Capítulo 25

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico en Amazon. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo en Patreon.com/chispasrojas

Capítulo 25. La transición

Taehyung sintió una fuerte punzada en el estómago, le apetecía vomitar lo poco que había desayunado. Jungkook le acompañó a la orilla, con Seokjin al otro lado. Le dejaron en la arena húmeda, donde casi las suaves olas podían rozar los dedos de sus pies.

—Gracias —murmuró el rubio.

Jungkook se arrodilló a su lado, apartó unos mechones de cabello rubio de su rostro y acarició una de sus sienes. Estaba sudando, su vista se difuminó y sintió una quemazón en el pecho que le hizo jadear.

—Tranquilo...

—Mm-mhng...

—¿Deberíamos acercarle al agua? —sugirió Seokjin.

—Tal vez.

—No —negó Tae.

—No lo superará. Sylene no lo hizo —dijo Namjoon tras ellos.

Jungkook giró la cabeza, quiso zurrarle en la cara para que se callara.

—Sylene eligió —dijo Hoseok, quien hacía relativamente poco que había conocido la historia, al igual que Seokjin—. Su corazón lo hizo.

—No lo entendéis. Todas las sirenas vuelven —soltó Namjoon exasperado—. ¡Es la misma historia, repetida!

Jungkook salió disparado hacia él y empujó sus hombros.

—¡Cállate! ¡Ya está bien!

—¡Eh, eh eh! —Hoseok se interpuso entre ellos—. Por favor, no es el momento de enfrentarnos ahora.

—Jungkook, por favor —suplicó Seokjin tras él.

El más joven trago saliva y apretó la mandíbula. Un silencio muy tenso discurrió entre ellos, bajó la cabeza durante unos largos segundos y cuando alzó la mirada nuevamente, le ofreció a Namjoon una ligera disculpa por su empujón.

—No está comprobado que siempre regresen. Aún no lo sabemos —agregó Seokjin, cuando Jungkook le ofreció la espalda a Kim.

En las siguientes horas, la noche se fracturó para recuperar lentamente el sol. Las horas antes del amanecer siempre eran las más frías, cuando el cielo índigo se manchaba de un celeste que poco a poco barría las estrellas. Taehyung permaneció allí, con los ojos pegados en el beso infinito entre mar y cielo, recordando la última noche que pasó con Jungkook en la playa.

Se les había agotado el tiempo. Y puede que nunca volviese a ser el mismo. Jimin y Yoongi les encontraron, y tras salir del coche, se aproximaron al grupo en silencio. Hoseok, Jin y Namjoon se encontraban apartados de los otros dos, a unos cuantos metros.

Yoongi posó los iris en la silueta de Jungkook de pie, junto a un débil Taehyung sentado en la arena. No estaban hablando, ni siquiera se tocaban.

—No conocéis a... ¿ninguna amiga sirena, que ahora sea humana? —dudó en voz baja.

—No —contestó Jimin—. De hecho, he estado solo todos estos años. Nunca sentí a ninguna otra hermana, ni siquiera a Sylene.

Yoongi guardó silencio desde su respuesta. Jungkook se arrodilló junto a Taehyung, desde allí no podían escuchar lo que hablaban.

—¿Qué puedo hacer, Tae? —le preguntó Jungkook—. Dime lo que sea, por favor.

Taehyung apretó los párpados, sus ojos estaban llenos de lágrimas. Sus piernas dolían como si fuesen a desprenderse. La piel de sus muslos le quemaba tanto dentro de su ropa, que estaba temblando. Su respiración era acelerada, casi ahogada, como si sus pulmones se planteasen sellarse para siempre. Taehyung se inclinó, enterró los dedos en la arena húmeda y miró el agua.

—¿Taehyung?

Jimin llegó hasta ellos rápidamente.

—Son las piernas, ¿verdad?

Vio a Tae asentir, y miró a Jungkook con lástima. El pelinegro quería abrazarle, pero sabía que Tae necesitaba su espacio.

—Aguanta, Taehyung —dijo Jimin, posó una mano en su hombro y le habló con suavidad—. Pronto acabará y no te volverá a doler más.

Jungkook dejó escapar su aliento lentamente. Yoongi no se aproximó a ellos, les observó en silencio, apartado del grupo de Hoseok, Seokjin y Namjoon. Ellos tres estaban apoyados contra un costado del coche, en la desértica playa donde se encontraban.

