𝑨𝒒𝒖𝒆𝒍 𝑰𝒏𝒗𝒊𝒆𝒓𝒏𝒐
『𝐈』
https://youtu.be/kFMR0FQK7s4
El cristal se empañaba a medida que exhalaba, unos síntomas previos a un posible resfrío le obligaban a respirar de esta forma, ese invierno por alguna razón se presentó con mayor fuerza este año. Con el dorso de la mano limpió la humedad. Podría dar por hecho la existencia de tres diferentes temperaturas, en tres capas, tres aspectos: el frío implacable del exterior, el tibio resguardo del interior, y la calidez que le encendía el pecho.
Desde afuera, uno podría haber visto esos ojos en paz, unos que se concedía el lujo de contemplar desde el interior el panorama que se extendía más allá del vidrio empañado. Afuera, el viento se arrastraba, colándose por las rendijas de las ventanas.
Los árboles se confundían con la noche apenas delineados por los faroles que iluminaban el único sendero hacia la cabaña. Era como si el mundo entero se redujera a ese refugio, una burbuja de intimidad en medio de la vasta oscuridad.
Mientras sus pensamientos vagaban, deslizó los dedos por la suave madera del alfeizar donde estaba sentado, cuando un escalofrío le recorrió la espalda, recordándole el exorbitante costo de aquel lugar. Quizás, algún día, podría permitirse el lujo de una cabaña tan majestuosa como esa.
Izuku sacó la vieja cámara de su abrigo, y comenzó a grabar.
—¡De acuerdo! —exclamó Kaminari al girarse con brusquedad en dirección de quien podría decirse, su mejor amigo—, ¡Sigues ahora, Mineta! Suelta lo que tengas de entre todo el repertorio. —La forma en que lo indicaba, era como si saboreara cada palabra.
—¡¿De nuevo?! —alegó mineta— ¡Que otro lo haga, este sería mi noveno turno! —A diferencia del resto de estudiantes de su promoción, quienes ya contaban con cambios notables en sus apariencias en comparación a su primer año, Mineta seguía siendo el mismo, con la diferencia de unos escasos centímetros adicionales a su altura; así pues, era chistoso verlo buscando a alguien que lo apoyara entre todos.
»¡Al demonio, falsos amigos! Si eso quieren, bien. Segundo año, la vez que intenté colarme en los vestidores de chicas antes de natación, terminé pegado en la puerta del baño del conserje con mi propio Quirk, ¡Rodrigo renunció un día antes así que me encontraron ahí hasta que ya había anochecido!
Ahí iban de nuevo, las carcajadas, que más allá de una simple burla ante el enano, se cargaban con la nostalgia de haber cumplido tres años en la academia. Para Izuku, desde ese rincón apartado, pero con una vista panorámica de todo el grupo, nacía la sensación de apenas haber vivido el último enfrentamiento con All For One.
Y para menos, ese sentimiento se reforzaba con la dinámica en cuestión: aleatoriamente (al menos en teoría) cada uno contaría una anécdota vergonzosa que pasó en esos tres años. Mina recordó esa vez en que accidentalmente derramó acido en el almuerzo de Kirishima; Mei, por otra parte, esa vez en la que obligó a Iida a ir al mecánico (ósea, ella) al bajarle los pantalones frente a su hermano en silla de ruedas.
Fue entonces, que Kaminari, con un mechón rubio agitándose al son de sus pasos frente a esos ojos de picardía, buscó y rebuscó entre el público a su próxima víctima. Al final, dio con aquella mirada repleta de paz, de un sujeto sentado en el alfeizar de la ventana queriendo reírse de los chismes sin aportar a ellos.
—¡Midoriya! —llamó Kaminari, apuntando en dirección al peliverde—. ¡Viejo, has estado muy callado! Ni pienses que te vas a salvar de esta.
Entonces, abrió la boca sin habla, procesando la perfecta excusa para librarse de esta.
—La verdad que no se me ocurre nada, puede seguir otro en mi lugar —dijo apenado, ante los abucheos y reproches de todos.
—Hasta Todoroki nos habló de la vez que fue secuestrado por el padre de Yaomomo.
—¡No era necesario repetirlo! —protestó la mencionada.
—Ya, ya, solo quería verte roja de nuevo. —Tal maldición, afirmarlo hizo que sucediera, causando otra tanda de carcajadas—. ¡Hagamos un trato! Tienes que al menos darnos tres anécdotas, Midoriya, a cambio, revelaré lo que sucedió en un loco concierto al que fui...
—¡Estás muerto, Denki Kaminari! —De entre los callados, Kyoka saltó de su asiento.
Así era la clase A, un grupo que experiencias tras experiencias se volvieron más unidos, cabe decir que unos más que otros, de igual forma, tenían un sinfín de recuerdos que contar ante el mundo. Al concluir las protestas en cuestión, las miradas se tornaron hacia el avergonzado Izuku que, con un poco de rubor, se aclaró la garganta.
—Esto ocurrió el primer día —comenzó, con una leve sonrisa—. Como saben, acababa de obtener el One for All, y el miedo de arruinar todo ese esfuerzo me acompañaba constantemente. Aun así, me armé de valor y, decidido a convertirme en un héroe, di el primer paso. —Sus ojos recorrieron la sala hasta encontrarse con una Uraraka visiblemente sonrojada—. Pero di mal ese primer paso y casi termino con el rostro estampado en el concreto, si no hubiera sido por una amable chica que, justo detrás de mí, utilizó su quirk de gravedad para salvarme de un mal comienzo en mi carrera de héroe.
