OO3 | ATRAPADOS EN LA LUJURIA PROHIBIDA
Cuando Celestine despertó, la luz suave del sol se filtraba a través de las cortinas, acariciando su piel desnuda. La manta que Jungkook colocó sobre ellos la envolvía en una calidez reconfortante. Al girar la cabeza, lo vio a él, tan sereno en su sueño, con su rostro en calma contrastando con la dureza de su vida. Sus rasgos estaban marcados por la experiencia, el cabello oscuro desordenado, y su mandíbula fuerte parecía tallada en piedra. Un pensamiento la atravesó: nunca imaginó que un exmilitar, un hombre de 40 años que vio lo peor de la vida, pudiera hacerla sentir así. La diferencia de edad la había hecho dudar, pero en ese momento, mientras lo miraba, entendía que era en su dureza donde encontraba un refugio. Jungkook derribó sus barreras con una facilidad que la dejó aturdida. Era un hombre que lidió con la brutalidad del mundo y, sin embargo, fue capaz de mostrarle una intimidad que la llevó a explorar partes de sí misma que creía inaccesibles.
Su pierna descansaba sobre la cadera de Jungkook, y mientras se acurrucaba más cerca de su cuerpo, sintió la seguridad que ofrecían sus fuertes brazos. El calor de su piel contra la suya era electrizante, y el aroma de su cuerpo, un intenso rastro de sudor y la masculinidad que emanaba después de una noche de pasión desenfrenada, la envolvía como una fragancia familiar que la tranquilizaba. Era un aroma que evocaba la conexión y la intimidad que compartieron, y la sensación de estar protegida en su abrazo la llenaba de una calidez reconfortante.
Recordaba vívidamente cómo su posesividad se manifestó durante su encuentro, un fuego que avivó su deseo y la empujó a lugares inexplorados. Cada caricia fue como un destello de electricidad, cada roce un recordatorio de lo viva que se sentía a su lado. No se trataba solo de pasión física; era una conexión visceral que iba más allá de lo físico, un entrelazamiento de almas que la desarmaba. Su dureza, que en otros momentos podría haber parecido intimidante, se transformó en una fuente de placer. Fue un torrente de emociones, cada momento una explosión de sensaciones que la dejó exhausta y satisfecha.
En esos instantes, la seguridad que él le proporcionaba era un abrigo cálido en medio de una tormenta, algo que buscó durante tanto tiempo sin saberlo.
Al observarlo dormir, se dio cuenta de que su percepción de él cambió radicalmente. Aquel hombre, que al principio le pareció frío y distante, ahora era su refugio, alguien capaz de hacerla sentir protegida y deseada de una manera intensa. A pesar de su exterior impenetrable, había un calor dentro de él que se reveló en sus momentos más íntimos. El aroma de su cuerpo la envolvía y la llenaba de tranquilidad mientras se acomodaba más en su abrazo, aferrándose a su cuerpo como si no quisiera soltarlo. Era una mezcla de fuerza y ternura, algo que nunca esperó encontrar en alguien como él. En los brazos de Jungkook, Celestine no solo encontró a un amante apasionado; descubrió a un hombre que la haría sentir viva, segura y, sobre todo, protegida.
Mientras disfrutaba del calor que le proporcionaba el cuerpo de él, notó de repente un cambio en su respiración. Era sutil al principio, un ligero entrecortamiento, pero pronto se convirtió en un vaivén acelerado y descontrolado. Se tensó al percibir que su rostro estaba fruncido en una mueca de angustia. La brisa suave que entraba por la ventana contrastaba con la tormenta interna que él estaba viviendo. Sin quererlo, se sintió inquieta. Algo no estaba bien. Con cuidado, se movió un poco para acomodarse mejor y poder ver su rostro. Sus ojos estaban cerrados, pero sus cejas se fruncían y sus labios murmuraban palabras inaudibles, entremezcladas con un ligero temblor.
De repente, su cuerpo se estremeció, como si intentara defenderse de algo. Celestine se inclinó hacia él, intentando captar lo que decía, pero su voz era un susurro quebrado, roto por emociones que ella no podía comprender.
En su mente, Jungkook estaba de nuevo en aquel infierno.
La noche era un abismo que devoraba todo rastro de esperanza. El aire, pesado y ácido con el olor de pólvora y sangre, parecía apretar su garganta con cada respiración. Jungkook estaba agazapado tras una barricada improvisada, con las manos rígidas alrededor del rifle que se sacudía con el temblor de sus dedos. Su cuerpo estaba cubierto de sudor frío, y el sonido de los disparos, una sinfonía de muerte que parecía no tener fin, perforaba la capa frágil de su cordura. A su alrededor, el caos era absoluto: cuerpos inertes, gritos que se apagaban en ecos lejanos, y el constante rugido del enemigo que se acercaba implacable.
—¡Jeon, cubre el flanco! ¡Ya! —la voz de su superior resonó, pero apenas pudo moverse. El fuego enemigo llovía sobre ellos desde todas las direcciones.
Su instinto le decía que permaneciera agazapado, pero las órdenes eran órdenes, y el miedo a quedarse quieto era tan grande como el miedo a morir. Con un esfuerzo que sintió arrancado de lo más profundo de su alma, empujó sus piernas a moverse. Cada paso era un desafío, un acto de resistencia contra el peso invisible de su propia desesperación. Las balas cortaban el aire a su alrededor como cuchillas invisibles, un zumbido mortal que le arrancaba el aliento. El lodo bajo sus botas salpicaba con cada movimiento, mezclado con sangre que no quería identificar.
Todo en su entorno era una mezcla de dolor, muerte y desesperanza, y en medio de eso, su mente empezaba a vacilar.
Un grito desgarrador lo detuvo de golpe. Giró la cabeza y su corazón dio un vuelco al ver a uno de sus compañeros, apenas un muchacho, atrapado bajo un vehículo blindado. La sangre empapaba su uniforme, formando un charco oscuro que se extendía con lentitud alrededor de su cuerpo. El joven alzó la mano débilmente hacia él, sus ojos llenos de terror y súplica.
—¡Espera! ¡Estoy aquí! —Jungkook dejó caer su rifle sin pensarlo y corrió hacia él, ignorando el rugido ensordecedor de los disparos. Cada paso parecía eterno, como si el tiempo mismo intentara retenerlo, como si el mundo supiera que no llegaría a tiempo.
Cuando finalmente alcanzó al joven, sus manos temblorosas se aferraron al metal retorcido que lo mantenía prisionero. Tiró con todas sus fuerzas, los músculos de sus brazos quemando con el esfuerzo. La voz débil de su compañero se filtró entre sus jadeos:
—Sargento Jeon... No... Déjelo... Es una trampa...
Por un momento, su corazón se detuvo. El rostro del joven, lleno de miedo y suplicante, lo atravesó como una daga. Pero el instinto de supervivencia de Jungkook, su entrenamiento, su experiencia en situaciones extremas, emergió con fuerza. Miró una última vez al joven al que ya le tomó aprecio.
—Lo siento... —sus palabras fueron como una condena.
Con un esfuerzo titánico, se forzó a alejarse, aunque su mente gritaba lo contrario. Con un movimiento apresurado, soltó el vehículo, dejándolo caer con un ruido estruendoso, llegando a dar unos pocos pasos hacia atrás.
Pero ya era demasiado tarde.
Un destello cegador iluminó la oscuridad, acompañado de un rugido infernal que parecía devorar todo a su paso que sacudió la tierra. Jungkook sintió cómo su cuerpo era lanzado hacia atrás, como una muñeca de trapo arrastrada por una fuerza invisible. El impacto contra el suelo le cortó la respiración, y el sabor metálico de la sangre llenó su boca.
Cuando abrió los ojos, lo primero que lo golpeó fue el olor, el hedor nauseabundo de la pólvora quemada y la carne carbonizada. El mundo a su alrededor se desmoronaba entre las sombras y las llamas. Sentía que su cuerpo ya no era suyo, un amasijo de carne mutilada, como si cada parte de él estuviera ardiendo desde adentro. Su respiración era entrecortada, rasposa, y cada inhalación parecía clavarle dagas de fuego en los pulmones. Las manos, cubiertas de sangre, se aferraban al suelo, intentando encontrar algo que lo sostuviera, pero todo estaba envuelto en un dolor agudo y constante. Intentó levantarse, pero un grito gutural escapó de su garganta cuando el dolor recorrió su abdomen. Al tocarse, sus dedos encontraron lo que quedaba de su carne, la piel desgarrada y el líquido caliente que manaba a borbotones, empapando su ropa. Sangre. Su sangre. Estaba perdiendo la vida, lentamente, como si el propio cuerpo se estuviera desmoronando a pedazos. Pero el dolor físico era un eco lejano comparado con lo que veía.
Al mirar hacia el lugar donde aquel joven estuvo, su estómago se revolvió. Lo que antes fue un cuerpo humano ahora era solo una masa irreconocible de carne calcinada y escombros. Ya no era más que una silueta distorsionada de lo que alguna vez fue, con trozos de su cuerpo fundidos al metal derretido del vehículo. No había rostro, no había ojos. Solo la sombra de un hombre que había desaparecido en un mar de sangre, huesos rotos y carne quemada.
El horror lo atravesó como un rayo. No pudo mover los ojos de la escena, aunque lo deseaba. Un pensamiento atravesó su mente, oscuro y frío.
«No pude salvarlo... No pude salvarlo... »
Los sollozos lo sacudieron. Le dolía el cuerpo, le dolía el alma, pero lo que más le dolía era la impotencia. La culpa. La maldita culpa que lo devoraba por dentro, aplastando cada esperanza que aún le quedaba.
—¡No...! —gimió, su voz distorsionada por el dolor, mientras sus dedos se aferraban a la tierra, buscando algo en la nada.
«¿Por qué sigo vivo?» La pregunta le martilló la mente, mientras una lágrima amarga rodaba por su mejilla, empapando la tierra quemada a su lado. Sentía que todo lo que quedaba de él se estaba desmoronando. Quería desaparecer, quería que la oscuridad lo engullera, que lo consumiera y lo liberara de este tormento. Su pecho se agitaba, sus ojos ya no podían ver más que el sufrimiento y la desesperanza. El fuego en su piel era insoportable, pero no importaba. Lo peor era la agonía interna, esa herida invisible que lo estaba destrozando por dentro. Ya no quería luchar. Ya no quería seguir. La imagen de aquel joven que tanto apreció y lo hizo reír en ocasiones, convertido en una masa amorfa, lo acosaba, y lo único que podía hacer era dejarse consumir por la rabia y la tristeza.
La muerte ya no le parecía tan aterradora. Lo aterrador era seguir viviendo con la carga de haber fallado.
El sonido de pasos acercándose lo sacó de su aturdimiento. Era el enemigo. Podía escuchar sus voces, la frialdad en su tono mientras discutían, probablemente sobre cómo rematarlo. El corazón de Jungkook latía con una ferocidad que le dolía en las costillas.
Estaba a punto de morir. Lo sabía. Lo sentía.
Y, sin embargo, su cuerpo se negó a rendirse. Sus manos temblorosas buscaron a tientas su rifle, que estaba a unos metros de distancia, pero cuando intentó alcanzarlo, un espasmo de dolor lo paralizó. Los pasos estaban más cerca. El tiempo se agotaba, y con cada segundo, su visión se volvía más oscura. Mientras el enemigo se acercaba, con las armas apuntadas hacia él, Jungkook cerró los ojos y dejó que una única lágrima rodara por su mejilla. No por él, sino por los que dejó atrás.
Celestine se incorporó un poco, apoyándose sobre un codo, mientras lo observaba con creciente inquietud. Lo vio tensarse aún más, su cuerpo moviéndose involuntariamente, como si estuviera luchando con algo que solo él podía ver. Cada gemido que escapaba de sus labios era más desgarrador que el anterior, y su frente comenzaba a brillar con gotas de sudor.
Celestine tragó saliva, su garganta seca. Había algo profundamente inquietante en verlo tan vulnerable, tan perdido en lo que claramente era una pesadilla.
—Jungkook... —susurró, con una mezcla de miedo y preocupación, mientras extendía la mano hacia él.
Sin embargo, no hubo respuesta. En lugar de eso, él continuó con su lucha interna, los músculos de su cuerpo se tensaban a medida que la pesadilla se intensificaba. La preocupación la llenó y, por instinto, le acarició el brazo, esperando que ese simple gesto lo trajera de vuelta. Pero fue un movimiento imprudente.
De repente, Jungkook abrió los ojos de golpe, su mirada desorbitada y llena de terror. El sonido de la respiración acelerada de Celestine no logró filtrarse en su mente confundida. Todavía sentía el peso de las armas apuntándole, el olor a pólvora y sangre quemando su nariz, y los ecos de los disparos resonando en sus oídos. De repente, se encontró allí, en medio de una trinchera, con el enemigo acercándose.
El miedo lo invadió con fuerza, una necesidad visceral de sobrevivir, y la única manera de defenderse era... actuar.
Antes de que pudiera siquiera entender lo que estaba pasando, su cuerpo reaccionó en automático. Un impulso primario lo llevó a levantar la mano con furia ciega. Sin pensar, la tomó por el cuello, apretando con fuerza. La agresividad en su mirada era la misma que tuvo durante esos momentos de combate. Su mente seguía perdida en la lucha, en la desesperación, en la sensación de estar a punto de morir. La desesperación lo envolvía, y no sabía quién era la persona frente a él, solo veía una amenaza.
Celestine no pudo reaccionar de inmediato, el aire le faltó cuando sintió sus manos apretando con fuerza sobre su cuello, y el miedo se apoderó de ella. Pero al mismo tiempo, vio en sus ojos algo más profundo, algo más allá de la furia, algo desgarrador que le hizo entender que no estaba frente al mismo Jungkook que conocía. Era el soldado, el hombre que estuvo bajo el fuego constante, que luchó en la oscuridad, que aprendió a sobrevivir de maneras que ella no comprendía.
—¡No! —gritó asustada, tratando de despegarse de su agarre.
El horror en los ojos de Jungkook era evidente, y en ese momento, él también parecía perderse. En su mente, estaba luchando en un campo de batalla, tratando de escapar de demonios que solo él podía ver. Se dio cuenta de su error casi inmediatamente, como si despertara de un trance, y dejó caer las manos, retrocediendo como si el simple contacto con ella lo quemara.
La sala estaba en un silencio denso, como si el aire mismo hubiera dejado de moverse. Celestine seguía temblando, su respiración entrecortada mientras se apartaba de él, arrastrando la manta con ella. Los recuerdos del instante anterior, tan cercanos a la muerte, como ya pasó antes, la atormentaban. Su mente no podía dejar de revivir la presión de sus manos alrededor de su cuello, la asfixia, el miedo que la paralizó. Pero aún más profundo que el terror, había algo más, algo inexplicable, que se formaba dentro de ella.
El horror de lo sucedido no podía borrar por completo la sensación de que él no era un monstruo. No era el mismo Jungkook que conocía.
Observó cómo ella se alejaba, y en sus ojos, el miedo se transformó en desesperación. Sus recuerdos eran un caos. Todo lo que vivió, todo lo que hizo, todo lo que él había sido parecía invadirlo con una fuerza brutal. Y lo peor de todo: ella estaba alejándose de él, como si lo que vivieron, todo lo sucedido la noche anterior, no significara nada.
