El Bosque otra vez.

Ya usare mi estilo de escritura, usar el de antes me estresa demasiado.

-

Mientras Kora investigaba su galería buscando un universo por ver, los demás se entretenían hablando entre ellos.

- ¡Aja! - dijo Kora sacando un pequeño disco de la pila de cintas que tenia

- ¿Qué encontraste? - pregunto Sakuya interesada

- Uno de mis universos favoritos - contesto feliz - Muy bien, ¡Todos, atención! Este universo es bastante bueno, así que no dudo que les gustara

- ¿Y de qué trata? - pregunto Tsuyu

- Se los iré explicando - respondió - ¡A ver!

La verdad, al fin. Tumbado boca abajo, con la cara sobre la polvorienta alfombra

del despacho donde una vez creyó estar aprendiendo los secretos de la victoria,

Izuku comprendió que no iba a sobrevivir. Su misión era entregarse con serenidad a

los acogedores brazos de la muerte. Pero antes de llegar a ese punto tenía que destruir

los últimos vínculos de All For One con la vida, de modo que cuando saliera al

encuentro del Señor Tenebroso sin alzar la varita para defenderse, hubiera un final

limpio y se diera por concluido el trabajo que no se había terminado en Godric's

Hollow: ninguno de los dos viviría, ninguno de los dos sobreviviría.

- ¡¿QUE?! – todos los amigos de Izuku gritaron asustados.

- Bueno, contexto – Kora chasqueo sus dedos – Izuku y AFO están unidos por la magia más fuerte, Izuku es el octavo Horrocrux que AFO – le lanzo una mirada de desprecio al villano – jamás planeo crear. Y mientras Izuku viva, All For One no podrá morir.

En la sala todos se entristecieron por el destino de su amigo (menos los villanos, claramente).

El corazón le latía con violencia. Pensó que precisamente el miedo a la muerte lo

hacía bombear con mayor vigor para mantenerlo con vida, pero se pararía, y pronto.

Sus latidos estaban contados... ¿Cuántos emplearía para levantarse, salir del castillo

por última vez y cruzar los jardines en dirección al Bosque Prohibido?

Tendido en el suelo, con ese fúnebre tambor golpeando en su interior, sintió que

lo invadía el pánico. ¿Dolería morir? Más de una vez había creído que llegaba su

hora, aunque en el último momento se había salvado; pero nunca se había detenido a

pensar de verdad en el hecho en sí, porque sus ganas de vivir siempre habían

superado su miedo a la muerte. Sin embargo, en ese momento ni siquiera se planteó

escapar, o burlar a All For One; sabía que todo había terminado, y la única verdad que

quedaba era el hecho en sí: morir.

¡Ojalá hubiera muerto aquella noche de verano en que salió del número 4 de

Privet Drive por última vez, la noche en que lo salvó la noble varita de pluma de

fénix! ¡Ojalá hubiera muerto tan repentinamente como Hedwig, sin enterarse de nada,

o lanzándose delante de una varita para salvar a algún ser querido! ¡Cómo envidiaba

a sus padres por su manera de morir! Pero el paseo a sangre fría hasta su propia

destrucción iba a requerir otro tipo de valor. Los dedos le temblaban ligeramente y,

aunque nadie lo estaba viendo (todos los retratos de las paredes se encontraban

vacíos), se esforzó por controlarlos.

- Izuku es tan valiente – Toga dio un suspiro de deseo y admiración.

- En eso concuerdo contigo – concedio Ochako tomando de la mano a su amigo.

Se incorporó despacio, muy despacio, y al hacerlo se sintió más vivo y más

consciente que nunca de su propio cuerpo. ¿Por qué jamás había apreciado aquella

milagrosa combinación de cerebro, nervios y corazón? Pero todo eso iba a

desaparecer... o al menos él desaparecería de ese cuerpo. Su respiración se hizo lenta

y profunda; tenía la boca y la garganta resecas, y los ojos también.

