La carpeta en el librero
Tomasin Benson había llegado a Boeringa hace bastantes años, a los pocos de graduarse de la academia militar. A diferencia de sus colegas, él provenía de la zona este del muro María, de un pequeño poblado donde se dedicaban a minería. Pero, sin ser de Boeringa, conocía perfectamente de la injusticia hacia los más desposeídos, la tiranía de los poderosos... y de cómo era vivir en un pueblo chico y, como diría el dicho "infierno grande".
El día anterior se lo había pasado en la chacra de los Olsen intentando parar una cabaña de campaña para resguardar a la familia que había perdido su hogar producto del incendio. Había sido arduo, pero contó con la ayuda de sus colegas y de otros vecinos del pueblo. Sin duda estaba bastante cansado cuando llegó al cuartel por la tarde y aun resentía esa mañana el esfuerzo físico, aun cuando era un hombre joven por cumplir sus treinta años.
Circulaba por el pasillo, dispuesto a ir a la cocina del cuartel, cuando escuchó una discusión entre sus colegas en aquella voz cuchicheada que solo guarda del cuchicheo ese raspado en la voz aun cuando la voz fuese lo suficientemente fuerte para ser escuchada. No pudo sino olvidar su desayuno y dirigirse hacia la recepción del cuartel, para cuando su presencia fue notada, todos los soldados parecían haber visto un espectro.
-B-benson –fue Haller quien rompió el silencio con la voz trémula e intentando una actitud casual -¿Cómo dormiste?
-Acostado y con los ojos cerrados –respondió acercándose a ellos y apoyándose en el mesón –Pero ni voy bajando a desayunar y me encuentro con un cacareo peor que en el gallinero de los Mendelsohn. ¿De qué me estoy perdiendo esta mañana que, claramente, me tratan de ocultar?
-No, no. Ocultar no –repuso Haller moviendo sus manos –Verás, esto no es más que...
Maurant resopló y alzó la voz.
-Me temo, estimado Tomasin, que hubo filtración de cierta información que no siendo necesariamente de importancia militar, ha causado bastante revuelo –se volteó hacia Hasse –Phillip, ¿podrías explicarle a Benson lo que ocurrió?
Benson posó su mirada expectante en su colega y Phillip se encorvó en la silla. Haller le hacía un gesto animado a Hasse, aunque no había demasiada tranquilidad en su rostro.
-P-puede que yo... -balbulceó.
-Encontró el documento donde el sargento declara a Mikasa como carga familiar y le comentó a Marty del matrimonio que, claramente, Jean no quería que nadie supiera por alguna razón que no entraré a cuestionar porque no es de mi incumbencia –dijo Maurant molesto ya con la actitud infantil de sus colegas –Como no era tu incumbencia contárselo a la chismosa de tu esposa -agregó para Hasse.
Benson se quedó en silencio un momento, con una fachada calmada que nada congruente era con su estado interno. Ese documento era solo en caso de emergencia, producto de la paranoia de Jean con su estado de recuperación de las secuelas de la peste. No había matrimonio ni nada, y nadie del ejército pediría una partida oficial si Mikasa estaba declarada como la esposa, pero sí le aseguraba una pensión de por vida en caso que Jean empeorara y no sobreviviera. Paranoias nada más. Fue un acto impulsivo –como era su jefe-, pero bastante piadoso con aquella muchacha que cada peso la ayudaría en caso de no estar para protegerla.
-¿Quién más está al tanto del contenido de ese documento? –preguntó Benson con tranquilidad fingida.
Los tres hombres intercambiaron miradas entre ellos.
-Todo Boeringa –dijeron al mismo tiempo.
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-Tenías razón –dijo Jean viendo por la ventana sentado a la mesa del comedor con unos informes frente a él –Otro día sin nieve. ¿Será que se adelantará la primavera este año?
-¿Has escuchado del término "la paz antes de la tormenta"? –preguntó Mikasa con una sonrisa divertida volteándose hacia él desde la máquina de coser con la que llevaba batallando toda la mañana –Como la paz que estoy a punto de abandonar con este armatoste –bufó, Jean la miraba con atención –Dijiste que era fácil –rezongó.
-Dije que era cosa de práctica –respondió, Mikasa retiraba la tela en la que practicaba y cortaba los hilos que la unían a la máquina -¿Me vas a decir que te vas a dar por vencida?
