Capítulo único.

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Yo tenía atado a mí demonio, lo tenía encadenado en mis mazmorras y él sólo sabía que yo era su salvadora, aunque no lo aceptaba.

Nunca me miró a los ojos, nunca me besó el dorso de la mano, tal cómo estaba acostumbrada, tal como me obligaron a acostumbrarme en mi entorno.

A las bellas y poderosas mujeres había que besarles las manos, había que halagarlas, quererlas y respetarlas, y mi demonio no sabía más que gruñirme y alejarme.

Aunque estaba bajo mis dominios él siempre me ignoraba, solo comía cuando no tenía fuerzas, ni para despreciarme.

Su odio alimentaba mi ser, me hacía sentir tan llena de vida lo que experimentaban mi corazón y alma, anhelaba su alma pero sobretodo mi cuerpo aclamaba por el suyo.

Para cuando me quise dar cuenta me enamoré de él, era el único que se expresaba abiertamente a mi alrededor, no sabía si me odiaba o si mi existencia le daba igual y solo quería acabar conmigo.

Él no sabía quién era yo, solo me despreciaba y cuando quise ser amable solo recibí sus comentarios sarcásticos.

Que él exista por cientos de años más que yo, me entristecía. Pero mis deseos por conseguir su completa y atenta atención iban creciendo al pasar de los meses.

Y pensando en el tiempo... la realidad es que esta situación era el equivalente a unos días en cuanto a su vida, él duraría muchísimos años, y yo... Moriría tarde o temprano. Cuando el estuviera en el principio de su vida, la mía terminaría.

No pensé ser inmortal nunca, pero cuando este demonio llegó herido a mí, no pude resistirlo, no pude atarme a mí misma y dejarlo ir. Sólo presentí que él debía estar a mi lado, que por más enfermizo que fuese, mi corazón al verlo era el único momento en el que latía.

Cuando lo vi era tarde en la noche, y recuerdo que él no sabía dónde estaba, miró a su alrededor suspirando y se desplomó en las hojas y capullos de las flores de mi jardín.

Cuando lo recogí del frío y húmedo suelo, él era tan grande y sus alas tan largas que apenas podía con su peso.

Lo único que podía sentir eran los nervios, sí bien nunca les tuve miedo a los demonios alados, sabía que el miedo de otros humanos podrían acabar con él. Y así él se convirtió en mi demonio.

Imaginé que él estaría más seguro en una habitación en la que sólo pudiera entrar yo y lo dejé en la habitación de un pajar en la que sólo yo tenía acceso.

Tendido en la cama, y yo respirando profundamente, viendo cómo su cuerpo temblaba y su respiración era al contrario que la mía, lenta y suave.

Yo juré aquella noche, que nunca dejaría que este ser, ya sea demonio, monstruo, o solo hombre herido, muriese mientras yo siguiera viva.

Y en la actualidad, sigue vivo, conmigo, bajo mi poder.

Miro a mi demonio, y solo veo los cabellos oscuros que se pegan a su frente por el sudor, él se remueve cuando me acerco y no me permito flaquear cuando le digo:

一Con esa actitud solo conseguirás que te mate. 一Miento, nunca dejaría que muriese por mis manos, ni por las de nadie.

一Si fuera un simple humano podría soñar con el infierno, pero ese lugar no merece ser pronunciado aquí.

Y veo sus dientes afilados escapar de sus labios, sus mejillas forman hoyuelos, y trago saliva cuando los latidos de mi corazón aumentan.

Era un gesto que no hacía siempre, por eso me sentí pequeña aunque estuviera a metros de mí. Pero me puse la coraza en la que tanto había trabajado, dando un paso hacia él, aún lejos.

一Sin embargo, eres un demonio, y un mezquino 一digo con altanería, y él esconde su cara bajando la barbilla.

Los nervios se apoderan de mi cuerpo, haré algo que nunca hice antes, pero hoy no importaba ya, hoy sería la excepción.

