Capítulo 18

Noto el peso del brazo de Liam alrededor de mi cintura, al igual que noto sus piernas enredadas con las mías. Noto su respiración rítmica y pausada en mi nuca y me encanta. Son las seis, tengo una hora para empezar a prepararme para el trabajo.

Muevo mi cuerpo con cuidado de no despertar a Liam y me quedo boca arriba mirándole dormir. La sábana le llega por la cintura. ¿Por qué no podía llevar una relación normal?, quería poder salir sin mirar a mi alrededor por si alguien juzgaba mi comportamiento, quería poder tener una cena romántica y terminar la noche con sexo, como todo el mundo que tenía pareja, pero, sobre todo, quería dejar de avergonzarme por algo que ni yo sabía ni entendía.

Me levanto con cuidado y voy al baño vestida solo con la camiseta de Liam. Me lavo los dientes, trenzo mi pelo y vuelvo a mi cama para disfrutar del maravilloso abogado baja bragas que está en ella.

Después de cenar, Liam y yo estuvimos hablando mucho tiempo. Las cosas para mí no iban a cambiar demasiado, seguía estando bajo la atenta mirada de Dan, Liam y David; me irían a buscar, me llevarían y los días que Liam pudiera trabajar desde casa, me ocuparía la habitación y dormiría conmigo. No me quejaba desde luego esa era mi parte favorita.

Entro en la habitación de nuevo y la dejo a oscuras gracias a las cortinas. La visita sorpresa del día anterior, había vuelto a traerme de vuelta el miedo al rechazo que poco a poco iba apartando de mi mente. Había vuelto a hacerme pequeña por su culpa y a avergonzarme de mí, de mi cuerpo; me quito la camiseta dejándola en el suelo y metiéndome de nuevo en la cama. Liam se había movido; estaba tumbado de espaldas y veía la goma de su bóxer rojo.

Había llegado el momento de empezar a trabajar en recuperar todo lo que Ben me había quitado.

Con cuidado, y también sin pensarlo mucho, porque nunca he despertado a nadie así, bajo por el colchón hasta llegar a la dureza matutina de Liam, y bajo su ropa interior lo justo para liberarlo. Y pensar en la de años que había pasado sin él, sin ella. Desde que había vuelto a mi vida, nos habíamos acostado, y el sexo oral era maravilloso, algo de lo que no podía quejarme y me seguía sorprendiendo que mi cuerpo se hubiera acostumbrado a su gran tamaño sin problemas.

Relamo mis labios y beso con delicadeza y cuidado el final de su miembro, para después deslizar mi lengua en toda su longitud. Oigo el leve gruñido que sale de sus labios y comienzo a dedicarle toda mi atención.

Mi boca lo cubre casi por completo con suaves movimientos, mientras que mi mano ejerce algo de presión y se mueve al ritmo que yo quiero alrededor de su miembro. Los gruñidos de Liam se hacen más sonoros y me doy cuenta que esta despierto cuando aparta la sábana con la mano y enreda sus dedos en mi trenza mientras mueve sus caderas. No llevo ni diez minutos saboreando a Liam, cuando se endereza y se mueve para cogerme por las manos que están en su abdomen, y me levanta hasta quedar sobre él.

—Me toca. —Besa mi nariz y me gira en la cama con un movimiento de su cuerpo.

—Pero no he terminado.

—Oh, si lo has hecho y yo también quiero desayunar.

(***)

Me dejo caer al lado de Liam manteniendo mi pierna alrededor de su cintura, y paso mi mano por la cara intentando secar el sudor, y controlar mi respiración realmente agitada.

—Buenos días Liam. —Consigo decir entre risas.

—Buenos días Blue. —Noto el beso en mi frente y sus caricias en mi brazo. — ¿Qué ha pasado antes?

Sabía perfectamente a que se refería. No he dejado que encendiera la luz. No es que no quiera o, mejor dicho, no es que no me guste ver a Liam cuando disfruta, pero realmente no me encuentro cómoda.

La primera vez que me acosté con Liam, tenía dieciséis años, llevábamos saliendo tres meses y en ningún momento tuve vergüenza de mi cuerpo o que me viera desnuda.