-Claro que no –refutó con seguridad –Solo manifiesto mi frustración –volvió a bufar.
-Tan bonita y tan malgeniada –la bromeó Jean con naturalidad y la chica se sonrojó.
-El burro hablando de orejas.
La vio tomar otro par de cortes de tela para continuar practicando. Jean volvió a poner la vista al frente. El jardín trasero estaba completamente blanco cubierto de nieve. A la distancia algunos tejados lucían de la misma forma y gruesas nubes cubrían el cielo. Era, sin duda, una visión tranquilizadora. Podía escuchar el ruido de la máquina de coser inundando la habitación. Se puso de pie para ir hasta la cocina y preparar una taza de té. Necesitaba un pequeño descanso de los informes, la vista comenzaba a molestarle.
El ruido de la máquina se detuvo y unos pasos se dirigían a su encuentro mientras alistaba una taza sobre el mesón.
-Deja eso, yo lo hago –lo interrumpió Mikasa tomando otra taza para dejarla junto a la de Jean.
-Tranquila, puedo hacerlo –respondió despreocupado –Ya estoy mejor –se excusó –Reconozco que ayer fui imprudente, pero te juro que estoy bien.
-Te quejaste toda la noche –le recordó la chica –Las inyecciones no hacen milagros. Si no descansas no te vas a recuperar más rápido. Si quieres regresar al cuartel para primavera vas a tener que ser más cuidadoso y menos intrépido. No apresures las cosas, hay tiempo. ¿De acuerdo? –su voz fue suave –Yo termino esto. Solo ve a sentarte y abrígate.
Jean la vio verter el té en la rejilla de la tetera y pasar el agua caliente dentro. La chica volvió a dejar el agua sobre la estufa.
-Mikasa...
La chica se volteó al escucharse nombrar, Jean la tomó por las mejillas y la besó suave. Mikasa sintió que los colores se le subían al rostro, tal como la noche anterior. Se preguntaba si alguna vez dejaría de ser así, si se sentiría nerviosa así siempre que él la tomara por sorpresa. Aun se sentía bastante torpe y supuso que quizás le tomaría un tiempo tomárselo con naturalidad. No, no se sentía presionada ni atemorizada, solo se sentía algo embargada por la sensación que la invadía desde la noche anterior.
Lo sintió abandonar sus mejillas mientras sus manos se posaban en su cintura suavemente, momento en el que ella lo rodeó por el cuello para devolverle aquel dulce beso. Y mientras el té cargaba en la tetera, los reclamos de Mikasa sobre el descanso se perdían en algún lugar entre sus labios.
Llamaron a la puerta. Se apartaron lentamente y se miraron a los ojos con una actitud risueña en sus rostros, antes que Mikasa deslizara las manos por sus hombros. Jean se alejó para tomar las tazas y ella se dirigió hasta la puerta. Abrió mojándose los labios.
-Buen día, Mikasa –Benson la saludó retirándose la gorra para ponerla bajo el brazo -¿Está Jean presentable?
-Buen día, Benson –Mikasa se apartaba para abrirle el paso –Pasa.
El hombre se retiró el abrigo y lo dejó en el perchero tal como su gorra. Se limpió las botas en la pequeña alfombra junto a la puerta mientras veía a la chica ir hasta el comedor para terminar de ordenar las tazas, mientras Jean esperaba a Benson para tomar asiento.
-Buen día –saludó el sargento estrechando la mano de su colega e indicándole una silla. Benson negó.
-¿Podemos hablar en privado? –dijo de súbito tomando por sorpresa a Jean. Mikasa vio al soldado y asintió.
-Iré a ordenar la habitación –anunció la muchacha subiendo las escaleras para perderse en el segundo piso.
Benson se sentó seguido de Jean cuando las pisadas de Mikasa ya no fueron escuchadas desde abajo. Jean sirvió las dos tazas de té y le acercó una a su colega, quien miraba la taza con algo de reticencia. No era el momento ni una noticia para compartir un té.
-Jean... ha ocurrido algo y, si bien no tiene relación con nada de la milicia, tengo que informártelo.
-¿Algún problema con Ritze? –preguntó Jean preocupado, olvidando su taza de té -¿Algún desmadre en este pueblo muerto?
Benson negó suavemente y lo miró fijamente.