Mi dedo se adentra en los pliegues de sus alas, haciendo que tiemble con fuerza, nunca le gustó mi tacto, ni siquiera en su cara, ni cuando lo limpiaba con un paño mojado, lo podía oír cuando gruñía como en esta ocasión, ni siquiera deja que levante el cabello de su frente.

Sus dedos se aprietan contra su palma y sus alas siguen temblando.

Su silencio era mi peor castigo, mi peor todo, porque mi corazón dolía por no escuchar su voz.

一¿Quieres golpearme? 一pregunto esperando que haga silencio, como siempre, pero no lo hace y el sonido de su voz me toma por sorpresa.

一Azotarte estaría bien 一gruñe.

Al escuchar su tono mis uñas se ciernen sobre su ala y la araño lentamente.

Su tembleque se vuelve la única manera de asegurarme que está vivo y mi toque no lo está matando.

一Levanta la cabeza, es una orden, si no lo haces...

一Amenazas para cumplir tus deseos perversos 一masculla.

Levanta la cabeza y me quema con esos ojos grises que pensé nunca ver en una especie como la suya, sus labios tienen sangre y esta corre por su barbilla hasta manchar el suelo.

Sus ojos se ubican debajo del flequillo y acerco mi mano con la advertencia de mi voz de que no se resista, él solo me mira, altanero, y cuando mi piel toca la de su frente siento los bellos de punta.

Apartó su cabello a un lado.

Sus ojos se enfrentan a los míos, aunque no lo describiría así, sí, soy yo quien lo ve por encima, pero él parece estar detrás estrangulandome por el cuello para evitar que escape, no puedo apartar los ojos y noto como se relame la sangre de los labios.

Había una cosa que no soportaba de él aunque estuviera enamorada, y era la manera en la que hacía cada gesto, por ejemplo la forma en la que su lengua levemente puntiaguda recorre sus labios de esa manera tan elegante y malditamente sexual.

Me enfurecen sus ojos que me miran con brillo.

一¿Se te comió la lengua uno de tus perros? Los oigo desde aquí todas las mañanas, si los decapito, ¿estarías triste y furiosa, cierto?

一Tú estarías muerto. 一Digo con el escalofrío danzando por mi cuerpo.

Entrecierro los ojos.

一Eso no es cierto 一dice. Volviendo a dejarme sin la bella visión de sus ojos grisáceos, girándose.

一Tu eres un demonio no puedes distinguir la verdad de la mentira.

一¿No eres tú la que dice que somos iguales sin importar la especie? 一Me desafía.

Me llama la atención que se acuerde de las cosas que a veces digo cuando estoy agotada.

一Claro.

一Pues como "hombre" puedo distinguirlo. 一Atrapa uno de sus colmillos con el labio.

Mierda.

Ya sé que es un hombre, y muy atractivo.

一Tú solo eres un demonio.

一Y tú una mujer perversa.

Quiero que siga hablando con esa voz ronca.

Cada vez que lo alimento, me carcomen los pensamientos que gritan que no le dé ni un plato al día, porque si le doy más, será más fuerte y huirá de mí... Se alejará de mí.

El simple pensamiento de dejar de verlo todo el tiempo, hace que se me revuelva el estómago y palpite furiosa cada zona de mi cuerpo en negación.

Dejarlo ir no es algo que negociaría, ni por todo el oro del reino.

一¿Me odias? Sí lo hicieses tendrías motivos.

Se quedó en silencio y removió sus alas. Nuevamente guardaba silencio, me castigaba con aquello y yo solo quería sentarme toda mi vida y verlo dormir, verlo ignorarme

Verlo siempre.

Esta noche no había nada esperándome por lo que podía dormir con él, podía hacer aquello que tanto me gustaba.

Dormir después de pasar horas mirándolo.

Me di la vuelta en dirección al baño que había en las mazmorras, uno privado que hice específicamente para ocasiones parecidas.

Me cambié el vestido para ponerme uno suelto y cómodo de color blanco, no necesitaría nada más debajo, era bastante largo.

