Epílogo

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico en Amazon. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo en Patreon.com/chispasrojas

Epílogo

Blue Tail

La última pincelada de azul sobre la pared dejó el dormitorio con un olor espantoso a pintura. Afortunadamente, la ventana abierta permitió que el lugar se refrescara. Jungkook le manchó la nariz con una brocha y ambos terminaron manchándose desde el cabello hasta la ropa, riéndose, y pagando las difíciles consecuencias de tener que limpiar después del almuerzo.

Por la tarde, empujaron una cómoda blanca y con un taladro automático instalaron dos estanterías colgantes. Luego de una ducha, Taehyung pasó un cordel blanco por las conchas marinas y las colgó de la misma pared cuando la pintura casi estaba seca. Su dormitorio quedó bonito, y en esos últimos días, se hicieron con una lámpara de pie, una colcha púrpura para la cama y algo de ropa para el chico.

Namjoon se quedó en la isla, Jungkook y él se reunieron un día para tomar un café juntos.

—Ahora, el acuario, ¿no es sólo un acuario?

—No, he ofrecido la mitad del espacio a la protectora animal de la isla. Las instalaciones seguirán siendo las mismas, pero al menos, tendrán más espacio y recursos para poder cuidar de las criaturas —expresó Namjoon recolocándose la chaqueta, luego agarró la taza del café y se lo llevó a los labios. Sus ojos conectaron con los de Jungkook antes de dar un sorbo—. ¿Por qué me miras así?

—No puedo creérmelo —parpadeó el más joven—. ¿Te han amenazado de muerte o algo así?

Kim Namjoon dio un sorbo y le miró airadamente.

—Joven, el ser humano no es blanco o negro. También existe el gris.

—Como tu chaqueta.

—Ajá.

Jungkook se pasó una mano por el cabello, exhalando una sonrisa.

—Está bien. Es fantástico que tu empresa pase a colaborar con una cooperativa —afirmó Jungkook—. Les vendrá genial.

Namjoon asintió con la cabeza, le guiñó ligeramente un ojo, y más tarde, le dijo con la boca pequeña algo parecido a una disculpa. Jungkook no necesitaba su disculpa, no había quedado con él por eso (lo hizo sólo por curiosidad, y porque Namjoon consiguió su número, probablemente gracias a Jin), no obstante, escuchó lo que tenía que decirle.

—Si necesitáis algo, os ayudaré. Taehyung debe acostumbrarse a la vida humana.

—Puedo encargarme de él perfectamente.

—Oh, lo sé —suspiró el mayor—. No lo pongo en duda. Os deseo lo mejor, Jungkook. Eres un gran biólogo —declaró con más timidez—. Y un buen tipo.

Él le expresó que no tenía nada en contra de ellos; que sabía que no era sencillo que labrasen una amistad o cordialidad, pero, al fin y al cabo, Namjoon había comprendido por qué Sylene le había abandonado. Envidiaba sanamente a Jungkook por conseguir el amor sincero de una sirena y quería que lo supiera.

El agua salada no volvió a activar las capacidades híbridas de Taehyung y las azuladas escamas que recubrían sus branquias desaparecieron lentamente en la zona baja de su cuello, hasta quedar como una simple cicatriz. Ser totalmente humano no era tan malo, Jungkook besó su sien una tarde en la que se recostaron en la hamaca del porche para ver la puesta de sol. La tela se balanceaba suavemente, y sus piernas estaban entrelazadas, mientras conversaban.

—Puede que me den unas vacaciones en quince días. ¿Te gustaría ir a Busan? Podría pillar unos billetes para nosotros.

—¿Y conocer a tu familia? Sí, ¡sí!

Jungkook sonrió un poco, tocó uno de sus pómulos con los dedos y entrecerró los ojos.

—Tenemos que buscarte un origen —ladeó la cabeza, bajo él. Su cabello negro estaba brillante y alborotado, formando rizos—. Qué tal, ¿Japón?

—¿Crees que parezco japonés?

El pelinegro sostuvo una sonrisa.

—Eh, demasiado bronceado —valoró en unos segundos—. Pero sabes hablar cualquier idioma, así que...

Taehyung se mordisqueó el labio inferior, con una sonrisita.

—Nací en Corea; pero me crie en Auckland —ideó—. Soy hijo único y viajé por el mar hasta encontrarte a ti.

—¿Desde tan lejos? —Jungkook carcajeó suavemente y Taehyung posó una mano sobre su pecho, contemplándole a unos centímetros por encima.

—¿Qué? ¿Cuál es tu problema? Los alrededores de Nueva Zelanda son preciosos.

—Y helados.

Taehyung le miró con suficiencia.

—Pues eso —determinó, y continuó con su planteamiento—. ¿Cuántos años decías que tenías?

—Veintitrés.

—Pues yo tendré veinticinco.

—Oh —Jungkook abrió la boca muchísimo—. ¿Cómo?

—Seré mayor que tú —afirmó—, tampoco tiene nada de malo, ¿no?

—¿P-pero por qué tú tienes que ser el mayor de los dos? —se quejó Jungkook.