-Me temo que cierto documento fue encontrado por un curioso, cierto documento que solo debía ser conocido en caso de emergencia –comentó con cuidado de no ser escuchado por Mikasa, aun cuando no había rastro de ella –Y ese curioso no supo guardar silencio –Jean lo miraba con atención –Me temo que el contenido de ese documento es de conocimiento público en este mismo momento.
-¿Q-qué? –exclamó Jean con evidente nerviosismo -¡Se suponía que estaba bien guardado!
-Pues, claro que lo estaba. ¿Qué iba a saber yo que Hasse metería su nariz en los documentos! Ese es mi trabajo. Si el sargento no está, yo subrogo. No pensé que Hasse se las diera de proactivo y colaborador.
Jean apoyó la frente en la mesa y Benson se lo quedó mirando. Jean volteó la cara para quedar viéndolo.
-No es tan terrible, Jean. Solo tienes que comentárselo a Mikasa antes que alguien la tome por sorpresa –le dijo en tono paternal –Explícale que lo hiciste de paranoia.
-¿Qué no es tan terrible? –masculló –Ahora todo el pueblo va a... -se calló de pronto. Benson se lo quedó viendo interrogante. Jean se incorporó y se volteó hacia la escalera, alzó la voz -¡Mikasa!
"Un momento" se escuchó desde el segundo piso. Benson continuaba en silencio observando al sargento, quien parecía haber recobrado la compostura. La muchacha bajó las escaleras y llegó hasta ellos interrogante.
-¿Puedes tomar asiento un momento? –Jean puso la mano en el puesto vacío a su derecha.
La muchacha acomodó su falda y se sentó extrañada de que fuese llamada a una conversación "oficial". Jean respiró profundo.
-Voy a contarte algo y tendré a Benson como testigo para que ratifique mi relato, ¿vale? –Mikasa asintió lento -¿Recuerdas cuando vino el médico? –Mikasa volvió a asentir -¿Me podrías decir qué dijo el médico sobre la peste y las consecuencias que podría tener?
La chica ladeó la cabeza intrigada.
-Que la fiebre es peligrosa, pero que la infección podía afectar otras partes del cuerpo y por eso te dejó con inyecciones –respondió parafraseando al médico -¿Por qué pasó algo? ¿Te sientes mal? –preguntó ansiosa –Porque si está pasando algo y me lo estás ocultando...
-No está pasando nada, tranquila –la interrumpió Jean -Pero sí hice algo que te oculté –desvió la mirada hacia Benson -¿Puedes explicarle tú el procedimiento legal, Tomasin?
El soldado paseó la vista entre ambos muchachos, Mikasa lo miraba atenta.
-Frente a la muerte de un oficial o suboficial, existe una pensión hacia los sobrevivientes relacionados con el soldado. La relación a los herederos directos, no incorpora a ascendientes. En simples palabras, los beneficiarios de la pensión sería la familia del soldado: su esposa y los hijos reconocidos en el caso que los hubiese.
-¿Estás casado? –preguntó Mikasa sin entender -¿Tienes hijos?
Jean negó. Mikasa soltó una espiración de alivio, por un momento sintió que el corazón se le oprimía del solo pensar que Jean le hubiese mentido y ocultado una parte de su pasado.
-No –dijo Jean firmemente –No te hubiese ocultado algo así –reafirmó el pensamiento de Mikasa –Pero me temo que caí en paranoia cuando vi que mi recuperación iba lento y las palabras del médico solo me llenaron de inseguridad. Creí que podría haber alguna secuela más allá de mis tontas rodillas...
-Para hacer efectiva la pensión existe un documento donde se declaran las cargas familiares –retomó Benson –Es un procedimiento común en cuanto ingresa alguien al grupo familiar o cuando el oficial contrae nupcias. Es firmado por el oficial y por el superior a cargo, en este caso, frente a la baja temporal de Jean, ese superior a cargo soy yo –explicó con tranquilidad a la muchacha quien parpadeó un par de veces, antes de mirar a Jean –El documento es enviado al cuartel general de alguno de los muros a los que corresponda la circunscripción donde se desempeñe el oficial. Dado que Boeringa queda aislado durante el invierno, esos documentos quedan en el cuartel hasta poder ser enviados. Por lo tanto, aun no se ha hecho ningún procedimiento formal...
-¿Ningún procedimiento formal con respecto a qué? –preguntó Mikasa pasando la vista entre ambos hombres.