Un poco después, el dolor de Taehyung se desvaneció lentamente.

—Ha cesado —dijo.

Jimin les miró en silencio, Jungkook se sentó a su lado y entrelazó los dedos del rubio lentamente. Podía sentir la fiebre de Taehyung a través de su mano, el pesado anillo que llevaba en su dedo anular se calentaba junto a él. Los ojos de Tae estaban llenos de brillantes lágrimas, sin derramar, con las comisuras enrojecidas.

Jungkook quería llorar con él. Y Jimin, cediéndoles su espacio, retrocedió unos pasos y se alejó para que pudiesen despedirse antes de que el corazón de Taehyung se desactivase nuevamente.

—¿Recuerdas el beso que te di? —formuló Taehyung lentamente.

—¿Cuál de todos?

—El de la playa, el día que me marché prometiéndote que regresaría.

El pelinegro miró al agua, cuyo tenue oleaje comenzó a mojar sus tenis el bajo de sus jeans.

—Sí.

—Te dije que no hay nada que me gustase más que tus labios; tú me enseñaste a hacer una promesa con ellos. Me prometiste que me liberarías.

Jungkook tragó saliva tratando de tragarse sus lágrimas. Pero esta vez, incontrolables, se desbordaron de sus ojos y resbalaron por sus mejillas.

—Jungkook, siempre te he amado —dijo Taehyung ingenuamente—. Desde el acuario, desde antes de que mi corazón decidiese activarse.

—Lo sé.

El rubio giró la cabeza y vio sus lágrimas.

—No quiero que llores —le pidió—. ¡Tienes que ser fuerte si me voy!

Jungkook negó con la cabeza.

—¿Crees que Namjoon tiene razón?

—¿En que todas las sirenas vuelven al mar? No —contestó—. Y yo no quiero irme, pero si realmente mi instinto me hace regresar al mar, necesito que retomes tu vida. Hazlo por mí.

El azabache soltó una carcajada, se rio, con un par de lágrimas deslizándose hasta sus propios labios, que barrió rápidamente con el dorso de su mano libre.

—No creerás que ahora es cuando voy a prometerte estar bien —dijo con humor—. Esto no es un cuento de hadas, Taehyung. No estaré bien si te vas. Nunca volveré a estarlo.

Taehyung se giró sobre la arena, flexionó las piernas sobre sí mismo y agarró las manos de Jungkook con fuerza.

—Pues tienes que prometérmelo, porque los cuentos de hadas sí existen —insistió firmemente—. Existen, Jungkook.

—No. No puedo —negó Jungkook.

—Jungkook —pronunció Taehyung—. Yo te amo, y aunque mi corazón se desactive, te prometo que nunca olvidaré lo que hemos vivido.

—No digas eso —frunció el ceño, con los ojos llorosos—. No lo repitas.

—Nunca dejaré de amarte, aunque me vuelva frío. Regresaré buscándote siempre, siempre.

—Estaré perdido, sin ti —se lamentó Jungkook, sin escucharle—. Ahora sé lo que Namjoon siente. Y por qué quiso dejar de sentirlo.

—¿Crees que es mejor dejar de sentir? —Taehyung le habló con un tono grave y apretó sus manos sermoneándole—. Te equivocas. Y él también se equivoca. ¿Sabes por qué, Jungkook? Yo preferiría sufrir el resto de mi vida y mantener mis sentimientos por ti, a olvidar lo que una vez me hizo desear ser humano.

Jungkook volvió a mirarle, como si le hubiera dado una bofetada. Y se dio cuenta, por primera vez, que tan puro era el amor de Taehyung por él. No sabía si se merecía a alguien así. Él era más valiente que cualquier humano.

—Prométeme que serás fuerte —reiteró Taehyung en voz baja.

—Te lo prometo —se tragó sus propios sentimientos.

—¿Y qué me amarás, aunque me fuese...?

—También —prometió de la forma más dura.

—¿No vas a odiarme si lo hago? —dudó la sirena.

—No. Nunca.

Taehyung apoyó su frente contra la suya, tras unos segundos, le abrazó con fuerza, sintiendo su corazón latir contra el propio. Sus náuseas se apoderaron de él, mareándole. Pero el rubio aguantó su abrazo a pesar de su inminente jadeo. Cuando se separaron, Jungkook sujetó su rostro. Dejó un beso en su mejilla, húmeda por las brillantes lágrimas de sirena y caliente por la fiebre.

