Final (Parte II)

Yoongi esperó a que el señor Park saliera por la puerta para darle a  Jimin un abrazo.

–¿Estás bien, cariño?

Jimin le miró como diciendo: «Ya estoy más que acostumbrado a estas salidas de mi padre».

–Por lo menos, esta vez, no me ha puesto en vergüenza emborrachándose, aunque creo que iba ya bien servido. -Dijo Jimin indiferente.

Yoongi frunció el ceño y se llevó la pequeña mano de Jimin al pecho.

–No se merece un hijo tan guapo y tan inteligente como tú.

–Gracias por decir eso –replicó Jimin bajando la mirada.

–Lo digo en serio, cariño. Eres una de las personas más especiales que he conocido. Cada día descubro más cosas nuevas de ti.

–Yoonie, hay algo quede deberías saber de mí –dijo Jimin poniéndose a jugar con los botones de su camisa–. Algo que debería haberte dicho desde el principio.

–Si te refieres a tus problemas con la lectura, ya estoy al tanto de ello – replicó Yoongi, estrechándole las manos entre las suyas.

–¿De... veras? –exclamó Jimin con gesto sorprendido.

Yoongi asintió con la cabeza.

–Al principio, no me di cuenta. Me costó tiempo comprender por qué no respondías nunca a mis mensajes o por qué, cuando estábamos en un restaurante, me preguntabas siempre lo que yo iba a pedir, antes de elegir tú los platos. Ya me habías dicho que no leías nunca los periódicos, pero me desconcertó el que te mostrases tan sorprendido sobre lo que se había escrito sobre tu falso embarazo en aquel artículo que te enseñé. Lo atribuí simplemente al hecho de que quizá no habías tenido tiempo de leerlo. Pero no llegué a comprender verdaderamente por qué no lo habías podido leer hasta esta tarde cuando venía hacia acá.

–¿Qué te hizo averiguarlo? –preguntó Jimin pasándose la punta de la lengua por los labios.

–Me dijiste que no habías leído la tarjeta que te había enviado con el brazalete porque estabas entusiasmado con los brillantes –dijo Yoongi con una sonrisa indulgente–. Pero no era cierto, ¿verdad?

–No... –dijo Jimin, más colorado que un tomate.

–¿No quieres saber lo que ponía la tarjeta? –preguntó Yoongi acariciándole las mejillas entre sus manos.

–Me da un poco de miedo... –dijo Jimin titubeante con las lágrimas a flor de piel.

–Te decía que te amaba, que te he amado desde el primer día que te conocí cuando sólo tenías dieciséis años, que no concibo la vida sin estar a tu lado amándote y protegiéndote. Es un sentimiento que he tenido siempre dentro de mí, pero que he tratado de ocultar. Es algo que he venido haciendo desde que era niño, supongo que porque no me gusta estar a merced de las emociones de otras personas y menos aún de las mías. Me hace sentir demasiado vulnerable.

–¡Me amas! –exclamó Jimin ahogando un sollozo–. No me lo puedo creer, con lo poco que valgo...

–No vuelvas a decir eso de ti nunca más, ¿me oyes? –dijo Yoongi con el ceño fruncido, apretándole las manos.

–Yo fui el culpable de la muerte de Chan –dijo Jimin tratando de reprimir las lágrimas–. Olvidé los datos del vuelo y no sabía leer las instrucciones que me había dado mi padre. Lo que sabía muy bien era fingir mi deficiencia. Estaba muy  orgulloso de ello. Demasiado orgulloso como para pedir ayuda. No sabes la vergüenza que me da...

Yoongi lo abrazó, con el corazón compungido pensando en todo lo que debía haber sufrido.

–Cariño, tú no tuviste la culpa de nada. Las personas que tenías a tu lado debían haberse preocupado de ayudarte y no lo hicieron. Ojalá yo lo hubiera sabido antes. Me quedé muy sorprendido cuando te llamé esta tarde y te comportaste como si no hubiera cambiado nada. No podía entender por qué no habías leído la tarjeta. Lo comprendí finalmente al ver tu mirada irónica cuando le dabas las gracias a tu padre por el bono-libro. Él todavía no lo sabe, ¿verdad?

Jimin negó con la cabeza.

–Siempre me ha dado miedo decírselo. Mi padre daba tanto valor a las notas que sacaba en el colegio... Nunca le parecían bastante buenas. Por eso me regala todos los años un bono para comprar libros, aunque nunca he leído un libro en mi vida.

–Por eso nunca has tenido un empleo, ¿verdad? Por eso no querías mostrar al mundo tus cuadros. Por eso te casaste conmigo, contra tu voluntad, porque necesitabas desesperadamente el dinero, ¿no es eso?

Jimin tuvo que morderse la mejilla por dentro para no echarse a llorar.

–Me avergüenza tener que confesar que sólo quería casarme contigo por el dinero. Estaba decidido a no enamorarme de ti otra vez, como cuando tenía dieciséis años. Pero todo fue inútil. Cada una de tus palabras, de tus caricias y de tus besos me hacían comprender lo mucho que te amaba.