Hizo una pausa, recordando el momento antes de continuar:
—En un entrenamiento en el campamento de las Cats, me tocó hacer equipo con Ochako. Bueno, una cosa llevó a la otra, y un robot de prueba nos emboscó. La idea era enfrentarnos a enemigos acordes a nuestras habilidades... pero ese maldito robot se autodestruyó.
»Instintivamente traté de proteger a Ochako de la explosión, y lo logré, aunque no pude salvar mi uniforme de prácticas. —Desvió la mirada, como si reviviera la incomodidad del momento—. Así que ella aún debe recordar ese único trozo de tela que quedó de mis calzoncillos de edición limitada.
Claro está, las risas no faltaron en el salón, algunos conocían las anécdotas, los otros eran ignorantes de ellas; cabe decir, que en general todos creyeron cada palabra como algo de lo que Midoriya era capaz. Ahora bien, restaba una anécdota para cumplir con la cuota propuesta por Kaminari.
Una idea se formó en su mente, haciendo que una sonrisa se dibujara en sus labios, pero se detuvo antes de pronunciar la primera sílaba. Las dos historias anteriores habían girado en torno a la misma persona, y le pareció injusto continuar así. ¿No era acaso un grupo, no solo ellos dos? Reflexionó brevemente y decidió buscar una alternativa, la cual no tardó en llegarle.
Izuku se aclaró la garganta, preparándose para contar la última historia.
—Bueno, hablando de inviernos fríos... —empezó, un tanto avergonzado—. El año pasado, por estas mismas fechas, tuvimos un invierno particularmente helado. Recuerdo que, al regresar de beber agua a medianoche, encontré una puerta medio abierta, me preocupé al saber a quién pertenecía, así que entré.
Hizo una pausa para añadir algo de suspenso, mientras los demás lo miraban atentos.
—La encontré en su balcón, ¿Quién? Pues Asui. No sé cómo soportaba ese frío, pero ahí estaba en una silla, como si fuera lo más normal del mundo. Me acerqué con cuidado, intentando no sobresaltarla, pero cuando intenté llamarle la atención... —Izuku rió, recordando el momento—. De repente, su lengua salió disparada hacia mí, supongo que por reflejo o porque pensó que era un intruso. Por poco termino volando por los aires.
Las risas resonaron nuevamente en la sala, mientras Izuku intentaba localizar a su coprotagonista.
—Al final, la convencí de que entrara y se calentara un poco —concluyó Izuku, sacudiendo la cabeza como si aún no pudiera creer lo ocurrido—. Creo que desde entonces, he generado este temor al frio navideño.
La reacción fue la misma que la anterior, inclusive un poco más cuando Izuku se masajeó la frente, haciendo recordar al grupo ese día que amaneció con un chichón y se negó a revelar el origen de este.
Las conversaciones posterior a la dinámica llenaban la cabaña, por su parte, de la misma forma que la calidez de su pecho nacía, emergió un pequeño escalofrío con un sentimiento: algo no cuadraba. Aunque disfrutaba del ambiente festivo, algo dentro de él le decía que alguien faltaba. Se quedó en silencio por un momento, mientras otro compañero tomaba la palabra para contar su propia historia.
Kirishima se acercó con pasos cautelosos, cargando unos leños en los brazos y una expresión que dejaba entrever más que solo el frío invernal. Izuku no pudo evitar notar cómo la nieve se derretía lentamente sobre su abrigo, formando pequeñas gotas de agua que parecían reflejar el nerviosismo en sus ojos.
—Oye, Midoriya —murmuró Kirishima, manteniendo la mirada fija al frente—, necesito que me ayudes con algo... no, que me salves.
Izuku se giró lentamente hacia él, levantando una ceja con escepticismo.
—¿Qué has hecho, Kirishima?
El tono de Kirishima cambió de inmediato a uno más apremiante, como si el tiempo se le acabara.
—¡Mira al frente! —susurró en un grito ahogado, como si temiera ser escuchado por algo más que el viento—. Digamos que... accidentalmente partí el hacha favorita del padre de Momo. ¿Crees que, si es capaz de secuestrar al hijo de Endeavor, podría tener un poco de misericordia con alguien, supongamos, como yo?
Izuku parpadeó, procesando lo que acababa de escuchar, mientras el silencio se alargaba incómodamente. Kirishima, sintiendo que cada segundo de espera era un paso más hacia su propia condena, palideció.
—Bien, necesito que me hagas un gran favor —continuó Kirishima, sin dejar de mirar a su alrededor, como si Momo o su temido padre pudieran aparecer de la nada—. Ve por el hacha de repuesto en el ático. Intentaré arreglar la otra antes de que alguien lo note. Confío en ti, amigo.
Sin esperar una respuesta, Kirishima dio media vuelta y salió disparado de la habitación, casi como si fuera un alma en pena huyendo del mismo diablo. Izuku lo observó irse, y solo cuando la puerta se cerró tras él, se permitió soltar una corta pero sincera risa.