Cierto es que ahora unas pequeñas estrías se habían quedado a vivir en mis costados, gracias a subir y bajar de peso, pero no me avergonzaba de mi cuerpo. Seguía teniendo el vientre plano y los pechos en su sitio, así que, no tenía motivos para avergonzarme de que la persona que más veces me ha visto desnuda me viera una vez más.

—Lo siento Liam. Lo de ayer me ha traído recuerdos que...

—¿Qué te hizo Blue?

No puedo contestar. Me limito a enrollarme la sábana en el cuerpo y bajar de la cama para ir a darme una ducha, pero me paro en el sitio cuando Liam se mueve rápidamente y enciende la luz central de mi habitación, un precioso ventilador con una enorme luz led que iluminaba cada rincón y que quitaría esa misma tarde.

—Mírame Blue. —Exige Liam totalmente desnudo delante mío.

Levanto la mirada y lo veo en toda su altura. Su metro noventa y cinco sudado por el ejercicio físico que acabábamos de terminar, el pelo húmedo revuelto y sus ojos claros intentando entenderme.

Avanza hacia mí y rodea mi cara con sus manos obligándome a mirarle a esos ojos tan azules, que me asustaba perderme en ellos. Besa mi frente, mi nariz y finalmente mis labios antes de volver a alejarse y ponerse frente a mí.

—Dime Blue, que tienes para que te de vergüenza estar desnuda delante mío y no permitirme disfrutarlo —mis ojos se llenan de lágrimas que Liam limpia cuidadosamente —. No Blue. Te aseguro que no tienes nada de lo que avergonzarte con tu físico. Eres perfecta.

Sus brazos me rodean mientras acaricia mi espalda y yo me prometo a mí misma que no dejaré que las palabras de Ben vuelvan a clavarse dentro de mí.

Tardo más de lo normal en el baño. Cierto que Liam había tardado diez minutos y aun me quedaban veinte antes de tener que trabajar. La magia de que me llevaran en coche es que solo tardaba cinco minutos en llegar.

Aliso las arrugas imaginarias de mi falda, me retoco la trenza de espiga que me había hecho, y salgo del baño con la mejor cara de aquí no ha pasado nada que puedo fingir, porque seamos sinceros, si seguía permitiendo que mis miedos y mis inseguridades siguieran estando tan presentes en mi vida, iba a terminar de perder la poca lógica que a duras penas mantenía.

Llego hasta la cocina, y Dan está preparando unas tostadas para todos, por lo que no me ve y Liam está sentado con su traje impoluto de color gris dándome la espalda. Ninguno de los dos se ha percatado de que estoy allí, y yo no hago ni el mínimo ruido porque quiero saber si Liam hablaría con Dan de lo que había pasado hacia pocos minutos.

—No lo entiendo Dan. No entiendo que tenga vergüenza conmigo. Joder, llevo desde los dieciséis años viéndola desnuda, oyéndola gemir y...

—¡Vale!, no me interesa tanto detalle Liam, créeme cuando te digo que las paredes de este piso son de papel —Dan deja con demasiada fuerza el plato con las tostadas en la encimera, y coge aire antes de continuar —. No se trata de que de repente se haya vuelto pudorosa Liam.

Observo como Liam hace un ruido de asentimiento mientras bebe de su café. Café que por cierto olía tan bien que no estaba segura de poder mantenerme sin estar cerca de esa maravillosa droga que inundaba mis sentidos.

—Se trata de todo lo que hizo Ben con ella. —No quiero seguir escuchando lo que hablaban.

Los fantasmas de mi pasado estaban demasiado cerca de escaparse del armario donde los había conseguido encerrar hacia un año. Carraspeo mientras vuelvo a poner mis pies en movimiento y sonrío como si acabara de llegar hasta sentarme en el taburete al lado de Liam.

—Buenos días Dan. —Digo con voz de niña mientras cojo el café y la tostada que me da.

—Serán para ti, yo he descubierto que no me gusta que me despierten entre gemidos y golpes del cabecero de la cama contra la pared.

—El cabecero no ha golpeado la pared. —Digo resuelta mordiendo mi tostada.

—Voy a ducharme. Procurar no echar un polvo en la encimera.