Levantó las manos hacia su cabeza y con un grito sofocado, dejó escapar su dolor mientras su cuerpo temblaba violentamente, como si pudiera detener el torbellino de recuerdos que lo ahogaba.
—Perdóname... —susurró, su voz quebrada, como si intentara encontrar una forma de remediar lo que hizo. Cada palabra que salía de su boca le quemaba la garganta, como si no fuera suficiente para sanar lo causado. Sus piernas vacilaban, incapaces de sostenerlo mientras gateaba hacia ella, desesperado por pedir perdón.
Pero Celestine no lo miraba, se apartaba aún más, abrazando sus piernas con miedo, su cuerpo temblando. La distancia entre ellos parecía interminable, y él no sabía cómo hacerla desaparecer. Cada movimiento hacia ella lo llenaba de una angustia insoportable, como si estuviera caminando sobre un campo minado.
No sabía cómo acercarse sin destruir lo poco que quedaba de lo que estaban apenas construyendo.
—Celestine, por favor... —su voz se ahogó en un susurro, repleto de desesperación. El arrepentimiento lo consumía por completo, se sentía pequeño y débil. No quería perder lo que podrían tener. No podía vivir sabiendo que cruzó esa línea, que la puso en peligro otra vez.
Celestine no sabía cómo reaccionar, no podía comprender por qué él hizo eso, por qué cayó en sus recuerdos tan intensos, tan oscuros. El miedo aún se apoderaba de ella, pero en su pecho, una pequeña chispa de compasión comenzó a brotar. No era la primera vez que él enfrentaba esos demonios, pero eso no hacía que fuera más fácil.
—No... No quiero que me toques —su voz tembló, y se alejó aún más, intentando protegerse, intentando encontrar una forma de alejarse de todo el dolor.
Jungkook se detuvo en seco, la mención de no tocarla lo atravesó como una daga. Se quedó allí, inmóvil, el alma hecha pedazos por sus propios remordimientos. Los ojos de Celestine brillaban con una mezcla de miedo y comprensión, y eso solo lo destrozaba más.
—Lo siento tanto —murmuró, su voz más baja, pero la culpa era aún más intensa, llenando el espacio entre ellos. —No sé qué hice. No sé qué me pasó...—su voz se apagó, ahogada por la angustia—. Te juro que nunca quise...
No podía mirarlo más, el dolor en sus ojos la hacía retroceder aún más. Pero en su pecho, la comprensión también luchaba por abrirse paso, una parte de ella entendía lo que él estaba atravesando. Y, al mismo tiempo, la otra parte de ella temía lo que esto significaba.
—¿Qué viste? —preguntó, su voz apenas un susurro. Quería entender, necesitaba saber qué fue lo que lo hizo reaccionar de esa manera.
Jungkook cerró los ojos con fuerza, como si pudiera cerrar sus recuerdos con solo apretar los párpados. La guerra, las explosiones, los gritos, las muertes. Todo lo que vivió estaba ahí, regresando como una marea imparable. Se llevó las manos al rostro, como si pudiera empujar los recuerdos lejos de él, pero no podía.
—No lo sé... —dijo finalmente, su voz temblorosa, casi inaudible. —Vi... cosas que no quiero recordar. Vi la guerra, vi el sufrimiento. Y no sé cómo... No sé por qué reaccioné así. Solo... Mi mente no puede descansar, no puedo escapar.
Lo observaba con la respiración entrecortada. En sus ojos veía algo más que terror: veía el sufrimiento de un hombre marcado por las cicatrices de un pasado que no podía dejar ir. Sin embargo, eso no cambiaba el hecho de que él casi la había matado. La duda, el miedo, seguían ahí, palpitando en su pecho.
A pesar de todo, algo dentro de ella la empujó a acercarse un poco, a reducir la distancia entre ellos. La idea de que él no era solo lo que mostraba en ese momento, que había algo más profundo en su sufrimiento, la hizo avanzar lentamente. Pero el miedo seguía allí, manteniéndola en alerta.
—Yo... Yo también tengo miedo, Jungkook —expresó con voz temblorosa, aunque más suave—. Tengo miedo de ti, tengo miedo de lo que eres... Pero también sé que no eres solo eso.
La miró, y en su mirada se vio reflejado un dolor indescriptible. Sentía que se estaba desmoronando, pero las palabras de Celestine eran un consuelo extraño y angustiante. Sin embargo, el temor de que su tormenta interna lo destruyera por completo seguía siendo más fuerte que cualquier cosa.
Finalmente, tras unos segundos que se sintieron eternos, comenzó a moverse, su cuerpo tembloroso. Se arrastró lentamente hacia ella, como si cada uno de sus movimientos lo costara una eternidad. Sus manos temblaban mientras intentaba acercarse, y su rostro estaba marcado por una angustia que lo desbordaba. Ella lo observó, un nudo de compasión y miedo formándose en su pecho. En su desesperación, comenzó a comprender algo más allá del terror que había sentido minutos antes. La tormenta que vivía dentro de Jungkook no era solo algo físico o una reacción a sus miedos, sino algo mucho más profundo, algo que no podía controlar. El miedo a perder el control de sí mismo, el miedo a que lo que más deseaba —su redención— se le escapara entre los dedos.
—Jungkook... —susurró, la voz quebrada pero con una suavidad que le sorprendió incluso a ella misma. Se apartó ligeramente de la manta, buscando hacerle un poco de espacio, sin que su gesto fuera un rechazo—. Quiero entender. No quiero tener miedo de ti. Pero... no sé cómo hacerlo.
Escuchando sus palabras, se detuvo un momento, con la mirada perdida en el suelo. El gesto de acercarse a ella fue casi instintivo, pero el temor a ser rechazado lo paralizaba. Tenía miedo de seguir adelante, de hacer algo que destruyera cualquier esperanza que pudiera quedarle.
—Yo... no sé cómo pedir perdón. No sé qué hacer... —murmuró, su voz temblorosa. —. Siento que no merezco nada de ti, que... Que todo lo que toco lo destruyo.
Sintiendo la vulnerabilidad en sus palabras, no pudo evitar sentirse atraída por el dolor que él llevaba consigo.
—No te pido que me expliques ahora todo... Solo quiero saber que quieres cambiar, que de verdad quieres que esto funcione —Sus palabras salieron con más fuerza, una declaración que surgió del fondo de su corazón.
La miró con una mezcla de incredulidad y alivio. No estaba seguro de si realmente lo perdonaría, pero las palabras de Celestine eran un faro de esperanza que iluminaba la oscuridad que él mismo creó. En ese instante, entendió que tal vez había algo que aún valía la pena, algo que podía salvarse si ambos lo intentaban.
Se acercó un poco más, tembloroso, pero ya no estaba buscando una forma de escapar de su dolor, sino de encontrar algo que los uniera, aunque fuera una pequeña chispa. La tensión en el aire comenzó a disolverse lentamente, pero Jungkook seguía sintiéndose abrumado por el arrepentimiento. Sin poder contenerse más, la atrajo hacia él, envolviendo sus brazos alrededor de su cuerpo con una desesperación palpable.
—Lo siento tanto, Celestine —susurró, su voz temblando mientras la apretaba contra su pecho. Su corazón latía con fuerza, cada golpe resonando con el peso de sus palabras—. No quería asustarte. No quería hacerte daño.
Celestine sintió la calidez de su cuerpo y la fuerza en su abrazo. A pesar del miedo que sintió momentos antes, ahora solo podía percibir la vulnerabilidad que emanaba de él. La sensación de ser sostenida de esa manera le transmitía una seguridad profunda, como si él estuviera luchando contra sus propios demonios para protegerla.
—Está bien... —susurró, acariciando su espalda con una mano—. Sé que no fue intencional. Debes haber vivido cosas terribles.
—Tú no merecías eso, nunca... —su voz se quebró mientras ella lo sostenía con ternura—. He vivido y hecho cosas horribles, y aún las cargo. A veces, en mis sueños, vuelven a mí y no sé cómo manejarlo. Te prometo que intentaré hacerlo mejor.
—No tienes que cargar todo eso solo. Tienes que dejarlo salir, compartirlo. Estoy aquí para escucharte.
Levantó la vista hacia ella, la mirada llena de tormento pero también de gratitud. Sus ojos, oscuros y profundos, reflejaban una mezcla de emociones que iban desde la culpa hasta una chispa de esperanza.
—No sé si alguna vez podré superar todo esto —La frustración en su tono era evidente, pero el abrazo de Celestine le daba una sensación de estabilidad que no había experimentado en mucho tiempo—. Pero tenerte aquí, saber que no estoy solo, eso significa más de lo que puedes imaginar.
Celestine sonrió con dulzura, sintiendo que su corazón se abría a él.
—Puedo intentar ayudarte a enfrentarlo.
Jungkook se sintió un poco más aliviado, pero la lucha interna seguía latente. Su mente continuaba divagando entre sus recuerdos dolorosos, pero el calor de Celestine y su apoyo comenzaban a proporcionarle una pequeña chispa de luz en medio de la oscuridad.
—Eres increíble. No sé qué hice para merecerte, pero no quiero perderte por mi mierda.
Con esas palabras, la rodeó de nuevo con sus fuertes brazos, hundiendo su rostro en su cabello. El aroma de su piel, mezclado con la fragancia de su champú, lo envolvía y le brindaba una sensación de paz que tanto necesitaba. Era un recordatorio tangible de que ahora había algo real y bello en su vida, algo que podía aferrarse.
Celestine lo sintió, el latido de su corazón golpeando rítmicamente contra su pecho, y sonrió mientras cerraba los ojos, sintiéndose más segura en sus brazos. En ese momento, la conexión entre ellos se sentía más fuerte que nunca, como si sus almas se entrelazaran a través de la comprensión y la vulnerabilidad compartida.
—No te preocupes por eso ahora. Vamos a enfocarnos en sanar.
Respiró hondo, dejando que sus palabras lo tranquilizaran. Sabía que el camino por delante no sería fácil, pero en la compañía de Celestine, la posibilidad de un futuro más brillante se volvía un poco más tangible.
—Gracias, Celestine. Realmente creo que eres un rayo de luz en mi vida.
Mientras permanecían abrazados, el silencio se llenó de un entendimiento profundo y un compromiso silencioso. En medio de sus luchas personales, encontraron un refugio el uno en el otro, y poco a poco, comenzaron a construir un puente entre sus corazones heridos.
Jungkook sintió que el momento de calma que compartían comenzaba a desvanecerse cuando, al mirar por la ventana, vio cómo la luz del día se filtraba a través de las nubes. Sabía que tenían que regresar a la ciudad, pero no quería arruinar lo que estaban sintiendo.
—Celestine... —comenzó, su voz un poco más grave, como si las palabras le costaran salir. —Tenemos que volver hoy. Sawyer...
Al escuchar su nombre, se aferró más a él, sintiendo una punzada de ansiedad en su pecho. Subió la pierna sobre su cadera, queriendo estar aún más cerca, disfrutando de la calidez de su cuerpo.
—No quiero volver. Quiero quedarme aquí contigo, unos días más. Solo tú y yo.
Jungkook sintió un escalofrío recorrer su cuerpo por la cercanía de ella, el calor de su pierna presionándose contra su cadera. La mezcla de deseo y preocupación se agitó dentro de él.
—Sé que es tentador —intentó mantener la voz neutral mientras su mirada se encontraba con la de ella—. Pero Sawyer necesita que estemos allí, y no podemos ignorarlo.
—No me importa. Solo quiero estar aquí, así, contigo.
Las palabras lo golpearon como un rayo, y sintió cómo la tensión comenzaba a llenar el espacio entre ellos. La presión de su pierna contra su cadera lo hacía consciente de lo mucho que deseaba estar más cerca, de la forma en que la deseaba como si lo de anoche no le hubiera bastado. Su corazón comenzó a latir con más fuerza, y su mente luchaba entre el deseo y la responsabilidad.
—Tú... —comenzó, pero las palabras se le ataron en la garganta. En lugar de eso, se inclinó hacia ella, su rostro apenas a centímetros del de ella. Su respiración se entrelazaba, creando una conexión intensa que lo hacía querer ignorar todo lo demás.
—Es solo un par de días más, Jungkook. ¿No quieres eso?
—Quiero que me entiendas. Sawyer necesita que estemos en la ciudad.
Celestine lo miró con un fuego que lo dejaba sin aliento, sus ojos destilando desafío y una necesidad desesperada.
—No me importa, Jungkook —Sus palabras eran un susurro seductor, y cada sílaba lo envolvía más en el deseo que sentía por ella.
Jungkook se mordió el labio, sintiendo cómo la lucha interna se intensificaba. La cercanía de Celestine, el aroma de su piel, la forma en que su cuerpo se arqueaba hacia él lo volvían loco. A pesar de su resistencia, había algo en la forma en que lo miraba, en cómo su piel brillaba con la luz del día, que lo llamaba a perderse en ella una vez más.
—Celestine, por favor... —su voz tembló, revelando la debilidad que intentaba ocultar—. Esto no es lo que necesitamos ahora.
—Quiero estar contigo, aquí, ahora —confesó, su aliento caliente contra su piel, y Jungkook supo que estaba en problemas. Lo estaba llevando al límite, y él podía sentir cómo su autocontrol comenzaba a desgastarse, como si cada palabra suya fuera una invitación a caer en su trampa.
—¿Por qué me haces esto...?
Pero mientras decía eso, su cuerpo no respondía a la lógica. La forma en que ella lo miraba, la manera en que su pierna lo aprisionaba, lo estaba volviendo loco. La necesidad de sentirla nuevamente, de perderse en su calor, era más fuerte que su voluntad de resistirse.
—¿Por qué no? —insistió, acercándose aún más, sus labios casi tocando los de él—. Dame una razón.
Fue un desafío que Jungkook no pudo ignorar. Su mano se deslizó por su costado, la piel de ella ardía bajo su toque, y no pudo evitar inclinarse hacia adelante, capturando sus labios en un beso profundo y desesperado. Era un beso que hablaba de todo lo que no podían decir, una fusión de deseos reprimidos y ansias. Sintió cómo el deseo lo consumía mientras se entregaba a la pasión de ese momento. La presión de su pierna contra su cadera, la forma en que sus cuerpos se encajaban a la perfección, lo llenaba de una necesidad que no podía ignorar. Cada roce, cada gemido de Celestine lo llevaban más cerca del precipicio, y sabía que no podría detenerse.
—No quiero que esto termine —susurró Celestine entre besos, su voz llena de desesperación.
—Yo tampoco...
Mientras la tensión aumentaba, Jungkook sabía que, aunque no podían quedarse más días, podía dejarse llevar por la innegable atracción y perderse en la intimidad de ese momento.
Sintió la humedad de ella, un indicio inconfundible de su deseo, y la voracidad dentro de él se encendió como un volcán a punto de estallar. Su mirada se tornó intensa, casi feroz, mientras contemplaba a Celestine, tan hermosa y vulnerable, que se mordió el labio, una sonrisa traviesa asomándose en su rostro mientras lo miraba con esos ojos llenos de deseo, un brillo travieso que desnudaba su alma.
—Quiero sentirte, Jungkook.
—Si sigues así, me vas a matar —expresó, sintiendo cómo su autocontrol se desvanecía rápidamente.