Ahora comprendía que la traición de Toshinori era una nimiedad, puesto que

obedecía a un designio superior, pero él había sido demasiado estúpido para

entenderlo. Nunca había puesto en duda que el anciano profesor pretendía que él,

Izuku, sobreviviera, aunque ahora también comprendía que la duración de su vida

siempre había estado determinada por el tiempo que tardara en eliminar todos los

Horrocruxes. ¡Toshinori le había encargado la tarea de destruirlos, y él, obediente,

había ido eliminando los lazos que ataban a All For One, y también a él mismo, a la

vida! Qué idea tan ingeniosa, tan elegante: en lugar de desperdiciar más vidas, le

había encomendado esa peligrosa tarea a un chico que ya estaba condenado a morir,

pero cuya muerte no representaría una desgracia sino otro golpe contra All For One.

- Lo lamento joven Midoriya – se disculpó All Might con pena.

- No se preocupe, después de todo, Así debía ser, ¿O no? – dijo sonriendo

Toshinori sabía que Izuku no se escabulliría y seguiría hasta el final, aunque

eso significara también su propio final, porque por algo se había tomado la molestia

de conocer su carácter, ¿no? Asimismo, el anciano profesor sabía, igual que

All For One, que Izuku no permitiría que nadie más muriera por su culpa una vez que

hubiese descubierto que estaba en su mano poner fin a aquella masacre. Las imágenes

de Sero, Lupin y Tonks muertos en el Gran Comedor volvieron a su mente, y se le

cortó la respiración un instante; la muerte era impaciente...

- ¡¿Morí?! – dijo Sero, sorprendido.

- Si – confirmo Kora.

- ¿Y quiénes son Lupin y Tonks? – pregunto Ashido

- Seres muy queridos de Izuku. Lupin era amigo de su padre, y Tonks era su esposa. – explico.

Pero Toshinori lo había sobrestimado. Izuku había fracasado, pues la serpiente

sobrevivía. Por tanto, todavía quedaba un Horrocrux que ataría a All For One a la vida

incluso después de que Izuku Midoriya hubiera caído. Aunque lo cierto era que su

sucesor tendría las cosas más fáciles. Izuku se preguntó quién sería... Tenya y

Melissa sabrían lo que había que hacer, por supuesto... Seguramente por ese

motivo Toshinori había querido que él confiara en sus dos amigos, porque si se

cumplía su verdadero destino demasiado pronto, ellos podrían continuar...

Esos pensamientos golpeaban, como la lluvia contra los cristales de una ventana,

sobre la dura superficie de la incontrovertible verdad: él debía morir. «Debo morir.»

Tenía que acabar.

Sentía muy lejos a Tenya y Melissa, como si estuvieran en un país remoto, y tenía

la impresión de haberse separado de ellos hacía mucho tiempo. Estaba decidido a que

no hubiera despedidas ni explicaciones, porque aquél era un viaje que no podían

hacer juntos, y si ellos intentaban detenerlo perderían un tiempo muy valioso. Miró el

abollado reloj de oro que le habían regalado el día que cumplió diecisiete años: ya

había transcurrido casi la mitad del plazo que All For One le había concedido para

entregarse.

Se puso en pie. El corazón le golpeteaba las costillas como un pájaro

desesperado; quizá intuyera que se agotaba el tiempo y estuviera decidido a dar todos

los latidos que le quedaban antes del final. Izuku no miró atrás al cerrar la puerta del

despacho.

El castillo estaba desierto. Al recorrerlo, el muchacho se sintió como un fantasma,

como si ya hubiera muerto. Los personajes de los retratos todavía no habían

regresado a sus lienzos y el edificio se hallaba sumido en un siniestro e inquietante

silencio, como si toda el alma que le quedaba se hubiera concentrado en el Gran

Comedor, donde se apiñaban los difuntos y los dolientes.

Se puso la capa invisible y bajó varios pisos, hasta que descendió por la escalinata

de mármol y llegó al vestíbulo. Quizá una pequeña parte de él confiaba en que lo

detectaran y lo detuvieran; pero la capa, como siempre, resultó impenetrable,

perfecta. Llegó a las puertas del colegio sin contratiempos.

En la entrada, Denki estuvo a punto de tropezar con él; volvía de los jardines

con otro compañero, los dos cargando con un cadáver. Harry lo miró y notó otro

golpe sordo en el estómago: Minoru Mineta, pese a ser menor de edad, debía de haber

vuelto al castillo a escondidas, igual que Bakugou, Crabbe y Goyle. Muerto parecía

minúsculo.