Mi pelo suelto cae por mi espalda y salgo de la habitación para llegar a la cama que hay frente a mi demonio encadenado.

Juego despistadamente con mi pelo mientras el silencio me asfixia, mis ojos siguen cada respiración de su pecho que sube y baja.

Pero cuando llevamos así una media hora comienzo a tararear la melodía símbolo del reino.

一¿Qué es esa melodia? 一dice sin moverse.

一La que todo niño aprende cuando es pequeño en este lugar.

La melodía del Reino.

一¿Que haces cuando no estás aquí? 一dice, tan claro y profundo que termina haciendo eco en las paredes de piedra.

一¿Te importa? 一Me avergüenzo y bajo la vista a las sábanas.

Guarda silencio y recoge sus alas.

Levanto la cabeza y lo veo, observándome, lamiéndose los labios, mirándome como un depredador.

Cómo si yo fuera una gacela.

一Gobernar 一digo, apoyándome mi rostro en la palma, con los codos en la cama.

一¿El qué?

一Mi Reino. 一Una nota de orgullo me inunda al decirlo, pero rápido desaparece por todo lo acaecido en los últimos meses.

一Seras una Reina odiada 一escupe mirando el movimiento de mis pies que se tambalean nerviosos tras de mi.

Aparentemente tenía ganas de hablar.

一No lo descarto. 一Me limito a decir sin apartar los ojos.

El demonio tarda en hablar.

一Estas en esta mazmorra hoy, nunca vienes a estas horas. ¿Por qué estás aquí?

一Es mi despedida de soltera 一digo, sin más.

Estaba segura de que maldeciria mi matrimonio por su naturaleza hiriente, pero no lo hizo.

Las alas dejaron de batir.

一La reina humana se casa 一pronuncia peligrosamente bajo. 一Tus lacayos estarán encantados.

一Sí, supongo que lo están 一digo pensativa, en realidad no le daba mucha importancia a lo que los lacayos pudieran opinar, simplemente era un deber que tenía que cumplir, pero las palabras viniendo de su boca me daban para pensar largo y tendido.

一Entonces deberías ir a otro lugar, esta mazmorra no es lo suficientemente vistosa para una celebración 一dice, soltando su veneno, desviando su mirada.

一La celda no, pero tú eres todo lo que quiero ver esta noche, como cada noche siguiente a esta 一digo embobada con el aleteo suave de sus alas.

Eso ultimo se me escapó, y quería morderme la lengua por ello.

Se quedó en silencio, un buen rato, hasta que alzó la voz, firme.

一Reina, quitame las cadenas. 一Exige, con tono calmo.

No pretendía hacerlo aún, quería desatarlo en cuanto llegara la mañana.

La mañana de mi boda.

Pero no tenía ganas de que llegase el día, mi marido no me haría feliz, de eso estaba segura, pero era el deber de una reina.

Sabía que me mataría en cuanto le diera la espalda, pero si al día siguiente no podría verlo que sentido tenía todo, sin sus ojos, su piel y su sonrisa mi día a día sería demasiado largo, y con él aquí... Son tan cortos.

Lo protegía de los humanos en este lugar, pero debería haberlo protegido de mi, ayudarlo y dejarlo ir.

Mi enfermiza obsesión creció en cuanto vi el color de sus ojos, el gris que me recordaba tanto a mis flores favoritas. Las lavandas grises que tenía mi padre en el mismo jardín en el que cayó el demonio.

一Libérame 一dice de nuevo. Mirándome tan desafiante que no logro conectar bien mis pensamientos y acciones acabando por tropezarme para salir de la cama.

Cojo la llave escondida bajo esta y me acerco al demonio, empiezo a abrir las cadenas de sus manos, obviando lo que vendría haciendo esta acción, pero sin arrepentirme de la decisión. Mucho había tenido que aceptar sin poder elegir.

En cuanto las libero me agarra del cuello con sus palmas, con firmeza, con posesión.

