Capítulo 23

Hace calor, demasiado calor dentro de la cabaña. Cierto que Liam y yo pasamos más de la mitad de la noche en la cama, o en el baño, o hasta en la pared, y no habíamos abierto las ventanas para que no se nos escuchara, cosa de la que me empiezo a arrepentir. Parece que estamos en el desierto del Sáhara y el sudor recorre mi cuerpo como si estuviera en una ducha.

Me incorporo en la cama, y veo a Liam dormido con medio cuerpo fuera de la misma. Estaba de espaldas y su pierna izquierda flexionada permitiendo que su pie, estuviera totalmente apoyado en el suelo. Su brazo izquierdo encima de la mesilla que separa las dos camas, y con el derecho, se está tapando la cara.

—Mierda necesito una ducha de agua fría. —Murmuro bajando como puedo de la cama, porque sí, me he quedado pegada a ella.

—Yo también la necesito. ¿Ahorramos agua?

Rio bajito ante la ocurrencia de Liam. Pensaba que estaba dormido. Había olvidado que desde siempre dormir es algo complicado para él, imagino que se habrá vuelto aun peor desde que su madre murió.

—No, porque entonces no saldríamos nunca y tenemos sesión de paintball.

Veo como abre mucho sus preciosos ojos azul cielo, y se incorpora de un salto a la cama.

—¡Cierto!, ¿sabes que vamos juntos por compartir cabaña no?

—Mmm no, pero lo imaginaba —arrugo la nariz mientras cojo unos pantalones cortos —. Nunca he jugado, me da un poco de...

—¿Miedo?, no van a matarte Blue, son bolas de pintura.

—Que dejan moratones. Los he visto cuando Dan ha ido a jugar.

Revuelvo mi maleta buscando una camiseta algo fresca. De verdad que empiezo a pensar que voy a deshacerme y no solo por el calor que provocamos nosotros mismos. Son las ocho de la mañana y según mi móvil estamos a treinta grados. Una delicia para cualquiera.

—¿Sabías que íbamos a jugar al paintball? —Asiento sin entender su pregunta.

—¿Por qué no viniste nunca?

—Porque no quería verte. —Simple y sencillo.

Las cejas de Liam se disparan hasta el techo y sus ojos se abren hasta casi salirse de sus cuencas. Sí, lo reconozco, quizá he sido un poco brusca, o muy brusca contestando a esa pregunta, pero es una realidad.

Dan lleva jugando al paintball con Liam años. Siempre me ha invitado, pero nunca he aceptado. ¿Por qué?, sencillo, no quería que volviera a pasar lo que está pasando justamente ahora, no quería que volviera a dejarme con cualquier excusa barata. No quería volver a hacerme daño a mí misma pensando que era el momento y que funcionaria.

—¿Y por qué no querías verme? —Pregunta Liam moviendo sus manos intentando parecer ofendido. No lo consigue.

—Porque no quería que pasara lo que está pasando ahora.

—¿Y qué está pasando ahora?

—Esto. —Me limito a decir señalándonos a los dos.

Liam sale de la cama negando con la cabeza y se agacha sobre su maleta. Veo como rebusca y saca dos pantalones finos de deporte y dos camisetas de media manga de entrenar.

—Primero Blue —dice dándome una de las camisetas y uno de los pantalones —, no puedes ir con pantalones cortos. Ponte estos y remángatelos y la camiseta también hazla un nudo si es necesario —sentencia volviendo a su maleta —. Y segundo, esto como lo llamas tú, no parece importarte que esté pasando. ¿Por qué antes sí?

Encojo mis hombros sin saber que contestar. Empiezo a estar cansada de no poder huir como cuando era pequeña.

—Porque me daba miedo que volviera a pasar lo de siempre Liam.

—¿Y por qué ahora no?

Buenísima pregunta señor abogado baja bragas. ¿Cómo le voy a contestar a eso si no sé porque ahora no siento miedo de intentarlo o de disfrutar?

—No lo sé Liam, solo sé que ha pasado. Quizá la manera de ver las cosas me ha cambiado.

Me pongo de pie ignorando que sigo desnuda, y abrazo la ropa de Liam contra mi pecho. Como si con eso nada ni nadie pudiera hacerme daño. Como si fuera mi propia barrera, mi escudo.