—Voy por un poco de agua —murmuró, aunque nadie parecía realmente prestarle atención, todavía riendo entre dientes.
『𝐈𝐈』
Subió las escaleras hacia el segundo piso, la madera crujía bajo sus pies, cada sonido amplificado por el silencio del piso superior. Al llegar al corredor, notó que una puerta estaba entreabierta. Avanzó y, al asomarse, encontró lo que parecía un fantasma al fondo, en una esquina con vistas a través de una ventana. Estaba envuelta en una manta de color blanco, pero con la misma mirada adormecida que había descrito en su anécdota.
Izuku sintió un nudo en el estómago, preguntándose cuánto de su historia era solo una broma y cuánto se había acercado a la realidad. De todas formas, no escatimó en detalles. Se acercó lentamente, como si temiera romper la quietud del momento. El frío del exterior se colaba por la ventana, y ella parecía ajena a ello, mirando fijamente hacia esa laguna a la distancia.
—Tsuyu, me preguntaba a donde te habías metido —susurró suavemente, para no asustarla—. ¿Huyes de Kaminari por si te hace hablar de algo vergonzoso?
Ella no reaccionó de inmediato, pero cuando finalmente giró la cabeza para mirarlo, había algo en su mirada que lo hizo recordar esa noche del invierno pasado. En retrospectiva, ahora todo cuadraba, la razón del porque no lo había logrado encontrarla en el primer piso, era que no estaba ahí desde un inicio.
—Hace frío aquí, —dijo Izuku, preocupado—. ¿Por qué no bajas con nosotros? Te estamos esperando.
—Ven, no quiero que te congeles otra vez.
Ella negó con la cabeza.
—Le temes al frio navideño. Sabes porqué estoy así, —murmuró Tsuyu, su voz apenas audible—. Pero ¿y si vuelves con los otros? No quiero arruinar el ambiente, kero.
Tal si la misma cabaña intentara señalarle las cosas, escuchó voces, lejanas, pero venían de algún lado. Al localizar el origen, descubrió una ventila por la que se filtraban las conversaciones que se llevaban a cabo en el primer piso... eso quería decir ¿Ha estado escuchando todo? De ser así, ¿Qué tanto había oído?
A tal modo que, así como ella no se encontraba con ellos, a su vez, en realidad lo estaba, de una forma menor, distante y fría. Así era Tsuyu, directa para decir lo que pensaba, pero a su vez, distante.
—¡¿Pero que tonterías dices?! —exclamó Izuku, bromeando—, ¡No arruinarás nada! Vamos, esto solo significa que tienes inmunidad a contar esas bochornosas anécdotas.
Mientras hablaba, una notificación se hizo escuchar de parte de su teléfono, con lo vacío del lugar, inclusive un alfiles saldría a relucir al caer. Antes de que pudiera leerla, Tsuyu habló sin apartar la vista del lago, su voz tranquila y distante.
—Debe ser Ochako, —murmuró, como si estuviera hablando consigo misma, aún absorta en la vista—. En el chat, ha estado diciendo que espera verte a medianoche. Debe ser algo especial, kero.
Izuku se rió suavemente, tratando de disipar la sensación de incomodidad que se le había instalado en el pecho.
—No bromees, Tsuyu. Lo importante ahora es que vayas a tomar algo de calor junto a la chimenea. No quiero que te congeles aquí arriba.
Tsuyu finalmente apartó la vista del lago para mirarlo con una leve sonrisa, pero sus ojos permanecían en esa expresión distante, luego, regresó a su vista por la ventana.
—Puedes adelantarte, Don Juan. No te preocupes por mí, iré detrás de ti en un rato.
Izuku sintió un nudo en el estómago ante esas palabras, en una mezcla de preocupación y frustración. Quería hacer algo, decir algo, pero no encontraba las palabras adecuadas. Se quedó un momento más, observando a Tsuyu en silencio, esperando que ella cambiara de opinión.
Pero cuando Tsuyu no mostró señales de moverse, Izuku finalmente se resignó, sabiendo que insistir no cambiaría nada. Con un suspiro, se levantó, tomó el hacha de repuesto y comenzó a caminar de regreso, orillado a confiar en su palabra, aunque su mente seguía dándole vueltas a lo que acababa de ocurrir.
『𝐈𝐈𝐈』
Todos ignoraban algo. La luz parpadeaba en la cabaña de la familia Yaoyorozu, la cual portaba su propia historia junto al grupo, esta se encontraba cerca de la laguna a la que solían ir en sus días libres. La temática para este festejo era simple: buscar que fuera «clásica» o «rustica» lo mejor posible, y varios hicieron sus propuestas o aportaciones para lograrlo.
Momo hizo posible el lugar, donde esta noche, servía con el fin de lograr el ambiente principal, Iida tuvo la idea de una iluminación de solo linternas de aceite, que proyectaran una luz cálida y oscilante hasta el amanecer, así mismo, Izuku tuvo la idea de grabar algunos momentos con esa cámara vieja que perteneció a su padre.
Izuku estaba sentado en un gran sillón cercano a la chimenea, conversando con Bakugo y Shoji. A su alrededor, otros grupos charlaban en un ambiente relajado. Midoriya, con una sonrisa, relataba lo cómico que fue ver a Kirishima cuando descubrió que el hacha que le había provocado un mini infarto: era simplemente el hacha favorita de un mayordomo, sin nada extraordinario detrás. Los minutos pasaban en silencio, apenas interrumpidos por el crepitar de la leña, las conversación y los juegos.
