, por favor, preséntese en tártaros lo antes posible, o dentro de dos horas ya no podrá verlo hasta que pase un mes. —Inko se quedó sin palabras, pues lo imposible, se había hecho realidad—. ¿Hola? ¿Sigue ahí?

          —¡Claro! ¡Pronto estaré ahí! —Colgó sin darle tiempo para decir una palabra más.

          Al tomar sus llaves, notó que estaba temblando a mas no poder.

          —No puedo... conducir ahora, ¿Tal vez deba decirle a los Bakugo que me lleven? —su mente fue invadida con el recuerdo de la última vez que vio a su hijo.

           «¡Si! Lo prometo, vendré a cenar en otra ocasión».

          Recordó esa sonrisa, esa que Izuku forzaba en aquel momento, él ya estaba pasando por grandes problemas, y como madre, no podría permitirse que eso siguiera empeorando. Apretando sus llaves con fuerza, calmó levemente el temblor en sus manos, así se decidió por emprender este viaje ella sola.

          —¡Ahora es mi momento para ser su héroe!

          Pensaba que esto era una señal de que todo estaba por mejorar. No era consciente algo importante: afuera de su casa, un hombre que usaba una gabardina blanca, llevaba puesto un sobrero de copa, que, sumado a una barba y lentes, hacían difícil el reconocerlo, este sonreía viendo su teléfono por alguna razón.

          —Ha sido fácil, más de lo planeado. Ahora viene lo emocionante.

          Apagó el dispositivo y lo arrojó lejos, justo en el momento, en el que Inko salió a toda prisa de su hogar. Ella no dio ni cinco pasos, cuando tropezó con una roca, casi cae, pero no se detuvo.

          «5 segundos».

          Llegó a su auto, no podía encontrar su llave entre todas las que tenía en el llavero, cuando al fin lo hizo, su temblorosa mano no le dejaba introducirla en la puerta, pues sus nervios crecían con el pasar del tiempo.

          «30 segundos».

          Salió en retroceso, al tratar de tomar camino lo más rápido posible, no se percató de un autobús que venía a gran velocidad, por fortuna, solo rozó metal con metal entre ambos vehículos.

          —¡Por dios! ¡Más cuidado! —Le gritó, en cambio, el chofer solo respondió con su bocina.

          «5 minutos».

          En rápidos movimientos, retrocedió y tomó camino rumbo a tártaros, con la esperanza de ver, una vez más, a su hijo. 


          En otro lugar, una madre se preparaba para llevar a su hijo al jardín de niños, este era tan pequeño que aún debía ir en un asiento infantil, todo por su seguridad. Era consciente de su auto viejo, su motor fallaba cada cuantos días y la puerta del lado derecho en la parte trasera no abría, sin mencionar que fue usado como taxi alguna vez y la parte delantera era separada de la trasera dejando solo una ventanilla para comunicarse con el pasajero.

          Estaba orgullosa de su auto, la verdad es que fue para el único que alcanzó con su sueldo. Mínimo traía incluido un asiento infantil, aunque estaba adherido al asiento trasero y el seguro era difícil de domar.

          —Vamos, vamos, ya es tarde y solo es tu primer día. —Musitó la mujer de forma agradable; trataba abrochar el cinturón de su hijo.

          —¡No! ¡No quiero ir! —Negó el pequeño.

          —¿Qué estás diciendo? Te divertirás mucho. —Suspiró cansada—. Por favor abróchate de una vez. —El cinturón no entraba en su sitio, tornando esto en una lucha por mantener seguro al pequeño durante el viaje.

          —Quiero quedarme contigo, mamá, no conozco a nadie en ese lugar ¿Y si se ríen de mí? —El niño agachó la mirada.

          —¡Sí, lo hice, soy genial! —Finalmente, la madre pudo abrochar el cinturón—. Y en cuanto a ti, no te preocupes, hay suficiente tiempo para que puedas despertar tu quirk.

          —Pero otros niños ya tienen su Quirk, y si ¿Soy Quirkless?

           La mujer le vio con una sonrisa, ¿Cómo siendo tan joven ya le afectaban tales preocupaciones? Le sonrió para darle unas palabras de ánimo.

