Capítulo 24
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico en Amazon. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo en Patreon.com/chispasrojas
Capítulo 24. Un enemigo común
Taehyung nunca había visto esa mirada en Jungkook. Y ahora, él era el protagonista de una inesperada traición. Cuando se largó, Tae sintió como si algo muy doloroso le estrangulara. Corrió tras él dándole de lado a Namjoon, y aun con los ojos llenos de lágrimas, atravesó el porche llamando su nombre numerosas veces.
—¡Jungkook! ¡Jungkook!
Su corazón palpitaba con tanta fuerza, que volvió a marearse como lo hizo antes. Tenía la boca seca, un ligero sudor en la nuca y la vista se le emborronó durante segundos. No estaba seguro de si era por la tensión, o por aquella sed desconocida, atacándole implacablemente.
A metros de él, Jungkook dejó de correr por la playa y se inclinó sobre sus propias rodillas. Tenía ganas de llorar, de vomitar, y el pulso cegaba sus emociones, centrándola en sólo una: rabia.
Taehyung llegó hasta él y agarró su brazo con un jadeo.
—No es lo que crees —repitió—. ¡Estaba leyendo su mente! ¡Quería saber sus planes!
Jungkook se deshizo de su agarre.
—Ha venido a por ti, ¡escuché lo que dijo sobre sus sentimientos!
—Jungkook, ¿es que eres estúpido? —le gritó el rubio, y luego de que se incorporaba con aquella ira en sus ojos, agarró sus hombros—. ¡Sabes lo que siento! ¡Sabes que estoy enamorado de ti!
Los dos jadearon por el sprint y el nerviosismo, el azabache también tenía los ojos llenos de lágrimas. Estaba confuso, tenía miedo, nunca había tenido tanto. Le costó una barbaridad entender sus palabras; tenía razón en algo. Taehyung podía leer la mente de alguien a través de sus labios, pero verle besar a Namjoon fue asqueroso.
—Sé todo —respiró Tae, luego tragó saliva y soltó sus hombros—. Y ahora lo sé, ya no va a hacerme daño, no ha venido solo...
El pelinegro desvió la mirada, sus lágrimas se derramaron silenciosamente y con el puño de la camisa trató de apartarlas. Aún le dolía el pecho. Todavía se sentía confuso.
—Jungkook...
No volvió a mirarle, le escuchó sorber sus lágrimas y controlar su respiración. Taehyung se sintió muy triste por su reacción. ¿Tanto pavor tenía por perderle? ¿Por qué su amor no fuese real? Ahora lo comprendía, y sabía que, en el fondo, Namjoon sentía exactamente lo mismo que Jungkook.
—Él piensa que nos pasará lo mismo —dijo Taehyung en voz baja—. Que volveré al mar, que mi corazón no te elegirá. Cree que todas las sirenas vuelven, tarde o temprano. Que sólo es una ilusión que se desvanece, como intentar atrapar el agua entre los dedos.
El humano no dijo nada. Aquello no ayudaba ni una pizca, pero después de sus palabras, Taehyung abrazó su espalda como lo hizo esa misma mañana tras compartir una noche juntos.
—¿Cómo puedes pensar que yo te haría daño así? ¿No confías en mí...? —expresó tras su oreja—. Mis sentimientos por ti son reales.
Jungkook necesitó unos minutos para serenarse, sentía que era verdad. Quería creerlo. Tenía pruebas fehacientes de ello. Cuando Taehyung deshizo su abrazo, volvió a mirarle, y descubrió que estaba mareándose. El rubio se tambaleó ligeramente y una de sus rodillas se posó en el suelo.
—Taehyung, Tae —repitió Jungkook, inclinándose, con la palma sobre su espalda—. ¿Qué pasa?
—N-no lo sé... m-me palpita la cabeza...
Jungkook le ayudó a incorporarse cuidadosamente, sus iris se encontraron a unos centímetros y la sirena detectó cómo sus dedos aun temblaban.
—Estás destemplado —valoró su temperatura, posando una mano en la frente del rubio—. ¿Es por usar tus poderes?
—No... no lo sé...
Tomó su rostro mientras Taehyung parpadeaba, le miró de cerca, inclinando la cabeza.
—Lo siento —musitó Tae con un hilo de voz—. Era la única forma de saber la verdad.
El azabache apartó de su mente aquel beso, le estrechó con cierto recelo, pensando en que le protegería de él si era necesario. Jungkook aún no sabía la realidad, ni nada de lo que había pasado. Ni siquiera sabía por qué estaba allí, cómo había llegado o por qué se encontraba dentro de su casa. Justo en ese momento, Yoongi llegó hasta ellos.