Un escudo que no puede evitar la mirada de Liam sobre mi cuerpo, y que tampoco es capaz de conseguir que no mire su perfecto y denudo trasero mientras camina de nuevo hasta su cama. La que sigue hecha porque no la hemos usado.

—Bien. Yo lo veo de la siguiente manera —se sienta sobre ella y me observa atentamente —. Has intentado olvidarme, y no has podido. Has intentado tener otras relaciones, y no han funcionado, has intentado no verme y aquí estamos.

—Gracias por señalar lo obvio Liam. Voy a ducharme.

Ese es el Liam que conozco. El de toda la vida. El que tiene el ego por encima de las nubes. Soy idiota, subirle el ego a Liam nunca, y digo nunca, es buena idea. Lo usará en tu contra estés con él o no. Lo recordará toda la puñetera vida, y seguramente en el más allá también. Suspiro caminando hasta el baño antes de que su sonrisa ladina me haga querer sacarle los ojos.

—Lo que no sabes Blue —me paro en seco en la puerta del baño y lo miro por encima del hombro —, es que yo tengo bastante claro que, si no me sale bien contigo, no lo hará con nadie. Yo no quiero estar con nadie más que no seas tú.

Los pantalones de Liam me quedan ridículamente grandes. Parece que llevo un saco en cada pierna. He tenido que darme tres vueltas en la cintura, y otras dos en cada bajo y, aun así, cabe la posibilidad de que los termine arrastrando al final del día. La camiseta es bonita. Negra con una calavera. El problema es que las mangas me llegan casi por el codo cuando me tendrían que llegar bastante más arriba, y encima, he tenido que hacerme un nudito delante como si la hubiera cogido grande adrede.

Por las miradas que recibo, está bastante claro que nadie se cree que esto lo haya traído yo en mi maleta.

Camino hasta la mesa donde están Harper, John y los desconocidos habituales, mientras llevo en una mano un café y en la otra unas tostadas con jamón. Intento no prestar atención a las miradas curiosas de mis compañeros de mesa, y a las miradas curiosas del resto del comedor, porque a estas alturas, todo el retiro se ha enterado de la escena que montamos ayer Liam y yo.

Muerdo mi tostada y cuando estoy disfrutando de su sabor, porque para que engañarnos, anoche no cené, se me ocurre levantar la mirada hacia Harper y John que me miran con media sonrisa y una ceja levantada.

—¿Qué? —pregunto con la boca llena —. ¿Me he manchado?

—Seguro que sí —asiente Harper entrecerrando sus ojos —, pero no de café, jamón o lo que estés comiendo.

John suelta una carcajada y las miradas vuelven a posarse en nosotros, incluso las de la mesa de Liam en la que Ben no aparta la mirada de cada uno de mis movimientos.

—¡Harper! No digas esas cosas.

—Claro Blue, porque en esta mesa somos todos vírgenes hasta el matrimonio.

Me tapo la cara con la mano mientras noto como me arden las orejas.

—Además, esa ropa no es tuya y lo sabes...

—Las relaciones sexuales entre compañeros de cabaña, no están permitidas durante los retiros. —La voz gangosa del chico con cara de rata me hace contener la risa.

—Y tú eres... —Lo señala Harper con el tenedor pinchado en una uva.

—Lincoln. —Sonríe dejando ver sus dientes descolocados.

La mirada de Harper se vuelve malvada al segundo. Se lo que está pensando de este pobre muchacho que ha tenido la desgracia de meterse en una conversación de la que era imposible que no saliera mal.

—Lincoln cielo, ¿tú sabes lo que es estar con una mujer? —el pobre se pone demasiado rojo y niega con la cabeza —. Entonces no puedes opinar de lo que tu cuerpo necesita.

—Pero el reglamento...

—No hay reglamento si vienes al retiro con tu pareja Lincoln.

Harper le guiña un ojo que hace que el pobre chico se sobresalte y se lleva la uva a la boca volviéndose a centrar en mí.

—¿Vas a contarme que fue entonces lo que paso en la terapia?