          —Todo llega a su tiempo, no apresures algo tan trivial. Algún día serás tan fuerte igual que tu padre, oye, podrías ser un héroe.

          —¿Puedo ser como él? —El niño la vio a los ojos—. ¿Puedo ser como All Might?

           Ella, aunque deseaba que su hijo admirara más a su padre que a un héroe, con esa misma sonrisa, frotó el cabello del niño.

           —¡Claro que sí, solo debes esforzarte!

           Y así, madre e hijo, emprendieron su camino sin preocupaciones.


            En otra parte, un hombre posaba la cabeza en su mano, sus ronquidos resonaban en el pequeño establecimiento, molestando a las personas a su alrededor.

           —S-señor, por favor. —Una joven en un mostrador, trataba de captar su atención—. Disculpe, estimado cliente. —Nuevamente, sus palabras no llegaron a él—. ¡SEÑOR DESPIERTE! —Esta vez le gritó, gracias a eso, el hombre despertó de su sueño, este volteaba a ver de un lado a otro desconcertado.

           —¿Ah? ¿Dónde? ¿Cuándo llegué aquí? —Preguntó, irritando un poco más a la joven.

           —Desde hace unos minutos, pidió un café, y lamento esto, pero, se nos ha acabado.

           —Ah, sí, ya lo recuerdo, perdón por dormirme, mi horario es un poco pesado para mí... espera, ¿No hay café? —El hombre abrió los ojos de par en par, la noticia era tal tragedia que sintió a su mundo venirse abajo.

          Era un conductor con un horario del infierno; desde su punto de partida hasta a donde se dirigía, necesitaba tres días de viaje, de los cuales, el tiempo límite era mucho menos que eso. Con su sabiduría de las incontables calles por las que ha pasado en tantos años, supo coordinarse para cumplir las exigencias, aun si sacrificaba su sueño.

           —Como le decía, nos quedamos sin café hace un momento. —Apenada, agachó la cabeza. Por otro lado, el hombre suspiró cansado mientras se restregaba el rostro.

          —Debe ser una broma, ¿Se supone que siga mi camino sin tomar por lo menos un café? No tengo tiempo para comer algo.

          —Esto- aún tenemos algo de té, ¿Qué le parece un poco? —Interrogó con duda, pues el té y el café, no eran para nada lo mismo. El hombre lo pensó por un momento.

          —De acuerdo, pero dese prisa, por favor, ya voy tarde en mi ruta.

          La mujer se inclinó un poco hacia su izquierda, viendo a través de una ventana, donde se asomaba el cabezal de un enorme camión, ella sonrió amablemente para proceder con su pedido.

          —¡De acuerdo, pronto estará listo!


II

           Inko sacó a relucir sus pobres habilidades de manejo, rebasaba autos uno tras otro, poco le importaba romper el límite de velocidad. Curioso que por más que intentara ahorrar tiempo, siembre, de una u otra forma, algo le retrasa. Una persona cruzando, calles en medio de obas, o como en este preciso momento, a una cuadra de llegar a una intercepción, el semáforo cambia a rojo y debe detener al final de la fila de autos.

           —Rápido, No me queda mucho tiempo —decía mientras observaba la luz roja con recelo.

           «15 minutos».

           El momento llegó y pudo avanzar, tan lento, que la luz roja volvió a hacer de las suyas antes poder seguir con su camino, ahora estaba entre los autos, ella, al frente del carril derecho, a su lado izquierdo un auto todo terreno, detrás de ese veía a una mujer hacerle caras graciosas al que pensó era su hijo.

          A segundos de que cambiara a verde, un autobús de dos pisos cruzó la intercepción para ir en la dirección contraria a ellos. Todo hubiera ido de lo más normal, si no fuera que, a medio camino, se averiara obstaculizando por completo el paso, dejando a Inko, encerrada entre los autos, pues este cubría de forma diagonal la calle.

           —No puede ser, tengo la peor suerte de la vida —dijo divisando el cómo salía humo del motor.