—Te amo —le dijo el pelinegro como si no fuera suficiente—. Te amo. Este tiempo ha sido valioso a tu lado. Y aún nos quedan tantas cosas por hacer, Taehyung...

—Pase lo que pase, no lo olvidaré —prometió el segundo.

—Yo tampoco.

La sirena besó sus labios en una caricia de labios sincera, una promesa sellada entre ambos. Y una tercera náusea le provocó un nuevo temblor, quemándole por dentro. Taehyung pensó que, pese a que su corazón le obligase a dejar de sentir el amor humano que tanto le había cambiado, nunca dejaría a Jungkook.

Yoongi y Jimin les contemplaron a unos metros, sin escuchar sus palabras. El suave susurro de las olas en un fresco amanecer, meció el momento. Y Yoongi permaneció cruzado de brazos, con un nudo en la garganta, batiéndose en un duelo interno por el sufrimiento de ver así a su mejor amigo. A su hermano. Había mentido en algo; sí que le importaba si Taehyung se marchaba. Le había tomado cariño, después de todo.

El ojiazul le miró de soslayo, percibiendo que él también tenía los ojos llenos de lágrimas. No obstante, no se acercó a ninguno de los dos en ningún momento. Pensó que Yoongi era como si guardase un mar de lava dentro de él. Se molestaba en ocultar a los demás su interior con frases desconcertantes y un humor irónico. Pero era cálido, protector y bastante seguro de sí mismo. Jimin no recordaba exactamente cómo se sentía el amor y le daba miedo pensar en eso, pero sí que recordaba el sufrimiento que vivió cuando perdió a su amado. Y no quería ni volver a rozar con las yemas ese horror nunca más.

Se compadeció de Jungkook en silencio y volvió a mirar a Yoongi, quien, en esta ocasión, le devolvió una mirada de soslayo. Jimin desvió sus iris con un sobresalto, con la timidez asaltándose.

Pensó que sería mejor mantenerse callado. Escuchó a Yoongi suspirar con cierto pesar, y él pensó en que estaría aterrado por Jungkook. Por perder a su amigo en la ruptura de su corazón, tal y como Seokjin y Hoseok perdieron a Namjoon años atrás.

Sólo entonces, Jimin se deslizó a su lado y agarró la manga de su brazo con suavidad. Ninguno giró la cabeza, ignoraron ese inesperado contacto.

—Yoongi.

—¿Hmnh?

—Si Taehyung se va —dijo Jimin—, te ayudaré a mantener cuerdo a Jungkook.

El pelinegro giró finalmente la cabeza en su dirección. ¿Iba en serio? El tierno amanecer se reflejó en los iris celestes de la fría sirena. Él sintió una pequeña punzada atravesándole.

—¿Por qué?

—Porque no quiero que estés solo en esto. Les has ayudado, Taehyung es mi hermano y Jungkook el tuyo —expresó—. Yo te ayudaré a ti, tranquilo.

Yoongi suavizó lentamente su rostro. Posó una mano en su cabeza, como si fuera un crío.

—No te pongas sentimental, Mimi.

—¿Cómo me has llamado? —preguntó sin sonar demasiado irascible, pese a sus colmillitos.

Justo entonces, Yoongi comprendió que estaba intentando reconfortarle. Jimin quería apoyarle, hacerle saber que pese a lo que pudiese pasar, estaría ahí. Pero a él no le apetecía ponerse como un estúpido y romántico, sintiéndose asquerosamente débil por un mocoso que tenía cola de sirena rosa y que había amenazado a todo su entorno con una increíble naturalidad.

Yoongi iba a darle las gracias, pero Jimin abrió la boca y su expresión cambió por completo. El chico siguió la dirección de su mirada y al principio no había nada.

—El agua —dijo Jimin.

Estaba amaneciendo, en la orilla se encontraban Jungkook y Taehyung, mojándose los talones, y más allá, tras las olas, una multitud de cabezas emergieron del agua.

—¿Qué...? —jadeó Yoongi.

Taehyung se puso de pie junto a la orilla. Sonrió con los ojos llenos de lágrimas, vio correr a Jimin hacia su misma orilla a varios metros a su izquierda, y comenzó a dar voces y a saludar con un brazo que se agitaba.

