VI

Al final, Yoongi tuvo que volar a Río de Janeiro. Llamó a Jimin al teléfono fijo esa misma tarde para confirmárselo. Jimin se preguntó si no estaría distanciándose de él después del beso de esa mañana. No había sido un beso cualquiera. Sus labios seguían estremecidos varias horas después. Sentía una extraña sensación, mezcla de vacío y de placer que nunca había sentido antes.

Pasó un par de días tranquilos pintando en los jardines de la villa hasta que  llegó la víspera de la boda y empezaron los ajetreos de rigor. El viaje resultó mucho más sencillo de lo que se había esperado. La organizadora de bodas se había ocupado de todos los detalles y lo único que tuvo que hacer fue ir a la estética, para que lo peinasen y maquillaran un poco, y ponerse luego el traje y los zapatos.

Cuando finalmente llegó a la mansión Min de la pintoresca ciudad de Bellagio, a orillas del lago de Como, se sintió como si fuera el protagonista masculino de una película dirigida por Yoongi. Su padre entró en la iglesia mirando a todos los invitados con una radiante sonrisa como si fuera el hombre más orgulloso del mundo. Jimin siguió el juego de la familia unida y puso cara de hijo obediente y sumiso, pero cuando llegó a la altura del banco reservado a los familiares, donde estaría su hermano sonriéndole si estuviera vivo, sintió un dolor indescriptible.

Levantó la vista y vio a Yoongi, esperando de pie en el lugar junto al juez. Sus ojos se iluminaron al verlo y esbozó una sonrisa de orgullo, abriendo sus labios y mostrando sus encías y pequeños dientes blancos que Jimin interpretó como parte del guión. Pero no pudo evitar sentir un pequeño vuelco en el corazón al ver la forma en que Yoongi se fijó en la pequeña herida del labio inferior, ya casi curada. Se puso a su lado y escuchó respetuosamente las primeras palabras del juez.

Jimin sabía que en esa mansión habían bautizado a la hermana pequeña de Yoongi y también que, en esa misma mansión, sus padres y sus hermanos se habían despedido de ella sólo tres meses después. La organizadora de bodas le había dicho discretamente que era la primera vez que la madre de Yoongi volvía a poner los pies en la villa de Bellagio desde la muerte de Yoonji, hacía ya más de treinta años. Era, sin duda, un lugar perfecto para pasar una luna de miel, pero Jimin no acertaba a comprender por qué Yoongi había insistido tanto en casarse allí. 

Además, en su caso, no podía hablarse propiamente de luna de miel, se dijo él. Aquello no era más que una farsa, un espectáculo para la galería, de cara a la prensa y a los invitados. Pero estaba resultando una ceremonia muy brillante, como se esperaba de alguien de la categoría de Yoongi y de la suya.

El juez anunció finalmente que había llegado el momento en que Yoongi podía besar al novio. Jimin sintió una emoción especial. Se le hizo un nudo en la garganta cuando Yoongi le puso una mano en la mejilla, con una delicadeza y una ternura como la de cualquier novio realmente enamorado. Contuvo la respiración al ver cómo Yoongi inclinaba la cabeza y la bajaba despacio palmo a palmo hasta sentir finalmente el suave contacto de sus delgados y finos labios en los suyos.

Jimin se quedó sorprendido de su propia reacción, de su respuesta a aque lbeso. Era como si Yoongi le hubiera transferido alguna corriente eléctrica muy potente directamente de su boca a la suya. Sus abultados labios se movieron instintivamente al compás de los suyos, suave y tímidamente al principio, pero luego con más deseo y pasión a medida que él hizo el beso más intenso con los movimientos lentos pero incitantes de su lengua. Fue un beso, no tan apasionado y salvaje como el de aquella mañana, pero por alguna razón su ternura y delicadeza lo hizo aún más excitante.

 Sintió una oleada de calor recorriéndole el cuerpo, su lengua se fundió con la suya, saboreándolo, gozando de la genuina masculinidad de su boca. Sabía a menta fresca y, sin embargo, era caliente y erótica y estaba cargada de sensualidad.

Yoongi se apartó lentamente y le dijo muy bajo al oído con una sonrisa.

–Resérvate para más tarde, cariño, para cuando estemos los dos desnudos y solos.

Jimin sintió un intenso calor en las mejillas, pero no pudo hacer nada por disimularlo sino devolverle la sonrisa, pues sabía que todo el mundo estaba pendiente de ellos. Pero, para sus adentros, estaba que echaba chispas por la arrogancia de Yoongi. ¿De verdad se creía que iba a acostarse con él sólo porque estuviesen casados? Probablemente se hubiese acostado con su amante el día anterior. Su ira iba en aumento, poco a poco. No era de extrañar que hubiese hecho un vuelo directo a Río de Janeiro. Quería aprovechar, sin duda, sus dos últimos días de libertad, esa libertad que, según él, era el precio que había pagado por él.

Jimin sabía que  Yoongi sería un amante inolvidable por muchas razones. Pero dejar que su relación llegase a ese grado de intimidad podría resultar desastroso para él a largo plazo. Era algo que sabía muy bien. Aunque no hacía más que repetir lo mucho que le odiaba, sabía que ese odio podía transformarse en algo muy distinto y mucho más peligroso. Tenía que tener presente, en todo momento, que su matrimonio era sólo un acuerdo temporal y que cualquier relación entre ellos duraría sólo hasta que Yoongi consiguiese lo que quería: su herencia.