- ¡¿ME MORI?! – el grito de Mineta resonó en toda la sala

- Si. – esta vez la voz de Kora sonó más indiferente.

—¿Sabes qué? Puedo con él yo solo, Denki —dijo Mirio Togata, y se echó a

Mineta al hombro para llevarlo al Gran Comedor.

Denki se apoyó un momento en el marco de la puerta y se enjugó la frente con el

dorso de la mano. Parecía un anciano. Luego bajó de nuevo los escalones de piedra y

fue a recuperar más cadáveres.

Izuku echó un vistazo al Gran Comedor. La gente iba y venía por la estancia

intentando consolarse mutuamente, reponiendo fuerzas o arrodillándose junto a los

muertos; pero Izuku no vio a ninguno de sus seres queridos: no había ni rastro de

Melissa, Tenya, Ochako, los Weasley o Himiko. Se dijo que habría dado todo el tiempo

que le quedaba a cambio de verlos por última vez; pero, en ese caso, ¿habría tenido

fuerzas para alejarse de ellos? Era mejor así.

- ¿¡Soy un ser querido para ti Izuku?! – pregunto Toga emocionada.

- En ese mundo – puntualizo Izuku.

- ¿Y quiénes son los Weasley?

- Son la familia compuesta por Tenya, Ochako, y varios más, solo que ahí se apellidan así – explico.

Bajó los escalones. Eran casi las cuatro de la madrugada. Los oscuros jardines

estaban sumidos en un silencio sepulcral; parecía como si contuvieran la respiración,

a la espera de comprobar si Izuku sería capaz de cumplir su cometido.

Se aproximó a Denki, que estaba inclinado sobre otro cadáver.

—Denki...

—¡Atiza, Izuku! ¡Casi me da un infarto!

Se quitó la capa; acababa de ocurrírsele una idea surgida de su deseo de

asegurarse por completo.

—¿Adónde vas tú solo? —preguntó Denki con recelo.

—Forma parte del plan; tengo que hacer una cosa. Escucha...

—¡Izuku! —exclamó Denki, sobresaltado—. No estarás pensando en entregarte,

¿verdad?

—No, claro que no. Esto no tiene nada que ver —mintió Izuku sin vacilar—. Pero

quizá me ausente un rato. Oye, ¿sabes esa serpiente enorme de All For One? Él la

llama Nagini...

—Sí, algo he oído. ¿Qué pasa?

—Pues que hay que matarla. Tenya y Melissa ya lo saben, pero te lo digo por

si...

Esa espantosa posibilidad lo hizo enmudecer un instante. Pero se serenó: era

crucial seguir el ejemplo de Toshinori y no perder la calma; tenía que asegurarse

de que hubiera reemplazos, otras personas capacitadas para continuar la misión.

Toshinori había muerto dejando a los tres amigos implicados en la destrucción de

los Horrocruxes, y ahora Denki ocuparía el lugar de Izuku, de modo que seguirían

siendo tres personas quienes guardaran el secreto.

—Por si ellos están... ocupados... y se te presenta a ti la oportunidad...

—¿De matar a la serpiente?

—Sí, eso —confirmó Izuku.

—De acuerdo. Pero estás bien, ¿no?

—Sí, muy bien. Gracias, Denki.

Pero cuando Izuku fue a seguir su camino, Denki lo agarró por la muñeca.

—Todos vamos a seguir luchando, Izuku. Lo sabes, ¿verdad?

—Sí, lo... —Un súbito sofoco le impidió terminar la frase.

Pero a Denki no le extrañó: le dio una palmada en el hombro, lo soltó y reanudó

su tarea con los cadáveres.

Izuku volvió a ponerse la capa invisible y siguió andando. No lejos de allí había

alguien encorvado sobre otra figura tendida en el suelo. Hasta que estuvo a sólo unos

palmos de ella no reconoció a Ochako.

Se detuvo en seco. Ochako estaba de cuclillas junto a una chica que susurraba

llamando a su madre.

—No te preocupes —le decía ella—. No pasa nada. Vamos a llevarte dentro.