Todos ignoraban el frío. Afuera, la nieve había dejado de caer desde hace horas, dejando a su paso el paisaje en un manto blanco, que aislaba al mundo en una quietud casi sobrenatural.
Todos ignoraban el péndulo. Las horas se arrastraban, y con cada segundo que pasaba, la expectativa en el ambiente se volvía más palpable. En un rincón de la sala, un gran reloj de péndulo marcaba el paso del tiempo con un tic-tac constante, pero nadie parecía prestarle atención, o al menos fingían no hacerlo. El péndulo oscilaba de un lado a otro, como si midiera la anticipación que se cargaba en el aire.
Todos ignoraban el tiempo. La medianoche estaba cerca, y con ella, la promesa de un futuro cercano. Esta nueva etapa se acercaba rápidamente, incierto, pero en ese preciso instante, el tiempo parecía haberse detenido. Todos esperaban algo, algo que sabían que cambiaría sus vidas, aunque ninguno podía decir exactamente qué.
Cuando el reloj finalmente marcó las doce, el sonido del péndulo se detuvo por un momento, seguido por un suave y resonante campanazo que anunció la llegada de la medianoche. Un suspiro colectivo recorrió la habitación, y luego, en un estallido de alegría, todos exclamaron:
—¡Feliz Navidad! —El comentario colectivo vino de precedente.
La cabaña se llenó de abrazos y deseos de lo mejor para el futuro, mientras celebraban juntos la llegada de un día que, para ellos, significaba mucho más que un simple cambio de fecha. Era un paso menos hacia un nuevo año, uno lleno de esperanzas y sueños por cumplir. Pero, por un breve instante, todos ignoraban algo.
Midoriya pasó de uno en uno: comentando, recordando, planeando y comunicando su deseo de seguir a su lado en el futuro. Pronto ya no serían simples estudiantes, dejarían de ser aspirantes, ahora, podían ser lo que desearan.
Se desplazó de la chimenea a la entrada, de ahí al comedor, luego a la cocina, y de regreso al salón principal. A este punto, se encontró con todos menos una persona, y cuando comenzó a creer que algo ha sucedido, en medio de otra conversación, conectaron miradas.
Sin dejar de verla, se despidió del actual grupo y se encaminó hacia ella, quien hizo lo mismo. Se marcaron como objetivo, pasaron entre otros, captaron la atención de algunos, puesto que el resto también eran expectantes a lo que hacían en estos días, esperando que algo grande ocurriese entre ellos.
Ambos se acercaron lentamente, sintiendo el latido de sus corazones en cada paso, hasta que quedaron frente a frente, tan cerca que el calor de sus cuerpos formaba un cuarto tipo de temperatura, uno especial.
En un inicio, el silencio se comunicó por ellos; sus ojos hablaron lo que las palabras no podían expresar. Con una sonrisa compartida: un susurro.
—Feliz navidad, Izuku —habló primero, ella tenía más coraje en esta situación. No obstante, su sonrisa, además de coqueta, delataba sus nervios.
—Feliz navidad, Ochako —le siguió él, con un notable rubor en su rostro.
Dedicó una mirada gentil, complacida, de ver a quien considera una pieza importante en el rompecabezas de su vida, sin darse cuenta, al otro segundo tenían entrelazadas las manos, ahora que eran conscientes de ello, ninguno se atrevería a desprenderse de su otra mitad. Así mismo, esa pequeña burbuja que conformó un mundo para los dos: reventó al sentir los ojos expectantes, y oír los chismorreos a su alrededor.
Levantando la barrera de la ignorancia con tal de sobrellevar la vergüenza, siguieron hablando.
—Creo que has sido algo obvio, —murmuró Ochako—, no voltees, pero incluso Todoroki nos observa.
—¿Me culpas? ¿Acaso te has visto? —alegó Izuku, alejándose un poco, sin soltarla, y así dar un vistazo a la chica.
—Vuelve a decirme algo parecido y despertarás en el hielo, —bromeó, riendo ambos en consecuencia. Al cesar las risas, Ochako se estremeció debido a un escalofrío, esto captó la atención de Izuku, cosa que ella aprovechó—. ¿No sientes frío? Por suerte, mi habitación es cálida, quiero decir, si no tienes nada planeado, podría enseñártela.
Izuku lo pensó por unos segundos.
—Nah, el sistemas de calefacción es igual para todas las habitaciones —dijo dejando roja como tomate a la ya sonrojada Uraraka, a tal respuesta, ella le pisoteó el pie. Entonces, se le prendió un bombillo—. ¡Ah, sí, quiero hacerlo! ¡Mi habitación parece un congelador después de todo!
Ella rodó los ojos, con una sonrisa irónica.
—Pues en ese caso, tal vez podamos ir... —Su tono dulce fue opacado por el grito de Kirishima, el cual se había perdido el desarrollo de esta conversación.
—¡Midoriya, se está acabando la leña! ¡¿puedes ir por más!?— gritó Kirishima cerca de la chimenea. Los presentes, sobre todo ella, se dieron una bofetada mental. Y, por si fuera poco, alguien más desconocía la situación.