—Yo... también lo siento...
—¡Chicos!
El pelinegro giró la cabeza y sus ojos no sólo se toparon con él, sino con Hoseok y Seokjin, quien les seguían.
—Jungkook —pronunció el mayor.
—¿Por qué estáis aquí? —formuló directamente sin soltar a Taehyung de sus brazos.
Casi fue un reflejo protector. No permitiría que se lo llevasen si era lo que habían venido a hacer.
—Yo tampoco podía creerlo, pero debéis escucharles —dijo Yoongi.
—No es lo que piensas, Namjoon no hará nada estúpido —aseguró Seokjin, como mediador.
—Esperamos —bromeó Hoseok, rascándose la nuca—. Aunque si aún no me ha estrangulado a mí, vosotros tenéis esperanza de vida.
—¿Por qué tienes un golpe en la mandíbula? —dudó Taehyung.
Seokjin se pasó una mano por ahí, sintiendo un ligero dolor que con el paso de las horas se haría más notable.
—Oops —dijo Yoongi.
Luego se reunieron en la casa de los chicos para poner los puntos sobre las íes. Jungkook se reencontró con Namjoon y las chispas saltaron entre ellos. El pelinegro no tenía ningún tipo de pudor a la hora de demostrar en una fija y dura mirada que no era bien recibido ahí, en su casa. Ya se habían encontrado en una ocasión, y él, como empleado de su acuario, bajó la cabeza como un buen siervo. Ahora todo era muy distinto.
—Bien, estamos reunidos por diversos motivos —comenzó Seokjin—. Sé que merezco el puñetazo de Yoongi, y creedme, Hoseok no estaba de acuerdo en venir hasta aquí, pero necesitamos parar a algo más fuerte que nosotros y para eso, es necesario que las sirenas nos ayuden —posó los iris sobre Namjoon—. Y tú, deberías...
Namjoon ya sabía lo que iba a decirle: debía disculparse. No era como si tuviesen cinco años, realmente una de sus disculpas no encajaba allí, pero, al menos deseaba explicar sus motivos.
—Nerissa contactó conmigo hace algunos meses. Es un mítico ser de las profundidades. Llegamos a un trato, si yo le entregaba una sirena, ella me daría algo a cambio —expresó el hombre, apoyó la espalda en la pared del porche y se dio una pausa—. Ahora está enfurecida. Tuve que marcharme de la isla, pero me siguió hasta Busan.
—¿Nerissa? —repitió Yoongi.
—Se metió en mi cabeza y tengo visiones cuando estoy lejos del agua. La última vez, traté de ahogarme.
—Como Jungkook, cuando estábamos en ese yate —conectó Taehyung.
—Pero eso era por el poder de Jimin —justificó el pelinegro—, él me hizo creer que...
—Espera, ¿por qué tiene el poder de entrar en vuestras cabezas? —interrumpió Yoongi, y señaló a Namjoon directamente—. ¿Por qué tiene poder sobre ti?
—Porque le hice una promesa, firmé un contrato.
—¿Un contrato? —repitió Jungkook en voz baja.
—Ella helaría mi corazón a cambio de una sirena. Y si no, podría quedárselo.
Jungkook parpadeó.
—¿Para qué querría un ser de las profundidades un corazón humano?
—Para estar vivo —contestó Seokjin, todos giraron la cabeza hacia él. Guardó las manos en los bolsillos y se humedeció los labios—. Creemos que los seres como Nerissa no son como las sirenas. Ellas tienen un corazón inactivo, congelado, como queráis llamarlo. Los seres como ella, no tienen facultades para sentirse humanos.
—Cecaelias.
Yoongi fue el que pronunció aquella especie, todos se quedaron perplejos, incluso Seokjin, quien jamás había escuchado ese nombre. Taehyung fijó las pupilas sobre él, reconociéndolo de inmediato. Hacía miles de años que no había visto a una.
—Eh, no lo digo yo —Yoongi alzó las manos en son de paz—. Lo dijo Jimin. Se largó hace como doce horas, dijo que haría una ronda alrededor de la isla para ver si encontraba algo. Me explicó que las cecaelias salían en su libro, eran mitad calamar y muy peligrosas.
—Mitad pulpo —corrigió Taehyung, aunque eso Yoongi ya lo sabía—. Y sí, son peligrosas, pero creía que se encontraban extintas.
