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Jimin no se dejó engañar por Yoongi. No creía que estuviera siendo sincero. Sabía lo que quería, lo que andaba buscando: acabar la fiesta en la cama. Era todo un maestro  de la seducción y qué mejor manera de conseguir su propósito que endulzarle el oído con elogios y cumplidos para minar su voluntad y su decisión de dormir en camas separadas.

–Creo que te pasaste un poco con el beso en la ceremonia –dijo Jimin con tono remilgado–. Un simple beso en la boca habría sido suficiente. Deberías haber mostrado un poco más de respeto.

–Te sientes culpable por desearme, ¿Jimin? –dijo Yoongi con una sonrisa de complicidad.

–Yo no te deseo –replicó Jimin, cruzándose de brazos–. Sólo me interesa el dinero que esta unión me va a proporcionar.

–Te pasas todo el tiempo recordándolo, pero a mí no me engañas, tus ojos me dicen otra cosa. Y no sólo tus ojos, sino también tu boca. Aún no he conseguido olvidar nuestro primer beso. Eres un volcán, pura dinamita –Jimin suspiró con desdén y escepticismo y Yoongi añadió, tras mirarlo unos segundos con mucha atención–: ¿No has comido nada?

–Oh, por favor, no empieces con eso –replicó Jimin algo irritado–. Ya tuve bastante con mi padre. ¡Menudo ejemplo! Emborracharse de esa manera y entrando en el coche en ese estado con esa nueva novia suya que finge cuidarle como si realmente le importara algo, cuando hasta el más tonto se da cuenta de que sólo va por su dinero. Pero ya se sabe, no hay nadie más tonto que un viejo tonto, ¿verdad?

–En realidad, no le odias, ¿verdad? –exclamó Yoongi, frunciendo el ceño.

Jimin le lanzó una mirada que podría haber atravesado el mármol.

–No siento nada por él, ni por nadie.

–No te creo –dijo Min– Te vi jugando con Suran. ¿A ella también la odias?

–Crees que me conoces muy bien y que no tengo secretos para ti, ¿verdad? –exclamó Jimin con los ojos brillando de rabia–. Pues te equivocas. Ya no soy el niño ingenuo y mimado que se quedaba prendado de todo lo que decías porque estaba loco por ti. He madurado. Ahora sé cómo protegerme de los tipos como tú. ¿Te crees que puedes llevarme a la cama con unas cuantas palabras bonitas? Pues te equivocas. No soy tan fácil.

–La prensa no opina lo mismo –replicó Yoongi con una sonrisa irónica.

–La prensa no siempre dice la verdad. Tratan de dar una versión de los hechos que les permita vender el mayor número posible de ejemplares. Me presentan como un vividor, un ninfómano que se arrima a todo lo que tenga pantalones. Pero tengo mis principios. No me interesan en absoluto los maridos de otras personas. Sería incapaz de traicionar a mi mejor amiga acostándome con su marido.

Yoongi lo miró durante un instante. Sus pensamientos parecían revolotear alrededor de su cabeza como insectos tratando de evitar ser rociados por un spray venenoso.

–¿Estás tratando de decirme que la aventura entre Lee Taemin y tú no era verdad?

Jimin sostuvo su mirada como si fuera un desafío consigo mismo.

–¿Tú qué crees? ¿Piensas de verdad que soy de esa clase de persona capaz de acostarse con el marido de su mejor amiga, mientras ella está en las primeras semanas de su embarazo? Un embarazo que, por cierto, se malogró.

Min arqueó las cejas, sorprendido. No había leído nada referente a aquel bebé en la prensa. No conocía realmente demasiado a Taemin, había coincidido con él en algunos actos, pues se movían en los mismos círculos.

 Yoongi había visto a Taemin varias veces y daba la impresión de ser un hombre de negocios serio y responsable. No parecía, en modo alguno, capaz de engañar a su mujer, pero había que reconocer que Jimin era una tentación para cualquier hombre.

 Él podía decirlo con conocimiento de causa. Jimin ejercía un gran poder sensual sobre él, con aquellos ojos verdes y profundos como el mar que lo arrastraban a uno al abismo para luego traicionarle. Le gustaba jugar al gato y al ratón, era un actor consumado en ese juego. Pero si Jimin era inocente, ¿por qué no se había defendido, demandando a la revista? 

Tenía abogados de prestigio a su disposición. No era precisamente un indigente, aunque hubiera tenido que depender de la generosidad de su padre hasta ahora.

–Si no eras tú quien estaba al lado de Lee, entonces, ¿quién era? – preguntó Yoongi.

–No tengo ni idea –respondió Jimin tan impasible como un jugador de póquer profesional.

Yoongi se preguntó si estaba mintiendo para protegerse a sí mismo o a alguna otra persona, o si realmente no lo sabía. Empezaba a tener la impresión de que, cuanto más pasaba el tiempo, menos lo conocía. 

Se había comportado, durante toda la fiesta, como un auténtico esposo. Había estado realmente convincente.