Bajo los ojos, notando como me analiza la cara, su agarre sobre mi garganta se afianza con sus pulgares. Acerco mis manos a sus tobillos para terminar de dejarlo libre.

Su fuerza incrementa, tanto que hasta yo noto la descarga de energía que sube y se expande desde el hueco de su corazón, tengo la garganta cerrada contra sus manos.

El poder y control que demuestra tener sobre mi respiración me hace tenerle miedo, peor al que tenía cuando lo encontré la primera vez.

No desistiría del castigo que merecía.

No me arrepentiría de liberarlo con tal de ser liberada de mi castigo de vida.

Me suelta y cuando aspiro grandes bocanadas de aire, me está levantando junto a él, haciendo que me agarre a sus brazos, si mi destino es morir por su mano, me lo merezco, pero si no lo hace y nunca lo vuelvo a ver mi condena podría ser peor que la que él vivió por estos meses.

一¿Tu marido podrá contigo?

一¿A qué te refieres? 一digo desconcertada, perdida en la forma en la que intento recobrar mi respiración.

Me clava en la pared, noto alguna de las cadenas clavándose contra mi.

Y fórmula lentamente:

一¿Podrá tenerte entera?¿Te querrá cuando se entere de que su mujer está enamorada de un sucio y descarado demonio al que tenía encerrado en las mazmorras de su castillo?

Esas cuestiones me encienden demasiado, y cuando su mano va desde la cintura hasta mi entrepierna solo mantengo la respiración que me arde en la nariz.

Mis muslos se juntan y él gruñe al ver que no tiene acceso, su cabello tapa su expresión y lo odio tanto por ello.

一Matame, Blyed, hazlo.

一Cómo quieres que lo haga mi Reina. 一Lame desde mi mejilla hasta el cuello. 一Porque se me ocurren distintas formas de hacer que mueras.

Sus labios bajan hasta el hilo del tirante que se enlaza en mi hombro y comienza a tirar para deshacerlo.

一Te dejaré elegir, ¿quieres morir entre mis brazos o bajo mi cuerpo? 一dice con tono pícaro haciendo que me tiemblan las piernas.

Sus ojos, su voz, lo que dice, como lo dice, me tiene agotada, exhausta, cansada.

Deja caer las tiras de mi camisón y me encuentro perpleja ante el brillo que veo en sus ojos grises, los latidos de mi corazón no dejan de bombear sangre a partes obscenas de mi cuerpo, que me hacen sentir una dulce sensación cálida subiendo por mi columna hasta llegar a mí abdomen.

No tenía sentido que este demonio se separara de mi, lo amaba, aunque mi amor por él era obsesivo, no podía dejar de pensar en ello, en todo lo que significa.

一Responde rápido... ¿O quieres que encuentre a tu nuevo marido y le enseñe como le gusta a su mujer que la sometan?

一Debajo 一murmuro. Tragando tanta saliva como puedo, en cuanto recita la pregunta siento que me mareo de imaginarlo.

一Será debajo, mi Reina 一sus dientes juegan con mi cuello y sus manos acarician la parte trasera de mis muslos adentrándose entre la fría pared y mi piel carnosa.

Mis manos tienen miedo de su cercanía, de hacer algo que lo enfurezca ahora que no tenía una cadena alrededor de sus extremidades. Algo que lo alejara.

Sí hubiera cortado sus alas no podría escapar tan rápido. Nunca escaparía de mí.

Mi calor era tanto que podría encender todas las chimeneas del reino.

Si los sirvientes que me atienden me vieran así o escuchasen algo como esto nunca podría encontrar las palabras para explicar porqué tengo un demonio pelinegro lamiendome el cuello, saboreandome por completo.

一No pienses en nada que no sea en mí, 一me busca la mejilla para dejar besos sujetandome la garganta 一o mejor piensa en mis ojos, sé que los buscas, siempre.

一No lo sabes 一digo intentando disimularlo, pero mis mejillas se enrojecen.

一Ahora sí.

Vuelve esa sonrisa en la que muestra sus colmillos, sus hoyuelos me hacen querer estremecer.