—¿Y por qué tendríamos que ayudarte contra esa cecaelia? —cuestionó Jungkook con dureza, dirigiéndose a Kim Namjoon—. ¿Por qué tendría que creerte, si quiera?
Namjoon bajó la cabeza.
—Es cierto —afirmó la sirena en voz baja—, pude verlo cuando le besé. Vi a Nerissa.
Todos se quedaron atónitos por la mención del beso. Y Jungkook puso los ojos en blanco.
—No tenéis por qué hacerlo... —reconoció Namjoon, con cierto orgullo.
—Pero yo os lo pido —expresó Seokjin inmediatamente—, y Hoseok también. Y él —señaló a Namjoon con la cabeza—, aunque sea un cabeza hueca. Su vida está en peligro y también la de Taehyung, por hallarse en transición.
—Apuesto a que prefiere a Jungkook —se aventuró Yoongi.
—Es probable, algo me dice que a Nerissa le gusta los humanos que persiguen amores imposibles —suspiró Jin.
Jungkook quería enviarles a la mierda. Pero en ese momento, Taehyung entrecerró los ojos, con los iris puestos sobre Namjoon.
—Dime algo, Namjoon —pronunció la sirena—. ¿Cuál era su nombre?
Le costó pronunciarlo, casi se le atragantó y volvió su garganta áspera.
—Sylene.
—Lo haré por ella —dijo entonces—. Porque a pesar de que Sylene regresase al mar, no querría que perdieses tu vida por ella.
Jungkook descubrió en ese momento un nuevo dato que ninguno había pronunciado. ¿Namjoon había estado enamorado de alguien? ¿De una sirena? Sólo entonces, sintió cierto pesar por el hombre, pese a que no cayese demasiado en gracia.
—Las promesas, los contratos con cecaelias pueden ser realmente peligrosos —prosiguió Taehyung.
—Bien, equipo de extracción preparado —Hoseok esbozó una sonrisa, y Yoongi soltó una carcajada—. ¿Cómo la detenemos?
—Debemos acabar con ella —dijo una nueva voz.
Giraron la cabeza y encontraron a Jimin. Yoongi abrió la boca, el joven rubio aún tenía el cabello ligeramente húmedo, la ropa que llevaba fue la que abandonó junto a la orilla y se encontraba salpicada de arena, pero con un par de piernas firmes.
—¿Y tú quién eres? —dudó Hoseok.
Namjoon tampoco reconoció a Jimin, por lo que le contempló dudoso.
—Él es nuestra bomba de relojería. Nuestro as en la manga, nuestro guerrero celta con cola de sirena —bromeó Yoongi.
Y Jimin, contra todo pronóstico, dijo:
—Y el líder del grupo.
—Eh, eso debería ser por votación popular —se quejó Jungkook.
—¡Jimin! —Taehyung se acercó para abrazarle—. ¿Estás bien? No tenías que haberte ido.
—Estoy bien, no he visto para, pero sí detecté su aura —contestó—. Veréis acabar con una cecaelia no es fácil, pero podemos tenderle una trampa.
—¿Una trampa? —Seokjin se mostró interesado.
—Quiere el corazón de Namjoon, pero también podría matar a Taehyung debido a que está en transición y es vulnerable —expuso Jimin—. En cuanto a Jungkook, él también puede ser un buen cebo, y sin duda, creo que es a quién deberíamos utilizar para atraerla.
—No, no —replicó Taehyung, agarró la mano del pelinegro de forma protectora—. Jungkook no. Yo puedo atraerla con mi voz.
—Vale, pero ella no debe saber que estamos con estos de aquí —señaló al trío de Namjoon, Seokjin y Hoseok—. Nos ubicó en aquel yate y me utilizó contra vosotros; quería el corazón de Jungkook como recompensa. Y seguirá intentándolo.
Detuvieron la conversación ahí, cuando Yoongi les sugirió que entraran en casa para hablarlo más tranquilos. Jimin quería investigar el tomo de Seokjin (si es que lo llevaba encima), e intentar elaborar un plan. Cuando entraron en casa, Tae volvió a sentirse mareado.
Jimin pestañeó, tocó su frente y suspiró.
—Es la transición.
—¿Cuánto tiempo tengo?
—No lo sé, pero... quizá lo de Nerissa te ponga demasiado en peligro...
—¿Volverá a ser una sirena? —preguntó Seokjin, en voz baja.
Jimin quiso responderle que sí, pero se quedó callado; generalmente, ninguna sirena superaba la transición. Y él esperaba que así fuera, pese a todo.
