22/Carta de una Mentira (Parte 2)
Carta de una mentira.
«Estoy en posición, como me has indicado. Será mejor que hagas tu parte del trato».
—Remitente ilegible.
『𝐈』
Las oficinas del Servicio Secreto, en otrora dominio de la Comisión de Héroes, ahora estaban en manos de la división liderada por Akihiro, un joven que había cosechado el desdén de muchos héroes debido a sus directrices que parecían ignorar sus preferencias. Si el top diez, estaba conformado por individuos poderosos con trajes coloridos, Akihiro se erigía en un puesto cero, el líder de esos diez.
Toda la sociedad heroica pasaba por sus manos y actuaba solo con su permiso. A diario recibía una cantidad abrumadora de cartas, desde quejas hasta renuncias, y se tomaba el tiempo entre bocado y bocado de su almuerzo, con tal de leer la primera oración de cada una de ellas.
Su comida consistía en un café y un pan, algo que para él era suficiente, aunque desde un punto de vista habitual pareciera muy poco. Akihiro lo veía de otra forma, ya que días sin siquiera una hormiga para comer eran mucho peores. Dio un sorbo de su taza mientras con la mano libre tomaba el siguiente documento.
—¿Mi parte del trato? —murmuró para sí mismo—. Esto es indignante, que un neandertal venga haciendo demandas sin sentido, peor aún, exponiéndonos de esta manera. —Suspiró—. Supe desde qué lo vi que me complicaría el trabajo.
La puerta de la oficina se abrió sin previo aviso, algo que, en la ciudad e incluso en el país, solo un puñado de personas se atreverían a hacer. Una mujer de estatura baja entró a paso despreocupado. Su rostro impoluto no mostró señales de haber sentido la pesada mirada que le dirigió Akihiro.
La chica conectó con él y solo le vio sin decir palabra alguna. En otro tiempo, cuando se dedicaban al trabajo de campo y no a estar detrás de un escritorio, ella guardaba el mínimo respeto que le ofrecía a otros que no fuera el jefe. Quizás la vida en las oficinas logró lo imposible, inflar su ya enorme ego.
Con un aire grácil y digno, se había ganado la atención de todo el personal con solo pasear por los pasillos con su extravagante cabello menta. Para ella, entrar a este edificio era como dirigirse al trono de una reina.
Inclinó levemente la cabeza, con los ojos abiertos de par en par. Su descaro no contaba con limites, pues tomó el pan de Akihiro.
—El auto espera en el estacionamiento —dijo tras morder el pan y devolverlo al platillo—. Si estás listo, haré que lo muevan a la entrada.
Akihiro casi juntó las cejas, espetando un, «claro, vamos entonces» y dejó su cómodo asiento.
Ni bien puso un pie fuera de su oficina, se encontró con uno de los tantos empleados a su cargo. Era diligente en lo que hacía, minucioso, siempre se proponía conocer al mínimo detalle su trabajo, desde algo tan propio de su puesto como las investigaciones que se llevan a cabo, hasta el nombre del chico de los recados.
Llegaron al vestíbulo, al salir del ascensor, las miradas se desviaron a una sola dirección. Aquello, era semejante al avistamiento de un par de celebridades, ¿De dónde venía su fama? Pues, empezando desde el atrevimiento de Akihiro cuando tomó el mando, desafiando a cada uno de los héroes.
Era una figura poderosa, capaz de doblegar a otros bajo el control del gobierno, una simple frase bastaba. Nadie conocía sus antecedentes, por lo que se mantienen al margen.
«La comisión ha sido un descontrol», dijo en el podio, ante la prensa y los héroes. «No supieron liderar a su gente. Es por esto, que hoy estoy aquí, de parte del gobierno, represento a la nueva División de Poder Heroico, (DPH) encargada de hacer lo que la comisión no pudo en estos años».
En cierta medida, iba bien la conferencia, aún no se desarrollaba esa enemistad con la que Akihiro cuenta de parte de los héroes hacia él; entonces, un reportero hizo la pregunta: ¿Cómo planea hacerlo? ¿En qué se diferencian?
Su llana respuesta se resume en pocas palabras: «Solo una fuerza superior al top diez puede tomar el mando».
Acompañado por su asistente Heather, Akihiro se dirigía hacia la salida del edificio. Estaba a punto de tomar la manija de la puerta cuando alguien irrumpió apresurado, tropezando al primer paso dentro del vestíbulo.
El chico de los recados entrecerró los ojos al ponerse de nuevo los anteojos, la borrosa figura parada frente a él comenzó a tomar forma. El joven, al encontrarse con el jefe de la DPH, entró en pánico. Ese día despertó sin esperar que su nuevo empleo terminara en el tercer día.
Sin embargo, Akihiro no mostró ni un ápice de la frialdad y terror que solía inspirar. Con una sonrisa amable, se inclinó para ayudarlo a levantarse y le limpió el polvo de los hombros.
—¿Estás bien? —preguntó Akihiro con calma, mientras el chico, aún en estado de shock, balbuceaba.
—¡Señor Akihiro, es un gusto verlo, señor! —Sus palabras eran torpes, cortadas—. Quiero decir ¡Siento mucho este comportamiento! ¡Prometo que no volverá a pasar!
Con un gesto tranquilizador, palmeó su hombro, Akihiro siguió su camino, seguido de su asistente.
—No hay problema, los errores ocurren.
El joven, ahora consciente de lo que acababa de suceder, no pudo contenerse.
—¡Quiero decirle que admiro mucho su trabajo, señor! —dijo con voz temblorosa.
Akihiro, volteando ligeramente sorprendido, respondió con humildad:
—No es para tanto. —Subiendo a un elegante auto negro estacionado en la calle, Akihiro se alejó, dejando al joven con una sensación de asombro y gratitud. En ese breve encuentro, había visto una faceta de su jefe que nunca imaginó.
El auto tenía asientos para que los pasajeros pudieran sentarse frente al otro, separados de la cabina por un cristal. Heather abrió una ventanilla e indicó al chofer para dirigirse al aeropuerto. Ahora bien, era tiempo de los reportes. El jefe sacó su portafolios.
—He enviado el correo como me pediste. ¿Puedes darme un trabajo de verdad? Me volveré loca si paso un día más en este lugar, moviendo documentación de un lado a otro.
—Tanto aquí, como afuera, sigo siendo tu superior —reclamó Akihiro—. No lo olvides, Heather. Que la comodidad no se te suba a la cabeza.
—¿Entonces me enviarás fuera o no? Estoy harta de que todos se empeñen por agradarme al querer ser cercanos a la «hermana del jefe». —Bufó rodando los ojos—. Qué ridículo, pensar eso por tener el mismo apellido.
Akihiro cerró su portafolios con fuerza. Heather se guardó las demás quejas que había planeado decirle.
—Respeta nuestro apellido, Heather. Si vuelvo a escuchar ese desprecio, no seré sordo a ello —dijo tan tranquilo que asustaría a cualquier otro. Heather chistó en respuesta.
—Como sea, ya tenemos la muestra. ¿Quieres que la envíe al laboratorio?
Akihiro lo pensó por un segundo. En su círculo, se destacaba por su eficiencia y siempre buscaba el mejor resultado, sin importar el método. Utilizaba todos los medios necesarios para cumplir con sus tareas.
—Llévalo al equipo de Kanazawa —dijo al fin, volviendo a lo que estaba.
—¡¿Qué?! Quizás te hace daño vagar en esa oficina. Si esos idiotas la arruinan serán perdidas enormes, pienso que es mejor enviarla a Shibuya. Recuerda las variables.
—Es un simple análisis de sangre. Ellos tienen la capacitación necesaria para hacer las pruebas. De todas formas, planeaba enviarte a Kanazawa; no te librarás del viaje —dijo, volviendo su atención al documento en su mano—. Aunque tienes algo de razón. Shibuya perderá comunicación por un tiempo, y las variables a las que te refieres no serán un problema. Hablando con precisión, solo son unas simples gallinas sin cabeza.
—Más allá de eso —intervino Heather, dirigiéndose a la salida—, ahí está «ese tipo». Si se suelta de tus cadenas, estarás en verdaderos problemas.
Ella se cruzó de brazos. Contradecirlo solo añadía otra falta de respeto a la lista. Akihiro se detuvo a meditarlo un momento, replanteándose la situación, cosa que rara vez hacía.
—Ese perro rabioso, me está sacando de mis casillas. ¿Desde cuándo le damos tanto poder a monos como él? Tan prepotente que hasta contacta conmigo.
—Movimos a la chica, pero eso no significa que haya sido solo por él —Heather hizo una mueca—. Fue molesto tener que reorganizar todo a último Momento por la influencia de All Might, el viejo es sobre protector para tratarse de una de las personas con mayor potencial de poder en el círculo activo de los héroes.
El motor del automóvil dejó de zumbar suavemente, mientras avanzaban ellos seguían en la conversación. La llegada de un tercero los interrumpió. La puerta se abrió con un chirrido suave, revelando la figura del chofer, un joven de cabello rubio que destacaba incluso más que el de Heather. Este es encargado, por así decirlo, de las pequeñas encomiendas tanto de Akihiro, como de Heather.
—Buen trabajo, muchacho, hemos llegado cinco minutos antes —dijo Akihiro con una leve sonrisa.
—No es nada, señor, intento ganarme el pan haciendo lo mejor que puedo —contestó el chofer.
—Me gusta tu actitud, no como la de otros —dijo Asintiendo con aprobación— Tómate el día libre, no tengo más tareas que darle, Kaminari.
Carta de una mentira.
«... Desde que te conocí, me he mudado tres veces, curioso, ¿no lo crees?
Quizás este tercer cambio de ambiente no sea tan malo después de todo. Me queda algo de tiempo, así puedo dedicarme a entrenar, tomo mis clases en la universidad en línea, reviso viejos proyectos y siento que el trabajo va viento en popa.
En poco tiempo me he adaptado a colaborar con héroes, y digo esto como si no fuera uno, es chistoso. Ya conocía a Momo por el grupo A, además, Eijiro se integrará con nosotros una vez le den el alta, así que no espero más días tranquilos.
¿Has hecho otro amigo en prisión? Trata de no meterte en problemas».
—Melissa Shield.
『𝐈𝐈』
Corvo desenvainó su espada con cuidado, el filo reflejando el brillo de la luz de la luna falsa. Izuku, con los ojos fijos en la hoja, estaba ansioso por una respuesta, pero también nervioso por el resultado. A su lado, la Emperatriz Emily Kaldwin observaba con una sonrisa expectante, como si disfrutara del drama que se desarrollaba ante sus ojos, por supuesto, además de garantizar la supervivencia del chico.