Con el movimiento de sus manos sobre el hueco tras mis rodillas me hace doblarlas y me enreda en su cintura, a pesar de haber estado encadenado seguía muy en forma.

Mi cuerpo desnudo contra la piel de su abdomen se sentía caliente, picaba cada trozo de piel contra el suyo.

Su ropa consistía en un pantalón suelto corto y una camisa holgada, era lo único que pude conseguir sin que nadie preguntara, cada dos días le traía un nuevo cambio.

Quería arrancarsela.

Sus alas eran más grandes que su cuerpo, pero no por ello se veían más fornidas que él, parecía una tela delgada con casi invisibles bellos en el tejido, los pliegues que los unían eran más gruesos y redondeados pero no por ello menos hermosos.

La curiosidad mató al gato y extendí mi mano hacia los pliegues.

Tiembla pero no dice nada.

Soplo en dirección a sus alas haciendo que tiemble, y su gruñido suena tan profundo como el apretón que le doy con mi cuerpo

一¿Porqué gruñes?

一Son sensibles.

一¿A todo?

一A tí.

Por un momento se queda quieto apretándome a él, mi centro está contra el y por como los labios se le fruncen deliciosamente sé que puede notar el palpitar de mi sexo.

一Mentiroso.

Le tiemblan las alas y las recoge en su espalda dejandolas totalmente de esa forma cuando llegamos a la cama y me deja suavemente.

Me arrastra de las pantorrillas y me acerca al borde.

一Sí, tal vez sea un poco mentiroso, pero entre nosotros solo te diré que tú eres la peor.

Me gustaba como sonaba ese "nosotros".

Mi cabello me acaricia la espalda y por un momento me dan escalofríos. Se arrodilla al borde de la cama sobre el suelo y cuando me tiene a ras de su boca, la hunde en mi sexo, su lengua me estremece y mis dedos se enredan en su cabello en cuanto pasea su dulce lengua en punta, de arriba abajo.

一Las cadenas no eran mi némesis, ni tu actitud, lo era no poder probar esto.

Mete la lengua en mi vagina y me derrito cuando sus manos se cierran sobre mis muslos con fuerza.

Gimo en cuanto hace movimientos circulares con su dedo en mi clítoris, siento que me roza cada nervio de mi cuerpo haciéndome tener espasmos que no controlo y tiro de su cabello por instinto, sus colmillos me arañan los labios pero a pesar de ello, noto como me escandaliza el orgasmo que me da su lengua.

Cuando acaba, mis muslos se rinden ante su fuerza, los marcó con sus manos y cuando me suelta me da unas palmadas haciendo que ardan.

一Puede que a tu marido no le guste ver tantas cicatrices hechas por un hombre y menos por un demonio.

Se lame los labios llenos de la sangre que brotó de mi piel al desgarrarla y baja para besarme la piel de los muslos, lamiendo la sangre que quedó esparcida.

一Mierda, que bien sabe mi Reina cuando la bañas en su propia sangre.一Dió una última lamida en mi centro, que me hizo dar una última sacudida y se levanta deshaciéndose de su camisa.

一Bésame. 一Exijo sentándome.

El éxtasis se notaba en mi voz y ver sus ojos grises tan cerca de los míos no era mala idea.

一Dónde, ¿otra vez en ese delicado baño que tienes entre las piernas? 一Volvió esa sonrisa de dientes blancos afuera.

Lo agarré de la nuca, haciéndolo caer sobre mi, mordí sus labios, buscando su sabor y el mío juntos, reclamando el sabor de esa boca que nunca quiso nada que no fuera envenenarme.

一Nena. 一Me pegó hacia su dureza aún metida en el pantalón, su corpulento cuerpo era algo que me tenía rendida ante él, y su cara, sus ojos, la manera en la que me hablaba, la forma en la que me hacía sentir...

Joder estaba tan obsesionada, enferma y enamorada.

一Dime, dulce demonio 一dije, con tono de voz inocente.