—¿Quieres que te traiga agua? —le dijo a Taehyung, y acto seguido se levantó para agarrar un vaso.
Yoongi barrió los cristales de la cocina y mientras Jimin conseguía el tomo de Seokjin —en esta ocasión, sin enfrentamientos—, Jungkook regresó al porche para tomar aire. Sentía una extraña presión en el pecho, se sentía mal por la previa discusión con Taehyung. Creyó que no debió haber desconfiado de él, pero no pudo evitar tener miedo. Y ahora, seguía preguntándose por qué sentía que todo su mundo acabaría a la vuelta de una página.
Namjoon empujó la puerta con una mano y se aproximó al muchacho.
—Sé que no empezamos con buen pie —habló tras su espalda.
Jungkook reconoció su voz.
—Con buen pie... —su voz ironizó, luego apoyó las manos en la barandilla de madera y bajó la cabeza con un resoplido.
—¿Qué hubieras hecho tú, de haber sido yo?
El pelinegro giró la cabeza, con el ceño fruncido.
—¿Qué ocurrió? —formuló el más joven—. Con Sylene, ¿qué pasó con ella?
—Volvió al mar —declaró Namjoon.
Jungkook alzó ambas cejas, su garganta se volvió rasposa.
—¿Y...?
—Nunca más volví a verla.
El pelinegro tragó saliva; si ese era el motivo porque el que había removido el mar, aprisionado a una de las sirenas, hecho un pacto con un ser místico y peligroso, odiaba reconocerlo, pero lo entendía. Entendía su estupidez.
—Odio parecerme a ti.
Namjoon le miró con escepticismo.
—¿Elegante, millonario, sexy?
—Sexy —dijo Jungkook con sarcasmo—. Pero yo nunca hubiese convertido en mi mascota a una.
—Si no recuerdas la más ligera locura en que el amor te hizo caer, no has amado —citó el segundo a William Shakespeare.
—No. Ahora lo sé, Kim. Cuando se ama demasiado, no se ama lo suficiente.
Namjoon apretó los labios y le siguió con la mirada. Jungkook dio unos pasos hacia él.
—Eligió. Si la quisiste, déjala ir—le aconsejó Jungkook.
—Y tú, ¿dejarías ir a lo único que has amado?
El pelinegro le observó fijamente. Pensar en eso le hacía daño, pero sabía que sí.
—Mira quién vino contigo —indicó el más joven—. Hoseok, Jin, están aquí por ti. Eso también es una forma de amar, sea el tipo de amor que sea. No puedes tirarlo todo por la borda.
Namjoon comprendió a lo que se refería. Después de todo, mentiras piadosas, planes a las espaldas, y discusiones, ellos seguían ahí, tratando de solucionar lo que una vez comenzaron. Y Jungkook se ganó el respeto de Kim Namjoon ese día, pese a que a ambos les costó un poco confraternizar, sus historias se unían en un mismo punto; amar a una sirena.
—Debemos trazar un plan —enunció Jungkook en cuanto entró en la casa, seguido de Namjoon—. ¿Cómo podemos capturar a Nerissa?
—Necesitamos un lugar cerrado donde atraparla —dijo Seokjin.
—Sé de un lugar en la isla —expresó Jimin—. El volcán no está activo y en el interior de la montaña hay una oquedad bastante amplia, con agua. Encontré la entrada hace años, Jungkook podría atraerla y ella tomará la entrada sumergida.
—¿Y cómo entramos nosotros? —dudó Hoseok.
—Sé por dónde hacerlo —intervino Yoongi—. Hace un mes, estuve por allí. Generalmente, inspeccionamos zonas de la isla que conectan con el mar. Es un lugar bastante rocoso, pero por la entrada cabe perfectamente una persona.
Los chicos se mostraron decididos.
—Bien, si la atrapamos, tendremos diversas formas de acabar con ella —prosiguió Jimin—. Robarle su caracola mística, matarla o diseccionarla.
Todos le miraron como si fuera un psicópata.
—Cielo, sé que eres un sádico. Pero estás en público —farfulló Yoongi con encanto.
—¿Su caracola...? —Jungkook tuvo malos recuerdos de eso.
—No te preocupes. Ahí está todo su poder, así como el contrato con Kim —contestó Jimin, cerrando el libro—. Se romperá si la lanzas contra el suelo. Las cecaelias guardan toda su magia ahí, ni siquiera podrá volver a hablar sin esa caracola.
—Joder, voy a abrirme una cerveza —declaró Yoongi, marchándose hacia la cocina—. Tengo al tío más rico de la isla en mi casa. Socorro.