—Quiero irme a casa —musitaba la chica—. ¡No quiero seguir luchando!

—Ya lo sé —dijo Ochako con la voz rota—. Tranquila, todo se arreglará.

Izuku sintió un escalofrío. Le dieron ganas de ponerse a gritar allí mismo; quería

que Ochako supiera que estaba allí y se enterara de adónde iba. Quería que lo

detuvieran, que lo obligaran a volver y lo enviaran a casa... Pero ya estaba en casa.

Hogwarts había sido el primero y el mejor hogar que había tenido. All For One, Snape

y él —los niños abandonados— habían encontrado un hogar en aquel colegio...

- Esto es muy duro – murmuro Momo frotándose los ojos -. Me sorprende la fuerza que tiene Izuku para no decirle nada a nadie – todos corroboraron sus palabras, apenando un poco a Deku.

Ochako se había arrodillado junto a la chica herida y le sujetaba una mano.

Haciendo un gran esfuerzo, Izuku siguió su camino. Al pasar por su lado, le pareció

que Ochako miraba alrededor y se preguntó si habría notado algo, pero él no dijo nada

y no volvió a mirar atrás.

La cabaña de Hagrid surgió en la oscuridad. No había luces encendidas, ni se oía

a Fang arañando la puerta ni ladrando para darle la bienvenida. Izuku recordó las

visitas al hombretón, los destellos de la tetera de cobre en el fuego, los pastelitos de

pasas, las larvas gigantes, la enorme y barbuda cara del guardabosques, a Tenya

vomitando babosas, a Melissa ayudándolo a salvar a Norberta...

Siguió adelante y llegó a la linde del Bosque Prohibido. Una vez allí, se detuvo.

Un enjambre de dementores se deslizaba entre los árboles. Izuku sintió

propagarse su frío y dudó que lograra combatirlo. No le quedaban fuerzas para hacer

aparecer un patronus, ni controlaba ya sus temblores. Al fin y al cabo, morir no era

tan fácil. Cada inspiración que daba, el olor a hierba, la fresca brisa en la cara... todo

adquiría un gran valor. Y pensar que la gente disponía de años y años de vida, tiempo

de sobra, tanto que a veces hasta resultaba una carga; y él, en cambio, se aferraba a

cada segundo que transcurría. No se sentía capaz de continuar, pero sabía que debía

hacerlo. Aquel largo juego había terminado, habían atrapado la snitch, había llegado

el momento de descender...

La snitch. Con dedos entumecidos buscó en el monedero colgado del cuello y la

sacó.

«Me abro al cierre.»

La contempló respirando con agitación. Y justo cuando deseaba que el tiempo

transcurriera lo más despacio posible, éste se aceleró y la solución le llegó tan de

repente que no hizo falta ningún razonamiento: aquella situación era el cierre. Aquél

era el momento preciso.

Apretó la bola dorada contra sus labios y susurró: «Estoy a punto de morir.»

Y la cubierta de metal se abrió por la mitad. Izuku bajó una temblorosa mano,

sacó la varita de Katsuki de la capa invisible y murmuró: «¡Lumos

La piedra negra, dividida por una raja, reposaba entre las dos mitades de la snitch.

La Piedra de la Resurrección se había resquebrajado siguiendo la línea vertical que

representaba la Varita de Saúco, pero todavía se distinguían el triángulo y el círculo

que representaban la capa y la piedra.

Y una vez más, Izuku comprendió sin necesidad de reflexionar: no hacía falta que

los hiciera regresar, porque estaba a punto de reunirse con ellos. No iría él a

buscarlos, sino que ellos vendrían a buscarlo a él.

Cerró los ojos e hizo girar la piedra en su mano tres veces.

Y supo que se había obrado el milagro porque oyó ruidos en la franja de tierra

cubierta de ramitas que señalaba la linde del Bosque Prohibido, como si unos cuerpos

ligeros caminaran por ella. Abrió los ojos y miró alrededor.

Enseguida comprendió que no eran fantasmas ni seres de carne y hueso. Se

parecían mucho al Shigaraki que había escapado del diario varios años atrás: un

recuerdo convertido casi en algo material. Eran menos consistentes que los seres

vivos, pero más que los fantasmas; avanzaban hacia él, y en todos los rostros había

una afectuosa sonrisa.