La fiesta se celebró en la misma villa, donde se había instalado una gran carpa en los jardines. Se sirvió champán y Jimin continuó desempeñando su papel de novio feliz, un papel para el que parecía estar dotado de unas cualidades interpretativas sorprendentes. Estuvo charlando animadamente con los hermanos Min y sus esposos y con el resto de los invitados, hasta que la cara empezó casi a dolerle de tantas sonrisas forzadas.

En un momento dado, miró a Yoongi, que tenía en los brazos a su sobrino Jungkook, el hijo de Taehyung y Hoseok. Sonreía al bebé de pelo negro y le decía cosas en italiano e ingles, mientras el niño chapurreaba unas palabras en ese lenguaje extraño pero universal de los bebés. La pequeña Suran, la hija de Namjoon y Seokjin, estaba apoyada en las rodillas de Yoongi, reclamando también su atención. Él se volvió entonces hacia ella y le sonrió afectuosamente, hablándole en su lengua natal, mientras la niña le respondía también en coreano aunque con un marcado acento inglés. Vio cómo Yoongi la tomaba también en brazos, levantándola por los aires entre las risas y gritos de alegría de la pequeña.

–Va a ser todo un padrazo –dijo Tae acercándose a Jimin–. Se ve que tiene muy buena mano para los niños.

Jimin sintió un intenso rubor subiéndole por las mejillas y, antes de contestarle, recorrió la sala con la mirada para comprobar si había aún algún miembro de la prensa merodeando por allí.

–Sabes de sobra que lo nuestro no es un matrimonio normal –dijo Jimin en voz baja–. Los dos estamos en esto sólo por dinero.

–Sé que te gusta Yoon, aunque no lo quieras reconocer –dijo Jin mirándolo fijamente con sus preciosos ojos de color azul pizarra.

Jimin se mordió el labio inferior y desvió la mirada hacia la copa de champán que tenía en la mano y que aún no había probado.

–Te equivocas, Seokjin. Lo odio tanto como él a mí.

–No lo creo –replicó Jin–. Yo también pensé en otro tiempo que odiaba a Namjoon, pero me di cuenta de que en realidad siempre lo había amado. Yoongi y tú estan hechos el uno para el otro. Es algo que salta a la vista. Los dos son testarudos y orgullosos, y ninguno de los dos quiere ser el primero en dar su brazo a torcer.

–No me puedo imaginar a Yoongi admitiendo que siente algo por mí –dijo Jimin con un suspiro de desaliento–. Nunca le he oído hablar de sus sentimientos. Va con quien quiere cada vez que quiere, saltando de cama en cama. Creo que no ha llegado a tener, con nadie, una relación que haya durado más de un mes.

–Nam me dijo que llegaste a estar loco por Yoongi –dijo Jin–. ¿Fue tu primer amor?

Jimin se volvió y miró a Jin detenidamente. Era un chico serio y adorable. No era de extrañar que Nam hubiera hecho lo indecible por reconciliarse con él, y conseguir que aceptara al final casarse con él. Por qué había roto con Jin al comienzo de su relación era algo que Jimin nunca había logrado comprender. Pero ahora eran muy felices y eso era lo único importante. Los envidiaba. Y sentía también envidia de Hoseok y Tae, a los que había visto, unos minutos antes, mirándose a los ojos sentados en una fuente como si estuviesen ellos dos solos en el jardín. ¡Lo que daría por poder tener un amor!

–No es fácil de explicar –respondió Jimin–. Ya sabes cómo es Yoongi. No es de ese tipo de hombres que busca una relación estable. Esto va a ser una especie de calvario para él. Estará deseando quitarse las cadenas en cuanto se cumpla el año.

–¿Es eso lo que te dijo? –preguntó Seokjin, con el ceño ligeramente fruncido.

Jimin miró a Yoongi, que tenía ahora en brazos a Minjae, el bebé de Seokjin y Namjoon.

–Más o menos –contestó Jimin, volviendo la mirada de nuevo hacia su cuñado–. Yo no soy la persona adecuada para Yoongi. No sé en lo que Sehun estaría pensando cuando dispuso esas cláusulas en su testamento. Yo nunca podría hacerle feliz. No creo, de hecho, que pueda ser un buen esposo para nadie, y menos aún para un hombre tan complicado y difícil de complacer como él. Yo no puedo competir con top models y personas así.

–Creo que te subestimas –dijo Jin agarrándolo afectuosamente del brazo–. Eres una de las personas más maravillosas que he conocido, y no me refiero sólo al aspecto físico. He visto la forma en que has tenido en los brazos a Jungkook y a Minjae, y vi la forma en que pusiste, después de la boda, un par de flores de los ramos decorativos en el pelo de Suran. La niña te adora. Piensa que eres un príncipe. Y verdaderamente lo pareces. No creo haber visto nunca un novio más impresionante.

–Eres muy amable –replicó Jimin, con una sonrisa llena de afecto.

–Como sabes, no llegué a conocer mucho a Sehun –dijo Seokjin–, pero sí lo suficiente como para saber que no era tonto. Seguramente pensó que lo mejor que podía hacer era uniros a Yoongi y a ti, aunque sólo fuera en un matrimonio de conveniencia. No había nada de malo en ello, pensaría que ya vendría luego el amor con el trato. Según Namjoon me dijo muchas veces, el abuelo te adoraba. Nunca hablaba mal de ti, a pesar de las cosas que se decían en la prensa.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top