La falla del plan.
- Muy bien – todos giraron sus cabezas para ver a Kora -. Hoy finalizaremos el universo de Izuku mago – todos se emocionaron -. ¿Listos? ¡Vamos allá!
Volvía a estar tendido en el suelo. El olor del bosque le impregnaba el olfato y notaba la fría y dura tierra bajo la mejilla, así como una patilla de las gafas, que con la caída se le habían torcido y le habían hecho un corte en la sien. Además, le dolía todo el cuerpo, y en el sitio donde había recibido la maldición asesina percibía una contusión que parecía producida por un puño de hierro. A pesar de todo no se movió, sino que siguió en el lugar exacto donde había caído, manteniendo el brazo izquierdo doblado en una posición extraña y la boca abierta.
No le habría sorprendido oír gritos de triunfo y júbilo ante su muerte, pero lo que oyó fueron pasos acelerados, susurros y murmullos llenos de interés.
—Mi señor... mi señor...
Era la voz de Bellatrix, que hablaba como si se dirigiera a un amante. Izuku no se atrevió a abrir los ojos, pero dejó que sus otros sentidos analizaran el aprieto en que se encontraba. Sabía que todavía tenía la varita mágica debajo de la túnica porque la notaba bajo el pecho, y una ligera blandura en la zona del estómago le indicaba que también conservaba escondida la capa invisible.
—Mi señor...
—Ya basta —dijo All for one.
Más pasos; varias personas se retiraban del mismo lugar. Ansioso por averiguar qué estaba ocurriendo y por qué, Izuku separó los párpados un milímetro.
All for one se estaba levantando, al mismo tiempo que varios mortífagos se alejaban en dirección a la multitud que bordeaba el claro. Sólo Bellatrix se quedó atrás, arrodillada junto al Señor Tenebroso.
Izuku volvió a cerrar los ojos y reflexionó: en un primer momento, los mortífagos debían de haber estado apiñados alrededor de All for one, que al parecer había caído al suelo. Algo había sucedido cuando le lanzó la maldición asesina a Harry. ¿Se habría desplomado también él? Daba esa impresión. Y ambos habían perdido brevemente el conocimiento, y ambos lo habían recobrado...
—Mi señor, permítame...
—No necesito ayuda —le espetó All for one con frialdad. Aunque no podía verla, Izuku imaginó a Bellatrix retirando una solícita mano—. El chico... ¿ha muerto?
Se hizo un silencio absoluto en el claro. Nadie se acercó a Izuku, pero él percibía sus miradas, que parecían aplastarlo aún más contra el suelo. Temió que se le moviera un dedo o un párpado.
—Tú —indicó All for one, y hubo un estallido y un ligero grito de dolor—, examínalo y dime si está muerto.
Izuku ignoraba a quién había dado esa orden. No tenía más remedio que quedarse allí tendido, con el corazón palpitándole y amenazando con traicionarlo, y dejar que lo examinaran. No obstante, lo consoló (aunque fuera un pobre consuelo) saber que All for one no se atrevía a acercarse a él, porque sospechaba que no todo había salido según sus previsiones...
Unas manos más suaves de lo que suponía le tocaron la cara, le levantaron un párpado, se deslizaron bajo su camisa hasta el pecho y le buscaron el pulso. Oyó la rápida respiración de la mujer, y su largo cabello le hizo cosquillas en la cara. Harry sabía que ella le detectaba los fuertes latidos de la vida en el pecho.
—¿Está vivo Katsuki? ¿Está en el castillo? —le susurró muy quedamente la mujer, rozándole la oreja con los labios, al tiempo que su larga melena ocultaba la cara de Izuku a los curiosos.
—Sí —musitó el muchacho.
Notó cómo la mano que ella le había posado en el pecho se contraía, clavándole las uñas. Entonces retiró la mano y se incorporó.
—¡Está muerto! —anunció Mitsuki Bakugo a los demás.
- ¡Entonces no soy mala después de todo! – dijo Mitsuki, encantada.
- En parte si y no – replico Kora -. La única razón por la que mentiste fue para buscar a tu hijo. Ese fue uno de los peores errores de Afo: subestimar el amor de una madre. – todos concordaron con él, exceptuando los villanos.
Todos soltaron gritos y exclamaciones de triunfo y dieron contundentes patadas en el suelo. Aunque mantenía los ojos cerrados, Izuku vislumbró destellos rojos y plateados de celebración. Y mientras seguía así, fingiéndose muerto, lo entendió: Mitsuki sabía que la única manera de que le permitieran entrar en Hogwarts y buscar a su hijo era formando parte del ejército conquistador. Ya no le importaba que All for one ganara o no.
—¡¿Lo ven?! —chilló All for one por encima del alboroto—. ¡He matado a Izuku Midoriya y ya no existe hombre vivo que pueda amenazarme! ¡Mirad! ¡Crucio!
Izuku estaba esperándolo: sabía que no permitirían que su cuerpo quedara impoluto en el Bosque Prohibido; tenían que humillarlo para demostrar la victoria del Señor Tenebroso. Notó que se elevaba del suelo y tuvo que emplear toda su determinación para relajar los músculos y no ofrecer resistencia, pero no sintió ningún dolor. Se vio lanzado una, dos, hasta tres veces al aire; se le cayeron las gafas y la varita mágica se le desplazó bajo la túnica, pero se mantuvo flojo e inerte, y cuando cayó al suelo por última vez, en el bosque resonaron vítores y carcajadas.
—Y ahora —anunció All for one—, iremos al castillo y les mostraremos qué ha sido de su héroe. ¿Quién quiere arrastrar el cadáver? ¡No! ¡Esperen!
Hubo más carcajadas y, pasados unos instantes, Izuku notó que el suelo temblaba bajo su cuerpo.
—Vas a llevarlo tú —ordenó All for one—. En tus brazos se verá bien, ¿no crees? Recoge a tu amiguito, Hagrid. ¡Ah, y las gafas! Pónselas; quiero que lo reconozcan.
Alguien se las plantó en la cara con una fuerza deliberadamente excesiva; las manazas del guardabosques, en cambio, lo levantaron con sumo cuidado. El muchacho percibió que los brazos de Hagrid temblaban debido a sus sollozos convulsivos, y unas gruesas lágrimas le cayeron encima cuando el guardabosques lo cogió, pero no se atrevió a darle a entender, mediante movimientos o palabras, que no todo estaba perdido.