—¡Ochako, ¿puedes venir un segundo?! ¡Necesito ayuda con esto! —pidió Hagakure, desde el comedor.
Ambos voltearon a verse, e inevitablemente una risa conjunta salió de sus bocas.
—Tal parece, —comenzó Izuku—, el deber nos llama una vez más.
Ochako expresó un suspiro de desilusión, como si su aliento quisiera llevarse consigo las ansias por cumplir sus planes, llevaba días planeando ese momento en específico, era cuestión de encontrar la brecha correcta. Incluso hace una hora no paraba de hablar al respecto en ese chat grupal, por lo que las otras chicas, a excepción de Hagakure, se sintieron igual.
Se dedicaron una mirada un par de segundos «¡Aquí en cinco!» Tan rápido como la idea chocó sus mentes, la soltaron coincidiendo en ello y riendo. Sin más tiempo a perder, cada uno fue a cumplir con su tarea.
『𝐈𝐕』
https://youtu.be/VAmzhFQYeoU
El choque de esas dos temperaturas lo abrumó por un instante. El cálido abrazo del interior fue apaciguando su presencia en cara al frío exterior. Hace horas que la nieve cesó, dejando tras de sí un viento helado que silbaba entre los árboles.
Después de cerrar la puerta, no se encaminó a ningún sitio, al contrario, permaneció ahí por unos segundos. El panorama se concebía a partir de un denso silencio, ahí comenzaba la diferencia de verlo desde adentro, las lámparas que seguían el camino le daban un espectacular toque de serenidad.
Un escalofrío le recorrió la piel, un recordatorio de la misión que lo había llevado afuera. El leñero estaba junto a la cabaña, y sabía que no era prudente quedarse ahí fuera por mucho tiempo. Desvió la mirada del paisaje, enfocándose en la razón por la que había salido.
Mientras caminaba, alcanzó a escuchar unas carcajadas, cosa que lo contagió e hizo sonreír. Otro golpe de nostalgia le llegó, tres años, un lapso en el que cambiaron progresivamente.
Pensar en los recuerdos que los llevaron a lo que son ahora, hasta visualizar la imagen de todos riendo, felices, en paz, cautivaba su corazón con la paz de haber llegado hasta este momento. Esa calidez era irremplazable.
Dando la vuelta a la esquina, Midoriya no tanteo bien el suelo, ante un resbalón, la caída le sacó de sus pensamientos. A lo mejor, y era una mala señal: un mal presentimiento le nació. Al levantarse negó con la cabeza, dando por hecho que se trataba de su imaginación.
Frente al leñero, descubrió algo que Kirishima había olvidado mencionar: no había leña. «Tiene que ser una broma, Kirishima», murmuró para sí mismo. «Tendré que buscar más, al menos no tendré que talar un árbol».
El único punto a favor de su suerte era que a la orilla del lago se encontraban depósitos de leña, para aquellos que fueran incapaces de talar un árbol o no tuvieran las herramientas. Aunque él contaba con ambas cosas, no estaba de ánimos para hacerlo.
Siguió el sendero trazado por los faroles, con los segundos sintió que el frio aumentaba conforme pasaba el tiempo, temperatura que parecía contribuir a ese sentimiento: algo en el fondo le decía que faltaba algo. No pretendía parecer quisquilloso, pero, en definitiva, algo no encajaba.
La cabaña quedó atrás, y pronto el oscuro y silencioso bosque lo envolvió. Al menos contaba con la luz del camino y la luna que se filtraba entre las ramas de los árboles. Ni la alegría de las festividades podía cambiar la quietud que impregnaba el lugar.
De repente, alcanzó a ver un destello a lo lejos. A pocos metros, vislumbró el área abierta que rodeaba la laguna, un espacio que en otro momento estaría lleno de vida, con aguas cristalinas y los sonidos de la naturaleza.
Una ráfaga de viento le azotó el rostro, obligándolo a cubrirse con la mano; entonces, ese presentimiento tomó más fuerza. Con la mano protegiendo su mirada, logró distinguir a la distancia a una persona, entrecerró los ojos queriendo verlo mejor.
—Tsuyu... —Su nombre fluyó.
Izuku sintió cómo su corazón latía con fuerza en su pecho al reconocer a Tsuyu. Sin perder un segundo, activó el One for All, y la energía recorrió su cuerpo en un instante, cada musculo de su cuerpo se tensó. El mundo a su alrededor pareció desacelerarse, y en un abrir y cerrar de ojos, sus pies se lanzaron hacia adelante.
Pero, por más rápido que se movió, el tiempo no estuvo de su lado. Apenas unos segundos después, cuando llegó al lugar donde la había visto, solo encontró la solitaria banca, desierta, fría, cubierta por una ligera capa de escarcha. Sus ojos se abrieron con desesperación al ver que Tsuyu ya se había adentrado en la delgada capa de hielo que cubría la laguna.
Algo crujió.
Su poder se disipó con cada bocanada de aire.
Así mismo, fue incapaz de articular una sola palabra.
Un sentimiento de impotencia lo embargó. A pesar de toda su experiencia, de toda su fuerza, no había logrado llegar a tiempo. Sus puños se apretaron, y los pensamientos de fracaso y miedo se mezclaron en su mente. Izuku quería gritar, decirle que se detuviera, que no diera un paso más, pero las palabras se ahogaron en su garganta, sustituidas por el miedo paralizante que le impedía moverse.
