Day 10/Vampiros/Serokami

—¡Se supone que tienes que ser sexy!— gritó un chico de cabello rubio a otro azabache, quien le veía molesto.

—Uy, ¡perdón por ser fan de Van Helsing!— contestó el otro.

Ambos estaban encerrados en el cuarto del más alto, después de que la fiesta de disfraces (organizada por su amiguis, Ashido) terminara, y que todos tuvieran que ir a sus respectivas habitaciones.

Ah, pero, ahora ambos se encontraban discutiendo (por una cosa muy pendeja en opinión de Sero) y no la estaban pasando bien como se suponía debía ser.

Pero claro, al estúpido de su novio se le había ocurrido alegar que su traje de "vampiro" no era sexy.

¡Nunca intentó serlo!

—¡Los vampiros son sexys!

—¡Joder, Kaminari! ¡Nunca intenté serlo!— gritó para después sacar toallas húmedas para quitarse el maquillaje que traía, dejando ver su piel —además, ¡tú traes un estúpido disfraz de Pikachu!

Ah, claro, pero él debía ser candente.

—¡Pero soy adorable!— gritó y le hizo un puchero.

Genial, no podía argumentar contra eso, ya que Denki siempre era adorable, a veces un pendejo pero no dejaba de ser adorable.

—Denki, por favor, nunca quise verme de esa manera.

—¡Pero debíamos tener una noche acalorada!— Fue cuando se rió.

Estaba a espaldas de él, sin camisa, porque se estaba cambiando para comenzar a dormir, y sin embargo, no sentía una pizca de calor aún con lo dicho.

—¿De qué ríes?— lo escuchó indignarse, y aún en frente de él, se cambió los pantalones, para después ponerse un chandal.

—De nada— y volvió a reír, sentándose a la hamaca que había instalado en su habitación.

Vio como su indignado novio seguía a mitad de la habitación, apretando los puños a cada lado.

Tan adorable en ese traje amarillo.

Palmeó su estómago y extendió sus brazos hacía el rubio, quien indignado pero sonrojado fue hasta donde él y se acostó encima.

—Mímame.

—Esa era la idea—y comenzó a esparcir besitos en todo el rostro de su caprichoso novio, el cual se dejaba hacer y sonreía cómodo.

Entre caricias y besos descendió hasta su cuello, dejando besitos que comenzaban a prender al rubio, pero bueno, él no tenía ganas de eso.

—¡HEY, DUELE!— le gritó una vez mordió con fuerza su cuello, ya que se le había olvidado quitarse los dientes falsos.

Debía aprovechar.

—¡Suéltame!— y comenzó a pegarle en la cabeza, ya que el azabache no lo soltaba.

Éste, por otro lado, frunció el ceño y mordió aún más fuerte.

Si quería su pinche vampiro, que ahora lo aguantara.

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