Hisashi tenía la misma estatura que Izuku. Llevaba la ropa con que había muerto,

el pelo enmarañado y las gafas un poco torcidas, como el señor Weasley.

Sirius era alto y apuesto, y mucho más joven que cuando Izuku lo había tratado

en vida. Andaba garboso, con las manos en los bolsillos y esbozando una sonrisa

burlona.

Lupin también era más joven, de aspecto pulcro y cabello más poblado y menos

canoso. Parecía alegrarse de volver a estar en aquel lugar tan familiar, el escenario de

tantas correrías de adolescentes.

La de Inko era la sonrisa más amplia. Se apartó el largo cabello de la cara al

acercarse a Izuku, y le escrutó ávidamente el rostro con aquellos ojos verdes tan

parecidos a los de él, como si nunca fuera a cansarse de mirarlo.

—Has sido muy valiente —le dijo.

Izuku se quedó sin habla. Se regalaba los ojos con ella y pensó que le gustaría

quedarse allí mirándola por toda la eternidad; no necesitaba nada más.

- Izuku... - Inko murmuro mirando a su hijo

- Esta bien, mamá.

—Ya casi has llegado —le dijo Hisashi—. Te hallas muy cerca. Y nosotros estamos

muy orgullosos de ti.

—¿Duele? —Esa pregunta tan infantil brotó de los labios del chico sin que él

pudiese impedirlo.

—¿Si duele morir? No, en absoluto —contestó Sirius—. Es más rápido y más

fácil que quedarse dormido.

—Y él se encargará de que sea rápido. Quiere acabar de una vez —añadió Lupin.

—No quería que ninguno de ustedes muriera por mí —dijo Harry sin

proponérselo—. Lo siento... —Y se dirigió a Lupin como para pedirle perdón—: Tu

hijo acababa de nacer... Lo siento mucho, Remus...

—Yo también lo siento —replicó Lupin—. Me apena pensar que nunca lo

conoceré... Pero él sabrá por qué di la vida, y confío en que lo entienda. Yo intentaba

construir un mundo donde él pudiera ser más feliz.

- Awwwww – todas las mujeres suspiraron de ternura y tristeza por las palabras de Lupin.

Una fresca brisa que parecía emanar del corazón del Bosque Prohibido le apartó

el pelo de la frente a Izuku. Sabía que ellos no lo obligarían a seguir adelante, que esa

decisión tenía que tomarla él.

—¿Se quedarán conmigo?

—Hasta el final —contestó Hisashi.

—¿Y no los verá nadie?

—Somos parte de ti —repuso Sirius—. Los demás no pueden vernos.

Izuku miró a su madre.

—Quédate a mi lado —le pidió.

Y se puso en marcha. El frío de los dementores no lo afectó, de manera que lo

atravesó con sus acompañantes, que actuaron como patronus, y juntos desfilaron

entre los viejos árboles de ramas enredadas y raíces nudosas y retorcidas, que crecían

muy juntos entre sí. Izuku se ciñó la capa invisible y fue adentrándose más y más en

el bosque, sin saber con exactitud dónde estaría All For One, pero convencido de que

lo encontraría. A su lado, sin hacer apenas ruido, iban sus cuatro valedores; su

presencia le infundía coraje y el impulso para continuar caminando.

Su cuerpo y su mente parecían desconectados y sus extremidades funcionaban por

sí mismas, sin que él les diera instrucciones conscientemente; tenía la impresión de

que él era el pasajero, en vez del conductor, de aquel cuerpo que se disponía a

abandonar. Era una sensación extraña, pero los muertos que caminaban a su lado por

el Bosque Prohibido le resultaban mucho más reales que los vivos que se habían

quedado en el castillo, de tal manera que ahora, mientras se dirigía dando traspiés

hacia el final de su vida, hacia All For One, los fantasmas eran Tenya, Melissa, Ochako

y todos los demás.

Entonces se oyó un golpe seco y un susurro; otro ser vivo se había movido por

allí cerca. Izuku se detuvo bajo la capa, miró alrededor y aguzó el oído. Sus padres,

Lupin y Sirius se detuvieron también.

