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Alerta: Aquí aparecerá un antagonista por lo tanto dejaré el nombre que la autora original le asigno al personaje para evitar lo del hate a idol's como ya lo había comentado en mi tablero.
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–Por supuesto –dijo Yoongi, levantándose educadamente de la mesa.
Jimin respiró aliviado cuando llegó al servicio de señores. Estaba un poco alterado. Se tomó unos minutos para recobrar la calma. No entendía qué motivos podía tener Yoongi para inquietarle con aquellas preguntas tan personales. Min ya había dejado suficientemente claro que no estaba dispuesto a prolongar aquella relación de forma indefinida. ¿A qué venía entonces ese interrogatorio sobre cosas tan íntimas? No quería seguir respondiendo a sus preguntas, en cualquier momento podría traicionarse a sí mismo, confesándole su amor.
Ya había estado a punto de hacerlo más de una vez. Pero eso no haría sino empeorar las cosas. Lo único que conseguiría sería echarle en los brazos de alguien más.
Jimin salió del servicio de señores. Se dirigía a la mesa donde Yoongi estaba esperándolo cuando una mano le agarró del brazo. Se detuvo en seco y miró al hombre que lo sujetaba. El corazón le dio un vuelco al reconocerlo y se quedó completamente pálido.
–Jimin –dijo Tim Renshaw-Heath con una sórdida sonrisa–. ¡Cuánto tiempo sin verte! Lo menos... un año, ¿no? ¿Cómo estás? ¿Has venido con alguien?
–Sí –dijo Jimin, retirando el brazo–. Estoy aquí con mi esposo.
–¡Vaya! Así que te has casado, ¿eh? –dijo Tim, arqueando las cejas–. ¿Quién lo iba a decir?
Jimin miró a su mesa de reojo, como en busca de ayuda, pero Yoongi estaba consultando los mensajes de texto en su móvil. Trató de marcharse, pero Tim le cortó el paso interponiéndose en su camino.
–¡No salgas haciendo escándalo! –exclamó Tim, metiendo la mano en el bolsillo de la chaqueta y entregándole su tarjeta de visita–. Llámame si te cansas de tu marido o si se va de viaje por algún tiempo. Yo podría llenar su ausencia, ya sabes a lo que me refiero. Sigo en el mismo apartamento de Londres, ya lo conoces. Espero que esta vez no me dejes plantado, ¿eh?
Jimin sintió ganas de vomitar al oír aquellas groserías. Le dirigió una mirada fría como el hielo, sin hacer el menor caso de la tarjeta.
–No tengo la menor intención de traicionar a mi esposo.
–Creo que podría hacerte cambiar de opinión –dijo el hombre con una mirada soez, abriendo su billetera y poniéndosela a Jimin delante de la cara–. Tal vez esto es lo que debería haberte ofrecido la primera vez, ¿eh? ¿Cuánto, Jimin? ¿Cuánto cuesta poder disfrutar de ese cuerpo de pecado?
Jimin no había oído llegar a Yoongi, pero vio a Tim dar un paso atrás y meterse la cartera a toda prisa en el bolsillo.
–Si vuelve a insultar otra vez a mi esposo, me encargaré personalmente de que no vuelva a pisar este lugar ni ningún otro hotel en toda Europa y Asia –dijo Yoongi con los dientes apretados–. ¿Lo entiende bien o necesito decírselo de otra manera?
Jimin puso la mano en el brazo de Yoongi para tranquilizarle.
–Yoon, no, por favor. No vale la pena.
El hombre pareció arrugarse ante la imponente presencia de Yoongi, que se había plantado delante de él de forma intimidatoria. Tim se retiró. O salió huyendo, sería quizá más propio decir.
–Nos vamos –dijo Yoongi, agarrándole de la mano con fuerza.
Jimin no se atrevió a contestarle. Vio las miradas curiosas que les dirigían muchas personas. Se sintió muy avergonzado de su pasado y sintió deseos de poder olvidarlo y dejarlo todo atrás.
¿Cómo podía haber caído tan bajo como para flirtear con un hombre tan grosero como Tim Renshaw-Heath? No importaba que no se hubiera acostado nunca con él, ni con la mitad de los hombres que la prensa le había adjudicado. La forma en que Tim y los hombres de su calaña lo trataban lo hacía sentirse como si fuera mucho peor de lo que realmente era.
Yoongi no dijo una palabra en el trayecto hasta la villa. Jimin lo miró un par de veces de reojo, pero vio su boca cerrada, sus ojos llenos de furia y los puños apretados con fuerza como si estuviera golpeando mentalmente a aquel hombre.
Entraron en la casa y Yoongi cerró la puerta de un portazo que resonó por toda la villa.
–No deberías haberle dirigido la palabra –dijo Yoongi casi sin despegar los labios–. Deberías haberle ignorado como si no supieses quién demonios era y haber venido derecho a la mesa conmigo.