Mis ojos se desvían hacia John que me observa entre divertido y triste. Sé que le gusto, aunque sea un poco, cosa que me hace sentir algo incómoda en este tipo de situaciones, es el hermano de mi mejor amiga y Harper no tiene ni intenciones ni ganas de dejar pasar el tema.

No me importa hablar de esto, pero cuando estamos solas. No me apetece de manera especial ser la culpable de que un chico maravilloso se sienta mal, incómodo o cualquier cosa que recaiga en mi conciencia.

—Lo viste por ti misma, no necesitas que te lo repita. —Bebo de mi café encogiéndome de hombros.

—Si, lo vimos —señala a todos los de la mesa —. Lo que no vimos es lo que paso después.

—¿Qué quieres saber?, ¿si hicimos las paces? —Harper asiente con una sonrisa demasiado cochina hasta para ella —. Tres veces.

Termino mi tostada y mi café con toda la calma del mundo. Ella misma quería esa información, ella misma ha preguntado, pues no voy a no contestar dando a entender que me da vergüenza.

(***)

En el grupo de paintball estamos John, Harper, el niño rata, dos chicas desconocidas con exceso de maquillaje, Liam y yo. Competimos contra Ben, Megan, la amiga de Megan, y cuatro personas que no tengo ni la más remota idea de quienes son.

Parecen venir de una empresa se seguros que lo único que quiere es que sus empleados dejen de competir entre ellos de manera rastrera y poco ética. Pues siento decir que esto, no va a dejar de pasar, y los empleados no van a llevarse mejor.

—Estás muy sexy con ese mono militar. —La voz de Liam ronca y baja hace que mi cuerpo reaccione sin quererlo.

—Me queda grande. —Observo mi mono y sí, me queda enorme. Las mangas me llegan a mitad de las manos y arrastro los pantalones, por no decir que parece que estoy enormemente gorda por toda la tela que me sobra.

—La culpa es tuya Blue, no haber crecido tanto y no tendrían que darte un mono de chico.

Liam baja la visera de mi casco y me guiña un ojo mientras se pone su propio casco. Bien, somos el equipo azul, y nuestras balas son del mismo color. Tenemos que proteger y evitar que el equipo rojo, es decir, Ben y compañía, nos roben la dichosa bandera que esta clavada sobre la tierra detrás nuestra. Básico.

—Chicos por favor acercaros —el monitor llama nuestra atención para que le escuchemos —. Bien, tenéis trescientos disparos cada uno. Si el arma de cualquiera se atasca, gritáis la palabra atascada y el juego se para y cambiamos el arma —nos recorre con la mirada para ver si hemos entendido—. El que reciba un disparo del contrario, está eliminado. Intentar no disparar a la cara o la cabeza, las bolas hacen daño y los cascos llevan un metacrilato, podría romperse y no queremos dejar a nadie ciego, ¿verdad?

Mi cerebro ha dejado de escuchar y miro a Liam con cara de susto. ¿Quedarme ciega porque me disparen en la cara?, joder ¿no podíamos irnos a pintar mariposas y pajaritos en una hoja de papel?

La mano de Liam coge la mía, y me la aprieta levemente intentando que me calme, pero no puedo calmarme, no quiero quedarme ciega, no quiero un ojo de cristal o peor todavía, un parche, como los piratas. El sudor empieza a recorrer mi nuca, y gruño suavemente provocando que Liam me acaricie la mano con suaves círculos.

Respiro hondo un par de veces cerrando los ojos y cuando los abro, Ben no aparta la mirada de nuestras manos unidas. El odio en su cara es palpable y la sonrisa que decora la decora no es para nada de diversión. Está pensando la manera de hacer el mayor daño posible y me juego la mano a que no va a importarle que nos quedemos ciegos.

—Liam... —Susurro para no interrumpir al monitor.

—Es mío Blue.

Tira de mi mano hasta que llegamos al lado de nuestra bandera, y vemos que el equipo contrario hace lo mismo. Toca preparar una estrategia, y yo no tengo ni idea de cómo se hace.

Miro al chico rata y a las chicas con exceso de maquillaje y veo que están muy tranquilos.

—¿Habéis jugado? —Pregunta Liam con una mueca.

—¿El airsoft cuenta? —Pregunta el niño rata masticando chicle.

—Si, es parecido ­—mira a las chicas —. ¿Vosotras?