La espada de Corvo era una obra maestra de la artesanía, finamente diseñada y elegante en su simplicidad. Aunque era solo una imitación de la real, Corvo la sostenía con orgullo.
—Te he enseñado mucho, has visto mi técnica, ¿y ahora me pides que no te «obligue», a desenvainar tu espada? —Su tono calmado no podía ocultar la ligera nota de reproche. Corvo la devolvió a su puesto. No era quién, para interferir en las decisiones del muchacho, la respuesta fue natural, la decepción cubrió sus ojos al cuestionarlo—. ¿Tan poca cosa consideras mis lecciones?
—No es eso, Sensei —respondió Izuku con sinceridad, los mayores percibieron el temor en su voz—. Eres mi maestro, más que eso, pese a las circunstancias, los considero personas cercanas a mí —contestó Izuku, el momento que anticipó desde que descubrió algo de su naturaleza. La pena habló por él, cuando tuvo que poner el asunto sobre la mesa.
Emily intervino con delicadeza, pretendiendo ayudarlo a tratar con su padre. Revisaba algunas notas que le preparaba a Izuku.
—Algo te molesta cuando empuñas un arma, ¿verdad? Cualquier cosa cortante, diría yo —dijo Emily, ayudando a plantear el problema, una excusa infantil—. He notado que algo pasa por tu cabeza cuando sientes el filo de la espada defendiéndote. Algunos cadetes de la guardia solían experimentarlo al principio, no todos, era un caso aislado.
Su voz era suave, pero firme, como la de alguien que ha observado y reflexionado mucho sobre el tema.
—¿Es eso cierto? Te he entrenado con una espada de madera todo este tiempo, al pecar de ingenuo creí que tarde o temprano podrías adaptarte al arte sin tapujos. Quiero recalcar que el poder abrumador que te ofrecía la marca del OFA ha dejado de ser una opción, y la marca del Forastero (Vacío) es eficiente si la manejas combinándola con métodos independientes al poder.
Corvo asintió; claro que era consciente de ello, era tosco, no ignorante. En su primer encuentro en el teatro, uno de los factores decisivos fue el usar la marca de manera creativa, de otra forma, habría fallecido ahí mismo.
Izuku levantó su espada de madera, recorrió los dedos a lo largo del borde, imaginando una hoja real, el filo, y lo que haría con un arma así. Luego, un sonido invadió su mente, el de un objeto atravesando la carne, el ruido sanguinolento que trajo consigo las náuseas. Se cubrió la boca, conteniendo el impulso de vomitar.
—Lo siento —dijo, limpiándose el labio con el dorso de la mano—. Me ha costado reconocerlo, no soy capaz de utilizar una espada, sensei; no soportaría lo que puede resultar de eso.
El Cuadrilátero era más o menos como Izuku lo había imaginado. En cuanto a su naturaleza, era un lugar crudo y simple, muy diferente al teatro con toda su pompa y espectáculo. Aquí no había escenografías elaboradas ni tiendas donde comprar objetos. Este sitio parecía tener menos presupuesto, incluso simple, pero no por ello le hacía menos relevante.
El área constaba de un octágono que servía para contener los combates, y el espacio era una pequeñez en comparación al teatro. Varios factores lo hacían distinto: aquí no había convocatorias ni obligaciones con Sakai, tampoco la ruleta tenía lugar; aquí, cada uno venía por propia voluntad, y las ganancias provenían de las apuestas entre los retadores y los espectadores.
Se regia con unas simples reglas: debías retar a tu contrincante y establecer los términos del combate entre ambos antes de que comenzara; rara vez se utilizaban armas. Sakai estableció una única indicación general: solo se permitían Quirks de tipo físico. Esto limitaba el campo de participantes, pero no disminuía la emoción de la audiencia, que se reunía en buen número cada día para presenciar los combates.
Las gradas se llenaban de Deadman, y el evento se transmitía de igual forma a personas exteriores, patrocinadores, todos con uno o dos propósitos simples: dinero o crudo entretenimiento. Sin embargo, para los participantes puede haber una tercera razón, aquí era donde iban aquellos que necesitaban dinero con urgencia.
Ahora Izuku estaba en el centro del octágono, esperando su tercer combate. Cualquiera podía subir, era cuestión de conectarse a la red y acordar los términos. Los primeros dos fueron agresivos; ni bien puso un pie en la alfombra blanca, surgió un retador. Nervioso, aceptó e intentó ser lo más «teatral» posible, como le habían recomendado.
El cuadrilátero portaba un, «algo» más allá del dinero, que lo volvía atractivo, eso daba miedo. Distraído, viendo el suelo, escuchó su nombre.
—Midoriya, debes dejar de perderte en tus pensamientos, ya te secuestraron una vez —Harry puso su mano en su hombro, hablando en ese típico tono despreocupado, perezoso—. Si un día de estos me toca tratarte en la funeraria, le diré a tu cuerpo frío un caluroso y sentimental: te lo dije.
—¿Ah? Lo siento, claro —respondió Izuku, recuperando el enfoque—. Últimamente tengo la cabeza en otro mundo...
Esta vez Harry lo acompañaba a falta de alguien que lo orientara en los combates. Después de todo, incluso utilizar el DT para recopilar información de otros reos es costoso, ni hablar de los informantes. En ese instante, Izuku recibió una notificación.
—Procura que siga pegada a tu cuello hasta que empiece mi turno —dijo Harry, sacando de su bolsillo un paquete de cigarrillos. Encendió uno, dejando salir el humo que llegó hasta el rostro de Midoriya—. Odio trabajar los lunes.
—Por favor, no digas esas cosas —balbuceó Izuku—, ¡Se supone que ya he muerto una vez! Decirme algo como eso es insensible.
—Puede ser, pero nada me asegura que no te vaya a tener en una camilla con el estómago abierto... o la cabeza en una bolsa aparte —Harry caló una última vez su cigarrillo antes de tirarlo al suelo y pisotearlo. Apuntó hacia el otro extremo del cuadrilátero—. Ahora enfócate, tienes cosas que atender. Las condiciones no son nada, la apuesta es jugosa. Quirk de piedra, puede cubrirse de un armazón, no en todo su cuerpo, pero es un chico duro, así que no te contengas demasiado.
—El sujeto tiene experiencia como luchador profesional; tuvo que retirarse por mandar con San Pedro a su último retador legal. No bajes la guardia. Ah, no lo olvides, gana y no te rompas una pierna, Karako tiene el día libre.
Cuando Harry se dio la vuelta hacia las gradas, alguien venía detrás de él, molesto, reclamando.
—¡Acepta los términos o vete a la mierda, Corvo! —dijo el nuevo retador.
Por lo general, las condiciones del combate eran las mismas; rara vez alguien hacía algo extravagante. Kei le había hablado, por ejemplo, de un combate donde una de las condiciones era tener una mano amarrada a la espalda; de usarla, se declararía la derrota inmediata.
Desde el rabillo del ojo, Izuku observó al nuevo oponente. Era un hombre calvo, de estatura considerable, con una complexión fornida y una barba espesa. No mostraba señales de colas, orejas o alguna deformación que indicara una autoridad del tipo mutación, lo que le llevó a asumir que su poder residía en refuerzo físico.
El médium canaliza la autoridad del usuario, lo que podría explicarse como echarle combustible al fuego, donde eso último vendría a ser los Quirks. Sin un médium, se pierde una parte considerable de poder.
Los mutantes no necesitaban recurrir a los médiums, dado que no les hacía falta; su autoridad es pasiva al alterar sus cuerpos de forma permanente. Es decir, alguien como Hawks, Ojiro o Shoji serían problemáticos al no poder dejarlos fuera de combate destruyendo sus médiums.
Su segundo combate fue con un mutante. Afortunadamente, no era tan fuerte, así que pudo vencerlo (luego de hacer un espectáculo) durmiéndolo con la técnica insignia de Corvo.
El tercer retador, cuyo nombre ahora conocía gracias a la red, es un Deadman de rango medio, André, lo identificó como del tipo de refuerzo físico. Viendo su cadena, su mano llena de anillos, los aretes que expandían los lóbulos de sus orejas; así mismo, los pantalones y chaqueta estaban llenos de bolsillos. ¿Dónde exactamente estaba su médium?
«Es extranjero», pensó Izuku, viendo sus distintivos. «Su nombre obviamente no es local. Quizás sea categoría G-2, por lo menos no es mutante».
Izuku le ofreció una amigable sonrisa.
—Soy un novato en esto, por favor, no sea rudo conmigo, señor André —dijo, extendiendo la mano.
André lo vio confundido, luego enseñó los dientes, y las comisuras de su boca crearon una mueca incómoda.
—Estás muerto, mocoso —dijo, retirándose a su puesto mientras dejaba a Izuku colgado—. ¡Serán los créditos más fáciles que conseguiré en la vida!
«Condiciones del combate establecidas con éxito, que gane el mejor Deadman», anunciaron el DT de cada uno y los altavoces del escenario, marcando el comienzo del encuentro. Las barreras transparentes comenzaron a elevarse hasta el techo, señal de que no había vuelta atrás. Izuku ahora estaba encerrado con un monstruo en una jaula transparente, bajo la mirada de incontables ojos que ansiaban averiguar si ese día resultaba ser el último.
Mientras esto ocurría, Izuku divagaba con la mirada por el público, viendo varias caras conocidas. Sin embargo, la única presencia que le incomodaba no era siquiera la Parca número uno, sino Crow, quien permanecía al fondo del lugar con una sonrisa mordaz. Eso ahora era irrelevante.
Contuvo la respiración; su corazón se volvió frenético. ¿De qué forma utilizaba su Quirk en combate? ¿Llevaba una racha? ¿Debía ir con todo? ¿Cuánto debía contenerse?
Los ojos de André permanecieron fijos en los de Izuku. El público soltó gritos hambrientos, pero Izuku se aisló en lo importante. Lo único que percibía era el sonido mecánico que empujaba las barreras hacia el techo, su respirar y el golpeteo rítmico en su cabeza.
La campana aulló, acompañada de la palabra «comiencen» saliendo del DT. André se disparó hacia el centro del cuadrilátero, moviéndose rápido en contraste con su enorme cuerpo. Arremetió con un gancho dirigido a la mandíbula, e Izuku retrocedió dos pasos, saltando con una patada al hígado. El dolor era semejante al de golpear una pared, así que retrocedió nuevamente.