Benson guardó silencio. Jean frotó sus manos, nervioso.
-Ningún procedimiento formal respecto al documento que llené hace un mes donde declaré que eres mi esposa –dijo firme, pero por dentro estaba hecho un manojo de nervios siquiera de solo mirarla –No es mucho dinero, pero si llegaba a pasarme cualquier cosa, no quería que quedaras desprotegida. Fue paranoia...
Mikasa parpadeó un par de veces y bajó la vista a la tetera al centro de la mesa. Respiró profundo.
-Sí eres bien tonto –dijo con voz baja, sin molestia, sino con algo de tristeza –Todo va lento, pero va bien. Lo hemos conversado cientos de veces. Y... no puedo creer que pensaras en ello de manera tan seria. ¿Por qué no me lo dijiste?
-Tú sabes por qué –respondió Jean viéndola fijamente y ella sonrió comprensiva –Hay un segundo documento que podría servirte para otros temas legales, además del de cargas familiares que está en ese mueble –indicó hacia el librero –En una carpeta, esa negra –Mikasa asintió –Benson sabe el procedimiento, tendrías que firmarlo y todo estaría en regla en caso que todo se llegase a complicar.
La chica negó.
-No se va a complicar –dijo suavemente.
-El asunto es que Benson se llevó el documento de cargas a la oficina para enviarlo en caso de urgencia –retomó Jean –Pero no tuvo el resguardo suficiente y fue leído por quien no debía –dejó caer viendo a su subalterno.
-En resumen, Mikasa –Benson tomó la palabra –Lo que comenzó como una forma de asegurarte en caso que Jean muriera, terminó convirtiéndose en la noticia más importante en Boeringa desde que Robensen muriera –Mikasa desvió la mirada hacia Jean y él afirmó levemente –No pensé que Hasse metiera sus narices en los documentos oficiales, pero ya está hecho.
-¿Qué el pueblo sabe qué? ¿Qué Jean estuvo a punto de morir? ¿Qué me iba a dejar su "herencia"?
-Oye, sí tengo herencia que dejarte –interrumpió él refunfuñando –Para eso es el otro documento en la carpeta. Tengo ahorros en el banco. No creas que soy un desordenado –Benson le hizo un gesto que retomara la idea –El asunto es que por ese documento que Hasse descubrió...
-Para Boeringa, eres la esposa del sargento –concluyó Benson poniendo una mano en el hombro de Jean –Señora Kirstein.
-¿Qué? –exclamó Mikasa apoyando sus manos en la mesa y levantándose ligeramente de la silla –Puedo entender que quisieras hacer algo desprendido y totalmente romántico –lo apuntó con el dedo –Y está bien bonito, paranoico, pero adorable –él le sonrió inocentón –Pero... ¿y si mis padres se enteran? ¿Tú crees que en cuanto se derritan las nieves y alguien pueda ir hasta la chacra no les irán con el cuento? Dios quiera y sea yo la primera que cruce hacia la montaña, Jean Kirstein, porque si mis padres lo saben sin que se los haya explicado yo... ¿sabes lo que van a pensar? –ambos negaron -¡Pues que estoy preñada! Eso van a pensar. Y todo el pueblo. ¡Como si no tuviesen suficiente ya para llenarse la boca...!
-Curiosamente, Mikasa –la interrumpió Benson –Nadie sospecha algo como eso. Llámalo milagro, pero el pueblo creó una historia al respecto. Maurant, es quien recibió el cotilleo en su última versión. Una suerte de eventos que formaron una historia coherente y como el documento tiene una fecha de hace tres meses para que en caso de cobrar la pensión tuviese validez, todos han sacado sus conclusiones tratando de explicar el rumor.
Jean y Mikasa miraron a Benson sorprendidos. Vaya si era rápida la gente en el pueblo para sacar sus conclusiones.
-¿Cuándo ocurrió esta filtración de información y su consecuente desvirtúo? –preguntó Mikasa.
-Ayer por la mañana –respondió Benson –Me temo que estuve todo el día atendiendo un asunto donde los Olsen –miró a Jean –De cuidado, pero ya está resuelto. Te traeré el informe por la tarde –Jean asintió –En pocas horas la noticia corrió por cada hogar de Boeringa. Le agradezco a Maurant tener la deferencia de hacérmelo saber, Hasse está advertido por revelar información, pero no quise sancionarlo. No sería adecuado, sería exponer demasiado la situación –hizo una pausa –Pero ambos debían estar al tanto.