Río sonoramente mientras veo a Dan alejarse hacia el baño. La mano de Liam toca mi rodilla y lo miro de manera instintiva.

—¿Tienes planes para esta noche? —niego mordiendo mi tostada —. Genial. Te iré a buscar al trabajo y luego tendremos una cita.

—Vaya, una cita con Liam Galp, el abogado que derrite a todas mis maravillosas compañeras.

Su carcajada es tan alta que no puedo aguantar reírme con él mientras juega con sus dedos entrelazados a los míos. Sabía lo que Liam causaba en las chicas, llevaba viéndolo desde el mismo momento en el que le conocí, y sabía que como a toda persona le gustaba gustar.

—Si Blue Mathews, tienes una cita con el increíble abogado al que solo le interesa bajar tus bragas —contesta besando mis labios —. Venga, te llevo a trabajar.

Cuando llegamos a la puerta de mi trabajo, me desabrocho el cinturón y me inclino hacia Liam para despedirme con un beso, pero mi sorpresa es demasiado agria cuando noto que se echa hacia atrás y pone la mirada en la carretera.

—Liam... —No me gustaba. Si empezaba a estar serio y distante como veces anteriores, yo misma me alejaría.

—Blue, si tu jefa nos ve besarnos, ¿qué crees que pasaría?

—Perdería la campaña de Lexi y podría llegar a quedarme en sin trabajo.

—Bien nena, pues cuando te bajes del coche salúdala, porque no nos está quitando ojo desde que he parado.

Intento girar mi cabeza para mirarla, pero la mano de Liam en mi rodilla me lo impide. Si me giraba y la miraba directamente, daría a entender que algo estábamos ocultando. Vale, tenía que pensar con velocidad, tenía que buscar la manera de no levantar sospechas.

—Te espero a las cinco —abro la puerta del coche con cara de enfado y comienzo con mi espectáculo cuando pongo un pie fuera del coche —Gracias por traerme Liam, pero las condiciones con el contrato de Lexi son inamovibles —asomo la cabeza dentro del coche —. Piensa que te estoy besando.

—Prefiero pensar en el despertar que he tenido.

Aprieto mi boca con fuerza y levanto mi dedo de en medio mientras pongo los ojos en blanco y cierro la puerta dejando de escuchar su risa.

Camino con la cabeza alta hasta llegar a Shasa que resulta estaba esperándome en la puerta del edificio.

—Blue, no creo que haga falta que te diga las consecuencias de que tuvieras una relación sentimental con el señor Galp.

—Buenos días Shasa —sonrío falsamente cuando llego a su lado —. Mi relación con el señor Galp, es meramente laboral, pero no puedo prohibirle a mi mejor amigo que sea amigo suyo.

Abro la puerta de cristal y cruzo el vestíbulo hasta llegar a los ascensores, que, de manera sorprendente, estaban esperándome con los brazos abiertos, así que entro y aprieto el botón que correspondía rezando porque Shasa no llegara a tiempo de entrar en el mismo que yo.

Me equivoco. Llega a tiempo y entra para seguir sermoneándome sobre Liam y mi relación con él.

—Bien Blue, como tú dices no puedo impedir que le veas por ser amigo de tú —hace un gesto con la mano en mi cara —, compañero de piso o lo que sea Dan para ti, pero estoy en la obligación de recordarte que, si se te ocurre cruzar con él una palabra que no sea laboral, el contrato que tienes en exclusiva con Lexi, pasará a mis manos y tú te iras a la calle.

Una sonrisa comienza a extenderse por mi cara mientras sigo mirando mi reflejo en las puertas metálicas del ascensor. Me peino la ceja que no se había movido ni medio milímetro de su sitio, y me limpio las comisuras de la boca.

No sé porque eso me hizo pensar en el despertar que le había dado a Liam y la sonrisa de mi boca se hace mucho más amplia. Giro mi cuerpo para mirar a Shasa, y escupo lo que me estaba quemando por dentro.

—Y que te molestaría más Shasa, ¿qué él te haya rechazado o que a mí no lo hiciera?

—No digas tonterías Blue —dice agitando su melena rubia —, yo puedo tenerle cuando quiera. Solo estoy dejando que piense que tiene el control.