一¿Dulce demonio? 一me mira a los ojos.

Me lamo los labios.

一 Creo que puedo hacer que me pruebes mejor si hiciera esto.

Muerde uno de mis pezones obligandome a arquear mi cabeza, chupa, lame, me marca, me hace suya.

Y con su mano alrededor de mi cintura para levantarme un poco, me levanta una pierna y se encaja entre ellas con las suyas, aún noto su dureza bajo la tela y me tiene tan húmeda que no sé exactamente como lidiar con la presión del pecho que tengo por acapararlo completo.

Por hacer que me la meta tan profundo que lo devore completamente.

Sus ojos me miran mientras masajea mi pierna, acariciando su miembro contra mi centro, la necesidad me tiene tan jodida.

Sus ojos grises se oscurecen considerablemente, y se acerca a mi cuello para morderme haciendo que caiga algo de sangre entre mis pechos, este demonio era tan lujurioso.

Tan ruin para mi cuerpo.

Tan desastroso para mi alma.

Tan delicioso que lo obtendría todo de él.

一No puedo aguantarlo más 一dice. Busca mis labios y me deja besos largos y agotadores que me dejan sin respiración.

一Mátame. 一Susurro tan suave porque el empuje de sus caderas hacia mí me hace contraerme, desear, morir.

一Te lo haré tan duro que solo gemiras para estar debajo de mí. 一Y con eso último dicho contra mis labios, baja sus pantalones, y la mete tan deprisa que me hace soltar un grito ahogado.

Sus alas me arropan entre sus brazos, me rodean, me abrazan.

Muerde mis labios saboreando mi falta de aliento.

La forma en la que su cabello me roza la cara con cada embestida me resulta tan deliciosa.

一Me darás hasta tu último aliento, nena. Serás y eres tan mía, mierda, eres exclusivamente mía.

Sus gemidos roncos me resultan el sonido más excitante que oí en mi vida.

一Me casaré mañana, Blyed. 一Maldigo cuando sigue mordisqueando mis pechos.

Cuando oye mi comentario gruñe y sus alas se extienden a mí alrededor, ocultándome de los invisibles ojos que anidan en la mazmorra.

一No dejaré que te cases con él 一me da una embestida fuerte que disfruta, mi voz suena descontrolada y noto mi cabello moviéndose detrás de mí espalda, haciéndome cosquillas.

No quiero tener un marido y menos el que otros eligieron para mí. No quiero algo que yo no elegí. Pero es... Mi deber.

一Debo hacerlo. Tengo que casarme con alguien. 一Inmoviliza mis caderas contra la cama, poniéndome de lado para sostenerse y darme tan fuerte que olvido hasta quién soy.

一Lo harás. Serás mi esposa, no la suya.

Eso lo escucho vagamente porque en cuanto hace las pausas cada penetración es más dura, más dañina, más placentera.

Lo único que mi cabeza podía pensar era en la conexión que el demonio tenía con mi cuerpo.

Mi cabeza daba vueltas y él soltaba esos roncos gemidos tan profundos que parecían gruñidos, muy animales.

Me hacía retorcerme del gusto solo con su voz.

Mi espalda sentía la presión de la cama porque no podía arquearme más, él seguía atrayendo mis caderas hasta su miembro, sacudiéndome del placer, del dolor, del conjunto.

Cuando llegué a mi orgasmo sujeté tan fuerte los extremos de sus alas que gruñó del dolor y sus embestidas eran más seguidas, tan pronto como salía volvía a entrar, viciosamente, sin dejarme un descanso debajo de él.

Cuando se corrió dentro de mí juraría que me sacudía entera mientras se retorcía y gemía tan fuerte que temía por un segundo que las mazmorras se derrumbaran sobre nosotros.

Salió de mí y se acomodó a mí lado de costado, utilizando una de sus alas para atraparme entre la cama y él.

一Sabes como de cachondo me ha puesto que me sujetaras tan rudamente del ala. 一Confiesa.

Me acerco a sus labios para morderlos.