—¡Muévete! —ordenó All for one, y Hagrid avanzó a trompicones entre los árboles, muy juntos entre sí.
Las ramas se enredaban en el cabello y la túnica de Izuku, pero él permaneció quieto, con la boca abierta y los ojos cerrados. Los mortífagos iban en tropel alrededor del guardabosques, que sollozaba a ciegas, pero nadie se molestó en comprobar si latía algún pulso en el descubierto cuello de Izuku Midoriya...
- Que estupidez cometieron – comento Momo, mirando con aire despectivo al villano -. No asegurarse de que estaba muerto, francamente...
Los dos gigantes cerraban la comitiva; Izuku oía crujir y caer los árboles que iban derribando. Hacían tanto ruido que los pájaros echaban a volar chillando, y hasta ahogaban los abucheos de los mortífagos. El victorioso cortejo desfiló hacia campo abierto, y al cabo de un rato el muchacho dedujo que habían llegado a una zona donde los árboles crecían más separados, porque vislumbraba cierta claridad.
—¡¡Bane!!
El inesperado grito de Hagrid estuvo a punto de hacer que Harry abriera los ojos.
—Qué contentos deben de estar ahora de no haber peleado, ¿verdad, pandilla de mulas cobardes? Se alegran de que Izuku Midoriya esté... mu... muerto, ¿eh?
Hagrid no pudo continuar y rompió a llorar de nuevo. El chico se preguntó cuántos centauros estarían contemplando la procesión, pero tampoco se atrevió a mirar. Algunos mortífagos insultaron a los centauros una vez que los hubieron dejado atrás. Poco después, Izuku supuso, porque hacía más frío, que habían llegado a la linde del bosque.
—¡Quieto!
Hagrid dio una pequeña sacudida, y el chico imaginó que lo habían obligado a obedecer la orden de All for one. Entonces los envolvió un frío espeluznante; Izuku oyó la vibrante respiración de los dementores que patrullaban entre los árboles más cercanos a los jardines de Hogwarts, pero ahora ya no lo afectaban, porque el milagro de su propia supervivencia ardía en su interior como un talismán contra ellos, como si el ciervo de su padre se hubiera convertido en el custodio de su corazón.
Alguien pasó cerca de él y supo que se trataba de All for one cuando éste habló, amplificando su voz mediante magia para que se propagara por los jardines. La voz le retumbó en los oídos.
—Izuku Midoriya ha muerto. Lo mataron cuando huía, intentando salvarse mientras ustedes entregaban su vida por él. Les hemos traído su cadáver para demostrarles que su héroe ha sucumbido.
»Hemos ganado la batalla y ustedes han perdido a la mitad de vuestros combatientes. Mis mortífagos los superan en número y el niño que sobrevivió ya no existe. No debe haber más guerras. Aquel que continúe resistiendo, ya sea hombre, mujer o niño, será sacrificado junto con toda su familia. Y ahora, salgan del castillo, arrodíllense ante mí, y los salvare. Vuestros padres e hijos, vuestros hermanos y hermanas vivirán y serán perdonados, y todos os uniréis a mí en el nuevo mundo que construiremos juntos.
No se oía nada en absoluto, ni en los jardines ni en el castillo. All for one estaba tan cerca que Harry continuó sin abrir los ojos.
—¡Vamos! —ordenó el Señor Tenebroso, y Harry oyó que echaba a andar.
Obligaron a Hagrid a seguirlo. Entonces el chico sí entreabrió apenas los ojos y vio a All for one caminando a grandes zancadas delante de ellos, con la enorme serpiente colgada de los hombros, liberada ya de su jaula encantada. Pero Harry no podía sacar la varita que llevaba bajo la túnica sin que lo vieran los mortífagos que marchaban a ambos lados, bajo una oscuridad que poco a poco iba cediendo...
—Harry —sollozó Hagrid—. ¡Oh, Harry! ¡Harry!
El muchacho cerró una vez más los párpados. Sabía que estaban acercándose al castillo y aguzó el oído tratando de distinguir, aparte de las alegres voces de los mortífagos y sus ruidosas pisadas, alguna señal de vida en su interior.
—¡Alto!
Los mortífagos se detuvieron. Izuku los oyó desplegarse frente a las puertas del colegio, que estaban abiertas, y percibió un resplandor rojizo que imaginó era luz que salía del vestíbulo. Esperó. En cualquier momento, aquellos por los que él había intentado morir lo verían, aparentemente muerto, en brazos de Hagrid.
—¡¡Nooo!!
El grito fue aún más terrible porque el chico jamás habría imaginado que la profesora McGonagall fuera capaz de producir semejante sonido. De inmediato oyó reír a otra mujer y comprendió que Bellatrix se regodeaba con la desesperación de McGonagall. Volvió a abrir un poco los ojos, sólo un segundo, y observó cómo la entrada del castillo se llenaba de gente: los supervivientes de la batalla salían a los escalones de piedra para enfrentarse a sus vencedores y comprobar con sus propios ojos que Izuku había muerto. All for one estaba de pie, un poco más adelante, acariciándole la cabeza a Nagini con un solo y blanco dedo. Cerró los ojos.
—¡Nooo!
—¡Nooo!
—¡Izuku! ¡¡Izuku!!
Escuchar las voces de Tenya, Melissa y Ochako fue peor que oír a la profesora McGonagall. Tuvo el impulso de contestarles, aunque se contuvo, pero sus exclamaciones fueron como un detonante, pues la multitud de supervivientes hizo suya su causa y se lanzaron a gritar y chillar insultos a los mortífagos, hasta que...
—¡¡Silencio!! —bramó All for one. Hubo un estallido y un destello de brillante luz, y todos obedecieron a la fuerza—. ¡Todo ha terminado! ¡Ponlo en el suelo, Hagrid, a mis pies, que es donde le corresponde estar! —El guardabosques lo depositó sobre la hierba—. ¿Lo ven? —se jactó All for one, paseándose alrededor del yacente muchacho—. ¡Izuku Midoriya ha muerto! ¿Lo entienden ahora, ilusos? ¡Nunca fue más que un niño que confió en que otros se sacrificarían por él!
—¡Izuku te venció! —gritó Tenya. Sus palabras hicieron trizas el hechizo y los defensores de Hogwarts empezaron a gritar e insultar de nuevo, hasta que otro estallido, más potente, volvió a apagar sus voces.