En ese rato en el que determinaron un plan, Jungkook notó a Taehyung con mal aspecto. Hoseok dijo que podían instalar un sistema donde bloquear la oquedad de la caverna, una vez que la cecaelia llegase. Seokjin sugirió dormirla o utilizar algún producto en el agua para sedar a la criatura, pero Jimin dijo que lo detectaría; ese tipo de seres tenían buenos sentidos. Él sugirió matarla directamente, sin embargo, todos parecían más convencidos con la idea de destruir solamente la caracola.
—Una vez que esté desprotegida, se largará. No regresará. Sin la caracola, y sin la voz de una sirena, es débil —aseguró Jimin—. Probablemente tenga ese artefacto desde hace cientos de años, puede que más. Ya no existen. Ni siquiera su raza sobrevivió con el paso de las eras.
—Me muero por ver al calamar —reiteró Yoongi desde la cocina.
—Bien, ¿cuánto tiempo tenemos? —formuló Hoseok—. Si me dais veinticuatro horas, podríamos instalar un buen sistema para cerrar esa caverna. La atraparemos allí.
—No, no tenemos veinticuatro horas —negó el ojiazul y señaló a Taehyung.
Su hermano se inclinó sobre sus propias rodillas, con un jadeo extraño.
—Taehyung, ¿estás...? —murmuró Jungkook.
—E-estoy bien. N-no pasa nada —mintió, con una profunda náusea.
—Está casi al final de la transición —observó Jimin—. Tendremos que hacerlo hoy, antes de que su corazón se enfríe. O estaremos sin su ayuda.
Jungkook miró a Jimin con una punzada de dolor. Durante la siguiente hora, los chicos se repartieron el trabajo. Namjoon llamó a alguien por teléfono para conseguir el material que necesitaban. Seokjin hizo una lista y redactó su plan, y Hoseok y Yoongi tomaron dos coches para recoger los materiales en una nave industrial de la ciudad de Geoje, y así poder ponerse en marcha esa misma noche. Los dos últimos salieron de la casa al atardecer, Seokjin y Namjoon se sentaron en el porche, organizando el plan con Jimin.
Y Taehyung pudo descansar un rato, junto a Jungkook. El rubio se hundió en su abrazo y cerró los ojos. Todo estaba sucediendo demasiado rápido, quería detener el tiempo y volver a la noche de antes.
¿Por eso había escuchado palpitar el océano, la noche de antes? ¿Estaba relacionado con su transición? Tenía miedo. No quería irse. De alguna forma, pensaba que no lo haría, pero no había podido almorzar nada después de aquel repentino brote de hambre en la mañana. Ahora, su estómago se encontraba totalmente cerrado y su temperatura era extraña.
—¿Quieres que te traiga algo? —preguntó Jungkook en voz baja.
Él negó con la cabeza.
—Quédate conmigo —le pidió.
—No iré a ningún lado.
—Si esa cecaelia te hace daño...
—No te preocupes, nos desharemos de ella —le aseguró el azabache, luego le estrechó delicadamente y se preocupó por él—. Y superarás la transición.
Tae sonrió débilmente.
—No te quites el anillo. Puedes utilizar el cristal, recuérdalo.
—¿Serás una sirena?
—No. Jimin me dijo que él atraería a Nerissa a la cueva. Cree que es mejor así —expresó Taehyung—. Me quedaré en forma humana.
En la noche, Jimin se reunió con los chicos cerca de la montaña. Dejaron varios coches cerca de una entrada rocosa, en un claro rodeado de árboles. Hoseok se encendió un cigarro una vez que Yoongi, él y Seokjin terminaron la instalación de un sistema de bloqueo en la caverna.
—Allí dentro hacer calor —sopló Hoseok. Se había cambiado de camiseta y tenía los pantalones empapados por haberse metido en el agua.
Jimin salió de la caverna y vio a Yoongi de soslayo. El humano le hizo una señal con la cabeza, para que le siguiera. Los dos se alejaron de Hoseok y Jin.
—¿Crees que saldrá bien? —le preguntó Yoongi en voz baja.
—No lo sé.
—Jimin, no puedes decirme no lo sé, Taehyung está sufriendo estragos por la transición y vamos a enfrentarnos a un ser marino, caníbal y con poderes ancestrales.
—No podrá utilizarme contra vosotros —Jimin detuvo sus pasos junto a unos árboles—. Tú tienes mi cristal y no servirá contigo. Tranquilízate. A Taehyung no le va pasar nada; jamás lo permitiría.