一Es lo más cercano que he sentido sobre el miedo en cuanto a ti, casi me las arrancas.

一Me ibas a romper las caderas ¿y encima me dices que no me tuviste miedo ni una de esas veces que te amenacé?. 一Digo, echando hacia atrás el cabello en sus ojos, observando firmemente sus ojos. 一Y yo intimido mucho.

一No me intimidas ni un poco con ese pelo desastroso y el olor a sangre de tu cuello y tu dulce baño, solo me pones más cachondo, nena.

Se relame bajando la mirada por mi cuerpo.

一Y en cuanto a tu matrimonio, se hará, pero únicamente si soy el marido.

一Mi marido tiene que tener un Reino, estamos hablando del Rey del Reino vecino... Tú eres solo mi demonio.

一Soy el Príncipe de los Cielos y el Infierno. Así que soy muchísimo mejor que un Rey Humano 一dice, con voz suave como la de un astuto zorro.

Me deja con la boca abierta.

No esperaba que tuviera tanto poder.

Ahora me hacía una idea del porqué era tan sospechoso que no pudiese haberse desatado de mis cadenas, eran creación humana, mucho no tenían que hacer para deshacerse de ellas, pero él nunca intentó escapar en realidad.

Me sentía traicionada pero mi trato no fue justo con él, sólo sabía lo obvio que mis ojos me permitían ver, que era un demonio por sus largas y grandes alas, únicamente.

Me quedé en silencio, Blyed tenía características distintas a las de un demonio común, pero él era mi demonio, no podía creer que también fuera un ángel

Pero en realidad nada cambiaba, era el mismo demonio del que me enamoré.

一Cuando te encontré en el jardín, ¿de quién estabas huyendo? 一pregunté, con duda.

一De mis futuras prometidas.

一Yo no vi a nadie 一digo, desconcertada.

一Tú no las puedes ver, el único demonio que puede ser visto a voluntad por humanos soy yo, por ser de sangre mixta.

一Pero, tú.. ¿no me odiabas?

一Considerando que eras la única persona que me ha tratado como a un perro con cadenas, no esperarías un trato mejor.

Sentía el mismo interés por él... Él me trataba mal pero eso se lo hice yo antes, encadenandolo, nos habíamos hecho lo mismo: devolvernos el trato que recibimos, proyectar lo que sentimos.

一Pero cuando todos los días me encontraba con este brillante cabello que tienes lo único que podía pensar era en el, en tus ojos claros 一dice, apretándome con su ala, envolviéndome. 一En la forma en la que jodidamente me dabas órdenes y no me intimidabas en absoluto.

一Soy una Reina. 一Intento ponerme firme.

Intento tantas cosas con él, y al final todo es un desastre.

一Lo sé, con todo el ruido y las alabanzas de tus súbditos cuando pasabas de un lado a otro, no podía no percatarme. Desde aquí se escucha casi todo lo que dicen los guardias.

一Y aún así me preguntaste qué gobernaba, 一le di un suave pellizco al pliegue de su ala. Aclaro, 一soy su Reina, la mujer que protege al reino, si hablaron irrespetuosamente me disculpo.

Se estremeció, y rugió, amenazante.

一Eres mi Reina, por lo que ellos no tienen derecho de llamarte "su" Reina, solo eres mía. Y también serás mi esposa.

一Pareces muy seguro de que quiero ser tu esposa.

一¿Quieres ser la que esté encadenada ahora? 一dice acariciando un mechón de mis cabellos, ocupándose de los pequeños rizos bajando sus ojos hasta mis pechos sin disimulo.

一Si puedo disfrutar de tus ojos no me parece tan mala idea.

Me da una nalgada, y mierda como pica, pero me devora con sus labios y no dudó en caer rendida en sus encantos.

Es un demonio, pero es mío, es Blyed, el demonio de esta Reina.

«"La Reina Humana y el Príncipe de los Cielos e Infiernos se unieron en matrimonio."» Es lo último que se lee en los periódicos en el paso de los meses.

Fin
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