—Lo mataron cuando intentaba huir de los jardines del castillo —mintió All for one, regodeándose con el embuste—. Lo mataron cuando intentaba salvarse...
Pero el Señor Tenebroso se interrumpió. Entonces Izuku oyó una carrera y un grito, y luego otro estallido, un destello de luz y un gruñido de dolor; abrió apenas los ojos: alguien se había separado del grupo y embestido a All for one. La figura cayó al suelo, víctima de un encantamiento de desarme; All for one arrojó la varita de su agresor a un lado y rió.
- ¡Que estúpido! – gimio Jiro, asustada.
—¿A quién tenemos aquí? —preguntó con su sibilante voz de reptil—. ¿Quién se ha ofrecido como voluntario para demostrar qué les pasa a quienes siguen luchando cuando la batalla está perdida?
Bellatrix rió con regocijo e informó:
—¡Es Denki Kaminari, mi señor! ¡El chico que tantos problemas ha causado a los Carrow! El hijo de los aurores, ¿lo recuerda?
- O..oh...
- Asi que, ¿Estúpido? – repito Kaminari fríamente. Jiro se sonrojo por la vergüenza.
- Bueno... también fue bastante valiente... - murmuro intentado disculparse.
—¡Ah, sí! Ya me acuerdo —afirmó el Señor Tenebroso viendo cómo Denki se levantaba, desarmado y desprotegido, en la tierra de nadie que separaba a los supervivientes de los mortífagos—. Pero tú eres un sangre limpia, ¿verdad, mi valiente amigo? —le preguntó a Neville, que se le había encarado con los puños apretados
—¡Sí! ¿Y qué? —contestó el chico.
—Demuestras temple y valentía, y desciendes de una noble estirpe. Así que serás un valioso mortífago. Necesitamos gente como tú, Denki Kaminari.
—¡Me uniré a ustedes el día que se congele el infierno! —espetó Neville—. ¡Ejército de Toshinori! —chilló, y la multitud respondió con vítores que los encantamientos silenciadores de Voldemort no lograron reprimir.
—Muy bien —dijo el Señor Tenebroso, y Izuku detectó más peligro en aquel tono sedoso que en la más poderosa maldición—. Si así lo quieres, Kaminari, volveremos al plan original. La responsabilidad es tuya —añadió sin alterarse.
Izuku, que seguía mirando entre las pestañas, vio cómo All for one agitaba su varita. Unos segundos más tarde, un bulto que parecía un pájaro deforme salió por una de las rotas ventanas del castillo y voló en medio de la penumbra hasta posarse en la mano del Señor Tenebroso. Él cogió aquella cosa enmohecida por su puntiagudo extremo y la sostuvo en alto, vacía y raída: era el Sombrero Seleccionador. Entonces anunció:
—Ya no volverá a haber otra Ceremonia de Selección en el colegio Hogwarts, y tampoco casas. El emblema, el escudo y los colores de mi noble antepasado, Salazar Slytherin, servirán para todos, ¿no es así, Denki Kaminari?
Apuntó con su varita al joven, que se quedó rígido e inmóvil, y entonces le plantó el sombrero en la cabeza, calado hasta los ojos. Se produjo cierta agitación entre la multitud que observaba la escena desde los escalones de piedra, pero los mortífagos enarbolaron amenazadoramente las varitas para disuadir a los defensores de Hogwarts.
—Ahora Kaminari va a mostrarnos qué les ocurre a quienes son lo bastante estúpidos para seguir oponiéndose a mí. —Y con una sacudida de la varita prendió fuego al Sombrero Seleccionador.
Los gritos colmaron el amanecer. Denki estaba envuelto en llamas, clavado en el suelo e incapaz de moverse, y Izuku no pudo soportarlo más. Tenía que actuar...
De repente sucedieron varias cosas a la vez.
Se oyó una barahúnda proveniente de los límites del colegio. Era como si cientos de personas irrumpieran saltando los muros, que no se veían desde allí, y salieran disparadas hacia el castillo lanzando gritos de guerra. Por su parte, Grawp bordeó el castillo con sus torpes andares, y bramó: «¡¡Jagi!!» Los gigantes de All for one respondieron a su grito con rugidos, y al correr hacia él como elefantes enfurecidos hicieron temblar el suelo. También se oyeron ruidos de cascos y de arcos tensándose, y una lluvia de flechas cayó sobre los mortífagos, que rompieron filas, desprevenidos. Izuku sacó en ese momento la capa invisible de debajo de su túnica, se la echó por encima y se puso en pie de un brinco. Y entonces Denki también se movió.
Con un rápido y fluido movimiento se libró de la maldición de inmovilidad total que lo aprisionaba, y el llameante sombrero se le cayó de la cabeza. Acto seguido sacó de su interior un objeto de plata con rubíes incrustados en la empuñadura... y de un solo tajo de espada degolló a la serpiente. La cabeza de Nagini salió despedida hacia arriba, girando sobre sí misma, reluciente a la luz que llegaba del vestíbulo. All for one abrió la boca para dar un grito de cólera que nadie pudo oír, y el cuerpo de la serpiente cayó a sus pies con un ruido sordo.
- ¡Eso es, Kaminari! – gritaron varios, emocionados. Denki sonrió, muy satisfecho.
Oculto bajo la capa, Izuku hizo un encantamiento escudo entre Denki y All for one antes de que éste pudiera alzar la varita. Entonces, por encima de los gritos, los bramidos y las atronadoras pisadas de los batalladores gigantes, se oyó el grito de Hagrid:
—¡¡Izuku!! ¡¡Izuku!! ¡¡¿Dónde está Izuku?!!
En cuestión de segundos reinó el caos: los centauros cargaron contra los mortífagos y los obligaron a dispersarse; la gente corría en todas las direcciones para no morir aplastada bajo los pies de los gigantes, y con tremendo estruendo se acercaban los refuerzos venidos de quién sabía dónde. Izuku distinguió unas enormes criaturas aladas —thestrals y Buckbeak, el hipogrifo— que volaban alrededor de las cabezas de los gigantes de All for one, arañándoles los ojos, mientras Grawp les daba puñetazos y los aporreaba. Por su parte, los magos, tanto los defensores de Hogwarts como los mortífagos de All for one, se vieron obligados a refugiarse en el castillo. Izuku lanzaba embrujos y maldiciones a todos los mortífagos que veía, los cuales se desplomaban sin saber qué o quién los había alcanzado, y la multitud los pisoteaba al batirse en retirada.
