Day 8/Esclavitud/Serokami

Él era una de las tantas personas que vivían siendo esclavas de sus pensamientos.

Simples peones de su mente, de la cual no tenían control.

Hey, nadie de te quiere...

¿Qué haces aún aquí?

¡Anda! No le creas, ellos no tienen la razón.

¿Siquiera saben lo que estás viviendo?

Solo estás mejor, las personas solamente te lastiman.

Sonrisas, sonrisas, sonrisas, putas sonrisas que tenía que fingir para seguir solo, y que nadie le preguntase nada acerca de él.

No necesitaba depender de alguien, él estaba bien solo.

No los necesitas.

Solamente son gente hipócrita, ¡no te arriesgues!

La razón solamente le decía aquello, que estaba bien sin la necesidad de sentir el calor y apoyo de otra persona.

Que no los necesitaba.

Abrazó sus piernas en una esquina de aquel cuarto en el que ahora vivía, el cual comenzaba a transformarse en una habitación infantil, la cueva era extrañamente grande, y polvorienta.

Como si él no estuviese ahí.

Escuchó la puerta de su habitación abrirse, y solamente esperó a que volviera a cerrarse de nuevo para poder volver a estar solo, después de todo, su mamá nunca le hizo caso... Mucho menos su papá.

—¿Denki?— no, no, no, no, no, nadie debió de estar ahí, todos debían irse, él estaba bien solo.

No quería que nadie más estuviese ahí.

Cerró los ojos, escuchando como la puerta era cerrada, sin embargo, también escuchó como pasos se acercaban hacia donde él estaba.

¿Por qué no entendían que no quería verlos?

—¿Denki?

—Vete— pronunció con voz rota.

No, no debía de escucharse así.

Sonríele, así se va sin decir nada.

Sonríe.

De pronto sintió las ganas de que aquella persona no se fuese, que se quedara a ayudarlo y lo sacara de ese agujero en el que siempre se había metido.

Sintió como las lágrimas cálidas abandonaban sus ojos, y que aquel rincón comenzaba a ser demasiado frío.

Quería que se quedase.

—Hey, viejo ¿te encuentras bien?— las manos ajenas atraparon las suyas, que aún estaban en su rostro... Se sentían tan cálidas.

—N-no— murmuró.

No, no, no, no, tú estás bien, no hace falta que alguien intervenga.

Dile que estás bien.

Aquellas grandes manos quitaron las suyas de su rostro, dejándole ver un par de ojos ébano que lo miraban con preocupación.

¡Sonríe!

No.

Vio una sonrisa marcada en los labios ajenos, y sintió como los largos brazos del más alto le envolvían en un cálido abrazo.

¿Por qué estaba solo si podía disfrutar de esos brazos?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top