La urgencia era abrumadora, el deseo era un monstruo insaciable que reclamaba ser alimentado. Sin dudarlo, la tomó de la cintura con una firmeza posesiva y la colocó suavemente sobre él, haciéndola sentir su cuerpo ardiente contra el suyo. La proximidad, el calor compartido, era como un fuego que amenazaba con consumirlos.
—Si quieres sentirlo, muévete tú —su voz salió baja y ronca, cargada de una mezcla de posesividad y deseo. La forma en que la desafiaba lo llenaba de adrenalina, y sabía que estaba al borde de la locura. Su pecho se alzaba y caía, palpitante, al ritmo de la necesidad que crecía entre ellos.
Celestine, sintiendo la electricidad en el aire, tomó su miembro grueso con una mano temblorosa de anticipación. Guiándose por el impulso de la necesidad, comenzó a introducirlo lentamente en ella, sintiendo cómo su cuerpo se ajustaba al de Jungkook, como si estuvieran hechos el uno para el otro.
—Así... —jadeó, su voz un hilo de emoción mientras lo miraba a los ojos, encontrando en ellos un fuego que la consumía. La mirada de Jungkook, cargada de deseo, le hacía sentir aún más viva. Con cada movimiento que hacía, la chispa de su deseo crecía, convirtiéndose en un fuego voraz que devoraba cualquier rastro de lógica.
Gruñó mientras sus manos se aferraban a sus caderas. Cada movimiento de Celestine provocaba una oleada de sensaciones, un fuego que amenazaba con consumirlo por completo. La desesperación se apoderaba de él, y la forma en que su cuerpo se arqueaba, como una obra de arte, solo intensificaba su deseo.
Ella se sintió atrapada entre el placer y la necesidad de más. La presión de su cuerpo contra el de él la llenaba de una euforia indescriptible. Se movía con más fuerza, dejando que la pasión la guiara. Jungkook, sintiendo cada centímetro de su ser, no pudo evitar la necesidad de empujarla más profundo, encontrando el ritmo perfecto entre ellos.
—Cada vez que te mueves así... me vuelvo loco —jadeó, su voz rasposa mientras observaba cómo Celestine controlaba el ritmo. Su cuerpo se tensaba a cada embestida, incapaz de resistir el calor que se desbordaba entre ellos. La sensación de su cuerpo encima del suyo lo volvía vulnerable, pero a la vez lo quemaba de una manera que no podía evitar.
—¿Te gusta verte tan perdido? —susurró, su respiración entrecortada mientras aumentaba el ritmo. Sus caderas se movían con una confianza desafiante, disfrutando de la reacción de él. Cada movimiento era una respuesta a su deseo, una danza peligrosa que la hacía sentir poderosa y sin límites.
—Tu cuerpo, Celestine... Me tiene completamente enloquecido.
Apretó los dientes al sentir el control que ella tenía sobre el ritmo. Sus manos intentaban aferrarse a algo, pero el placer lo estaba desbordando. Cada movimiento que ella hacía lo acercaba más al borde, y no podía dejar de admirar cómo se movía, cómo lo poseía.
—¿No puedes soportarlo? —indagó, su mirada desafiando la de él mientras aumentaba la intensidad. La forma en que sus caderas chocaban contra las de él le otorgaba un poder absoluto, y le gustaba saber que lo tenía así, totalmente a su merced. Lo controlaba, lo conducía por un abismo del que no quería salir.
—No es que no pueda... Es que me haces perder el control —confesó.. La necesidad de tenerla más cerca, de no perder ni un solo segundo, lo estaba consumiendo.
—Entonces suéltate, Jungkook... —su tono fue desafiante, mientras su cuerpo no dejaba de moverse con una fuerza y un ritmo que lo volvían loco. Sabía lo que provocaba en él, y eso la excitaba aún más.
El control de Jungkook se desvaneció. Su cuerpo, atrapado bajo el suyo, ardía con un deseo insaciable, pero no era suficiente. Necesitaba más, la quería completamente, y no podía soportar la forma en que la veía disfrutar del control. En un arranque de furia, sus manos se aferraron a sus caderas con brutalidad, empujándola hacia abajo con una fuerza que la hizo gemir.
—No te atrevas a detenerte... —advirtió entre dientes, su voz áspera, dominada por un deseo violento.
Sin esperar respuesta, la levantó un poco, tirando de su cuerpo hacia el suyo. La agarró con fuerza, cada movimiento más rápido, más exigente. El sofá crujía bajo su peso mientras sus caderas chocaban con las de ella, llevándola con una velocidad salvaje que no le daba tregua.
Celestine, completamente absorbida por la intensidad de su brutalidad, no podía evitarlo. La combinación de placer y control sobre él despertaba una necesidad aún mayor en ella. Con un grito de desafío, se inclinó hacia él y mordió su cuello con fuerza, casi como un acto de posesión, una marca que dejaba claro que también tenía poder sobre él, que soltó un gruñido bajo, sintiendo el dolor y la excitación mezclarse en su piel. La mordida, lejos de detenerlo, solo lo encendió más. Con un movimiento agresivo, la sujetó por la nuca, controlando el ángulo en el que se movían, empujándola hacia él con tal fuerza que casi perdió el aliento. El ritmo se volvió frenético, cada embestida más profunda, más furiosa. Sus ojos ardían de deseo mientras la veía moverse sobre él, su cuerpo tan apretado, tan perfecto contra el suyo.
Quería marcarla, reclamarla de una manera salvaje que no dejara espacio para nada más.
Completamente desbordado por el deseo y la necesidad de control, no pudo evitar moverse con más violencia, cada golpe de sus caderas buscando consumirla. Sentía su cuerpo tensarse contra el de él, cada suspiro y gemido de Celestine alimentaba aún más su frustración y hambre. Sin decir una palabra, y con una velocidad casi desesperada, alzó la mano que estaba en la cadera de ella para introducir dos dedos en su boca, sin dar espacio para que pudiera reaccionar. La sensación de su lengua contra sus dedos le hizo perder el aliento por un momento, pero la urgencia en su interior no le permitió disfrutar del momento. La apretó con más fuerza, no solo como una forma de control, sino también como una manera de marcarla, de dejar claro que no había vuelta atrás.
—Chúpalos —ordenó con voz rasposa, el tono lleno de una autoridad salvaje. Mientras sus dedos se movían lentamente dentro de su boca, su otra mano empuñaba con más fuerza su cabello, controlando cada movimiento de su cuerpo.
Celestine, sorprendida pero excitada por su acción, no pudo evitar cerrar los ojos por un momento, disfrutando de la fuerza de su control. El deseo en sus ojos no dejaba espacio para la duda. Su lengua recorrió sus dedos, su boca cerrándose alrededor de ellos de forma sensual y desafiante, mientras sus caderas seguían moviéndose sobre él, imparable, buscando una entrega total.
Jungkook la observaba con una intensidad casi peligrosa, cada uno de sus movimientos siendo calculados, casi como si estuviera disfrutando de la forma en que su sumisión lo excitaba. Pero en el fondo, sabía que estaba perdiendo el control por completo, que ya no era él quien guiaba, sino que ambos estaban arrastrándose hacia un abismo que ninguno de los dos quería evitar. Incapaz de soportar más la tensión en su cuerpo, retiró los dedos de su boca con un movimiento brusco, dejando escapar un suspiro profundo. Apenas hubo tiempo para un respiro antes de que la empujara aún más hacia su cuerpo mientras la embestía con fuerza. Su respiración se volvió errática y rápida, su cuerpo tensándose cada vez que sentía el roce de sus caderas contra las suyas.
Pero no fue suficiente. No podía conformarse solo con sentirla encima de él. Su mano con los dedos húmedos por ella, se deslizó rápidamente hacia su entrepierna, empujando los dedos hacia su centro de forma directa, encontrando la humedad que lo volvía loco. Con un movimiento experto, comenzó a frotar sus dedos con firmeza en su intimidad mientras la embestía con cada vez más violencia, su cuerpo empujándola hacia atrás con la misma fuerza que el deseo lo arrastraba.
Celestine, atrapada entre su control y la intensidad de la sensación, cerró los ojos, sintiendo la combinación de su penetración profunda y la presión de sus dedos. Sus caderas se movían al unísono, como si el placer estuviera por estallar en cada centímetro de su cuerpo. El roce de sus dedos y su ritmo imparable la llevaron a un estado de frenesí, un torbellino de sensaciones que no podía detener.
—Esto es lo que quieres, ¿verdad? —gruñó, su rostro lleno de necesidad y posesión, mientras aumentaba la velocidad de sus movimientos, tanto con sus dedos como con sus caderas. Sentía cómo ella respondía, cómo su cuerpo temblaba bajo el suyo, y cómo cada embestida se sentía más profunda, más exigente.
—¡Es... demasiado! —su voz salió rota, un grito ahogado que apenas lograba escapar entre gemidos incontrolables. Su cuerpo se sacudía violentamente sobre él, incapaz de procesar la intensidad—. ¡No... puedo...! —intentó hablar, pero las palabras se deshacían en jadeos, apenas audibles, como si todo su ser estuviera a punto de explotar de placer. Cada embestida la hacía perder más el control, dejándola sin aliento y sin poder pensar.
La observó, sus ojos oscuros fijos en ella, disfrutando cada segundo al verla completamente perdida, su cuerpo retorciéndose en un tormento de sensaciones. Sintió un placer animal al ver cómo la quebraba, cómo su cuerpo no podía más pero se entregaba igualmente, sin poder escapar.
—Te sientes... tan bien, Celestine... —gruñó, su voz grave y llena de deseo. Su rostro se acercó al suyo, respirando pesadamente sobre sus labios
Celestine, luchando por no perderse completamente en el éxtasis, sus manos se aferraron a su pecho mientras sus caderas chocaban contra las de él. No podía detenerse, no quería detenerse. Completamente absorbido por la necesidad de estar más cerca de ella, aumentó el ritmo de cada caricia en el clítoris que parecía hacerla temblar más, sus caderas respondiendo al impulso de su tacto mientras la sobreestimulación la arrastraba a una espiral de sensaciones intensas. Su cuerpo, tan sensible a cada toque, alcanzaba un nivel de frenesí en el que ya no podía diferenciar la necesidad de la desesperación.
Estaba atrapada en ese torrente de emociones, sentía que su cuerpo estaba al borde de la explosión. Los dedos de Jungkook se movían con rapidez y precisión, mientras su cuerpo se movía con él, desesperado por alcanzar algo más, algo que la desbordara por completo. Su respiración se volvía cada vez más irregular, su mente nublada por la intensa corriente de placer que la envolvía.
—¿Lo sientes? —la intensidad de su propia necesidad estaba reflejada en su voz. La presión en su interior creció, sintiendo cómo ella respondía a cada movimiento, a cada toque.
Celestine, al borde de la locura mientras gritaba ahogado, sintió cómo el líquido se liberaba de ella en un torrente, su cuerpo temblando violentamente bajo la presión de los dedos de Jungkook. El placer se desbordó, un chorro intenso que empapó sus cuerpos, envolviendo todo en una atmósfera de humedad y calor. Ella apenas pudo mantener el control, sus caderas siguiendo el ritmo en un vaivén que parecía llevarla aún más lejos. El sonido de sus respiraciones entrecortadas, el eco de su propio clímax, se mezcló con el de Jungkook, que sintiendo cómo ella se desbordaba, no pudo contenerse más. Con una última y profunda embestida, su cuerpo convulsionó mientras gruñía y se derramaba en su interior, una oleada de calor y liberación que lo dejó temblando junto a ella, ambos envueltos en una sensación de absoluto abandono.
Los dos permanecieron un momento sin moverse, el aire cargado de la atmósfera que ellos mismos crearon. El sudor recorría sus cuerpos, pero era la mezcla de sus fluidos la que los unía de manera más profunda, más inquebrantable. La conexión que compartían no era solo física; había algo más, algo que iba más allá de las sensaciones del cuerpo, algo que los marcaba por completo.
(...)
El coche avanzaba lentamente por la carretera, y el silencio entre Celestine y Jungkook era abrumador. La modelo observaba el paisaje pasar, tratando de procesar todo lo que sucedió en el chalet, y especialmente lo que surgió entre ellos. Su corazón estaba dividido y confuso.
—¿Qué vamos a hacer ahora? —Jungkook rompió el silencio, con voz serena, pero en su tono había una clara preocupación.
Celestine sintió que el nudo en su estómago se apretaba. La noche anterior y esta mañana fueron intensas; hubo momentos de cercanía y pasión, pero eso no significaba que supiera lo que quería.
—No lo sé, Jungkook. Todo ha sido muy rápido.
—Entiendo que sea complicado, pero necesitamos hablar de esto —asintió, manteniendo su mirada en la carretera—. ¿Qué hay de Jimin? Él estuvo en tu vida antes de mí, y no puedo ignorar que sigue apareciendo.
Las palabras resonaron en su mente. Intentó dejar atrás a Jimin, pero su presencia la seguía atormentando y más porque volvió a buscarla hacía tan solo unas horas.
—Él... es del pasado. No debería importarle a nadie, y menos a ti.
—Pero sí me importa. Te llamó anoche, y eso me afecta. No puedo evitarlo.
Celestine sintió que su corazón se aceleraba. La verdad era que, a pesar de sus esfuerzos por cerrar ese capítulo, su obsesión con Jimin la mantenía en un limbo.
—Lo sé... Pero no sé qué quiero. Lo de nosotros ha sido tan intenso en tan poco tiempo. No estoy lista para esto.
—Solo quiero saber si quieres seguir adelante o si prefieres quedarte atrapada en el pasado —aclaró, mirando hacia ella, la preocupación dibujada en su rostro—. No estoy dispuesto a ser una opción temporal.
Sus palabras la hicieron sentir vulnerable. En ese momento, la incertidumbre la abrumó. Disfrutó de la conexión que compartieron, pero la sombra de Jimin aún la mantenía atada.
—No estoy segura de nada. Ayer fue... diferente. Pero eso no significa que sepa cómo seguir.
—Te estoy dando espacio, pero debes ser honesta contigo misma —asintió lentamente, como si estuviera procesando su respuesta—. No quiero presionarte. Estoy aquí porque me importas, pero no quiero ser solo una distracción.
—No sé si estoy lista para dejar atrás a Jimin o si quiero lo que estamos construyendo —confesó, sintiéndose aún más perdida.
—Entonces, tomémonos un tiempo para pensarlo. No hay prisa —aseguró, su tono más suave ahora—. Pero también necesitamos ser claros sobre lo que significa todo esto para nosotros.
El silencio volvió a instalarse entre ellos, pero esta vez no era tenso. Era un espacio en el que ambos podían reflexionar sobre lo que estaba sucediendo en sus vidas. Celestine sabía que tenía que enfrentarse a sus sentimientos y a su relación con Jimin para poder ver el camino que quería tomar con Jungkook.
Sin embargo, a medida que el auto se acercaba a la ciudad, una sensación de decepción se apoderó de Jungkook. Creyó que lo que pasó —el sexo, las confesiones, la cercanía— era real, que ambos compartían los mismos sentimientos. Pero al ver la incertidumbre en los ojos de ella, sintió que todo lo que construyó en tan poco tiempo se desmoronaba. La angustia en su pecho se intensificó. Se dio cuenta de que, aunque abrió su corazón después de tanto tiempo, ella aún estaba atrapada en el pasado.