A distancia, avistó la cubierta de roca que se reducía donde golpeó, como si nunca hubiera estado ahí. André lo persiguió e intentó asestar tres golpes; el último dio en el blanco. Parecía que le hubiera golpeado un martillo.
Después de quedarse sin aliento, Izuku estaba seguro de que el Quirk de André le dotaba de una capa de piedra que, a ese paso, no sería capaz de romper. Sin darse cuenta, se sobresaltó al descubrirlo. En respuesta, André lanzó una expresión socarrona, mostrando sus amarillentos dientes con seguridad.
Izuku puso resistencia ante una pared inamovible; clavó un pie en el suelo y arremetió a su máxima capacidad. Incluso para él, sonaba pesimista decir que le sorprendía haber logrado moverlo un poco, pues no parecía poder hacer más que eso.
—Que adorable, así que esto es lo que enseñan en esa escuela tuya —dijo André, parando en seco uno de los golpes, sujetándolo del puño y jalándolo hacia él—. ¡Necesitarás más que eso para romper mi armadura!
El público fue testigo del error de Izuku. André se inclinó hacia atrás y le devolvió la fuerza con un cabezazo que lo dejó aturdido. Sin darle opción a recuperarse, comenzó a reducirlo golpe tras golpe: cara, pecho, torso, variando la dirección de sus ataques. Nunca lo soltó, e Izuku jamás tuvo chance de devolverle los golpes. A este punto, pudo adivinar el flujo de las apuestas: «Todo en su contra».
André, estirando sus comisuras de oreja a oreja, sintió que llegaba el instante indicado para dejarlo fuera de combate, o mejor aún, asesinarlo sin remordimientos. Eso significaría el triunfo sobre una parca en ascenso.
Su mano cubierta de piedra impactó contra la nariz de Izuku cinco veces, con la intensidad capaz de deformar su rostro a golpes. Pese a su optimismo, hasta aquí llegó el acto. A André se le borró la sonrisa al notarlo. La duda invadió su mente. ¿Por qué la cara de Izuku seguía intacta? O peor aún, ¿por qué pensaba que la sangre en sus nudillos le pertenecía?
Su puño, presionado contra el rostro de Izuku, se movió por la fuerza al enderezar la mirada hacia él. Escapó de su alcance tras un presagio de que algo había cambiado. André tenía la brújula de la experiencia, a fin de cuentas.
«Me han dicho que a veces tienen ese sentimiento ominoso al tratar conmigo», pensó Izuku. «Quiero creer que se debe a la autoridad que desprende la marca al activarse».
La Marca del Forastero le susurraba al oído. Con la fuerza que provee el vacío, se levantó pretendiendo seguir herido. André parecía haber visto a través de su tapadera de vulnerabilidad y se anticipó a la posibilidad de haber sido engañado. Se acercó, desviando una mano hacia la muñeca de Izuku sin que este se diera cuenta, y le arrebató la pulsera que llevaba.
—Medium equivocado —reafirmó Midoriya—, y no te daré la oportunidad de encontrar el real.
Una doble mentira.
¿Alguien sabía que llevaba una marca bastarda? No, esa información no se había filtrado hasta hoy, así que tenía la ventaja sobre los otros. Sea como fuere, se había esforzado por mantenerlo así, utilizando guantes, vendas y señuelos para despistar a los Deadman. En la mano derecha llevaba tres anillos y unas pulseras. Hace un rato le arrancaron los bolsillos de un tirón, así que a lo mucho podría seguir con este y un combate más.
Es lógico que cuando una pelea te supera, vas a por la fuente de poder del enemigo: su médium.
André tomó la iniciativa, ejecutando una secuencia de movimientos similares a los de hace un rato, hasta volver a reducirlo puño tras puño. El último golpe logró que Izuku escupiera una cantidad considerable de sangre.
A diferencia de antes, André ahora tomó a Izuku por las manos y lo suspendió en el aire. Su agarre aumentó de forma progresiva, hasta que logró dañar dos de los anillos.
—¡No me hace falta saber cuál es el indicado si los destruyo todos! —se mofó a carcajadas—. ¡También puedo matarte aquí mismo!
—Veinte —murmuró Izuku.
—¡No quedará ni uno! —rectificó André.
—No lo entiendes —murmuró Izuku—, veinte segundos me bastan.
Algún instinto le indujo a André a intentar cubrir su rostro con roca, pero fue demasiado tarde, ya que Izuku se impulsó aprovechando su agarre para darle un cabezazo de lleno en la nariz. Trocitos de su armazón cayeron al suelo. Los ojos de André, al descubierto, reflejaron temor.
Izuku lo tomó por los hombros y lo impulsó para propinarle un golpe certero a la mandíbula. A pesar de ser una persona experimentada, André apenas logró cubrirse por un pelo. Sus ojos se tornaron vacíos y su mente se perdió por unos segundos, lo cual Izuku aprovechó para, de un salto, arrancarle ambos aretes.
Ya sea uno u otro, Izuku le había robado su médium. En ese instante, André comenzó a desprenderse de la armadura de roca. Antes de que se diera por vencido, Izuku lo estampó contra la barrera. Presionando su cuello con el antebrazo, lo obligó a someterse y a sentir la humillación de ser visto de esta forma ante los reos.
—¡Me rindo! ¡Ya detente, me rindo! —gritó André.
Habiéndolo humillado y rebajado a un incompetente que no pudo contra un novato cuyo tiempo en el G era tan corto, Izuku pensó: «Las personas como él entienden de la misma manera: imponiendo respeto, algo de lo que no me quejo». Esta estrategia le fue inculcada por Emily, quien subyugó a las bandas del imperio en sus días.
Izuku dejó caer a André para darle la oportunidad de lamerse las heridas y volver con la cola entre las patas. Muchos se alborotaron con el giro de la pelea.
La marca dejó de fluir, y el cambio brusco en su fuerza hizo que Izuku flaqueara por un segundo, resistiéndose a hincar rodilla ante el público. Observó a André de rodillas, evitando la mirada. Aquello lo hizo sonreír con ironía; era extraño recibir ovaciones de esta gente.
Con el combate concluido, Izuku se retiró a su puesto original, donde Harry esperaba al otro lado de la barrera que seguía bajando. Harry venía de muy buen humor, al menos lo que podía expresar con su rostro de pereza. Con una media sonrisa, se acercó a Izuku mientras manejaba su DT.
—Nada mal, chico, nada mal —se posicionó a su lado para mostrarle la pantalla—. Has hecho lo que te dije. Mira lo que hemos logrado con estos tres combates. Me encargué de esparcir rumores hace rato, y se me movió tantito al ver lo que gané en las apuestas. ¿Qué no soy un mejor apoyo que Karako? Mira, esto es solo tu parte de las ganancias.
—Oh, esto es mucho, ha... —tragó saliva—, ha superado mis expectativas. ¡A este paso podré cubrir los gastos que tengo en mente! Tendré que hacer unas cuentas si quiero manejarlo bien.
Harry lo detuvo colocando una mano en su pecho.
—Alto ahí, joven talento Midoriya —dijo, sabiendo que hasta ayer su actuación era casi tan buena como la de un pez pretendiendo volar—. Como tu asesor, no, puedes tomarme en cuenta como un camarada o amigo, y, como tal, debo recomendarte que lo reconsideres.
Bastaba la mitad de eso para saber a qué se refería. Izuku apartó la mirada, con un leve rubor en las mejillas.
—Sé de qué hablas. Sin embargo, ¡no puedo seguir de esa forma! —dijo rascándose la cabeza, incómodo, ansioso, con un estrés evidente en sus ojeras—. Necesito esa litera, o no podré vivir en paz en mi celda.
—¡Es a lo que me refiero! —Harry lo sujetó por los hombros. El tipo le llevaba varios centímetros de altura, así que cuando lo sacudió, Izuku tuvo que mirarlo hacia arriba—. ¡Una linda chica se pasea por tu celda! ¡¿Y lo primero que haces es pensar en una litera para no dormir en la misma cama?!
—Harry, escúchame, estás malentendiendo las cosas. Para empezar, duermo en un sillón por condición de ella. Compartiremos la renta de una celda menos costosa, así que no tendré ese sillón para siempre... —apenas y lo dejó hablar. Entonces, el DT de Izuku hizo ruido, y abrió los ojos como platos—. Tienes que ver esto, Harry, es absurdo.
En la pantalla se lucía tentadora una propuesta de combate. Las condiciones eran tan... injustas, y lo extraño es que lo eran para el otro, dándole total ventaja a Izuku. Iniciando por la apuesta, lo que ganaría era el triple de lo que podría perder. Su condición para ganar era aguantar tres minutos en el cuadrilátero; sin embargo, el otro debía dejarlo fuera de combate, a lo cual tenía completa confianza que podría pasar esos tres minutos gracias a la marca.
La cereza del pastel: el retador llevaría una mano atada a la espalda, y si la usaba, perdería.
—¡Increíble, me ahorraré mucho tiempo si gano! —exclamó Izuku viendo la cantidad de ceros en la pantalla. Por su parte, Harry le dio una manotada en la cabeza.
—¡Deja de actuar de esta forma, eres infantil! Las ofertas así vienen de personas confiadas de que pueden matarte a pesar de las desventajas.
El dinero osa con distorsionar el sentido lógico del peligro al depender de este en la prisión. Los ceros eran tantos que le nublaban el juicio. Disipándose esa neblina avariciosa en su cabeza, Izuku cayó en cuenta de que esto olía mal. Cualquier otro habría aceptado sin titubear con tal de evitar que el retador se retractase; era el anzuelo perfecto. Gracias a Harry, pudo detenerse a leer el nombre que encabezaba el contrato.
Y entonces, el nombre en la parte superior del documento lo golpeó como un martillo en el pecho. El Diablo en persona, el mortal, un monstruo en la cima de la cadena alimenticia, esas descripciones eclipsaban cualquier consideración en la oferta.
—Gregor Kure —susurró Izuku.
Harry, al escuchar ese nombre, volteó hacia las gradas. En medio de la multitud se extendía un pequeño espacio, donde nadie se atrevía a acercarse imprudentemente. André quedaba como un simple niño al lado de este hombre; Gregor Kure era un absoluto monstruo, alguien que te observaba desde arriba con ojos superiores. Se puso de pie, encaminado al cuadrilátero con un rostro endemoniadamente confiado.