La carcajada sale de mi boca sin poder controlarla y tengo que taparme con la mano para que no sea demasiado escandalosa hasta para mí misma.

—Créeme Shasa, conozco a Liam lo suficiente como para saber que no eres para nada su tipo. —Sentencio saliendo del ascensor y caminando hasta mi despacho.

Cuelgo el bolso en el perchero de mi despacho, y saco el móvil que vibra de manera insistente en él. No puedo evitar sonreír cuando veo que era un mensaje de Liam en el que ponía lo mucho que estaba recordando los buenos días de mi boca en él, y asumía que no podía concentrarse en su reunión mientras mis gemidos resonaban altos en su cabeza.

Mierda, la capacidad de Liam para hacerme perder cualquier tipo de pensamiento, era demasiado grande.

Dejo que siga intentando concentrarse sin noticias mías, y empiezo con los informes que tengo que redactar para Shasa. Afortunadamente, habíamos retrasado las reuniones con los posibles nuevos clientes porque todos los informes tenían que estar listos para el mismo viernes, justo antes de irnos a esa estupidez para afianzar lazos entre compañeros.

—¡Buenos días! —la voz de Harper se hace presente en mi despacho —, joder vas a tener que decirme el secreto para tener esa cara sin casi maquillaje y tan temprano.

La miro por encima de la pantalla de mi ordenador y la elevo una ceja. Harper no necesita nada más para saber qué había pasado.

—Joder es cierto. A veces olvido que el abogado baja bragas se esconde entre las tuyas.

—Shh. —miro por encima de su hombro a la puerta abierta —. Esta mañana me trajo al trabajo y Shasa nos vio.

—Os vio... —Harper puso morritos, y yo la tiro la goma de borrar a la frente.

—No. Por suerte Liam la vio y se apartó de mí, pero Shasa no ha podido por menos que "avisarme" —hago unas comillas exageradas con mis dedos—, de las consecuencias que tendría para mi salir con él.

—Nah, a ella lo que la molesta es que Liam la ha rechazado.

Asiento volviendo a mi informe, pero levanto de nuevo la vista cuando me doy cuenta de que Harper sigue sentada y mordiéndose el labio con nerviosismo. Es la misma actitud que cuando teníamos un examen de la universidad.

—Suéltalo, te está matando. —Cierro mi portátil y cruzo las manos encima de él.

—Mi hermano no hace más que preguntar por ti, y yo ya no sé qué excusa ponerle. Deberías devolverle las llamadas Blue, deberías decirle que estas con alguien.

—¡Joder Harper!, había olvidado por completo a tu hermano.

—¿No me digas? —Dice sarcásticamente mientras se pone de pie y sale de mi despacho.

Sabía que la empresa de John iba a la misma estupidez que nosotros, así que allí seria. Le diría que era un encanto pero que no podíamos ser nada más que amigos porque estaba con otra persona. No podía decirle que había empezado a conocer a alguien porque no se lo creería, y siendo el hermano de Harper no iba a mentirle.

Paso el resto de la mañana acabando los informes y cuando me preparo para ir a comer, un mail con remitente desconocido, aparecía en mi bandeja de entrada. Lástima que vaya a ignorarlo con total premeditación. Prefería comer las maravillosas arepas de carne y patatas rellenas del restaurante del final de la calle.

(***)


Le guiño un ojo a Harper cuando paso por su lado, y bajo en el ascensor acompañada de otras cuatro personas mientras por el hilo musical salía una balada de Roxette. Si que se había puesto romántica la empresa.

Resoplo apartando el flequillo de mi frente y salgo del ascensor cuando llego a mi planta. Camino a paso decidido y rápido hasta la salida y mi sonrisa se borra cuando veo un claro relámpago seguido de un sonoro trueno.

Las tormentas nunca me habían importado, de hecho, siempre me han gustado. Dormía mucho mejor con ellas y con la lluvia. Me daban paz porque no se oía nada, y cuando digo nada quiero decir que mi cerebro lo asociaba con el silencio total y la nada.

Me maldigo en silencio. No había traído paraguas y seguramente me mojaría porque no veía cerca a Dan, David o Liam; por no decir, que ni si quiera había quedado a una hora especifica con Liam, porque ahora mismo estaba más tiempo en mi casa que en la suya. Comienzo a caminar todo lo rápido que mis tacones me lo permiten, hasta que noto una mano rodear mi muñeca.