¿Era posible que lo que sintió no hubiera sido más que un momento fugaz para ella? La idea de ser solo una distracción le dolía, pero sabía que no podía forzarla a tomar una decisión.
Mientras la ciudad se iluminaba ante ellos, se sintió otra vez solo a pesar de la cercanía de Celestine. La mezcla de deseo y decepción lo invadía, dejando una herida abierta en su corazón. Tenía que dejar que ella decidiera su propio camino, pero la incertidumbre pesaba sobre él.
(...)
El ambiente en la oficina era tenso y cargado de un silencio incómodo. Celestine y Jungkook regresaron a la rutina diaria después de la intensa conexión que compartieron en el chalet. Sin embargo, esa cercanía parecía más frágil que nunca. Cada uno luchaba con sus propios pensamientos y sentimientos, y la electricidad que había entre ellos ahora se sentía como una barrera invisible que no podían atravesar.
Jungkook observaba a Celestine desde su escritorio, sintiendo cómo su pecho se oprimía al verla. Ella se movía entre los empleados con una sonrisa que no llegaba a sus ojos, intentando aparentar normalidad. Pero él sabía que había algo más. La conversación que tuvieron días atrás al regresar, junto con los momentos que compartieron en la intimidad, lo dejaron esperando que su relación evolucionara de alguna manera.
El sonido de las puertas de vidrio de la oficina se abrió de golpe, y Sawyer entró con una expresión de seriedad que hizo que el ambiente se volviera aún más tenso. Su presencia era inconfundible, y todos se detuvieron al instante. Celestine sintió un nudo en el estómago, temiendo que su momento de vulnerabilidad se convirtiera en un espectáculo público.
—Celestine, tenemos que hablar —informó, su tono directo y sin adornos, como si supiera que sus palabras tendrían un impacto.
Se sintió pequeña bajo la mirada intensa de su manager, que se centraba exclusivamente en ella.
—He notado que has subido de peso, y eso no es aceptable si quieres seguir trabajando en la pasarela —continuó, su voz resonando en la sala con una frialdad que caló hondo en el corazón de Celestine.
Las palabras de él fueron como un puñetazo en el estómago. La humillación la invadió de inmediato, y sintió cómo la sangre se le subía a las mejillas. La mirada de Jungkook se volvió más tensa, sus ojos destilando una mezcla de preocupación y rabia. Se movió ligeramente en su asiento, como si estuviera a punto de levantarse, pero se contuvo, consciente de que la situación requería cautela.
—Tienes que controlar las calorías —recalcó impasible—. Si no lo haces, no puedo garantizar tu lugar en la próxima pasarela.
Se sintió acorralada. La presión del mundo de la moda, junto con el desdén de Sawyer, se combinó con la lucha interna que tenía con sus propios sentimientos por Jungkook. Miró brevemente a su alrededor, buscando apoyo, pero todos parecían distraídos, como si evitaran el contacto visual. La mirada de su guardaespaldas, sin embargo, permanecía fija en ella, intentando transmitirle un mensaje silencioso de aliento.
—Lo haré, estoy trabajando en ello —se esforzó por mantener su voz firme, aunque cada palabra se sintió como un eco de su inseguridad.
Sawyer asintió, pero su expresión seguía siendo escéptica.
—Recuerda que hay otros métodos además del ejercicio —comentó, su mirada cargada de implicaciones. Había algo en su tono que la hizo sentir aún más incómoda, una insinuación que la llenaba de desasosiego.
—No, no quiero usar esos métodos —negó con determinación, aunque su voz temblaba ligeramente. La idea de recurrir a atajos la llenaba de ansiedad, como si estuviera traicionando algo más profundo en su interior.
—Está bien, pero recuerda que si decides ejercitarte, no puedes hacerlo de manera excesiva. No quiero que te lastimes por intentar recuperar el tiempo perdido —advirtió, claramente molesto—. Pero tú sabes que necesitas algo más que ejercicio.
Al verlo marchar, se sintió atrapada entre su deseo de cumplir con las expectativas de Sawyer y su propia imagen reflejada en el espejo. No quería que su vida siguiera en esa obsesión por encajar en un molde, pero la presión era intensa. Y mientras pensaba en esto, la rabia y la tristeza se apoderaron de ella.
—Voy a cambiarme para hacer ejercicio —anunció, evitando mirar a su guardaespaldas y centrándose en salir de la situación. La sensación de vergüenza la abrumaba, y necesitaba un respiro.
Jungkook, que había estado en silencio, se levantó al instante, saliendo detrás de ella, su mirada intensa y preocupada, tomándola de forma delicada de la muñeca.
—Celestine, espera. No dejes que lo que dijo Sawyer te afecte así.
Levantó la vista, sorprendida por la intensidad de su mirada. La calidez que sentía al mirarlo era un bálsamo para su herida, pero al mismo tiempo, la confusión la mantenía atrapada. No podía identificar claramente lo que sentía por él.
—No puedo quedarme aquí —murmuró, sintiéndose a la vez avergonzada y ansiosa por encontrar una solución a su conflicto interno. Necesitaba demostrar que podía cumplir con las expectativas que se imponía.
—Tienes que darte un respiro —insistió, dejando caer su mano, pero sin apartar su mirada de ella—. Lo que importa es cómo te sientes contigo misma, no lo que digan los demás.
Él no podía evitar preguntarse si había algo que pudiera hacer para ayudarla, para mostrarle que su peso no definía su valía, ni su atractivo. Pero en ese momento, la distancia que se estaba creando entre ellos era dolorosamente evidente.
Mientras que en ella las palabras de Jungkook resonaron en su mente, llenándola de un leve alivio. Sin embargo, la voz de su manager aún retumbaba en sus oídos. La presión de su carrera la aplastaba y las emociones que sentía por su guardaespaldas la confundían aún más.
—Voy a hacer ejercicio.
—No tiene que ser así. No tienes que demostrar nada a nadie...
A pesar de su deseo de quedarse y escuchar, sabía que no podía. Se sentía demasiado vulnerable y aún herida por lo de Sawyer.
—No me importa, tengo que hacerlo. Voy a salir a correr —recalcó, como una forma de zafarse de la tensión que le apretaba el pecho—. Charles me acompañará.
El simple hecho de mencionar ese nombre provocó una reacción inmediata en él. Como un resorte, su cuerpo se tensó, y un aire pesado de control comenzó a envolver la habitación. Celestine notó cómo sus ojos se estrechaban, como si estuviera analizando cada palabra, cada gesto. A lo lejos, parecía que su mente se desplazaba por una ruta completamente distinta, y ella no podía escapar de la sensación de que él estaba buscando algo que no podía ver.
—¿Charles? —su voz salió baja y calculadora. No había enfado, pero sí algo más: una alerta peligrosa, casi como si estuviera evaluando una amenaza invisible—. No. Yo iré contigo.
Frunció el ceño, sorprendida por la rapidez de su respuesta. Jungkook siempre fue protector, hasta cuando no se soportaban, pero esta insistencia la estaba comenzando a incomodar. Intentó mantener la calma, convencida de que podía manejar la situación.
—No es necesario —negó, su tono un poco más bajo de lo que quería. Sintió un nudo en el estómago mientras hablaba, como si algo en ella empezara a derraparse—. Charles ha estado conmigo varias veces y desde antes de que llegaras. No hay ningún peligro. Solo voy a correr por el parque, por eso vendrá conmigo.
Jungkook no se movió, pero la rigidez en su postura era visible, como si estuviera calculando cada movimiento a su alrededor. Su mirada estaba fija, y sus palabras, aunque calmadas, llevaron consigo un peso abrumador.
—No importa si crees que no hay peligro. Mi trabajo es mantenerte a salvo, Celestine. Y no confío en que nadie más lo haga.
Ella sentía cómo el ambiente se cargaba con algo más que solo su conversación. No solo estaba protegiéndola, estaba controlando la situación, y eso no se debía solo a su trabajo. Algo en su ser se aferraba a esa necesidad de estar siempre alerta, de controlar todo, como si cualquier grieta en su muro pudiera llevar al desastre.
—Jungkook, es solo correr —dijo con un esfuerzo, tratando de imponer su lógica sobre la invasión de su espacio—. No tienes que estar también ahí cuando Charles puede manejarlo
—No puedo dejar que alguien más se encargue de esto. No cuando no puedo estar seguro de que todo va bien —su respuesta fue casi inmediata, con una rapidez que la dejó sin palabras, ya que su tono fue tan firme que ya no cabía duda: estaba hablando de algo más profundo, algo que iba más allá de la protección. Sabía que Jungkook fue entrenado en situaciones extremas, que su vida fue una serie de instantes de incertidumbre y peligro constante.
Su necesidad de control no era solo profesional, era vital para él.
—¿Sabes lo que es vivir bajo la constante presión de no saber cuándo algo puede ir mal? —La pregunta salió de su boca casi como un gruñido, lleno de tensión—. Mi trabajo no es solo decidir si hay peligro. Es estar preparado para que todo salga mal en cualquier momento, en cualquier lugar. Y no, no me voy a relajar y dejar que te pase algo porque yo no estuve ahí.
Las palabras la hicieron retroceder, aunque no físicamente. Sentía el peso de sus palabras, de la historia no contada en ellas, de un hombre que vivió en un mundo donde la seguridad nunca estaba garantizada. Lo que él no decía era tan evidente como lo que sí expresaba: había una parte del exmilitar que no podía dejar de estar alerta, no podía dejar de controlar, porque el miedo a perder el control era más grande que cualquier otra cosa.
La rubia levantó la mano, tratando de calmar el torbellino que se estaba formando entre ellos.
—No necesitas hacer todo esto. No eres responsable de cada paso que doy, porque también tengo mis capacidades. Puedo cuidarme sola.
—No se trata de eso — La reacción fue casi instantánea, y su tono se volvió más acerado, como si cada palabra fuera una defensa ante algo que no podía controlar—. Se trata de no dejarte vulnerable —aclaró, con una firmeza casi brutal, sus ojos mostrando una intensidad que no dejaba lugar a dudas. Esto no solo era su trabajo. Era una necesidad interna—. No puedo dejarte sola con alguien más y asumir que todo estará bien. No sé qué pasaría si no estuviera ahí.
—No siempre tienes que estar encima de mí. No es saludable —expresó en un tono bajo, pero lleno de una mezcla de frustración y cansancio. Sabía que era un tema delicado, pero su paciencia se estaba agotando.
—No me importa si es saludable o no —la miró fijamente, pero había algo diferente en su expresión, algo que rozaba la vulnerabilidad. Sin embargo, su tono no cambió: se mantenía inquebrantable—. No puedo arriesgarme a que algo te pase. No después de todo lo que he vivido. No puedo.
El silencio que siguió entre ellos fue pesado, y Celestine, agotada por la intensidad emocional de la conversación, solo pudo suspirar, rendida ante su obstinación.
—Está bien. —aceptó con voz cansada—. Pero no pienses que esto cambia algo.
Jungkook no respondió de inmediato, pero su mirada permaneció fija en ella. No era una victoria para él, ni un alivio. Era simplemente lo que necesitaba hacer, lo que no podía evitar hacer.
—Lo cambia todo, Celestine. —su tono, aunque bajo, dejó claro que su insistencia no era solo control, sino una necesidad de proteger lo que ahora más le importaba.
Giró sobre sus talones, incapaz de mantener la mirada, mientras su mente continuaba procesando la conversación, el peso del control y la hipervigilancia de Jungkook. Pero sabía que, a pesar de todo, algo en él cambió, aunque no fuera lo que ella esperaba.
Cuando se dio la vuelta, Jungkook sintió que su corazón se hundía aún más. La tensión entre ellos estaba presente, un hilo delgado que se estiraba cada vez más. La incertidumbre sobre su relación y los desafíos que enfrentaban parecían más grandes que nunca.
(...)
Mientras avanzaba por la acera, el coche del chófer la seguía a una distancia prudente, un recordatorio constante de que no estaba sola. Aunque parecía una tarde tranquila, Celestine no podía evitar la sensación de estar siendo observada. El aire fresco le acariciaba el rostro, y los latidos de su corazón comenzaban a sincronizarse con el ritmo de sus pasos. Su mente, aunque centrada en correr, no podía dejar de divagar entre la tensión con Jungkook y la presión que sentía por su carrera. Las palabras de Sawyer resonaban en su cabeza, pero aún más lo hacía el recuerdo de Jimin, su sonrisa encantadora, y el momento fatídico que los llevó a esa situación.
El parque, amplio y solitario, ofrecía una breve escapatoria del ajetreo de su vida pública, por lo que eligió una ruta apartada, rodeada de árboles frondosos. Necesitaba espacio, quería estar lejos de las miradas curiosas, de las cámaras que siempre la acechaban. Era su momento para despejar la mente, algo que no lograba hacer en ningún otro lugar.
A medida que corría, se fue adentrando cada vez más en el parque. Al principio, el camino era una simple senda pavimentada, pero a medida que avanzaba, decidió tomar un desvío hacia un sendero más estrecho, uno que estaba destinado solo para peatones y ciclistas, cruzando debajo de un puente de piedra que sumía momentáneamente el área en sombras. Ese camino se alejaba aún más de la ruta principal, y con ello de la vigilancia discreta de su chófer y guardaespaldas.
El coche, que la había seguido a distancia durante varios minutos, no pudo continuar más allá. El acceso al sendero estaba bloqueado por una cerca baja, lo que obligó al chófer a detener el vehículo a unos metros de donde ella se encontraba. Dentro del coche, Jungkook observaba a Celestine desde la ventanilla, su mirada fija en cada uno de sus movimientos mientras ella se adentraba en la tranquilidad del parque. La presencia del coche y la distancia entre ellos no lograron hacerla sentir menos observada. Al contrario, sabía que la vigilaba como un halcón desde allí, controlando cada paso, cada giro que ella daba. Había algo inquietante en la forma en que no perdía de vista su figura.
Jungkook, en el interior del coche, no dejaba de analizar los alrededores con una tensión intensa. Su mente no podía relajarse. Sabía que había algo en ella que no podía entender completamente, pero también sabía que su misión era asegurarse de que no ocurriera nada inesperado. El coche detenido no lo tranquilizó en lo más mínimo; al contrario, la falta de control sobre su movimiento físico lo hacía sentirse más vulnerable.
Su mirada se endureció cuando ella cruzó por debajo del puente, y como si una parte de su ser se hubiera despertado, decidió que no podía seguir permitiendo que la distancia entre ellos se ampliara. Sin pensarlo más, abrió la puerta del coche con brusquedad, ignorando las recomendaciones del chófer de mantenerse dentro, y salió rápidamente. La sensación de control era su mayor impulso. No podía soportar la idea de estar tan cerca y, al mismo tiempo, tan desconectado de ella. Sin decir palabra, comenzó a correr en su dirección. La vigilancia, que fue más pasiva desde el coche, ahora tomaba una nueva forma: la de un observador activo que no solo tenía la vista sobre ella, sino que se sumaba a su ritmo, como si ya no hubiera opción más que seguirla.
Celestine, que había estado centrada en su propio entrenamiento, giró la cabeza al escuchar los pasos acercándose. El sonido familiar, que hasta ese momento no fue más que el del coche, ahora tenía una presencia física. Su corazón se aceleró al ver a Jungkook apareciendo de entre los árboles y los arbustos, su figura atlética surgiendo como una sombra en el sendero.