—Por aquí hay alguien —dijo una voz áspera—. Tiene una capa invisible. ¿Crees

que...?

Dos figuras salieron de detrás de un árbol cercano; llevaban las varitas encendidas

e Izuku reconoció a Yaxley y Dolohov, que escudriñaban la oscuridad justo en el sitio

donde estaban él y los demás. Era evidente que no veían nada.

—Estoy seguro de que he oído algo —comentó Yaxley—. ¿Habrá sido un

animal?

—Ese chiflado de Hagrid tenía un montón de bichos aquí —afirmó Dolohov

echando un vistazo a sus espaldas.

—Se está agotando el tiempo —dijo Yaxley consultando su reloj—. Midoriya ya ha

consumido la hora que tenía. No vendrá.

—Pues el Señor Tenebroso estaba seguro de que sí. Esto no le va a gustar nada.

—Será mejor que volvamos —propuso Yaxley—. A ver qué quiere hacer ahora.

Los dos mortífagos volvieron a adentrarse en el Bosque. Izuku los siguió, porque

sabía que lo guiarían exactamente hasta donde él quería ir. Miró a su madre y ella le

sonrió, y su padre asintió con la cabeza para darle ánimo.

Sólo llevaban unos minutos andando cuando Harry vio luz un poco más allá, y

Yaxley y Dolohov entraron en un claro que reconoció: era el sitio donde había vivido

la monstruosa Aragog. Los restos de su inmensa telaraña todavía se conservaban,

pero los mortífagos se habían llevado el enjambre de descendientes que la araña

engendró para que lucharan por su causa.

En medio del claro ardía una hoguera, y el parpadeante resplandor iluminaba a un

grupo de silenciosos y vigilantes mortífagos. Algunos todavía llevaban la capucha y

la máscara, pero otros se habían descubierto la cara. Sentados un poco más apartados,

dos gigantes de expresión cruel y rostros que recordaban una tosca roca proyectaban

sombras enormes. Harry vio a Fenrir, merodeando mientras se mordía sus largas

uñas; al corpulento y rubio Rowle, dándose toquecitos en una herida sangrante en el

labio; a Masaru Bakugou, vencido y aterrado, y a Mitsuki, con los ojos hundidos y

llenos de aprensión.

- Espere, ¿Ahí somos malos? – pregunto Mitsuki.

- ¿No se los conté? – se extrañó Kora -. Verán, Masaru es un mortifago, y tu apoyas sus ideales – comenzó – Y Katsuki también, porque así lo educaron, y fue por el que All Might murió, debido a que lo obligaron a hacerlo, aunque al final fue otro quien lo mato.

Todas las miradas estaban clavadas en All For One, de pie en medio del claro, con

la cabeza gacha y la Varita de Saúco entre las entrelazadas y blanquecinas manos.

Parecía estar meditando, o contando en silencio, y Izuku, que se había quedado quieto

a cierta distancia de la escena, fantaseó absurdamente que esa figura era un niño al

que le había tocado contar en el juego del escondite. Nagini se arremolinaba y se

enroscaba dentro de su reluciente jaula encantada, suspendida detrás de la cabeza de

All For One como un monstruoso halo.

Cuando Dolohov y Yaxley se incorporaron al corro de mortífagos, All For One

levantó la cabeza.

—Ni rastro de él, mi señor —anunció Dolohov.

El Señor Tenebroso no mudó la expresión, pero a la luz del fuego sus encarnados

ojos parecían arder. Poco a poco deslizó la Varita de Saúco entre sus largos dedos.

—Mi señor...

Era la voz de Bellatrix; estaba sentada junto a All For One, despeinada y con

rastros de sangre en la cara, pero por lo demás ilesa.

All For One levantó la varita para ordenarle que se callara. Ella obedeció y se

quedó mirándolo con gesto de adoración.

—Creí que vendría —dijo el Señor Tenebroso con su aguda y diáfana voz, sin

apartar la vista de las danzantes llamas—. Confiaba en que vendría.

Nadie comentó nada. Todos parecían tan asustados como Izuku, cuyo corazón

latía como empeñado en escapar del cuerpo que el muchacho se disponía a desechar.