—Vale, pero a mí me preocupa más Jungkook.
—¿Jungkook?
—¡Vamos a utilizarle como carnada contra ese calamar!
—¡Pulpo!
Yoongi le agarró por los brazos como si fuera un idiota.
—¡Qué importa! ¡Tiene tentáculos y más de mil años!
Jimin presionó inesperadamente sus labios sobre los del pelinegro. Yoongi abrió los ojos como platos, luego los entrecerró lentamente, y de un momento a otro, sintió su corazón bombear en la garganta. Cuando el rubio le soltó, se relamió los labios.
—No está mal.
—¿Q-qué haces? —soltó Yoongi con voz rasposa.
—Comprobar que no siento nada —suspiró Jimin—. Estaba asustado, no me apetece perder mi inmortalidad.
Yoongi le miró mal. Fatal.
—Te absolutamente odio.
—Oh, ¿has oído eso? —teatralizó Jimin—. Es el sonido del viento, ¿o ha sido un mosquito molesto?
El humano hinchó las fosas nasales. Sí, Jimin era insoportable.
—La próxima vez que quieras saber si sientes algo, dime que yo lo intente.
Jimin esbozó una sonrisa socarrona.
—¿Por?
—Porque no sabes cómo es un buen beso, criatura. Eres lo más frío, insulso y molesto que he conocido —masculló Yoongi, pasándose una mano por el pelo—. Ni lanzándote a un volcán calentarías a alguien por dentro.
—Oh —asintió la sirena, mirándose las uñas—. Ya. ¿Y qué más?
—Te mueres de aburrimiento. No caeré en tu estrategia.
—No entiendo por qué hablas tanto.
—Cállate tú, mejor —sugirió Yoongi.
—No.
—Nnnnooo —mugió Yoongi, burlándose de él.
Comenzó a caminar y pasó de largo. Jimin no pudo evitar seguir sus pasos.
—Y no soy tan frío —soltó ofendido.
—Sí que lo eres, eres un témpano de hielo.
—¡Que no! —la sirena tiró de su manga y Yoongi se dio la vuelta.
Lo siguiente que pasó fue extraño, Yoongi tomó su rostro, rozó su nariz con la suya y entrecerró los ojos. Jimin se quedó muy quieto, con una importante carencia emocional. Tragó saliva y miró sus labios.
—¿Vas a besarme o no?
—No —contestó Yoongi con un timbre bajo—. Jungkook me dijo que los besos de sirena eran peligrosos.
—Inténtalo.
—¿Qué...?
—Dijiste que te lo pidiera. Inténtalo —reiteró Jimin.
Yoongi enterró los dedos en su nuca y le besó sin pensárselo. Su beso fue profundo, pero sin rozar el descaro, su cerebro no razonó nada durante unos segundos. Llevaba tiempo sin besar a alguien, y hacerlo con Jimin le produjo una extraña química que le gustó más de lo esperado. Cuando se soltaron, se miraron a medio metro de distancia, con la respiración entrecortada y el corazón de Yoongi palpitando bajo la tráquea. Jimin no tenía pulso, no obstante, pensó que Yoongi le había besado mejor de lo que le besaron otros en esos noventa años entre mar y tierra. El rubio tragó saliva y se quedó paralizado.
—Sabes —comenzó Yoongi—; no puedo dejar que una vorágine me arrastre, como a Jungkook y a Namjoon les ha pasado. Yo no soy sencillo y tú tampoco.
—¿Tienes miedo?
—Nah.
Jimin soltó una carcajada vacía. Vio llegar el coche de Namjoon. De él bajaron Taehyung y Jungkook. Él pasó de largo, tratando de zafarse de aquella sensación. Se organizaron para que el plan funcionara lo mejor posible. Entraron en la caverna y Hoseok les explicó cómo funcionaba todo. Allí, cruzando la entrada y el largo pasillo rocoso, encontraron un gran claro en el interior. El techo era alto, el interior de la montaña muchísimo más espacioso de lo que esperaban. Estaba repleto de piedras, vegetación y había una gran oquedad con agua cristalina que provenía del mar.
—Cuando cantes, te oirá —repitió Jimin—. Salid todos de la caverna, su voz puede hechizaros. Jungkook resistirá... por qué ya está enamorado...
Fue lo último que dijo, antes de que se separaran. Todos salieron de allí, pese a la reticencia que Yoongi mostró para alejarse. Jimin se lanzó al agua con ropa y en sólo unos segundos más, recuperó su cola. Se sumergió y desapareció de la caverna.
Jungkook y Tae se miraron.