—¡Eh! ¡Aquí! —sonrió felizmente.

—¿Sirenas? —pronunció Jungkook, sin poder creérselo.

Taehyung asintió y se limpió las lágrimas.

—Es mi nido. Han venido a vernos.

—Taehyung —escuchó a Jimin—, ¡vienen a despedirse!

—¿Despedirse?

El rubio trató de caminar hacia el agua, pero sus piernas se habían vuelto tan débiles, que Jungkook le siguió, pasando un brazo por su cintura. Cuando el agua cubrió sus rodillas, pensó que se convertiría en sirena, pero Taehyung siguió caminando, distanciándose de él, hasta que el agua llegó hasta su cintura.

Estaba feliz por ver a sus hermanas, ni siquiera sabía cómo habían llegado allí, o por qué se habían arriesgado tanto en acercarse a una orilla.

Namjoon, Seokjin y Hoseok las vislumbraron en la distancia, con sorpresa. Dieron unos pasos por la arena, pero se detuvieron.

—No es conveniente... —mencionó Seokjin—. Podrían querer atacarnos.

—Sé que Sylene no está ahí —dijo Namjoon con un tono neutro.

—Son nueve —contó Hoseok—, más de las que nunca hemos contado juntas.

Taehyung se mantuvo en el agua, pudo ver el brillo de sus colas mientras algunas se zambullían. Los cabellos usualmente claros y de tonos brillantes, escamas verdosas, moradas, aletas de diferentes formas y tamaños. Sus pieles húmedas reflejaban un dorado amanecer. Y eran tan bellas, como Taehyung había sido en su forma marina.

Las sirenas se acercaron hasta Taehyung y comenzaron a agarrar sus manos por turnos. Les sonrieron, y le hablaron al chico en algún idioma que Jungkook desconocía. Él se quedó un poco detrás, sin atreverse a acercarse demasiado. Recibió más de una mirada directa, como si supieran que Jungkook era el causante de todo eso. ¿Era su culpa? ¿Por qué se despedían de Taehyung? ¿Le miraban con curiosidad o recelo?

Poco a poco se fueron alejando, Taehyung parecía más feliz y emocionado que nunca, estaba metido en el agua, aún con fiebre y sin la aparición de su cola. Debía ser un efecto secundario de la transición.

Jungkook retrocedió unos pasos y regresó lentamente a la orilla cuando vio a Seokjin acercarse.

—Jungkook —comenzó Jin—. Necesito que sepas que agradezco todo lo que has hecho, pese a que seas un testarudo, como este de aquí —señaló indiscretamente a Namjoon y él arqueó una ceja.

—¿Gracias? —dudó Namjoon.

—Jin, gracias a ti —expresó el más joven, pasando por alto las ganas que tenía de zurrarle la previa mañana.

—Espero poder invitarte a un té en mi apartamento cuando todo esto acabe. Me gustaría hablar contigo pausadamente —insistió Jin.

Jungkook sacudió la cabeza.

—No te preocupes, yo...

—Namjoon —escuchó la voz de Hoseok a un lado—, ¿sabes que todo esto no hubiera sucedido, si...?

Se quedó en silencio unos instantes, y Jin giró la cabeza.

—Si hubieras abierto tu corazón —finalizó Hoseok—. Te hubiéramos ayudado, si no nos dejases fuera de todo esto.

—Sabes que nos importas, ¿no? —Jin se aproximó a él y tocó su hombro. Logró que le mirase significativamente—. Eres importante para nosotros.

Namjoon tragó saliva cuando sus ojos se humedecieron.

—Ya no me queda ningún corazón que abrir —dijo.

Y Jungkook se sintió terriblemente familiarizado con esa frase. Tenía miedo de volver a sentir algo, pero al menos, él podía hacerlo. Seguía siendo humano.

—Chssst —chistó Hoseok, quien miró a Seokjin de soslayo—. ¿Se lo dices tú o lo hago yo?

—Hah, sí que te queda, imbécil —soltó Jin rápidamente—. Si no, ¿por qué estarías aquí con nosotros?

Jungkook sonrió ligeramente, observó el abrazo de Jin a Namjoon y luego el de Hoseok, quien les envolvió a los dos con ambos brazos. Después les escuchó maldecirse, recriminarse algo en voz baja, y asegurarse que no volverían a distanciarse tanto como lo habían hecho esos últimos años.