Mikasa asintió y guardó silencio. Jean la observaba atento, esperando cualquier señal que implicara que iba a estallar la batalla. No podía sino sentirse tremendamente afligido, pero había algo positivo de todo esto y fue lo primero que dijo Mikasa una vez que Benson se retirara para continuar con sus funciones en el cuartel.
-Al menos ya no soy tu prostituta –se llevó la taza de té ya algo tibia a los labios.
-¿Te lo vas a tomar así tan tranquila? –preguntó Jean sorprendido, Mikasa se alzó de hombros y volvió a dejar la taza sobre el platillo -¿En serio?
-No puedo ni siquiera dimensionar el miedo que tenías para tomar una decisión así –respondió con honestidad y comprensión –Sé que estabas preocupado y frustrado. Pero una cosa muy diferente es realmente hacer algo al respecto y, sobre todo, que hayas pensado en mí de esa forma. No puedo enfadarme. Aunque quisiera hacerlo solo por seguir la tónica de mis reacciones contigo como cada vez que haces algo realmente tonto –suspiró y le tomó la mano -Sabes que todo estará bien, ¿verdad?
Jean asintió y estrechó aquella mano entre la propia.
-¿Y lo otro? –le preguntó algo nervioso.
-Ya te lo dije, al menos ya no soy tu prostituta a ojos del pueblo –dijo con simpleza viéndolo a los ojos –Es gracioso, ¿no te parece?
Jean le sonrió y caviló.
-No lo sé, pero sí los callará durante el resto del invierno –Mikasa asintió dándole la razón. Jean hizo una pausa antes de continuar –Sé que fue impulsivo, pero...
-Está bien, no es problema. Tendrás mucho que explicarle a mis padres –lo bromeó –Y espero que no te escondas detrás de Benson para entonces.
Jean se sintió atacado.
-Oye, lo hice para que me creyeras –le dijo serio y Mikasa parecía divertida –Además solo es un documento interno de la milicia. Solo tiene validez para cosas de la milicia.
Mikasa se puso de pie y le dio una última caricia en la mano antes de ir de regreso a la máquina de coser, su té a medio beber. Jean terminó el propio de un sorbo y se puso de pie para ir a dejar las cosas a la cocina. Pero mientras él ordenaba todo, Mikasa sacaba aquella mencionada carpeta negra del librero y la abría para ver ese otro documento que "debería firmar en caso que la situación se complejizara".
Cuando Jean y Benson llenaron esos documentos, ella aún no había aclarado nada con él. Se había mantenido en silencio con respecto a lo que la llevó al pueblo, no había sido honesta. Jean seguramente aun creía que ella y Eren tenían algo, que Taki era producto de una inexistente relación amorosa con quien fue su compañero en la academia militar. Aún estaba fresco su patético comportamiento durante la visita de su amigo... y, aun así, decidió que valía la pena seguir ayudándola si llegase a faltar. Pudo ser simple agradecimiento por cuidar de él durante el invierno y mantenerla lejos de su familia, pero lo conocía lo suficiente para saber que no era solo eso.
No había nada romántico en aquella carpeta, era solo un trozo de papel que ella debería firmar entre otros varios documentos. Fechado antes del invierno, tal como dijo Benson, tal como el otro documento que se encontraba en el cuartel. De hecho, era Benson quien visaba el documento, ya que Jean no podría hacerlo dado que era parte del mismo. No era más que un papel, algo legal. Tal como los otros documentos que eran la copia del documento del cuartel, un certificado de cuenta bancaria en la capital con la cantidad disponible, una que en su vida habría visto toda junta, una que al menos para ella, era mucho; un documento que lo indicaba como parte de un patrimonio familiar y varios otros papeles que le parecían confusos.
Cerró la carpeta y volvió a dejarla en su lugar. No había nada romántico en ello. Solo eran una serie de papeles que no tenían para ella valor alguno. No cuando de haberlos que tenido que firmar, hubiese significado que Jean no hubiese sobrevivido a la peste, a pesar de sus esfuerzos, de sus ruegos.
Se sentó frente a la máquina de coser y colocó con cuidado los dos retazos de tela para comenzar a unirlos.