          El conductor, que era un anciano, bajó rápidamente para tratar de solucionar el problema, pero este al instante parecía derrotado. Al percatarse de que la peliverde aun esperaba poder pasar, él se dirigió a ella e hizo señas con sus brazos, como diciéndole: «Esta chatarra no se moverá en un rato».

          «20 minutos».

          —¡Ah! ¡Precisamente hoy tenía que toparme con todos los retrasos del mundo!

          Bajó del auto, su paso era firme y feroz, el anciano estaba inquieto al verla aproximarse con esa expresión de pocos amigos, pensaba que recibiría algún tipo de insulto, pero, ella es totalmente lo contrario a ese tipo de persona.

          —¿Tiene problemas para repararlo?

          Por otro lado, el hombre solo respondió con un simple «¿Eh?» Sin darle importancia, ella trató de revisar el motor.

          —Creo que el problema es el aceite —suspira—, usted no debería conducir en estas condiciones. —Afirmó desanimada, este descuido le estaba costando su tiempo.

          —L-Lo siento, acabo de tomar este trabajo y aun no me acostumbro, incluso hoy iba tarde en mi ruta, Dios mío, creo que por poco causo un accidente, realmente... odio este trabajo. —El hombre inclinó la cabeza lo más que pudo.

          —No lo culpo, disculpe mí actitud. —Inko le vio extrañada—. Pero si tanto lo odia, ¿Por qué no busca un mejor empelo?

          —Debo que, mi hija pronto irá a la universidad, esperaba hacer que no le faltara nada, así sería capaz de concentrarse en sus estudios. —El hombre levantó la mirada, con una sonrisa, que era causada por una mezcla de tristeza y orgullo—. Quiero que pueda ser feliz... pero este fue el mejor trabajo que pude conseguir.

          La peliverde sonrió de forma compresiva, lo entendía por completo. Años, rogando a los cielos y al destino, que su hijo tuviera la oportunidad de ir a una academia de héroes, en retrospectiva, ahora se arrepiente de aquello, tal si fuera de otra forma, su hijo estaría encaminado a ser un gran doctor, abogado o lo que su corazón le pidiera, tal vez así, no, definitivamente no estaría en medio de tantos problemas.

          —No se preocupe, llamé a una grúa y los autos ya están retrocediendo, solo espere a que la ayuda venga. Siga así, sé que su hija debe estar orgullosa de su padre....

          —¡Gracias, se lo agradezco mucho! —El anciano volvió a inclinarse en una reverencia.

           Inko asintió en señal de aprobación, ahora estaba por dar media vuelta, para así, poder salir del lugar aun si fuera en contra vía, no era como si en su camino hasta aquí: haya respetado las leyes de tránsito. Frenó de forma brusca al darse cuenta de que había otro auto detrás.

          —¡No podremos pasar, de la vuelta por favor! —farfulló, por el contrario, el conductor le vio con ojos despectivos, movió su mano en dirección a la radio y subió todo el volumen, la música se escuchaba en toca esa solitaria calle.

          No tuvo de otra que rendirse esperando lo mejor. Era curioso, las tiendas estaban todas cerradas, el movimiento era propio de los autos a falta de transeúntes. Golpeteaba el tablero, jugó con el radio, por último, se dispuso a mover los retrovisores, todo en solo dos minutos. Acomodando el espejo de su lado, notó a un camión aproximándose a toda prisa.

          «Dios mío...» dijo petrificada. Era un camión cisterna más grande del estándar, que no reducía su velocidad, a pesar de que el autobús se podría observar desde lo lejos. Ella rápidamente agitó sus brazos hacia los demás conductores.

          —Co- !Corran! ¡salgan de los autos!

          Eso dijo, pero de nada sirvió: chocó contra un auto en su camino que logró volcarlo causando el pánico entre las personas.

          Uno de los autos, un conductor dominado por el miedo, no se dio cuenta de lo fuerte que hundió el pedal y aceleró hasta chocar el autobús, un auto todo terreno que apenas logró moverlo, pero que obstaculizó la puerta del conductor. El anciano tuvo que apartarse antes de que le atropellase.