Jungkook se acercó con pasos rápidos, su mirada fija en ella como si no pudiera permitir que la distancia entre ellos se alargara. Cuando finalmente estuvo a su lado, respiró de forma controlada, sin parecer agitado, aunque sus ojos mostraban una tensión abrumadora.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó, intentando mantener la calma, pero el desconcierto en su voz era evidente. Su pregunta era más una mezcla de incredulidad y frustración. ¿Por qué no podía simplemente dejarla estar?
—Pensé que ya lo habías entendido —su voz salió más suave, pero con un dejo de inseguridad que rara vez dejaba escapar—. No puedo dejar que te vayas sin más, no sin saber que estás bien, cerca de mí.
El aire entre ellos se volvió denso, y aunque no decía las palabras exactas, su tono transmitía algo mucho más profundo que su habitual control. La necesidad de estar cerca, de mantenerla a la vista, parecía más urgente de lo que dejó entrever en sus palabras anteriores.
Lo miró, sin poder evitar el nudo en su estómago. Aunque lo intentara, no podía ignorar que algo en su comportamiento se intensificó.
—No necesitas estar tan cerca para asegurarte de que estoy bien —aclaró, intentando mostrar una calma que no sentía.
La observó en silencio un momento, como si evaluara sus palabras, antes de bajar la mirada brevemente, reconociendo en su interior que su control sobre ella y la situación era más una lucha interna que una simple necesidad de protección. Pero no lo dijo.
—Lo sé. Pero no me siento bien si no lo hago.
Celestine lo observó por un instante, sintiendo la presión de su cercanía, pero también algo que no podía negar: la sensación de seguridad que le daba tenerlo cerca, la certeza de que, a pesar de su necesidad de control, la cuidaba a su manera. Aunque se sentía invadida, una parte de ella comprendía la necesidad que Jungkook tenía de estar siempre alerta, siempre cerca. No lo aprobaba completamente, pero lo aceptaba, porque en el fondo, sí se sentía protegida, y por un momento, eso era lo único que importaba.
—Vamos, Celestine. Concéntrate en el ejercicio.
Sin decir palabra, comenzó a correr su lado, permitiendo que la distancia entre ambos fuera un poco más corta de lo que hubiera querido, pero dejando que el peso de la situación se desvaneciera, aunque solo fuera por unos segundos.
Pero la frustración de Celestine creció. Era difícil concentrarse en el ejercicio cuando cada vez que miraba a Jungkook, su corazón se descontrolaba. Su sonrisa, la confianza en su andar, todo en él la atraía como un imán, haciendo que cada intento de despejar su mente se desvaneciera en el aire. Y, sin embargo, su mente seguía regresando a Jimin, a esa conexión peligrosa que aún sentía con él.
Mientras corría a su lado, sus pensamientos se entrelazaban: el conflicto entre su atracción por Jungkook y su obsesión con Jimin era abrumadora. No sabía si estaba dispuesta a dejar atrás lo que sintió por el actor, incluso después de todo lo que sucedido. Su relación con Jungkook floreció de manera inesperada, pero ¿era suficiente para eclipsar sus recuerdos con Jimin?
Jungkook, sintiendo su tensión, le lanzó una mirada comprensiva. Había algo en sus ojos que parecía entender su lucha, y eso la hizo sentir más vulnerable. Pero la imagen de Jimin seguía apareciendo, y cada vez que intentaba pensar en lo que estaba sucediendo entre ella y su guardaespaldas, su corazón se sentía dividido.
Finalmente, los dos continuaron corriendo, el sonido de sus pasos resonando en el pavimento, mientras la distancia entre ellos se sentía a la vez cercana y dolorosamente lejana. El ejercicio no solo se convirtió en una forma de liberación, sino en un campo de batalla emocional donde la atracción, la confusión y la obsesión por Jimin luchaban por el control de su mente y corazón.
(...)
El ambiente del evento exclusivo de moda fue deslumbrante, con luces brillantes iluminando cada rincón de la sala y música moderna marcando el pulso de la noche. Celestine llegó acompañada por su amiga Dahlia, ambas caminando con confianza hacia el corazón de la fiesta. La tensión en el aire era evidente, no solo por la importancia del evento, sino también por todo lo sucedido en los últimas semanas entre Celestine, Jungkook y Jimin.
La rubia lucía impecable, vestida con un elegante vestido de terciopelo negro que acariciaba su figura de manera sutil pero sofisticada. A pesar de su reciente inseguridad, había logrado sentirse momentáneamente más segura. El maquillaje perfectamente aplicado resaltaba sus ojos, y sus labios color carmín contrastaban con la suavidad de su piel.
El evento estaba lleno de profesionales de la industria: modelos, diseñadores, fotógrafos y celebridades. Dahlia, siempre extrovertida, comenzó a saludar a conocidos, mientras Celestine intentaba concentrarse en lo que la rodeaba. Sin embargo, su mente seguía divagando, recordando cómo Jungkook estuvo a su lado durante esos días, corriendo junto a ella cada mañana. La forma en que él sonreía al verla esforzarse, su mirada de apoyo, la desconcertaba y emocionaba a la vez. Pero, a pesar de su cercanía, el recuerdo de Jimin seguía presente en su mente, y eso la llenaba de confusión. Aunque trataba de ignorar las llamadas y mensajes de él, que parecían aumentar cada día, su preocupación por lo que pudiera estar sintiendo nunca desaparecía del todo. El actor se mostraba insistente, preguntando por su bienestar, y esa atención le recordaba momentos de su pasado que no podía dejar atrás. Sabía que Jungkook estaba al tanto de la situación y, aunque intentaba mantener una fachada tranquila, sentía que sus emociones estaban a punto de explotar.
Mientras su amiga continuaba hablando animadamente sobre los diseñadores presentes, Celestine seguía sintiendo el eco de las palabras de Jungkook. A lo lejos, lo divisó, de pie con su porte imponente y atento, vigilando la escena a su alrededor. Su presencia la hacía sentir segura, pero también revivía la culpa de sus pensamientos contradictorios. Sabía que él estuvo a su lado, corriendo cada mañana, y la forma en que se preocupaba por ella la hacía sentir una mezcla de gratitud e inquietud. Se preguntaba si también sabía lo que pasaba por su mente, si comprendía la lucha interna entre seguir adelante con él o mirar hacia el pasado con Jimin. Aunque la atmósfera vibrante del evento la distrajo brevemente, sabía que tendría que enfrentar sus sentimientos más adelante.
Celestine se encontraba en medio del bullicio del evento de moda, sintiendo una mezcla de emoción y ansiedad que le revolvía el estómago. Desde el momento en que cruzó la puerta, su corazón latía con fuerza. La música vibrante llenaba el aire mientras las luces brillaban intensamente, reflejándose en los vestidos deslumbrantes y los trajes elegantes que la rodeaban. Modelos, diseñadores y celebridades se mezclaban en un ambiente fascinante pero abrumador. A su lado, Dahlia, siempre atenta, captó la inquietud de su amiga.
—Celes, respira hondo. Te ves increíble y no tienes que demostrar nada a nadie.
—Gracias. Es solo que... no puedo evitar sentir que todos están mirándome.
—Eso es porque estás radiante —aseguró, guiñándole un ojo—. Deberías disfrutarlo más.
A medida que exploraban el evento, empezó a relajarse un poco al ver la colección de diseñadores y las impresionantes piezas que adornaban el lugar. Sin embargo, su mente seguía divagando hacia su guardaespaldas, que estaba vigilando el evento desde un rincón. Había algo reconfortante en su presencia constante, pero la confusión que sentía sobre su relación pesaba en su mente.
—¿Ves a Jungkook? ¿No te parece que está un poco más serio de lo habitual? —preguntó Dahlia con una sonrisa.
—Es su trabajo. Siempre está en modo guardaespaldas —quiso restarle importancia, aunque en el fondo, se preguntaba si había algo más detrás de esa seriedad.
—A veces creo que él está más interesado en ti de lo que admite.
Celestine sintió que su rostro se sonrojaba.
—No digas eso. Es solo mi guardaespaldas. Además, hay tantas cosas sin aclarar entre nosotros.
—Solo mantente abierta, Celestine. No dejes que lo que pasó con Jimin te haga perder de vista lo que tienes con Jungkook —aconsejó, con una mezcla de complicidad y preocupación—. A veces, el corazón es un laberinto
—Lo sé. Pero Jimin sigue intentando contactarme, y es difícil no pensar en él.
Mientras las dos amigas seguían conversando y disfrutando de las bebidas, Celestine sintió una tensión creciente en el ambiente. De repente, su corazón se detuvo cuando vio a Jimin cruzar la sala. Su presencia era magnética y deslumbrante, y la forma en que se movía entre la multitud captó la atención de todos a su alrededor.
—¡Celestine! ¡Cuánto tiempo sin verte! —exclamó, acercándose con una sonrisa amplia—. He estado intentando localizarte. ¿Por qué no has respondido a mis mensajes?
—He estado ocupada, Jimin. Solo necesitaba un tiempo.
—¿Ocupada? ¿O tal vez te olvidaste de mí? —interrogó, con un tono ligero, pero su mirada tenía un destello de preocupación—. Me has estado ignorando, y me preocupa.
—No se trata de eso —intentó explicarle, sintiendo cómo las miradas de otros se volvían hacia ellos—. Solo... he estado lidiando con algunas cosas.
—¿Cosas? No te vayas a hacer la dura, Celestine. Siempre hemos sido buenos juntos —recalcó, su voz un poco más baja, mostrando que la diversión se había desvanecido—. ¿Por qué estás alejada?
—Porque necesito espacio para pensar —confesó, sintiendo que su corazón latía más rápido—. No sé si lo que teníamos es lo que quiero ahora.
—¿Y por qué no me lo dijiste antes? Siempre he estado aquí para ti, y ahora te alejas —su tono se volvió más serio y la tensión aumentaba para la modelo—. ¿O es por ese guardaespaldas que tienes?
—No, no es por Jungkook. Solo estoy tratando de aclarar mis propios sentimientos.
—Celestine, lo que teníamos era real. No deberías estar ignorando lo que hay entre nosotros. Me preocupas.
—Estoy tratando de ser honesta contigo —expresó, buscando la manera de ser firme sin hacerle daño—. Lo que tuvimos fue divertido, pero no es suficiente para mí en este momento.
—¿Y si quiero intentarlo de nuevo? —replicó, acercándose un poco más, mientras ella sentía una mezcla de confusión y tristeza—. ¿Si quiero mostrarte que puedo ser diferente?
—No sé si eso es lo que quiero ahora. Necesito tiempo para mí, Jimin.
Desde su posición en un rincón del salón, Jungkook observaba con atención. La música vibrante y las risas de los invitados se desvanecieron para él, absorbido por la tensión que se desarrollaba entre Celestine y Jimin. Con su mirada fija en ellos, notó cómo se acercaba a ella con esa sonrisa deslumbrante, la misma que había usado tantas veces para atraerla en el pasado. El gesto encendió una chispa de celos en él que no pudo ignorar.
Celestine, a pesar de estar rodeada de luces y gente, parecía estar en su propio mundo, su expresión era un torbellino de emociones. Jungkook sintió una punzada en el pecho al ver la forma en que Jimin la abrazó, notando el destello de sorpresa en los ojos de Celestine.
Aunque sabía que era su deber protegerla, la imagen de ese actor cerca de ella, la sonrisa que exhibía y el contacto físico, lo incomodaba.
—No puedo dejar que esto continúe —murmuró para sí mismo, sintiendo la determinación en su voz.
Sin poder evitarlo, la frustración comenzó a acumularse en su interior. ¿Por qué Jimin siempre parecía tener esa influencia sobre Celestine? ¿Por qué ella lo miraba con esa mezcla de sorpresa y nostalgia? Podía ver en su rostro la lucha interna que experimentaba, y eso solo intensificaba su propia ansiedad.
A medida que la conversación avanzaba, notó cómo Jimin se inclinaba hacia Celestine, sus palabras parecían cargadas de intenciones que Jungkook conocía demasiado bien. La distancia que mantuvo entre él y Celestine, ese espacio que creyó necesario, ahora le parecía un error. Su instinto protector despertó con fuerza. No podía quedarse ahí, observando sin hacer nada. Se movió con firmeza, atravesando la multitud, decidido a interrumpir esa conversación y recordarle a Celestine que no estaba sola, que él estaba ahí para ella. Sin embargo, al acercarse, sintió que su corazón se encogía al darse cuenta de que, en ese instante, Jimin estaba jugando un papel en la vida de Celestine que él aún no pudo reclamar por completo.
«Debo ser claro con ella» pensó, sintiendo la presión de su propia vulnerabilidad mientras se preparaba para enfrentar la realidad de lo que estaba sucediendo entre ellos.
Avanzó con determinación, cada paso resonando con su frustración y celos. Su corazón latía con fuerza mientras se acercaba a ellos, y la multitud a su alrededor se desvanecía en un ruido distante. La sonrisa encantadora de Jimin contrastaba con la expresión de Celestine, que reflejaba una mezcla de sorpresa y confusión.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Jimin giró la cabeza hacia él, su sonrisa se mantuvo, aunque sus ojos destilaban curiosidad.
—Oh, qué sorpresa verte aquí. Solo estaba poniéndome al día con Celestine —su tono era juguetón, como si no comprendiera la seriedad de la situación—. ¿Por qué? ¿Es un problema para ti, guardaespaldas?
La tensión en el aire se hizo abrumadora, y Celestine sintió que el ambiente se volvía incómodo. Los ojos de Jungkook se afilaron, observando cómo Jimin intentaba mantener su encanto, mientras él se sentía cada vez más como un intruso en un mundo que no le pertenecía.
—No es un problema si solo estás aquí como amigo —replicó, su voz resonaba con un tono de advertencia—. Pero si estás intentando algo más...
Celestine sintió un escalofrío recorrer su espalda, el pulso se le aceleró mientras se miraba entre ambos hombres. La incomodidad creció, como una cuerda tensada, lista para romperse en cualquier momento. Jimin se acercó un poco más a ella, como si estuviera tratando de marcar territorio, y eso hizo que Jungkook se sintiera aún más amenazado.
—Tranquilo, no sabía que hablar con Celestine requería pasar por tu aprobación, ¿o es que ahora también tu trabajo como guardaespaldas es decidir con quién puede estar?
Atrapada entre ellos, abrió la boca para responder, pero sus palabras se negaron a salir. La confusión y la ansiedad se apoderaron de ella, y no sabía cómo manejar la situación.
—No decido con quién puede estar, pero después de lo que pasó la última vez, no confío ni un poco en ti —aclaró con su mirada afilada en el rostro de Jimin—. No pienso dejar que nada ponga en peligro su seguridad otra vez.
Jimin levantó las cejas, su expresión divertida en contraste con la seriedad del guardaespaldas.
—¿Seguridad? —dejó escapar una pequeña risa, cruzándose de brazos mientras lo miraba de arriba abajo—. Bueno, Celestine, parece que tu sombra personal tiene bastante que decir, así que, ¿por qué mejor no le explicas que todo está bien?
La mirada intensa de Jungkook hizo que Celestine sintiera un torbellino de emociones. Por un lado, valoraba la protección que ofrecía; por otro, estaba atrapada en un mundo que no podía ignorar. La forma en que ambos hombres la miraban, cada uno con su propia versión de atención, la hacía sentirse desbordada.