—¿Estás preparado? —le dijo Jungkook.
—Sí. ¿Y tú?
Él asintió con la cabeza, los dos se quedaron en silencio durante unos segundos más. Cuando Taehyung comenzó a cantar, Jungkook pensó que era lo más dulce que había escuchado en su vida. Las canciones de las sirenas eran tan peligrosas como sus labios, si bien aún te quedaban piernas para correr si te esforzabas por escapar de aquello.
Jungkook apretó los nudillos, donde llevaba el cristal de la sirena. Comenzó a vibrar con su canción, concentrando una gran dosis de poder. Lejos de allí, en las aguas que unían el mar con la entrada submarina de aquel lugar, Jimin sintió el canto de su hermana como si sus propias células reaccionasen a su llamada.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico en Amazon. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo en Patreon.com/chispasrojas
Sabía que Nerissa estaba cerca, y no tardó en aparecer. Era enorme, de tentáculos oscuros y cabello blanquecino. En la superficie, con un aparente aspecto humano portaba una pelirroja belleza letal, pero ahora tenía la piel cetrina. Sin duda, las sirenas eran mil veces más hermosas, pero las cecaelias más astutas y de tentáculos traicioneros. Jimin la atisbó, se escondió bien y vio la caracola que colgaba de su cuello. Siguió su nado cuando entró en el pasadizo subterráneo de la caverna. Mantuvo las distancias y fue silencioso. Y a la oquedad donde Taehyung cantaba, llegó una sombra.
Jungkook y él retrocedieron unos pasos, el pelinegro le agarró por la muñeca cuando Taehyung dejó de cantar. Y entonces, unos tentáculos treparon por la superficie rocosa, salió del agua como una bestia temible, de iris negros sin pupilas, de cabello blanco y largo. Clavó sus ojos en Taehyung y justo después, en Jungkook.
Él levantó una mano para detener su paso, pensó que podría retenerla en el agua, la compuerta submarina de oquedad se cerró y justo en ese instante, escuchó su voz:
—Terror, solo, asfixia —pronunció Nerissa, formando un eco en su cabeza—. No te amará. Se marchará. Sentirás terror. Quedarás solo. Asfixiándote.
Jungkook sacudió la cabeza, sus palabras se metieron en su mente como un gusano, paralizándole, sumiéndole en una intensa angustia.
—Deseando que alguien te arranque el corazón —prosiguió—. Solo junto a la orilla. Yo te daré confort.
De repente, el pelinegro bajó la mano y caminó hacia ella, hipnotizado. Taehyung agarró uno de sus brazos y forcejeó contra él.
—J-Jungkook, ¡no! ¡Jimin, Jimin! ¡Ahora!
Los demás entraron rápidamente en la caverna. Jimin salió del agua con un impulso y la agarró por el cuello. Namjoon corrió hacia ellos, la sirena cayó hacia atrás llevándose consigo a la cecaelia, y el humano, arrancó el colgante de su cuello. Cuando el enorme estanque se llenó de burbujas, Yoongi corrió hacia el borde para asomarse.
Jungkook cayó de rodillas al suelo, con dolor de cabeza.
—¿Estás bien? —preguntó Taehyung, frotando su espalda—. Kookie...
—S-sí...
—Ha atacado a tu única debilidad —murmuró—. Lo sabía.
Hoseok y Seokjin vieron a Namjoon detenerse. En la palma de su mano se encontraba una pequeña y resplandeciente caracola, la fuente de su poder, de su control mental, la voz de una sirena a la que probablemente robó hace demasiados años.
—¿Nam? —dudó Hoseok.
—Namjoon, rómpela —exigió Seokjin tras él.
En el último momento, dudó de él, vio como sus iris se iluminaban y entonces, Namjoon la apretó entre los dedos y la aplastó como un frágil caparazón. La luz de su interior se apagó, Jimin dejó de forcejear con la cecaelia en el interior del agua. Se quedó débil, si bien Jimin había sido estrangulado y tenía marcas de tentáculos por todas partes.
—¡Jimin! —Yoongi se metió en el agua y Jungkook entró en shock.
—N-no, ¡Yoongi!
Taehyung quería ayudarles, pero si él tocaba el agua, perdería sus piernas. Por suerte, la cecaelia se había quedado tan débil, que Yoongi pudo arrastrar a Jimin hasta el borde. Le sacó con la ayuda de Hoseok y le arrastraron cuidadosamente sobre la roca y tierra del interior de la cueva. Seokjin se asomó al borde, desbloqueó la compuerta que instalaron y la criatura no tardó en huir despavorida. En otra época, se hubiesen empecinado en estudiarla, puede que incluso retenerla allí. Pero no quería volver a arriesgarse con criaturas mitológicas. Habían tenido suficiente.