          El caos era contagioso, el conductor detrás de Inko le importaba un carajo los demás, sin pensárselo dos veces, hundió el pedal sin antes ajustarlo en retroceso, chocó Inko, al ya haber hecho esa idiotez ¿Por qué limitarse, retrocedió y golpeó la pared, volvió al frente y chocó a su vecina hundiendo su puerta trasera, un sacrificio al que estaba dispuesto?

          Poco le sirvió, el camión quedó igual que el autobús, cruzado en la calle no dejaba pasar el auto, a lo que el conductor maldijo a todo pulmón.

          ¿Qué había sucedido con el dueño del camión? Solo un rato antes, este aún era consciente, escuchaba música a todo volumen para mantenerse en este lado de la realidad. La canción era su favorita, esa letra la consideraba poesía en su máxima expresión.

          «Ojalá que en tu casa, se te valla la luz y te quedes sin agua».

          «Que no te puedas bañar».

          «Mucho menos maquillar».

          «Que te quedes sin criada».

          —N-no... Necesito... otro café. —Y a pesar de todo el ruido, el conductor estaba entre el mundo de los vivos y los sueños.

          A un lado de él, un par de vasos térmicos de alguna cafetería cualquiera, pero sin el contenido que al parecer: era té, en lugar del usual café que tomaba por las mañanas.

          Tan adormecido estaba, que cayó como tronco sobre su volante, el camión empezó a ir más rápido, chocando y generando caos en lo que el trayecto duró dos cuadras, pero, aun así, eso no le paraba. Un auto de techo bajó se atravesó en su camino, esta vez lo habían logrado: volcándose ferozmente el metal se arrastró por la calle generaba chispas, para al final, detenerse.

          De la cabina, el chofer, se asomaba a través de la ventana.

          —A-Ayúden-me. —aquel hombre que solo quería cumplir con su ruta, se arrastró entre cristales rotos, hasta salir de la cabina del camión.

          —¡N-no... esto es malo... yo... yo no... no fue mi intención! —El sujeto entró en pánico al verlo desde arriba. Aun luego de haber sufrido heridas graves, se las arregló para salir de la escena rápidamente o, mejor dicho, huyendo que lo que había causado.

          El conductor maleducado salió de su auto al ver como el cabezal desprendía humo y un líquido con apariencia de brea salía a chorros del contenedor. Inko no tuvo de otra que ignorar su objetivo inicial para intentar ponerse a salvo de una posible explosión. Como si se tratase de un sexto sentido, caminando se percató de la mujer en un auto.

          Estaba encerrada con su hijo, o siendo más específico, la puerta del conductor estaba abierta, pero la madre no salía a pesar de que todos abandonaban sus autos prefiriendo salvar sus vidas. La peliverde al igual que el hombre del todo terreno, se acercaron a verificar su estado.

          —¡Deje el auto, son más importantes sus vidas! —Exclamó Inko.

          —M-mamá, tengo miedo. —Con ese leve sollozo, Inko fue paralizada al instante.

          —¡Ayúdeme, por favor ayúdenme, no puedo sacar a mi hijo! —Gritó la mujer, al ver más de cerca, se dio cuenta que ella luchaba por liberar al niño de su asiento especial.

          El grito de auxilio de una madre por su hijo, hizo que Inko no pudiese ignorar ese lado heroico, ese que nunca tuvo, que incluso All Might se quedaría corto en comparación, y más aún, con lo que sucedió luego.

          —¿Eso es gasolina? —cuestionó la mujer en el auto.

          —Demonios, eso fue peligroso, con una explosión nos hubiera mandado al otro mundo en un instante —declaró el sujeto.

          —No lo creo... eso no parece algo que haya visto antes —señaló Inko, esta veía atentamente como escurría aquel liquido por el contendor.

          Hasta que de pronto, salió en mayores cantidades y al hacer contacto con el suelo, una nube de algo parecido a humo de un color negro y toques morados, comenzó a esparcirse por la calle.

          «¡Boom!»

          El cabezal explotó, aquel humo se esparcía por la calle como si tuviera vida propia. El hombre maleducado que estaba cerca del camión rasgó su camiseta y se la colocó en el rostro, probablemente para filtrar los gases, no abandonaría su auto de lujo, subió para alejarlo de otra explosión.