Todavía oculto bajo la capa invisible, el chico se vio empujado hasta el vestíbulo. Buscaba a All for one, y lo descubrió en el otro extremo de la estancia, arrojando hechizos a diestro y siniestro mientras se retiraba hacia el Gran Comedor sin dejar de gritarles instrucciones a sus seguidores. Izuku realizó más encantamientos escudo, y dos víctimas potenciales de Voldemort, Tetsutetsu Tetsutetsu y Kyoka Jiro, pasaron a toda velocidad por su lado y entraron en el Gran Comedor para participar en la contienda que se estaba desarrollando dentro.
Más y más gente subía en tropel los escalones de piedra. Harry vio a Charlie Weasley adelantando a Horace Slughorn, que todavía llevaba su pijama verde esmeralda. Por lo visto habían regresado al castillo a la cabeza de los familiares y amigos de los alumnos de Hogwarts que se habían quedado para luchar, junto con los comerciantes y vecinos de Hogsmeade. Los centauros Bane, Ronan y Magorian irrumpieron en el comedor con gran estrépito de cascos, y la puerta que conducía a las cocinas se salió de los goznes.
Los elfos domésticos de Hogwarts entraron atropelladamente en el vestíbulo gritando y blandiendo cuchillos de trinchar y cuchillas de carnicero. Kreacher iba a la cabeza, con el guardapelo de Regulus Black colgado del cuello y rebotándole sobre el pecho, y su croar se distinguía a pesar del intenso vocerío: «¡Luchad! ¡Luchad! ¡Luchad por mi amo, el defensor de los elfos domésticos! ¡Derrotad al Señor Tenebroso en nombre del valiente Regulus! ¡Luchad!»
Los elfos arremetían sin piedad contra las pantorrillas y los tobillos de los mortífagos, que caían como moscas, superados en número y abrumados por las maldiciones, al tiempo que se arrancaban flechas de las heridas, recibían cuchilladas en las piernas, o simplemente trataban de escapar, aunque eran engullidos por aquella horda imparable.
Pero la batalla todavía no había terminado: Izuku pasó como un relámpago entre combatientes y prisioneros y entró en el Gran Comedor.
- ¡Que locura! – dijo el propio Izuku, asombrado de la guerra que se disputaba.
Encontró a All for one en medio de la refriega, atacando a todo el que se le pusiera a tiro. Como no podía apuntarle bien desde donde se hallaba, fue abriéndose paso hacia él bajo la capa invisible. El Gran Comedor estaba cada vez más abarrotado, pues todos los que todavía podían andar se dirigían hacia allí como una riada.
Izuku vio cómo George y Lee Jordan derribaban a Yaxley; cómo Dolohov caía lanzando un alarido, atacado por Flitwick, y cómo Hagrid arrojaba de una punta a otra de la estancia a Walden Macnair, que se estrelló contra la pared de piedra y cayó inconsciente al suelo. Tenya y Denki abatieron a Fenrir Greyback; Aberforth aturdió a Rookwood; Arthur y Percy tumbaron a Thicknesse. Masaru y Mitsuki Bakugo, sin intervenir en la lucha, corrían entre el gentío llamando a su hijo a voz en cuello.
All for one, en cuyo rostro se reflejaba un odio inhumano, peleaba contra McGonagall, Slughorn y Kingsley, que lo esquivaban y se zafaban de él, defendiéndose con habilidad, pero incapaces de reducirlo...
Bellatrix luchaba a unos cincuenta metros de Voldemort, e, igual que su amo, lidiaba con tres oponentes a la vez: Melissa, Ochako y Himiko. Las chicas peleaban a fondo, dando lo mejor de sí, pero Bellatrix igualaba sus fuerzas. Harry vio cómo una maldición asesina pasaba rozando a Ochako, que se salvó de la muerte por los pelos... El muchacho decidió atacar a Bellatrix en lugar de a All for one, pero sólo había dado unos pasos en esa dirección cuando lo apartaron de un empujón.
—¡¡Mi hija no, perra!!
La señora Weasley se quitó la capa para tener libres los brazos y corrió hacia Bellatrix. La mortífaga se dio la vuelta y soltó una carcajada al ver quién la amenazaba.
- ¡Eso, mamá! – grito Ochako.
—¡¡Apártense de aquí!! —les gritó la señora Weasley a las tres chicas y, haciendo un molinete con la varita, se dispuso a luchar contra Bellatrix.
Aterrado y eufórico, Izuku vio cómo Molly Weasley agitaba incansablemente la varita y la sonrisa burlona de Bellatrix se convertía en una mueca de rabia. De las dos varitas salían chorros de luz, y alrededor de las brujas el suelo se recalentó y empezó a resquebrajarse. Ambas mujeres peleaban a muerte.
—¡Quietos! —ordenó la señora Weasley al ver que algunos estudiantes iban hacia ella con intención de ayudarla—. ¡Apártense! ¡Apártense! ¡Es mía!
Había cientos de personas bordeando las paredes, observando los dos combates: el de All for one y sus tres oponentes, y el de Bellatrix y Molly. Izuku se quedó allí plantado, invisible, incapaz de decidir entre uno y otro; quería atacar, pero también proteger, y temía herir a algún inocente.
- ¡Ataca a All for one! – gritaron casi todos.
—¿Qué va a ser de tus hijos cuando te haya matado? —se burló Bellatrix, tan frenética como su amo, dando saltos para esquivar las maldiciones de Molly—. ¿Qué les va a pasar cuando su mami vaya a reunirse con Sero?
—¡Nunca... volverás... a tocar... a nuestros hijos! —chilló la señora Weasley.
Bellatrix soltó una carcajada, una risa de euforia muy parecida a la que había emitido su primo Sirius al caer hacia atrás a través del velo, y Izuku, antes de que ocurriera, supo lo que iba a suceder: la maldición de Molly pasó por debajo del brazo extendido de Bellatrix y le dio de lleno en el pecho, justo encima del corazón.
- ¡Ja! – gritaron varios.
La sonrisa de regodeo de Bellatrix se quedó estática y dio la impresión de que los ojos se le salían de las órbitas. Por un instante, la bruja fue consciente de lo que había pasado, pero entonces se derrumbó y la multitud se puso a bramar. All for one soltó un horrible chillido.