Namjoon y él se miraron luego de eso.
—Has hecho lo correcto —le dijo Jin, tras todo ese tiempo—. Se acabó.
—E-estoy bien —contestó Jimin, pero estaba empapado, su otra mitad era escamosa y rosa, y tenía decenas de marcas en la piel—. Había olvidado lo fuerte que eran. Recordadme que no vuelva a enfrentarme a un calamar.
—Pulpo —corrigió Yoongi en esta ocasión.
Los dos se miraron, con una ligera sonrisa exhausta.
—¿Otra vez empapado, humano? —soltó Jimin—. Diría que te gusta demasiado meterte al final de todos los asuntos.
Sus iris azules fueron a parar hasta Taehyung, cuando se acuclilló frente a él.
—Gracias —le dijo sin tocarle.
—No es nada, ¿cuándo nos vamos de vacaciones al atlántico, dices? —sacudió la cola rosa como la de un gato.
Taehyung sonrió, sin embargo, se sintió tan débil que sus rodillas tocaron el suelo y las palmas de sus manos detuvieron una probable caída de bruces. Jungkook le sujetó desde atrás, inclinándose.
—Eh... cuidado...
—¿Está bien? —dudó Jin.
—No —respondió Yoongi como si fuera evidente y se pasó una mano por el cabello empapado—. Lleva horas sin estarlo.
Jimin pestañeó y tocó la mano de Taehyung. Pese a que sus dedos estuviesen húmedos, estaba seguro de que no era suficiente agua para transformarle. Detectó su repentina fiebre, su extraño jadeo.
—Es la transición...
—¿Qué hacemos? —dudó Hoseok.
—Llevarle a una orilla. Necesita agua antes de su cambio.
Todos se incorporaron, Jungkook se llevó a Taehyung en la espalda.
—Sube —sujetó sus muslos con firmeza y miró de soslayo a su mejor amigo—. ¿Vienes con nosotros?
—No.
—Iré yo —se ofreció Jin.
Yoongi resistió el acompañarles y dejó que Jin lo hiciera. No quería ver a Jungkook sufrir por Tae. No podía pensar qué sucedería si él regresaba al mar. Se quedó con Jimin, Hoseok y Namjoon tomaron el segundo coche y en esos minutos que quedaron a solas, Yoongi le pasó una de las toallas a Jimin, que habían llevado en las mochilas. Le ayudó a secarse hasta recuperar sus piernas, y aun cuando estaba ligeramente húmedo, le ofreció un recambio de ropa para no terminar desnudo. Jimin recuperaba con facilidad su forma, mucho más que Taehyung. En veinte minutos, estaba listo, pese a que aún tenía algunas escamas sonrosadas salpicándole los brazos.
En silencio, recogieron las toallas y el par de mochilas y salieron de allí para tomar el último auto. Fuera de la montaña, Yoongi abrió la puerta del coche y le dijo que subiera.
—Vamos.
Se encontró con él en el interior, justo al otro lado. Yoongi, notó el teléfono vibrar en su bolsillo, lo desbloqueó y se lo pasó a Jimin.
—Dime la ubicación, ya deben haber llegado —le pidió el humano.
Jimin percibió la tensión de su rostro cuando tomó el teléfono. Él estaba calado hasta los huesos, probablemente tenía frío y la tensión le estaba matando.
—Aún es de noche —dijo Jimin, mientras arrancaba el coche—. El cambio puede tardar horas, quizá incluso hasta la madrugada...
—Eso me da igual.
—¿Estás preocupado por él? —insistió Jimin—. ¿Tanto miedo tienes de que Tae se vaya?
Yoongi giró el volante con un rostro inexpresivo.
—Que Tae se vaya me da igual —reconoció con dureza—. Que Jungkook no vuelva a ser el mismo nunca más, no.
Jimin entendió su punto, y por primera vez, cerró la boca y no le chinchó con eso.
—Los humanos sois intensos —suspiró—. Demasiado.
—Tú mismo te enamoraste de uno —le acusó Yoongi en tono neutro—, por eso estás aquí, ¿no? ¡Sorpresa! Eres exactamente igual que nosotros. Y eso que eres el príncipe del mar helado.
El rubio soltó una risita.
—Tal vez.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico en Amazon. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo en Patreon.com/chispasrojas
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top