En otras circunstancias, habría gritado, le habría dado una patada en sus partes y habría corrido como un pato sobre mis tacones, pero cuando la piel me quema con su contacto, sé que es Liam quien me había rodeado el brazo. Sonara estúpido, pero era la única persona capaz de provocar esas cosas en mi cuerpo con solo un roce.

—¿Dónde vas?, ¿estás huyendo de nuestra cita?

Giro mis pies para quedar frente a él, mientras me suelta suavemente y yo sonrío como una adolescente. Iba sin chaqueta, su corbata estaba floja y se había remangado la camisa hasta los codos dejando ver su dorada piel, y su caro reloj mientras metía sus manos en los bolsillos de sus pantalones.

Cierro los ojos mientras niego. No por lo que él acababa de decir, sino porque una chica que no tendría más de veinte años, acaba de pasar por nuestro lado y no ha podido evitar mirarle como lo hacían todas y cada una de las mujeres con las que se cruzaba. La diferencia es que no todas se tropiezan y tienen que ser rescatadas por su acompañante de dejarse los dientes en una acera de Los Ángeles.

—¿No te cansas? —Pregunto elevando una ceja y con media sonrisa.

—¿De qué? —La frente de Liam arruga.

—De romper corazones de jovencitas. —Señalo a la pobre chica que seguía mirando por encima de su hombro a donde estábamos.

La carcajada de Liam resuena en la calle y yo no puedo evitar unirme a ella.

(***)

—¿Has cocinado? —Pregunto incrédula cuando atravesamos la puerta de mi casa.

—He cocinado —Liam deja mi bolso y su chaqueta en el perchero de la entrada mientras yo me quito los zapatos —. Y antes de que lo preguntes, no he tenido ayuda.

Una suave risa se escapa de mis labios. Que Liam cocinara era como que Dios bajara y te dijera que eras el nuevo mesías. Imposible. Hasta donde sabia, había quemado dos veces la cocina de la casa en la que vivía durante la universidad, y una vez a la semana iba a casa de sus padres a recoger la comida congelada para sobrevivir.

—Y, ¿no has quemado la casa?

—No —cierro los ojos cuando el paño de cocina alcanza mi cara —, no he quemado la casa.

Quise acercarme a ver que había preparado, pero me lo impidió, me obligó a sentarme en el taburete de la isla y me sirvió una copa de vino blanco mientras él terminaba de colocar sobre la mesa del salón el despliegue de comida que tenía que creerme había cocinado él.

—Ya puedes venir a disfrutar de la cena. —Sentencia mientras separa una de las sillas para que me siente.

Con mi copa de vino en la mano, camino la escasa distancia que separaba la isla de la mesa de comedor y me siento. Hay dos velas encendidas que sueltan un casi imperceptible olor a vainilla, vino blanco en una cubitera, dos rosas en un pequeño y estilizado jarrón y un pato asado con salsa de naranja, que a todas luces no había comprado hecho, pero dudaba que hubiera cocinado él.

Tampoco iba a destrozar su burbuja diciéndoselo. Había organizado una cena en mi casa con uno de mis platos favoritos, y había tenido en cuenta todos los detalles. Desde el vino que me gustaba cuando ya íbamos a la universidad y que solo le nombre una vez hacia años, hasta que el olor a vainilla me relajaba porque me recordaba a mi infancia.

—¿Cuándo has preparado todo esto? —Pregunto ladeando mi cabeza hacia la izquierda. Joder, últimamente soy mucho más consciente de los tics que cargo desde...seguramente siempre.

—Adelante mis reuniones, y no comí —se sirve una copa de vino sin dejar de mirarme —. Salí a las cuatro, y cuando llegué aquí Dan me había dejado los ingredientes que le mandé comprar en la nevera.

—Y también te ayudo a cocinar... —Intento contener una sonrisa. Liam no sabe cocinar y no me importa.

—No —niega con la cabeza —, he cocinado yo, y es posible que, aunque veas el pato quemado en alguna zona, por dentro esté crudo. Dan se fue cuando yo llegué —observo a Liam dejar la copa en la mesa —. Blue, he cambiado, en todos los sentidos. Ya no quemo la cocina cuando intento hacer una tostada.