—¿Quién no ha jugado a esto alguna vez?, es lo más habitual y desestresa.

Liam se gira hacia mí y me sonríe haciendo que sus ojos se achinen de una manera adorable en la que me quiere decir que soy la única persona sobre la faz de la tierra que no ha jugado jamás al paintball.

—El que no haya jugado es porque vive en una cueva —pellizco su trasero y solo consigo que se ría más fuerte —. Bueno entonces, vosotros tres os quedáis vigilando la bandera desde aquel punto —señala un par de rocas colocadas de manera estratégica —, Harper, tú sube allí y ocúltate donde tengas ángulo de tiro fácil. John, tú conmigo.

—¿Y yo que hago Liam? —Pregunto alzando los brazos.

—Intenta no perder un ojo Blue.

Llevo diez minutos agachada detrás de un coche que parece sacado de una película del apocalipsis. Tiene los cristales rotos por las balas de pintura, la carrocería llena de distintos colores y abollones. Demasiados abollones, por no decir que no tiene ruedas solo llantas.

Hace cinco minutos, el equipo de Ben ha tenido la primera baja, la amiga de Megan que se ha quedado estúpidamente de pie tocándose el pelo; no tengo muy claro quien la ha disparado, pero apostaría a que ha sido Harper desde donde quiera que esté.

Me arrastro hasta quedar detrás del bidón que hay al lado del coche. He oído unas pisadas, y con solo diez minutos de juego, no estoy dispuesta a recibir un disparo. Mi orgullo pesa más.

Observo las botas moverse despacio mientras me doy cuenta que son pies demasiado pequeños para ser cualquier chico. Asomo la cabeza levemente y distingo el pelo rubio de Megan, y no lo dudo. Disparo a su pantorrilla haciendo que se tenga que agachar.

—¡Joder que dolor! —grita mientras le disparo en el trasero haciendo que se enderece y la remato en el estómago —. ¡Zorra!

La lanzo un beso mientras se aleja de mi cabreada y yo vuelvo a agacharme en la posición de cangrejo en la que estaba. Me encantaría saber dónde está el resto de mi equipo, pero ni siquiera tenemos como hablar entre nosotros sin delatar nuestra posición.

Media hora. Llevo sobreviviendo media hora. Sigo agachada como un cangrejo detrás del coche intentando no perder un ojo. Para que luego Liam me diga que nunca le hago caso. Hemos sufrido dos bajas, la de John. Un tiro por la espalda provocado por un desconocido, y una de las chicas demasiado maquillada. Una araña se la subió en la mano y se levantó delatando su posición. Ahora mismo descansa en paz con una cerveza en la mano observando el juego.

Oigo dos disparos más y un grito desgarrador como si la muerte le hubiera alcanzado de verdad y veo como pasan dos chicos más del equipo de Ben. Solo quedan tres y nosotros somos cinco. Deberíamos ganar si nos fijamos en la estadística.

Veo como el niño rata sale de su escondite disparando en el pecho a otro jugador, pero lamentablemente el también recibe un tiro en el costado. Empiezo a pensar que la gente se lo está tomando demasiado enserio. Solo es un juego. Niego mientras pienso en moverme, cuando noto unos brazos a mi alrededor levantándome de manera brusca.

Pataleo como una niña, pero no grito. Si es Liam no delataré nuestra posición.

—Deberías tenerte más respeto pajarito —la voz de Ben hace que patalee mucho más fuerte que antes —, ¿no sabes que solo las putas gritan en la cama como lo hacías tu anoche?

—Suéltame Ben. —Digo entre dientes mientras cojo su mano que tira de mi trenza.

—No sabía que eras una puta y que te gustaba que te hicieran esas cosas.

—¿Qué cosas?, ¿darme placer? —rio irónicamente —, no seas cínico a todos nos gusta que nos den placer.

Noto como tira más de mi trenza obligándome a arquear mi espalda y perder el equilibrio haciendo que caiga de culo en el suelo duro.

—Pajarito, ¿le has cobrado por dejarte hacer? —está furioso y rabioso. Se que no piensa con claridad, no es la primera vez que lo veo —, os seguí, os oí discutir y luego vi cómo te dejabas hacer lo que él quería en las posturas que él quería, como las putas —suelta mi trenza empujándome la cabeza hacia delante, y no tengo más remedio que poner las manos en el suelo para no golpear contra él —. Tienes que aprender a ser una buena mujer.