          Cuando entró, se dio cuenta que el humo, entraba por cualquier abertura por pequeña que fuese, de tal forma que parecía antinatural por cómo se esparció adentro. Acelero y salió del área afectada, lo vieron alejarse... algo raro empezó a sucederle.

          La madre y el todo terreno luchaban por liberar al niño, cuando la reacción de Inko les interrumpió.

          Aquel sujeto salió del auto, no dio ni seis pasos fuera, cuando cayó de bruces al suelo, su piel era pálida como la de un cadáver, sus venas se volvieron negras, las cuales se resaltaban por todo su cuerpo, además de unas líneas similares a tatuajes recorrían su rostro... sus ojos... eran de un color tan negro como aquel humo.

          —Dios... mío. —A la vista ambas madres, fue suficiente para dejarlas estupefactas por tal horrenda escena, pudiendo solo apartar la mirada cuando el hombre empezó a llorar algo similar a aquel líquido.

          —¡Eso definitivamente no es gasolina, por favor ayúdeme a sacar a mi hijo del auto! —Ninguno sabía lo que era ese raro líquido, pero no esperarían a que ese humo que generaba llegara a ellos para huir.

          —¡Oh no, lo siento mucho, pero no soy un jodido héroe! —Exclamó el hombre—. Que se salve quien pueda, yo no me arriesgaré ¡Me largo de aquí! —Con es abandonó al resto, buscando desesperado se dio cuenta que la única ruta de escape era un callejón, se perdió de vista y dieron por sentado que ahora estaba fuera de riesgo.

          —¡Déjeme ver su cinturón, estas cosas siempre se atoran! —Sin siquiera pensar en su seguridad, Inko trató de abrir la puerta, mientras el niño lloraba a mares, sin embargo, estaba atorado, y por más que ella ejerciera fuerza, no podría salir.

          —¡Necesitamos ayuda, auxilio, alguien, por favor, ayúdenos!

          La peliverde gritaba, pero no había ni una sola alma cerca, ni civiles, ni héroes, Estos últimos estaban ocupados con los reos que se fugaron de las prisiones, no obstante, su voz llegó a cierto anciano que compartía ese sentimiento al ver a madre e hijo en apuros.

          —¿Qué sucede? Traté de mover el auto de ese chico, pero no tengo las llaves.

          —¡Ayúdeme a sacarlo de aquí o esa cosa nos alcanzará!

          —¿Eh? ¿Qué cosa? —cuestionó el mayor, su respuesta la obtuvo al elevar un poco la mirada, sus ojos se abrieron de par en par, al ver como una nube negra que inundaba la calle y delante, yacía un horrible cadáver—. Oh, esa cosa da miedo ¿La puerta no abre?

          —¡La otra está atascada por el choque y esta puerta no abre, la silla está adherida al asiento trasero, no sé cómo podemos...!

          —¡Esa frazada, rápido, cubra al niño!

          Lo hizo sin saber lo que planeaba, el anciano sacó de su pantalón una llave inglesa, con ella dio uno, luego otro y al tercer golpe rompió la ventana; deshaciéndose de los restos, sacó una tenaza para cortar y el cinturón dejó de ser un problema, con cuidado el niño fue sacado del auto.

          —Creo que... ¡Ya está! —Con ese gritó y el sudor que recorría su frente, finalmente logró liberar al niño.

          La madre sin decir alguna palabra, se aferró a su hijo como si no hubiera un mañana... lo cual a estas alturas era posible.

          —¡¿Qué hacemos?! ¡¿Entramos en un auto hasta que se disipe?! —Preguntó la mujer.

          —¡No, eso sería inútil, debemos salir de aquí! —refutó el anciano.

          De un lado a otro, buscaron la salida inútilmente: los locales tenían las puertas trancadas, el autobús era demasiado bajo como para pasar por allí, la única opción viable era el del todo terreno: un callejón a punto de ser consumido por el humo.

          «¡Por aquí!» indicó la Midoriya, a quien siguieron hasta lo profundo del callejón para darse cuenta que había una alambrada y varias de cajas de madera que les obstaculizaban el paso.