La forma en que había respondido a su beso, tanto en la ceremonia como en su villa de Roma, había revelado que, bajo aquella capa de aparente frialdad y frivolidad, había un hombre apasionado y con sentimientos. 

Jimin no era más inmune a él de lo que él lo era a Jimin, aunque se empeñase en negarlo. ¿Era orgullo o formaba parte de su estrategia? No sabía decirlo, pero estaba decidido a hacer que su matrimonio fuera tan verdadero como lo deseaba, aunque le llevara la mayor parte del año conseguirlo.

Sí, conseguiría que Jimin viniera a él por su propia voluntad. Sería sólo cuestión de tiempo.

 Sintió un deseo indescriptible pensando en tenerlo entre sus brazos, escalando la cima del placer.

–¿Qué te parece si echamos un trago para celebrar nuestro matrimonio temporal? –dijo Yoongi.

–Ya he agotado mi cupo de bebida por esta noche –replicó Jimin–. Me voy a la cama.

Una hora después, Yoongi daba vueltas por el salón, preguntándose por qué estaba tan inquieto y nervioso. Realmente, él sabía por qué, pero no quería admitirlo. Se había hecho a la idea de acostarse con Jimin esa noche pero, sin embargo, él le había rechazado tajantemente. Apuró de un solo trago su copa, a sabiendas de que probablemente se estaba excediendo en la bebida. ¿Qué demonios estaba haciendo allí él solo con una botella de brandy en su noche de bodas?

Se pasó la mano por el pelo. Aquello era ridículo. Pero tenía que controlarse.

Jimin no era la persona con la que deseaba pasar el resto de su vida. No estaba dispuesto a pasar el resto de su vida con nadie. Él no era como sus hermanos, que habían sentado la cabeza y tenían esposo e hijos, y estaban contentos y felices con su suerte. Él siempre había aspirado a algo más.

 Más  dinero, más emociones, más retos.

Se disponía a servirse otra copa cuando creyó oír unas pisadas por la escalera.

 Dejó la botella en el mostrador de las bebidas y se dirigió al pasillo.

 Jimin bajaba los escalones muy despacio, peldaño a peldaño. Miró a un punto lejano y misterioso como si fuera ciego o tuviera la mirada perdida, y se apoyó en la barandilla de la escalera como si tuviera miedo a caerse.

–¿Jimin?

Él pareció no oírle y continuó bajando paso a paso con aquel rostro inexpresivo. 

Yoongi parpadeó un par de veces, preguntándose si lo que estaba viendo no sería producto del brandy que había tomado. Pero no, Jimin seguía allí, bajando suavemente los escalones hasta llegar abajo, al vestíbulo. Llevaba un camisón muy ligero, bajo el que se transparentaba su cuerpo desnudo, su pecho firme y sus pezones rosados tan incitantes. Y más abajo, entre los muslos, se vislumbraba su punto más masculino. Se imaginó haciendo que le sintiera dentro de él. Estaba a punto de acercarse para estrecharlo entre sus brazos cuando de pronto Jimin miró a su alrededor con la mirada de un ciego, suspiró profundamente y dio la vuelta disponiéndose a subir la escalera.

Yoongi lo contempló y contuvo la respiración al darse cuenta de que estaba viendo a una persona sonámbula. Tuvo la intención de despertarlo, pero recordó haber leído en algún sitio que eso era lo último que había que hacer. Que lo más indicado era seguir a esa persona a la cama para asegurarse de que estuviera a salvo.

Lo siguió pues por la escalera, manteniéndose a unos pasos por detrás, para no asustarlo. Jimin se dirigió a la habitación que parecía haber elegido para dormir. Era la que estaba más alejada del dormitorio principal, una de las habitaciones que se había utilizado en el pasado como cuarto de invitados.

 La mitad de sus cosas seguían aún en las maletas y bolsas del viaje, desparramadas por la habitación. Jimin cruzó la habitación y se metió en la cama. Se tapó con la sábana y cerró los ojos mientras apoyaba la cabeza dulcemente sobre la almohada.

Yoongi se quedó allí mirándolo largo rato, a la luz que se filtraba del rellano de la escalera, hasta casi perder la noción del tiempo. De pronto, Jimin soltó un suspiro y hundió la cabeza en la almohada.

Yoongi respiró hondo y se acercó a la cama. Extendió la mano y le apartó de la cara un mechón de pelo. Jimin murmuró entonces algo ininteligible, pero que, de alguna manera, parecía dar a entender que se sentía a gusto teniéndole allí cerca, que confiaba instintivamente en él.

 Yoongi sintió una sensación muy extraña. Él era la última persona en la que Jimin confiaría.

–Dulces sueños, cariño.

Y antes de que pudiera arrepentirse, se inclinó hacia Jimin y depositó en su mejilla un beso lleno de ternura. Sintió un temblor en los labios al verlo sonreír.

Se alejó de la cama y, tras una última y larga mirada, se volvió y salió de la habitación, cerrando la puerta suavemente.

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