Reconozco que el pato estaba mucho más rico de lo que pensé. Cierto que había zonas en las que estaba algo crudo y por fuera más quemado, pero realmente disfruté, y lo más probable es que lo hiciera porque lo había cocinado para mí.

Recogemos la mesa entre anécdotas de la universidad, como por ejemplo de cuando se rompió el brazo en un partido de hockey y, aun así, fue capaz de pegarle un puñetazo al capitán del equipo contrario; ahora sabía lo que era esa cicatriz que se veía en su antebrazo.

—Entonces, ¿ahora pitas en los aeropuertos? —Pregunto estúpidamente cuando me dijo que llevaba varios clavos.

—¿Enserio Blue?, te digo que me rompieron el brazo en una jugada y ¿solo se te ocurre preguntarme eso?

—¡Qué!, nunca he visto a nadie que pite por llevar clavos en los huesos.

Cierra el lavavajillas después de meter mi copa y aprieta el botón de encendido.

—Pito. En todos los controles de seguridad pito y acaban teniendo que hacerme un escáner la mitad de las veces. Por eso no cojo un avión si no es necesario.

—Tiene sentido, tiene que ser un poco desagradable.

—Ni te lo imaginas. —Contesta mirando el reloj de su muñeca.

Eran las ocho de la tarde. Llevábamos más de dos horas en casa cenando y hablando tranquilamente, y se me habían pasado como si hubieran pasado dos minutos.

En estos momentos, me sentía una persona normal, sin traumas, sin complejos.

—Blue, hablé con Dan. —Genial, llegábamos al tema que más odiaba.

—Liam, no creo que... —Me callo cuando su dedo se pone en mis labios.

Oigo la respiración honda de Liam, y me percato de que cierra los ojos antes de hablar.

—¿Confías en mí?

¿Confiaba en él?, desde luego si, al menos hasta cierto punto, porque no podía negar que me hubiera hecho lo que me hubiera hecho en el pasado, la confianza que tenía con Liam, no la iba a tener con absolutamente nadie más, quizá por eso, siempre volvíamos el uno al otro como dos imanes.

—Confío en ti, pero...

—Entonces espera aquí.

Observo como va hacia la puerta poniendo todos los seguros y la cadena, cierra la puerta de cristal de la terraza, y desaparece por el pasillo hacia mi habitación.

Pasaron dos minutos hasta que vuelve a buscarme y me lleva de la mano para hacerme pasar a mi cuarto mientras él se queda detrás de mi esperando mi reacción.

Las cortinas están totalmente echadas, no entra luz por ellas, y lo único que iluminaba eran las decenas de velas de vainilla que estaban encendidas por la cómoda, las mesillas y el suelo. Se veía, eso era evidente, pero la luz era tan cálida y titilante, que también podría llegar a sentirme cómoda.

Doy un salto cuando una mano de Liam se posa sobre mi hombro y noto su aliento en mi oído.

—Es un ejercicio de confianza. —Explica mientras me mostraba una venda negra que a todas luces debería haberme hecho salir corriendo.

—¿Tengo que dejar que me vendes los ojos?

—Solo si quieres —acaricia mis brazos con sus dedos —. Quiero que te sientas cómoda Blue, y si decides hacerlo, podemos parar cuando tú quieras.

Vuelvo a mirar a mi alrededor mordiendo mi labio. Tengo que reconocer el esfuerzo que estaba haciendo por ayúdame a borrar poco a poco lo que llevaba dentro, pero tengo que reconocer también, que para él todo esto es nuevo, y que ciertamente está aprendiendo como manejarse sin agobiarme y sin hacer que me sienta presionada, así que con la mejor sonrisa que puedo tener en este momento, me giro para mirar a los ojos al maravilloso hombre que en lugar de salir corriendo, intenta esforzarse por entenderme y por hacer que mi confianza vuelva a ser la misma.

—Está bien, pero no quiero que me vendes los ojos.

Los suaves labios de Liam rozan mi frente, después mi nariz y por último mis labios mientras yo contengo la respiración esperando ser capaz de hacer esto.

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