–Tesoro mío –dijo Yoongi con la voz entrecortada–. Yo te ayudaré a aprender a leer si tú me ayudas a mí a ser mejor persona. Me avergüenza lo superficial que he sido en la vida. He tratado de conseguir mis propias metas y objetivos sin pensar nunca en los demás. Pero, a partir de ahora, en lo único en lo que quiero pensar es en ti y en nuestro futuro. Tú has conseguido hacerme cambiar, Jimin.  Por eso mi abuelo planteó así el testamento. El muy zorro sabía que lo conseguirías.

Jimin sonrió feliz mientras se abrazaba a Yoongi lleno de amor. –¿Crees de verdad que él sabía que iba a pasar todo esto? ¿Qué acabaríamos enamorándonos?

–Estoy seguro –dijo Yoongi–. Tú y yo siempre estábamos discutiendo en las reuniones familiares, ¿te acuerdas? La línea divisoria entre el odio y el amor es muy sutil y fácil de cruzar.

–La noche de aquella fiesta de mi cumpleaños, me habría gustado mucho más haber estado contigo que con tu amigo. Me he arrepentido todos los días de mi vida. No tienes idea de cuánto.

Yoongi le acarició la cabeza y lo abrazó contra su pecho.

–Olvídate ahora de eso, cariño. Yo tuve la culpa por tratarte con tan poca  delicadeza. Tal vez si hubiera llevado las cosas de otra manera, nada de aquello habría ocurrido. Debería haberte protegido, pero estaba demasiado ofuscado en mantenerme a distancia para no caer en la tentación de cruzar la raya. Eras tan joven, tan inocente...

–Cuando estoy a tu lado, me siento otra vez como si fuera aquel jovencito de entonces. Me haces sentir como si el pasado no hubiera existido y todo hubiera sido sólo un sueño.

–A mí me pasa lo mismo, cariño –dijo Yoongi estrechándolo entre sus brazos–. Pero ahora en lo único en lo que debemos pensar es en el futuro. Vamos a ser muy felices, ¿verdad?

–Sí, amor mío –dijo Jimin echando la cabeza atrás para recibir el beso de su esposo.

Seis meses después de aquel feliz día en que Jimin y Yoongi se confesaron su amor, tuvo lugar una exposición, en una prestigiosa galería de arte, con un éxito impresionante. Todos los cuadros tenían pegados el punto rojo indicativo de que estaban vendidos.

 Yoongi lucía una sonrisa de oreja a oreja viendo cómo todas las  miradas, así como las cámaras de los reporteros que habían acudido al evento, apuntaban a un hermoso chico embarazado que departía animadamente con todos los asistentes.

 Jimin estaba más radiante que nunca y Yoongi aún no podía creer que fuera a ser padre en tres meses. Todas las noches ponía la mano sobre el vientre de Jimin para sentir los latidos del aquel niño al que pronto tendría entre sus brazos.

Namjoon y Jin se acercaron a él. Iban agarrados de la mano. Seokjin parecía muy feliz. Estaba embarazado, aunque aún no se había comunicado nada oficialmente.

–Debes de estar muy orgulloso de Jimin, ¿eh, Yoongi? –le dijo su hermano, sonriendo.

–Es para estarlo, ¿no crees? –replicó Yoongi con el pecho henchido de satisfacción, sin dejar de mirar a su esposo.

Hoseok y Taehyung estaban abrazando a Jimin en ese momento, felicitándole por su éxito. Yoongi contemplaba la escena orgulloso de ver cómo Jimin se había integrado plenamente en el seno de la familia. Su madre no dejaba de hacer alarde a todas horas de cómo Jimin había conseguido hacer de su hijo un devoto de la vida familiar, como lo eran  sus hermanos.

Jimin lo miró desde el otro lado de la galería, con sus maravillosos ojos verdes bailando de felicidad. Yoongi se acercó a él y le pasó el brazo por la cintura.

–Llevas mucho tiempo de pie, cariño, ¿no estás cansado?

–Todavía no –dijo Jimin, acurrucándose en su pecho–. ¿Has leído lo que ha escrito el crítico de arte en el folleto de la exposición?

–¿Por qué no me lo lees, tú? –dijo Yoongi con una sonrisa de indulgencia. Jimin abrió el tríptico de papel cuché y se puso a leer cuidadosamente las palabras mientras las iba señalando con el dedo.

–Park Jimin es el nuevo talento que viene a aportar un nuevo aire fresco  al mundo del arte. Su impre-impresio-impresionante colección titulada Enamorado de Roma ha despertado un interés más allá de nuestras fron-fronteras –Jimin hizo una pausa y lo miró muy sonriente–. ¿Estás orgulloso de mí, cariño?

Yoongi lo atrajo hacia sí y apoyó tiernamente la cabeza encima de la suya.

–Más que orgulloso. Nunca dejas de sorprenderme. Soy el hombre más afortunado del mundo por tener un esposo como tú.

Jimin le puso los brazos alrededor del cuello apretándose contra él. Los latidos del bebé resonando entre los cuerpos de sus padres parecían unirlos en un futuro sólido y esperanzador.

–Te amo, Min Yoongi –dijo Jimin–. Te amo con toda mi alma.

–¿Sabes una cosa, cariño? –dijo Yoongi mientras una nube de paparazis se arremolinaba alrededor de ellos para captar el momento–. Yo también te amo con toda mi alma... y todo mi cuerpo.


⌛F  I  N  ⌛

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