Izuku sintió como si se diera la vuelta a cámara lenta y vio a McGonagall, Kingsley y Slughorn salir despedidos hacia atrás, retorciéndose en el aire, al mismo tiempo que la rabia de All for one, ante la caída de su último y mejor lugarteniente, estallaba con la fuerza de una bomba. El Señor Tenebroso alzó la varita y apuntó a Molly Weasley.
—¡Protego! —bramó Harry, y el encantamiento escudo se expandió en medio del comedor.
All for one miró alrededor en busca del responsable y el muchacho se quitó por fin la capa invisible.
Los gritos de sorpresa, los chillidos y las aclamaciones («¡¡Izuku!!», «¡¡Es él!!», «¡¡Está vivo!!») se apagaron enseguida. El miedo atenazó a la multitud y se hizo un repentino y completo silencio cuando All for one y Izuku, mirándose a los ojos, comenzaron a dar vueltas el uno alrededor del otro.
—No quiero que nadie intente ayudarme —dijo Izuku, y en medio de aquel profundo silencio su voz se propagó como el sonido de una trompeta—. Tiene que ser así. Tengo que hacerlo yo.
All for one dio un silbido.
—Midoriya no lo dice en serio —dijo abriendo mucho sus encarnados ojos—. Ése no es su estilo, ¿verdad que no? ¿A quién piensas emplear como escudo hoy, Midoriya?
A nadie —respondió Izuku llanamente—. Ya no hay más Horrocruxes. Sólo quedamos tú y yo. Ninguno de los dos podrá vivir mientras el otro siga con vida, y uno de los dos está a punto de despedirse para siempre...
—¿Uno de los dos, dices? —se burló All for one. Tenía todo el cuerpo en tensión y no quitaba la vista de su presa; parecía una serpiente a punto de atacar—. ¿Y no crees que ése serás tú, el niño que sobrevivió por accidente y porque Toshinori movía los hilos?
—¿Llamas accidente a que mi madre muriera para salvarme? —replicó Izuku. Seguían desplazándose de lado, manteniendo las distancias pero trazando un círculo perfecto; para Izuku no existía otra cara que no fuera la de All for one—. ¿Llamas accidente a que yo decidiera luchar en aquel cementerio? ¿Llamas accidente a que esta noche no me haya defendido y aun así siga con vida, y esté aquí para volver a pelear?
—¡Accidentes, sólo han sido accidentes! —gritó All for one, pero no se decidía a atacar. La multitud los observaba petrificada, y de los cientos de personas que había en el comedor parecía que sólo respiraran ellos dos—. ¡Accidentes y suerte, y el hecho de que te escondieras y gimotearas bajo las faldas de hombres y mujeres mejores que tú, y que me permitieras matarlos por ti!
—Esta noche no vas a matar a nadie más —sentenció Izuku—. Nunca más volverás a matar. ¿No lo entiendes? Estaba dispuesto a morir para impedir que le hicieras daño a esta gente...
—¡Pero no has muerto!
—Tenía la intención de morir, y con eso ha bastado. He hecho lo mismo que mi madre: los he protegido de tu maldad. ¿No te has percatado de que ninguno de tus hechizos ha durado? No puedes torturarlos ni tocarlos. Pero no aprendes de tus errores, Shigaraki, ¿verdad que no?
—¡Cómo te atreves...!
- ¡Eso es! ¡Calla a ese idiota! – bramo Nana, encantada.
—Sí, me atrevo —afirmó Izuku—. Yo sé cosas que tú no sabes, Shigaraki. Sé muchas cosas importantes que tú ignoras. ¿Quieres escuchar alguna, antes de cometer otro grave error?
All for one no contestó. Siguió andando en círculo, y Izuku comprendió que lo tenía temporalmente hechizado y acorralado, retenido por la remota posibilidad de que fuera verdad que él sabía un último secreto...
—¿Estás hablando otra vez del dichoso amor? —preguntó All for one, y su rostro de serpiente compuso una sonrisa burlona—. El amor, la solución preferida de Toshinori, que según él derrotaría a la muerte; aunque ese amor no evitó que cayera desde la torre y se partiera como una vieja figura de cera. El amor, que no me impidió aplastar a tu madre, esa sangre sucia, como a una cucaracha, Midoriya. Y esta vez no veo que haya nadie que te amé lo suficiente para interponerse entre nosotros y recibir mi maldición. Así que, ¿qué va a impedir que mueras cuando te ataque?
—Sólo una cosa —aseguró Izuku; seguían acosándose, separados únicamente por el último secreto.
—Si no es el amor lo que te salvará esta vez —le espetó All for one—, debes de creer que posees una magia que no está a mi alcance, o un arma más poderosa que la mía, ¿no?
—Creo ambas cosas.
Izuku vio la sorpresa reflejada fugazmente en el rostro serpentino del Señor Tenebroso, que se echó a reír, y el sonido de su risa (una risa forzada, desquiciada, que resonó por el silencioso comedor) fue más espeluznante que sus gritos.
—Así pues, ¿crees que dominas la magia mejor que yo? ¿Te crees más hábil que lord All for one, que ha obrado prodigios con los que Toshinori jamás soñó?
—Sí soñó con ellos, pero él sabía más que tú, sabía lo suficiente para no caer tan bajo como tú.
—¡Lo que quieres decir es que él era débil! ¡Demasiado débil para atreverse, demasiado débil para tomar lo que habría podido ser suyo, lo que ahora será mío!
—No, Toshinori era más listo que tú; era mejor mago y, sobre todo, mejor persona.
—¡Yo provoqué la muerte de Toshinori Yagi!
—Eso creíste, pero estabas equivocado.
Por primera vez, la silenciosa multitud reaccionó: cientos de personas soltaron una exclamación de asombro al unísono.
—¡Toshinori está muerto! —All for one le lanzó esas palabras a Izuku como si pretendiera provocarle un dolor insoportable—. ¡Su cuerpo se pudre en la tumba de mármol de los jardines del castillo! ¡Lo he visto con mis propios ojos, Midoriya, y él no volverá!
—Sí, Toshinori está muerto —admitió Izuku con calma—, pero tú no decidiste su muerte. Él decidió cómo iba a morir, lo decidió meses antes de que ocurriera, y lo organizó todo con quien tú considerabas tu servidor.