—Técnicamente, lo soy. Viví miles de años en el océan-

Jungkook tapó su boca con una mano.

—No me vale ese argumento, canalla —soltó con el ceño fruncido.

Tae apartó su mano y sus labios se curvaron.

—Yo te salvé de las garras de ese Kraken imaginario.

—Yo te saqué de un acuario, en brazos.

—Pero yo te curé con mis lágrimas.

—Y yo te di refugio en mi casa de un ser ancestral que pretendía devorarnos.

—Mides como 160 centímetros —le atacó azabache.

El rubio se inclinó sobre él, su rodilla derecha se posó al otro lado de la cintura de Jungkook y sus labios se rozaron unos segundos.

—No es verdad. Y la altura no determina la edad de un humano —le dijo Taehyung, sobre su aliento.

Sus pestañas se rozaron y sus párpados comenzaron a pesarle. Cuando los labios de Taehyung presionaron sobre los suyos, se alegró de que ya no tuvieran que preocuparse por los besos de sirena. Su beso se profundizó en unos instantes, con los labios entreabriéndose para dejar paso a la dulce lengua de su compañero. Sí, le encantaba ponerse mimoso con él, porque eso de besarle era otro tipo de manipulación que seguía surtiendo efecto.

—Hmn-mgn, bueno. Tengo que pensármelo —suspiró el pelinegro con un rubor en las mejillas y a un par de centímetros de sus labios.

—Jungkook, ¿quién es el que está encima de los dos ahora?

Él se mordió la lengua. Le permitió establecer que tenía dos años más que él, sólo porque en el fondo, seguía siendo una sirena manipuladora.

—Ven aquí —musitó.

Gruñó bajo él, le envolvió con sus brazos y se balancearon en la hamaca suavemente cuando decidió devorarle a besos.

En su viaje a Busan, Taehyung conoció a sus padres, a un par de amigos que tuvo en la universidad y terminó interesándose en la herboristería. Especialmente en la rama de plantas y extractos marinos que podían servir como medicina. Tanto fue así, que, de regreso a la isla, Yoongi puso parte de su presupuesto para que pudiesen adquirir un pequeño local que transformaron en una tienda. Con la llegada de la primavera, la llenaron de plantas, flores y productos de la medicina natural. Taehyung estuvo estudiándolas, conocía bien las variantes de cada planta y comenzó a llevar la tienda por su propia cuenta. Yoongi le enseñó algo de contabilidad, de vez en cuando, Seokjin aparecía y conversaban. Otras veces, Taehyung pasaba por el centro marino para recoger a Jungkook de su trabajo, Haeri y él se presentaron más amablemente (él apartó sus tontos celos y descubrió que la chica, en el fondo, le tenía un gran aprecio a su pareja). Noah fue súper simpático con Taehyung, le invitó a un helado, le presentó a su perro, le invitó a la academia de surf y estuvo contándole tantas cosas, que Tae se mareó de nuevo. Por suerte, Jungkook apareció para agarrar su mano y rescatarle.

Con el paso de las semanas, todos se acostumbraron a su presencia por allí. Casi todo el mundo sabía que era la pareja de Jungkook, que se había mudado recientemente tras finalizar sus estudios y estaba comenzando un negocio.

Por otro lado, Jungkook guardaba bien el frasco de sus antiguas lágrimas (era algo demasiado valioso), pero cuando él se convirtió en humano, las lágrimas dejaron de resplandecer y perdieron su brillo. Un día se lo mostró, abrieron el frasco y se deshicieron de ellas en el mar.

Jimin se largó de Geoje, el primer par de meses no volvieron a verle el pelo. Luego, regresó una tarde vestido como una diva, alegando que había estado en no-se-donde, resolviendo unos cuantos asuntos.

—Este lugar es precioso —dijo Jimin, se quitó las gafas de sol y parpadeó.

Todo estaba lleno de plantas, unos estanques artificiales, decoración marina, etc.

—¿Te gusta? ¡Yo lo decoré! —saltó Tae, quien le agarró de la mano y tiró de él—. Mira, eso de allí son algas naturales. Y eso del otro lado...

Yoongi se tropezó con él cuando entró en tienda de herboristería, los dos se miraron en tensión.

—Ah, mira quien ha vuelto. La sirena prófuga.

—¿Tú siempre vas andando como un pato mareado? —le arrojó Jimin con una sonrisita maliciosa.

Él estuvo a punto de agarrarle del pañuelo que rodeaba su cuello para estrangularle. Aunque en el fondo, se alegraba de verle. Esa misma noche, los cuatro se fueron a cenar juntos. Jungkook salió tarde del centro de la protectora animal, saludó a Jimin afablemente y se sentó junto a ellos tras lavarse las manos y soltar su bolso.

—¿Cómo te ha ido? —le preguntó Tae.

Jungkook dejó un beso en su mejilla, pasó la mano por la nuca rubia de su chico, con un toque cariñoso.

—Mucho trabajo, ¿y tú?

Durante la cena, compartieron algunas anécdotas. Yoongi había pasado a ser el líder del equipo de expedición, y Hoseok le presentó su currículum ahora que podía pasar más tiempo en la isla (Namjoon ya no lo perseguía con sed de sangre).