Levanta su arma y comienza a disparar contra mí. Noto todos y cada uno de los impactos en mi cuerpo. Todos y cada uno de ellos, dan directamente en mi espalda, costados y en el momento en el que me giro cayendo de espaldas por el dolor, mi abdomen y mi pecho reciben una ráfaga que me hace soltar el aire de los pulmones y toser sonoramente.

Me retuerzo sobre el suelo mientras intento volver a respirar. Me había matado, pero lo había hecho con saña. Demasiada.

Mi cerebro deja de contar los disparos cuando llego a veinte y pierdo la capacidad de respirar con normalidad. Me duele todo y no soy capaz de no sollozar.

—Pero, ¿qué coño haces Ben?

—Matarla Liam. No podía dejarla ganar.

—¿Qué?, de qué coño estás hablando.

Liam no es tonto, sabe perfectamente de que hablaba Ben, y no es precisamente del paintball y proteger su estúpida banderita roja. Estaba hablando de mí, del ridículo que le he hecho pasar en su cabeza.

—Hablo de que yo siempre gano Liam.

Consigo abrir los ojos, recuperar el aire y apoyarme en las manos para ponerme de rodillas. Liam era quince centímetros más alto que Ben, pero en el cuerpo, eran bastante similares. Las horas de gimnasio en los dos son más que evidentes para cualquiera que los vea.

Veo la cara de rabia contenida de Liam, mientras Ben sonríe de manera estúpida, como hace cada vez que, según él, me estaba enseñando a ser mejor mujer, porque quien iba a querer a alguien que lleva una falda muy corta, o que va demasiado maquillada.

—Pues no va a ser aquí Ben.

Liam levanta su rifle, apunta a la cara de Ben, y dispara en su casco a una distancia menor de un metro; el cuerpo de Ben cae de espaldas sobre el suelo y se retuerce gritando como un niño de tres años, momento que Liam aprovecha para dispararle en la entrepierna y en el cuello, zona que no estaba protegida.

—Gana el equipo azul, una de las chicas que queda ha conseguido la bandera—. El monitor toca un silbato y se acerca a nosotros.

Liam se agacha para ayudarme a levantarme y cuando me pongo en pie, miro a Ben, que sigue retorciéndose en el suelo con una mano en su entrepierna y la otra arañando la tierra de manera compulsiva.

Sin pensarlo demasiado, piso su mano. Yo también me merecía mi pequeña venganza.

—¡Joder!, ¡esa es mi mano zorra! —Gruñe apretando los dientes.

—Espero no habértela roto con mi exagerado sobrepeso provocado por el donut que desayuné ayer. —Escupo mientras me alejo con Liam rodeando mi cintura.

—¡Esto no ha terminado Blue!

Agarro el mono de Liam cuando noto que se paraba para darse la vuelta. No quiero que vaya a por Ben, yo quiero salir de aqui y examinar los moratones de mi cuerpo en el espejo del baño.

Entro por la puerta de la cabaña quitándome las deportivas e intentando quitarme la camiseta yo sola. Había conseguido quitarme el mono sin ayuda, así que empezaba a pensar que no era para tanto lo que había sentido. Solo el susto, pero no sabía cuánto me equivocaba hasta que levanto los brazos por encima de mi pecho.

Bufo del dolor y me trago un par de lágrimas porque no quiero que Liam piense que soy demasiado blanda. Pero realmente no estoy segura de poder desnudarme sola.

Camino como si nada hasta la cama y me siento esperando que Liam entienda el mensaje. Entra tú primero al baño y ya si eso dentro de unos días, me podré mover para ducharme sola.

—¿No te duchas Blue?

—No tengo prisa. Ve tu primero. —Camuflo la mueca de dolor al darme sola en el costado con mi propia mano.

La mano de Liam va directamente hasta su barbilla para acariciarla de manera suave. Arruga su nariz haciendo que sus dientes queden expuestos mordiendo su labio bajo, y da un par de vueltas en la habitación.

No entiendo que hace, pero su mente perfectamente brillante, está planeando algo que no sé que será hasta que lo veo.