Aunque Izuku no había interactuado mucho con la facción estoica, había notado que Harry mostraba sinceridad en algunas ocasiones: al hablar de su hijo o al enfrentar algo verdaderamente peligroso, no un riesgo común en esta prisión donde todos eran peligrosos en cierta medida. En ese momento, la zozobra estaba por encima de lo que representaba el Deadman promedio, indicando que Gregor era un recluso verdaderamente peligroso.
—Escucha mi consejo, Quirkless no es alguien a quien debas retar, sin importar las reglas —Harry se limpió el sudor de la frente, dando media vuelta antes de que Gregor llegara—. Eso es lo único que puedo decirte, recházalo sin provocarlo, y ven conmigo cuanto antes. De lo contrario, lo que pase aquí no es responsabilidad mía. ¿Entiendes?
Su tono, su porte, eran tan nerviosos, ansiosos por salir huyendo del sitio. Dando sus primeros pasos hacia la libertad de una situación en la que no quería involucrarse, la voz de Gregor lo detuvo en seco. La Parca venía entrecerrando los ojos, como si acabara de notar la presencia de Harry.
Izuku se quedó pasmado, sin saber qué hacer. De cerca... Gregor no le parecía tan ominoso por alguna razón.
—¡¿Harry?! ¡¿Te vas sin darme un mísero hola?! —Gregor sonrió mientras levantaba su mano en son de saludo.
—Oh, bueno, hola, Kure, hace días que no hablamos, ¿cierto? Es hasta extraño que haya pasado tanto desde que trabajaste en la morgue. —Harry fingió una risa, sombría, incluso viniendo de él.
—Sí, bueno, en esos días Sakai me había penalizado de todos los eventos, así que no podía estar en casa sin hacer nada. Olvídate de cosas aburridas, hombre. ¡¿Cómo te trata la espléndida vida del Tártaro?!
—Lo de siempre, busco dinero sin meterme en problemas. En realidad, íbamos de camino con Nared, el chico va tarde al trabajo. —Harry asintió con la cabeza, dando a entender a Izuku que lo siguiera.
—Y para menos —dijo Gregor—, veo que has estado ocupado echándole una mano a la nueva promesa del viejo. —Palmeó la espalda de Harry con una media sonrisa aún marcada, de la cual se lucía una cicatriz.
—Eh, me conoce —interrumpió Izuku—. Por lo que me han contado, no esperaba ser de su interés, señor.
Su comentario fluyó con honestidad. Otro chisme sobre la Parca número uno es que no hacía nada, a menos que eso significara generar buenas sumas de dinero o ser algo divertido que, para alguien de su calaña, el entretenimiento llega a ser excéntrico.
—Es lo que sucede cuando van y vienen tantos Deadman —contestó Gregor, dejando de lado su anterior conversación y redirigiéndose a Midoriya—. Por lo general, nos da igual los recién llegados. Ya te imaginas la fama que has estado construyendo con tantos escándalos. Si te soy sincero, muchacho, me arrepiento de no haber asistido a tu novatada. Quisiera haber visto qué tan lejos llegaba Sakai por complacerte.
Cada segundo, tanto Harry como Izuku mantenían la cabeza gacha, evitando cualquier muestra que fuese una falta de respeto. Al chico ya se lo habían advertido afortunadamente; en todo caso, en esta ocasión, dudaba de ello. ¿Le habían mentido para ganarse su favor? Quirkless no le sonaba del tipo de persona que se le figuraba.
Era un mortal, comparado a otros que superan los límites humanos. Si bien su cuerpo estaba muy bien trabajado, no encontraba rastro de autoridad que demostrara poder abrumador. Al contrario de las advertencias, de alguna forma, empatizaba con él.
Le recordaba a sí mismo. Aquel Deadman que atrae las miradas de los patrocinadores, se ganaba un distintivo, no tenía la mínima idea de cómo, pero es fácil decir que el apodo se asocia a una característica, y a veces llega a ser muy evidente. Quirkless era eso, como Izuku, un ser humano sin don.
—¡Oh, casi lo olvido! —Gregor regresó a Harry, sonriendo—. Sonia me ha dicho que, si te veía, te dijera que debes estar en la morgue en diez minutos. Debes darte prisa o te descontarán el día.
—Sonia... ya he hablado con ella. Se supone que me cubriría hasta dentro de una hora... yo... eso no. —Se llevó una mano dudosa a la nuca, pero finalmente cedió—. Comprendo, muchas gracias, Kure.
Detrás de aquellos anteojos, Harry dirigió una mirada de advertencia a Midoriya. Los pies de Harry tomaron la iniciativa de irse sin dejar otra palabra al aire. Izuku, por supuesto, no portaba una excusa que lo dejara ir, a pesar de ello, aún esperaba hablar un poco con el número uno de Tártaros.
—¿Y bien? —cuestionó Gregor, en un tono juguetón—. ¿Me dejarás esperando la respuesta a mi reto?
Izuku, al principio, tartamudeó, apenas pudiendo contener el temblor de sus manos sudorosas. Era impensable que alguien de su calibre le hablara tan despreocupadamente. Peor aún, pensar en todas las advertencias hacía que las alarmas en su cabeza lo instaran a ofrecer un rotundo «no».
—Esas condiciones son demasiado, pienso que es demasiada desventaja. Me es difícil pensar que sería un combate justo, así que quizás...
—¡Es genial! Es lo mínimo que esperas al luchar conmigo. No te ofendas, pero careces de lo necesario. Hago esto porque ganaré un jugoso monto sin importar el resultado. ¿O es que eres igual a los otros? Les falta valor, algo de lo que no carece una Parca.
Algo en él, ese sentimiento que pocas veces había probado, disfrutado y añorado, brotó de su inconsciente, robándole su juicio.
«Condiciones del combate establecidas con éxito, que gane el mejor Deadman», el DT de cada uno, más los altavoces del escenario, anunciaron el comienzo del encuentro.
『Que suene: 05. Kengan Ashura OST - Dusk』
https://youtu.be/ByHgYKhYpDw
Los espectadores, que hicieron estremecer el lugar a gritos, se enardecieron al escuchar lo que se avecinaba. Los patrocinadores, que en los anteriores combates mostraron sus generosas donaciones hasta la mitad del show, ahora mandaban sumas iguales o mayores sin siquiera haberse levantado las barreras.
«Es distinto, aquí no podré hacer lo mismo de antes descuidadamente», pensó Izuku. «Así que la teatralidad está descartada. De todas formas, con esos tres minutos podré conseguir buenas ganancias».
El ruido se aisló, los mecanismos del cuadrilátero convirtieron sus nervios en angustia, un sentimiento que regresó su cuerpo a momentos tales como su encuentro con Muscular en el campamento, la liga, Shigaraki, o el recuerdo cuya frescura detestaba: su aprehensión y posterior encarcelamiento.
«Necesito ganar a toda costa», se mentalizaba. «Parece ser un buen sujeto, sin embargo, necesito ese dinero sin importar qué», un poco de saliva se abrió paso con dificultad por su garganta. Se mareó, su rostro perdió color. «Esto nos acercará a la meta. Vamos, Izuku, hoy se vale todo».
Por poco desperdició energías al activar la marca antes de tiempo, en consecuencia, de ver a Gregor llevar su mano a la espalda y ceder a su instinto. Su rostro, pese a mantener la misma expresión, se dotó de un cambio en el aura que desprendía, algo que lo amenazaba sin exteriorizar emociones, nada más que una media sonrisa que poco faltaba para que desapareciera.
«Al menos podré probarme sin limitaciones», habló consigo mismo, en un intento de mitigar su angustia. «Liberaré los refuerzos y Shinsei en tres... dos...»
El sonido de la campana le dio un vuelco a su corazón. Esta vez, la adrenalina fluyó de forma distinta: generada a partir de un sentido de autopreservación. A lo mejor, tres minutos era una exageración, Izuku daba fe en que eso bastaba para asegurar una victoria. Tampoco es que planeara ir a un combate de lleno; en realidad, un «corre que te atrapo» resultaba ser acertado.
El pasar de los segundos constó de una experiencia mortal. En algún punto, todo se puso oscuro. Estaba perdido, viendo el suelo, sonrió al presentir su victoria. Los destellos traían consigo el recuerdo del proceso, esto lo despertó. Evocó los dientes descubiertos, las pupilas blancas en un mar de penumbra y, sobre todo, el dolor agobiante.
«Reacciona, pareces patético, tú mismo te metiste en esto», dijo la voz de otro.
«Mis pies...», habló Izuku para sus adentros, recuperando los sentidos. «Estoy, ¿flotando? Esto que sujeto en mis manos...»
El enfrentamiento se presentaba como un desafío inherentemente desigual. El problema radicaba en que Izuku creía que el otro era el desfavorecido. Dado que las restricciones impuestas a Gregor, conocido como el máximo demonio del Tártaro, no disminuían las capacidades por las que se posicionaba en la cima de los Deadman.
A pesar de estas limitaciones, Gregor seguía siendo un obstáculo insuperable, una figura imponente en sentido literal y metafórico. Para alguien que apenas comenzaba a gatear, le era imposible correr a su nivel.
—Es divertido —dijo Gregor. Izuku levantó la mirada, viendo esa misma expresión de hace un instante—. Un minuto y solo debo impedir que te desplomes en el suelo.
Kure sacudió el cabello de Midoriya con una mano ensangrentada, las puntas de sus dedos resaltaban en un color rojo. Con la otra, lo estrangulaba.
—Tienes potencial, pero estás muy verde en más de un sentido. —La gran mano de Gregor lo sofocaba, a pesar de tener el fortalecimiento de la marca activo—. Puedo sentirlo, eres capaz de algo más, solo necesitas un pequeño empujón.
Izuku sostenía su estómago, donde la herida que obtuvo con Midas apenas había sanado; ahora había otra nueva abertura, cortesía de Gregor. De retirar las manos, temía que su interior saliera de su sitio, pero la natural necesidad de oxígeno logró que lo olvidara e intentó soltarse por todos los medios.
—¿Qué sucede, Deku? ¿El camino termina aquí? —dijo Kure. El hombre era como una estatua que nunca cedería en su postura. Sin importar cuántos golpes recibiera, su mano se mantendría—. Conocido por acabar con el máximo exponente de poder, y míranos, puedo asesinarte aquí mismo. ¿Qué es bajar unos cuantos puestos en el ranking como sanción?