—¿Qué tonterías estás diciendo? —se extrañó All for one, sin decidirse a atacar.
—Severus Snape no te pertenecía. Él era fiel a Toshinori, y lo fue desde el momento en que empezaste a perseguir a mi madre. Pero nunca te diste cuenta, y por eso no eres capaz de entender nada. ¿Verdad que jamás viste a Snape hacer aparecer un patronus, Shigaraki?
All for one no contestó. Continuaban describiendo círculos, como dos lobos a punto de destrozarse el uno al otro.
—El patronus de Snape era una cierva —explicó Izuku—, igual que el de mi madre, porque él la amó casi toda su vida, desde que eran niños. Debiste darte cuenta —añadió al ver que a All for one le vibraban las rendijas de la nariz—; por algo te pidió que no la mataras, ¿no?
—La deseaba, eso es todo —se burló All for one—, pero, cuando ella murió, Snape aceptó que había otras mujeres, y de sangre más limpia, más dignas de él...
—¡Por supuesto que te dijo eso, pero se convirtió en el espía de Toshinori desde el momento en que la amenazaste, y desde entonces trabajó siempre para él y contra ti! ¡Toshinori ya se estaba muriendo cuando Snape puso fin a su vida!
—¡Eso no importa! —chilló All for one, que había escuchado absorto cada palabra, y soltó una carcajada enloquecida—. ¡No importa que Snape me fuera fiel a mí o a Toshinori, ni qué insignificantes obstáculos intentaran poner en mi camino! ¡Los aplasté a ambos como aplasté a tu madre, el presunto gran amor de Snape! ¡Ah, todo tiene sentido, Midoriya, y de un modo que tú no comprendes!
»¡Toshinori pretendía impedir que me hiciera con la Varita de Saúco! ¡Quería que Snape fuera su verdadero propietario! Pero yo llegué antes que tú, mocoso, y conseguí la varita antes de que le pusieras las manos encima y descifré la verdad también antes que tú. ¡Hace tres horas he matado a Severus Snape, y la Varita de Saúco, la Vara Letal, la Varita del Destino, ha pasado a ser mía! ¡El plan último de Toshinori salió mal, Izuku Midoriya!
—Sí, salió mal. Tienes razón. Pero, antes de que intentes matarme, te aconsejo que recapacites sobre lo que has hecho... Piensa, e intenta arrepentirte un poco, Shigaraki...
- ¡Que huevos! – dijo Kirishima
- ¡Esas cosas tapan el sol! – continuo Denki, impresionado.
—¿Qué quieres decir?
De todas las cosas que Izuku le había dicho, de todas las revelaciones y escarnios, ésa fue la que más lo conmocionó. Las pupilas se le contrajeron hasta quedar reducidas a unas finas líneas en medio de una piel que palidecía.
—Es tu última oportunidad —continuó Izuku—. Es lo único que te queda... He visto en qué te convertirás si no lo haces... Sé hombre... Intenta... intenta arrepentirte un poco...
- Asi que eso que vimos en el capítulo anterior... ¿Es el destino de All for one al morir? – murmuro Momo. Kora asintió.
—¿Cómo te atreves...? —volvió a decir All for one.
—Sí, me atrevo —repitió Izuku—, porque el último plan de Toshinori no me ha fallado en absoluto. Te ha fallado a ti, Shigaraki.
La mano con que All for one sujetaba la Varita de Saúco temblaba, y el muchacho asió la de Katsuki con fuerza. Sólo faltaban unos segundos para que el Señor Tenebroso hiciera el movimiento.
—Esa varita todavía no te funciona bien porque mataste a la persona equivocada. Severus Snape nunca fue el verdadero dueño de la Varita de Saúco, porque él nunca venció a Toshinori.
—Snape mató...
—¿No me escuchas? ¡Snape nunca venció a Toshinori porque la muerte de éste la planearon ellos dos juntos! ¡Toshinori quería morir sin haber sido vencido para así convertirse en su último dueño verdadero! ¡Si todo hubiera salido como estaba planeado, el poder de la varita habría muerto con él, porque nunca nadie se la arrebató!
—¡Pues en ese caso, Midoriya, es como si Toshinori me la hubiera regalado! —La voz de All for one temblaba con malévolo placer—. ¡Yo robé la varita de la tumba de su dueño! ¡Se la quité contraviniendo el último deseo de su propietario! ¡Su poder es mío!
—Ya veo que todavía no lo has entendido, Shigaraki. ¡No basta con poseer la varita! Cogerla o utilizarla no la convierte en propiedad tuya. ¿Acaso no escuchaste a Ollivander? «La varita escoge al mago...» La Varita de Saúco reconoció a un nuevo dueño antes de morir Toshinori, alguien que nunca llegó siquiera a tocarla. Ese nuevo dueño se la arrebató de las manos a Toshinori sin querer, sin tener plena conciencia de lo que hacía, ni de que la varita más peligrosa del mundo le había otorgado su lealtad... —El pecho de Voldemort subía y bajaba rápidamente, y Izuku vio venir la maldición; notó cómo surgía dentro de la varita que lo apuntaba a la cara —. El verdadero dueño de la Varita de Saúco era Katsuki Bakugo.
El rostro de All for one reveló una momentánea sorpresa. Asi también los hicieron los que lo observaban todo atraves de la pantalla.
—¿Y qué importancia tiene eso? —dijo con voz débil—. Aunque tuvieras razón, Midoriya, ni a ti ni a mí nos importa. Tú ya no tienes la varita de fénix, así que batámonos en duelo contando sólo con nuestra habilidad... Y cuando te haya matado, ya me encargaré de Katsuki Bakugo...
—Lo siento, pero llegas tarde; has dejado pasar tu oportunidad. Yo me adelanté: hace semanas derroté a Katsuki y le quité esta varita. —Sacudió la varita de espino y percibió cómo todas las miradas se centraban en ella—. Así pues, todo se reduce a esto, ¿no? —susurró—. ¿Sabe la varita que tienes en la mano que a su anterior amo lo desarmaron? Porque si lo sabe, yo soy el verdadero dueño de la Varita de Saúco.