Intento moverme de manera dulce y delicada sobre el colchón para esquivar una bola de calcetines que se ha agachado a coger de su maleta, y la mueca de dolor queda reflejada en mi cara y un siseo fuerte y lastimero, escapa entre mis labios.

—No sabía que los calcetines eran tan dolorosos —sus manos se plantan en sus caderas para mirarme de medio lado —. Lo tendré en cuenta para usarlo contra Matt —suspira alargando su mano hasta dejarla frente a mi —. Deja que te ayude Blue. No creo que puedas tu sola.

Suspiro agarrando su mano y dejando que me lleve al baño, para cerrar la puerta detrás de él. Veo cómo se quita la camiseta con un solo movimiento. No tiene ni un puñetero moratón, porque no había recibido ni un solo disparo, y yo parezco una muñeca de trapo rota después de demasiado uso, o demasiados lavados.

—Avísame si te hago mucho daño —asiento y gruño bajo cuando Liam me levanta los brazos para sacarme la camiseta —. Lo siento Blue, pero tengo que quitarte la rop...

Tengo la camiseta en la cabeza, no veo nada y no entiendo porque Liam se había quedado a mitad de la frase; termina de sacarme la camiseta, y yo me miro con horror en el espejo.

Mi abdomen está totalmente morado. Los impactos desde tan cerca, se habían marcado demasiado. Con cuidado, Liam me gira para que me viera la espalda y estaba peor que el abdomen y el pecho. Parecía que me habían dado una paliza.

Liam me quita los pantalones de chándal y la ropa interior para que entre en la ducha. Eso si puedo hacerlo sola.

Abro el grifo, y el dolor me recorre la espalda cuando las gotas caen a presión sobre todos mis moratones. Es imposible contarlos, se habían unido y solo se veía prácticamente toda la espalda morada, más intensa en algunos puntos que el otros.

La mampara se cierra y los brazos de Liam llegan hasta mi gel y mi esponja de baño.

—Huele a ti. Huele dulce, a verano y me encanta. —Sentencia echando gel en la esponja.

—Es de vainilla. —Contesto agradeciendo que me frote la espalda.

—Lo sé. Usas el mismo gel desde que te conozco —pasa la esponja por mi pecho y mi abdomen —. La crema es de sandía, igual que la espuma que usas para rizarte el pelo, y el champú es de fresa —pasa la esponja por mis piernas lentamente —. Todo ello, hace un aroma que me vuelve loco, y que no he podido olvidar nunca.

Aclara la espuma de mi cuerpo, y se ducha rápidamente antes de dejarme salir de la ducha.

Rodeo mi cuerpo con la toalla y camino hasta la habitación, donde no tengo más remedio que agacharme en la maleta para sacar mi ropa interior.

—¿Qué haces? —Interroga Liam llegando a mi lado solo con la toalla en la cintura.

—Tengo que vestirme. Aun es medio día.

—Primero, tengo que echarte esta crema —me enseña un pequeño bote naranja que abre al segundo —. Hará que los moratones se curen antes. Es un pequeño truco de cuando jugaba al hockey.

Una pequeña sonrisa cruza mi cara y me siento relajadamente en el borde de la cama para que empiece a ponerme esa crema por todo el cuerpo. Sus manos están calientes en contraste con el frío de la crema, y no puedo evitar encogerme con cada roce de sus dedos en mi piel, y no precisamente porque me estén gustando sus caricias, sino porque el mínimo roce me duele.

—Ya está. Deja que me vista y te ayudo. —Besa mi hombro y yo apoyo mi cabeza en la suya. Necesitaba disfrutar de algo durante este miserable día.

Espero dos minutos hasta que se viste, y me coloco el sujetador dejando que Liam me lo abroche a la espalda. Me pongo unas braguitas y consigo ponerme sola un vestido suelto blanco con lunares negros, que me llega por encima de la rodilla.

Me calzo mis sandalias planas, y salgo con la cabeza todo lo alta que puedo hasta el comedor. No iba a poder esconderme porque las marcas tardarían en quitarse de mi cuerpo, y no iba a paralizar mi vida por Ben, eso era lo que él pretendía, y no iba a darle el gusto.

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