          —¿Ahora qué? —Preguntó la mujer, viendo como el humo seguía generándose como espuma.

          El anciano analizó el entorno, vio que en una parte de la alambrada había un zapato enganchado, perteneciente al hombre del todo terreno. Dedujo que subió por una tubería sujeta a la pared y luego saltó sobre las cajas.

          —Deberemos saltar, iré primero para que me dé al niño, luego las ayudaré a subir. —sugirió el anciano.

          Las mujeres asintieron, mientras él se posicionaba para tomar empezar a trepar, subió poco a poco, rápido y seguro teniendo en cuenta que era un hombre mayor; al dar el salto, resbaló dándole un impulso errado, apenas y pudo sujetarse de la caja frente a él, de igual forma cayó al suelo. El ajetreó causó que la tubería soltara sus últimos tornillos que, en consecuencia, hizo que se desprendiera de la pared.

          Gruñó de dolor, al pisar tierra su tobillo se dobló de manera físicamente imposible.

          —¡MALDITA SEA!

          La peliverde se dejó caer al suelo con una mirada perdida, pues no sabía lo que pasaría ahora. De los tres, el más apto para ayudar al resto a subir era el anciano, quien gozaba de un mejor estado físico a pesar de la edad.

          La madre del niño por otro lado, sudó frio, pues El anciano se había torcido el tobillo, y ella sola no sería capaz de hacerlo, estaban perdidos, por lo menos los adultos, pero su hijo debía salir de ahí a toda costa... Aún si ella tuviera que quedarse.

          Buscó desesperada una forma, cajas, tuberías, la alambrada, una palabra describía sus posibilidades: ninguna; eso, al menos para los adultos. Descubrió que en una parte abajo se desprendía la alambrada, lo suficiente como... para que un niño pasara.

          —Cariño. —La madre vio a los ojos del infante—. Promete que te portarás bien, escucha a tu padre, come bien y estudia todo lo que puedas, así podrás ser un héroe, ¿entendido? —El niño asintió con una mirada preocupada.

          —¿Nos pasará los mismo que al señor? —Interrogó refiriéndose al sujeto que murió por los gases que les perseguían.

          —No, claro que no, todo saldrá bien... Tendrás que pasar por abajo, luego corre rápido y ve a tu escuela, solo sigue adelante y no te detengas... ¿entendido? —Ella le sonrió cálidamente.

          —¡No! ¡Sé que algo malo pasará! — El niño a pesar de su corta edad, se negó.

          —Tengo un hijo como tú. —Inko se acercó a ellos—. Bueno, es mayor, él es un héroe, pero incluso él sabe que a veces es mejor dejar que otros sean los héroes... tu madre estará bien.

          Consciente que lo que ahora parecía una bruma oscura y destellante: se acercaba amenazante a la entrada del callejón; notó que, a diferencia de antes, era un poco más claro, no podría explicarlo, pero tenía la corazonada de que ahora el efecto serio menor a lo que sucedió con aquel sujeto.

          —Cariño... —La madre, le dio un último abrazo a su hijo—. Mamá te quiere, eres lo mejor que me ha pasado en la vida.

          El niño cerró los ojos, mientras ella levantaba la alambrada lo mas posible. El hijo, entre lágrimas, atravesó el pequeño hueco rasguñándose la espalda. Lo había logrado, estaba fuera de peligro. Observó por un pequeño hueco, el cómo su madre se despedía de él al otro lado, con llorando silenciosamente su despedida, mientras él: se fue sin voltear atrás.

          Inko y la madre tomaron asiento junto al anciano, estos empezaron a conversar, mientras observaban venir aquella bruma oscura.

          —Espero que mi hija pueda entrar a la universidad. —El anciano, suspiró—. Espero lo cabeza dura de su viejo no sea parte de la herencia.

          —Estoy segura de que podrá hacerlo, debe de ser tan dedicada como usted. – dijo Inko.

          —Nah, ella es más como su madre, sacó el lado responsable de su parte, yo solo soy un bastardo que deseaba ver a su familia feliz. —Al decir eso, cerró los ojos con un semblante feliz.