Jimin se aclaró la garganta antes de responder.
–Lo siento, no le vi llegar hasta que me puso la mano en el brazo. No era mi intención montar aquella escena en mitad del restaurante.
–¡Maldita sea, Jimin! ¿Es así como va a ser todo el año?
–¿No estás siendo un poco hipócrita, Min? –dijo Jimin ahora algo indignado–. Después de todo, tú también has tenido muchos amantes y es muy probable que nos encontremos con más de alguno durante este tiempo, especialmente si insistes en llevarme contigo en tus viajes.
–No tiene nada que ver una cosa con otra –replicó Yoongi furioso–. Mis relaciones tenían alguna base, algún significado, aunque no fuesen duraderas.
–¿Qué es lo que quieres decir exactamente? –exclamó Jimin con arrogancia.
–Creo que lo sabes muy bien –dijo Yoongi mirándolo de forma seductora con sus ojos avellana.
–Te equivocas –replicó Jimin, desafiante, sosteniéndole la mirada–. ¿Por qué no pruebas a explicármelo?
–No me gusta la idea de verte hablando con hombres como ése –dijo Yoongi pasándose la mano por el pelo con gesto nervioso–. No me gusta que hombres como ése te traten como si fueras un cualquiera. Eso es algo que no eres ni has sido nunca.
Jimin sintió que las lágrimas afluían a sus ojos. Yoongi le estaba demostrando su respeto y su deseo de protegerlo. Era algo que nunca había esperado de ningún hombre, ni siquiera de él.
–¿Por qué estás llorando, cariño? –le preguntó Yoongi, con el ceño fruncido.
–Porque... ¿Crees tú que yo soy un...? –respondió Jimin entre sollozos.
Yoongi se acercó a Jimin y lo rodeó con los brazos, apoyando la cabeza sobre la suya.
––¡Qué tonterías dices! –dijo Yoongi dulcemente–. Claro que no. ¿Cómo ibas a ser tú tal cosa?
Jimin alzó la vista para mirarlo a los ojos, pero siguió abrazado a su cintura.
–No es lo que te crees, hyung. No me acostado nunca ni con Tim ni con la mayoría de los hombres con que han tratado de relacionarme las revistas. Dejé que todo el mundo creyera que yo era un cualquiera, pero en el fondo odiaba esa etiqueta. Daría algo por poder quitármela de encima.
Yoongi sacó el pañuelo del bolsillo y le enjugó tiernamente las lágrimas que corrían por sus mejillas.
–Hay también cosas en mi pasado que me gustaría olvidar. Supongo que todo el mundo las tiene. Lo que hay que hacer es ser fuerte y afrontar la vida con entereza. Si alguna vez te encuentras con alguien de ese pasado, pasa de largo sin hacerle caso, no le dirijas la palabra. No te rebajes a su nivel, eso es lo que ellos quieren. Ve con la cabeza bien alta, tesoro mio. Hazte respetar. Eres una chico hermoso e inteligente y muy cariñoso y comprensivo.
Jimin le pasó la mano por las mejillas muy suavemente.
–El mundo sería maravilloso si hubiera más hombres como tú.
–No dirías eso si supieras lo que estoy pensando ahora –replicó Yoongi con una sonrisa.
–¿En qué estás pensando? –preguntó Jimin tímidamente
Yoongi lo apretó contra su cuerpo para que percibiese, entre los muslos, la firmeza de su erección.
–¿Te da esto una pista? –exclamó Min, con una sonrisa sensual.
–Más o menos –dijo Jimin, frotando su cuerpo contra el suyo y viendo con satisfacción el efecto que producía.
Yoongi lo besó en la boca con pasión. Jimin sintió sus labios como llamas de fuego. Sus lenguas entablaron un duelo sexual lleno de ardor y fogosidad. Sintió todo su cuerpo estallando en llamas y deseó ardientemente poder llenar el vacío de su parte inferior con la dureza de su virilidad.
Yoongi lo levantó en brazos como si fuera una pluma y lo llevó, escaleras arriba, hasta el dormitorio principal. Lo dejó en la cama y luego se quitó la ropa sin despegar los ojos de Jimin un solo segundo.
Jimin sintió la sangre corriendo por sus venas como un torrente de primavera al ver su cuerpo desnudo y su fabulosa erección. Se pasó la lengua por los labios, se puso de rodillas sobre la cama y se quitó la ropa, la camiseta y el bóxer y lo echó todo a un lado de la cama. Iba a quitarse también el colgante del cuello cuando lo detuvo la mano de Yoongi.
–No, quiero hacerte el amor sólo con ese diamante –dijo Yoongi besándole el valle que se abría entre sus pectorales, donde brillaba resplandeciente la preciosa joya.
Se sintió por primera vez como un príncipe, y no como el chico fácil que había fingido ser en el pasado.
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