De repente un resplandor rojo y dorado irrumpió por el techo encantado del Gran Comedor, al mismo tiempo que una porción del deslumbrante disco solar aparecía sobre el alféizar de la ventana más cercana. La luz les dio en la cara a los dos a la vez, y de pronto la de All for one se convirtió en una mancha llameante. El Señor Tenebroso chilló con aquella voz tan aguda, y Izuku también gritó, encomendándose a los cielos y apuntándolo con la varita de Katsuki:
- ¡VAMOS! – gritaron tanto héroes como villanos, animando a sus bandos.
—¡Avada Kedavra!
—¡Expelliarmus!
El estallido retumbó como un cañonazo, y las llamas doradas que surgieron entre ambos contendientes, en el mismo centro del círculo que estaban describiendo, marcaron el punto de colisión de los hechizos. Izuku vio cómo el chorro verde lanzado por All for one chocaba contra su propio hechizo, vio cómo la Varita de Saúco saltaba por los aires —oscura contra el sol naciente—, girando sobre sí misma hacia el techo encantado como antes la cabeza de Nagini, y dando vueltas en el aire retornaba hacia su dueño, al que no mataría porque por fin había tomado plena posesión de ella. Izuku, con la infalible destreza del buscador de quidditch, la atrapó con la mano libre, al mismo tiempo que All for one caía hacia atrás, con los brazos extendidos y aquellos ojos rojos de delgadas pupilas vueltos hacia dentro. Kotohe Shigaraki cayó en el suelo con prosaica irrevocabilidad, el cuerpo flojo y encogido, las blancas manos vacías, la cara de serpiente inexpresiva y sin conciencia. All for one estaba muerto, lo había matado su propia maldición al rebotar, y Izuku se quedó allí inmóvil con las dos varitas en la mano, contemplando el cadáver de su enemigo.
Hubo un estremecedor instante de silencio en el cual la conmoción de lo ocurrido quedó en suspenso. Y entonces el tumulto se desató alrededor de Izuku: los gritos, los vítores y los bramidos de los espectadores hendieron el aire. El implacable sol del nuevo día brillaba ya en las ventanas cuando todos se abalanzaron sobre el muchacho. Los primeros en llegar a su lado fueron Tenya y Melissa, y fueron sus brazos los que lo apretujaron, sus gritos incomprensibles los que lo ensordecieron. Enseguida llegaron Ochako, Denki y Himiko, y a continuación los Weasley y Hagrid, y Kingsley, y McGonagall, y Flitwick, y Sprout... Izuku no entendía ni una palabra de lo que le decían, ni sabía de quién eran las manos que lo agarraban, tiraban de él o trataban de abrazar alguna parte de su cuerpo. Había cientos de manos que intentaban alcanzarlo, todas decididas a tocar al niño que sobrevivió, al responsable de que todo hubiera terminado por fin...
- ¡¡SI!! – gritaron los héroes, emocionados.
- ¡Lo logro! – dijo Ochako; tenía los ojos anegados en lágrimas de emoción.
- ¡NOOOO! – gritaron los villanos, decepcionados.
El sol fue ascendiendo por el cielo de Hogwarts y el Gran Comedor se llenó de luz y de vida. Izuku se convirtió en parte indispensable de las confusas manifestaciones de júbilo y de dolor, de felicitación y de duelo, pues todos querían que estuviera allí con ellos, que fuera su líder y su símbolo, su salvador y su consejero. Por lo visto, a nadie se le ocurría pensar que el muchacho no había dormido nada, o que sólo anhelaba la compañía de unos pocos amigos. Pese al cansancio, tenía que hablar con los desconsolados, cogerles las manos, verlos llorar, recibir sus palabras de agradecimiento. A medida que transcurría la mañana, iban llegando noticias: los que se encontraban bajo la maldición imperius —magos de todos los rincones del país— habían vuelto en sí; los mortífagos que no habían sido capturados huían; estaban liberando a todos los inocentes de Azkaban; a Kingsley Shacklebolt lo habían nombrado provisionalmente ministro de Magia...
El cadáver de All for one fue trasladado a una cámara adyacente al Gran Comedor, lejos de los cadáveres de Sero, Tonks, Lupin, Minoru Mineta y otras cincuenta personas que habían muerto combatiéndolo. La profesora McGonagall volvió a poner en su sitio las mesas de las casas, pero ya nadie se sentaba según la casa a que pertenecía, sino que estaban todos entremezclados: profesores y alumnos, fantasmas y padres, centauros y elfos domésticos. Firenze se recuperaba tumbado en un rincón, Grawp contemplaba el exterior por una ventana rota, y la gente comía entre risas. Al cabo de un rato, agotado y exhausto, Izuku se sentó en el banco de una mesa al lado de Himiko.
—Yo en tu lugar estaría deseando un poco de tranquilidad —dijo ella.
—Me encantaría.
—Los distraeré a todos. Ponte la capa. —Y antes de que Izuku tuviera tiempo de replicar, Himiko exclamó—: ¡Oooh! ¡Miren, un blibber maravilloso! —Y señaló hacia los jardines.
Todos volvieron la cabeza, momento que Izuku aprovechó para echarse la capa por encima y levantarse de la mesa.
Ahora podría trasladarse por el comedor sin que lo vieran. Así pues, localizó a Ochako sentada dos mesas más allá, con la cabeza apoyada en el hombro de su madre, pero pensó que ya tendrían tiempo —horas, días, quizá hasta años— para hablar. Vio a Denki comiendo con la espada de Gryffindor junto al plato, rodeado por un grupo de fervientes admiradores, y al avanzar por el pasillo entre las mesas descubrió a los tres Bakugo apiñados, como si no estuvieran muy seguros de si debían estar allí o no, aunque nadie les prestaba atención. Allá donde miraba veía familias que se habían reencontrado, y por fin dio con las dos personas cuya compañía más anhelaba.
—Soy yo —murmuró agachándose entre los dos—. ¿Pueden venir conmigo?
Tenya y Melissa se levantaron al instante y salieron del Gran Comedor. En la escalinata de mármol había unos agujeros enormes, parte de la barandilla había desaparecido, y al subir por ella no encontraron más que escombros y manchas de sangre.
Oyeron a Peeves a lo lejos. Zumbaba por los pasillos entonando un cántico de victoria que él mismo había compuesto:
¡Los hemos machacado!
¡Vaya sujeto es Midoriya!
Y ahora ¡a divertirse,
que Voldy ha estirado la pata!