Le sudaban las manos cuando se quitó la capa y se la guardó debajo de la túnica,

junto con la varita mágica. Quería evitar la tentación de luchar.

—Por lo visto me equivocaba... —añadió All For One.

—No, no te equivocabas.

- Ahora viene mi momento favorito, cuando lo mato – dijo AFO con malicia, valiéndose miradas asesinas de todos los amigos y cercanos de Izuku. - ¿Qué? – pregunto con inocencia.

Izuku habló tan alto como pudo, con toda la potencia de que fue capaz, porque no

quería parecer asustado. La Piedra de la Resurrección resbaló de sus entumecidos

dedos, y con el rabillo del ojo vio desaparecer a sus padres, Sirius y Lupin mientras él

avanzaba hacia el fuego. En ese instante sintió que no importaba nadie más que

All For One: estaban ellos dos solos.

- Bueno, en realidad a All For One lo acompañaban cientos de mortifagos. ¿Qué? – pregunto Momo algo ofendida viendo como todos la mandaban a callar.

- ¡Observa!

Esa ilusión se desvaneció con la misma rapidez con que había surgido, porque los

gigantes rugieron cuando todos los mortífagos se levantaron a la vez, y se oyeron

numerosos gritos, exclamaciones e incluso risas. All For One se quedó inmóvil, pero

ya había localizado a Izuku y clavó la vista en él, mientras el muchacho avanzaba

hacia el centro del claro. Sólo los separaba la hoguera.

Entonces una voz gritó:

—¡¡Izuku!! ¡¡No!!

El chico se giró: Hagrid estaba atado a un grueso árbol. Su enorme cuerpo agitó

las ramas al rebullirse, desesperado.

—¡¡No!! ¡¡No!! ¡¡Izuku!! ¡¿Qué...?!

—¡¡Cállate!! —ordenó Rowle, y con una sacudida de la varita lo hizo enmudecer.

Bellatrix, que se había puesto en pie de un brinco, miraba con avidez a All For One

y a Izuku, mientras el pecho le subía y le bajaba al compás de su agitada respiración.

Todo se había quedado estático, a excepción de las llamas y la serpiente, que se

enroscaba y desenroscaba dentro de su reluciente jaula, detrás de la cabeza de

All For One.

Izuku notó su varita contra el pecho, pero no hizo ademán de sacarla. Sabía que la

serpiente estaba bien protegida, y si conseguía apuntarla cincuenta maldiciones

caerían sobre él. All For One y el muchacho continuaban mirándose con fijeza, hasta

que el Señor Tenebroso ladeó un poco la cabeza y su boca sin labios esbozó una

sonrisa particularmente amarga.

—Izuku Midoriya... —dijo en voz baja, una voz que se confundió con el

chisporroteo del fuego—. El niño que sobrevivió.

Los mortífagos no se movían, expectantes; todo estaba en suspenso, a la espera.

Hagrid forcejeaba, Bellatrix jadeaba y Izuku, sin saber por qué, pensó en Ochako, en su

luminosa mirada, en el roce de sus labios...

- Vaya, vaya. – Mina hablo con una voz particularmente tétrica - ¿Así que pensando en el... ¿Cómo es? <<roce de sus labios>>.

- Bu...Bueno, yo... - Izuku nervioso intento defenderse, pero Kora se adelantó:

- Izuku y Ochako fueron novios – dijo emocionando a Mina -. Pero cuando Toshinori murió, Izuku la dejo para protegerla – la chica se decepciono -. Pero jamás dejaron de pensar en el otro – añadió.

All For One había alzado la varita. Todavía tenía la cabeza ladeada, como un niño

curioso, preguntándose qué sucedería si seguía adelante. Izuku lo miraba a los ojos;

quería que ocurriera ya, deprisa, mientras todavía pudiera tenerse en pie, antes de

perder el control, antes de revelar su miedo...

Vio moverse la boca de All For One y un destello de luz verde, y entonces todo se

apagó.

Así la pantalla también lo hizo.

- ¿¡QUE?! – gritaron todos

- ¿¡Y que pasa luego?!

- Eso lo veremos mañana. – contesto Kora sin más.

...

Si quieren segunda parte, apoyen este cap, byes <3 

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