—Por... ¿Por qué? —dijo Izuku, apenas logrando expresar un intento de palabras en forma de quejidos.
—Poder, eso es todo. Obtengo varios tipos de poder con esto —sonrió, divagando al respecto. Se le hacía agua la boca—. Suprimirte me dará reputación y dinero. No te lo tomes personal, me agradas, pero trabajo es trabajo. —Comenzó a aumentar la fuerza de su agarre—. Las instrucciones me dan la completa libertad de decidir tu destino.
Tras decir eso, hubo un cambio inmenso en su cuerpo, algo de lo que un Quirkless debería ser incapaz. Cada músculo tenso y marcado bajo su piel enrojecida. Con sus ojos, donde solo sus pupilas resaltaban entre la negrura de sus escleróticas, parecía una criatura salida de una pesadilla cuyas venas se resaltaban como líneas de fuego sobre su cuerpo. Una sonrisa sádica se curvaba en sus labios.
La campana indicó el final del combate.
Las barreras comenzaron a bajar con lentitud.
Pero Gregor no mostraba indicios de dar por concluido el encuentro. Izuku comenzó a perder los estribos. Calculaba poder aguantar sin aire un tiempo, pese a ello, su miedo nacía de imaginar que su cabeza podría desprenderse en cualquier momento.
«Eres débil, morirás aquí», dijo la voz de otro.
Soltó un golpe a su costado, a su pecho, y sin ningún resultado, dirigió unos ataques desesperados al rostro de la Parca. Concentró sus esfuerzos en la cabeza; la fuerza de los golpes retumbaba como martillazos a una pared, ambos muy grandes. De pronto, la cantidad de autoridad de la marca comenzó a disminuir, con ello, los refuerzos físicos (Vitae).
En un momento dado, su sentido de la visión se alteró al ver las cosas en una lentitud digna de un final, el suyo. Percibió una gota rojiza salir despedida hacia su rostro, y al hacer contacto, comenzó la pesadilla. Golpe tras golpe, se hicieron añicos sus manos. Pronto, la monstruosa cara de Gregor se coloreó de un rojo macabro.
Esa imagen logró sacar ese algo que había experimentado alguna vez. Un impulso hizo que dirigiera los pulgares fortalecidos hacia las cuencas de Gregor; así mismo, cometió el inmoral acto de intentar sacarle los ojos.
Con la sangre manando de las cuencas, Gregor arrojó lejos a Izuku, quien inhaló aire como jamás lo había hecho en la vida. «Por los pelos y no la cuentas, todo acabó, es lo único de lo que eres capaz», dijo otro.
«Sí, no hay más que pueda hacer», se dijo Izuku. «No tiene las limitaciones que mantienen a raya a los reos».
—¡De eso estaba hablando! —farfulló Kure, haciendo un gesto de vehemencia con las manos—. Si sobrevives a esto, tienes mi bendición.
Las barreras terminaron de bajar, las eufóricas ovaciones estremecieron el cuadrilátero. Los reos estaban locos por este desenlace, al igual que los patrocinadores, quienes no dejaban de enviar sus condolencias en forma de dinero.
«¿De qué estás hablando? Mueve los pies, huye, sobrevive», dijo la voz de otro.
«Sea lo que sea, es más fácil decirlo... mis piernas no se mueven», pensó Izuku. Se arrastró hacia atrás sin apartar la mirada de un amenazante y tranquilo Gregor. Su caminata constaba de una confianza propia de un depredador siguiendo a su presa moribunda.
Y entonces, alguien disparó a la parca en el hombro. Kure se vio molesto en busca de quienquiera que estuviera interviniendo con su contrato. Rebuscó sin éxito, entre el público podría ser cualquier idiota el que intentaría matarlo con la guardia baja.
Una bala que lo distrajo, al menos lo suficiente. Gregor percibió un olor que se intensificaba rápidamente. Al virar en su dirección, recibió de lleno una tacleada de hombro por parte de alguien más chico que él.
«¡¿Esto es Hard Slam?!» El tiempo de reacción fue mínimo, debido a la sucesión de ataques recibidos. Seguido de la tacleada, el nuevo retador mantuvo a Quirkless ocupado al propinarle dos golpes directos a la cabeza y el pecho. Terminó con una patada lateral que logró hacerlo retroceder hasta el centro del cuadrilátero.
—Así que de esto se trata —escupió Gregor, molesto—. Debes conocer los límites de las estupideces que puedes hacer en mi presencia, maldita loca.
—Tu comentario es hipócrita, Gregor —rectificó Miku, con una mirada fulminante—. Estoy segura de que conoces las reglas del Cuadrilátero. Has sobrepasado los límites.
—Cierra la boca, no te creas mucho, niñita —alegó, acomodándose la mandíbula—. Si no puedo hacer lo que quiero, estoy rodeado de locos y soy el único cuerdo. El chico tuvo valor, por eso estamos aquí.
—Y es momento de que todos busquen sus respectivos lugares —dijo Harry, apareciendo detrás de Miku, evitando la mirada de Gregor.
—Vamos, chico, lo has hecho bien —murmuró, colgándose a Izuku del cuello—. Pero tendrás que compensarme por esto, me la debes.
Karako llegó pronto con un equipo y un par de Blancos. Quién lo diría, en toda el área eran los únicos que hacían guardia, incluso para Harry usar el DT fue difícil movilizarlos. La enfermera empezó a realizar algunos cuidados al subirlo a una camilla.
Izuku, apenas consciente, vio la espalda de Miku. «Realmente está loca... increíble», se dijo, viendo aquello.
—Si todavía tienes la sangre caliente —Miku tomó postura—. Puedo ser la siguiente retadora, si tanto quieres luchar.
Gregor chistó, aquello no le hacía ni un poco de gracia. Se paró a unos cinco pasos de ella, viéndola desde arriba, su rostro no mostraba ni un ápice de aquella sonrisa que no deshizo por largo rato.
—Esto ya deja las fronteras de la locura al cinismo —bajó la parte superior del cuerpo para bajar su rostro a la altura de la chica. Así habló en un tono bajo, pero más amenazador—. Algún día me hartará ese jueguito de usar tu estatus a conveniencia. Recuerda esto: toda paciencia tiene un límite. Si no te he matado, es porque no me trae ningún beneficio, pequeña zorra.
La parca número uno, Gregor Kure, se dio media vuelta, con las venas aun resaltadas en su piel que apenas recuperaba su color habitual. Hoy le habían llevado al límite, y en todo caso, a pesar de no haberlo dicho de primera mano, Izuku recibió su bendición como alguien digno de crecer y tomar venganza.
Carta de una mentira.
«... Estoy cansado, ¡Estuve haciendo ejercicio durante horas! El entrenador sabe cómo motivarnos en ese lugar, ni Toshinori habría logrado algo así. Comienzo por acostumbrarme a esto, quizás no sea tan malo como te lo imaginas.
Creo que comenzaré una dieta, la comida de aquí me terminará engordando».
—Izuku Midoriya.
『𝐈𝐈𝐈』
El aire en aquella área se sentía puro en comparación al de Musutafu, pese a su disgusto por estar atrapada en este lugar, era algo que podía ver como un punto positivo. Melissa recorría la orilla de la calle, saludando a quien se le atravesase en su camino, una que otra vez las personas reaccionaban como gato arisco, pero eso ya se le hacía habitual.
Algo bueno de todo este embrollo, es que su extenuante entrenamiento podría volverse un tanto llevadero. Sin la presión de la universidad encima y las constantes lecciones sin sentido de All Might, era capaz de hacer las cosas a su modo, sacrificando el ritmo de crecimiento a favor de un mejor entendimiento de su capacidad.
El camino tumultuoso ya no significaba ningún problema, al contrario, ya se había adaptado a él y el trote de madrugada le ayudaba a despejar su mente, pensar con claridad. Melissa giró al alcanzar un árbol, donde una brisa agitó su cabello amarrado en una cola de caballo.
Finalmente, arribó a su domicilio temporal, un lugar donde la tranquilidad silenciosa dominaba todo el ambiente. Cruzando el jardín, se encontró con Kinoko, quien realizaba arreglos en torno al área donde había plantado sus flores. Era lindo, si ella no hubiera tomado la iniciativa, la entrada a la casa se vería muy simple.
—¿Necesitas una mano? —Melissa se acercó a ella, inclinándose un poco para verla de cerca—. No suelo hacer estas cosas, pero tomé clases de botánica por una semana en la isla.
—No te molestes, solo estoy arrancando unas malas hierbas —contestó ella, limpiándose el sudor con el dorso de la mano—. Además, no quisiera terminar pronto, es aburrido no tener nada que hacer aquí, pero es mil veces mejor que arriesgar la vida buscando un villano.
Melissa asintió, entendiendo a la perfección a lo que se refería. La puerta principal se abrió dando paso a una mujer de mediana edad con una charola en manos.
—Me sorprende que empiecen el día tan temprano, los jóvenes gozan de tantas energías. —Llegó colocando la charola en una mesa.
—¿Manzanas? Me vendrían bien, ¡Muchas gracias, señora Aiko! —dijo Melissa, en camino a tomar su parte de la merienda.
—Traía un jarrón de jugo conmigo, pero desapareció cuando una mano flotante tocó mi hombro —La mujer soltó una risa maternal, a la que Melissa no pudo evitar percibir de forma calidad, por el contrario, Kinoko clavó una pala en el suelo con rudeza, asesinando como daño colateral a una de sus flores. Sus ojos contagiaron una sensación ominosa.
—Setsuna —espetó Kinoko—, Iré a poner tierra en todos sus zapatos y calzones.
Y así, la bajita mujer llevó consigo un pequeño balde hasta el tope de tierra (mezclado con fertilizante) hacia el interior de la casa. Aiko la vio alejarse, rodando los ojos y curvando los labios; sea como fuere, la señora dejó de sentirse aburrida con tanta frecuencia, con solo ella y su nieta en casa, la llegada de nuevas personalidades endulzaba sus días.
—Lamento eso, señora Aiko, prometo que no tardaremos en terminar este trabajo y ya no le generaremos tantas molestias. —Melissa llevó una rebanada de manzana a la boca, con el rostro casi cayéndosele de la vergüenza.
—Oh, querida, ustedes parecen angelitos si los comparo con mis hijos. —Aiko se encaminó al interior—. ¡Casi lo olvido! El señor Watanabe se encuentra en la oficina, usted quería que le avisara en cuento estuviera de regreso, ¿no es así?