—Y ahora trabaja para mí.

—¿Tan bien os lleváis? —pestañeó Taehyung.

—Eh-

—No es que se lleven bien —interrumpió Jungkook—, literalmente, han destruido el equipo de submarinismo.

—No es así —Yoongi se defendió con un tono grave.

—Os emborrachasteis y lo tirasteis a esa máquina —reveló su mejor amigo—, la del vertedero de chatarra.

—No es verdad.

—¿Una máquina? —formuló Tae.

Jungkook chasqueó con la lengua.

—La que compacta cosas, las aplasta y las convierte en láminas.

Taehyung abrió la boca.

—¡Oh!

Yoongi se pasó la mano por la cara, con un ligero rubor.

—Okay, estábamos muy borrachos. Por eso sólo bebo Hite, cuando toco el Soju me vuelvo loco.

—Qué penoso —escuchó soltar a Jimin en voz baja.

Yoongi le miró mal, muy mal. Y Jimin esbozó una sonrisita falsa. Él le dio una patada sobre la mesa y Jimin le sacó los colmillos.

—¿Qué haces? —farfulló la sirena.

—Arreglar tu cara. Es muy molesta —masculló el otro.

—¡Anda que la tuya!

Taehyung se dio cuenta durante la cena de que esos dos se gustaban. Solían picarse, pero cuando no eran sarcásticos con el otro, advirtió que se decían cosas en voz baja con un hilo argumental diferente y cierta intimidad que hasta entonces no había observado. ¿Existían probabilidades de que Jimin recuperase los latidos? No lo sabía, y tampoco planeaba meter sus narices en ello. Yoongi no sólo era el hermano mayor de la persona de la que se había enamorado, a él también le quería muchísimo y confiaba ciegamente.

Después de la cena, Jungkook entrelazó su mano mientras caminaba y atrajo su atención con algo.

—Ten —le devolvió el anillo—. Creo que deberías tenerlo tú.

Tae sostuvo el cristal entre los dedos y bajó la cabeza.

—Ya no tiene ningún poder —dijo el rubio.

—Lo sé.

—Prefiero que lo tengas tú. Es lo único que yo he podido darte desde que nos conocimos —expuso en voz baja.

Jungkook detuvo sus pasos y agarró su mano. Tomó el anillo y se lo puso de nuevo, luego apretó sus dedos.

—En realidad, tengo algo para ti —expresó con detenimiento.

Cuando se deshizo de sus manos, Taehyung se dio cuenta de que Jimin y Yoongi habían seguido caminando muchos pasos por delante. Ellos se quedaron atrás, frente a la resplandeciente noche de cielo índigo, junto al paseo marítimo, en una transitada calle humana.

—Quizá necesitemos un tiempo para hacerlo. P-puede que sea demasiado pronto —Jungkook comenzó a farfullar un montón de cosas inteligibles—. Ni siquiera sé si te gustara. Y, bueno, tendríamos que buscar un lugar donde fuera legal.

—¿Qué es?

El azabache sacó de su bolsillo una sortija muy distinta al pesado anillo de su cristal. Era un anillo plateado con un brillante zafiro en forma de escama, que reflejaba tonos azulados y púrpuras. Y parecía tan nervioso, que Tae comenzó a dudar.

—¿Es un regalo...? —formuló Taehyung, con los ojos muy abiertos.

Sus iris se deslizaron hacia Jungkook.

—No, Tae. Es una promesa —respondió.

—¿Qué tipo de promesa?

—La de casarnos.

Taehyung esbozó una preciosa sonrisa. Conocía por encima cómo funcionaban los matrimonios humanos, y aunque era más un contrato simbólico y una costumbre humana, que te unía a otro, le pareció precioso que Jungkook quisiera hacer algo como eso.

—Porque, tú, quiero decir, yo... nosotros —corrigió Jungkook, hecho un lío—. ¿T-te casarías conmigo? —balbuceó.

—Jungkook —Taehyung posó una mano sobre la suya y tocó el anillo—. Claro que me casaré contigo.

Le ofreció su mano y él deslizó el pequeño anillo por uno de sus dedos, sin que Tae retirase sus iris de su rostro. Cuando lo colocó, tocó una de sus mejillas con el dorso de su mano y el azabache alzó su mirada.

—¿Qué...? —suspiró Jungkook, sus ojos castaños se encontraban vidriosos, frágiles ante él.

—¿Sabes cómo sellamos nosotros las promesas? —le dijo su compañero.

No necesitó responder, una sonrisa se dibujó en sus comisuras y Taehyung tiró de su muñeca, exigiendo sus labios. El pelinegro se inclinó para besarle, abrazó sus hombros y entreabrió los labios con dulzura, con amor, y con un rastro de pasión segundos más tarde. Haciéndose promesas humanas, llenas de ilusión y la misma magia que una vez se llevó su cola azul. Ahora, sus corazones palpitaban a la misma velocidad. 

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico en Amazon. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo en Patreon.com/chispasrojas

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