-Así se siente cuando palpita el corazón y bombea la sangre por el cuerpo. A veces puede ser más rápido o más lento. Más fuerte o más suave –había dicho Benson.
-Es muy rápido y suave –había respondido ella sintiendo el pulso -¿Y si no logro sentirlo?
-Vas por mí al cuartel.
Su pie se movía contra el pedal a ritmo calmado. Se detuvo para dar vuelta la tela y continuar por el otro costado. Dio vuelta a la rueda al costado y retomó el movimiento de su pie.
Si esa madrugada hubiese tenido que ir donde Benson finalmente... ¿qué hubiese ocurrido? No hubiese habido ningún documento que firmar y no hubiese cambiado nada. ¿Qué validez tenían esos documentos? Falsos, unos que seguramente, Benson igual hubiese sacado de bajo la manga porque, tal como Jean, eran de esos sujetos que creían que podrían salvar al mundo o, al menos, hacer un cambio en todas las injusticias. La hubiese obligado a firmarlos, a decirle que eso era lo que Jean hubiese querido, que tenía que hacerlo. ¿Cómo se les ocurría a ese par de brutos sin sentimientos que ella podría firmar ese estúpido documento que guardaba en esa carpeta? Y seguramente lo haría, Benson la presionaría hasta que lo lograra. Ni siquiera se hubiese esperado que fuese un momento más adecuado, se hubiese asegurado que lo hiciera cuando corroborara que efectivamente se le hubiese detenido el corazón. No le hubiese dado tiempo de siquiera llorar, llorar por no haber dicho lo que debía, por no haber sido honesta, por haber sido una tonta...
Se volteó hacia la cocina y se puso de pie. Jean salía de la cocina dispuesto a sentarse nuevamente para retomar sus informes. Se la quedó viendo un instante. La chica caminó hasta él y lo abrazó con fuerza escondiendo el rostro en la curva de su cuello. La rodeó por los hombros y apegó la mejilla en la coronilla morena de la muchacha.
-Prometo no volver a ocultarte nada, Mikasa –susurró.
La chica retiró sus brazos y se apartó un poco, Jean le ordenó el cabello. Mikasa le tomó suavemente la mano y la volvió palma arriba, rodeando la muñeca con la mano, Jean bajó la vista al ver que Mikasa le tomaba el pulso.
-Benson me enseñó –le dijo suavemente, para poner su otra mano contra el cuello –Y luego aquí –Jean llevó su mano hasta la de Mikasa en su cuello –Cada una hora. Y si dejaba de sentirlo debía ir por él. Eso es lo primero que se me viene a la mente cuando pienso en esos documentos. En quedarme escuchando el latir de tu corazón cada noche, rogando que no tuviese que acudir a Benson nunca –retiró sus manos –Mientras tú reduces todo a unos documentos que firmar, yo pienso en que ningún dinero podría devolverme esto –puso una palma sobre el corazón del muchacho –Por si te preguntabas porque hasta ahora me duermo de este lado –le dio un suave toque en el pecho –No volvamos a hablar de esos papeles. Ya los vi, ya sé lo que tengo que hacer. Espero nunca tener que hacerlo –se apartó –Voy a comprar algunas telas, creo que le tomé el ritmo a la máquina.
Jean la vio caminar hasta la gaveta donde guardaba la billetera.
-Espera –la detuvo y la alcanzó –Dos cosas antes –Mikasa lo miró interrogante –Primero, te acompañaré. No voy a perderme la reacción del pueblo –le dijo animado y ella le sonrió –Y segundo...
La atrajo por la cintura y la besó profundamente, ella apoyó las palmas en sus hombros correspondiendo a aquel beso con la misma intensidad que él. Un acuerdo de paz: ella no volvería a pensar en las sombras que la invadía en los recuerdos de aquel momento de angustia, él no volvería a tocar el tema de los documentos. Aunque, esperaba, algún día Mikasa quisiera firmarlos sin que fuese porque él había dado el último respiro.
Fue él quien se apartó esta vez, no sin antes besarla en la frente dulcemente.
-Muy bien, señora Kirstein, andando.
Caminó hasta la puerta para ponerse el abrigo.
-Siento que estás disfrutando esto –lo bromeó tomando su chal, Jean abrió la puerta sin responder.
Ambos salieron de la casa, cerrando la puerta tras de ellos.
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