          —¿Cómo es su hijo? ¿De verdad es un héroe? —preguntó con curiosidad la mujer al lado de Inko.

          —¿Izuku? en realidad solo es un aspirante, pero es tan terco que aun siendo de primer año, ya hace cosas a la altura de pro-héroes. Espero que pueda ser feliz, aun después de hoy.

          —Entiendo, yo quisiera que mi hijo no se culpe por lo que me suceda.

          —Supongo que soy el que más suerte tiene. —El anciano reía entre palabras—. Un vejestorio como yo no dolerá mucho que se valla. Aunque mi niña es muy sentimental, ¡Eso definitivamente lo sacó de su madre!

          Entre risas con esta breve conversación, los tres fueron envueltos en la bruma, al principio no sintieron gran cosa... Luego, les ardía la piel, el corazón se les habían acelerado, y una gran jaqueca los atormentó. Algunos quejidos se escucharon, al final, el silencio reinó en el lugar.



III


           ¡vamos, vamos, su estado es grave!

          «¿Qué... sucede?»

          «Todo, es tan distante».

          —¡Nunca he visto algo como esto, ¿Qué demonios había en ese camión?!]

          «¿Lo logramos?»

          —¡Eso no importa, debemos salvarles la vida!

          «Tengo... mucho sueño».

          —¡¿Cómo se supone que lo hagamos?! ¡Míralos, parecen cadáveres!

          «Solo quiero dormir un poco... creo... que tenía algo que hacer... ah, Izuku, si, iba en camino a verlo a Tártaros, creo que iré luego con Toshinori... espero verte de nuevo, hijo... mamá.... Mamá te extraña, quiero verte pronto».



          —En las ultimas noticias, un camión cisterna que transportaba químicos para un nuevo combustible alternativo, que actualmente el SSI está desarrollando, fue volcado derramando dichos químicos.

          —Los afectados por este incidente han sido cuatro personas, Kasumasa Hogi, Takahiro Hiramiya, Yui Inauchi, Ryosuke Takahata e Inko Midoriya, Estos tres últimos fueron transportados de emergencia al hospital más cercano, pero se cree que no podrán sobrevivir luego de ser expuestos tanto tiempo a estos químicos...

          Ese día, daba preámbulo a una nueva etapa de miserias, momentos felices, difíciles decisiones y experiencias, para que Izuku Midoriya, formara su camino del caos llegaba a la vuelta de la esquina.  



-.-.-.-.-[Entran los créditos con "Traitor's Requiem, JJBA Golden Wind OP 2]-.-.-.-.-.-.-

https://youtu.be/UG-XoCoFdrA

Uragirimono No Requiem

kami no sadame ni sae
hanki wo hirugaesu gangstar

osore to iu kanjou kakikesu rage
akuma ni somuku to chikatta hi kara
houfuku to wa shuumatsu ka mirai wo kou
ikikata wo sutete idomu mono stay gold

sou sa me ni wa me wo
uragirimono ni wa rekuiemu owo!

zetsubou ga temaneku sekai ni tachimukau
Don't care jihi nado iranai
saa karada horobiru toki inori mo kiehateru
Hell no hajimari no golden wind

Réquiem Del Traidor

Incluso contra la voluntad de un Dios
Alza la bandera en rebelión, gangstar

Esos sentimientos de miedo, desaparecieron, los ahogué con rabia
Desde el día en que juré, darle la espalda al diablo
¿Acaso esta venganza, significa el final? Pregúntale al futuro
Aquellos que pueden dejar atrás, su forma de vida como oro permanecerán

Así es, ojo por ojo
Por los traidores que cantan, su réquiem

Gritando por desesperación, de pie con el mundo en contra
¡Da igual! Nunca muestres misericordia
Incluso si tu cuerpo muerto está, ¿tus plegarias desaparecerán?
¡Ni hablar! Un viento dorado surgirá

Fin del capítulo.

Intermedio: Espero que seas...

5050 palabras

-.-.-.-.- Mike zombie esclavo de la vida -.-.-.-.-.-.-

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