La anfitriona de la casa tomó el pasillo izquierdo, a su vez, Melissa agradeció el gesto de recordar esa pequeña solicitud y fue por el derecho, que llevaba a la sala de estar, más adelante se encontraba las escaleras que daban a la oficina. Cuando pasaba de largo el televisor que mostraba un canal noticiero, se detuvo por quien era la única espectadora presente.
Este equipo en verdad era variado, Kinoko tenía un carácter peculiar, a Momo le costaba adaptarse a este nuevo ambiente, Snipe era simple y llanamente: Snipe; entonces, estaba Setsuna, una chica cuya personalidad agrada a muchos, buena conversadora y alguien confiable hasta cierto punto.
En todo caso, al igual que el resto, portaba un detalle intrincado a su individualidad en el grupo, su quirk, ya sea de forma inconsciente o adrede, ofrecía algunas escenas únicas: en el sofá estaba «recostada», si es que a eso se le puede llamar así. De su cintura a la cabeza yacía boca abajo, usando los codos para sostenerse, sus piernas estaban hacia arriba, agitándolas de forma animada.
«Sus manos parecen una especie de pequeños sirvientes, ¿Eso es sano?», pensó Melissa, dado que una de ellas agitaba un abanico en el reposabrazos del sofá, y el otro se movía por su cuerpo hasta alcanzar una bolsa de papitas y alimentarla, así mismo, esta se encargaba de desplazar una página de modas en su teléfono celular.
«No es la primera, y tampoco la última vez, Melissa», se mentalizó ella. «Ya los conocía, y soy consciente de lo llamativos que son los héroes, será mejor que me acostumbre».
Se acercó, captando la atención de Setsuna.
—¿Ya rompiste un récord? Trotar a diario es divertido al principio, mantén eso y te daré mi rutina para trabajar glúteos —comentó Setsuna enmarcando una sonrisa pícara.
—Gracias, no me hace falta, supongo —respondió Shield.
—No, claro que no —Setsuna volvió a su teléfono, no sin antes aceptar la ofrenda de su fiel sirviente, una papita—. ¿Vas con Snipe sensei?
—Olvidaste decir que portabas un don de clarividencia. Y sí, de perderlo ahora significa no tener otra oportunidad hasta dentro de dos días —Asomó un ojo curioso por encima del hombro de Setsuna, notando así que revisaba vestidos de una boutique—. ¿No crees que con este calor es mejor rapa casual?
—Claro, busco algo para usar en la cumbre, habré triunfado si capto la atención de un héroe Ruso que también se dedique al modelaje.
—Bien, nueva pregunta entonces, ¿no crees que es pronto para eso?
—Lo hago por la misma razón por la que vas a hablar con Snipe, moriré de aburrimiento, cuando suceda lleva mi traje de héroe a la tintorería, no conseguí pistas en el basurero, pero regresé con ese maldito hedor —Se detuvo para devorar otra papita—, Debes darte prisa, Snipe dijo que solo venía a buscar algo que olvidó.
Melissa se giró gritando un «¡Gracias!», y así subió a toda prisa las escaleras, sus pasos resonaban con urgencia en la casa antigua. Llegó al segundo piso jadeando, y sin dudarlo, empujó la puerta de la oficina. Lo que vio la dejó boquiabierta.
La habitación era un caos absoluto. Los archivos estaban esparcidos por todas partes, papeles importantes yacían desordenados en el suelo, y los pocos avances de la investigación parecían haber sido lanzados al azar sobre los muebles. Los escritorios, usualmente impecables, se encontraban ahora cubiertos de documentos y equipos esparcidos en desorden.
En medio de aquel caos, Snipe se levantaba de un rincón con una expresión triunfante en su rostro. «¡Lo encontré!», exclamó, sosteniendo un teléfono satelital en alto como si fuera un trofeo.
Melissa frunció el ceño, su irritación era evidente. El líder de equipo, el miembro con mayor experiencia y voz de mando: parecía un niño inconsciente de su desorden al saludarla sin pizca de culpa.
—¡Buenos días, Shield! ¿Ya regresó Yaoyorozu de recoger a Kirishima? ¿O era mañana? A mi edad olvidas algunas cosas, te recomiendo comer tus frutas y... —Pese a su plática sin propósito, ella cambió el tablero hacia el tema importante en una voz defraudada.
—No puede ser... —dijo, llevándose una mano al rostro, la escena era horripilante, en potencial, el asesinato de una investigación laboriosa—. ¡Todo nuestro trabajo está cubriendo la oficina!
Snipe, aun sosteniendo el teléfono, la miró con una mezcla de sorpresa y defensa.
—Eso es irrelevante, joven saltamontes, tu sensei lo tiene fríamente calculado. —Snipe se señaló la cabeza que, a ojos de Melissa, podría estar vacía—. Hay que reorganizar todo y pensarlo mejor, no encontré nada en los almacenes Camaroncín en la costa.
—¡Diantres! —farfulló reposando su espalda contra el marco de la puerta, un poco más de la sabiduría de Snipe, y caería inconsciente—. Perfecto, es decir que no tenemos nada, de regreso al punto de partida.
—Pero Melissa, —Cambió la dirección de su dedo al teléfono en su mano—, no todo está perdido, este amiguito puede ser la clave para encontrar al pajarillo que me cuenta chismes. Es crucial en la investigación.
—Claro, ¿Y crees que desordenar todo el lugar nos ayudará a avanzar más rápido? —replicó ella, visiblemente exasperada—. Escucha, los demás evitan cuestionarte, ya sea por respeto o por costumbre, pero seré franca contigo, dado que no somos tan cercanos.
»Necesitamos concentrarnos y trabajar juntos, no convertir esto en un campo de batalla de un solo hombre. Nos das tareas pequeñas, investigamos pistas poco fiables, y tú te dedicas a quién sabe qué. ¿Acaso no estás dejando a un lado? ¿Desde un inicio planeabas hacer esto solo?
Snipe mantuvo esa sonrisa unos segundos ante esa mirada, esa actuación era digna de un buen actor, a saber, que Melissa no confiaba lo suficiente en él como compañero o maestro, terminó aflojando su expresión. Asintió, dándose cuenta de su error.
—Oye, no me veas con esos ojos, esa desconfianza lastima mi débil corazoncito de azúcar. Pero, tienes razón, Melissa. Lo siento. —Se puso de pie, acomodando las cosas a su alrededor mientras seguía conversando—. Si hablar es lo que quieres, hagámoslo, me entenderás mejor así. ¿Qué piensas de este caso?
—Moonfish es una persona que perdió la capacidad de razonamiento en uno de sus experimentos. Fue arrestado al atacar a transeúntes en Shibuya. Conociendo su forma de actuar y sin sus amigos de la liga controlándolo, hay dos posibilidades de su paradero: opción A, está tirado por ahí sin vida, ya que su expediente en el manicomio dice que no podría ser capaz de controlarse si sale a la calle. Y B, ni siquiera se encuentra aquí y seguimos al tipo equivocado.
»En resumen, pienso que ya habrían sonado las alarmas en uno de sus ataques, así que, o se ha curado milagrosamente, o las huellas que rastreamos no pertenecen a Moonfish y no buscamos a un villano, somos innecesarios aquí, la policía puede encargarse.
—De acuerdo, —dijo Snipe, levantando el pulgar—, diez puntos, vas por delante de tus amigas.
»Ahora bien, el día que llegamos aquí les dije que iría yo solo a la morgue por una sospecha, algo me decía que debía comprobar mi instinto antes de tomar una decisión.
—Sí, aceptamos porque había preparativos que hacer y coincidimos en ahorrar tiempo.
Snipe envió un archivo al teléfono de Melissa y, con un gesto firme de la mano, la instó a que lo revisara de inmediato. Desbloqueó su dispositivo y abrió el archivo con una sensación de aprensión creciente. En la pantalla, comenzaron a desplegarse una serie de fotografías de ambos incidentes relacionados a Moonfish, con anotaciones meticulosas de los cadáveres, cada imagen más perturbadora que la anterior.
Las notas describían las heridas y posibles causas de muerte, así como las circunstancias en las que los cuerpos habían sido encontrados. Melissa sintió un escalofrío recorrerle la espalda mientras pasaba de una imagen a otra. La usual experiencia del héroe deteniendo a un villano, suele ser menos macabra.
—Dios mío, es un monstruo... —su voz escapó al ver las víctimas de aquel entonces con las de ahora.
—Bueno, fui y confirmé mis sospechas, Moonfish es un loquito de esquina al que reconoces sus zapatos con facilidad. Estuve ahí, cuando lo arrestaron, ¿Sabes cuantas víctimas hubo la primera vez? Dos heridos y lamentablemente, un fallecido, la forma en que terminaron... era como ver el ataque de un animal rabioso, burdo, sin ápice de humanidad.
—Y él ahora es, ¿cuidadoso? ¿Tiene esto sentido? Hizo tanto cortes precisos como descuidados, pero no es capaz de algo así. Está claro que seguimos el rastro de la persona incorrecta.
Snipe colocó con cuidado un frasco sobre la mesa, su contenido visible a través del cristal: una astilla alargada y afilada que parecía estar hecha de marfil antiguo, con una superficie lisa y ligeramente translúcida.
—Esto, —indicó Snipe, señalando la astilla con una expresión grave—, no es lo que parece a simple vista. Una lección rápida, si desconfías, no lo hagas en exclusiva de tu apuesto sensei, también hazlo de lo que crees, oyes y ves.
Melissa se inclinó hacia adelante, examinando el fragmento con curiosidad.
—Está compuesta de esmalte dental y dentina, —continuó Snipe—, es la astilla de un diente humano, pero no de uno común. Esta es una parte de uno de los dientes agrandados de Moonfish, o al menos eso pienso por ahora. —El silencio en la habitación se hizo palpable, dejándola que asimilara la magnitud de la revelación.
»Contacté con Tártaros —añadió Snipe—, para que me dieran muestras y hacer una prueba de ADN, a pesar de la tardanza, ya están analizándolo. De ser positivo, es la evidencia que necesitamos para entender que el doc está en la ciudad.
Melissa respiró hondo, en un intento de asimilar la información.
—¿Y cuál es el plan ahora, Snipe? —preguntó Melissa, tratando de mantener la calma—. ¿Vamos a seguir trabajando por separado mientras la situación se vuelve cada vez más peligrosa?