Fijó la vista en el lago. El hielo era delgado, traicionero, apenas un velo sobre la superficie helada del agua. La capa crujía bajo el peso de Tsuyu, emitiendo un sonido agudo, como una amenaza. Cada paso que daba parecía acercarla más al abismo, y el viento, que antes era solo un murmullo, ahora se aullaba en un lamento frío, como si la misma naturaleza advirtiera del peligro inminente.
Al fin pudo llamarla.
—¡Asui, esto es peligroso! —gritó, ella ya le llevaba un buen tramo de distancia por delante—. ¡¿Qué haces aquí en primer lugar!?
Tan siquiera de esta forma, ella dejó de avanzar, se detuvo, con lentitud se dio media vuelta. A diferencia de Izuku, cuya adrenalina bombeaba en todo su cuerpo, ella portaba una expresión pacifica en medio del peligro, y esa imprudencia lo tenía anonadado, ¡Ella no acostumbraba a hacer ese tipo de cosas sin sentido!
—¡Ven, acompáñame de regreso —dio el primer paso sobre el hielo—, ¡Necesitamos que entres en calor lo antes posible! —otro crujido debajo de sus pies advirtió que ni el ofa garantizaba que saliera ileso de ahí, peor aún, que la salvara a ella antes de caer.
—Estoy bien, solo he venido a... nadar, —dijo Asui, lentamente, la suavidad de su tono evidenciaba su situación—. ¿Por qué has venido? No deberías estar aquí, hace mucho frio.
—¡¿Nadar?! ¡¿Si quiera eso es posible con este hielo?! —siguió avanzando, manteniendo viva la conversación—. ¡Se nos ha acabado la leña! ¡Pero te garantizo que el calor del fuego se siente muy bien allá atrás! —Cuidando cada paso, se aseguró de avanzar.
El viento le azotaba el rostro, trayendo consigo el helado aliento del invierno. Cada ráfaga hacía que el hielo se estremeciera más, el crujido se hacía más evidente, más urgente. El hielo bajo sus pies se sentía frágil, y cada sonido que emitía parecía aumentar su propia vulnerabilidad.
La distancia se fue acortando, hasta estar varios pasos de distancia; sin embargo, un último crujido, que hizo que contuviera el aliento, declaró de esta zona, la más débil.
—Ven conmigo, lento, pero seguro, ¿quieres? —ya no debía gritar, eso lo desesperaba—, Esto es peligroso, gracias a toda esa ropa apenas te mantienes consciente, por favor, sea lo que sea, podemos hablarlo luego.
https://youtu.be/xEfj5yVQXEw
Ella para este punto, divagaba tanto, que ya ni le prestaba atención. Tsuyu permaneció inmóvil, con la mirada fija en el horizonte, sus palabras apenas audibles por encima del aullido del viento.
—Puedes regresar si quieres —dijo Asui—, Deseo quedarme un momento aquí.
—Creo que ha sido suficiente aventura por hoy ¿No lo crees? Ya tienes una loca anécdota que contar, asi que demos la vuelta...
El intento de convencerla se vio inútil cuando ella giró la cabeza hacia él, con una sonrisa, un simple gesto de mano, le dio a entender que se detuviera ahí. Izuku, temeroso de agravar todo, se tragó las palabras y obedeció sin protestar, estando ahí, se limitó a ver su espalda.
Ella regreso su vista al lago, la forma lenta y vaga en la que movía su cuerpo, era algo que él estaba odiando por como lucía, tan perdida y desamparada.
Tan desolada y distante.
Las ganas pudieron más e iba a protestar, pero sus palabras fueron frenadas al escuchar lo siguiente que ella decía.
—Entiendo lo que dices, es peligroso, en verdad lo es —ella recuperó un poco su capacidad de habla—, Pero por más que intente ignorarlo, no puedo evitar volver a él. ¿Sabes lo que es esto?
Tsuyu señaló al hielo escarchado, Izuku, aun sin habla, se forzó a responder, sin saber la respuesta correcta.
—Es el lago, en invierno, algo que debes evitar a toda costa, ¿lo recuerdas?
Ella negó con la cabeza.
—El agua es tan clara que puedes ver cada piedra en el fondo, incluso los peces que nadan cerca de la orilla. Cuando el sol brillaba alto, se transformaba en un espejo que reflejaba el cielo y las copas de los árboles.
»Podía pasar horas ahí, nadando, dejándome llevar por la corriente suave. El aire siempre tenía ese aroma a tierra húmeda y flores silvestres, una mezcla que me hacía sentir viva.
»Era cálido.
«El único lugar al que puedo llamar "Feliz"». En otro momento, esa chica directa, franca, habría dicho todo lo que pensaba, ahora, solo su voz denotaba esas tonalidades tristes.
—Describes algo de hace tiempo —rectificó Izuku—, Eso podría haber sido en verano, pero ahora, es lo que ves... Frío.
Paralizando al pobre diablo, Asui se puso de cuclillas sin cuidado. Pasó la mano por el hielo, apartando la nieve, pudo observar el agua debajo de ellos.