—Jungkook, está bien —logró decir, intentando restar importancia a la confrontación—. Estoy bien. Solo estaba hablando con Jimin.
—¿Estás bien? —repitió, su voz suave, pero su mirada seguía fija en Jimin, quien observaba la escena con una sonrisa que parecía disfrutar del espectáculo—. ¿O solo lo dices porque estás tratando de evitar que este tipo sea un problema para mí?
Las palabras resonaron en su mente, y aunque quería gritar que estaba bien, no podía ignorar la ansiedad que crecía en su interior. La conexión entre ellos era complicada, y el recuerdo de lo compartido con Jimin hacía que todo fuera aún más confuso.
El actor, sintiendo que la situación se estaba volviendo más tensa de lo anticipado, sonrió con un aire despectivo, como si jugara a un juego que ya conocía.
—No tienes que protegerla, Jungkook. Ella es más fuerte de lo que crees —aseguró, lanzando una mirada desafiante hacia él—. ¿No es así, Celestine?
En medio de la tormenta emocional, se sintió atrapada entre la necesidad de reafirmar su independencia y la creciente frustración por la situación. Ambas miradas estaban fijas en ella, y en ese momento, todo lo que podía hacer era intentar encontrar su propia voz en medio del caos que los rodeaba.
—Mira, Jungkook, solo quiero asegurarme de que Celestine esté bien. —continuó, con una sonrisa que ocultaba un matiz de desafío—. Sabes lo que se dice de los guardaespaldas, ¿verdad? A veces se vuelven demasiado protectores.
La insinuación hizo que el estómago de Celestine se revolviera. Sabía que no estaba hablando solo de protección, sino de la posibilidad de que la gente hablara sobre la cercanía que creció entre ella y Jungkook. Las miradas curiosas de las otras personas parecían hacerse más intensas, como si pudieran oler el drama en el aire.
—¿Qué estás insinuando, Jimin? —replicó, su voz tensa y firme—. Estoy aquí para cuidar a Celestine, no para... jugar a ser pareja.
Las palabras resonaron en el aire, y Celestine sintió un golpe en el pecho al escucharlas. ¿Era eso lo que él pensaba de ella? Su mirada se encontró con la de Jungkook, y en sus ojos vio algo que la hizo dudar: ¿era simplemente su guardaespaldas, o realmente había algo más entre ellos? La duda se mezcló con el dolor de darse cuenta de que, al igual que Jimin, podría no estar interesado en algo serio.
El actor se encogió de hombros, como si estuviera disfrutando del efecto que sus palabras tenían en la situación.
—Solo digo que a veces la línea entre lo profesional y lo personal puede volverse difusa. Y sería interesante ver qué pensarían todos si supieran que hay algo más entre ustedes.
—Por favor... —intervino, levantando las manos en un intento de calmar la situación—. Esto no es necesario. Jimin, yo...
Pero Jimin no la dejó continuar.
—Celestine, sé que te preocupa lo que otros piensen. Pero no puedes seguir ignorando que Jungkook está muy metido en esto, a veces más de lo que debería.
La mirada del guardaespaldas se oscureció, y ella pudo ver la frustración y la ira danzando en sus ojos. La idea de que la gente hablara sobre su relación la asustaba, pero más aún la preocupación de que Jungkook se alejara de ella por el comentario de Jimin.
—No tengo que justificarme ante ti —masculló, su voz baja pero llena de autoridad—. Estoy aquí para protegerla, no para que tú la manipules como lo hiciste en el pasado.
La forma en que la defendía era un alivio, pero a la vez la llenaba de confusión. Mientras tanto, Jimin, manteniendo su encanto, se acercó a Celestine, intentando restar importancia a la situación.
—Solo quiero que sepas que estoy aquí si necesitas algo. Siempre lo estaré —aseguró, mirándola con una mezcla de preocupación y desafío—. ¿Recuerdas los buenos tiempos que pasamos juntos?
La forma en que se acercaba a ella la hizo sentir atrapada. A pesar de que hubo momentos divertidos y apasionados en el pasado, también existía una parte de ella que sabía que él no era bueno para ella.
Jungkook observaba la escena desde una distancia prudente, su frustración visible. Al ver cómo se acercaba más a ella, su pecho se apretó, sintiendo una mezcla de celos y protector impulsos que lo mantenían en alerta.
—Suficiente, Jimin. ¿Por qué no te alejas de ella? —interrumpió, su voz temblando de control—. No necesitas estar aquí.
—¿Estás seguro de que no te has encariñado un poco demasiado con tu tarea? —sonrió de manera despectiva—. La gente puede empezar a preguntarse si hay más de lo que parece.
Celestine sintió que el corazón se le aceleraba mientras el ambiente se hacía cada vez más hostil. En un intento por calmar a Jungkook, se volvió hacia él.
—Jungkook, por favor, no...
Pero él ya había dado un paso hacia adelante, la tensión en su postura indicaba que estaba decidido a no dejar que Jimin la presionara.
—¿Sabes qué? Haz lo que quieras, Celestine —Su tono era helado—. Pero no voy a quedarme aquí a ver cómo alguien que te dejó así, intenta acercarse a ti de nuevo y lo permites.
Con esas palabras, se dio la vuelta, alejándose para volver a su lugar, dejándola sintiéndose más sola y atrapada que nunca. La sensación de que Jungkook la veía de la misma manera que Jimin, la llenó de tristeza.
¿Acaso era verdad que solo la veía como un trabajo más, que como una posible pareja?
(...)
La limusina avanzaba suavemente por las calles, pero dentro, el ambiente era todo menos tranquilo. Celestine podía sentir la tensión ardiendo entre ella y Jungkook, como si cada segundo en el aire se cargara de la energía reprimida de lo no dicho. El chófer, ajeno a la tormenta emocional en el asiento trasero, escuchaba música en bajo volumen, llenando el espacio con melodías que no lograban calmar la ansiedad que burbujeaba en el pecho de la modelo. El guardaespaldas estaba sentado a su lado, mirando por la ventanilla, pero el silencio que mantenía era ensordecedor. Su mandíbula estaba tensa, y sus puños, cerrados sobre sus rodillas, indicaban que estaba luchando por contener su enojo. Ella lo conocía lo suficiente como para saber que, cuando estaba así, no era fácil hablarle. La furia que latía en él no era solo por lo que Jimin dijo, sino por lo que implicaba.
Desvió la mirada hacia sus propias manos, insegura de qué decir o si debía decir algo. Las palabras de Jungkook en el evento seguían resonando en su mente: "No estoy aquí para jugar a ser pareja". La frialdad de esa frase la golpeó en el pecho. Claro, él dijo que estaba allí para protegerla, pero en ese comentario, tan distante y profesional, fue revelado lo que probablemente pensaba de ella. ¿Para él solo era otro trabajo? ¿Solo alguien que debía mantener a salvo, sin ningún otro interés?
Pero peor aún era lo que implicaba Jimin. ¿Qué quería de ella realmente? A pesar de todos sus encantos y sonrisas, ¿no era más que un juego para él? Lo que más la atormentaba era la idea de que, entre ambos hombres, ninguno la veía en serio. Jungkook, enfocado en su deber, y Jimin, tal vez buscando revivir algo que ya no tenía valor para él. Una vez más, se sentía insuficiente, atrapada entre las expectativas de ambos.
El silencio en la limusina se alargaba y cada minuto se hacía más insoportable. No podía evitar mirarlo de reojo, esperando algún signo de que la tensión se disiparía. Pero lo que vio solo la hizo sentir más pequeña. La postura de él, tan rígida, tan cerrada, hablaba de una frustración profunda. ¿Estaba así porque le dolía verla aún afectada por Jimin? ¿O simplemente estaba molesto de que el trabajo que debía ser profesional se complicara tanto?
Finalmente, Jungkook soltó un suspiro bajo y entrecortado.
—¿Tanto te importa lo que diga Jimin? — No la miraba, pero su voz era un murmullo cargado de resentimiento.
Sintió el nudo en su garganta. Quería decir que no, que Jimin ya no tenía ese poder sobre ella. Pero el hecho de que aún la afectara, de que aún sintiera que debía probarse ante él, era suficiente para hacerla dudar. Bajó la mirada, sintiendo cómo su corazón se aceleraba. La verdad era que, por más que quisiera negarlo, algo en Jimin seguía lastimándola. Quizás el hecho de que por meses anheló ser suficiente para que la viera como algo serio.
—No lo sé... —murmuró al final, más para sí misma que para él.
Soltó una risa seca, incrédula, pero no hubo diversión en sus ojos cuando la miró.
—Eso es lo que no entiendo de ti, Celestine. Sabes que ese tipo no te quiere en serio, que solo quiere jugar contigo, y aun así... sigues dejándolo entrar en tu vida.
Sintió cómo cada palabra la atravesaba. ¿Era eso lo que pensaba de ella? ¿Que seguía siendo la misma mujer que se dejaba manipular por un hombre que nunca la valoró? La tristeza la envolvía, pero había algo más profundo que dolía: la idea de que, tal vez, Jungkook la veía de la misma manera que Jimin, como alguien débil, alguien que no sabía lo que quería ni lo que merecía.
—¿Y tú? Dijiste que no estás aquí para jugar a ser pareja —recalcó de repente, la voz saliéndole antes de que pudiera contenerse—. ¿Es así como me ves? ¿Para ti esto es solo un trabajo más?
La miró, sorprendido por las preguntas. Su mirada se suavizó apenas por un momento, como si se diera cuenta de que dijo algo que la hirió. Pero en lugar de responder de inmediato, desvió la mirada de nuevo hacia la ventanilla, como si no supiera qué decir.
El silencio que siguió fue aún más pesado. Celestine se dio cuenta de que, tal vez, estaba esperando algo que nunca vendría. Algo más que la fría profesionalidad que vio en él desde el principio. Y, mientras la limusina avanzaba en la oscuridad de la noche, se sintió más sola que nunca, atrapada entre dos hombres que parecían no verla como ella deseaba ser vista.
—¿Vas a ignorarme toda la noche? — El silencio dentro de la limusina se rompió con un susurro con una mezcla de frustración y dolor de Celestine.
No respondió de inmediato. Su mandíbula seguía apretada, y su mirada continuaba fija en el paisaje oscuro que pasaba por la ventanilla. Pero el silencio era como una bomba de tiempo, y ella lo sabía.
—Jungkook —insistió, esta vez con más fuerza—. No puedes quedarte así después de lo que pasó. Si tienes algo que decir, dilo.
—¿Quieres que hable? — giró su cabeza hacia ella, su mirada intensa, cargada de emociones reprimidas—. Muy bien, te diré lo que pienso. Me molesta que Jimin aún tenga tanto control sobre ti —su tono era bajo, pero la rabia hervía en su voz—. ¿Cómo puedes permitir que te manipule tan fácilmente? ¿O es que, en el fondo, aún lo quieres?
Sintió que su pecho se apretaba. Sabía que las palabras de él no eran del todo injustas, pero la forma en que lo decía, con esa acusación velada, la ponía a la defensiva.
—¡No es eso! —exclamó, su tono elevándose, sin poder contenerse—. ¿Cómo puedes pensar que quiero a alguien que solo me usa? No sabes lo que es sentir que te manipulan, que te dejan cuando más lo necesitas.
—Entonces, ¿por qué sigues pensando en él? —interrogó, sus ojos ardiendo con una furia contenida—. Cada vez que aparece, te derrumbas. Es como si yo no estuviera aquí. Como si todo lo que he hecho para protegerte no importara porque un hombre que te daña puede hacerte dudar de todo.
Sintió cómo su corazón se aceleraba, no solo por las palabras de Jungkook, sino por la intensidad con la que se las decía. La discusión estaba creciendo rápidamente, y antes de que pudiera pensar en calmarse, levantó la voz, en un intento desesperado de defenderse.
—¡No es tan simple! ¡Y tú tampoco ayudas! —gritó, sin importarle que el chófer podría estar escuchando—. ¡No eres diferente, porque tú mismo dijiste que no estás aquí para jugar a ser mi pareja! —sus manos temblaron al apretarse contra su regazo, como si intentar contenerse la quemara—. ¿Qué crees que eso significa para mí? ¡No puedes reclamarme cuando tú mismo me dijiste que solo eres mi guardaespaldas!
En ese momento, Celestine se dio cuenta de que el chófer estaba observándolos por el espejo retrovisor, sus ojos fijos en la escena con un interés disimulado. Al ver eso, su nerviosismo creció.
—¡Dios mío! ¡Nos está mirando! —exclamó en un tono agudo, señalando hacia el frente, como si quisiera que Jungkook reaccionara de inmediato.
Giró la cabeza hacia el espejo con una mirada fulminante que, sin necesidad de palabras, bastó para hacer que el chófer desviara la vista, incómodo. Sin embargo, él no dejó nada al azar. Con movimientos rápidos y seguros, tomó el control del panel en el asiento y presionó un botón. El vidrio separador comenzó a elevarse con un suave zumbido mecánico, creando una barrera que, poco a poco, los dejó aislados. La cabina de la limusina quedó en completo silencio, sumergida en una atmósfera que ahora parecía cargada de electricidad.
—Ya está. Nadie más puede oírnos ni vernos ahora —su tono fue bajo y contenido, pero con un filo helado que lo hacía parecer más imponente de lo habitual.
Celestine lo miró, aun temblando ligeramente por la mezcla de ansiedad y el eco de su arrebato. Aunque el vidrio había bloqueado al intruso, ahora estaba a solas con él, y eso le producía una inquietud diferente, más profunda.
—¿Eso te tranquiliza? —fijó en ella una mirada penetrante que no daba espacio a distracciones—. Porque ahora no hay excusas, Celestine. Hablemos.
Sus palabras cayeron como una sentencia, dejando claro que no tenía intención de ignorar lo ocurrido antes, y mucho menos de permitir que ella evitara la conversación.
—¿Hablar? ¿De qué? — lo miró con ojos encendidos, su frustración creciendo con cada segundo que pasaba—. ¡¿De cómo me juzgas por Jimin cuando tú fuiste el primero en decir que esto no es nada más que trabajo para ti?!
—¡Porque pensé que eso era lo que querías escuchar! —rugió, su control desmoronándose—. ¡Pensé que no querías mezclar lo personal con lo profesional! ¡¿Cómo demonios iba a saber que te importaba tanto?!
Se quedó atónita, su mente procesando lo que acababa de escuchar. Jungkook seguía respirando agitadamente, como si todo el resentimiento acumulado finalmente hubiera explotado.
—¿Q-qué estás diciendo?
—Lo que digo es que... —hizo una pausa, su mirada oscurecida por emociones intensas que ya no podía contener—. Me mata verte dudar de ti misma cada vez que Jimin aparece. Me mata saber que él puede hacerte sentir menos. ¡Y me enloquece pensar que tú no puedes ver lo que siento por ti!
—¿Qué estás diciendo...? —repitió, abriendo los ojos, completamente aturdida por sus palabras, sin poder creer lo que estaba oyendo.
Jungkook la miró directamente, con una intensidad que la dejó paralizada.