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico en Amazon. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo en Patreon.com/chispasrojas

Yoongi apareció allí de repente, guardando las manos en los bolsillos del pantalón vaquero. En todo ese rato, no se había acercado. Jungkook no supo qué decirle, tampoco habló su compañero. Ambos se conocían bien; no sólo eran compañeros de piso, viejos amigos, cómplices, socios o condiscípulos. Tenían una fe ciega en el otro. Y sus hombros se chocaron en un gesto fraternal, sin decir nada más. Podían entenderse sin hablar.

Cuando el sol salió por completo al otro lado del horizonte marítimo, los cálidos rayos de sol se reflejaron sobre el agua como la purpurina dorada, anaranjada y ocre. De repente, el efecto se extendió. No quedaban sirenas, sólo Taehyung en el agua. La luz solar resplandeció frente a sus ojos heterocromáticos.

—¡Eh, mirad eso! —profirió Hoseok rápidamente.

Jungkook se giró con un sobresalto. El agua comenzó a actuar de forma extraña, la luz se derramó sobre Taehyung y las partículas de agua se movieron a su alrededor de una forma muy extraña. El azabache parpadeo, dio unos pasos hacia la orilla y Jimin le agarró por el codo.

—¡No! —dijo—. Está sucediendo.

Jungkook sabía perfectamente a qué se refería. Las distantes sirenas se alejaron con un golpe de gola y ágiles zambullidas. Taehyung se miró a sí mismo, percibiendo una abrumadora fuerza palpitando en el interior de su pecho. Jimin y Jungkook le contemplaron desde la orilla, con los ojos abiertos, casi sin aliento.

La piel de la sirena ardió en el contacto con el agua, una ola impactó contra él, haciéndole perder el sentido.

—¡Taehyung! —gritó Jungkook e intentó ir hacia él, pero Jimin le sujetó con una fuerza sobrehumana.

—¡No! ¡No podemos interferir, Jungkook! —repitió energéticamente.

Él sólo quería detener ese momento con toda su alma, y de algún modo, el agua se elevó alrededor de Taehyung, cuyos párpados entreabiertos reflejaron un extraño brillo de iris, con cientos de colores que nunca antes había visto. Reflejaron el tono rojizo de un sol apagándose, el azul coral y rosado de los arrecifes. Destellos dorados, blancos, puros, como preciosas piedras facetadas.

«El corazón de Jungkook palpitó en su garganta. ¿Estaba perdiéndole? Iba a perderle. Su preciosa sirena».

Cayó de rodillas en el suelo, clavándolas en la arena húmeda. Jimin se quedó a su lado, estático.

El corazón de las sirenas elegía y siempre prevalecía. No había marcha atrás. No podrían cambiarlo. Y en las pupilas oscuras de los más humanos, se reflejaron los destellos del agua. Taehyung dejó de sentir su propia piel mientras el líquido le envolvía. En un rastro de consciencia, pudo ver a Jungkook difuminándose, de rodillas en la arena. Gritó su nombre, pero su imagen se desvaneció cuando sus párpados se cerraron. Y en lo más profundo de su ser, sintió el agua fresca, reconfortándole, meciéndole y acariciando su cabello, la fiebre desvaneciéndose y su piel perdiendo el sudor y la febrilidad que quemó la ropa que llevaba. Su dermis se iluminó como el polvo de diamante.

No quería olvidar. No quería dejar de sentir. El agua le susurró algo en un idioma antiguo y su corazón palpitó a ese ritmo, liberándole de cualquier dolor físico.

Taehyung sabía algo; le amaba y nunca iba a olvidarle. Nunca iba a dejar de sentirlo.

En la orilla, las lágrimas de Jungkook se desbordaron nuevamente de sus ojos. Enterró los dedos en la arena y bajó la cabeza. Las lágrimas saladas de sus ojos gotearon sobre la fina capa de agua, también salada.

¿Era casualidad? Lágrimas y mar, casi eran lo mismo. Un desierto azul.

Y de repente, un fuerte latido presionó en el pecho de Taehyung y el agua salió disparada en todas las direcciones. Las gotas flotaron sobre él como diamantes, con círculos de agua salada burbujeando y centelleando alrededor de sus piernas y cadera. Volvió a sentir su cuerpo de una manera similar y diferente a como lo hizo hasta entonces. Sus pies pisaron el fondo húmedo, con el agua llegándole por la cintura, y una energía brillante y resplandeciente escapando de él.