—Sabe expresar el alcance y la gravedad de la tragedia, ¿verdad? —comentó Tenya al mismo tiempo que empujaba una puerta y dejaba pasar a sus dos compañeros.
Izuku suponía que la felicidad llegaría a su debido tiempo, pero de momento la empañaba el agotamiento, y el dolor por la pérdida de Sero, Lupin y Tonks le traspasaba el corazón. Básicamente, sentía un alivio monumental y lo que más le apetecía era dormir. Pero antes que nada les debía una explicación a Tenya y Melissa, puesto que llevaban mucho tiempo a su lado y merecían saber la verdad. Les contó, pues, con todo detalle lo que había visto en el pensadero y los sucesos del Bosque Prohibido, y cuando sus amigos todavía no habían empezado a expresar su asombro y conmoción, llegaron por fin al sitio adonde se dirigían, aunque ninguno de los tres lo hubiera mencionado.
La gárgola que custodiaba la entrada del despacho del director también había sufrido desperfectos desde la última vez que Izuku pasara por allí, pues yacía en el suelo un poco grogui, y el chico se preguntó si todavía sería capaz de reconocer una contraseña.
—¿Podemos subir? —le preguntó.
—Adelante —gimió la estatua.
Pasaron por encima de ella y subieron por la escalera de caracol de piedra que ascendía lentamente como una escalera mecánica. Al llegar arriba, Izuku abrió la puerta.
El pensadero de piedra todavía estaba sobre el escritorio, donde él lo había dejado, pero se sobresaltó al oír un ruido ensordecedor; le vinieron a la mente maldiciones, el regreso de los mortífagos, el renacimiento de All for one...
Pero eran aplausos. Desde las paredes, los directores y las directoras de Hogwarts le dedicaban una abrumadora ovación: agitaban los sombreros o las pelucas, sacaban los brazos de sus lienzos para estrecharse las manos unos a otros, daban brincos en las butacas donde los habían retratado, Dilys Derwent lloraba sin ningún reparo, Dexter Fortescue agitaba su trompetilla, y Phineas Nigellus gritaba con su aguda y aflautada voz: «¡Y que conste que la casa de Slytherin ha participado en este acontecimiento! ¡Que nuestra intervención no caiga en el olvido!»
Pero Izuku sólo tenía ojos para el hombre que estaba retratado, de pie, en el cuadro más grande, situado justo detrás del sillón del director. Las lágrimas le resbalaban tras las gafas de media luna perdiéndose entre su larga y plateada barba, y el orgullo y la gratitud que irradiaba ejercieron sobre Izuku un efecto tan balsámico como el canto del fénix.
Al final el chico levantó las manos y los retratos, respetuosos, guardaron silencio. Sonriendo y enjugándose las lágrimas, todos se dispusieron a escucharlo. Sin embargo, las palabras de Izuku eran sólo para Toshinori, y las escogió con mucho cuidado. Pese a estar exhausto y muerto de sueño, debía hacer un esfuerzo más, porque necesitaba un último consejo.
—El objeto escondido dentro de la snitch se me cayó en el Bosque Prohibido — empezó—. No sé exactamente dónde, pero no pienso ir a buscarlo. ¿Está usted de acuerdo, profesor?
—Por supuesto, hijo —respondió Toshinori; los otros personajes lo miraron con curiosidad y un tanto confusos—. Una decisión sabia y valiente, pero no esperaba menos de ti. ¿Sabe alguien más dónde se te cayó?
—No, nadie —repuso Izuku, y el profesor asintió, satisfecho—. Pero voy a conservar el regalo de Ignotus.
—Claro que sí, Izuku —sonrió Toshinori—. ¡Es tuyo para siempre, hasta el día en que se lo pases a alguien!
—Y luego está esto. —Alzó la Varita de Saúco, y Tenya y Melissa la miraron con una veneración que, pese a su somnolencia y aturdimiento, a Izuku no le gustó nada —. No la quiero —dijo.
—¿Qué? —saltó Tenya—. ¿Te falta un tornillo?
—Ya sé que es muy poderosa —comentó Izuku con voz cansina—. Pero era más feliz con la mía. Así que...
Rebuscó en el monedero que llevaba colgado del cuello y sacó los dos trozos de acebo, conectados todavía por una delgadísima hebra de pluma de fénix. Melissa había dicho que la varita no podía repararse, que el daño sufrido era demasiado grave. Así pues, Izuku sabía que si lo que iba a hacer a continuación no daba resultado, no habría ningún remedio.
Dejó la varita rota encima del escritorio del director, la tocó con la punta de la Varita de Saúco y dijo:
—¡Reparo!
La varita de acebo se soldó de nuevo, y unas chispas rojas salieron de su extremo. ¡Lo había logrado! Cogió la varita de acebo y fénix y notó un repentino calor en los dedos, como si aquel instrumento y la mano se alegraran de reencontrarse.
—Voy a devolver la Varita de Saúco al lugar de donde salió —le dijo a Toshinori, que lo contemplaba con gran cariño y admiración—. Puede quedarse allí. Si muero de muerte natural, como Ignotus, perderá su poder, ¿no? Eso significará su final.
Toshinori asintió y los dos se sonrieron.
—¿Estás seguro de esa decisión? —preguntó Tenya mirando la Varita de Saúco con un deje de nostalgia.
—Creo que Izuku tiene razón —opinó Melissa en voz baja.
—Esa varita genera más problemas que beneficios —dijo Izuku—. Y sinceramente —dio la espalda a los retratos; ya sólo pensaba en la cama con dosel que lo esperaba en la torre de Gryffindor, y se preguntó si Kreacher podría subirle un bocadillo—, ya he cubierto el cupo de problemas que tenía asignado en esta vida.
La pantalla se apagó. Todos aplaudieron por lo buena que fue la historia (el que diga lo contrario, le borro el comentario. Mentira, pero siempre con respeto plsJ)
- ¿Qué tal? – pregunto Kora.
- ¡Increíble! – dijeron casi todos.
- ¡Me alegro! – replico, sonriente -. Este es de mis universos favoritos, así que me alegro que les haya gustado.
.
.
APOYEN ESTA MIERDA, DURE UN MES ESCRIBIENDO ESTA MAMADAAAAAA
+7.960 Palabras. PORFA APOYO PARA QUE ACTUALICE, DESPUES DE ESTE CAP TOCA ENDGAME, ASI Q APOYO APOYO.
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