Snipe suspiró y se cruzó de brazos, mirando a Melissa con una mezcla de comprensión y firmeza.
—Jóvenes e inocentes como ustedes no tienen por qué ensuciarse las manos en algo tan crudo al inicio de sus carreras, por eso no he apresurado la incorporación Kirishima al equipo. Confía en mí, luego me invitan una bebida en agradecimiento. —Tomó sus cosas, dispuesto a marcharse—. Lamento dejarte este lío. Debo irme, les informaré cuando tenga algo.
Melissa apretó los dientes, sintiendo la ira burbujear en su pecho. Cada esfuerzo parecía en vano, y aunque se había entrenado incansablemente, queda una parte de ella que se sentía inútil, incapaz de alcanzar el potencial que sabía que debía tener. La sombra de su propio poder inalcanzado la seguía constantemente, recordándole que, cuando llegase el momento, los resultados serían de una u otra forma, su culpa.
«¿También soy incompetente a tus ojos?», pensó. «Papá, el tío Might, o incluso yo misma, todos lo hacen... todos menos el que está tras las rejas».
—¿Así planeas arreglar las cosas? ¿Solo porque somos jóvenes e inexpertas? —respondió con un tono cortante—. Hemos trabajado duro en este caso, merecemos ser parte de la solución, no solo espectadoras.
Snipe se rascó la barbilla, pensativo.
—Ese no es el panorama completo, Melissa. La verdad es que me preocupo por su seguridad, hay cosas que ustedes no saben. Moonfish es un peligro real cuando le falta un tornillo, imagina si alguien logró reparar su cerebro. Con esto quiero minimizar los riesgos para ustedes.
—No somos niñas, Snipe, ¿Crees que tratas con estudiantes de secundaria? Por dios, ¡Tengo el potencial de cambiar el clima con las manos desnudas, ¿Y no somos suficiente?
Snipe asintió lentamente, considerando sus palabras.
—Está bien, Melissa. Haré un trato contigo. Ustedes pueden seguir investigando, pero bajo mi supervisión directa. No tomarán riesgos sin consultarlo conmigo primero. ¿Te parece justo?
Melissa asintió, sintiendo un alivio mezclado con determinación.
—De acuerdo, Snipe. Pero necesitamos un plan claro. ¿Qué haremos a continuación?
Snipe sonrió ligeramente.
—Primero, ¿reorganizamos esta habitación? Luego, podemos empezar con... —Se detuvo al ser interrumpido por una llamada imprevista, no a su teléfono propio, al satelital que vino a buscar.
—¿Es Urgente? —cuestionó Melissa—. No hay tiempo que perder con el repartidor de pizzas.
—Lo es, y mucho—levantó la mirada, antes de atender a la llamada—. El equipo de la morgue tiene los resultados de ADN...
Carta de una mentira.
«... me caí de las escaleras, aun me duele un poco, pero estoy bien».
—Izuku Midoriya.
『𝐈𝐕』
El DT en la muñeca de Izuku resonó estridente, anunciando la apertura del Cuadrilátero. Con el cansancio de no haber dormido nada, simplemente desactivó la publicidad del DT. Somnoliento, se resistió a levantarse de la cama. Finalmente, después de juntar la voluntad necesaria, se quitó de encima el pie de Kei. La chica estaba a lo ancho dejándolo a la orilla y lo pateaba de vez en cuando, lo cual le hacía extrañar el sofá en el que dormía antes.
Sea como fuere, esas no eran la razón por la que no pegó pestañas por horas.
Izuku se incorporó lentamente y se dirigió al baño. Se remojó el rostro con agua helada con la intención de despertarse y despejar su mente. Después de vestirse, salió del baño y encontró a Kei sentada en la cama, mirándolo con una expresión de preocupada.
—¿Dormiste algo? —preguntó Kei, notando las ojeras bajo sus ojos.
—No, ni un poco, siento que se me caerá la cabeza —respondió Izuku, frotándose la nuca.
—Lo siento, ayer utilicé demasiado mi Quirk, de haberlo sabido...
—No digas eso, debes cuidar de ti misma. Ya tienes suficiente con Midas llevando al límite tu marca bastarda —respondió Izuku reposando el cuerpo contra la pared.
Entonces buscó una camiseta limpia entre el bultillo que estaba en su gaveta de ropa, deseaba ahorrar en lavandería, el temor a que Nared se enojaría si iba con la misma que utilizó un día antes, lo obligó a cambiarse. Al comenzar a retirarse la prenda, Izuku se quejó por una punzada en su costado, impidiendo que la levantara más allá del ombligo.
Kei se abandonó la cama y se acercó a él, colocando una mano suave en su hombro. Luego, con un gesto cuidadoso y hábil, comenzó a subir la camisa de Izuku para revisar las lesiones en su espalda, pecho y abdomen. Izuku observó cómo los dedos de Kei se deslizaban a su alrededor, deshaciendo el nudo que mantenía la venda en su lugar.
—Esto... no es necesario, solo me moví muy rápido —alegó, dirigiendo la viendo al techo.
La muchacha se detuvo un segundo para mirarlo a los ojos.
—Guarda silencio, esto terminará antes si cooperas.
La herida se había abierto de nuevo; Izuku no tenía suficiente tiempo para sanar de las lesiones profundas en esos días, cuando los reos aprovechaban cualquier debilidad sin reservas. Kei apartó la tela ensangrentada y expuso las cicatrices que cruzaban su piel.
Con una mirada de concentración, empezó a limpiar las heridas con una toalla humedecida en antiséptico, sus movimientos suaves y precisos para no causarle dolor. Izuku apretó los dientes al sentir el ardor del líquido.
—Deberías venir a la Casa Roja. Podrías descansar un poco mejor ahí —sugirió con una sonrisa comprensiva mientras aplicaba una nueva venda. Su rostro también mostraba señales de cansancio.
Izuku sonrió débilmente ante la oferta, pero negó con la cabeza.
—Gracias, lo pensaré, aunque tengo que ir al trabajo y quizás voy al Cuadrilátero. De haber sabido que tendría que gastar tanto de imprevisto, habría tomado otro combate.
Kei suspiró, entendía su afán por ir al cuadrilátero, pero también comprendía que no podría hacerlo cambiar de opinión. Antes de que pudiera decir algo más, notó la tensión en su rostro y la fatiga en su postura, las palabras no hacían falta.
Ella no era la más indicada para dar ánimos, en verdad no se consideraba buena en ello, pero sin Ken ahí, era la única persona capaz de hacerlo, dar su mejor esfuerzo tampoco es que fuera una decisión difícil. Sin decir nada, lo abrazó con fuerza, transmitiendo un poco de su calidez y apoyo.
—No es tu culpa, Izuku —dijo suavemente—. Ninguna de estas cosas es tu culpa.
Midoriya cerró los ojos, permitiéndose por un momento absorber el consuelo que Kei le ofrecía. Después de un rato, se separaron y él le dedicó una sonrisa agradecida.
—Gracias, Kei. Realmente no sucede nada, estoy bien, es solo que el sueño me está afectando.
Más tarde, dando un suspiro, Izuku se encaminó hacia El Rincón de Nared.
Nared ya estaba en plena acción, dirigiendo el local con su característica mezcla de severidad y humor. Izuku se colocó el delantal y se unió, preparado para enfrentar otro día en este peculiar rincón de la prisión. Hoy necesitaba laborar, no solo por dinero.
El empleo en el restaurante era agotador, pero le proporcionaba una distracción bienvenida. Los clientes, una mezcla de reclusos y algunos guardias, llenaban el ambiente con conversaciones animadas y pedidos constantes. Izuku se movía entre las mesas, sirviendo platos y bebidas, tratando de mantenerse enfocado a pesar del cansancio que pesaba sobre sus hombros.
Aún con lo que le atormentaba la mente.
A medida que transcurría el día, el ritmo frenético del restaurante que mantenía a Izuku ocupado comenzó a disminuir, llegando a la hora de menor tráfico, que por lo general coincidía con los shows del Teatro y los combates en el cuadrilátero.
La escoba levantaba un poco de polvo afuera del restaurante de Nared. Izuku solía barrer en casa cuando ayudaba a su madre; al vivir en los dormitorios, rara vez tocaba una escoba, resultado del servicio de limpieza que proporcionaba semanalmente la UA.
El movimiento iba y venía, en un perpetuo ciclo que pretendía durar hasta dentro de unas horas. Cualquier cosa funcionaba, con tal de que lo distrajera durante ese tiempo, haría lo que fuera. Claro está, barrer o lavar platos, incluso atender criminales como mesero, era mejor que ser el ayudante de Nared.
—Por un demonio —espetó su patrón desde la cocina—, Nakano, ¿siempre cuando aprendes un platillo nuevo lo terminas quemando?
—Fallar es parte de un aprendizaje correcto —contestó ella, provocando que Nared jugara con su barba al pasar por un debate interno. ¿Por qué la había contratado como cocinera?
—En eso puede que tengas razón, niña. Aun así, ¿es necesario quemar cada platillo en tu primer intento? —Ante la ceja en alto de Nared, Miku se encogió de hombros.
—Suele pasar, nadie se queja de mi comida —dijo apartando el plato.
Nared resultó ser un chef de buena reputación en un restaurante de lujo, al menos fuera de prisión. Así que era conocido en el G como alguien que te proporcionaría cualquier cosa que le pidas, de la mejor calidad, a un precio razonable. Excéntrico, bueno para los negocios, y a primera impresión, se gana la confianza de cualquiera con esa sonrisa de zorro.
En efecto, Izuku pospuso su respuesta a la facción estoica, pero esto no fue impedimento al pedir ayuda para conseguir un trabajo de medio tiempo. Lo que le inquietaba era que en tan poco periodo ya conocía detalles como esos, identificaba la personalidad de ciertos miembros, llevándolo a empatizar con algunos, cosa que no deseaba.
«A veces olvido que estoy rodeado de criminales», pensó, apoyándose sobre la escoba. «Y eso no omite que al menos para el sistema, también soy uno».
El restaurante solía estar así de animado la mayor parte del tiempo, eso le convenía, resultaba ser la distracción ideal que buscaba. Escuchó el sonido de un aleteo, entonces volteó a ver al origen detrás suyo.
Desde hace tiempo que tendía a soñar despierto, escuchaba cosas, veía cosas, no quería comentarle de eso a Emily, pues sus sesiones en el vacío se acortaban conforme pasaba el tiempo, así que eligió centrarse en lo necesario; en todo caso, tenía una idea aproximada de la razón.
