ocho
—Buenas tardes, señora Im.
—¿Cuándo será el día en el que dejes de ser tan formal? —sonrió y se hizo a un lado. —Nayeon está en su habitación.
—Gracias. —corrió rápidamente al lugar, encontrándose a la castaña sentada en su cama, viendo televisión, con un parche en el ojo morado. Intentó reprimir una risita, no pudo.
—No te rías, es tu culpa. —cruzó los brazos.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Por ser una idiota.
Mina volvió a reír y se acercó a Nayeon. —Tengo... chocolates, malvaviscos, gomitas de osito y helado de fresa.
Nayeon no pudo evitar sonreír ampliamente, con cierto brillo en los ojos. —Oye, me dieron una paliza, no estoy agonizando.
—¡Mina! ¿Puedes venir un momento, por favor? —gritó la señora Im desde la cocina.
—Ya vuelvo, Nay. —se dirigió a la cocina, donde ayudó a preparar la comida.
Estaba rayando las verduras en silencio, hasta que la mayor habló:
—Nayeon me contó que gustas de ella.
La pelinegra casi se rebana un dedo al escuchar eso. Su rostro enrojeció rápidamente.
—B-Bueno, pues...
—Tranquila, no pasa nada. Sinceramente, ya me lo esperaba. —rió, y Mina sintió como sus orejas se calentaban. —no puedo asegurarte nada, sabes que Nay es muy obstinada respecto a ese tema, es por su padre.
—Ah... por eso...
—Pero, sé que deberías intentar un poco más con Nay, tal vez así esté más segura de lo que siente.
—Bueno, no haré nada que ella no quiera.
—Pero ella sí que lo quiere.
—¡¿Q-Qué?!
—Nay siempre dice que no, pero te come con la mirada.
—P-Pero
—Ay, solo dale un besito y ya.
El resto de la tarde se resume entre sonrojos y tartamudeos de parte de Mina por las cosas que decía la madre de Nayeon. Cuando terminaron de preparar la comida, Mina llevó una bandeja a la habitación de la castaña.
—Nay, preparamos japchae y- —se cortó a sí misma cuando vio a Nayeon dormida sobre su cama, con los labios entreabiertos. Su sudadera estaba un poco alzada, dejando ver su abdomen, su mano derecha colgaba del colchón mientras la zurda descansaba sobre su barriguita.
La pelinegra sonrió y se acercó a la castaña, levantó ambas manos con cuidado, colocándolas sobre el colchón. Pasó las yemas de sus dedos delicadamente sobre la suave barriguita de la castaña.
—Eres tan adorable —rió suave y acercó su rostro a la piel descubierta, dejando un beso sobre la pancita de Nayeon, seguido de cubrirla con la sudadera, para después despertar a la castaña.
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