Jungkook alzó la cabeza y observó las miles de gotas suspendidas en el aire, alrededor del chico. Era como si Taehyung fuese su centro de gravedad. Tardó unos segundos en advertir que las mismas emanaban del pecho de Taehyung, abandonándole.

Sus iris brillaron una última vez en todos sus tonos heterocromáticos y entonces, se posaron sobre un definitivo azul cielo. Se apagaron, se tornaron naturales y perdieron esa tonalidad llamativa e irreal.

El pelinegro no entendió que estaba pasando, pero las gotas suspendidas perdieron su resplandor y comenzaron a llover sobre ellos como agua corriente. Los susurros cesaron, las burbujas y aquella extraña marea se disolvió en una sencilla espuma que osciló alrededor del cuerpo desnudo de Taehyung.

Jungkook se incorporó torpemente, sin poder creerlo. Sus lágrimas palpitaron en sus ojos, emborronándole la vista. Jimin ya no le agarraba, estaba atónito, junto a él.

—Es... —murmuró Jimin.

Y Jungkook salió corriendo de un salto, para meterse en el agua. El oleaje empujó sus muslos, sus piernas heladas y cuerpo tembloroso. Su corazón palpitaba con tanta fuerza, que no pudo pronunciar palabra.

—Humano —terminó Namjoon.

Taehyung no sentía la debilidad que antes invadía su cuerpo, tampoco las náuseas o mareos. Jadeó sin poder creérselo, caminó lentamente hacia la orilla, pero Jungkook le alcanzó mucho antes de que él pudiera hacerlo. Le levantó entre sus brazos estrechando su cintura. Lentamente, Taehyung se escurrió sobre él hasta que sus labios quedaron sobre los del joven.

—E-eres humano —murmuró—. Eres humano.

—Sí —respiró el rubio.

Sus labios se fundieron con intensidad, en un beso acompañado de una sonrisa. La sensación cálida invadía su pecho, Taehyung se sintió más humano que nunca, como si todo ese tiempo hubiese estado viviendo tras una cortina. Los colores eran diferentes para sus ojos humanos, la sensación del agua salada sobre la piel, más áspera, y él le abrazó con tanta fuerza, que terminó quejándose. Se tambalearon en el agua en diferentes ocasiones, se dijeron que se amaban una y otra vez, hasta que volvieron a besarse. Jungkook parecía extremadamente feliz, excitado, emocionado. Taehyung estaba viviendo un sueño.

—Te lo dije —repitió Taehyung, con los ojos húmedos.

—Calla —besó sus labios otra vez.

—Eres mi cielo, Jungkook —expresó, sosteniendo su rostro.

Jungkook contempló sus iris profundamente, ahora de un intenso azul, salpicado por motas verdes.

—Y tú mi mar, Taehyung —contestó.

—Estaremos juntos.

—Sí.

—Te cuidaré para siempre —le aseguró.

—¿Tú a mí? —sonrió Jungkook.

—Por supuesto, por eso me quedo —Tae se rio ligeramente.

El pelinegro volvió a abrazarle con fuerza, hundiendo la nariz en su hombro desnudo. Percibió que Taehyung estaba temblando de frío justo entonces. Él no tenía nada de ropa que ofrecerle, pero Yoongi apareció mojándose hasta los tobillos y le ofreció su chaqueta.

—Ten, pónselo —le dijo.

Taehyung le miró de soslayo, con una sonrisita. Yoongi no quería interrumpirles, pero sonrío con dulzura sin poder evitarlo. Luego dejó una palmadita en el omoplato de Jungkook, demostrándole que compartía su felicidad con él.

El rubio giró la cabeza hacia el mar. En la distancia, vio a unas últimas sirenas. Levantó la mano en su dirección y se despidió de ellas, no tardaron en desaparecer en el horizonte; ya lo dijo él en una ocasión, las sirenas respetaban siempre las decisiones que tomaban sus hermanas. Ellas no mirarían atrás, no sentirían lástima porque hubiese elegido otra forma de vida. Taehyung lo sabía. Jungkook también las vio desaparecer, después, enlazó una mano con el rubio y salieron del agua.

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico en Amazon. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo en Patreon.com/chispasrojas

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