—¿Por qué te preocupas? Aunque el hielo fuera débil, es hermoso en esta noche, algo que atesoraré por mucho tiempo, pese a que no sea cálido como antes. —Su expresión cansada, estrujaba el corazón del chico. Un crujido obliga a Midoriya a no perder el tiempo.
—¿Es normal sentirme así? ¿Tan culpable y miserable? ¿¡Es normal querer quedarme en el frío aun sabiendo que me hace mal!? —Sus pensamientos y palabras fueron atropellados por la abrumadora escena.
Los oscuros ojos que alguna vez mostraban calma, eran invadidos por lágrimas que corrían una tras otra de forma perpetua. Sus labios se contraían en una mueca extraña y su cuerpo temblaba ligeramente tratando de contener débilmente su sentir.
Al ver todo eso, algo en la mente del chico hizo clic. Se sentía tan inútil al darse cuenta de lo obvio, todas esas veces en las que la presencia de la chica era opacada por la distancia que se iba formando, todas esas veces donde ella simplemente observada sin acercarse, era más allá que un hecho.
Ella lloraba a más no poder.
—¿Qué? ¿Qué debo hacer? —suplicante, le preguntaba—. Ya no sé qué hacer... Y ahora tú también llegas aquí y me ves de esta forma.
No podía soportar más...
—Has pasado por mucho. —Respondió. ella solo lo vio con desgano—. De verdad, lo has hecho.
Muchas ideas pasaron por su cabeza, la imagen de él dándole una respuesta se repitió un sin fin de veces en su cabeza en cuestión de un segundo, aquellas palabras que harían que ella encontrase un camino.
Esas palabras no llegaban a él. Un hecho que lo desconcertó y aterró. En todo caso, de esto, Asui ya lo sabía.
—No tienes que preocuparte, no estás obligado a cargar con esto —decía secando las lágrimas que aún brotaban —decía, recuperando un poco de lucidez, consciente de todo, y ni así, se esperó aquella respuesta.
—Hay muchas cosas que podría proponerte. —No llegaba al punto todavía—. Podría decirte, que allá adentro es cálido, todos los que están ahí lo son, tu familia, y eso podría ser tu solución.
»Pero solo te estaría dando una respuesta sencilla, algo que de seguro tu ya has pensado.
»Lo que de verdad te puedo decir es... —Aquella simple frase, se había posicionado en su mente... ¿Estaría bien así?
Por el bien de ella, lo haría.
—Busquemos esa respuesta, solos es fácil perdernos, pero en compañía de alguien, podemos llegar a lugares, donde las cosas pueden ser mejor. —Con confianza, sonrió tan cálido cómo podía serlo.
Tan cálido como el sol podría serlo, como para derretir el hielo que en su corazón se haya creado. El viento, el agua, el frio, el crujir y el cualquier otra cosa, ignoró todo, a excepción de su respiración, y las palabras que venían luego.
«Y si me lo permites, iré contigo, hasta ese lugar al que quieres llegar».
El frío empezaba a hacerlo perder la razón, la situación se extendía y no sabía que iba a pasar. Ella lo veía, y solo veía aquella sonrisa: era hermosa.
Su cuerpo cedió sin más, sus rodillas dejaron de responder y su vista se fue nublando, perdiéndose en la oscuridad.
«Si» una corta palabra, y sin poder decir más.
Todo se puso negro.
En un movimiento rápido y decidido, él la sostuvo antes de que su cuerpo tocara el suelo, sintiendo el peso de la fragilidad y la desesperanza que la envolvía. El frío ya había perdurado demasiado en ella, calando no solo en su piel, sino en lo más profundo de su ser.
La conciencia apenas se mantenía, un tenue hilo que aún la conectaba al mundo. Podía sentir cómo era llevada, cada paso resonando a lo lejos mientras la envolvía un calor extraño, casi olvidado.
Las voces y los latidos del corazón de él eran como un eco distante. En ese instante, por primera vez en mucho tiempo, el frío que la dominaba parecía retroceder, al menos un poco, como si el calor que él le ofrecía fuese suficiente para desafiar la gélida prisión en la que se había encontrado atrapada. Una nueva temperatura que añoraba experimentar.
Quizás, pensó, debería intentar poner más de su parte, aferrarse a esa calidez que tan generosamente le ofrecía, aunque fuera solo un respiro en medio del invierno eterno que sentía dentro.
—Me... ¿Acompañarías a ese lugar cálido? —susurró con una voz que apenas se dejaba escuchar, como si temiera que el simple acto de pronunciar esas palabras pudiera romper el frágil momento de refugio que compartían.
Y con ese último pensamiento, cerró los ojos, rindiéndose al cansancio, dejándose llevar por la promesa de su abrazo. En los brazos de aquel que, por esa noche, había sido su héroe.
Esa Nochebuena, algo la había hecho cambiar de parecer. Y mientras la nieve caía en silencio a su alrededor, comprendió que tal vez, solo tal vez, no tendría que enfrentarse sola a la helada.
『𝐕』
https://youtu.be/kFMR0FQK7s4
Los recuerdos eran difusos; nunca había sido particularmente fanática del invierno. Por obvias razones, si las condiciones no le favorecían, se volvía torpe, inconsciente y, de alguna forma, honesta. Los sucesos que transcurrían durante este estado regresaban a ella en sueños; solo así podía recuperar aquellos momentos.