—¡Estoy diciendo que estoy enamorado, Celestine! —confesó, su voz quebrándose con frustración, mientras su mano golpeaba el asiento con fuerza, haciendo que el cuero crujiera bajo el impacto—. ¡Y odio que Jimin aún tenga el poder de hacerte sentir que no vales lo suficiente! —su respiración se volvió más pesada, casi como si estuviera luchando contra una oleada de emociones—. ¡Odio que te haga dudar de todo, incluso de lo que podrías tener conmigo! —se inclinó hacia ella, sus ojos destellando con furia, como si su corazón estuviera a punto de estallar—. ¡Estoy enamorado de ti, y no puedo soportar ver cómo él sigue controlando todo esto!
Las palabras de Jungkook flotaron en el aire, cargadas de un peso que hizo que el corazón de Celestine latiera con fuerza. Toda la rabia, toda la frustración y la tensión del momento se desvanecieron, dejándola paralizada. No sabía qué decir, cómo reaccionar. El silencio que siguió fue espeso, y solo podía mirarlo, incapaz de articular una respuesta. La declaración la golpeó como una corriente eléctrica que recorrió su piel, dejando un rastro de incertidumbre y deseo.
Lo miró, aún incapaz de articular palabra. Estaba sentado a su lado, inclinado hacia ella, con la respiración pesada, el pecho subiendo y bajando con fuerza mientras sus ojos oscuros la escudriñaban, buscando alguna señal de lo que ella sentía. Había una desesperación en su mirada que nunca vio antes, una sinceridad desnuda que la desarmó por completo. La tensión en su mandíbula, el nerviosismo en sus manos, todo en él gritaba que esta confesión fue tan difícil como inevitable.
Celestine sintió que sus piernas temblaban, y su garganta se secaba. Su mente quería gritarle que lo que acababa de pasar no podía ser real, que todo era una confusión. Pero su corazón, ese traidor, estaba dispuesto a creerle. Cada palabra que él pronunció resonaba en su interior, mezclándose con el eco de sus propias inseguridades.
¿Y si realmente estaba enamorado? ¿Cómo podía seguir ignorándolo ahora, después de todo?
Continuaba mirándola, su rostro tenso, como si cada segundo de silencio la alejara más de él. Notaba el dolor en sus ojos, esa súplica muda por una respuesta que él mismo parecía no estar seguro de poder recibir. Era imposible no ver lo vulnerable que estaba, lo desnudo que quedaba su corazón frente a ella, algo que no esperó ver jamás.
Y fue en ese momento que lo sintió.
La vulnerabilidad de Jungkook, esa sinceridad abrumadora que lo envolvía, la atrapó. Lo veía a él, con la mandíbula apretada y la respiración aún agitada, y no pudo soportarlo más. Todo lo que había tratado de reprimir—el deseo, el miedo, el dolor—se derrumbó ante esa visión de Jungkook, tan cerca y, a la vez, tan alcanzable. Con un impulso que no pudo ni quiso detener, se inclinó hacia él. Sus labios temblaron por un segundo antes de chocar contra los de su guardaespaldas, y en ese momento, todo el peso de la discusión se desvaneció. Su cuerpo entero se relajó ante el contacto, como si ese beso fuera la única respuesta que su corazón había estado esperando dar.
Él se quedó quieto, sorprendido al principio, pero rápidamente correspondió con la misma intensidad. La desesperación que lo consumió antes ahora se liberaba en ese beso, sus labios moviéndose sobre los de ella con un anhelo que estuvo conteniendo durante un tiempo. Los dedos de Celestine se deslizaron hasta su cuello, aferrándose a él como si temiera que el momento se desvaneciera si lo soltaba. Sentía su calor, su respiración pesada entrecortándose mientras sus manos rodeaban su cintura, tirando de ella más cerca, como si ya no pudiera soportar la distancia que los había mantenido separados.
Todo en ese beso era un torbellino de emociones, rabia, frustración, deseo, y algo más profundo que ambos intentaron negar.
El aire dentro de la limusina se volvió denso, cargado de una electricidad intensa mientras el beso entre ellos se intensificaba. Celestine sintió la vibración de un gruñido bajo y profundo emanando del pecho de Jungkook, como una respuesta instintiva al sentir su lengua rozando la suya. El sonido reverberó a través de ella, enviando una oleada de deseo que la debilitó aún más. Sin pensarlo, la tomó por la cintura con una firmeza que la hizo jadear, y en un solo movimiento la levantó, colocándola sobre sus piernas. Quedó a horcajadas sobre él, y ambos apenas se dieron tiempo para procesar el cambio antes de que sus labios volvieran a encontrarse con más desesperación. Era como si todo el tiempo que habían pasado reprimiendo esos sentimientos ahora se estuviera liberando de golpe, sin control, sin barreras.
Jungkook se apretó más contra ella, sus manos recorriendo con firmeza su espalda desnuda, sujetándola como si temiera que pudiera desvanecerse en cualquier momento. Cada caricia, cada roce de sus cuerpos, los encendía más, como si ambos estuvieran tratando de fundirse el uno con el otro. Sus respiraciones entrecortadas y entrelazadas llenaban el pequeño espacio, y el calor que se acumulaba entre ellos era insoportable.
Celestine se aferró a su cuello, sus dedos buscando empuñar su corto cabello, tirando ligeramente mientras él gruñía una vez más. El sonido profundo que emitía era una mezcla de deseo y frustración contenida, lo que solo la empujaba a acercarse más. Podía sentir la fuerza bajo su piel, sus músculos tensos debajo de sus manos mientras la sostenía con una mezcla de pasión y control que la dejaba sin aliento. Jungkook, con sus ojos cerrados y el ceño fruncido por la intensidad del momento, profundizó el beso, sus lenguas entrelazándose en una danza desesperada. Sus manos bajaron por su espalda, apretando sus caderas contra él, cada movimiento haciéndola sentir más vulnerable, más conectada a él de lo que nunca estuvo con nadie más. No había espacio para la duda ni para los miedos que rondaron su mente antes. En ese momento, solo existía el deseo puro y la necesidad insaciable que ambos compartían.
Comenzó a moverse contra él, incapaz de detenerse. Cada roce, cada movimiento de su cuerpo contra el de Jungkook, enviaba oleadas de calor que se extendían por su piel, haciéndola temblar de deseo. Sentía la tensión creciente en él, la forma en que sus manos se aferraban a su cintura, ayudándola a marcar el ritmo desesperado mientras ella se restregaba más intensamente sobre él.
Los labios de Jungkook apenas se separaron de los suyos cuando, entre respiraciones entrecortadas, gruñó contra su boca.
—Necesito estar dentro de ti... —Su voz era un murmullo oscuro y cargado de necesidad, sus palabras una confesión que contenía todo el deseo contenido entre ambos.
El corazón de Celestine latía tan fuerte que parecía querer salir de su pecho, y la sensación de sus cuerpos tan juntos, el calor que se acumulaba entre ellos, la dejó sin aliento. Lo miró a los ojos, esos ojos que ahora estaban oscuros, llenos de desesperación, de deseo puro.
—Yo también te necesito... —susurró, su voz apenas audible, pero cargada de la misma urgencia que él.
Las palabras parecieron desatar algo en Jungkook. En un movimiento rápido, sus manos recorrieron su cuerpo, agarrando sus caderas con fuerza y empujándola más contra él. Su respiración era irregular, y la tensión en su cuerpo era notable. Celestine lo sentía todo, la forma en que él se contenía, la intensidad de su deseo a punto de romperse.
Los labios de Jungkook regresaron a los suyos, pero esta vez con más hambre, más voracidad. El aliento de ella se volvió errático cuando él, con un movimiento lento y firme, subió una de sus manos por su muslo. Sus dedos se deslizaron con habilidad bajo su vestido, apartando sus bragas con una determinación que la dejó sin aliento. La humedad que encontró allí arrancó un gruñido bajo de su pecho, y ella se tensó sobre él, con la anticipación pulsando en cada fibra de su ser.
No apartaba los ojos de ella mientras sus dedos empezaban a jugar con su humedad, provocándola. Deslizó su pulgar sobre su centro sensible, arrancando de ella un gemido involuntario, su cuerpo estremeciéndose al sentir el contacto. Cada roce era una tortura deliciosa, un tirón entre el placer y la desesperación que la hacía querer más, necesitar más.
—Dios, estás tan húmeda... —murmuró con voz ronca, su boca rozando la de ella mientras hablaba, su respiración pesada llenando el pequeño espacio entre ellos—. Me vuelves loco, Celestine... No sabes lo mucho que me cuesta controlarme.
Jadeó, sus manos aferrándose a sus hombros mientras él seguía acariciándola, sus dedos deslizándose con una precisión torturante, empujándola más y más cerca del borde. Cada palabra que le decía se mezclaba con los gemidos que no podía contener, su cuerpo entregándose por completo a sus caricias.
—Jungkook... —gimió, sintiendo cómo la desesperación crecía dentro de ella. No podía aguantar más, no podía seguir fingiendo que podía controlarse.
—Dímelo —ordenó, sus labios rozando los de ella, provocándola—. Dime lo que necesitas.
Sus palabras eran una orden suave, pero Celestine ya estaba rota bajo su tacto, susurrando lo que ambos sabían que querían.
—Te necesito... —jadeó, su voz quebrándose—. Te necesito dentro de mí, ahora.
Exhaló profundamente, sus labios temblando contra los suyos mientras su mano la sujetaba con más fuerza. El deseo mutuo había alcanzado un punto sin retorno, y ambos estaban consumidos por la intensidad de lo que estaba a punto de suceder.
Al escuchar la confesión, perdió el último rastro de control que le quedaba. Su respiración se volvió aún más errática mientras se apresuraba a desabrocharse el pantalón, bajando su bóxer solo lo necesario para liberar su erección. Sin una palabra más, la levantó ligeramente, alineándola, y en un solo movimiento, se hundió en ella con una fuerza que arrancó un grito desgarrador de sus labios. El sonido resonó en el pequeño espacio de la limusina, pero antes de que pudiera hacer más ruido, Jungkook reaccionó rápido, gruñendo mientras su mano grande se posaba sobre la boca de ella, cubriéndola con firmeza. Su cuerpo vibraba contra el de Celestine, sus caderas comenzando a moverse, empujando con necesidad desesperada.
—Intenta ser un poco silenciosa esta vez... —murmuró, su voz gruesa y entrecortada por el placer—. El chófer...
Pero a pesar de la advertencia, ambos estaban demasiado lejos de cualquier tipo de control. El cuerpo de Celestine se arqueaba sobre él, sus ojos nublados de deseo mientras lo sentía profundamente en su interior, llenándola. Las embestidas eran intensas, rápidas, cada movimiento cargado de una mezcla de frustración, necesidad y algo más profundo que ambos compartían, aunque ella no quisiera admitirlo. Jungkook, sintiendo la desesperación de ambos, mantuvo una lucha interna entre el deseo y el control. Con su mano firme aún cubriendo la boca de Celestine, miró sus ojos llenos de lágrimas, una mezcla de placer y dolor que lo encendía aún más.
—Mueve tus caderas contra mí, Celestine. —ordenó, su tono lleno de autoridad, su voz profunda y dominante resonando en el pequeño espacio de la limusina—. Siente cada centímetro.
Mientras ella comenzaba a moverse más, Jungkook tomó una de sus nalgas con su otra mano, clavando los dedos en su carne, presionando con fuerza. Se movió lentamente dentro de ella, disfrutando del contraste entre la dureza de su control y la suavidad del cuerpo de la modelo. Cada movimiento estaba cargado de una violencia contenida que la hacía gemir, su voz ahogada por la mano que cubría su boca.
—Así, solo así... —la incitó, sus ojos fijos en ella—. No te detengas, quiero que sientas lo que te hago. Quiero que me necesites.
Celestine, aunque luchando por el control, comenzó a seguir sus instrucciones. Se movió con dificultad, cada empuje provocando un nuevo gemido que se escapaba de sus labios. Las lágrimas caían por sus mejillas mientras la mezcla de placer y dolor la consumía. Era una lucha interna entre querer más y reconocer la intensidad de lo que Jungkook le estaba haciendo.
—Eres mía —gruñó, aumentando la presión de su agarre, sus embestidas más fuertes, aún mientras mantenía el control—. Deja que tu cuerpo hable. Necesito que sientas cada parte de mí.
Se dejó llevar, su cuerpo respondiendo a sus órdenes mientras se entregaba al momento, sintiendo cómo la desesperación los envolvía cada vez más. Su mundo se redujo a los dos, la limusina convirtiéndose en un refugio donde el deseo superaba todas las preocupaciones, vibrando con cada embestida de Jungkook, el sonido de su deseo chocando contra el cuero de los asientos. Celestine estaba atrapada entre la presión de su cuerpo y la tormenta de emociones que la sacudía. Sentía su respiración pesada y entrecortada, mientras la necesidad de él se volvía abrumadora. La sostenía con fuerza, sus dedos firmes hundiéndose en sus nalgas mientras la empujaba contra él. Sus ojos, oscuros y llenos de furia, reflejaban una posesión ardiente que hacía que su corazón latiera con fuerza. Cada embestida era un recordatorio brutal de que era suya, que nadie más podía reclamarla.
—Eres solo mía, ¿verdad? —su voz era un rugido suave, pero lleno de ferocidad—. No dejes que ese idiota se interponga entre nosotros.
Sumida en la mezcla de dolor y placer, luchaba por encontrar las palabras adecuadas, pero todo lo que podía hacer era asentir mientras el placer la consumía. Las lágrimas caían por sus mejillas, cada gemido se mezclaba con la presión de sus músculos contra él, llevándola al borde del abismo.
—¡Dime que eres mía! —rugió, su voz ahora profunda y dominante, una mezcla de furia y deseo crudo. Apartó su mano húmeda de la boca de ella con brusquedad, dejando que un fino hilillo de saliva colgara de su labio inferior, deslizándose lentamente hasta la palma de su mano, como si el acto fuera un desafío, una marca de su posesión.
—¡Sí, sí! ¡Soy... soy tuya, Jungkook!—su voz entrecortada, temblando por la mezcla de placer y desesperación mientras se aferraba a él, sintiendo su cuerpo completamente a merced de sus movimientos. Cada embestida provocaba un estremecimiento en su interior, haciendo que su mente se nublara, incapaz de pensar en nada más que en el fuego que él despertaba en ella.
La respuesta de ella encendió aún más su furia posesiva.
—¡Habla más! —exigió, apretando sus nalgas con fuerza y aumentando el ritmo de sus embestidas—. ¡Dame más de ti!
—Te necesito, Jungkook... —gimió, su cuerpo moviéndose al compás de sus embestidas. Al escucharla, sintió que el control se desvanecía. Su cuerpo respondía a cada palabra, a cada movimiento de ella—. ¡No puedo pensar en nadie más!
—Muévete para mí, ahora.
Se movía con él, el deseo la arrastraba a un lugar que nunca había conocido. La desesperación en sus ojos, la intensidad de su necesidad, lo empujaba más allá de sus límites.
—¡Eres el único al que quiero!
—¿Ves? —su voz más profunda y posesiva que nunca—. Nadie más tiene derecho a tocarte. Te lo haré sentir.
Con un movimiento rápido y violento, Jungkook la apretó contra él, sus embestidas se volvieron más frenéticas, marcando cada centímetro de su ser. Celestine gemía, su cuerpo cediendo ante la tormenta de sensaciones. Las lágrimas fluían por su rostro, mezclándose con su placer.