Quizás era producto de la autoridad corrupta que generaba en ocasiones la marca, así que a menos que mostrara rastro de «envenenamiento» por ella, seguiría aguantando esas extrañas alucinaciones, a tal punto de acostumbrarse al no encontrar nada como en este caso.
—¡Izuku! —Karako venía hacia él, ni la había notado llegar—. ¿Trabajando duro o durando en el trabajo?
A veces tenía la sensación de que esas alucinaciones le advertían en ocasiones. Karako llegó amistosamente, como era costumbre, le palmeó la espalda con fuerza y se enganchó en su cuello, haciendo que se inclinaran.
—Es trabajo honesto, supongo —comentó Izuku—. ¿Podrías soltarme?
La mujer expresó una gran sonrisa en su rostro amigable.
—¡Claro...! —Contrario a la petición, lo apretó más fuerte, lo acercó—, ¡Claro que no!
Lo arrastró consigo hasta la barra, llamando la atención de un par de clientes, pasando al lado de una mesa en la que estaba un Harry noqueado de tanto alcohol y babeando un tercio de su camisa con la cabeza colgando hacía atrás.
Aun al tocar la campanilla, no soltó a Izuku. Nared, quien le seguía dando instrucciones a Miku, la dejó picando unas cebollas (con ojos llorosos) para atender a Karako. Se limpió las manos con un trapo y se posó en la barra mostrando los dientes.
—¿Qué te servimos? El especial de hoy es papa al carbón —dijo acercando el platillo que hace un momento había descartado.
—Se ve bueno con esa pinta de comida quemada, pero no lo creo, dame lo de siempre y una bebida para el chico.
—Agua está bien, Nared, es gratis de todas formas —rectificó Izuku. Nared se puso manos a la obra, oportunidad de hablar a solas—. ¿Quieres algo de mí, Koshio? La última vez hiciste lo mismo para interrogarme, será ¿Cómo era mi traje de héroe? O ¿Cuántas fanáticas me he ligado?
—Alguien está irritable hoy. —Ella se puso cómoda, comiendo unos manís que estaban por ahí—. Deja las formalidades, para empezar. Hoy vengo con algo simple, Midoriya, ¿qué haces aquí? Tu turno ya ha terminado, y tendrías que estar en algo más importante que barrer.
—¡Barrer mi local es más importante que cualquier cosa, Karako! —gritó Nared desde la cocina.
—¡Claro que sí! —La mujer lanzó al aire uno de los manís y lo atrapó en su caída—. A menos que nuestro amigable mesero lo haga para evitar otras responsabilidades.
—¡¿De qué se trata esto?! —farfulló Izuku, juntando las cejas con fuerza—. ¡Eso no te incumbe, Koshio!
—¿Oh? Dispuesto a decirme sobre tus aventuras, y cuando te pregunto por el trabajo arremetes contra esta delicada dama.
Izuku dio tres respiraciones antes de ceder. Por lo general, nadie lograba intimidar a Karako, y a su vez, era tan insistente que no se la podría sacar de encima mientras no le diera lo que quería.
—Así que te enteraste. —Izuku tardó en seguir el ritmo. Tomó uno de los manís—. El teatro es demasiado para mí, no planeo volver ahí en la medida de lo posible. El Cuadrilátero me viene mejor, donde puedo elegir las reglas.
—Oh, chico, eso dices, pero estoy segura de que no es todo el panorama.
Nared regresó a la barra con los pedidos de comida y el vaso de agua que había solicitado Izuku. Sin decir una palabra, dejó delante de Izuku un plato que claramente fue rechazado Karako, al parecer Nared se negaba a desperdiciar esos ingredientes en la basura. El olor a comida quemada se mezclaba con el ambiente del bar.
Izuku volteó a la mujer, esperando que dijera algo, pero nada, ella se limitó a abrir su botella, esto hizo que Izuku frunciera el ceño por el disgusto.
—Comamos, mientras esté caliente —dijo ella—. Piensa en lo que limpio mi plato.
Le dio tiempo, el necesario para que su cabeza se llenara de aquello que deseaba ignorar. Aun así, tomó un sorbo de agua en un intento de calmar su garganta seca, mientras Karako comenzaba a comer, dejando un silencio incómodo en la barra.
El ruido habitual del bar parecía más distante, opacado por el mutismo entre ellos. Izuku podía sentir la mirada de Karako sobre él, incluso mientras ella masticaba en silencio. Sabía por qué le había preguntado la razón de su ausencia en el teatro; desconocía sus intenciones, aunque era consciente de lo que ha provocado.
Cada crujido de los utensilios contra el plato quemado y cada sorbo de agua resonaban con un eco de incomodidad. Finalmente, Karako tomó un largo trago de su cerveza, y el sonido de la botella vacía golpeando la barra marcó el momento. Giró su cabeza para mirar a Izuku directamente.
—Las personas como tú suelen arrepentirse de eso, luego hacen estupideces.
—Me obligan a hacer cosas que nunca haría, al menos quiero aprovechar la posibilidad de evitarlo.
—Ah, ¿sí? Entonces, ¿no sientes ni un poco de culpa?
Izuku guardó silencio.
—Si harás esto, debes estar seguro de no tener arrepentimientos más tarde. —Karako abandonó el banquillo, de pie junto a Izuku, puso su mano en el hombro del muchacho—, y sí, el sujeto que te reemplazó en el teatro ha muerto.
La noticia golpeó a Izuku con la fuerza de un puñetazo directo al estómago. Causó, de forma indirecta, algo imperdonable. Aunque mantenía la vista fija en el vaso de agua, su pecho se ahuecó al escuchar tan frías palabras.
El hecho de que alguien había muerto en su lugar no solo le generaba un profundo remordimiento, sino que también cuestionaba su capacidad de seguir adelante con esta doble vida.
Por un instante, tuvo una de esas alucinaciones. Sentado en medio de un lago congelado, una extensión interminable de hielo cubierta por una delgada capa blanca. Los crujidos de la frágil superficie susurraban. El hielo evitaba que cayera en el profundo abismo que lo llamaba insistentemente.
—Era un asesino serial, quitó muchas vidas antes de llegar aquí —dijo Karako, haciendo que Izuku regresara—. Vi tu historial, soy tu enfermera de confianza después de todo. —Karako se acercó, hablando se adelantó a la salida—. La guerra te deja roto, y este lugar tampoco ayuda. Es difícil superar la culpa del superviviente, Midoriya, estoy dispuesta a escucharte.
『Entran créditos con: MISSIO - Bottom of the Deep Blue Sea』
La litera que rodea mi cuerpo, aplastando cada pedacito de hueso
The berth surrounding my body, crushing every bit of bone
La sal, se cuela por los poros de mi piel abierta
The salt, it seeps in through the pores of my open skin
Te espero dentro del fondo del mar azul profundo
I wait on you inside the bottom of the deep blue sea
Te espero dentro del fondo del azul profundo
I wait on you inside the bottom of the deep blue
Bienvenido a mi jaula, pequeño amante
Welcome to my cage, little lover
Intento de reorganizar contigo, bebé
Attempt to rearrange with you, baby
Todavía no sé tu nombre, señorita cariño
Still don't know your name, miss honey
Vamos a subir en llamas, bella dama
Let's go up in flames, pretty lady
La dulce entrega del silencio me obliga a vivir solo
The sweet surrender of silence forces me to live alone
Cerrado y cargado, ¿dónde diablos está la paz mental?
Locked and loaded, where the hell is peace of mind?
Te espero dentro del fondo del mar azul profundo
I wait on you inside the bottom of the deep blue sea
Te espero dentro del fondo del azul profundo
I wait on you inside the bottom of the deep blue
Bienvenido a mi jaula, pequeño amante
Welcome to my cage, little lover
Intento de reorganizar contigo, bebé
Attempt to rearrange with you, baby
Todavía no sé tu nombre, señorita cariño
Still don't know your name, miss honey
Vamos a subir en llamas, bella dama
Let's go up in flames, pretty lady
Bienvenido a mi jaula, pequeño amante
Welcome to my cage, little lover
Intento de reorganizar contigo, bebé
Attempt to rearrange with you, baby
Todavía no sé tu nombre, señorita cariño
Still don't know your name, miss honey
Vamos a subir en llamas, bella dama
Let's go up in flames, pretty lady
El fondo del mar azul profundo
The bottom of the deep blue sea
El fondo del mar azul profundo
The bottom of the deep blue sea
Bienvenido a mi jaula, pequeño amante
Welcome to my cage, little lover
Intento de reorganizar contigo, bebé
Attempt to rearrange with you, baby
Todavía no sé tu nombre, señorita cariño
Still don't know your name, miss honey
Vamos a subir en llamas, bella dama
Let's go up in flames, pretty lady
Bienvenido a mi jaula, pequeño amante
Welcome to my cage, little lover
Intento de reorganizar contigo, bebé
Attempt to rearrange with you, baby
Todavía no sé tu nombre, señorita cariño
Still don't know your name, miss honey
Vamos a subir en llamas, bella dama
Let's go up in flames, pretty lady
Fin del capítulo.
Carta de una mentira (Parte 2)
12,700 palabras.
Siguiente capítulo: Carta de una mentira (Parte 3)
Comentarios finales:
Aunque me desagrada la idea, y la neta ya olvidé si lo he explicado o no, voy a resumir tramas, como se habrán dado cuenta en estos capítulos, estoy mostrando cosas que originalmente tenia planeadas de forma mas extensas, pero que al final intentaré condensar en cinco a seis capítulos ("Uno o dos dedos 1/2" y "Carta de una mentira 1/2/3/4"), con esto quiero establecer las relaciones que tendrán los personajes.
¿Por qué no ir de lleno a Izuku saliendo de prisión? Quiero darle la relevancia que normalmente espero que otros le den a su estadía en prisión, y con estos capítulos quiero concluir eso, ya una vez terminado "Carta de una mentira" procederé a sacarlo de ahí.
En resumen, estos capítulos contarán sucesos que planeaba para contar de distinta manera. Siendo publicado así, lo dejo a teoría del lector como están ordenados cronológicamente. Pueden verlos como capítulos cortos (cada acto) que no quise publicar como individuales.
Ah, por petición que vi en un comentario, al final de estos capítulo o por un tiempo, pondré algunos perfiles de personaje al final de los capítulos, lo haré como ahora ya que me da pereza copiar y pegar eso (La info esta cortada para evitar spoilers relevantes).
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