Recobrando los sentidos, notó la luz de la luna que se entrometía en su habitación a través de las cortinas, así, esta llamaba a su ventana, donde ella tenía esa necesidad de volver a su almohada y seguir durmiendo. Su rutina para estos momentos constaba de rendirse ante el sueño, y ahora sus parpados se levantaban para descubrir el oscuro escenario en el que cayó.
Acostada en una cama, cubierta por sabanas, suéter, guantes y demás cosas que le ayudarían a mantener el calor. En todo caso, Podría dar por hecho la existencia de tres diferentes temperaturas, en tres capas, tres aspectos: el frío implacable del exterior; el tibio resguardo del interior, y la tercera...
Inhaló profundamente, liberando el aire en un suspiro prolongado. En verdad sentía celos de aquellos que disfrutaban en fiestas para esas horas, en cuanto a ella, dormir en estas noches le resultaba agotador: las sábanas pesaban sobre ella, el frío persistente intentaba arrastrarla de nuevo al sueño, y sentía una presión familiar en su espalda. Ordenando sus pensamientos, una sonrisa se dibujó en sus labios mientras las piezas del rompecabezas encajaban.
—Otra vez —susurró ella, rompiendo el silencio en un tono dulce—, hoy estuvo tranquilo, pero en su lugar es bueno revivir esa ocasión.
La presión que sentía sobre su cuerpo se hizo un tanto más fuerte, no con la intención de dañarla, o siendo repercusión de algo más. Esos brazos se ajustaron alrededor de ella, de ahí venia esa tercer temperatura que le invadía el pecho, el causante directo de la calidez que la mantuvo plena durante horas.
—Estaba por despertarte, —hablaron detrás de ella—. Y, ¿otra vez? ¿Hablas de que viste a «Mi pobre angelito» incluso en sueños?
Tsuyu sonrió.
—No, tonto, me refiero a que... recordé aquella vez —Sin duda, esa pieza en el rompecabezas de su memoria era su favorito. Buscando más de ese calor, se acurrucó en el pecho del chico.
El otro no respondió de inmediato, a decir verdad, le era difícil identificar a que se refería.
—Con que es así, —comentó, probando suerte—, fue un lindo día, nunca lo olvidaré. ¡oh mira, creo que será una buena vista! ¡Deja que abra las cortinas! —gritó nervioso, saliendo de la cama para hacer lo dicho.
—Claro, evita el tema —dijo esperando recibirlo de nuevo, ya volviendo a su posición original, continuó—. Y para que lo sepas, era de noche —rectificó, dando un codazo al abdomen del otro—. ¿No sabes de que hablo, cierto?
Ambos estaban en un refugio formado sobre la cama, cubiertos por varias mantas, una chimenea al costado, la calefacción en un punto agradable, y cabe decir, el elemento de mayor prioridad, los brazos que la rodeaban, todo lo demás no se comparaba a esa calidez que la protegían del frio.
—De acuerdo, me has atrapado ¿Cuál de todas las veces?
Tsuyu expresó un suave gemido al acurrucarse más en su pecho, entre sus brazos, si bien el frio le dejaba en un estado distante, en este momento lo que sentía era un sentido natural de tranquilidad.
El reloj de la pared sonaba en un leve tic, con el tiempo pasando tal si fuese una corriente de agua, de pronto llegó al momento que esperaban. Veinticinco de diciembre, noche buena ha pasado,
—Aquella vez... cuando decidí encontrar mi propio recuerdo cálido.
Sonrió al recordar esa sonrisa que, en aquel entonces, pertenecía a un simple entrometido, alguien que había irrumpido en su vida de manera inesperada. Ese entrometido, sin embargo, se convirtió en la clave que, junto a ella, encontró la respuesta a su problema.
Ahora, compartían algo mucho más profundo que las noches de invierno o los silencios cómodos, las crisis o las meras anécdotas, compartían un lugar al que podían llamar hogar. Ese lugar, cálido y lleno de pequeños momentos de paz, era justo lo que ella había anhelado durante tanto tiempo.
—Todo gracias a aquella noche, Izuku —dijo, devolviéndole la sonrisa—. De la cual no me arrepiento ni por un segundo.
El silencio que siguió fue cómodo, lleno de la calidez que solo la presencia del otro podía brindar. Sus cuerpos se apretaron un poco más, buscando refugio en ese contacto cercano, mientras sus miradas se desviaban hacia la ventana.
Afuera, la gran nevada caía lenta como en aquella noche, si tuviera que hablarle a alguien sobre ello, resultaría ser más allá de una anécdota más. No era un chiste, tampoco algo curioso, mucho menos un recuerdo pasajero.
Era la historia de...
Aquel invierno.
Fin.
Por si alguien no lo vio o llega tiempo después, esto fue escrito como parte de una dinámica con los compas, donde escribiríamos algo de otro a nuestro estilo. hitdaz es el autor original de esta historia, a quien respeto y recomiendo, si les gustó esto, tiene otras historias que les podría gustar.
Sin mas, esto es lo que pude escribir luego0 de empezar en el nuevo trabajo, quizas tarde uno o dos meses en actualizar algo, no sé, quiero dineros.
Edit luego de publicar: las imágenes de referencia se supone que sin contar la ultima son del mismo año, la ultima sucede después, esto es un error al re editar las imágenes.
BLESS.
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