—¡Sí, Jungkook! ¡No pares! ¡No puedo soportarlo más!
—¿Vas a decirme que eres mía? —preguntó en su oído, su respiración más pesada, empujándola hacia el clímax.
—¡Soy tuya! —gritó, su voz resonando en la cabina cerrada de la limusina.
La desesperación en su mirada era tan intensa que hizo que su propio clímax se aproximara a pasos agigantados, llevándolo a perder por completo el control. Mientras su cuerpo respondía a la necesidad, Jungkook la miraba con una intensidad salvaje, como si la estuviera reclamando, marcándola para siempre. Celestine se sintió al borde del abismo, su cuerpo vibrando con cada embestida. La intensidad aumentaba, y los gemidos se convertían en gritos ahogados mientras la presión en su interior alcanzaba un punto de no retorno. Las lágrimas caían de sus ojos, no solo por el placer extremo que la envolvía, sino también por la mezcla de emociones que la consumía. Se sentía vulnerable y viva, atrapada en una tormenta de deseo y dolor.
—¡Jungkook! —gritó, su voz quebrándose mientras sentía cómo el clímax se desataba en ella como un rayo, una ola que arrastraba todo a su paso.
Con cada embestida final, el éxtasis la golpeó con fuerza. Su cuerpo se tensó, los músculos contraídos mientras un grito de placer se escapaba de sus labios. Se aferró a Jungkook, buscando su calor, su fuerza. Las lágrimas fluían por su rostro mientras el clímax la envolvía, dejándola sin aliento, una mezcla de liberación y vulnerabilidad inundando su ser. Mientras que él, sintiendo el momento alcanzar su punto máximo, no pudo evitar aferrarse a ella con más fuerza. La mirada intensa en sus ojos, el deseo aún latente, lo llevó a moverse con un ritmo más profundo, corriéndose en un profundo gruñido, llevándola a experimentar las últimas olas de su placer.
Finalmente, cuando el clímax de Celestine comenzó a desvanecerse, ambos se quedaron atrapados en un abrazo apretado. El aire caliente y cargado en la limusina se llenó de sus respiraciones entrelazadas, sus corazones latiendo al unísono.
—No puedo... —murmuró, su voz cargada de emoción—. No puedo dejarte ir. Te quiero, Celestine.
La confesión lo sorprendió, una verdad cruda y liberadora. Se separó un poco para mirarla a los ojos, buscando respuestas, temiendo el rechazo. Pero lo que vio en su mirada era una mezcla de asombro y alivio, una conexión profunda que estuvo ocultando.
—Quiero estar contigo, Jungkook —confesó, su voz aún temblorosa por la intensidad del momento. Las palabras fluyeron con sinceridad, y un rayo de esperanza se encendió entre ellos.
En ese instante, mientras permanecían abrazados, ambos sintieron que el mundo exterior se desvanecía, dejando solo su conexión cruda y profunda, un lazo que se forjó en medio del deseo, la vulnerabilidad y la necesidad mutua.
(...)
Celestine se encontraba en medio de una sesión de fotos, las luces brillantes iluminando su rostro mientras los flashes de la cámara la envolvían en un torbellino de emociones. Pasaron días desde que su vida dio un giro inesperado al abrirse a una relación con Jungkook. Era una relación intensa, llena de pasión y una conexión que la hacía sentir más viva que nunca. Cada vez que estaban juntos, el mundo exterior desaparecía, y lo único que importaba era la electricidad que crepitaba entre ellos.
A pesar de la felicidad que encontraba en Jungkook, una sombra de inquietud la acompañaba. Celestine continuó con su terapia, un paso necesario para afrontar sus demonios internos y para poder disfrutar de su nueva relación. La terapia le ofrecía un espacio seguro donde podía desahogar sus miedos y dudas, pero también le recordaba que aún tenía un camino por recorrer.
Mientras posaba, su mente divagaba hacia Jimin. La decisión de bloquearlo había sido difícil, pero necesaria. Tuvo una discusión con él días atrás, una confrontación que destapó la verdad que ambos estuvieron ignorando. Jimin nunca la querría de la manera que ella necesitaba. Su estilo de vida descontrolado, sus fiestas y la falta de compromiso fueron un recordatorio constante de que su relación no tenía futuro. La sensación de que estaba atrapada en un ciclo de caos la llevó a hacer un cambio radical.
En lugar de sentirse perdida, ahora existía un nuevo sentido de propósito. Jungkook era diferente; su presencia la hacía sentir segura, como si él la entendiera de maneras que nadie más podía. No solo era el deseo ardiente que compartían, sino también una conexión emocional que la mantenía anclada a la realidad.
—¿Todo bien, Celestine? —preguntó el fotógrafo, interrumpiendo sus pensamientos. La miraba con una mezcla de curiosidad y preocupación.
—Sí, estoy bien —forzó una sonrisa mientras se sacudía la distracción. Sin embargo, su mente no podía escapar de los recuerdos de las noches entregadas a Jungkook. Había dejado atrás el edificio de Sawyer, el lugar que fue su refugio en los momentos de oscuridad, para regresar a su propio departamento, donde por fin podía estar a solas con su guardaespaldas, sin restricciones. Recordaba el calor de su cuerpo contra el suyo, el roce de su piel, cómo sus ojos la devoraban con una intensidad que la hacía sentirse expuesta, pero al mismo tiempo deseada hasta lo más profundo. El sabor de su boca aún permanecía en sus labios, y la forma en que su cuerpo se movía sobre ella, siempre tan demandante, la mantenía perdida en un mar de sensaciones. Esas noches, donde el deseo entre ellos se desbordaba sin reservas, la dejaban atrapada en un torbellino de lujuria, sin poder pensar en nada más que en la necesidad de él.
Su vida había cobrado un nuevo sentido, uno en el que se sentía deseada y, sobre todo, valorada.
Las fotos continuaron, pero su mente seguía en el presente, en la calidez de los brazos de Jungkook, en su risa profunda y en las conversaciones que mantenían durante largas horas. Nunca experimentó una conexión tan profunda, y mientras se movía frente a la cámara, sus pensamientos regresaban a él. Pero también había una sombra de preocupación. A medida que la relación con Jungkook se intensificaba, también lo hacía su miedo a que algo pudiera salir mal. La vida que dejó atrás, con sus inseguridades y problemas, aún la perseguía. Y es que, por primera vez, sentía que estaba tomando el control, eligiendo el camino que quería seguir.
La sesión terminó y mientras se cambiaba, miró su reflejo en el espejo. La mujer que veía frente a ella era diferente; estaba creciendo, luchando y comenzó a dejar atrás su vida anterior. A pesar de las dificultades que sabía que vendrían, tenía la certeza de que estaba lista para enfrentarlas. Con un último suspiro, salió del vestuario, decidida a disfrutar de lo que había construido con Jungkook, sin mirar atrás. Mientras se preparaba para salir del estudio, una sensación incómoda se instaló en su pecho. Sawyer, su manager, se acercaba con una expresión seria que le hizo sentir un nudo en el estómago. Aunque disfrutó de sus días con Jungkook, sabía que él era perspicaz y no pasaría por alto ningún cambio en su comportamiento.
—Celestine, ¿puedo hablar contigo un momento? —preguntó, su tono grave y autoritario.
Asintió, tratando de mantener la calma mientras lo seguía a un rincón más apartado del estudio. La tensión era notable, y su corazón latía más rápido con cada paso. La última cosa que quería era que descubriera lo que realmente estaba sucediendo entre ella y su guardaespaldas.
—He notado que has estado diferente últimamente —comenzó, cruzando los brazos sobre su pecho. Su mirada era incisiva—. Te has distanciado, y no creo que sea solo por el trabajo.
Celestine sintió una oleada de incomodidad. Sabía que se estaba refiriendo a Jungkook, pero no podía admitirlo. Tenía que protegerlo, no solo su carrera, sino también su corazón.
—Estoy bien, solo he estado más enfocada en el trabajo y en mi terapia.
Sawyer frunció el ceño, como si no se creyera del todo sus palabras.
—¿Estás segura de que todo está bien? Porque hay algo más, y no creo que sea solo terapia. He visto cómo te comportas cuando estás cerca de Jungkook —hizo una pausa para evaluar su reacción—. Tienes que tener cuidado, Celestine. No quiero que te metas en problemas.
Las palabras la golpearon. Estaba a punto de replicar, pero sabía que tenía razón. Su relación con Jungkook era intensa, y aunque la hacía sentir viva, también la ponía en una posición vulnerable.
—Sawyer, no es lo que piensas —negó, sintiendo que la verdad estaba a punto de salir. Tenía que proteger a Jungkook—. Solo... Solo es mi guardaespaldas y amigo.
—¿Guardaespaldas y amigo? Celestine, sabes que no me puedo tragar eso —alzó una ceja, claramente escéptico—. He visto cómo te mira. Ese tipo tiene un pasado, y no creo que sea seguro involucrarte con alguien así.
Sintió un escalofrío recorrer su espalda. La mirada protectora de Sawyer la hacía cuestionar su propia decisión de mentirle.
—Te lo juro, no hay nada más. Jungkook está aquí para protegerme y apoyarme, eso es todo. Estoy enfocada en mi carrera y en mi terapia —aseguró tensa—. Aunque, de igual manera, no voy a dejar que nadie me dicte con quién puedo estar.
Se acercó un poco más, su mirada fija en la de ella.
—Celestine, no quiero que termines en una situación complicada. La prensa no perdona y, si se entera de que estás con un exmilitar, tu carrera se puede desmoronar —advirtió, su tono lleno de preocupación—. Ya he visto cómo destruyen vidas en esta industria.
La presión aumentó en su pecho. Sabía que tenía razón en parte, pero no podía permitir que su vida se viera afectada por la opinión pública. Su conexión con Jungkook la hacía sentir viva, y no iba a renunciar a eso.
—Entiendo tus preocupaciones, pero no estoy con él. Y no voy a dejar que nadie me diga con quién puedo estar.
—Solo ten cuidado. No quiero que te pase nada. Solo quiero lo mejor para ti.
—Y si es peligroso involucrarse con alguien así, ¿por qué lo contrataste en primer lugar? —indagó, su voz temblorosa, el nudo en su estómago apretándose aún más a medida que las palabras salían de su boca—. ¿Realmente lo conoces?
Suspiró profundamente, como si cada palabra que iba a decirle le costara una enormidad. Una sombra de incomodidad cruzó su rostro mientras se inclinaba hacia adelante, su mirada fija en ella, seria, pero con una melancolía apenas visible. Parecía estar luchando con las palabras, como si intentara encontrar una forma de decirle lo que realmente sabía, sin causar más daño.
—Lo conocí hace tiempo, gracias a un familiar lejano... Alguien que tiene una amistad de años con Jungkook. Me lo presentó en un momento en que estaba en el ejército, pero él... —frunció el ceño, recorriendo el techo con la mirada, buscando las palabras—, me dejó helado. Era tan frío, tan distante, que casi podía sentir su desesperación, su oscuridad —Su voz se quebró un poco mientras hacía una leve mueca, como si recordara el peso de ese momento—. Me dio miedo en su momento, Celestine. Un miedo visceral —hizo una pausa, su mirada fija en un punto indeterminado, casi como si intentara procesar aquel encuentro nuevamente. Luego, su respiración se profundizó antes de que, finalmente, continuara—: Pero después, cuando fue dado de baja, me enteré que estaba buscando reconstruir su vida, y cuando vi todo lo que estaba pasando contigo... Con los peligros que empezaban a acecharte, entendí que no había nadie más que pudiera protegerte.
Lo miró, desconcertada, aún sin comprender del todo.
—¿Lo contrataste solo porque pensaste que era lo mejor para mí?
Asintió lentamente, pero sus ojos mostraban una preocupación profunda. Se pasó una mano por el cabello, como si estuviera buscando la forma correcta de explicar lo que realmente sabía.
—Sí, pero sé más de lo que piensas sobre él... Más de lo que podría contarte. Mi primo, al ser amigo de Jungkook, también me contó cosas sobre su pasado —hizo una pausa mientras su mirada se oscurecía un momento—. Investigué a fondo y este tipo... tiene un historial manchado, Celestine. Cosas que ni te imaginas. Actos... atroces. —frunció el ceño, como si las palabras le costaran salir—. Pero a pesar de todo eso, lo elegí porque estaba convencido de que, aunque su pasado es oscuro, es el único en el que podía confiar para mantenerte a salvo, especialmente con lo que estás enfrentando ahora. Y no me equivoqué.
Se quedó en silencio, sorprendida por la revelación, mientras Sawyer la miraba fijamente, observaba su reacción, no esperando una respuesta inmediata, pero sí algún indicio de que comprendiera la magnitud de lo que acababa de decirle.
—Te estoy diciendo esto porque realmente me importa, y si no fuera por todo lo que estás viviendo, jamás lo habría contratado como tu guardaespaldas —sus ojos estaban fijos en ella, como si estuviera tratando de transmitir todo el peso de sus palabras—. No es quien parece ser. Si llegaran a investigar su pasado, si todo esto se hiciera público... Vernos ligados a alguien como él, Celestine, nos destruiría, tu carrera se iría al carajo. Por eso debe mantenerse al margen.
Sawyer pasó una mano por su rostro, como si el solo pensar en las consecuencias le pesara. Su gesto reflejaba la preocupación genuina, la carga que llevaba sobre los hombros, mientras sus ojos buscaban una reacción en ella, una señal de que entendía la gravedad de lo que estaba diciendo.
—Créeme, Celestine... —suspiró profundamente y su mirada se desvió por un momento antes de volver a ella—. Si supieras toda la verdad, si pudieras ver las piezas del rompecabezas, no lo verías de la misma manera que lo ves ahora. No lo verías como un protector, ni como alguien en quien puedes confiar tan ciegamente.
Lo observó en silencio, incapaz de responder. Sus pensamientos se desbordaban, chocando entre sí como una tormenta sin control. Las palabras de Sawyer comenzaban a calar en su mente, pero el aire parecía volverse más denso a medida que sus emociones se mezclaban con la confusión. Antes de que ella pudiera articular algo, Sawyer continuó, como si necesitara liberar las palabras que se le atoraban en la garganta.
—Lo que sea que te diga, lo que sea que veas... No olvides lo que sabes, ¿entiendes? —Sus ojos ahora fijos en los de ella con una intensidad feroz. No era solo un consejo, sino una advertencia cargada con un peso abrumador—. La gente como él... está jodida, Celestine, y es mejor que mantengas cierta distancia —Su tono bajo y grave, casi un susurro, llevaba consigo una amenaza implícita que no necesitaba ser verbalizada. La gravedad de sus palabras se sentía como un golpe directo al corazón de ella. En su pecho, el nudo se apretaba aún más. Por un instante, se preguntó si Sawyer realmente entendía la magnitud de lo que decía o si su propia preocupación por ella lo estaba cegando a la verdad.
¡Hola!
¿Qué les pareció esta tercera parte? ¿Qué creen que pase con la relación de Jungkook y Celestine con esa advertencia de Sawyer? ¿Será que Sawyer tiene razón? ¿Cómo piensan que será el final?
Espero que hayan disfrutado de este nuevo capítulo, si es así no se olviden de votar y comentar
¡Nos leemos pronto en la parte final!
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